Campusano lo hizo de nuevo

Campusano lo hizo de nuevo

El cineasta estrena «La reina desnuda», una película realizada a partir del relato de historias que atravesaron mujeres. Otra vez, actúan personas sin experiencia en la pantalla grande.

De la mano de José Campusano llega al porteño cine Gaumont La reina desnuda, una película que narra la vida de Victoria, quien luego de perder un embarazo y separarse de su pareja intenta cambiar su atropellado estilo de vida. El film invita a reflexionar sobre la soledad y la mirada prejuiciosa de la sociedad sobre una mujer que vive libremente su sexualidad, mientras tiene que lidiar con los estigmas de su adolescencia atravesada por abusos y hombres maltratadores. La nueva producción de Campusano se rodó en su totalidad en la ciudad santafecina de Gobernador Gálvez y participaron en ella tanto actores y extras de la zona, tal como suele suceder en las obras de este prolífico director.

¿Cómo surgió el tema de la película?

Al igual que todas las producciones de Cine Bruto, nuestra productora, surge a través del contacto directo con los referentes de las comunidades. Fue mediante entrevistas que encontramos mujeres dispuestas a contar sus historias relacionadas a sus prácticas sexuales, amoríos, problemáticas familiares, etcétera. De esa manera se configuró la historia, brindando las herramientas con las que cuenta el cine para que puedan plasmar su voz. La intención es siempre destacar la fuerza de la anécdota en desmedro de las apreciaciones o conjeturas que se puedan hacer. La historia es en un 95% verídica, los parlamentos fueron desgrabados y tomados de esa realidad. Entonces, lo que se trata de mostrar a través de esa articulación de relatos es la vida de una mujer con un pasado que la atormenta, a pesar de hacerse cargo de no creer en la familia, ser hermosa y tener una sexualidad avasallante. En ese sentido, creo que es interesante que en el cine se expresen personas que no tienen por ahí la posibilidad de hacerlo de otra forma, y creo mucho más en ese tipo de apreciaciones de la vida que de los criterios unificados que realmente me produce bastante rechazo. Para mí, todo lo que tenga que ver con la ideología es decadente, me hace acordar a la religión católica y otras religiones. Y eso siempre es en favor de pocos y en desmedro de muchos.

 

¿Cómo fue la elección del elenco?

Se trata de personas sin ninguna experiencia en cine. Sí habían incursionado en el teatro u otras expresiones artísticas, pero nunca habían filmado una película. Desde la productora  creemos que podemos funcionar como un portal de oportunidades, inclusive la mayor parte del elenco ya volvió a filmar y ahora se encuentra vinculada al cine. Supimos trabajar con gente que ha tenido un pasado delictivo y gracias al cine pudieron abandonar esas prácticas. El arte es muy sanador, ¿no? Entonces yo creo que si queremos lograr una verdadera integración social, lo mejor es abrir las puertas de las prácticas artísticas y culturales. Podés traer, de hecho, hasta profesores de teatro, que no resultan interesantes para la cámara. Tenés que reducirlos a papeles minúsculos porque realmente no son solventes. Y hay gente que, por el contrario, no tiene un pasado de práctica actoral y sin embargo, apabullan.

 

La película gira en torno a Victoria (Natalia Page) ¿Cómo llegaste a ella?

Apareció un mes y medio antes antes de empezar a rodar. Había visto muchas chicas en el casting pero ninguna terminaba de convencerme y entonces apareció Natalia. Apenas vi el video que envió, supe que era la elegida.  La forma en la que se desenvuelve es algo que no te da ninguna escuela de teatro, es algo que se tiene o no se tiene. A pesar de no haber tenido experiencia se calzó el traje de protagonista, que no es sencillo, y lo hizo muy bien.

¿Por qué se eligió la ciudad de Gálvez para el rodaje?

Fui a Gálvez con un amigo, José Martínez Suárez, en una muestra itinerante del Festival de Cine de Mar del Plata. Ahí coincidí con Adrian Culasso, un referente local del área audiovisual y le propuse realizar una película allí. Me pareció que el potencial estaba a la vista, es un lugar muy lindo, la comunidad era muy amable y de hecho había un interés por parte del Municipio en que grabemos ahí.

 La película se grabó en octubre del 2021 en medio de la pandemia: ¿Cómo fue el proceso de rodaje?

Respecto a la pandemia, fueron seis semanas en las que los actores tuvieron que sustraerse de su entorno cotidiano para poder grabar. Hay gente que lo puede llevar bien, pero para otras estar tanto tiempo fuera de su familia puede resultar complicado. Felizmente no hubo ninguna persona contagiada por lo que se pudo grabar con tranquilidad. Al tema del covid hay que sumarle la nefasta administración del INCAA a cargo de Luis Puenzo, que puso en crisis a todo lo que es el segmento de productoras para audiencias medias y nos hizo posponer varias veces el rodaje.

 Tus proyectos suelen estar atravesados por problemáticas sociales: ¿A qué se debe ese interés?

Me crié en el marco de las comunidades, y por eso entiendo que la parte más interesante de la vida de las personas no se encuentra en los ensayos o en las novelas. Aquello que nos deja perplejos, sin capacidad de analizar o que nos supera ampliamente proviene de la vida misma. Existen personas que no quieren hablar de sí mismas, que rechazan su pasado y yo no lo cuestiono. Pero también hay gente que está harta de callar y quieren contar todo sin ningún tipo de prurito. Bueno, prefiero trabajar con el segundo segmento. 

Entiendo que la parte más interesante de la vida de las personas no se encuentra en los ensayos o en las novelas. Aquello que nos deja perplejos, sin capacidad de analizar o que nos supera ampliamente proviene de la vida misma.

José Campusano

¿La historia surge en contacto con las personas o recurrís a algún equipo interdisciplinario que pueda ayudarte a recolectar e interpretar esa información?

