“El derecho a la propiedad debería poder ser regulado, como todos los demás”

“El derecho a la propiedad debería poder ser regulado, como todos los demás”

El último censo reveló una cruda realidad: en Argentina solo el 65% de las familias son dueñas de sus casas. En la Ciudad de Buenos Aires, la cifra baja al 52%. En un país con cerca de 10 millones de inquilinos, la política no ha logrado dar una solución para un mercado de alquileres cada vez más inaccesible.

La Cámara de Diputados de la Nación sesionará el 23 de agosto para discutir la reforma o derogación de la ley de alquileres, a tres años de su sanción, en el marco de una crisis habitacional cada vez más grave.

El legislador porteño por el Frente de Todos, Manuel Socías, quien trabaja desde 2015 junto a un equipo multidisciplinario sobre la problemática de la vivienda en la Ciudad de Buenos Aires, presentó recientemente su propuesta de crear un Régimen Nacional de Alquileres Protegidos.

En diálogo con ANCCOM, Socías asegura que “la mirada de Juntos por el Cambio sobre la ley es muy irresponsable porque genera incertidumbre”. A la vez, alerta sobre la “crisis de imaginación y audacia” de toda la dirigencia política para abordar el problema y plantea la necesidad de que haya “un nuevo poder legitimado” que pueda convocar a los principales actores a discutir la normativa vigente.

¿Cuál debería ser la discusión sobre la ley de alquileres?

Es un falso dilema el que está planteado en el Congreso. No se trata de derogar o dejarla tal cual está. La ley es bienintencionada, pero está pensada para otro contexto y no funciona con alta inflación. Lo que hay que discutir son sus aspectos más problemáticos: cada cuánto se puede actualizar el contrato (hoy anualmente) y si es de dos o tres años.

¿Qué cambios deberían hacerse?
Habría que acortar los plazos, hacerlos semestrales, pero usar un coeficiente que no sea el IPC (Índice de Precios al Consumidor), sino sólo el RIPTE (Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables), menos un porcentaje, porque es un coeficiente que mide la evolución de los trabajadores del sector formal y eso no incluye al total de la población inquilina, donde también hay cuentapropistas, monotributistas y trabajadores de la economía informal.

¿Esta reforma podría plantearse en la próxima sesión?
En un año electoral es imposible. Juntos por el Cambio tiene una mirada muy irresponsable, porque plantea derogar la ley. Lo único que va a generar eso es más incertidumbre y romper más el mercado. Es malo para los inquilinos, pero también para los propietarios. Hoy los dueños están haciendo contratos de tres meses, por fuera de la ley, por indicación de las inmobiliarias, usando un agujero legal para los alquileres temporarios. De acá a diciembre, la situación cada vez va a ser peor, hasta que haya un nuevo liderazgo legitimado que convoque en una mesa a la política, el sector inmobiliario y los inquilinos para discutir la actual normativa

¿Por qué se discute tan poco el problema de la vivienda?
La principal razón es que la industria de la construcción es el principal dinamizador de la economía argentina, porque genera muchísimo empleo y sirve para paliar la situación de crisis social. El problema es que es malo para lo habitacional, pero nadie quiere tocar esa bomba de relojería, porque si te equivocás de cable vuela todo por el aire. La segunda es el derecho a la propiedad, que es el único pensado como un derecho absoluto y debería poder ser relativizado y regulado como todos los demás. Eso no quiere decir expropiar departamentos, sino reglamentar la renta, porque la vivienda es un derecho constitucional que hay que garantizar.

¿Puede repensarse este escenario?
La dirigencia hoy no tiene la vocación de hacerlo. No es un problema sólo de Larreta o de Macri. Hay una crisis enorme de imaginación, de pereza intelectual y falta de audacia política general. El peronismo dice que se soluciona construyendo vivienda pública y la derecha dice que se hace dejando que el mercado edifique sin parar. Ninguno de los dos paradigmas resuelve el problema. El primero porque no tenés escala para construir viviendas desde el Estado que te permita resolver el déficit habitacional, y el segundo porque la perspectiva de mercado no está pensada para hacer eso, sino para dolarizar como una reserva de valor. Hay que encontrar una diagonal entre ambas perspectivas que permita combinar instrumentos para darle escala, capilaridad y velocidad a la respuesta. Hay que inventar cosas nuevas.

¿Cuál es tu propuesta para atacar la problemática?
Si el peronismo gana las elecciones, el 11 de diciembre debería proponer el reemplazo a la ley de alquileres por un Régimen Nacional de Alquileres Protegidos que cambie radicalmente la mirada sobre el tema. Todas las viviendas en Argentina tienen que estar dentro de un régimen que consiste en dos submercados: uno público y uno privado. El primero debe ser estructurado a partir de bancos públicos de vivienda a nivel nacional, provincial y municipal, que alimenten un stock de viviendas para atender a las poblaciones más vulnerables y a los sectores medios con alquileres accesibles, como hacen Nueva York, París o Madrid. Por otro lado, al submercado privado de alquileres hay que darle un conjunto de incentivos para aumentar la oferta y mejorar la rentabilidad a cambio de estabilizar una curva de precios que acompañe la variación del ingreso de la población inquilina. Aquel propietario que ponga su propiedad en alquiler no tendrá que pagar bienes personales, ganancias, sellos, ABL, ingresos brutos, nada. Ese conjunto de beneficios es el equivalente a un alquiler número 13, como si le pagáramos un aguinaldo al propietario. A cambio, tiene que respetar unos precios de referencia acordes al promedio histórico de la ciudad.

¿Alcanzan esos incentivos?
Tenemos la expectativa de que sí, pero lo discutí con el presidente de la Cámara de Desarrolladores Inmobiliarios y él considera que no, porque toda esta economía está en negro. Los contratos no están registrados, probablemente las viviendas tampoco. Por eso hay que tener decisión política para desarrollar al mismo tiempo una burocracia en el Estado capaz de entender y fiscalizar ese mercado. Hoy ningún gobierno (nacional, provincial ni municipal) tiene un área dedicada al tema de los alquileres.

¿Cómo podría articularse ese registro con una regulación de los alquileres destinados al turismo?
Que haya turismo internacional en Argentina es una buena noticia porque ingresan dólares, pero también tiene un problema que es la dolarización de los precios y la reducción del parque habitacional. Primero hay que hacer un registro para saber cuántos departamentos están volcados ahí y después hay que tomar medidas diferentes según la realidad territorial. Por ejemplo, San Martín de los Andes, Bariloche y Ushuaia son ciudades que están en una situación habitacional crítica. En esos lugares hay que acotarlos como hacen todos los países del mundo, donde autorizan que haya el 20% o el 30% de las unidades. Hoy la Ciudad de Buenos Aires está promoviendo con subsidios la reconversión de edificios de oficinas del microcentro en viviendas para Airbnb. Eso hay que prohibirlo de raíz. Otros países limitan los alquileres temporarios a 60, 90 o 120 días al año. Hay un montón de regulaciones posibles, pero todas tienen que estar adecuadas a cada realidad territorial y requieren una reingeniería institucional muy desafiante.

¿Puede repensarse este escenario?

La dirigencia hoy no tiene la vocación de hacerlo.

No es un problema sólo de Larreta o de Macri.

Hay una crisis enorme de imaginación, de pereza intelectual y
falta de audacia política general.

¿Cómo es la legislación sobre el tema en la Ciudad de Buenos Aires?
En CABA hay un registro de Airbnb donde los contratos de alquiler temporario tienen que pagar el 6% de ingresos brutos. Actualmente hay 300 departamentos registrados sobre un universo que se estima en 20.000. Es una ficción. No paga nadie. La Ciudad de Buenos Aires no tiene la voluntad de registrar y regular esos alquileres. De todas maneras, a mí también me gusta ir a un Airbnb cuando viajo y para un propietario es un buen negocio, me parece fantástico. Pero todo eso tiene que estar armonizado con el derecho a vivir con dignidad en el lugar donde naciste.

¿Se puede pensar en préstamos hipotecarios tras el fracaso de loscréditos UVA?
Los créditos hipotecarios tal cual estuvieron pensados en los últimos años no sirven, porque lo único que hacen es darle a un conjunto de la población un paquete enorme de dinero para competir en el mercado de compra y venta de inmuebles que están dolarizados. Es una política que lo único que hace es aumentar los precios y convalidar la dolarización.

¿Cuál sería una alternativa sostenible?
El Estado tiene que aportar la tierra, convocar a los sectores medios a aportar sus ahorros y constituir un fideicomiso sobre esos terrenos. Con eso, construir y comercializar propiedades en pesos y al costo. Después, entregar un crédito hipotecario en pesos para cubrir la brecha que se ajusta por la variación de los ingresos de los sectores medios. Es un préstamo que está montado sobre un nuevo tipo de oferta y desde otra lógica.

¿Cuál es tu mensaje para los jóvenes que buscan independizarse en este contexto?
Yo soy muy amigo de Ofelia Fernández, que es una joven que alquila y tiene una representación bastante cristalina de la agenda de los jóvenes. Ella me dijo que nosotros tenemos que organizar generacionalmente la pelea por el derecho a vivir en el lugar donde nacimos. Los burócratas no van a hacer nada hasta que no reciban una presión descomunal de los pibes que tienen una enorme dificultad para irse de la casa de los viejos. Mi mensaje es organícense, peleen y obliguen a la política a dejar de romper las pelotas y a discutir estos temas con seriedad y honestidad.

