El candombe, un verdadero quilombo

El candombe, un verdadero quilombo

Desde las 16:30 del sábado, una fogata entre las calles México y Tacuarí reunió a los tambores chicos, pianos y repiques al son del fuego para templarse. Y alrededor, 45 bailarinas y candomberos con la cara pintada de negro y amarillo formando la bandera de La King Kona. “El candombe es lo mejor que hay en Uruguay, estamos encantados de venir desde Carmelo, un pueblo chico”, dijo Pirucho, uno de los que toca el chico en La King Kona mientras esperaba a las 19:20, la hora señalada para  empezar su candombeada.

“El Candombe es tradición del Uruguay. Las llamadas se remontan a cuando los negros eran esclavos. En su día libre llamaban, tocando con un tambor, a los otros compañeros” dijo a ANCCOM Silvia,  nativa de Salto, Uruguay y desde hace 30 años residente de Buenos Aires

“Esta fiesta nace de los esclavos, cuando se escapaban de sus amos fueron creando un pueblo en medio del monte y de la selva, que era prácticamente inaccesible para los patrones y le pusieron como nombre Quilombo. Y estamos aquí en conmemoración de ellos, que fueron los creadores”, contó Leonel, el gramillero de La Itu-Xangó. El sábado 4 de noviembre, en el barrio Monserrat, se realizó la 9ª llamada de candombe independiente organizada por Lindo Quilombo, un colectivo cultural conformado por candomberas y candomberos de Buenos Aires, La Plata, Bahía Blanca, Carmelo, Salto y el Gran Buenos Aires. Por lo menos mil quinientas personas entre comparsas y espectadores asistieron a la fiesta.

Grupo de tambores

“El candombe es lo mejor que hay en Uruguay, estamos encantados de venir desde Carmelo, un pueblo chico”, dijo Pirucho, uno de los músicos de La King Kona.

Las comparsas de Candombe tienen varios tipos de personajes importantes: el gramillero, contó Leonel, representa “al médico brujo que iba recorriendo las tribus con un maletín lleno de yerbas medicinales, vestido con la ropa que iba descartando su amo” y la mama vieja era la lavandera, explicó Silvia. También danza el escobero -identificado, obviamente, con una escoba-, el cuerpo de baile con trajes de varios colores, el portabanderas, los tamborileros y tamborileras que tocan el chico, el piano y el grande, todos tambores que se diferencian por su tamaño. Además, la estrella, la luna y el estandarte se mezclan entre todos ellos. Las vedettes son personajes que se incorporaron a las agrupaciones hace poco tiempo.

Dentro de este festejo existen personajes irreemplazables: los niños y las niñas que desde que empiezan a caminar ya saben tocar y bailar, y lo disfrutan como si fuera una magia que les hace mover las manos y los pies a un ritmo que contagia.

No hay vallas, ni policía, sólo cuerpo médico, familias, vecinos, amigos, turistas, calles con pocos autos que por equivocación entraron por México y muchas cámaras.

Estos grupos no tienen límite de personas, pueden ser tanto de 15 como de 50”, contó Cristian Domínguez, tamborilero de Guariló (Lomas de Zamora) que en esta oportunidad vino de espectador pero que en diciembre próximo participará de la Llamada Oficial que convocan las Comparsas de Candombe Organizadas (CCC). Una de las bailarinas de La Itu-Xangó explica que los grupos se autofinancian con rifas. “Con esa plata alquilamos los baños químicos, pagamos el transporte, y compramos la fruta”, señala un arrumbe de canastos de madera en la vereda llenos de comida.

Participantes del candombe con una banderas disntintivas

«Esta fiesta es nuestra raíz» aseguró Ale, director de La King Kona.

“Somos tres directores, Manteca (Salvador Biko), mi señora (Elisa Rodríguez) que está en el cuerpo de baile y yo, ahora vinimos 45 pero en realidad somos 90. Algunos no pudieron venir por trabajo. Esta fiesta es nuestra raíz. El candombe para nosotros es la vida, es nuestra cultura, nos acostamos con el candombe y amanecemos con el candombe”, aseguró Ale, director de La King Kona. Respaldándolo, Leonel, el gramillero, agregó que trabaja como encargado de un edificio en Ituzaingó pero esta fiesta es su descarga a tierra.

Según el cronograma de las 35 comparsas de Uruguay, Bahía Blanca, La Plata, Gran Buenos Aires y Ciudad de Buenos Aires, cada una iba a salir 10 minutos después de la otra pero eran las 8 de la noche y La Cumparsa de Munro que arrancó a las 18 horas recién llegaba a México y Balcarce. La noche se alargó y el orden de salida se rompió. El retraso fue de una hora. 

