Los libros de la buena memoria

Los libros de la buena memoria

La Biblioteca Nacional organizó la Feria del Libro Originario. Editoriales y autores se reunieron para visibilizar una parte silenciada de nuestra cultura y el valor de los textos para mantenerla viva.

“Somos, estamos y nunca nos iremos”. El pasado domingo 5 de noviembre se llevó a cabo la primera Feria del Libro Originario en la Plaza del Lector Rayuela de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, con entrada libre y gratuita.

La wiphala, como símbolo de unión en la diversidad, estuvo presente en los puestos de libros y en la reja que rodea a la plaza de la biblioteca, del barrio de Recoleta. La feria fue organizada por el Centro de Estudios sobre Pueblo Originarios de la Biblioteca Nacional cuyo objetivo es realizar realiza actividades, publicaciones e investigaciones con el fin de difundir las culturas de las comunidades autóctonas.

En esta primera feria se concentraron editoriales grandes y pequeñas, autores y autoras independientes que pertenecen o están vinculados a la temática de pueblos originarios, con el fin de darles visibilidad, de que la gente encuentre y vea en un solo lugar la diversidad bibliográfica disponible: desde diccionarios hasta ediciones de El Principito en quechua, pasando por poesías e investigaciones culturales.

La feria contó con una programación de canto por Victorina Melipan Antieco Esponja, mujer mapuche tehuelche, la presentación del libro Los diarios del Malón de la Paz de Hermógenes Cayo y Mario Augusto Bertonasco y el cierre estuvo acompañado por música comunitaria aymara y altoandina.

K´anchay Qoyllur, una de las feriantes explicó: “Al lado de este edificio, tan importante para las culturas, que se arme una feria de los pueblos originarios desde y para ellos me parece muy importante, para que las personas que no tienen donde conocernos, donde vernos y escucharnos nos encuentren cerca. Ojalá que se difunda esto, y lo mismo para la juventud. Muchos saben pero otros ignoran nuestra historia, nuestra forma de vida, nuestras cosas que hacemos”

Durante la primera presentación Victorina Melipan Antieco Spoja aseguró: “Es muy importante este espacio y este momento. Este derecho de los pueblos de poder manifestarse, de poder ser en sus propias lenguas con la identidad, porque hay más de 48 naciones vivas, no somos tres o cuatro: somos muchas más. Naciones vivas con sus lenguas y rescatando nuestra cultura, nuestra espiritualidad y nuestra identidad”.

La Biblioteca Nacional fue el espacio de las conversaciones y discusiones históricas, políticas y culturales. Una de las que más convocó fue la referida a los acontecimientos en Jujuy  y al tercer Malón por la Paz.

Diego Antico, uno de los coordinadores del Centro de Estudios sobre Pueblos Originarios de la biblioteca, reflexionó: “Que haya un Estado que permita visibilizar estas cosas es muy importante, porque lamentablemente cada día hay un discurso más anti-estatal y ese discurso se olvida de que el Estado es el que garantiza muchas veces aquello que el mercado deja fuera. Nuestro objetivo es mostrar todo eso que quedó fuera del mercado del comercio”.

En una actualidad con avances y retrocesos, y en una sociedad con mucha discriminacion, con violencia racial, hay que seguir luchando y educando para que eso no suceda: “El rol del Estado es muy importante, porque si dejamos todo librado a los individuos lo que sucede es eso. El Estado generando políticas públicas, leyes, políticas de educación garantiza que esas cosas no sucedan”, cerró Antico.

 

Música, maestros

Música, maestros

Por tercer año consecutivo se realiza esta semana el Festival de Ópera Villera, una propuesta educativa para adolescentes que producen, interpretan y protagonizan obras propias y también clásicos del género.

“El festival es ese momento de disfrute y uno nunca sabe qué niño o niña está viendo esto y qué puede generarle el ver una orquesta, escuchar un coro o solistas y qué semillita uno puede estar plantando ahí de vocación, de pasión o de deseo». Mailen Ubiedo Myskow, música compositora y docente, enfocada especialmente en la ópera, forma parte del Centro Artístico Solidario Argentino, CASA, desde hace 13 años, y es también fundadora del Festival de Ópera Villera, evento que tendrá lugar esta semana en Buenos Aires, con una serie de espectáculos programados en diversas salas de la ciudad. “Lo que más me interesa -agrega- es generar un espacio educativo y que se sepa también que los chicos en los barrios pueden ser productores de nuevo arte y no necesariamente receptores, sobre todo en este género”.

Del 4 al 12 de noviembre se lleva a cabo la tercera edición del Festival de Ópera Villera (FOV), acción vanguardista organizada por la Asociación Civil CASA. Sus protagonistas son estudiantes adolescentes de música en los barrios de Fátima y Padre Ricciardelli (ex Villa 1-11-14). Ellos son los productores del espectáculo, acompañados por la ONG y especialmente por sus maestros Mailen Ubiedo Myskow y Emiliano García Pérez. La gala de apertura tendrá lugar hoy, martes 7 de noviembre, a las 20:30, en UOCRA Cultura.