«Que cada lector se sienta valorado»

«Que cada lector se sienta valorado»

La escritora Paula Bombara habla de su trayectoria, del valor formador de la literatura en las infancias, de su aporte a las Abuelas de Plaza de Mayo y a la construcción de memoria en un país que se encuentra conmemorando los 40 años de democracia. Mañana se presenta junto a Abuelas y el Ministerio de Educación de la Nación en la Feria del Libro Infantil y Juvenil.

Paula Bombara es una escritora y comunicadora científica que trabaja con las juventudes, realizando charlas con docentes y estudiantes. Su trayectoria la llevó a recorrer diversos campos de la literatura y las ciencias, así como también a participar en proyectos vinculados a la defensa de los derechos humanos, especialmente junto a Abuelas de Plaza de Mayo. En entrevista con ANCCOM, recorre parte de su trabajo y reflexiona acerca de la importancia del acercamiento con las niñeces y las juventudes a la literatura. Este jueves estará en el Centro Cultural Kirchner, presentando la colección “La Abuelas nos cuentan” en la 31° Feria del Libro Infantil y Juvenil.

¿Cómo definirías quién es Paula Bombara en pocas palabras?

Soy una mujer curiosa, que me gusta estudiar. Soy escritora, me encanta escribir y me encanta escribir de todo y leer de todo. Por eso me dedico tanto a la literatura como a la comunicación de las ciencias. Y leo tanto una como la otra, y cada vez que puedo mezclarlas o ponerlas en cuestión o compartir las inquietudes que me generan estos puentes entre artes y ciencias, lo hago.

¿Cómo elegiste estudiar la carrera de bioquímica?

Estudié bioquímica porque un profe de literatura de quinto año de la secundaria me dio un buen consejo: “Si querés ser escritora usá tus años universitarios para estudiar algo que no tenga que ver con la literatura y seguí leyendo y escribiendo literatura”. Su argumento fue que, ampliando mi abanico de intereses, también iba a prepararme para ser escritora. Y bueno, yo ahí me puse a pensar qué otra cosa me gustaba y siempre me gustaron las ciencias. Sobre todo las ciencias que tienen algo que ver con la naturaleza. Me gustaban muchísimas cosas, siempre fui muy curiosa. Y yo en la ciencia lo que encontré fue un modo de mirar que complementó muy bien el modo de mirar artístico que yo ya traía por mi crianza. La mirada científica del mundo, además de muy atractiva, te ofrece muchas explicaciones que concluyen en este paradigma social en el que vivimos. Tener una mirada científica del mundo te explica mucho, encontrás respuestas a mucho de las preguntas que te hacés respecto a cómo vivimos.

Paula Bombara cuenta que la comunicación de las ciencias es un desafío porque existe mucho rechazo. Esto se debe a estereotipos de tiempos pasados que siguen vigentes. Como por ejemplo la idea de que los científicos viven apartados de la sociedad. Pero que se va modificando gracias a la tarea que hacen quienes se dedican a la comunicación de las ciencias.

“Este modo de decir a medio camino entre los artículos académicos y la literatura, cuenta. Lo seguimos explorando –subraya- porque todavía está muy inestable. Yo me recibí de bioquímica pero mi doctorado lo estoy haciendo en lingüística. Estoy en un grupo de investigación en donde estamos explorando los modos de decir de la comunicación y la ciencia. Cómo lograr que los mediadores entre la comunidad científica y las infancias (muchas veces encantadas con la ciencia), empiecen a mirar esta situación más amable, con más amor y más creatividad.”

Sos bioquímica y divulgadora científica. Pero además escribiste historias para niños. ¿Por qué decidiste dedicarte a la escritura?

La literatura infantil es más una categoría que un género. Porque dentro de la literatura infantil tenés narrativa, poesía, dramaturgia y demás. Es una categoría que no está muy valorada y eso es porque está así pensada desde el mundo adulto, que la deja atrás y olvida lo importante que fue para su formación lectora. A mí me atrae mucho dirigirme a las infancias y juventudes justamente porque en mi formación lectora, esas escritoras fueron fundamentales, las que me abrieron la puerta al placer de leer. Al desafío de leer, porque muchas veces leés textos que te hacen llorar o enojar. Aún así yo creo que hay un goce en esas lecturas. Además de estar presente en esos momentos de formación lectora, me encanta reunirme con los chicos y las chicas. Disfruto del diálogo, de lo que ellos y ellas también me cuentan. Me gusta porque creo que las mejores ideas del futuro están hoy en las cabezas de las juventudes y de las infancias. Ahora que cumplimos cuarenta años de democracia, lo que yo les digo es que la democracia y el futuro están en ellos. Nosotros, la población adulta, acompañaremos. Pero afianzar y perfeccionar la democracia está en la juventud. Y me gusta estar ahí. Siempre que escribo primero llevo mis escritos a editoriales para jóvenes porque me interesa la mirada que me ofrecen. Las devoluciones son más honestas.

La escritora explica además que los comunicadores científicos están intentando dejar atrás el término “divulgación científica”. Porque entienden que esa modelo proviene de un lugar superior de la ciencia. Es por ello que Paula Bombara y sus colegas deciden hablar de comunicación. Porque además lo importante es lo que sucede en una conversación, es un ida y vuelta.

“Yo me paro a la par –describe-. La divulgación es una palabra heredada de una cultura en donde se pensaba que los científicos estaban por encima de la sociedad. Ahora los trabajadores de la ciencia se consideran parte de la sociedad común y no se las saben todas”.

En tu libro El mar y la serpiente, contás una historia desde la perspectiva de una niña. ¿Por qué decidiste contar esa historia desde ese lugar? ¿Ese fue el inicio de tu recorrido en la literatura infanto-juvenil?

Este libro se publicó en 2005 y yo empecé a escribir en 1998. Me llevó mucho tiempo escribirlo. Lo que yo quería era contactar con personas nacidas en democracia. Y pensé que para eso hacía falta irse al momento de la vida en donde hubiéramos vivido lo mismo. Empecé a pensar y me fui yendo cada vez más atrás. Porque la escuela en dictadura fue muy diferente a la escuela en democracia. La vida fuera de la casa era muy diferente. Entonces iba cada vez más atrás. Llegué hasta los dos años, al momento de empezar a hablar. Para contactar y que alguien que nació en democracia sienta algo parecido. Las dificultades para hablar, para poder decirle a tu mamá o tu papá lo que sentís. Hasta esa edad me tuve que ir. Cuando me di cuenta de eso, tuve que empezar a escribir de nuevo. Desde ese lugar tuve que estudiar bastante sobre adquisición de la lengua, tiempos de respuesta, cuándo comenzás a caminar. Yo iba a una plaza y me ponía a observar niños y niñas. Me ponía a mirar el arenero. Y fui escribiendo desde ahí, pensando que si de algún modo en la literatura nos reuníamos en ese momento, después, cuando el personaje creciera, el lector iba a seguir conectado con mi historia. Y es algo que les gusta mucho a los chicos, entienden esa primera parte y se sienten muy identificados. Aparece como una indignación en lo que le va pasando. Ahí las docentes toman el libro para empezar a hablar de todo eso que después desarrollan. Cuando lo empecé a escribir no existía el feriado del 24 de marzo. Era un poco un deseo que hubiera un día para conmemorar a los seres queridos desaparecidos y a la búsqueda de justicia. Después se dio y poquito a poco la novela comenzó a ser difundida por el boca a boca de las maestras. Yo siempre pensé que iba a ser más leída por adolescentes, pero hoy lo hacen mayoritariamente los nenes y nenas de 11 o 12 años, en el final de su primaria. Es impactante porque las preguntas que me hacen, quizás me las hacen en un profesorado. Cómo logran expresar sus preguntas al respecto. Después, en la adolescencia tal vez hay menos lecturas, pero si fuiste lector a esa edad es probable que vuelvas a agarrar los libros. Creo que es una edad clave en la formación del lector.

A mí naturalmente me sale escribir más en una zona gris entre lo juvenil y lo adulto. Pero cuando los libros llegan a una editorial, y nos ponemos a trabajar en la construcción de un libro, ahí aparece la lectura de un editor que me dice “está bueno para los doce años”, yo digo buenísimo. Porque es difícil lograr ese tono, la complejidad. Porque ya no son historias simples las que les interesan. Algún mundo del que ellos puedan tomar datos, curiosidades, juegos incluso. Ahí tenés un montón de información que podés ir volcando en próximas lecturas, en proyectos propios.

 

Como escritora y comunicadora, ¿qué encontraste en la literatura infantil que te llevó hacia ese lugar? ¿Cuáles temas te gusta abordar más?