La primera comparsa que inauguró la llamada fue El Rejunte, un grupo abierto de tamborileros y bailarinas que se juntan con todo aquel que quiera unirse. Y luego en orden: Raíces del Sur; Candombe Calzada; Color de León; Barakandombé; Idilé; La cuerda; La Cumparsa; La Itu-Xangó; Aguanilé; Kimba; Bantú; Iya-Kereré; La Batea; Lonjas 932; La King Kona; La Minga; Zumbaé; La Caracol; Yumba; Candombe del Parque; La Candela; Oieloó; Lonjas del Sol; Mburucuyá; Walofinná; La Candomgluck; Vamo Arriba; Fantasía Lubola; Duela 16; Cochabamba 3535; Kumbabantú; C. del Cementerio; Tambores del Túnel; y África Ruge.

Esta cultura más que musical es historia de la reivindicación derechos humanos.  “Santiago presente, Santiago presente. Por el compañero ahora”… “y siempre”, contesta el público al Negro, Marcos Remolgado, de La Cumparsa.  “El candombe -subrayó- es un punto de resistencia, es parte de la identidad popular de este país. Es resistir los atropellos del Estado.”

Bailarina de candombe

“El candombe es un punto de resistencia, es parte de la identidad popular de este país. Es resistir los atropellos del Estado” dice Marcos Remolgado de La Cumparsa.

Lindo Quilombo

Lindo Quilombo tiene como objetivo generar espacios de participación, intercambio y difusión del ritmo del candombe a través de las llamadas, encuentros y talleres como Quilombeando en el Merendero: un espacio para niños y niñas a los que les transmiten el candombe y su origen. Está ubicado en el merendero popular Darío Santillán de Asambleas del Pueblo.

Actualizado 07/11/2017

La ley de la selva

La ley de la selva

Las nuevas tecnologías permiten formas de aprendizaje sobre la naturaleza que no requieren del cautiverio y de la exhibición de animales; un chimpancé y una orangutana han sido reconocidas por el Poder Judicial argentino como sujetos de derechos y el zoo porteño se encuentra en proceso de reconvertirse en ecoparque. Esos tres elementos caracterizan una época en donde los zoológicos tradicionales se encuentran fuertemente cuestionados. El que está ubicado en Luján, en tanto, soporta críticas por permitir la interacción de los visitantes con distintas especies y algunas personas exigen su cierre.

El zoo lujanense se encuentra ubicado en el kilómetro 58 del Acceso Oeste. La transparencia del alambrado que lo rodea establece una especie de dualismo entre lo urbano y lo campestre. Al ingresar, enseguida se observan los leones, en dos jaulas ubicadas en la entrada. Luego, en el lugar del control de tickets, ya se puede comprar alimentos para los animales. Un museo de más de 350 ejemplares de máquinas agrícolas, vehículos militares y autos antiguos ambienta el predio de manera rústica. No hay caminos de cemento, solo calles de tierra en las que deambulan libremente patos de diferentes tamaños, mientras los autos que ingresan intentan estacionar con la precaución de no pisarlos.

Algunos guardaparques dan vueltas en bicicleta. Delante de un pony hay un cartel que indica que se puede dar un paseo gratis. El lugar posee un restaurante, áreas de parrillas, mesas amplias, plaza de juegos para niños y una calesita. Con cierta frecuencia, por los parlantes se anuncia una visita guiada por algún sector, en español y en portugués. Una música con ritmo a safari africano acompaña este momento aunque el sonido más fuerte es, sin dudas, el rugido de los leones.

Dos personas posan para una foto con un león recostado mientras un tercero los retrata.

A pesar de estar prohibido, los visitantes del zoológico se sacan fotos con los animales y los alimentan.

Los visitantes forman una fila para sacarse fotos acariciando el lomo de una leona y de un león que permanecen tranquilos. Al costado, separados por un alambrado, hay más leonas durmiendo junto a un perro. Hay otra fila para darle leche a un tigre, otra para alimentar a un oso y una más para brindarle comida a los cachorros de león. Un cuidador mantiene tirante una corta soga del cuello de un dromedario para que las personas puedan fotografiarse apoyándose contra su joroba. Por su parte, la elefanta Sharima está encadenada y debe levantar su trompa para las fotos mientras le dan de comer. Los visitantes parecen más deseosos de sacarse fotografías que por conocer las características particulares de cada animal.

Para Malala Fontán, integrante de la ONG #SinZoo, los zoológicos como el de Luján tienen fecha de vencimiento. “Me parece que la gente ha dejado de ir a zoológicos y que ya es pública la reprobación de usar a los animales en ese tipo de entretenimiento. Estamos asistiendo a un cambio de paradigma en relación a los derechos de los animales, por lo menos en cuanto a zoológicos se refieren. Creo que se está abriendo bastante la conciencia animal en la conciencia de los seres humanos”, expresa.

En su artículo 8, la Ley Provincial 12.238 de Parques Zoológicos prohíbe “la alimentación y el contacto directo de los animales con el público, a excepción de animales domésticos que no revistan peligrosidad”.  En el Zoo de Luján hay carteles que indican esta prohibición que, sin embargo, no se cumple.