«Se me ocurrió armar junto a los responsables de cada área de nuestra compañía un espacio educativo enfocado en adolescentes para que puedan conocer un poco de qué van los oficios que tiene la ópera y abrir un poco el horizonte cultural”, cuenta Ubiedo Myskow. La conversación transcurre durante el ensayo abierto para la Gala Lírica de cierre, que se llevará a cabo en el Instituto Técnico Nuestra Señora de Fátima, ubicado en Villa Soldati. Allí, dentro de una cancha de básquet, simple y bien iluminada, el escenario se convirtió rápidamente en un conservatorio frente a los sonidos de una orquesta compuesta por violines; guitarras; flautas; trompetas, flautines; chelos; glockenspiel: timbales; tambores y teclados. El espectáculo que brindan pinta una apropiación de la práctica tradicionalmente elitista, ahora mediatizada y redefinida ingeniosamente por un sector popular, joven y creativo.

“Lo mágico de la ópera es que abarca todas las artes, ahí los chicos se pueden encontrar con un taller acorde a sus deseos», explica la docente. En el espacio dan talleres de diseño y vestuario, diseño y realización de escenografía, dibujo, taller de composición musical y taller de teatro y dramaturgia y el de caracterización teatral, es decir, maquillaje y peinado. El resultado de estos trabajos concluye en una ópera montada y creada íntegramente por adolescentes: «Ese es el plato más fuerte del festival», indica Ubiedo Myskow. La obra realizada por ellos se titula “Espaghetini y brownie”, los mismos se encargan de la escenografía, confección del vestuario (inspirados en la colección de Ágatha Ruiz de la Prada 2018 y la colección de Moschino 2005 honrando a la gastronomía italiana) y maquillaje, además de ser los protagonistas del drama, ya sea como actores o músicos.

Con respecto al nombre, considerado polémico para algunos, ella sostiene que «Ópera Villera» es un recurso que funciona, ya que llama mucho la atención, tanto la gente que conoce de ópera como la que no, se preguntan, “che ¿qué es esto? ¿de qué va?» También remarca el concepto de ir contra la idea peyorativa de lo villero, lo que implica amigarse con la palabra para resignificarla y darle valor. «Nosotros estamos orgullosos de poder ser lo que somos y de poder llevarlo adelante, de que cada persona se sienta bien con lo que es y que no se avergüence de eso, militamos esa idea en el festival», expresa la música.

Otro punto clave que menciona es la novedad dentro del género: «Mucha gente no entiende que también hay obras nuevas, de hecho, está la compañía Sol Lírica, «Mujer sin nombre»  es una ópera fusionada de música académica y candombe». Allí, cuenta la docente, hablan del primer teatro de Buenos Aires y tocan temas como la esclavitud, la conquista de los derechos, entre otros temas. «Muchas veces se piensa que la ópera es sólo Mozart, Puccini y Verdi, y la realidad es que hay mucho más allá de eso; por supuesto, ellos nos encantan, los amamos y los seguiremos haciendo», explica Ubiedo Myskow entre risas y añade que, de todos modos, es clave entender que el género se renueva y es fresco.

El festival, sí bien tiene obras originales, también conserva a modo de fidelidad a la historia del género un repertorio clásico. Algunas de ellas son Nessun Dorma (ópera Turandot de Giacomo Puccini); Libiamo (ópera La Traviata de Giuseppe Verdi); Habanera y Toreador (ópera Carmen de Georges Bizet); Va Pensiero (ópera aida de Verdi), entre otras. La profesora cree que es una buena forma de llevar el género a los barrios, ya que no está contemplado en la vida de las personas que casi no llegan a fin de mes o tienen otros problemas el ir a disfrutar un espectáculo.

Además, el evento genera una actividad comunitaria, ya que contará con la presencia de una feria de platos con las familias que van a colaborar para juntar dinero para la escuela. «Viene gente del hogar, vienen agrupaciones barriales… Ese momento de compartir en comunidad a mí me encanta y me sensibiliza mucho», expresa, e invita al público a acercarse. «A futuro me encantaría que sea replicable en otros espacios y tener otro presupuesto para poder hacerlo en más barrios y tener estos talleres a disposición de muchos más adolescentes», expresa, y además habla del crecimiento, el apoyo y el trabajo en conjunto de varias instituciones y organizaciones académicas o no que se sumen a formar parte, para que esto llegue a más personas. «Y por supuesto algo que venimos diciendo hace rato: tener un espacio propio para nuestra ONG», concluye.

Emiliano García Pérez es el director de orquesta del CASA y director musical junto con Mailen dentro del festival, explica la importancia de la participación de músicos externos que tocan en lugares como la Sinfónica Nacional o el Teatro Colón.»Ellos se complementan con los demás músicos, muchas veces también enseñan y ayudan mucho a visibilizar el evento, ya que son músicos de primera línea y tienen cierta importancia dentro del ambiente», dice. 