No parto de temas, parto de alguna pregunta que me inquiete a mí en realidad. Porque en un principio no sabes bien para quién escribís o al menos a mí me pasa eso. Salvo que sea para muy chiquititos, 3 o 4 años. Pero cuando empiezo pienso “uy, esto no sé para qué edad es”. Por eso a mí me parece importante la mirada de un editor. Yo escribo sin autocensurarme, escribo las preguntas que a mí me movilizan. No tienen que ver con el destinatario. Y creo que como me da tanta curiosidad este paso a la adultez, aparece en muchas historias, en algún momento niños o jóvenes. Porque realmente me interesa cómo se sienten, cómo nos sentimos cada uno, con su historia, cada vida, al entrar al mundo hostil de los adultos. Entonces, más que temática es una cuestión del cómo contar, cómo contás una historia, a qué le das prioridades en el contar. Y después ver qué te dicen. En mi caso es ver qué me dicen las editoras: esto para quién es. Creo que la construcción del libro tiene dos etapas de escritura muy diferentes. La que tenés a solas, mientras estás confeccionando un borrador y la que después se da en el trabajo en equipo para lograr el mejor libro posible, en donde aparecen otras miradas. Pero ya no es con esas incertidumbres que a mí me gusta tanto atravesar de la creación del borrador.

En el libro Mara contás la historia de la elefanta del Zológico. ¿Qué es lo que te llevó a querer contar su vida?

Fue una invitación de la editorial y un desafío porque me propusieron a contar la vida de Mara para todos los públicos. O sea, mi desafío fue la escritura y eso a mí me encantó. Era construir un libro que fuera informativo, que tuviera datos de comunicación de la ciencia, pero más de conducta de los elefantes. Un libro con información, pero a la vez que fuera emocionante, que fuera para toda la familia. Tuve una charla hermosa con la editora cuando me invitó. Porque era escribir un libro fuera de toda categoría, un libro que no sepas dónde meter en la biblioteca, que terminas diciendo: “Bueno, lo pongo acá de frente para que se luzca la tapa”. Como si no supieras donde meterlo. A mí eso me encantó, porque es muy difícil armar un libro así. Hay personas que me dicen: “Pero no es un libro para chiquitos”. Pero lo leen en jardines. Y en secundarias. Y lo puede leer cualquier persona, ese era el objetivo y el mayor trabajo. Y creo que también fue el mayor trabajo para Raquel Cané (ilustradora), porque sabía que ante este texto su obra iba a ser mirada por toda clase de personas. No había límites de edad.

Y después, cuando empecé a investigar la historia de Mara, me encontré con una historia que me hizo mucho eco a otra novela que yo había escrito. Que se llama La Chica Pájaro. Está protagonizada por una chica que se llama Mara y que es una novela atravesada por una historia de muchas violencias. En donde Mara tiene que encontrarse. Tiene que valerse por sí misma y tiene que salir de ese círculo de violencia por sí sola. Y yo iba explorando, investigando, haciendo entrevistas para escribir el libro de Mara y decía: “Qué bárbaro este animal. Cuánta violencia ha recibido en su vida y cuánto tuvo que adaptarse para seguir”. Y ahí me recontra comprometí con el libro. Me impactó tanto su historia que ya no podía dejar de pensar en eso. Fue apareciendo el tono, apareció esa mirada de investigadora que empieza a sufrir también. Por todo eso que está investigando y se está preguntando. Y queda sentada una posición respecto al trato con otras especies de animales. Partió de una invitación, de un compromiso y una valoración del trabajo que vienen haciendo ciertas instituciones y el juzgado de la jueza Elena Liberatori que hace un trabajo increíble para tratar de cambiar la manera de tratar a otros animales. Es nuevamente esto de que la humanidad se cree mejor. Cambiar esa mirada.

¿Por qué crees que es importante acercar a los niños y los jóvenes a estas historias y a la ciencia?

Yo creo que ellos viven todos los días mirando historias así. Pensá en las cosas que estamos viendo hoy. El juicio por el asesinato de Lucas, un chico que volvía de jugar al fútbol y que lo mataron. Vas recorriendo las noticias que les llegan a todos. Las luchas por los salarios, todo lo que el mundo adulto está viviendo. El tema de los cambios climáticos que estamos viviendo. Una sociedad cada vez más participativa.Los chicos también la están viviendo y les siguen enseñando en la escuela las cuatro estaciones. Hay ahí un choque entre lo teórico, lo que la gente grande dice que un niño o una niña tiene que ser y lo que en la vida real ellos ven, sienten y se preguntan: “¿Yo tengo que hacer esto?”. Entonces encuentran  en la literatura, libros de comunicación científica, que les propongan un diálogo franco. Sí, la vida es otra cosa. Muchas veces queremos proteger a nuestros niños y niñas de la violencia. Pero la violencia está en la calle todos los días, la violencia está en cuando ven a un chico de su edad arrastrando un carro de cartonero. Eso es re violento. Entonces dar herramientas para poner palabras a esas preguntas que todavía no saben bien cómo formular. Y ahí aparece la presencia de historias que tengan toda la política, la violencia, la reflexión sobre eso. También la parte linda, la posibilidad del amor, de la amistad, el balance en todo eso. La importancia de quererse a uno mismo.

Hay muchas formas de hacer las cosas. Vos tenés que encontrar tu forma. Hay muchas formas de ser niño, de ser niña. Encontremos tu forma, la forma en que te haga bien. Que los adultos no te presionen para que vos seas de otra forma. Vos sos como sos. Un poco en cada libro es eso, que cada lector se sienta valorado. Me parece que falta mucha ternura en esta sociedad, falta contar estas historias desde un lugar así, donde encuentren que hay una persona adulta que quiere charlar y escuchar, Que va a hacer lugar a las ideas. A mí me interesa mucho escuchar también.

«Ahora no solo buscamos nietos y nietos, sino también a sus hijos e hijas, o sea, ya buscamos familias», subraya Bombara.

Además de tu trabajo en las ciencias y la literatura, ¿qué actividades realizas vinculadas a los derechos humanos?

Desde mi lugar de hija de desaparecidos, en un momento me paré a pensar, desde qué lugar seguir las búsquedas de justicia. Fue alrededor del año 2006 que ya estaba colaborando con Abuelas. Pero a partir de 2011, apareció la posibilidad de aportarles ideas. Justamente para vincular a la segunda generación de personas con identidades vulneradas. Ahora no solo buscamos nietos y nietos, sino también a sus hijos e hijas, o sea, ya buscamos familias. Entonces ahí aproveché toda la experiencia de recorrer colegios, encontrarme con lectores y lectoras de mis libros. Así empezar a pensar cómo vincular, cómo sumar a la búsqueda a estas nuevas generaciones. Y yo creo que aportándoles ideas para nuevos proyectos, acompañando esas ideas ahí donde haya que ir. Tenemos nuestro proyecto literario Ovillo de trazos, donde propuse un proyecto a largo plazo. Y que pudiéramos incluir cada vez más voces, más editoriales, más miradas. Enseguida les pareció que era viable en la Comisión Directiva. El último proyecto que hicimos fue el libro Historias de Abuelas, que son doce cuentos biográficos ficcionalizados de doce abuelas. Al que seguramente le seguirán otros libros con otras historias.

Creo que mi tarea es eso. Pensar a medida que yo recorro todo el país y voy viendo las experiencias que van sucediendo. Ir pensando de qué manera, desde Abuelas, podemos proponer a las nuevas juventudes y nuevas infancias que la búsqueda siga. Porque dentro de poco para un chico que está estudiando las Efemérides, las invasiones inglesas y el 24 de marzo va a ser un poco en el mismo plano. Hay tanta distancia temporal, que, si no hacemos algo para que eso no suceda, va a pasar eso, va a ser un efeméride más en la que ya no va a haber sobrevivientes. Está justamente en nosotros impedir que eso suceda. Transmitiendo la memoria histórica de lo que se vivió. Entonces, ahí saben que cuentan conmigo para lo que necesiten. Me interesa mucho más eso que aportar desde mi mirada de hija. Porque como escritora puedo entrar a establecimientos educativos, a conversar y todas las charlas terminan de un modo u otros en los derechos de las infancias Que son los derechos que protegen las Abuelas, que por su intervención en la Convención de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, cuidan más, que se proteja a todos los niños.Desde mis libros la cuestión de los derechos de las infancias, que son derechos humanos de las infancias, están presentes siempre. Ahí también aparecen preguntas que yo puedo llevar a Abuelas, y decir “¿cómo hacemos con esto?”.

 

En este punto, Paula recordó que hace unos años, lo que llevó a la creación del tercer libro de Ovillo de Trazos fue que una visita a un jardín. La escritora cuenta: “Una nena me preguntó si cuando yo fuera viejita quería ser una Abuela de Plaza de Mayo. Entonces pensé ‘algo no está funcionando. O sea, está funcionando bien lo de las superhéroes, pero algo no está funcionando’. Porque ¿cómo vas a querer ser una Abuela de plaza de Mayo? ¿Qué implica ser una Abuela de Plaza de Mayo? Yo le expliqué todo eso a todos esos nenes. Y volví impactada. Y en la siguiente reunión en Abuelas les conté y propuso hacer algo al respecto, sacarlas de superhéroes y ponerlas en un lugar más humano. Así nació Historias de Abuelas.”

¿Y de qué manera abordás en tus charlas el tema de la dictadura para explicarlo a los niños y jóvenes?