Una petición en la página Change.org pide el cierre de este Zoo y solicita a las autoridades que hagan cumplir las leyes. Un portavoz de la Asociación para la Defensa de los Derechos del Animal informa que enviaron a uno de sus integrantes al zoológico y que luego le escribió al Municipio de Luján para reclamar por lo observado. Por su parte,  la Dirección de Flora y Fauna de la Provincia de Buenos Aires afirmó que llevó el tema a una instancia judicial. “Hemos hecho las actuaciones correspondientes y el caso lo tiene el juzgado a cargo del tema”, indica Florencia Burgos del Área de Prensa del organismo.

La ONG #SinZoo busca el cierre del zoológico de Luján mediante una petición en Change.org.

Por su parte, Jorge Alberto Semino, director del Zoo de Luján sostiene que la peligrosidad de los grandes felinos es manejada con “educación, amor y respeto”. “Compartimos su vida desde su nacimiento, pasan a ser como nuestros hijos, ellos nos respetan como si fuéramos sus padres. Esto nos da la oportunidad de educarlos. Les enseñamos a compartir la leche y tomarla de nuestra mano, le damos la carne en la boca, compartimos momentos de juegos y paseos con ellos desde bebés, así les enseñamos a ser suaves y por naturaleza son cariñosos. Aprenden a convivir con perros, los cuales nos ayudan en su educación, les enseñan a jugar de manera suave. Hace casi treinta años que criamos a tigres y leones de forma integrada a nuestras vidas, lo que nos permite tener una relación segura y formar lazos muy fuertes con ellos», expresa Semino.

El amansamiento de los animales es otro blanco de las críticas que recibe el zoológico. Muchos felinos permanecen durmiendo serenamente mientras los visitantes los observan y les sacan fotos, haciendo todo tipo de ruidos. La petición en Change.org indica que “es un secreto a voces que los animales están dopados”. Ante esa versión, Semino asegura: “Acusan de que nuestros animales estarían sedados para que se comporten mansos y tranquilos, cosa que es imposible de realizar. Si todos los animales se comportan de manera tranquila, amable y pacífica es porque se los crió desde chicos con amor y respeto”.

Otra petición en Change.org, más general, solicita que se deje de fomentar la visita a zoológicos y acuarios por parte de las instituciones educativas. Ana María Aboglio, abogada especializada en Filosofía del Derecho y Ética para los Derechos Animales, sostiene que los animales tienen intereses básicos como disfrutar y disponer de sus propias vidas, no sufrir y seguir viviendo. “Cobrar por la exhibición de un ser apresado –y es lo mismo si proviene de un rescate– bajo la excusa de la educación, es vender una realidad intolerable a espectadores que son llevados a insensibilizarse ante la desgracia ajena”, afirma la especialista.

Una foca tras las rejas de su jaula en el zoológico de Luján.

Otra petición en Change.org busca que se deje de visitar al zoológico desde instituciones educativas.

En ese sentido, la iniciativa de transformar el Zoo de Palermo en Ecoparque interactivo y educativo  apunta a mejorar la calidad de vida a los animales. Por otra parte, ya se cerraron zoológicos en Yastay, La Rioja, Mendoza, Santiago del Estero y Colón, en la provincia de Buenos Aires. Para Andrei Chtcherbine, guardaparque y también integrante de #SinZoo, convertir los zoológicos en centros de rehabilitación, en lugares para la educación ambiental, en espacios para la ciencia, la investigación, la conservación, lleva riesgos y puede tomar rumbos inciertos, pero es mejor que cerrarlos. “El Ecoparque porteño es un claro ejemplo de cómo las cosas pueden salir mal, sin embargo yo creo que es mejor intentarlo, seguir intentándolo, porque cerrar los zoos sólo empeorará muchos problemas que tenemos de falta de espacios para ayudar a la fauna silvestre”, reflexiona. En ese contexto…¿qué sucederá con el Zoo de Luján?

Actualizado 1/11/2017

Con las defensas altas

Con las defensas altas

“En la primera denuncia que hice no tenía idea de cómo se hacía, tenía dos hijos chiquitos, de 4 y 5 años, no tenía con quien dejarlos así que salí y me fui a la comisaría. No sabía ni qué carajos estaba haciendo cuando le comenté al cana lo que quería hacer. Y encima andaba con un miedo terrible de que los chicos contaran donde habíamos estado; tuve que ir con ellos porque no tenía con quien dejarlos”. La que habla es Daniela, 45 años, víctima de violencia de género.  Su historia es solo una entre tantas que existen, y la pregunta que se formuló es la de muchas:  ¿Qué hacer? ANCCOM indagó en un recorrido institucional posible en la zona oeste del Conurbano.