Nada me genera más suspicacia que aquella gente ajena a los rodajes que pretenda intervenir. Cualquier persona que venga con el afán de ser especialista en una determinada materia y quiera intervenir en los contenidos, está censurándote. ¡Echala! (risas) Yo he filmado en comunidades de Brasil donde tengo poco tiempo y ahí sí necesitas de algún asistente social o antropólogo para poder dilucidar ciertos aspectos, pero el vínculo siempre es con la comunidad y no con un intermediario. Yo descalifico totalmente a estos profesionales en materia de creación artística.

 ¿Con qué se va a encontrar el público que vaya a ver la película?

Creo que se van a encontrar con una mirada femenina de verdad, con problemáticas reales y sin ningún tipo de tapujos. Me parece que eso es lo más interesante, una mirada que no responde a un canon instalado a la fuerza por un gobierno ni por una agenda mundial, sino que es la mirada de una persona totalmente independiente de criterio, errada o no, pero es en lo que ella cree, y eso ya es valioso.

 ¿Cuando decís «sin tapujos» te referís a aquellas escenas que generan una sensación de incomodidad como aquella que retrata los abusos de su padrastro?

Todo eso sucedió. Los diálogos son calcados de lo que pasó realmente. Tratamos de no improvisar y encadenar justamente escenas o experiencias que responden a una misma lógica. Es importante mantener un código de credibilidad. Al tratarse de anécdotas de varias mujeres, hay que ser cuidadoso porque si se rompe ese código difícilmente la gente se crea la escena que viene. En ese sentido, es clave ser honesto con el espectador, es lo que nosotros priorizamos al momento de filmar. Cuando se lleva a cabo el trabajo de post producción a veces es necesario recortar escenas, pero siempre hay que tener en cuenta estas cuestiones.

 ¿Con el fin de concientizar?

No, simplemente compartir instancias de vida. No tenemos ninguna pretensión de educar a nadie, a diferencia de ciertos colectivos que hoy pululan por doquier. Nosotros no le bajamos línea a nadie. Simplemente compartimos una instancia creativa en la cual los recursos se ponen al servicio de las comunidades. A veces eso te convierte en marginal por correrte un poco de la agenda. Hay pequeños sectores que se han apropiado de los espacios de difusión. Entonces, lo que intentamos hacer es construir desde otro lugar a través de los testimonios de época, que a ellos a veces se les escapa porque quizás no convocan tanto.

 

Comenzó el III Festival Internacional de Cine Cannábico

Comenzó el III Festival Internacional de Cine Cannábico

Hasta el 26 de febrero se exhibirán 35 películas de distintas partes del mundo con entrada libre y gratuita. También se podrá participar en actividades relacionadas a la temática: conversatorios, muestras de arte, talleres de cultivo, gastronomía y espectáculos.

El tercer Festival Internacional Cine Cannábico (FICC), único en la región, comenzó este miércoles con entrada libre y gratuita, en el patio de la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985, CABA). Hasta el 26 de febrero inclusive se podrán ver en pantalla grande 35 películas de 16 países con una amplia variedad de contenidos sobre la cultura del cannabis. Además, habrá conversatorios, debates sobre prohibicionismo y derechos humanos, muestras de arte, talleres de cultivo, gastronomía, espectáculos de música y fiestas. Cuenta con el apoyo del Ministerio de Cultura y, por primera vez, del INCAA.

La apertura estuvo a cargo de los co-directores del FICC, Malena Bystrowicz y Alejo Araujo. Se leyeron las palabras del embajador de Canadá, quien no pudo asistir al evento, pero envió una carta señalando la importancia del festival para ampliar el conocimiento y tratar temas que merecen debate. Por su parte, Bystrowicz destacó que el carácter gratuito es una política del Festival para llegar a más personas.

Luego de la apertura musical del grupo Recórcholis!,  se proyectaron los cortos: Glitter’s Wild Women de Roney (13 min., Canadá / 2018), una comedia surrealista sobre dos mujeres que viven aisladas en sus tierras de cultivo; Mi mundito con Monstruos (8 min. Argentina / 2022) de Fernando Gallucci, retrato de una drag queen perturbada por la monótona rutina del confinamiento; y por último, el largometraje Mateína (82 min., Uruguay / 2021) dirigida por Pablo Abdala y Joaquín Peñagaricano, que cuenta la historia de un futuro alterado por la prohibición de la yerba mate, una road movie en clave de comedia absurda.  

La programación completa se encuentra disponible en la página web, donde también el público puede votar su película preferida. Además, entre el 20 de Febrero y el 6 de Marzo, estas producciones se encontrarán disponibles en todo el país, de manera online, por Octubre TV

 El FICC se desarrollará durante la primera semana en la Casa Nacional del Bicentenario y, la segunda, en la Manzana de las Luces (Perú 294, CABA), con punto de encuentro para la fiesta el jueves 23 en Cave Canem (Chile 308, CABA). Las obras que se exhiben de distintas partes del mundo, como Brasil, Colombia, Uruguay, Canadá, Líbano, Estados Unidos y Alemania, recorren tanto los usos del cannabis: desde el arte,  la gastronomía, el cultivo y el uso medicinal, como las problemáticas que rodean el tema: la salud mental, prohibicionismo, justicia y derechos humanos. Así, la propuesta del festival señala que busca contribuir a superar prejuicios, brindando herramientas e información sobre la temática.

En diálogo con ANCCOM, la creadora y co-directora, Malena Bystrowicz señala: “Los temas que traen las películas son diversos aspectos del cannabis, desde datos científicos o datos súper específicos, a historias concretas, hasta cosas más amplias, donde lo central son otras historias. Pero el cannabis está ahí presente. Siempre lo que buscamos es que haya una diversidad tanto de los temas que atraviesan el cannabis, como de los distintos países del mundo, también de diferentes géneros, como documental, ficción, animación, cosas más experimentales. Además buscamos un equilibrio con respecto a la diversidad de géneros, de directores y directoras. Este año, el primero sin pandemia, pudimos ampliar mucho la propuesta: hay exposiciones de arte, fotos, tres conciertos, con el cierre de Kumbia Queers, vienen un montón de invitados, gente de Jujuy, Tucumán, Rosario también de Brasil, Chile, Uruguay. Siempre es un encuentro este festival”.