Desde la democracia que vivimos ahora. Sobre todo por este número redondo que nos da la excusa de hablar de la democracia, empiezo por ahí. Desnaturalizando lo que ya se da por sentado, lo que consideran imposible. Como por ejemplo: No podías escuchar la música que querías. Y cuando empezás por sus espacios, por los espacios en donde ellos circulan: la escuela, las casas y contás que no podías entrar a la escuela con el pelo suelto, no podías tener esa gorra puesta, no podías teñirte el pelo de ese color. Ahí de golpe aparece el valor de que ahora sí está. Con todas las imperfecciones, eso lo podes hacer, y a partir de ahí empezamos a hablar. Me parece que hay que considerar el espacio presente. Las libertades que se dan por hechas, que se cree que ya son un derecho adquirido y ponerlas en cuestión y decir “ojo, esto puede ir para atrás en cualquier momento. Depende de nosotros que no sea así”. Ahí empiezan a escuchar.

¿Cuál es tu actividad favorita dentro del campo en el que te movés?

En la vida se necesitan los balances. Entonces, hay momentos en donde digo “tengo que darle más prioridad a este proyecto literario” y hay otros momentos en los que digo “No, tengo que priorizar la escritura de tal ensayo”. Me parece que tiene que ver con el momento presente que esté viviendo. No tengo favoritos. Es un tema con los chicos porque me preguntan un montón: mi color favorito, mi comida favorita, mi autor favorito, mi libro favorito. En realidad, yo creo que eso depende mucho de cada día, de cada presente. Y lo que veo es que cuando estoy mucho armando una novela, hay momentos que me levanto y digo “no, hoy no van a escribir algo que tenga que ver con la novela. Quiero ver qué puedo hacer”. Me pongo a escribir alguna cosa de ciencias o a leer, algo que tenga que ver con otro espacio, necesito entrar y salir todo el tiempo. Sin dudas, los momentos de escritura a full, donde me olvido de todo, son hermosos. Pero tampoco es algo que vos pueda pretender. Llegás a eso. No tenés que buscarlo tan directamente. Se dan o no se dan. Y cuando se dan, me doy cuenta que estoy viviendo ese momento, lo disfruto muchísimo. Pero también es hermoso construir un libro en equipo. Porque ves cómo el libro va tomando forma. Eso es magnífico. Soy muy entusiasta y me gusta encontrar momentos de disfrute en todo lo que hago.

 

 ¿Estarás presente en la Feria del Libro infantil y Juvenil?

 Tenemos el 20 de julio, a las 17, un evento con Abuelas en el que voy a estar presentando el proyecto: “Las abuelas nos cuentan, a cuarenta y cinco años”. Es un proyecto en el que estuvimos trabajando todo el año pasado. Así que ese día voy a estar presente.

Una poeta con voz poderosa

Una poeta con voz poderosa

En «Todo se une con la noche» Vanina Colagiovanni hilvana poemas, hechos y testimonios, y recupera anécdotas compartidas, para construir una biografía de la sensible y punzante poeta Juana Bignozzi. Su disputas con el feminismo y el debate sobre la utilidad de la poesía.

En el ensayo biográfico Todo se une con la noche Vanina Colagiovanni rastrea las huellas de la vida de una poeta con gran trayectoria y personalidad avasallante: Juana Bignozzi. Hija de anarquistas, se trataba de una mujer atípica, poco convencional, y con un carácter que la llevaría a convertirse en una persona relevante del ambiente cultural, particularmente de los años sesenta que ella tanto añoró en sus últimos tiempos.

Así, la autora va trazando a lo largo del libro sus propias interpretaciones sobre distintos eventos, poemas y vínculos que hicieron a la vida de Juana, al tiempo que se hace de voces con un gran valor cultural, como la de Beatriz Sarlo, que testimonian sus propias vivencias y anécdotas con Bignozzi. Esta biografía es el relato de una vida contado desde la perspectiva de una persona que conoció y mantuvo un vínculo estrecho de amistad con quien es biografiada, lo que hace al libro mucho más íntimo, sentido y lleva a conocer en profundidad a la poeta.

En el libro contás que conociste a Juana Bignozzi en una entrevista que le hiciste en España, ¿cómo accediste a ella? ¿cómo se mantuvo ese vínculo a lo largo del tiempo?

  • A mis 24 años, yo escribía poesía. Un amigo me regaló un libro de Juana, lo leí y me encantó. Él editaba en Adriana Hidalgo, la misma editorial de Juana y me dijo que, si quería, me conseguía el teléfono. Habían pasado ya 30 años desde los primeros libros que ella había publicado y yo los leía en el año 2000 sin ninguna distancia, algo que no era tan fácil con poetas de su generación. Eso me impactó. Me pregunté qué sería de su vida, qué haría en Europa. Entonces, en un viaje que hice de mochilera, fui a Barcelona y la entrevisté. Me impactó su temperamento: tenía algo muy atractivo, era muy graciosa y muy malvada. No tenía falsedad, que lamentablemente veo muy común en el mundo cultural. Ella te decía las cosas frontalmente. Recuerdo haber ido al encuentro con la entrevista, los datos, todo prolijo. Y terminamos hablando de cualquier otra cosa, que fue lo más entretenido. Hubo química, buena onda.

A partir de ese momento Juana me incorporó. Me dijo: «Bueno, yo ahora en un mes vuelvo a Buenos Aires, anotate el teléfono, hablamos y nos vemos». Y desde entonces cada vez que venía a la Ciudad nos veíamos. Me presentó a un montón de poetas más jóvenes que ella y más grandes que yo, a quienes, de algún modo, ella me quería acercar. Poetas que, aún hoy, son amigos míos. Diría que fue mi mentora. Yo la seguía a todos lados donde leía, era su lazarillo. En un momento, ella también me empezó a pedir cosas, como que la presente en lecturas: Fue muy lindo eso.

Sin embargo, así como el temperamento y la fuerte personalidad de Bignozzi hacían de ella una mujer única y fascinante, también podían tornarla intensa y demandante, al punto que conocidos y amigos suyos fueron alejándose paulatinamente. “Una vez me llamó al Liceo Cultural Británico, donde yo trabajaba para decirme: ‘Vanina, ¡Hace cuatro días que no hablamos!’”, recuerda Colagiovanni sobre este aspecto.

¿Cómo equilibraste en el libro las dos partes de Juana, tanto su lado generoso hacia las nuevas generaciones, pero a su vez esta personalidad demandante y algo temperamental?

  • En un momento me di cuenta de que hablar de Juana sin mencionar su parte crítica, era mostrar la mitad del cuadro. Todos los que la conocimos sabemos que eso era caracerístico y parte de lo que nos atraía y gustaba de ella, porque era muy graciosa, te podía destruir una revista en una frase. El tema era cuando se la agarraba con vos o con alguien que querías: ahí lo sufrías. Pero incluso así, uno entendía que era una persona muy singular, que tenía muchas cosas valiosas y, entonces, dejabas pasar las otras.

Además, Colagiovanni destaca que Bignozzi era una gran compañera, en el sentido de que apoyaba a sus amistades. Recuerda que, en sus comienzos en Gog y Magog, editorial en la que actualmente trabaja y con la que editó esta biografía, Juana acudía a las múltiples presentaciones en bares o en el Abasto, a cualquier hora, con música que no le gustaba y se quedaba hasta el final. Tal vez, este aspecto relevante de la personalidad de Juana haya sido inspirador para dar origen al título del ensayo biográfico, Todo se une con la noche. “Era como una joven en el cuerpo de una señora grande. Tomaba un montón, se acostaba mucho más tarde que todos, tenía una vida recontra activa y a la vez le gustaba trasnochar”, asegura Vanina. También, la noche era su laboratorio, su lugar de experimentación, escritura, lectura y traducción. Esa nocturnidad y el vínculo que mantenía con las nuevas generaciones era una forma de seguir activa como poeta. Jóvenes poetas que hoy, ya adultos, difunden y comparten el legado de Juana, la mantienen con vida.

Colagiovanni cuenta que parte de su interés en realizar la biografía tiene que ver con la amistad que mantuvo con Bignozzi, y además, con el interés de retratar una generación particular, la de los sesenta, que supo tener fuertes convicciones y apego a ciertas ideas e ideales, poco miedo a la pelea, a la discusión y al debate. Características que la autora ve diluidas en la contemporaneidad: “Tanto literariamente como a nivel del campo cultural en general, traté de que estuvieran presentes esas otras dinámicas de aquellos tiempos”, agrega.

A pesar de haberla conocido, ¿creés haber descubierto algo nuevo de ella en el proceso de escritura de la biografía?

  • Sí, varias cosas. En principio, fui al archivo, que no es enorme, pero son seis o siete cajas con todos sus papeles: documentos, pasaportes, la libreta universitaria, entre otros, y me sirvieron para contrastar datos con las entrevistas, tanto las que brindó ella como las que hice a sus amigos y conocidos, quienes muchas veces no recordaban fechas exactas o direcciones. Ahí hubo un montón de datos y detalles que se desambiguaron, se confirmaron; eso fue impagable, muy valioso. Después, descubrí muchas notas que, por ahí, iban a ser futuros poemas; porque ella escribía mucho y después con eso armaba como un rompecabezas, cortaba y pegaba. Estos protopoemas hablan mucho sobre ella, por ejemplo, de cómo se sentía en su duelo por el marido, que muere inesperadamente, poemas que le escribe a él y que me hicieron rever cómo yo veía la relación de ellos, y cómo la propia Juana la consideraba.