“En el oeste está el agite”, dicen algunas frases pintadas en aerosol que retoman una canción de Divididos. Uno las puede ver desde el Ferrocarril Sarmiento, cuando está a punto de finalizar su recorrido en el  partido de Moreno. En la estación cientos de personas van y vienen, miles de historias que circulan en silencio, tal vez queriendo ser escuchadas, tal vez queriendo ser rescatadas. Como la de Daniela, que cuenta:  “Hubo un tiempo en que como él trabajaba en seguridad, tampoco quería hacer la denuncia pensando en que los chicos eran chiquitos y él podía llegar a perder la fuente de trabajo. Entonces, no hice una denuncia no pero sí una exposición, para que si pasaba algo por lo menos que la gente que después empezara a investigar supiera  lo que en realidad ocurría, si es que llegaban a investigar y si es que pasaba algo”, dice.

El Programa Nacional Ellas Hacen, surgido en el año 2013, fue pensado para incluir a aquellas mujeres que atraviesan una situación de vulnerabilidad dentro de una iniciativa laboral y de formación. El programa  prioriza principalmente a madres de familias numerosas, con hijos con discapacidad o víctimas de violencia de género,  las ayuda a completar sus estudios y les brinda la oportunidad de formarse en algún oficio, como así también en diferentes temáticas como talleres de prevención de la violencia y salud sexual y reproductiva.

El Programa Nacional Ellas Hacen se convierte en una herramienta para el empoderamiento femenino al darles una oportunidad de independencia y realización personal. Foto Archivo ANCCOM.

La psicóloga e integrante del Ellas Hacen, Yanina García López,  explica que “las mujeres que sufren violencia de género muchas veces tardan en hacer las denuncias, a veces hasta años, y por lo general es por miedo. Porque reciben amenazas, muchas veces no tienen dónde ir porque la casa que habitan es la que comparten con el victimario”. Por eso,  el Programa se convierte en una herramienta para el empoderamiento femenino al darles una oportunidad de independencia y realización personal.

Micaela Guaricuyú, estudiante de Trabajo Social en la Universidad Nacional de Moreno, trabaja hace cuatro años dentro del programa y explica: “Nosotras las acompañamos en todo el proceso; desde lo legal y lo personal, porque hay mujeres que por ahí una vez que denuncian no tienen adónde ir, o no tienen qué comer, o tienen problemas de salud. En esos casos las acompañamos al médico,  como compañeras. Armamos un bolsón solidario de mercadería el cual hacemos rotar para las compañeras más necesitadas. También colaboramos con ropa, remedios y trabajamos con la salita barrial, tramitando los turnos para atender a esas mujeres o chicos que muchas veces también son golpeados.”

A pesar de que el programa esté orientado sobre todo a aquellas mujeres más vulnerables, no realiza un seguimiento de los casos, ni brinda un acompañamiento hacia las víctimas. Por esa razón, muchas de las cooperativistas del Ellas Hacen decidieron organizarse y fundar el  Frente de Compañeras, hace cuatro años. Organizamos reuniones donde no solo nos informamos sobre qué hacer sino también sobre los derechos de cada una, como así también cada vez que tenían que asistir al juzgado que le correspondía. Nosotras íbamos y las acompañábamos”, dice Guaricuyú, quien también comenta que el Frente logró agilizar la realización de los informes forenses de las víctimas, ya que el trámite en Moreno demoraba demasiado o, incluso, debían realizarse en el partido de General Rodríguez.

Daniela, después de intentar suicidarse, finalmente decidió denunciar a su abusador. Horas y horas en comisarías y fiscalías junto a sus hijos pequeños, soportando el destrato por parte de aquellos que debían protegerla. Hasta fue ella misma quien tuvo que notificarle a su golpeador que debía retirarse del domicilio.

Muchas de las cooperativistas del Ellas Hacen decidieron organizarse y fundar el Frente de Compañeras. Foto archivo ANCCOM.

“El programa Ellas Hacen fue el que me ayudó a darme cuenta de lo que estaba pasando, las vivencias, el empezar a relacionarme con otra personas, el empezar a escuchar, ir transitando. Me ayudó a darme cuenta de lo que estaba viviendo, me dio las herramientas  y también me permitió armar el círculo de contención que pude armar. Por eso, también salí de mi casa, porque él no se iba… me fui y alquilé durante tres años”, recuerda.

En Moreno también está presente Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumala). Ayelén Kelly, coordinadora zonal, dice: “Hemos sido parte del acompañamiento de varias mujeres en el distrito, hemos acompañado a Ailén y Marina,  que son dos hermanas que estuvieron privadas de su libertad durante dos años por defenderse de un acosador en la calle, luchamos y exigimos su inmediata liberación.”

Las secuelas siempre las acompañan a las Danielas, tal como lo explica García López. “La violencia psicológica tarda mucho en sanarse, muchas veces pasan años y años y siguen teniendo pesadillas o teniendo miedos. Muchas veces tienen periodos buenos y después recaen en los miedos.  Al llevar tanto tiempo se convierte como en una enfermedad crónica y las secuelas siempre están, yo creo que de por vida, solo que algunas por ahí no se ven tanto”, afirma.