 El FICC se realiza de manera regular con circuito de competencia desde el 2021 y la idea del festival surgió a fines de 2018 en unas vacaciones. “Alejo y yo somos pareja –cuenta Malena–, los dos cineastas, gestores culturales. Los dos veníamos trabajando cada uno por su cuenta en festivales de cine de otras personas. Yo, como programadora puntualmente. Me di cuenta que me gustaba mucho, además de hacer películas, programar, ver películas que hacen otros y otras, seleccionar, combinar un corto con un largo, lo que se genera en esa combinación, armar secciones temáticas, todo lo que es diseño de programación me encanta. Empezamos a fantasear nuestro trabajo ideal, cómo podemos hacer para dedicarnos a esto, y el cannabis era un tema en común. Ambos éramos usuarios, de uso para placer, recreativo, pero también en la familia hacían un uso medicinal, y otros usos. Alejo tenía mucha información porque había empezado a militar un poco el respecto a lo canábico, las drogas, el prohibicionismo y los derechos humanos, así surgió la idea de un festival de cine cannábico.

 “Para el 2019 se sembró la idea, empezamos  a investigar y no había muchos en el mundo, sólo dos o tres que ni siquiera habían tenido continuidad y ninguno en la Argentina o en la región”, agrega la co-directora.

 

Lo que  empezó como una fantasía terminó en un Festival Internacional. “Lo hicimos en Montevideo por primera vez, en la Expo cannabis de Uruguay de 2019”, agrega. “Pasamos 15 pelis. Nos dimos cuenta, primero, que había películas sobre la temática y muy buenas; y, segundo, que era algo que interesaba. Fue un primer experimento. Teníamos un sponsor nada más y logramos hacerlo, fue más como una muestra y como una prueba. Al año siguiente, lo hicimos en Argentina y en Uruguay, con todas las limitaciones de la pandemia pero salió espectacular, expusimos en salas, con gente cinéfila y películas increíbles”, recuerda Malena.

En Uruguay usaron la Cinemateca, que es un lugar emblemático. En ese 2019  contaron con el  apoyo de algunas embajadas. En 2021 arrancó el festival, en competencia, con página web, un equipo más amplio y lo más importante: reconocimiento público. “Nos empezamos a hacer conocidos tanto en el ambiente del cine como del cannabis. Y nos dimos cuenta que era un espacio tapado por mucha desinformación y prejuicios: un tema que no se hablaba con libertad”, concluye.

 

Su atención por favor…

Su atención por favor…

Los argentinos pasan cuatro horas diarias, en promedio, frente a una pantalla. ¿Cómo impactan las nuevas plataformas y formas de producción en la concentración de los espectadores y en el consumo del cine y las series?  

Según una nota de Carolina Liponetzky publicada en Ámbito Financiero, Argentina se ubica como el mayor consumidor de pantallas en Latinoamérica: cuatro horas diarias p or persona. Nuestro país históricamente estuvo muy vinculado al cine y la televisión. Con la llegada de las redes sociales y las plataformas comenzaron a aparecer cambios en los hábitos de consumo ligados a estas prácticas y estás, a su vez, generaron otros efectos.

Por ejemplo, cada vez cuesta más permanecer concentrado por un largo tiempo. No nos hace ruido atracarnos en una tarde con una temporada entera de alguna serie pero luego nos resulta difícil terminar una película de corrido, sin cortes ni pausas. Nos acostumbramos a la inmediatez, a la brevedad y el bombardeo constante de estímulos. ¿Por qué sucede esto? ¿Las plataformas influyen en nuestros hábitos de consumo o son nuestros hábitos los que determinan el funcionamiento de las plataformas y el tipo de contenido que producen? Para Carolina Duek, investigadora del CONICET y docente de la UBA, son las dos cosas: “Hay un cambio en la forma de producción de contenidos y un cambio en la forma del consumo de ese contenido”, afirma en declaraciones a ANCCOM.

La investigadora refiere a una especie de triángulo de las Bermudas que tiene que ver con una modificación de la estructura de los programas y las series, de las plataformas, y en consecuencia de los hábitos de consumo. Esto puede verse, por ejemplo, en cómo las miniseries han ganado terreno sobre las series más largas: “Hay algo vinculado con el tiempo que dura un contenido que se empieza a valorar. Las últimas producciones grandes que están ahora en el top diez de Netflix son series de cuatro a seis capítulos. Hay una modificación del tiempo total de consumo, pero a la vez hay una modificación del hábito de consumo que se intercepta con esto”. En 2020, la plataforma incluyó un elemento ya presente en YouTube: la posibilidad de modificar la velocidad de reproducción de sus contenidos, un claro ejemplo del rol que se da al tiempo de que se consume. Pero no es lo único: “Antes tardaba quince segundos en arrancar el capítulo siguiente, ahora tarda cinco. Te distrajiste dos minutos, tomaste un vaso de agua y ya está el otro capítulo. Y uno dice ‘Bueno, ya está, lo veo’”, ejemplifica Duek. Además, los hábitos también se generan a partir de las características del contenido en sí: “Desde los guiones y la edición está todo estructurado para que vos te quedes con ganas de poner inmediatamente el capítulo siguiente”.

Qué hay de nuevo viejo

 Por supuesto que no hay nada nuevo en esto: “La estandarización, la repetición, la serialización, la previsibilidad; son todos recursos que siempre tuvo la industria cultural”, explica la docente. La novedad surge por otro lado: “Hay una valoración de la unidad mínima más corta, aunque el tiempo total de exposición sea el mismo. Prefiero cuatro capítulos de cuarenta minutos antes que una película de dos horas y media. Esto tiene que ver con cuánto tiempo estamos entrenados y dispuestos hoy a prestar atención a un argumento que empieza y termina. Si uno quiere una audiencia masiva necesita productos más o menos cortos y fragmentarios”.