También destaca la solidaria y comprometida participación del sonidista Juan “Cana” San Martín (sonidista de Tan Biónica) y cree que es un detalle fundamental del evento ya que es al aire libre. Ubiedo Myskow destaca, a su vez, el trabajo en conjunto con Noelia Pirsic, quien es productora ejecutiva y está a cargo del área de comunicación, espacios claves para el proyecto y especialmente para el festival.

 «Las colaboraciones que tenemos dan fuerza y validación artística al festival año a año», subraya García Péez, y explica que son necesarias para el apoyo y para conseguir recursos para financiar el proyecto. No obstante, insiste que el núcleo del festival son y serán los chicos. «Sin validación el evento se haría igual, porque el corazón son ellos, lo que hacen y que con esa participación aprendan a encontrar su espacio dentro de la música y el arte».

ANCCOM también conversó con Geraldine Lara (21 años), la alumna modelo emergente del CASA, quien hoy está a cargo de la composición de una de las canciones del festival, es estudiante del Conservatorio desde los 16 años y también estudia en la UTN ingeniería en sistemas. Su viaje con la música comienza a sus 12 años cuando descubre que la organización enseñaba música de forma gratuita, frente a su casa casa, en el barrio del bajo flores. “Yo entonces fui porque quería cantar, y aunque no tenían esa opción, me quedé y me terminé enamorando del violín”, cuenta Geraldine.

“Hoy estoy haciendo algo que era impensado para mí y que conlleva toda la imaginación y creatividad que es componer”, expresa, y afirma que Mailen fue quien la incentivó a sumarse al festival y además desempeñarse como profesora de estudiantes en etapa inicial. “Es una forma de devolverle al CASA un poco de todo lo que me dio a mí y poder retribuir a los chicos y que puedan conocer este mundo tan lindo que es el de la música”, algo que ella sostiene, está alejado de la realidad del barrio. Destaca la importancia de la organización como un espacio inspirador que abre oportunidades y posibilidades: “Yo buscaba un espacio así y justo tuve la suerte de que esté CASA con este proyecto. Sin eso yo no sabría lo que es, por ejemplo, un conservatorio, o que tenía esta pasión por la música”.

«En mi experiencia como docente de alumnos de primer año, puedo ver que hay muchos adolescentes que sienten que su aspiración máxima del futuro es trabajar en un Mcdonalds o jugar al fútbol», cuenta García Pérez, quien es también docente en el Instituto Técnico Nuestra Señora de Fátima, en Villa Soldati. Destaca la importancia de la vocación y de la necesidad de generar vínculos, apoyarlos, darles confianza y mostrarles que tienen más opciones en la vida. «Para ellos encontrarse con que hay otras posibilidades es una novedad, y el proyecto del CASA,  es eso», finaliza.

El festival es en la Ciudad de Buenos Aires, la entrada es libre y gratuita. Hoy martes 7, a las 20:30, será el estreno de la Ópera “Espaghetini y brownie” , compuesta y producida por estudiantes del CASA, en UOCRA Cultura (Rawson 42, Almagro /. El jueves 9 a las 22:00 y el domingo 12 a las 19:30 se podrá ver el documental “Ópera villera” por la señal de TV AllegroHD. / Y finalmente, la gala lírica de cierre tendrá espacio en la parroquia Madre del Pueblo (M3 C1,Bajo Flores) el domingo 12 a las 17:00.

 

 

 

Fanatismo a cielo abierto

Fanatismo a cielo abierto

Durante más cinco meses las fans de Taylor Swift acamparon en la puerta del Mâs Monumental a la espera de los recitales de esta semana. ¿Quiénes son? ¿Por qué lo hicieron?

“No va a volver”, dice Carmen, una de las swifties que está acampando fuera del estadio de River Plate en el barrio porteño de Núñez. “Ella está acostumbrada al público yankee y acá somos muy eufóricos. No le va a gustar que estemos todos llorando y gritando”, explica.

Esa muestra de exaltación a cielo abierto se espera para el 9, 10 y 11 de noviembre, cuando la cantante estadounidense Taylor Swift se presente por primera vez para sus fans argentinos en el Estadio Mâs Monumental. Desde que salieron a la venta las entradas a principios de junio, las swifties (sí, mayoritariamente mujeres) están preparando sus outfits, haciendo pulseras de la amistad y acampando fuera del estadio para recibir a su ídola.

Desde el lanzamiento de su primer álbum en 2006, la carrera de Swift ha tenido altos y bajos: pasó por críticas, cancelación y se reinventó en múltiples ocasiones. Pese o gracias a todo esto la cantante estadounidense se convirtió en un fenómeno mundial de la industria musical y un ejemplo ensordecedor de fanatismo.

“Yo llegué el 6 de junio”, nos cuenta Carmen. La dinámica del acampe, que busca garantizar buenos lugares en la fila de ingreso, requiere un mínimo de horas por persona y pasar al menos una noche cada mes en la carpa. “Ahora somos cuarenta más o menos”, explica Josefina, que comparte la “Carpa 3” junto a Carmen y María: “Arrancás y son como cien en la carpa y se van limpiando a medida que nadie contesta, que nadie viene”.