Actualizado 24/10/2017

Organizaciones de la economía popular en crisis

Organizaciones de la economía popular en crisis

Economía social. Economía solidaria. Economía popular. Conceptos que si bien tienen diferencias remiten a la  iniciativa de millones de personas afectadas por el capital concentrado y el desarrollo tecnológico que los expulsa de la economía formal y los obliga a recurrir a diversas prácticas laborales para sobrevivir. No obstante, en otros casos, no se trata de una obligación, sino de una decisión, y al parecer los emprendedores que deciden salirse de la lógica mercantil estandarizada del capitalismo, tampoco la tienen fácil. Sin lugar a dudas, el conurbano bonaerense es una de las zonas de nuestro país que concentra a miles de trabajadores populares, siendo los partidos de Merlo y Moreno dos ejemplo principales de esta problemática. Por tal motivo, ANCCOM recorrió dichos distritos para conocer sobre la economía popular de la región y algunos de sus actores.  

Hecho en Moreno es una cooperativa de la zona de Moreno dedicada al rubro textil. “Fabricamos y vendemos ropa. Producimos de todo: camperas de polar, vestimenta escolar y en su momento hacíamos prendas para el Estado, relata Marta Paredes,  su tesorera. La entidad creada en el 2011 nuclea a distintos emprendedores y adquiere el mismo nombre que la marca asociativa impulsada por el Municipio, abocada a promover bienes locales. En la actualidad, el emprendimiento atraviesa por serias dificultades. La cooperativa está medio en stand by, porque se cortó el trabajo que teníamos del Estado. No hay propuestas por parte del gobierno”, señala Marta. Sumado a esto, la coyuntura económica del país obstaculiza las posibilidades de crecimiento para el sector. No sabemos a quién vamos a venderle. Y todos estamos igual, incluso hay cooperativas que se han desarmado”, describe la productora.

En el partido de Moreno es el Instituto Municipal de Desarrollo Económico Local (IMDEL) el encargado de dar apoyo a los emprendedores y productores del distrito. Al respecto, la administradora general del organismo, Mariel Fernández, habla de la realidad de esta actividad en la región: En Moreno vas a cualquier barrio popular y ves ferias organizadas por los vecinos. Pero, puntualmente, junto al Banco Social del municipio trabajamos con 5000 emprendedores y productores”. A su vez, al ser consultada por la génesis de este movimiento económico, la funcionaria argumenta: “Con el desarrollo del capitalismo y el avance tecnológico sucede que se necesitan menos trabajadores. Entonces, a medida que esto continúe va a ir creciendo el volumen de una economía popular que queda por fuera del sistema formal y genera sus fuentes laborales”.

Mercado de trueque «Lulú», realizado los sabados en el club Unión de Merlo con una participación de entre 400 y 500 personas.

Una de las políticas propiciadas por el IMDEL es el Mercado Popular Itinerante (MPI). Dicho espacio, ubicado en el área céntrica del partido, concentra a cien emprendedores morenenses para que puedan comercializar sus productos. Uno de ellos es Walter Ponce, quien junto a su mujer, hace cuatro años, crearon la marca Las Delicias del Oeste dedicada a la fabricación artesanal de mermeladas y conservas. Nosotros hacemos todo: compramos los productos, los frascos, hacemos las etiquetas, todo”, comenta. Al igual que otros emprendimientos, Las Delicias del Oeste necesita de la compañía del Estado para progresar, así los expresa Walter: “A todo productor le hace falta préstamos, asesoramiento y lugares de ventas, porque hay muchos productores y poco donde vender.   

La economía popular no siempre surge porque “no queda otra”, sino que también puede nacer desde el deseo. Ese es el caso de La feria del fin del mundo. La misma comenzó el 17 de noviembre de 2012, en “El Churqui” un espacio político-cultural perteneciente al partido de Moreno. El fin era tener un lugar donde vender los trabajos realizados por artesanos que no eran aceptados en otras ferias más tradicionales, donde se excluye cierta forma de concebir el trabajo. Es decir, no se acepta la lógica de entender al producto como una obra de arte, sino que se lo entiende simplemente como una mercancía.  

Los actores de la economía popular resisten en el actual clima social y político.

A mediados de 2013, la feria comenzó a realizarse en la plaza “De las carretas”, ubicada en la estación de Moreno. A partir de este cambio, la actividad empezó a funcionar a través de asambleas abiertas. Como menciona Sonia, referente del espacio: “Todo se resuelve en ese ámbito salvo cosas urgentes. Se plantean propuestas, se debate y en el último de los casos se vota, pero la idea es llegar siempre a un consenso”. A lo que la organizadora añade: “Las tareas se dividen en comisiones según cada sector. Difusión, bandas, teatro, comisión de exposiciones, pegatinas, etc. Las integran dos o más personas, que luego traspasan los datos a las asambleas”.