Respecto al rol del algoritmo en lo que consumimos y por cuánto tiempo lo hacemos, Duek considera que la programación misma de la plataforma recomienda e insiste para que uno se incline por ciertos contenidos: “Ninguna plataforma es neutral. La construcción de agenda no es solamente a quién votar, también es de qué vamos a hablar y qué vamos a pensar”.

A su vez, la docente sostiene que para entender por qué las personas ven las cosas que ven, el ocultamiento de la información de los portales de streaming es clave: “Acceder a los datos de consumo de las plataformas es imposible. Netflix dice que la película más vista es tal y la película más vista es esa. ¿Qué datos lo sostienen? Es una cuestión de elegir creer.”

Durante la pandemia, hubo un momento donde las plataformas tomaron un gran protagonismo, pero este año las suscripciones de Netflix fueron muy inestables y desde la empresa evalúan la posibilidad de introducir publicidades para hacer el servicio más rentable. Solo en el segundo trimestre de 2022, el gigante del streaming perdió 970.000 suscriptores, según informó la compañía. Con algunos estrenos de peso, como la cuarta temporada de Stranger Things o la serie de Jeffrey Dahmer, su audiencia logró recomponerse, pero los números dejaron en evidencia la volatilidad del sector. Para la docente, esto se explica en que “los hábitos de consumo culturales son siempre dinámicos y cambiantes”, lo cual agrega complejidad a su estudio.

Sin embargo, sin importar sus aumentos y recaídas, hay sedimentos de esos consumos de plataformas que van más allá de lo televisivo y las pantallas: “El diario claramente tuvo que reacondicionarse. Hubo un acortamiento de las notas y una predominancia de lo espectacular por sobre otra cosa. En el teatro empiezan a surgir fenómenos como el microteatro, que ves tres o cuatro obras cortitas. Aparecen libros muy cortos para leer en una sentada. Todo se sigue editando para apostar al consumo masivo, donde también hubo una transformación en los tiempos de atención”. Por supuesto que esto después repercute en la convivencia con actividades que requieren otro tipo de concentración: “Cada vez es más difícil estudiar, leer o pensar en un tiempo distinto al acelerado de las plataformas. Lo veo como docente y como investigadora”. A partir de allí, surge la pregunta de qué tan sostenibles son estas prácticas en el tiempo y cuáles son las alternativas.

¿Otro camino es posible?

 Marcelo Schapces dirige Contar, una plataforma de contenidos públicos creada para difundir las producciones del Estado y de sus entes vinculados que no sean específicamente cine, ya que eso es jurisdicción de su prima hermana CINE.AR que pertenece al INCAA. Entre sus contenidos se buscan destacar aquellos relacionados a la actualidad o a determinadas efemérides, por ejemplo, numerosas series sobre el Mundial y sus personalidades, o anteriormente, acerca de las Madres de Plaza de Mayo, tras la muerte de Hebe de Bonafini. Schapces también destaca una producción propia de Contar llamada Nadie es inocente, un podcast complementado con secuencias audiovisuales sobre cuentos policiales de autoras mujeres.

 “Históricamente, Argentina siempre fue un gran consumidor de series con muy buena repercusión en el formato de la telenovela, el cual había que seguir, en muchísimos, casos diariamente. Entonces, creo que el hábito para seguir contenidos ya estaba de alguna manera en la genética de los consumidores de este país. Lo que sucedió con las plataformas es que rápidamente consiguieron instalarse y cambiar el paradigma de la forma de visualización de películas. Ahora ya no se habla de cine, se habla de contenidos audiovisuales. El otro gran cambio importante es que en función del rápido crecimiento, lo que era una plataforma de visualización se transformó de pronto también en productora de contenidos, algo prohibido en el cine por las leyes antimonopólicas de Estados Unidos”, considera el cineasta. Esta conjunción entre producción y difusión facilita que las empresas desarrollen estos hábitos de consumo en sus usuarios.

Para Schapces, “las plataformas han sabido sintonizar bien con lo que está sucediendo con las redes sociales y las formas en que ven contenidos la última porción de los millennials y los centennials. El marketing, el algoritmo y las métricas son centrales, pero también la sociedad va adoptando determinadas formas de acceder a las cosas y eso interactúa permanentemente con un mecanismo comercial que las detecta y convierte en una forma de ofrecer sus productos”. El director observa, al igual que Duek, “una incitación permanente a consumir cada vez más, cada vez más rápido y cada vez más corto”.

Por su parte, afirma que en Contar no ocurre eso porque se busca que haya narrativas ordenadas o sostenidas en un sistema de comprensión y de conocimiento, si se quiere, un poco más clásico, pero que entienden que es mucho más efectivo. Esto es posible porque la plataforma es gratuita, no tiene publicidad y no se rige por la lógica del rating y el mercado. Sin embargo, uno se cuestiona qué tanto éxito puede tener una propuesta tan diferente a lo que el público masivo está acostumbrado. ¿Cómo competir contra un mecanismo gigantesco que mueve millones de dólares al año? ¿Cómo hacer series y películas que logren atraer a la audiencia sin adoptar estas formas? Schapces entiende que ir contra los hábitos de consumo masivos es muy difícil, pero no por eso hay que dejar de intentarlo: “Van a ganar igual, pero lo que nosotros tenemos que hacer es difundir lo más posible lo que hace el Estado, sobre todo cuando lo hace bien y tratar de interactuar de esa manera. Canales como Encuentro o Paka Paka hace 20 años eran impensables y, sin embargo, hoy son parte del sistema educativo. Difundiendo, sosteniendo y haciéndolo con calidad es posible ‘dar la batalla’ o buscar ocupar un lugar para poder dar la discusión sobre las ideas, sobre lo que el Estado puede elaborar y ofrecer a la ciudadanía”.