Actualmente hay cuatro carpas fuera del estadio que cuentan con entre treinta y cuarenta personas cada una y una quinta abandonada que, según las chicas, pertenece a una persona que alquila lugares a swifties del exterior y otras provincias, que no tienen la posibilidad de acampar. En los días previos a los conciertos esperan que se sumen más carpas.

«»Fanatismo

“Originalmente, la palabra ‘fan’ proviene del deporte donde se hablaba de ‘fanáticos’. El problema con la palabra ‘fanático’ es que genera una asociación con la idea de ser demasiado exagerado en algunas creencias”, explica Libertad Borda, doctora en Ciencias Sociales y docente de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA. Al extenderse a otros terrenos como la música, el concepto de “fan” fue utilizado con una impronta «peyorativa y patologizante», e incluso ridiculizante por parte de la prensa, que oscilaba entre dos polos, el de la “multitud histérica” y el del “solitario obsesionado”.

Si bien a partir de la década de 1990 se empezó a pensar al fanatismo como un espectro con multiplicidad de variantes, actualmente la swifties coparon el  imaginario colectivo del concepto. La prensa hizo foco en las manifestaciones eufóricas y devotas, con críticas de que abandonan todo para acampar. “Yo trabajo y estudio. Hago los impuestos de una empresa de afuera. Trabajo muchísimo y tengo tiempo para venir a acampar, entonces me molesta mucho cuando pasa uno a la noche y nos grita ‘¿Por qué no van a trabajar?’ Son las dos de la mañana y vos estás gritándole a una carpa…”, cuenta Carmen y agrega: “Creo que la gran mayoría de acá trabaja y estudia”.

Según Borda, «También hay un sesgo de género bastante fuerte» porque “siempre se cuestiona más cuando son chicas jóvenes que cuando son hombres”. Como explica Carmen al mencionar su relación con hinchas de River Plate: “Ellos llegan a la casa a las tres de la mañana después de un partido y se enojan porque estamos acá. Me parece muy hipócrita ese pensamiento”.

 

En busca de un ídolo

“A mí me gusta Taylor hace más de la mitad de mi vida. Amo decirlo de esa manera”, cuenta Josefina, que actualmente tiene 23 años. “Empecé a escucharla cuando YouTube estaba en su peak y veía sus videoclips. Me gustaba mucho la canción You Belong With Me pero ahí no me fanaticé. Eso pasó después”.

Otra de las chicas, María, cuenta que descubrió a Swift en Hannah Montana: La película, de 2009, pero mantenía su fanatismo en secreto: “Si en esa época vos decías que escuchabas a Taylor Swift, capaz primero no tenían ni idea de quién era. Y si la registraban de algún lado, te hacían burla, entonces preferías no decirlo” porque ”era la época en la que, si escuchabas música en inglés, te tildaban de cheta”.

Más allá de mantenerlo en secreto o hacerlo público, tener ídolos es un hito central de la adolescencia, que puede extenderse a otros momentos de la vida. Según Daniela Licciardi, psiquiatra de adultos e infanto juvenil y especialista en psicoanálisis, “la adolescencia es un momento álgido donde prima el desencuentro entre padres e hijos”. Se trata de una instancia de “desprendimiento” en la que al adolescente “ya no le valen los consejos ni ideales prestados por ese ‘otro’” y busca sustitutos, como pueden ser amigos o ídolos.

Si bien Josefina destaca que se sintió acompañada por Swift y su música durante la adolescencia, remarca un momento en el que siente que todo cambió, para ella y la sociedad en general: “Yo creo que todos éramos fans de Taylor pero la enfermedad arrancó en la pandemia cuando sacó Folklore y Evermore, dos álbumes re tristes… y qué triste que era la pandemia. Fue una compañía en cierto punto”, explica y remarca que su conexión se profundizó cuando Swift comenzó a regrabar sus primeros álbumes: Cuando sacó Red (Taylor’s Version) en 2021, “me sentí como cuando lo escuchaba a los 12 pero ahora puedo decir que sí me identifico”.

En un mundo en el que el avance en las comunicaciones ha hecho que todo sea fugaz, sorprende que un artista se mantenga en pie después de más de diecisiete años de trayectoria. Josefina tiene su explicación: “Ella perdura en el tiempo por la disciplina que tiene, además del talento, porque vos podés ser la persona más talentosa del mundo, pero sin disciplina no vas a llegar a ningún lado”.

En tanto a qué la hace especial, las chicas mencionan la manera en la que compone su música: “Parece que se arranca el corazón y lo pone en una hoja. No entiendo sino cómo hace para escribir lo que escribe y con el vocabulario con el que lo hace”, opina Carmen. Según María, Swift tiene la capacidad de que sus canciones se sientan personales, cosa que no le sucede con otros artistas. El idioma no parece ser una barrera.