El proyecto fue creciendo y en el 2014 llegaron a participar 50 personas en la organización. Este tipo de lógicas de trabajo, requieren de una economía local activada. Y por lo tanto, en el contexto económico actual, lograr que la feria crezca potencialmente, se torna complicado. Como nos relata Sonia: “Se siente bastante que la gente tiene menos plata y por lo tanto vendemos mucho menos. Hay menos gente en la calle, debido a que todos están persiguiendo el mango y eso significa tener menos tiempo libre para ir a la plaza a tomarte un mate, más allá de que no vayas a comprar. A nosotros eso, más la suma de lo represivo, nos genera bastante desgaste. Estar pendiente de que no te saquen del lugar, de tapar parches. Eso corre el foco de lo que tenemos que hacer, que es innovar en la feria. Lo que no crece se estanca y nosotros tratamos de crecer”.

El Mercado de trueque «Lulú» se realiza los sabados en el club Unión de Merlo.

Por último, hay que mencionar al trueque, una de las actividades más reconocidas dentro de la economía popular. En el distrito de Merlo funciona uno de los más concurridos de la zona: el Trueque/canje LULU.  Establecido en el Club Unión de Merlo, y con un grupo de Facebook con más de 30.000 miembros, todos los sábados reúne a miles de personas. Silvia “Lulú” Aranda, fundadora del trueque, explica su nacimiento: Surge hace tres años por la situación económica. Y como en este tiempo alcanza menos la plata, la gente busca esto. Por eso empezamos siendo mil y ahora somos casi 33.000”.

 De este modo, por una entrada de $10, los integrantes consiguen la mercadería que necesitan. Se puede cambiar de todo: comida, ropa, electrodomésticos, muebles, etc. Lo que más se busca es leche en polvo, porque hay muchísimos chicos”, expone la fundadora. Pero no sólo hay variedad de productos, sino de personas, las cuales provienen de todas partes del Gran Buenos Aires y presentan realidades distintas,  según cuenta Silvia: Hay gente que no tiene trabajo, hay chicas que el sueldo del esposo no les alcanza, hay gente que elabora sus productos y otras que intercambia bienes usados o comprados”. Así, mediante distintas estrategias, por convicción o necesidad, los actores de la economía popular resisten en el actual clima social y político.

Actualizado 18/10/17

Los cuatro fantásticos

Los cuatro fantásticos

Un 12, 9 % de la población argentina tiene algún tipo de discapacidad, según datos del Censo 2010.  En tanto, de acuerdo al informe del último trimestre de 2016 producido por el Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento,  un 34% de la población del Gran Buenos Aires es pobre.  ¿Por qué se cruzan las dos variables? La inserción al empleo, se sabe, es muy compleja para este colectivo.  Según el último Anuario Estadístico Nacional sobre Discapacidad del año 2015, en la provincia de Buenos Aires, un 85,68 % de personas con diferentes tipos de discapacidad a partir de los 14 años no trabaja. A nivel nacional el porcentaje es similar. Leandro Noir, Director del Departamento de Psicología de la Discapacidad de APBA (Asociación de Psicólogos de Buenos Aires),  sostiene: “No hay políticas que estimulen la inserción laboral, en la parte educativa están aumentando las integraciones escolares, muchas más escuelas lo implementan, pero ahí influye el nivel económico porque el Estado no brinda los recursos necesarios.” En ese contexto, los centros de día estatales o asociaciones civiles sin fines de lucro ofrecen herramientas vitales para la autonomía de las personas con capacidades diferentes que no poseen medios económicos.

“Los cuatro fantásticos” se denomina al cuarteto de centros que en Moreno luchan diariamente por aportar a la autonomía de las personas discapacitadas. Ellos son: TADIM, Espejos Cruzados, Centro de Día Crecer y la Asociación Civil Ocupas.

 TADIM es un taller protegido para personas adultas, con discapacidad mental leve a moderada, ubicado en la localidad de Moreno con 32 años de vida. La finalidad del taller es capacitar a aquellos para que puedan insertarse en el mundo laboral. La institución cuenta con dos áreas: el taller de carpintería y el sector de tercerizados donde se presta un servicio de armado y empaquetado. El lugar solo tiene treinta vacantes, utilizadas por personas que reciben becas otorgadas por la Provincia de Buenos Aires, mediante un convenio con la Municipalidad de Moreno. Los asistentes, cobran además un peculio integrado por un aporte de la provincia más un plus que proviene de los ingresos obtenidos de las ventas de la producción del taller. Gabriel, uno de los participantes de TADIM, expresa: “En casa no tengo amigos, entonces acá comparto con mis compañeros. Trabajo. Estos son mis compañeros hasta la muerte, hasta el cielo”. María Esther ingresó al centro hace un año: “Es como una segunda familia. Aprendí a hacer cosas que antes no sabía”. Ella conoció a su pareja en el taller, hoy conviven y se mantienen sin ayuda. “Tratamos que aprendan a manejarse en la vida cotidiana, cuando se quedan solos. Poder pagar la luz, hacer las compras, llevar adelante la casa», expresa Virginia Ventriglia, coordinadora.