Asimismo, la autora asegura que recopiló numerosas anécdotas, alegres y trágicas, que vivió Bignozzi con sus amigos y conocidos. Incluso, menciona que una vez publicado el libro, aún hoy, le llegan mensajes de personas que han vivido momentos icónicos con la poeta. “Una de las cosas que me dijeron, que me emociona mucho, es que la ven a ella ahí en el libro, que sienten que está. Para mí ese era el objetivo. Ya está, si eso sucedió, perfecto.”

Bignozzi tuvo ciertos conflictos con el feminismo y, sin embargo, sus poemas son reivindicados actualmente por feministas, ¿cómo lo explicarías?

  • En momentos donde las mujeres no tenían voz, donde era muy difícil que se pusieran a discutir de igual a igual sobre un texto literario o sobre política, ella estaba ahí sosteniendo un lugar y una voz. En los años ochenta, la palabra feminismo no era lo que es hoy, estaba muy bastardeada. Había algo de la palabra, del vocablo, del término que incomodaba; no eran muchas las mujeres que se identificaban como tales. Ahí Juana discutió con las feministas. También, esto es una lectura propia, ella se llevaba mal con esa generación en general: mujeres y hombres. No le interesaban políticamente. En cambio, se llevaba muy bien con los de los sesenta y con los jóvenes de los noventa. Con lo que hubo en el medio, no. Sin embargo, al avanzar el tiempo, Juana sí conectaba con las feministas de los años 2000. Sí estaba a favor del aborto, sí tenía clara la defensa de ciertos derechos. No es que estaba en contra del feminismo porque no era progresista, sino que discutía con esa generación. Hoy, por ejemplo, vos la leés y tiene versos que son súper feministas, momentos de su poesía donde de lo que ella está hablando es de eso, más allá del vocablo.

En el libro contrapones la utilidad a la poesía, ¿en qué consiste esta idea?

  • Para mí la poesía tiene algo con la falta de utilidad, con la idea de que es totalmente prescindible, que no tiene un uso concreto y a la vez es absolutamente fundante y fundamental en la vida. Escapa a la lógica utilitaria, ¿para qué sirve un poema? Para explicarte algo de vos mismo, para reconfortarte, para darte una idea, para hacerte reír, pero no sirve para ‘algo’. Juana en un momento se lo pregunta: para qué sirve un poeta, qué tiene que hacer un poeta. Un poeta tiene que escribir, tiene que escribir bien, tiene que leer. Bueno, hay algo de eso, de que cuando se deja de lado la utilidad llega la poesía. Cuando se pierde la búsqueda del sentido práctico llega lo que no es para nada práctico y a la vez es esencial en la vida.

Para mí la poesía tiene algo con la falta de utilidad, con la idea de que es totalmente prescindible, que no tiene un uso concreto y a la vez es absolutamente fundante y fundamental en la vida.

Vanina Colaggiovanni

Aún así, y a pesar de querer trascender como poeta, Bignozzi no publicó ningún escrito durante los años que vivió en España. “Fue el lapso de su vida que queda más de incógnito, con más preguntas. Mi lectura es que para ella la escritura siempre era con otro y al estar en España no tenía ese otro, entonces no le interesaba publicar sin que hubiera alguien que le devolviera una lectura”, menciona Colagiovanni.

De esta manera, la poeta recién retomaría su actividad literaria en su vuelta a Buenos Aires, cuando ve que hay un nuevo horizonte de lectores: se reencuentra con su amigo José Luis Mangeri, quien propone a Bignozzi realizar la segunda edición de uno de sus libros más famosos Mujer de cierto orden. “Yo creo que la clave para que ella volviera fue ver que podía volver literariamente a Buenos Aires, y después concretarlo, volver físicamente. Encontrar que había una posible lectura y un posible horizonte donde sus libros fueran recibidos. Y es lo que pasó”.

Colagiovanni recuerda que la idea de contar esa vida tan particular nació en forma de ensayo y error: tres o cuatro veces tiró intentos de la biografía a la basura, como sucedió con el primero, que esbozó en una escapada a Tigre para evitar el calor de la Ciudad. Ese bollo de papel al cesto fue el embrión de esta biografía. En un momento, comenzó a escribir un cuento sobre “una poeta joven que conoce a una poeta mayor”. No había nombres. Era un relato ficcional. Luego de escritas algunas páginas y al mostrárselo a una amiga cayó en cuenta que la joven poeta era ella misma y la mayor, Juana. En el fondo, la autora reconoce que “venía juntando todo sobre ella desde que la conocí, lo tenía todo guardado. En cierto punto, hace 20 años que la vengo escribiendo en mi cabeza”.

¿Qué te motivó a hacer una biografía sobre Juana Bignozzi?

  • Me di cuenta que todavía había mucho por decir sobre ella, no había nada escrito. Como editora, vi esta vacancia no solo sobre Juana, sino también sobre otros poetas cuyos libros están en preparación: Irene Gruss, Héctor Viel Temperley y Arnaldo Calveyra. Aspiraba a que quieran ir a buscar qué hay de Juana, sus poemas. La quería volver a traer al presente. También me motivó desde el feminismo: hay muchas biografías de escritores hombres, particularmente narradores, como Rodolfo Walsh, Borges, Bioy. Pero de escritoras mujeres, salvo Pizarnik, no hay tanto. Incluso, las que hay de Pizarnik se enfocan mucho en la parte sufriente de ella.

Una vez que terminó de escribir el libro, Colagiovanni recuerda haberse sentido desahuciada: de alguna forma Juana la había estado acompañando ‘místicamente’ en los dos años que duró el proceso de escritura. De todas formas rescata que contar una vida, así como leerla, sirve para ver la propia. De alguna manera, las biografías permiten mirarnos a nosotros mismos.

Guitarras y violines eléctricos made in Barracas

Guitarras y violines eléctricos made in Barracas

Dos luthiers, Johnny Keller y Alejandro García, cuentan cómo crearon instrumentos de exportación en el sur de la Ciudad.

En una casa al sur de la ciudad, en el barrio porteño de Barracas, dos luthiers trabajan en la construcción de sus instrumentos. Con pedazos de madera cortada que van tomando forma, parlantes en el piso, guitarras colgadas, herramientas de trabajo y en especial una playlist de rock a todo volumen, esta casa se ha convertido desde hace años en el taller de Alejandro García y Johnny Keller. Los músicos y luthiers han escalado alto y buscan continuar su recorrido por este mundo que los ha atrapado y les brinda satisfacciones, aunque también contratiempos. En diálogo con ANCCOM contaron su recorrido, sus proyectos y su mirada respecto a la situación actual del oficio de la luthería. 

Keller es el creador del violín eléctrico Strikell que ha llegado a la feria de productos musicales más grande del sector celebrada en Estados Unidos, la llamada NAMM (National Association of Music Merchants) y tiene la mirada puesta en la exportación. García, que ejerce la profesión de luthier desde hace más de diez años creando guitarras y bajos eléctricos personalizados para músicos, ha desarrollado un modelo propio, estandarizado, llamado Battlewood que está siendo difundido en Europa. Van a estar presentes en la próxima Feria de la Música en La Rural y en la UNLA (Universidad de Lanús), en agosto. 

¿Cómo llegaron hasta acá en su relación con la música?

AG: Desde chico quise tocar la guitarra y mis viejos me regalaron una eléctrica. La fui armando y desarmando para ver cómo funcionaba, y aprendí de esa manera: mandándome y haciendo cosas que no tenía que hacer. Primero lo tomaba como un hobby porque yo estudiaba Historia, además de música. También fui tomando cursos de luthería y electrónica. Con el tiempo, se convirtió en mi actividad principal y lo combiné con el trabajo que empecé a desarrollar de grande que es la carpintería. Al principio solo hacía instrumentos para mí y luego comencé a construir para otros. 

JK: Yo soy de Misiones, de Montecarlo, estudié profesorado de música y después de recibirme se me dio la oportunidad de venir a Buenos Aires. Cuando conocí a Ale, yo había hecho de forma autodidacta, viendo videos de YouTube, un charango eléctrico. Él me ayudó y me ofreció hacer un curso de luthería para tener los conocimientos básicos y empezar a crecer. Gracias a eso pude arrancar con los violines eléctricos que siempre fueron mis instrumentos. Hoy me dedico plenamente a fabricar violines, ya no ejerzo más de profesor.

¿Cómo nació la idea de realizar violines eléctricos? 

JK: Desde chiquito me gustó tocar el violín y lo que quería era fabricar uno para mí. Lo fuimos diseñando con Ale y la idea empezó a crecer. Tuve la posibilidad de conseguir un inversionista que nos ayude para sacar adelante ese proyecto, y nació así: como una idea para hacer un instrumento para mí pero que luego fue replicado para otros músicos.

¿Cómo fue la respuesta por parte de los músicos teniendo en cuenta que es un instrumento clásico?