Nuestros hábitos y nuestros marcos de atención se han modificado, es una realidad. Las consecuencias se extienden más allá de lo que parece a primera vista, desde los pasatiempos que practicamos en los tiempos de ocio hasta el estudio o el trabajo. Por más que resulte un tanto utópico, o quizás ingenuo, resulta fundamental pensar en una dieta cultural variada que incluya contenidos que puedan llegar a ser positivos para nuestro día sin dejar de prestar atención a la forma en que los consumimos.

Iluminada por Saer

Iluminada por Saer

La fotógrafa Pilar Camacho expone «Con los ojos abiertos», una muestra en donde sus imágenes blanco y negro del verano cordobés dialogan con textos extraídos de «El limonero real».

“Hace mal quedarse en las casas, siempre en las casas”. La frase corresponde a un fragmento del libro de Juan José Saer El Limonero real (1974) y, a la vez, es el texto que acompaña la primera foto de la muestra Los ojos abiertos de la fotoperiodista Pilar Camacho, presentada el sábado pasado en el Centro Cultural Nuevo Uriarte, en el barrio porteño de Palermo, y disponible online.

En su muestra fotográfica, Camacho tomó un rumbo diferente del que venía transitando con respecto a su vocación. Tras haber pasado por la Agencia de Comunicación de Ciencias Sociales (ANCCOM) como practicante en 2019, hoy trabaja de fotoperiodista y asegura: “La agencia te construye un oficio, yo le debo todo, es lo que hoy me está dando de comer. Venía con ese chip y tuve que cambiar del formato estándar del fotoperiodismo, que es digital y a color, al formato analógico en blanco y negro, para ver si podía hacer una búsqueda distinta.”

En esa exploración por lo diferente, como el comienzo de una sucesión de hechos alineados, tomó la cámara analógica, compró rollos en blanco y negro, lo cargó en la valija y en el verano de 2020, sin siquiera suponer lo que vendría después –covid19 y confinamiento obligatorio- se dirigió rumbo a las sierras cordobesas. “Mi familia es de Córdoba, eso ya tiene una cuota emocional para mí, mi lugar en el mundo son las sierras. También tenía mucha carga por ser lo último que pude hacer afuera de mi casa”, expresó la fotógrafa.

Entonces vino la pandemia, el aislamiento social, preventivo y obligatorio. “Durante el encierro leí el Limonero real, de Saer. Es el libro con el que combino las fotos. Lo estaba leyendo, y me decía: ‘Esta persona describe cómo a mí me sensibilizaron las fotos que hice, lo que a mí me llevo tomarlas, las descripciones que hace el sobre la luz y cómo la gente habita el tiempo en función de la luz’. Leí el libro como tres veces buscando esos fragmentos en que encontraba esa conexión”, manifestó Camacho.

El camino hacia una veta más artística resultó de una concatenación de hechos en sintonía: las vacaciones, el libro y la propuesta del Centro Cultural Nuevo Uriarte para la exposición final de ese transitar emocional. “La fotografía analógica tiene otro tiempo y el de las vacaciones es muchísimo más personal; llevarlo a una novela de ficción fue un camino re lindo que no había transitado nunca. Terminé haciendo un pdf que quedó y cuando me propusieron hacer una muestra en el Uriarte y con la temática del ‘verano’ (por las fechas), dije: ‘Justo tengo esto’. Lo seguimos trabajando junto con Daniela Caracuel, diseñadora gráfica, que me ayudó a montar las cosas. Me ordenó todo y la idea de las fotos es que parezcan partes del libro, hasta la tipografía intenta parecerse a la de la edición del libro como para seguir visitándolo”, agregó.

El libro de Saer transcurre en un solo día: el último del año y describe el paso del tiempo a partir de la luz que permiten pasar los árboles en una casa de una familia reunida a orillas del río en Santa Fe. “Va contando cuándo es la tarde, el mediodía y cómo se vive el calor, cómo te refrescás y demás, en función de cómo la luz da en los árboles. El paso del tiempo está marcado por la luz. El libro tiene un conflicto, que es el único: el hijo de uno de los personajes que se fue a la ciudad y nunca volvió. Está ese duelo, el calor que agobia, el cierre de del año y lo cíclico del tiempo que amanece y atardece y así. Es una historia sencilla y para mí lo jugoso del libro es la descripción de la luz y, también estando encerrada, poder leer sobre la luz en la naturaleza a lado del riío que era la que más extrañaba yo”, enfatizó.

Sin embargo, las imágenes no siguen un orden cronológico ni se asemejan a la narrativa literaria del Limonero real. El punto de encuentro tiene que ver con la relación que existe entre el tiempo marcado por la luz natural y la nostalgia. “Las fotos no necesariamente hablan con la historia, sino que es un encuentro con amigues desde lo sensible y siempre sobre la luz, la foto en blanco y negro para mí es mucho sobre la luz. A mí me encanta la fotografía en blanco y negro porque la foto se arma cuando hay una luz que puede marcar bien contraste y la figura”, afirmó la fotógrafa.

Es que en sus fotos se pueden ver cuerpos reflejados por la luz solar y las sombras que reproducen sobre ellos los árboles. También se aprecian el mate, el río, una guitarra, pudiendo ser solo el recuerdo de unas vacaciones o significar, también valorando con los ojos abiertos el paso del tiempo y con él la nostalgia de amaneceres y atardeceres.

Una celebración argenchina

Una celebración argenchina

Llegó el año del Conejo de Agua a la Ciudad de Buenos Aires. ¿Cómo lo vivieron los argentinos y
la comunidad china en el país?

Argentinos y chinos coparon la Plaza Parques Nacionales en el barrio porteño de Palermo para festejar el Año Nuevo Chino representado por el Conejo de Agua. Debido al calendario lunisolar, esta vez tocó el 22 de enero. No está claro qué pasó hace 4721 años y se cree que los festejos empezaron bastante después, tal vez en el siglo XIV a.C. La leyenda vincula los festejos a Nian, un dragón cuyo nombre significa “año”.