Otro centro de atención a la discapacidad de Moreno se llama Espejos Cruzados e integra el Área de Salud Mental de la Municipalidad. Está orientado a personas con discapacidad mental y problemas psicológicos. «Se llama Espejos Cruzados porque uno al ver lo que a otro paciente le pasa, se refleja en el otro, porque ya lo vivimos», explica Manuel Medina, uno de los pacientes.  

«No solo acompañamos al paciente hasta que le den el alta –señala Ana Garay, directora de Espejo-, lo seguimos una vez fuera del manicomio. Hay personas que salen después de estar 20 años internados a una sociedad que no los espera».

La institución cuenta con dos áreas: el taller de carpintería y el sector de tercerizados donde se presta un servicio de armado y empaquetado.

En tanto, Javier Báez es el coordinador del Centro de Día Crecer, ubicado en la localidad de La Reja, partido de Moreno. La institución, que también depende de la Municipalidad, ofrece sus talleres a personas de bajos recursos que no poseen cobertura médica, las edades comprenden desde los 16 hasta los 70 años, y cuenta con un cupo de 23 personas con discapacidades mentales severas a moderadas. La demanda para ingresar a estos centros es muy grande debido a la escasa oferta de sitios públicos y gratuitos.

No solo las limitaciones económicas o las escasas ofertas estatales de los centros de día inciden en el desarrollo de una persona con discapacidad. Para Jorge Báez la familia juega un rol importante: “Existe una mirada antigua de que un joven discapacitado no puede hacer las cosas, pero sí pueden, a su tiempo. Nosotros invitamos a los padres a que vean los trabajos de sus hijos y nos ha pasado que han dicho que ese trabajo no lo hizo su hijo. La mirada sobre la discapacidad, por suerte, cambió; hoy se les da más herramientas, pero hay que seguir trabajando”.

La Asociación  Ocupas, nacida en 2003, también ofrece sus actividades en forma gratuita.  Fabián Crazvoff, cofundador, cuenta: «A raíz de unas encuestas, vimos que había gran cantidad de personas con discapacidad, en situación de extrema vulnerabilidad. La necesidad nos llevó a trabajar con ellos».   Ocupas opera como centro de día, posee la radio comunitaria FM Ocupas 88.3 pero además funciona como hogar.

 La mayoría de los pacientes son mayores de edad, quienes una vez terminado el sistema educativo ya no tienen lugar en la sociedad. «Para nosotros es una decisión recibir a aquellos que viven en extrema pobreza», explica Sara Cravzoff, directora de discapacidad de la Municipalidad de Moreno y cofundadora de Ocupas.

 Los lazos que generan estos centros son profundos, brindan la oportunidad a personas de bajos recursos -algunas de los cuales no han podido educarse en una escuela especial- para superar obstáculos y valerse por sí mismos. A la vez, luchan día a día por cambiar la percepción sobre la discapacidad hacia una mirada que los incluya. El contexto, por otro lado, no ayuda: la pobreza impacta especialmente en forma negativa en las personas con esas características.  De hecho, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el 87 % de las discapacidades se adquiere durante el desarrollo de la vida y está directamente vinculado con necesidades básicas insatisfechas.

La finalidad del taller es capacitar a aquellos para que puedan insertarse en el mundo laboral.

 

Actualizado 10/10/2017

Música bajo tierra

Música bajo tierra

La vida de un músico puede estar inundada de frustraciones. “Con la música te vas a morir de hambre”, “búscate un trabajo de verdad” o “tocando no le vas a dar de comer a tus hijos”, son algunas de las advertencias que suelen escuchar quienes definen su vocación por los acordes y los ritmos. Sin embargo, muchos deciden romper la barrera, archivar la opción del trabajo de oficina y llevar su arte bajo tierra. Las diferentes líneas del subte de la Ciudad de Buenos Aires son escenarios privilegiados de cantantes, guitarristas, percusionistas y multiinstrumentistas. En los andenes también tejen un entramado de solidaridades y acuerdos para definir lugares y tiempos de expresión y espectáculo.  

Sebastián Misuraca, guitarrista y cantante de la estación Humberto Primo de la Línea H, asume con orgullo su decisión. “Empecé a venir después de dejar un trabajo”,  arranca.  Y destaca la organización entre colegas: “Nuestro código es sencillo, el que  llega primero a la estación es el que toca. A veces tenés que esperar a que termine de tocar el otro”.

Sergio, violinista de la linea H,  egresado del Conservatorio y uno de los primeros en organizar a los trabajadores músicos del subte.

Sergio Israel es violinista egresado del Conservatorio y uno de los primeros en organizar a los trabajadores músicos del subte. “Los códigos son cosas de palabra. Se organiza a través de levantarse temprano y ocupar el puesto. Te sometés a las reglas del juego, pero si tocás mal, la gente no lo compra”, explica.