Para Borda esta vivencia es compartida por todos los fans, independientemente del ídolo, y lo performático juega un rol central: “Por más que ellas encuentren sus letras particularmente reveladoras o que las hacen sentir determinadas cosas, es probable que esa misma letra cantada por otra persona en un cover no tenga el mismo efecto”.

Más allá de tratarse de un fenómeno universal, las razones del furor por la cantante estadounidense son una incógnita: “En el 2011, con Justin Bieber había una enfermedad, pero nunca vi algo tan grande como con Taylor. La verdad no sé qué hizo”, dice Josefina y agrega: “Me enoja, porque si hubiera venido antes, cuando estaba cancelada o no tenía tantos hits, yo estaría acampando en el Obras y no acá con noventa mil personas, pero bueno, ahora todo el mundo es fan y me la tengo que bancar”. Según Borda, a pesar de que existan fans que prefieren mantener a sus ídolos como un consumo de nicho, “en general tienden a querer amplificar los públicos”, porque los hace sentir parte del fenómeno. “Los fans quieren ser parte de la carrera de su ídolo y la industria lo sabe”, explica Borda. Aún así, no podemos decir que la industria cultural utiliza a los fans para generar mayores ventas y promoción ya que estos actúan de manera voluntaria. “Reconocemos que a Taylor le gusta la plata y también que nos gusta dársela. Es un ciclo sin fin”, admite María.

 

The Eras Tour, inició el 17 de marzo de este año en Glendale, Arizona y tiene previsto culminar el 23 de noviembre de 2024 en Toronto, Canadá. La desmesura de su éxito también en esos países es tal que ha influido en la economía por la cantidad de personas y dinero que movilizó. Según Carmen, la cantante ha “levantado la economía argentina” ya que “estamos saliendo a gastar de a quince lucas para hacer pulseritas para dárselas a gente que no conocemos porque ella lo dijo en la letra de una canción”.

La devoción por una ídola capaz de mover hasta la economía de EE.UU. no impide una mirada consciente: las fans mencionan que la cantante no es el tipo de celebridad que “se tira sobre su público” en los conciertos. Según Josefina, “Ella no te mira a los ojos, está haciendo su performance y le gusta ser el centro de atención, pero te cautiva igual. Para mí es el Maradona de las chicas”.

La comunidad

El compañerismo es central en la comunidad swiftie, abarca desde recomendar locales de mostacillas en Once hasta prestar tarjetas de crédito para comprar entradas sin recargo. Según Borda, el fanatismo va más allá del gusto por cierto artista ya que “en algunos casos es una forma de encontrar lazos comunes” con otros que comparten el mismo sentimiento. Licciardi coincide: “Los jóvenes tienden a formar comunidades, como parte del proceso de consolidación de su identidad, en las cuales se sienten fortalecidos”.

Si bien existen personas y cuentas anónimas que se destacan en las redes sociales, la comunidad swiftie argentina se caracteriza por su horizontalidad. “Ya no existe la dinámica de que haya un club de fans oficial con un presidente que sea conocido en el fandom”, explica María. Esto tiene que ver con el avance de tecnologías que facilitan la comunicación directa con los ídolos, sin necesidad de intermediarios, y que los fans mismos puedan interactuar entre sí.

Las chicas, en su experiencia acampando para la llegada de Swift a Argentina, también mencionan las interacciones que han tenido con personas ajenas al fandom. A pesar de haber tenido incidentes con hinchas y transeúntes, Carmen destaca un momento en el que se sintieron acompañadas y protegidas: “Una vez vino un varón a patotearnos, nosotras llamamos a los guardias y cayó una mina de la barra de River con una pala de asado diciendo ‘yo las voy a defender siempre’”.

Después de cinco meses de acampe y a días de los conciertos de The Eras Tour en Buenos Aires, las chicas cuentan: “Si bien todos los recitales tienen una mística, para nosotras fue mucho más que solo comprar la entrada. Allá, en Estados Unidos, tuvieron todos los tours; acá no tuvimos ninguno, entonces es una oportunidad única. Tenemos que vivir lo que allá viven todos los años. Vamos a hacer las pulseras, el outfit y vamos a acampar. Queremos tener la experiencia completa”, resume Carmen.

Las voces de las fans

¿Quiénes son las swifties? Desde que salieron las entradas en junio, las fanáticas de Taylor no dudaron en instalar sus carpas en la puerta del estadio River Plate para esperarla. En este episodio nos cuentan su experiencia.

¿Quiénes son las swifties?

por Marina Ampuero y Mailen Farías.

Charly García te espera en la esquina

Charly García te espera en la esquina

Con motivo de los 40 años que cumple «Clics Modernos», Nueva York bautizará con el nombre del músico argentino a la esquina donde se realizó la foto de tapa del emblemático disco.