El evento comenzó al mediodía y se extendió hasta cerca de las 19 horas. La temperatura superó los 35 grados durante toda la tarde, pero no fue impedimento para que miles de personas se acercaran a los alrededores del escenario montado en la esquina de la plaza. Desde pantallas gigantes se podía ver un abanico de espectáculos que incluyó desde música y bailes tradicionales hasta demostraciones de artes marciales. En la periferia del lugar había decenas de puestos que ofrecían comida, bebida y merchandising, siempre llenos, con clientes esperando su turno. En el cielo, cientos de banderitas de Argentina y China flameaban colgadas entre los postes de luz y los árboles. 

Lyla Peng es productora de moda. Sus padres son de origen chino, pero ella nació en nuestro país, por lo que se autodefine “argenchina”. Ella fue la vestuarista y una de las conductoras de la celebración. En diálogo con ANCCOM, señaló que se sintió muy feliz de ver que mucha gente viniese pese al calor y muy agradecida y honrada de su interés por la cultura china. Lo que tienen en común los argentinos y los chinos es la pasión, asegura: “El chino o la china es como que no se anima a demostrarlo, lo hace de otras maneras. En cambio, el argentino o la argentina es mucho más extrovertido, pero lo que importa es que se demuestre”.

A medida que pasaban las horas, la temperatura y el despliegue artístico aumentaba, al igual que la cantidad de personas que llegaban. Entre ellas estaba Gabriela Chen, una joven china de 22 años de edad que vive desde hace once en el país. Lucía un vestido tradicional llamativo: el público se acercaba a pedirle fotos con ella: “Estoy muy contenta, me siento como en China. Como es una fiesta de nosotros, es muy difícil disfrutarla en otro país”, afirma. Y agrega: “Con mi vestido quiero mostrar que es de China, no es de Japón ni de Corea. Ellos también tienen su vestimenta, pero lo que quiero hacer es que se conozca un poquito de este que es de China”.

Eugenia Romina Ramos es una argentina de 33 años que viajó con su hija pequeña desde el Partido de Quilmes, en el conurbano bonaerense, hasta la Capital, solo para festejar la llegada del año 4721. Tenía el pelo atado y una chaqueta tradicional roja con un diseño y ornamentación típicos de la cultura de esa nación: “Además de ser argentina y que me guste nuestra cultura, me gusta informarme de otras, más de las asiáticas. Me encantan los peinados, la vestimenta, la comida y a mi hija le inculco esto y no solamente comer asado y locro para fechas patrias”. 

Cerca de las 18.30, empieza a bajar el sol, aparecen algunas nubes cargadas y el viento se hace presente. Sube al escenario el cantante chino A Long Zhang: el público se levanta con su energía y sus canciones de pop. Las banderitas de Argentina y China, entregadas hace minutos por la organización, se agitan al ritmo de la música. En diálogo con este medio, el músico explicó que está agradecido con los fans que lo apoyan, que este evento es para que todo el mundo pueda participar, tanto la comunidad china, como argentinos y extranjeros: “Estoy sorprendido de que haya tanta gente, porque venimos de la pandemia. No pensaba que tantos iban a participar. No solamente vinieron a ver los shows, sino también a disfrutar de todos los stands de comida”.

El festejo culmina con la tradicional danza de leones y dragones. El escenario y varios metros del césped que lo rodean están vallados y al cuidado de personal de seguridad. Por allí se realizaron ejecuciones artísticas con música a todo volumen y encabezadas por figuras de dragones coloridos que eran sostenidos por varios artistas. Con sus típicos movimientos ondulados, los seres mitológicos bailaban y pasaban por al lado de las vallas. El público más cercano pudo tocarlos: la tradición indica que hacerlo atrae la buena suerte y permite cumplir los deseos que se le pidan, aunque la buena suerte fue para todos los presentes: disfrutar el año nuevo chino desde la Ciudad de Buenos Aires.

El enviado de Karl Marx a la Argentina

El enviado de Karl Marx a la Argentina

Néstor Leone publicó “Soplar sobre cenizas”, su primera novela de ficción basada en la llegada al país de Raymond Wilmart, un estrecho colaborador del autor de «El Capital». ¿Era posible la revolución en Buenos Aires? Entrevista publicada el 12 de octubre de 2022.

Néstor Leone es sociólogo y periodista. Este año publicó su primera novela sobre Raymond Wilmart, un personaje de quien poco se conoce. Fue el enviado de Karl Marx a la Argentina luego de la Primera Internacional Socialista. ANCCOM conversó con el autor quien contó cómo fue el proceso de investigación y elección del género.

 

¿Cómo y cuándo surgió la idea de Soplar sobre cenizas?

Surgió de manera abrupta. Hace unos años no me hubiese visto escribiendo novelas, lo mío son los textos periodísticos y el ensayo político. Pero me estaba rondando la idea en los últimos años. La novela la escribí de manera muy rápida, en menos de un año y creo que le encontré la voz, el registro al personaje y eso favoreció. Wilmart llegó a mi de manera indirecta y de distintas formas, había leído la novela de Andrés Rivera El Farmer y ahí aparecía marginalmente en un párrafo la existencia de ese belga que había venido enviado por Marx a la Argentina. Después, en dos libros de Horacio Tarcus, hay una breve biografía y las cartas que le envió a Marx desde Buenos Aires y para mí fue una intriga. Empecé a escribir de esa manera, soltando un poco la pluma, prefiriendo más la novela como género en vez del ensayo o la biografía. Me parecía que de esa manera podía desplegar mejor las tensiones, las contradicciones, los fantasmas que fui viendo que atravesaban la vida de Wilmart. Cuando empecé a pensarlo encontré otras aristas que me parecieron mas ricas todavía, su historia. Por ejemplo, su vínculo con Mansilla, su participación en la represión de la rebelión de López Jordán en Entre Ríos, la pregunta sobre las categorías que traía consigo para ver en ese levantamiento del otro, la barbarie y no el sujeto a desplegar o a desarrollar. Y después su relación con la élite. Esas me parecieron facetas muy ricas para desarrollar en una novela y que puestos en un ensayo o una biografía me parecía que lo iba a encorsetar.