JK: El nicho del violín eléctrico no está apuntado para un violinista de música clásica sino al que toca en un escenario. Como con una guitarra eléctrica, tocando en vivo, enchufado con parlantes, un músico de banda, por ejemplo. Hay más facilidades, pueden comenzar a jugar con los sonidos, se presta para hacer distorsiones que salen de esa concepción clásica, tradicional de una orquesta. De cualquier forma, podría usarse, pero en general se utiliza para algo distinto. Hoy hay muchos folcloristas que se están pasando al eléctrico. Es algo que está comenzando a crecer, en el mundo están empezando a aparecer violinistas eléctricos y se está formando una comunidad interesante. 

Las guitarras eléctricas no son una novedad, pero ¿qué buscás otorgarle a esa guitarra para que sea distinta y llame la atención?

AG: Primero hacía muchos instrumentos para distintos músicos, pero con el tiempo me fui dando cuenta que tenía que especializarme. Entonces empecé a hacer guitarras eléctricas de cuerpo sólido y no de caja, con ciertas características de largo de escala, de peso, de un tipo de construcción que ya es conocida y definida que es la Squier Stratocaster. Dentro de eso, intento innovar o lograr mejoras para que se adapten a las necesidades y demandas  del músico, eso es lo que sirve de guía. En el caso de las guitarras Battlewood, que son las que estoy ofreciendo ahora, hay una innovación respecto al tensor que no lo tiene ninguna guitarra y que ayuda de una manera más práctica a hacer un ajuste y calibración. Son cosas técnicas, pero que apuntan a exigencias de un tipo de músico.

¿Cómo es el proceso de pensar y diseñar un instrumento?

AG: En principio está la idea del instrumento, de cómo va a ser, qué características va a tener. Eso se vuelca en el diseño y se comienza a construir, ahí vamos viendo si tal vez se puede modificar algo, entonces se vuelve al diseño y se cambia.

JK: Hay cosas que ya están estandarizadas, hay microfonía que usa la mayoría de las guitarras eléctricas, en base a eso se parte de qué necesidad tiene uno o el músico. Hay muchas variables de lo que se puede hacer en un instrumento, no hay una ciencia exacta. Uno puede estar diez años y siempre va a hacer algo nuevo o diferente, es muy relativo. 

AG: Claro, hay ciertos parámetros de gente que ya hizo guitarras o violines, que logró avances y que sirven de base. A partir de eso se busca hacer algo nuevo, mejorado o adaptado a un músico puntual o un estilo musical. Incluso en las guitarras estandarizadas que hago ahora, se puede lograr características distintas.

JK: Puede haber dos guitarras iguales, pero con distintos tipos de madera y eso hace que cambie el timbre, el peso. Cada instrumento hecho por un luthier es algo muy especial, muy único y es diferente a lo que te pueda ofrecer una multinacional que fabrica miles de guitarras por mes, hay un valor agregado. Se busca algo más personal que te identifique, que uno lo vea y diga: “Eso seguro fue hecho por Fulanito…”. Por ejemplo, yo utilizo impresión 3D, ese es el sello distintivo de los violines Strikell y utilizo toda madera misionera recuperada. Voy variando los colores, los tipos, y eso le da una personalización.

Johnny, tuviste la oportunidad de ir a la NAMM en Anaheim, California, ¿cómo lograste ese lugar y cómo fue la experiencia allí?

JK: En Argentina existe la Cámara Argentina de Fabricantes de Instrumentos Musicales (CAFIM) que logró hace años, junto con la Agencia de Inversión en Comercio del Exterior, tener un stand en la NAMM. Se lanza una convocatoria para todas las marcas argentinas que quieran estar, se hace un trabajo de curación y se eligen las marcas que van a ir a esa feria. El año pasado me inscribí y tuve la suerte de quedar seleccionado. Fuimos doce marcas las que viajamos, cada uno con su espacio en el mismo stand y la verdad es que es una oportunidad única. Si quisiéramos ir solos a la NAMM sería muy caro, muy difícil. Obviamente tuvimos que pagar, pero es otro precio porque el stand es compartido por muchas marcas y una parte la pone la agencia. Todo lo que es la construcción del stand también se encargan ellos, cuestiones legales, de personal, es todo muy estricto. Nosotros solo vamos y ponemos los instrumentos, está muy buena esa posibilidad. La experiencia es muy gratificante, es lo máximo a lo que se puede aspirar como fabricante, marca o incluso casa de música. Está dirigida a generar nuevos lazos y hacer negocios con otras empresas. 

Es un oficio particular, distinto. ¿Hubo algún momento en el que pensaron en dejarlo? 

AG: Sí, muchas veces dije: “Dejo todo esto y me dedico a otra cosa”. Sobre todo por la presión de la situación económica, esa es la dificultad. Trabajo hace bastante, la demanda está, pero la fluctuación de los precios y de cómo armar un presupuesto es jodida. Pero yo sé que estas cosas pasan y hay que seguir, además de que siempre se tiene la esperanza de estar un poco mejor.

JK: Y la pasión que uno tiene… no es lo mismo estar en una oficina, encerrado. Esto va más allá y es el poder hacer lo que a uno le gusta. Se junta el hobby con el trabajo. En mi caso está la dificultad de la competencia, por ejemplo con un violín fabricado en China que es mucho más económico. Por supuesto que es básico, estandarizado, pero lastimosamente por la situación actual muchos terminan eligiéndolo. Esa parte es difícil y se siente.

¿Ven una decadencia en la luthería o es un oficio que se mantiene?

AG: Se da una particularidad y es que los oficios manuales están en decadencia. Pero en ese marco general, se da la paradoja de que la construcción de instrumentos en sí está en ascenso, es una actividad creciente. Lo que se ve es un cierto proceso de trabajo, más manual, que va desapareciendo por la utilización de maquinarias.

JG: Claro, nosotros tenemos una máquina que ayuda a cortar el bloque de madera en la primera etapa, eso te ahorra muchísimo tiempo y te permite tener en un mes un instrumento que antes tardabas seis meses en hacerlo. En lo que respecta a violines, no hay tanto luthiers como sí con las guitarras, pero sin dudas hay muchos y no van desapareciendo.

¿Qué proyectos e ideas tienen para el futuro?

AG: Busco que el taller crezca, primero trabajé solo y desde hace un tiempo fui formando un equipo de trabajo y espero que siga creciendo. También ofrecer mi marca Battlewood con más variedad, con otros modelos, expandirla un poco. También estoy asociado a Sergio Roger (hermano de la actriz y cantante, Elena Roger), haciendo amplificadores y tengo un curso de mantenimiento y calibración, online. Siempre apuntando a crecer, a que me conozcan y que conozcan mi trabajo. 

JK: Bueno el hecho de haber ido a la NAMM me abrió la puerta y la posibilidad a exportar, a llevar la industria nacional afuera. Decir que existimos, estamos en el mundo y por supuesto seguir vendiendo y trabajando acá, pero que pueda haber violines argentinos donde sea. Es un sueño, una meta que en algún punto yo creo que puede llegar a cumplirse.

Un gran diario para los más chicos

Un gran diario para los más chicos

Durante el tercer gobierno de Perón, el Ministerio de Educación lanzó «El diario de los chicos», una publicación que explicaba las noticias a los más pequeños. Precursor de lo multimedial, miraba la historia con una perspectiva popular. Llegó a tirar 700.000 ejemplares.

 

El diario de los chicos fue un proyecto comunicacional y educativo. Su idea era acercar a los chicos las noticias desmenuzadas con un carácter pedagógico para facilitar su comprensión, e intentar explicar cuestiones que en la prensa tradicional elaborada para adultos eran dadas como obvias.  Este proyecto editorial se llevó adelante bajo la gestión de Jorge Taiana (padre) frente al Ministerio de Educación y Cultura. A pesar de que se presentaba como un diario se trataba de un periódico que se repartía de manera mensual en las escuelas de todo el país y existió desde octubre de 1973 hasta agosto de 1974.

En su edición número 0, el diario comienza con una inquietud enfocada en las “infancias”: “Se publican muchos diarios para que los grandes estén informados: traen noticias de lo que pasa en el país y en el resto del mundo. Y los chicos lo ven, oyen pedacitos de las conversaciones, algunos ven los noticieros por televisión, a lo mejor consiguen que los padres les cuenten algo. Preguntan mucho y les cuesta entender, porque las cosas que pasan en el mundo son muchas. A veces son complicadas. Y como todos piensan que son ´cosas de grandes` nadie se ocupa de decírsela a los chicos”.

Para conocer  más acerca de la realización y contenido de este diario, ANCCOM se acercó a la Universidad Nacional de Quilmes para charlar con dos de sus docentes, Lucia Abattista (profesora de Historia y Magíster en Historia y Memoria) Y Daniel Badenes (doctor en Ciencias Sociales y profesor de Historia de los Medios), que además son autores de un libro titulado de igual manera que este proyecto editorial.“El diario de los chicos”. Al realizar este libro se adentraron en una investigación profunda donde hablaron con personas que formaron parte del Diario y recopilaron material histórico que les permitió acercarse al proceso de realización y concreción de esta iniciativa.

¿Cómo  se enteraron del proyecto sin haber sido contemporáneos a la época de su publicación?  