En 1983 Carlos Garcia Moreno se mudo una temporada a Nueva York junto a su representante Daniel Grinbank para trabajar en el Electric Lady Studios, fundado por el gran Jimi Hendrix. Allí grabó casi todos los instrumentos de su segundo disco solista: pianos, teclados y guitarras, aunque contó con la colaboración de algunos músicos como Pedro Aznar en el bajo (quien por entonces integraba Pat Metheny Group) pero que también había sido miembro de Serú Girán. La gran novedad fue la incorporación de la batería electrónica Roland TR-808, una de las primeras cajas de ritmos programables.

 La producción de lo que iba a llamarse originalmente Nuevos Trapos cambió cuando García, caminando junto al fotógrafo Uberto Sagramoso en búsqueda de una pared para grafitear, se encontró una silueta oscura, pintada por el artista callejero canadiense Richard Hambleton, que le recordó a las que portaban durante una marcha a las Madres de Plaza de Mayo y otros organismos de Derechos Humanos. Esta silueta estaba acompañada de la leyenda en inglés “Modern Clics” frase que traducida al español le cerraba perfecto al músico y compositor para lo que quería expresar en sus canciones.

Volver a las pistas

Con el regreso de la democracia, el rock nacional convocó a la juventud a las pistas de baile. Sus letras eran el reflejo del cambio de época que se estaba viviendo: la sociedad ya no tenía miedo de expresarse libremente después de los años oscuros de la última dictadura cívico-militar. Como explica el músico Sebastián Furman, “Clics Modernos está hecho por canciones que parecen más bailables aunque también tienen un trasfondo muy oscuro por ser compuestas en dictadura. Entonces combinan un sonido moderno y a la vez una cosa muy de la Argentina tanguera, por lo que muchos dicen que es el mejor disco de la historia nacional”.

El autor del podcast La canción sin fin, producido por Futurock y donde se describe y analiza la obra de Charly García, explica que en el disco “se respira libertad, algo de lo que vendría y algo de lo que pasó. Fue muy especial la época en la que salió”. El 5 de noviembre de 1983 fue la fecha elegida para su lanzamiento, un mes antes de que los militares se retiraran del poder. El 15 de diciembre de ese año se presentó oficialmente en el Luna Park. Canciones como “Nos siguen pegando abajo” o “No me dejan salir” son una referencia al periodo de oscuridad que atravesó Argentina pero también manifiestan ese espíritu de celebración digno de la transición democrática.

Aniversario

Para festejar el 40 aniversario de Clics Modernos la intersección de Walker St. y Cortlandt Alley en el barrio de Tribeca, en Nueva York, pasará a llevar oficialmente el nombre de “Charly García Corner”. Allí, en pleno Manhattan fue tomada la foto que ilustra la portada de Clics Modernos, el segundo disco solista de Charly Gacia lanzado hace 40 años.

El reconocimiento será posible gracias al trabajo del actor y director Mariano Cabrera, radicado en Estados Unidos y al consulado argentino que trabajaron junto al Departamento de Transporte de la ciudad estadounidense para que esa esquina sea bautizada. En la actualidad esa pared de la zona de “lower manhattan” le pertenece a un hotel importante.

 Como parte de la inauguración brindaran un show de media hora Hilda Lizarazu, quien hizo coros en la banda de Charly García entre los años 1989 y 1993, Alfie Martins y Fabián “Zorrito” Quintiero en los teclados junto a dos músicos chilenos que integraron The Prostitution la última banda conocida de Charly García: Toño Silva y Kiuge Hayashida.

Furman entiende que las canciones de García están vigentes aún 40 años después por que asegura que tienen un trabajo, profundidad y desarrollo meticuloso, que están compuestas con amor, dedicación y creatividad, y cree que “las cosas que se hacen bien son las que perduran”.

«Entendemos la muerte como una parte de la vida»

«Entendemos la muerte como una parte de la vida»

Las comunidades quechua, kolla y aymara celebraron el Día de los Difuntos en el Cementerio de Flores para homenajear a los ancestros. Hostilidades y discriminación por parte de la Policía de la Ciudad.

La celebración comienza el 1º de noviembre en las casas de las familias donde se prepara una mesa para recibir a los ajayus, las almas de sus difuntos.

Cada 2 de noviembre el Cementerio San José de Flores se convierte en el espacio de una masiva celebración ancestral. Este año no fue la excepción y, a pesar de la lluvia torrencial, muchos se acercaron a celebrar el Aya Markay Quilla -en quechua-, Ajayu Uru -en aymara-, o Día de los difuntos en castellano.

Para las tres de la tarde las florerías linderas se encontraban abarrotadas de familias. De  identidad quechua, kolla y aymara, residentes en el sur de la ciudad desde hace décadas, conseguían las últimas ofrendas. En la entrada, un operativo del Gobierno de la Ciudad las obligaba a separarse al grito de “hombres por este lado, mujeres por allá”. Luego les hacían un “cacheo” mientras “les pedían” que abran sus camperas. Como el año pasado, no permitieron ingresar ningún tipo de bebidas.