 

¿Cuánto tiempo le tomó investigar sobre Wilmart?

La investigación caminó a la par de la escritura. Comencé a escribir, tenía algunos datos biográficos sobre su vida, conocía mucho el contexto de época entonces me fue más fácil desarrollar. Seguí haciendo la investigación, leyendo lo poco que había sobre su vida y el origen de ese marxismo preliminar en la Argentina. Pero no quise tener más que esos diez o quince datos biográficos que me permitieron estructurar la novela ya que pretendía que hablase el personaje desde su ancianidad para reconstruir su historia y, de alguna manera, también para cambiar ese pasado, por lo menos, hacerlo dialogar con ese presente en la década del treinta. Me di cuenta que debía situarlo en la década infame que es una época de grandes cambios a nivel global y también en la Argentina, de grandes transformaciones que pudieron haber hecho entrar en crisis a las certezas con las que él venía y con las que se había formado y había desarrollado su tarea académica y como abogado. Me pareció que en una época en que también habían entrado en crisis sus valores y sobre eso no había información, no había textos de Wilmart. Cuando digo que llegó el 19 de octubre de 1872 la fecha es real y concreta, cuando digo que se alistó en el ejército regular de línea para sofocar la rebelión de López Jordán es tal cual, lo mismo cuando va a reagrupar o, por lo menos eso intenta, a los comuneros que habían huido a Córdoba de la represión de la Comuna de París. Lo mismo respecto de su relación con una hija de la élite cordobesa, son todos datos concretos y certeros lo mismo que su regreso a Europa en 1911, luego del centenario. También su relación con Marx y Paul Lafargue, el yerno de Marx, o su vínculo con Mansilla. Eran todos datos biográficos concretos, y me propuse la tarea de ver qué hacer con ellos, convertirlos en ficción, ver cómo desde la ancianidad él podía reconstruir esa historia, ponerla en tensión y de alguna manera abordar ese pasado resignificándolo. Esa fue la tarea, no me quise ceñir a más datos biográficos duros porque me parecía que la historia iba por otro lado, es en definitiva un hombre con una larga historia de contrastes y antagonismos frente a la muerte. Una cosa bien universal que trascendió las meras cuestiones biográficas, que están de hecho.

En la novela, Wilmart le habla a un otro que no podemos saber quién es y reitera en varios pasajes los casi 85 años que está por cumplir.

¿Quién es ese otro? ¿Él mismo?

Esa fue la idea, que su interlocutor no tuviera nombre, no tuviera rostro, no tuviera historia. Solo el dato que tienen la misma edad que tenía él al llegar a Buenos Aires. La novela es una especie de larga entrevista de cinco encuentros. Se puede pensar como un simple joven interesado en la historia de este hombre que tenía mucho para contar, se puede pensar como un enviado de la familia para rescatar los documentos, las cartas, las fotos que él atesora y que compromete ese status ya consolidado en su relación con lo que era Marx en ese contexto: un hecho maldito de la historia para una familia burguesa miembro de la élite. O podría pensarse como el otro en los términos de Borges, ese diálogo con un espejo que es él mismo cuando tenía los 22 años preguntándole sobre el recorrido posterior de su vida. En la novela no está resuelta la cuestión, lo dejo ahí. Se puede leer como cualquiera de las tres opciones. Es deliberado, tomé la decisión de que fuese así, no darle más pistas al lector, ni siquiera están las preguntas que él le va haciendo es una decisión que me parecía que funcionaba y que enriquecía la novela y la trama.

 

¿Puede leerse como una novela histórica?

No la pensé como novela histórica, traté de centrarme en la persona y en la reconstrucción que iba haciendo de esos momentos. Traté de alejarme de los parámetros habituales de la novela histórica por eso hay algunos giros, repeticiones para situar la trama y la voz del personaje; en ese lugar contiguo a su biblioteca como dice persistentemente. Esa fue la idea, correrla del tradicional tratamiento que tienen las novelas históricas, lo que no quiere decir que no haya historia concreta y real pero donde lo hay también es a partir de una interpretación de la historia porque mientras reconstruye también hace un ejercicio crítico de esa historia vivida. Uno puede intuir también y deja trascender que es un ejercicio crítico respecto de su propia intervención en la historia de manera socarrona, con sorna caracteriza esas diferentes intervenciones. Pero también cómo tomó y aplicó él las categorías rudimentarias del marxismo. Hay varios ejercicios críticos ahí. No la pensé como novela histórica sino como la novela de un personaje. Es Raymond Wilmart en su biblioteca, reconstruyendo su pasado y ejerciendo sobre ese pasado una operación ficcional y literaria.

 

En relación a la postura crítica de Wilmart, el personaje menciona que “nadie se toma el trabajo de pensar en este país”. ¿También puede ser pensado como una crítica a lo que él encontró?

La frase es textual de las cartas. Me tomé el trabajo de leer las tres cartas que él le envió a Marx y que se conservan y perduran en Amsterdam. Las leí y pensé la novela a partir de ellas como una especie de glosa que estructura la novela y lo que me hace pensar en el fuerte influjo de categorías eurocéntricas en esa mirada, no porque Marx las tuviese, pero sí en cómo este personaje logra incorporar esa lectura de la historia de Marx. Y lo hace en los términos eurocéntricos y llega al país en una clave no muy diferente a la de Sarmiento, de civilización y barbarie. Ve en esos gauchos que conformaban el ejército irregular de López Jordán, la barbarie. Ahí no hay una categoría de lo popular para desarrollar, sino que está la barbarie casi en términos sarmientinos. Creo que venía con ese bagaje de categorías e interviene ahí muy fuertemente en ese sentido. Seguramente no leyó textos de Marx sobre la cuestión colonial, aunque Marx tiene un famoso escrito sobre Bolívar que también piensa la cuestión americana en esos términos. El Wilmart que llega y escribe esas cartas a Marx está pensando en esas categorías eurocéntricas, en la década de 1930, cuando entran en crisis muchas cosas, también entra en crisis esa cosmovisión. Es un Wilmart ya alejado de Marx, de la posibilidad de la revolución, pero con la necesidad de hacer un ejercicio crítico de cómo había visto ese país al llegar en 1872. Hago ese juego literario.