Daniel Badenes: Allá por el 2013 una compañera llamada Verónica Jeria,  que trabajaba en el Museo Etnográfico, buscaba información acerca de unas muestras que se habían dado en el museo unos 40 años antes. En esa misma búsqueda se pone en contacto con Marta Dujovne,  que había sido secretaria académica y conocía de la historia previa del museo. En esas charlas donde Marta intenta contextualizar la época, le cuenta y le enseña material impreso acerca de un proyecto llamado El diario de los chicos. Al conocer este material, Verónica lo digitaliza junto al Departamento de Comunicación de Sociales de la Universidad Nacional de Quilmes. Esa digitalización, que eran las fotos del diario, fue el material con el que comenzamos a trabajar y utilizamos durante una gran parte de la realización del libro. A lo largo de diez años reconstruimos toda esta experiencia a través de muchísimas charlas con Marta, que fue directora del diario, y nos dio acceso a parte de su archivo personal. Ella tenía ediciones impresas del diario y cartas de los chicos lectores de esa época y maestros que relatan su experiencia con el diario.

Lucia Abattista: Efectivamente el acercamiento se dio de esta manera, sin embargo, previamente a todo esto, ya nos encontrábamos rozando de cerca al diario debido a distintas lecturas que tuvimos relacionadas a la historia reciente y a temas de la memoria. Nos llegaban testimonios sobre actividades que se habían realizado en el Ministerio de Cultura y Educación durante ese periodo del 73 y 74. El primer testimonio que me llamó la atención fue el de Nicolas Casullo, integrante de Montoneros, que  formó parte del Ministerio de Educación en ese periodo y cuenta de manera un poco imprecisa en el libro La Voluntad acerca de muchos proyectos culturales de la época. De todos estos que menciona uno es El diario de los chicos, el cual describe brevemente.

El diario también se encargó de publicar acerca de hechos históricos. ¿Cuál era la perspectiva histórica con la que analizaron los hechos?

LA: Mas allá de que nos encontremos con publicaciones que hacen referencias a Chacho Peñaloza o Felipe Varela, que uno puede tildar en una primera lectura de un tinte revisionista, creo que al detenernos a  pensar más allá de eso y mirar con quién se trabajó la producción de ese contenido, y a leer con más detalle, nos encontramos con una mezcla muy original en ese aspecto. Es la mirada de Marta forjada en Filosofía y Letras de la UBA, donde se produjo una renovación muy fuerte de la historia en clave de historia más social y económica, que entra  en un diálogo con el revisionismo , que no es el tradicional que solo reivindica figuras centrales como Rosas, sino en un revisionismo más relacionado a las izquierdas que piensa el protagonismo popular.

 ¿Fue parte de un proyecto transmediático?

DB: A veces volvemos sobre distintas épocas a poner nombres creados a posteriori. Efectivamente existía un proyecto multimedial en el Departamento de Comunicaciones Sociales, sin embargo, es un término que comenzamos a utilizar en los años noventa. Durante 1973 llegó a ensayarse un canal de televisión, hubo algún que otro programa de radio, pero no es que hubo una red de medios que pertenecía al Estado .Lo que sí me parece es que en ese Departamento de Comunicación  había una vocación de producción transmedia, se podía encontrar ciertos contenidos como la prevención del mal de Chagas sobre el que se realizaba una historieta, un disco, un programa de televisión, todo tipo de producciones relacionadas al mismo tema. Era una preocupación que se desplegaba en distintos formatos mediáticos. Sin embargo, no tenías a alguien que se ocupara específicamente producciones transmedia.

En el libro se describe al boletín de notificaciones de ese periodo como amigable para lectura y con ilustraciones que reforzaban la comprensión. ¿Se puede hablar de un intento del Ministerio de Educación y Cultura por democratizar la información?

LA: Una de las cuestiones más significativas de la etapa es que un gran conjunto de comunicadores, periodistas, escritores, personas que trabajan en la televisión de losaños sesenta o setenta, profesionales de las Ciencias Sociales y del Ministerio de Tecnología trabajaron con una preocupación central por las comunicación, por cómo el mensaje puede llegar más allá de los carriles habituales y sobre cómo puede estimular una participación de los consumidores y no ser solo una cuestión de transmisión en el sentido más clásico. En eso hay un clima de época que podemos percibir.

DB: Dentro de mis trabajos académicos, tengo muchos enfocados en la historia de la comunicación popular en América Latina, a partir de ahí elaboré una reflexión que concebía a la comunicación alternativa y popular como algo ajeno y alternativo a lo estatal. Durante el periodo en el cual se puso en circulación el diario vemos que esas experiencias que son puestas en práctica en muchos casos por parte del Estado.

¿Cómo impactó la estatización de la editorial Códex con el desarrollo del diario?

LA: Los números 2 y 3, que fueron los de mayor tirada, se imprimieron en la editorial Códex. Esta fue una empresa editorial muy importante en las décadas anteriores, al presentar la quiebra sus trabajadores siguieron trabajando de manera autogestiva hasta que el Estado la interviene y luego discute su estatización. Había una gran expectativa por convertirla en una editora del Estado que abarata los costos de todo lo que se produzca. De hecho, los primeros números fueron impresos en empresas privadas, lo que dio como resultado costos altísimos de producción para el gran número de tirada que tenían programada.

DB: En el número 2 y 3 se llegaron a imprimir alrededor de 600 mil o 700 mil ejemplares aproximadamente. Era realmente un producto masivo que llegaba a cada punto del país, era realmente un diario nacional; distinto a lo que estamos acostumbrados cuando catalogamos así a los diarios porteños. A veces estos diarios no llegan a los puntos más distantes de la Capital o lo hacen con demora.

Más allá de su llegada, ¿las noticias que se trataban también portaban una índole federal?

LA: Las noticias vinculadas con otras provincias eran pensadas dentro del núcleo editor, el criterio era que dichas noticias fueran las que alcanzaban una escala nacional. Por ejemplo, la repatriación de los restos de Felipe Varela fue un hecho evidentemente significativo para la provincia de Catamarca, pero también para el conjunto del país. Otro ejemplo es la inundación en Santiago del Estero del año 1974, que sirvió como puntapié para pensar cuestiones ambientales como la deforestación y el avance de la industria maderera. Otras noticias que se abarcaban eran las internacionales, temas como la visita del presidente panameño Torrijos podían ser utilizadas como un punto de partida para hablar sobre la problemática del canal de Panamá.

DB: La actualidad era el disparador, la noticia era desmontada y se explicaban los procesos que la conformaban. Otro ejemplo es el tratamiento del Mundial de fútbol del 1974, para el que se conforma una mesa de diálogo de pibes, que a su vez son alumnos y lectores, los cuales piensan la situación del deporte por fuera del Mundial.

¿Cómo recibían los chicos este tratamiento novedoso de las noticias?

LA: La aspiración del diario era que los chicos no solo consuman estas noticias, sino que también puedan producir cosas propias. De todas maneras, se aclara desde un principio que el diario era elaborado y pensado por adultos, pero se invita a los lectores a ser partícipes. En las cartas empiezan a llegar muchísimas recomendaciones de secciones o notas para que se publiquen en el diario, desde lo más clásico como poemas y cuentos, a historietas que eran producidas por estos chicos y chicas donde se abordaban temas muy variados, la recepción era bastante positiva, así como también la participación.

¿Cuál fue la recepción de los medios gráficos de la época?

LA: En este caso pudimos acceder a algunos ejemplares de la época que conservaba Marta y otros a los que accedimos a través de hemerotecas. Encontramos algunos que celebran la iniciativa y la calidad de las publicaciones como La Voz y Noticias y otros que denuncian un adoctrinamiento o acusan al diario de revertir los hechos históricos, como por ejemplo, en La Prensa o Cabildo.

¿Tienen conocimiento de experiencias previas sobre proyectos similares?

LA: Marta Dujovne, cuando concibe el proyecto, recuerda de una publicación de origen francés que leyó cuando era niña llamado Journal Le Monde, que tenía una estética tabloide muy similar a la que adoptó el diario. Básicamente se trataba de un libro de divulgación histórica para infancias que se tradujo en múltiples idiomas. Después, en una construcción de antecedentes que llevamos a cabo de manera personal, pudimos encontrar algunas experiencias que los realizadores del diario tenían a mano, pero no las pensaba como tales, sino que nosotros nos tomamos la libertad de sugerir indicios que nos llevan a relacionarlos desde su esencia. Por ejemplo, La edad de oro de José Martí fue un diario para chicos que se comenzó a publicar hacia fines del siglo XIX. De hecho, Lorenzo Amengual, quien fue un ilustrador que trabajó en El diario de los chicos, también realizó algunas ilustraciones para La edad de oro.

DB: De todas maneras, no encontramos antecedentes de alguna producción de un diario que trate noticias actuales para que la lean los chicos.

 

Luz, cámara, periodismo

Luz, cámara, periodismo

De personaje de los bajos fondos a héroe de guerra, de mercenario sensacionalista a guardián de la democracia, el cine ha representado de diversas formas al cuarto poder. Dos periodistas argentinos analizaron más de 3.000 películas, seleccionaron las mejores y las reseñaron en un sitio web.