Debajo de un gazebo, Frida Rojas recibía a los familiares con un abrazo y una cálida sonrisa. Forma parte de la Mesa del Aya Markay Quilla que, según se leía en un volante,  “se creó para la difusión y el (re)conocimiento de la ceremonialidad funeraria y cosmovisión de los pueblos andinos, y para denunciar los atropellos de las autoridades del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires”.

“No se puede controlar el sentir, ¿cómo vas a controlar lo que siente la guagua? Esto no es una fiesta folclórica, no es un recital, no están yendo a la cancha, vienen a visitar a sus ancestros”, contó Frida. Su mirada dulce se detenía sobre los rostros de ancianas que caminaban junto a sus nietos, y agregó qué “algunos vienen tristes, otros alegres, están mojados, empapados, pero igual vienen. Nos expresamos desde el convencimiento de entender la muerte como una parte de la vida”.

Compartir con los otros es uno de los pilares de las celebraciones. Todos los años empiezan el 1º de noviembre en las casas de las familias que reciben a los ajayus, las almas de sus difuntos, que luego despiden en el cementerio al otro día. “Las esperamos al mediodía, momento de complementariedad y equilibrio. Cuando llegan vienen con mucha sed, entonces se toman su chichita, una bebida ancestral proveniente del Incario que se prepara en ocasiones especiales”, explicó Frida. 

A su lado, sobre una mesa en la entrada al cementerio, se ubicaban las masas con distintas formas mitológicas, figuras humanas, celestiales, animales. También las llevaban los familiares en bolsas y cajas para agasajar a las almas en las sepulturas. Eran tantawawas y urpus, “la forma de expresar todo lo que está en el Ukupacha, en el Kaypacha y en el Hananpacha: los tres niveles de nuestros pueblos ancestrales”, comentaba Frida. 

Otros años, el GCBA limitó la cantidad de comida que podían entrar. Esta vez, para ingresarla pidieron desarmar bajo la lluvia los preparativos envueltos para que “los revisen”. Además, la de Ciudad tampoco habiltó más de una entrada y dejó una única salida por avenida Castañares. ”Son prácticas de discriminación y racismo que vulneran nuestros derechos”, denunciaron desde la mesa del Aya Markay Quilla.

A pesar de todo, las familias pudieron encontrarse. Cubiertas por pilotos, camperas, bajo paraguas o grandes sombrillas, recorrieron el cementerio. Luego de ubicar la sepultura de sus parientes, rezaron, armaron la mesa con fotos, guirnaldas violetas y negras, flores, tantawawas y otros alimentos para los difuntos.

Durante la jornada, se escuchaba a una banda combatir la lluvia con sus melodías. El nombre del grupo se leía impreso en un gran tambor: “Lakitas Kamanchaca. Río de la Plata”.

“Venimos porque es una oportunidad única. En el contexto de los rituales la gente conoce la música, la valora. Además, nos gusta aportar para que las familias puedan tener música en vivo. Suelen pedirnos canciones que le gustaban al difunto”, contó Antonio Doval, uno de los diez integrantes. Sobre el estilo músical, que proviene del norte de Chile, explicó que “se relaciona a la cosmovisión andina de reciprocidad. Para tocar sí o sí se necesitan al menos dos personas porque cada instrumento de viento tiene la mitad de las notas”.

La banda se acomodaba en una ronda. Las manos resbalosas por el agua agarraban las lakitas, similares a los sikus, que hacían sonar luego de una campana, junto a platillos y el ritmo de la percusión. Lo que Frida nos decía más temprano se materializaba en cada sepultura que visitaban: “La música también es dar, es compartir algo hermoso”. Al finalizar, recibían en agradecimiento tantawawas y alguno respondía “hasta al año que viene”.

Lo comunitario y la forma de expresión desde “el hacer”, el trabajo manual como acto de amor y forma de mantener viva la memoria, en el centro de la celebración. Así lo destacó Frida: “Lo esencial es estar juntos. Si comparto mi tristeza, voy a sentirme mejor para curar la ausencia. Si vos te alegras, yo me alegro, si me sonríes, voy a sonreír también. Sabemos que estar acompañados es mejor, por eso es tan importante reunirnos”.

Santoro gigante

Santoro gigante

El Museo Nacional de Bellas Artes exhibe «Panorama. El teatro de la memoria», una muestra de Daniel Santoro. Una de ellas, de 30 metros de largo, puede observarse con una perspectiva de 360º.

Panorama. El teatro de la memoria en el Museo Nacional de Bellas Artes es la primera muestra del artista argentino Daniel Santoro en esa institución. La exhibición está compuesta por una obra de treinta metros, diversos trabajos en tinta sobre papel, sus cuadernos personales de trabajo diario y un dibujo en carbonilla que Santoro realizó previo a la inauguración sobre una de las paredes de la sala.