Los usuarios que trajinan la rutina de un viaje al Centro en alguna de las cinco líneas de subte saben que debajo del suelo porteño hay melodías que suenan desde las primeras horas de la mañana. Así lo afirma Zhorelys Rojas, guitarrista y cantante venezolana de la estación 30 de Diciembre de la Línea H. “Ya desde las 4 de la mañana hay un músico. Por lo general, se toca durante cuatro o cinco horas”, señala. La artista, que interpreta su música hace ocho meses acompañada de una amiga coterránea, también da cuenta de las dificultades: “Se puede tocar en Once, Corrientes y Santa Fe, porque en las otras siempre hay problemas. Metrovías nos saca y lo preferimos evitar”.

Algunos mitos alarmantes circulan formando un muro de miedo para los que quieren iniciarse en el mismo terreno. La necesidad de contar con un permiso de Metrovías es uno de ellos. Efectivamente, la normativa existe, pero no constituye ningún freno para los que ya tocan cotidianamente. El también venezolano flaustista Chris, de la Línea A, combinación con la H, lo experimentó: “El año pasado hubieron temporadas que las personas de Metrovías llegaban y nos corrían de la estación con la excusa de que teníamos que tener un permiso que obviamente ellos no van a dar para tocar en un andén. Decían que las políticas de Metrovías no permitían que un músico esté tocando en el subte y entonces, para evitar problemas, esperábamos a que se fueran y empezábamos a tocar de nuevo”.

Zhorelys Rojas, guitarrista y cantante venezolana de la estación 30 de Diciembre de la Línea H.

La compañera de Zhorelys también da cuenta de las trabas para acceder al permiso. “Te dan un correo que siempre rebota pero, en realidad, los de Metrovías no te pueden sacar. La única que puede hacerlo es la Policía, pero no viene mucho por aquí”, asegura.

Otro de los mitos que emergen es el de la presencia de una especie de mafia subterránea que decide quién puede tocar y quién no a través de amenazas y patoterismo. Sin embargo, los únicos que parecen haber tenido una secuencia similiar son Tomas Chattah y Maxi Velazquez, guitarristas y cantantes de la estación Humberto Primo de la Línea H. “Hace mucho tiempo nos pasó que nos vinieron a apurar los vendedores en la Línea A porque no estábamos tocando después de las 18:00. Nos dijeron que si nos quedábamos nos iban a romper las cosas, y nos advertían que ya le había pasado a otra chica”. Sin embargo, subrayaron que se trató de un “hecho aislado”. Y agregaron: “Entre los músicos hay muy buena onda. La Línea H es la más característica de los músicos. Se sabe que acá estamos nosotros y está todo bien”. 

Tomas Chattah y Maxi Velazquez, guitarristas y cantantes de la estación Humberto Primo de la Línea H.

Federico Lemos, guitarrista y cantante de los vagones de la Línea B, también afirma que los conflictos no son la moneda corriente: “Una sola vez recibí amenazas, pero generalmente esas cosas pasan con los vendedores. Entre los artistas hay buena onda”.

La decisión de tocar bajo tierra, con el rumor de las formaciones que llegan y se van como acompañamiento obligado, es para muchos una decisión política. Para otros, la última opción para no renunciar a mostrar su arte. “Decidimos tocar en el subte porque la movida de la música es un poco difícil si uno quiere trabajar como contratado en los bares. Aquí los músicos están acostumbrados a trabajar a la gorra y entonces no nos toman mucho en serio”, razona Zhorelys. Y completa: “Hay sitios donde te cobran por tocar y a nosotros, los venezolanos, nos parece una locura”.

A su turno, Chris comparte su trayectoria y un diagnóstico más optimista: “Yo siempre he trabajado con la música y es lo que me gusta. Mientras uno pueda trabajar bien, le va bien”.

Tomás y Maxi también hablan de una opción de último recurso pero reconvertida: “Vinimos a tocar al subte porque no tenemos trabajo y está muy difícil, pero también porque es una manera de difundir lo que hacemos porque hoy en día han cerrado muchos centros culturales y quedan pocos espacios donde uno pueda desarrollarse”.

Federico Lemos, guitarrista y cantante de los vagones de la Línea B: “Una sola vez recibí amenazas, pero generalmente esas cosas pasan con los vendedores. Entre los artistas hay buena onda”.

En sintonía, Hugo Zeler, cantante de los pasillos de la Línea H, combinación con la B, prefiere hablar de un diálogo con los oyentes casuales. “Yo, en realidad, vengo a evangelizar y decidí tocar en el subte porque en vez de estar en casa solo, canto para la gente. En la radio capaz que cambian el dial, pero acá lo tienen que escuchar. Es una manera de llevar las canciones a las personas”.

Por su parte, Sergio Israel sintetiza: “en el hotel Alvear me pagan dos mil pesos por tocar una obra que acá la toco gratis, pero uno no tiene el Hotel Alvear todos los días”. Su historia y la de muchos que eligen pasar buena parte de su día dando conciertos en los pasillos y estaciones del subte revelan que, aunque el barco se hunda, los músicos seguirán tocando hasta el final.

 

Actualizado 04/10/2017