El portal Periodistas en el cine reúne más de 3.000 películas que ofrecen representaciones sobre el periodismo y los medios. Incluye filmes de más de cien países, desde la era del cine mudo hasta hoy, y dispone de un buscador que permite filtrar por género, director, actores, temática o nacionalidad, “un excelente recurso para estudiantes”, según sus desarrolladores. Además, presenta un ranking de las 150 obras cinematográficas más destacadas sobre el cuarto poder, encabezado por los clásicos El ciudadano Kane (1941), de Orson Welles, Todos los hombres del presidente (1976), de Alan Pakula, y Lo que sucedió aquella noche (1934), de Frank Capra. En el marco del Día del Periodista, ANCCOM dialogó con los creadores de este original sitio, Manuel Barrientos y Federico Poore, ambos licenciados en Ciencias de la Comunicación de la UBA.

Barrientos, quien afirma haber nacido periodista, se desempeña como docente de Investigación Periodística en TEA y en la Universidad de Ciencias Sociales y Empresariales (UCES). Muchos años antes de escribir para Página/12, Ámbito Financiero o la revista Debate, trabajó cortando cables en el diario local de su ciudad natal, Chacabuco, mientras sus compañeros del secundario se iban de vacaciones. Es autor de los libros 2001. Relatos de la crisis que cambió la Argentina y Quién construye qué agenda.

El sueño de Poore, magíster en Economia Urbana por la Universidad Torcuato Di Tella, era ser editor de la sección de política en Página/12. Cuenta que en la entrevista que le hicieron para una pasantía en ese diario, le advirtió a su jefe que lo reemplazaría en el cargo. No se equivocó. Luego trabajó en las redacciones de Debate y Buenos Aires Herald y publicó artículos en Clarín, La Nación, Ámbito Financiero, Playboy y Noticias. En 2014, junto a otro colega, escribió El poder del juego. El gran negocio de la política Argentina.

¿Por qué el cine se interesó siempre por el periodismo?

Federico Poore: El periodismo comercial surge en paralelo con el cine. Son fenómenos simultáneos y se representan mutuamente. Desde 1895 hasta hoy, los periodistas aparecen en numerosas películas porque, gracias a su rol de detectives, colaboran de una manera sencilla y divertida poniendo al espectador en situación de observador.

Manuel Barrientos: Tanto el cine como el periodismo tratan de buscar y construir una verdad, aunque de distinto modo. El periodismo le sirve al cine como puerta de entrada para que el público conozca a ciertos personajes históricos. Las películas biográficas, en su mayoría, arrancan con un periodista. Muchos directores y guionistas de principios del siglo XX eran periodistas. En aquel momento, tenían más trabajo en las redacciones que en la industria del cine.

¿Qué tipo de periodista construyó el cine en cada etapa?

FP: En los inicios, el periodista era una figura de los bajos mundos: alcohólico, marginal, que frecuentaba policías y prostitutas. Con la implantación del Codigo Hays (una serie de reglas restrictivas para las producciones estadounidenses), Hollywood intenta “sanitizar” esa imagen y el periodista se domestica. A partir de la Segunda Guerra Mundial, se convierte en una figura heroica, y en los últimos años, con el ascenso de Trump, pasa a cumplir el papel de guardián de la democracia, tal cual se ve en películas como En primera plana (2015) o The Post. Los oscuros secretos del Pentágono (2017).

MB: Coexisten diferentes representaciones del periodista, a veces más críticas y otras de exaltación. Hay distintos tipos de heroísmo. En los años 30, en los westerns, aparece como parte de la estrategia civilizatoria, mientras que en los 40 se resalta el modelo heroico de los corresponsales extranjeros durante la guerra. Con la emergencia de la televisión, en los 50, se consolida la tendencia del periodista villano o sensacionalista.

¿Cómo fue el trabajo para construir el sitio?

MB: Comienza con mi tesina de grado, a finales de los 90. Después, cuando nos reunimos con Federico, teníamos la idea de incluir unos 300 títulos como máximo. En las películas buscábamos ver el rol que cumplían los periodistas en la sociedad y como eran vistos por ella, los niveles de precarización laboral, la relación con la tecnología, entre otros criterios. Pero la base estalló y pasó de 300 a 3.000.

FP: Hicimos un trabajo importante de curaduría. Exigimos que las películas tengan una mínima calificación en The Movie Database (TMDB) e información disponible respecto a actores y directores. Por este motivo, hay obras dejamos de lado. La gracia de esta investigación es que estos filmes están disponibles para ser vistos por los usuarios. Más allá de la tradición hollywoodense, todos los países con cultura cinematográfica tienen películas sobre periodistas, y en ellas destacamos aspectos generales, como las peleas editor-redactor, y las particularidades de cada país, que son muy interesantes.

Todos estos filmes subrayan aspectos como el manejo de la información, la rigurosidad o el resguardo de las fuentes, ¿son valores presentes en la práctica actual?

MB: Hay películas como En primera plana que trabajan con un nivel de detalle altísimo. Chequean sus informaciones una y otra vez, y no publican algo hasta que no haya tres o cuatro fuentes confiables. En cambio, otras muestran el criterio de sensacionalismo. En cualquiera de los dos casos, el cine tiene impacto sobre el periodismo. En los 70, Todos los hombres del presidente provocó un estallido en las matrículas de las escuelas de periodismo de Estados Unidos. Hoy, el periodismo no tiene ese rol único y central. El cine tampoco. Pero los criterios periodísticos siguen vivos.

FP: Los criterios de selección, tematización y contextualización están más vigentes que nunca, a pesar de lo precaria que se ha vuelto la práctica periodística. No es lo mismo que alguien haga correr un rumor sobre un tema, a que The New York Times haga una investigación, busque fuentes y ponga los resultados en primera plana. La película Ella dijo,  sobre el movimiento Me Too, lo muestra a la perfección.

¿Qué es lo mejor y lo peor del periodismo?

FP: Lo mejor es este rol insustituible de informar y explicar un suceso. Descubrir las causas que hay detrás y decirlo en un lenguaje sencillo y llano. Eso no es algo que cualquiera pueda hacer. Hay un método, un saber hacer involucrado. La suma de las personas que intentamos hacerlo conformamos un contrapoder a los grandes poderes de la sociedad. Así que es saludable participar de eso. Además, ser periodista te llena más espiritualmente que otras profesiones. Lo malo del periodismo hoy es la situación precaria de quienes los ejercen, incluso en los grandes medios y ocupando cargos jerárquicos. Antes era una fuente fija de ingresos.

MB: Lo mejor es que da la posibilidad de comprender el mundo, conocer personas que uno admira y hablar con ellas. He colaborado en distintos medios buscando esa gratificación, más que por la remuneración económica. También permite conocer gente interesante y hacer amigos. Con Federico nos conocimos en la redacción de la revista Debate. Lo peor es que históricamente fue un oficio mal pago y las mismas películas lo muestran. Hoy existen más posibilidades que antes de ejercerlo, pero no de vivir solamente de eso.

¿Qué opinan del periodismo actual?

FP: El periodismo está desesperado porque no tiene un modelo de negocio sustentable, y en esa desesperación se desdibuja y pierde su valor agregado. Si lo que produce un medio en redes sociales es indistinguible de lo que hace un influencer, entonces ese plus periodístico no existe y la suscripción no vale la pena. Ahora bien, si la crítica es que el periodismo atraviesa un estado banal y estupido, es válida y se justifica en los titulares y contenidos que los medios publican. El periodismo casi siempre está en crisis, pero el nivel de precarización laboral actual está en niveles inéditos. Más allá de esto, la figura del periodista sigue siendo muy importante.

MB: Siempre se criticó al periodismo porque muchas veces actúa como contrapoder a la política o a las corporaciones de turno. Hoy los contenidos más vistos en YouTube son las entrevistas, pero los medios gráficos hacen pocas. Tampoco existe otro formato importante, ni realizan informes complejos. En su mayoría, se trata de notas básicas o editoriales, en parte porque es lo más barato. Sin embargo, el periodismo sigue vivo en múltiples ámbitos y formatos, no sólo en los medios. Saber hacer una investigación, buscar un título, volver una idea sencilla y potente, es sinónimo de saber hacer periodismo y eso sirve para un montón de cosas en la vida.

¿Qué consejo le darían a los estudiantes de comunicación y periodismo?

FB: Los egresados de cualquier carrera no saben qué van a hacer de su vida a largo plazo. Están juntando herramientas para ver cómo se desenvuelven en lo inmediato. En el caso de los comunicadores, si acaso tienen otros intereses, hay muchos vínculos posibles, la carrera otorga una amplia caja de herramientas.

MB: A lo mejor después podés trabajar de otra cosa, pero el periodismo te sirve para la vida. Estudiar Comunicación me abrió la cabeza, y hacerlo en la UBA te ofrece un pantallazo de la historia de la humanidad. Ahora que lo pienso, esta base de datos que armamos “es muy” de Comunicación de la UBA: esa imposibilidad de recortar objetos de estudio tiene que ver con una carrera que te hace entender que todo es importante. A quienes estudian, les diría que sigan y le metan ganas porque el periodismo siempre va a ser útil y necesario, sobre todo en un mundo cada vez más complejo.