En el segundo piso, en un recinto cuadrado, se encuentra un dibujo continuo de treinta metros que se despliega a lo largo de las paredes en veinte módulos de 80 por 150 centímetros cada uno. Es un panorama y tiene la particularidad de poder ser visualizado en 360 grados, lo que genera una experiencia inmersiva (se lo puede ver desde cerca en detalle o como una imagen central desde lejos). Los panoramas eran pinturas gigantescas clásicas del siglo XIX que se utilizaban para narrar sucesos históricos y Santoro retoma esta tradición para construir una cosmología propia, rica en significados. Mediante el relato visual de un mundo casi apocalíptico, se propone una visión crítica de la historia en estos dibujos, hechos con carbonilla y acrílico diluido sobre papel, que tejen una línea de tiempo constituida por crisis y colapsos hasta llegar a un posible final.

La secuencia comienza en una especie de ruta pérdida entre árboles, como el inicio de un camino a recorrer. Si bien el orden fue ideado de manera lineal, no hay señalización en la sala que indique el comienzo y algunos de los visitantes lo inician desde el final, lo cual abre la posibilidad de dos lecturas distintas. Le sigue la primera catástrofe: humo y casas en equilibrio sobre colinas, luego un bosque repleto de troncos atravesados por pájaros negros.

Juan Álvez, diseñador audiovisual bonaerense de 37 años, describió al panorama de Santoro como “desolador” e “inspirador” a la vez, en relación a “cómo maneja la naturaleza, cómo pinta un paisaje bastante apocalíptico, pero en el que también la naturaleza parece reflotar”. Por su parte, Floreana Alonso, estudiante de 23 años que vive en Tigre, comentó que al salir sintió “un poco de vértigo, de ansiedad”.

Cada módulo del panorama se construye como una “isla” y, entre cada uno de estos episodios, se entreteje la historia de la humanidad y las catástrofes que nos condujeron hasta la crisis actual. La secuencia finaliza, una vez más, con el dibujo de un bosque dentro de un tronco, del cual crecen nuevas ramas que se extienden por toda la superficie del papel. No parecería ser un punto final, sino quizás una pregunta abierta al espectador. Lo que sigue en ese recorrido, ya no depende del artista.

Este universo creado por Santoro agrupa diversas referencias y entrelaza diálogos con figuras y obras que van desde Sarmiento o Evita hasta el Cristo crucificado de León Ferrari. A este último se lo puede rastrear en uno de los módulos finales donde yace un avión enterrado y una multitud se congrega ante las ruinas. Una espectadora resaltó este carácter intertextual de la obra. María José Tomatis, editora mendocina de 31 años, mencionó que le gustó “la intención de evocar ciertas ideas con personajes de nuestra cultura popular”, además del “diálogo con Borges”, que no lo había visto antes en la obra de Santoro. “A mí me gusta mucho y creo que ayuda a tejer conexiones ideológicas evocando a Borges, a Sarmiento, a Perón y Evita”, remarcó.

 

Frente al panorama se encuentra un dibujo que realizó Santoro sobre la pared de la sala: es un boceto de una estructura conjetural de lo que sería un aleph, el punto que permitía ver el universo entero desde todos los ángulos posibles al mismo tiempo, del cuento homónimo de Jorge Luis Borges. Esta parte del segundo piso se expande de forma longitudinal y, a la izquierda del boceto, se halla un fichero rotativo de imágenes en miniatura (el “Eje del tiempo”) que se desplaza en su eje y convierte ese movimiento en un espiral. Esta sección es parte del “Teatro de la memoria” que problematiza la representación de la dinámica del tiempo, variable por la que se interroga continuamente en el transcurso de la muestra. A lo largo de su carrera, Santoro ha retomado múltiples veces elementos de las filosofías orientales y la inspiración detrás del fichero proviene de las cosmologías hindúes que sugieren “redes de malla” que por el universo atrapan la memoria para el retorno y cumplimiento del karma. En esta área se exhiben los cuadernos de trabajo del artista: bocetos, dibujos y escritos que rearman el proceso de construcción o “memoria técnica” de la exhibición. Además, hay una pantalla que transmite un video con una selección de páginas de los libros de apuntes que realizó el artista entre 2015 y 2023.

La muestra finaliza -o comienza, dependiendo desde dónde se haya iniciado el recorrido- con una serie de dibujos, también en tinta y carbonilla, que pertenecen a la colección del artista y fueron realizados en 2022. Los colores y temáticas del panorama se reiteran: un avión y un pájaro atravesados entre troncos, una estatua gigante dentro de un bosque, un oído humano sordo ante lo que lo rodea, un lobo con pies de hombre, siempre el choque incómodo entre naturaleza y civilización. “Hay mucho juego entre la naturaleza y el hombre y te hace pensar en qué quiso decir”,  comentó Mónica Spangenberg,  profesora de inglés de 63 años. “Me gusta mucho las dimensiones que pone y que pareciera que hay varios lenguajes en una sola cosa, todo llama la atención”, concluyó.

 

Panorama. El teatro de la memoria  se puede visitar hasta el 19 de noviembre de 2023 en la sala 42 del segundo piso del Museo Nacional de Bellas Artes. La entrada es libre y gratuita.