 

¿Cual consideras que pudo haber sido su efectiva influencia en el desarrollo del marxismo local? ¿Hay alguna información o referencia en relación a esa influencia?

Escasa. Diría casi nula. Él llega en octubre de 1872. Durante 1873 trabaja en la tarea de reorganizar a los comuneros, tiene escasos resultados y lo cuenta en las cartas. En una de ellas es muy explícito en ese sentido, marca la imposibilidad de la revolución en estas tierras, dice que por más que soplemos las cenizas será muy difícil encender el fuego revolucionario. De ahí también el título de la novela. Después viaja a Córdoba y su vida toma otro camino. No porque sea lo que hoy podríamos llamar un quebrado que asume la cosmovisión de la clase dominante, sino porque toma distancia del marxismo y de la lucha revolucionaria, se incorpora como un miembro satélite de esa élite, se forma luego en la universidad de Córdoba, en Mendoza se convierte en juez. Regresa a Buenos Aires para dar clase en la Facultad de Derecho y luego se convierte en asesor del Ferrocarril Central Argentino en propiedad de Gran Bretaña. Su recorrido es muy otro, pero aun así sigue siendo una persona, si se quiere, liberal reformista. Hay algunos documentos que hablan que no era necesariamente un intelectual orgánico de esa élite, promueve la participación de las mujeres en la política, tiene un perfil reformista para la época. Su tarea la desarrolla en esos parámetros, por eso yo pienso los años 30 como una crisis de esas ideas, del marxismo que él había traído consigo, pero también de esa sociedad liberal de la Generación del 80 que con la crisis del 30 también entra en crisis como entran en crisis en Europa las democracias liberales y se da el surgimiento de los fascismos. Aquí entra en crisis el modelo agroexportador, la democracia que el país había sabido construir con la Ley Sáenz Peña, tras el golpe cívico-militar pero también con la proscripción de fuerzas políticas, el llamado voto patriótico, el fraude patriótico, el asesinato en el Congreso de la Nación de Enzo Bordabehere… Es la sociedad del preperonismo, donde hay una crisis de representación muy profunda y una descomposición del sistema político, él habla desde ese momento donde entran en crisis valores que él había asumido como propios y el universo de miradas posibles que habían formado parte de su vida.

 

Wilmart, el personaje, menciona que soplar sobre las cenizas es soplar sobre ese fuego revolucionario que se inició, lo menciona al principio hablando de Londres y Manchester y cuenta cómo el capitalismo había construido su propio sepulturero. Pero plantea que en Argentina es mejor soplar el polvo que las cenizas, ¿a qué se refiere?

Hay un juego entre el polvillo de los textos que él pretende desempolvar y que de alguna manera tienen destino de hoguera que es lo que finalmente pasa con las cartas y los documentos. La familia termina quemando El Capital que él tenia. Wilmart ve la imposibilidad de hacer la revolución en contexto de ese país periférico que había logrado organizarse a partir de una clase en particular que había logrado insertarse como proveedor de materias primas al mundo, a la Europa industrializada y que no tenía el desarrollo de una clase obrera importante, sino que había mas bien un artesanado. Él no encuentra interlocutores para hablar, cuando le envía la carta a Marx diciéndole que no había mucho interés en leer el primer tomo de El Capital que le mandó por fascículos. También le dice: “Podría usted también modificar las categorías o las formas de exponer El Capital porque resulta altamente complejo para los trabajadores existentes aquí”. Se aleja de la idea de la revolución, es un social reformista liberal y planteo en la novela cierto temor por lo que había vivido, por su experiencia y por lo que podía desarrollarse. Es contemporáneo también a lo que fue la represión a los talleres Vassena, la Patagonia Trágica, el desarrollo de la Liga Patriótica. Ahí hay un germen represivo que él desde los 30 y en un contexto del asesinato de un senador de la Nación o de la represión a través de la picana de “Polito” Lugones podría ver como un temor para ese país que ya le dolía como propio. Y para esa certezas liberales que entran en crisis, pero también para las suyas.

 

Wilmart y los debates en la historia argentina

Raymon Wilmart era un hijo de la nobleza belga y arriba en Buenos Aires luego del Congreso de La Haya, donde se da la ruptura entre marxistas y anarquistas, entre Marx y Bakunin y el mandato con el que viajó es el mandato de reorganizar a los comuneros, pero también mantener bajo control un eventual despliegue de los anarquistas. Allí también jugaba una cuestión de clase por su origen. Néstor Leone en la novela se propuso también hipotetizar sobre cómo sería la cultura y literatura de Argentina, recuperando palabras de Jorge Luis Borges: «Si en vez de haber canonizado al Martín Fierro hubiera canonización al Facundo otra sería nuestra historia (a lo mejor). En ese juego literario un poco lo que le hago decir a Raymond Wilmart es si en vez de haber canonizado al Facundo y la idea de civilización y barbarie hubiésemos canonizado la Excursión a los indios ranqueles otra sería nuestra historia y mejor. Y oficia como programa político para la época entre las visiones que veían cómo y de qué forma exterminar a los pueblos originarios y a los reductos de rebelión de los caudillos populares o federales. La novela también es una forma de intervenir en esos debates sobre la historia argentina».

 

Asimismo, en la novela se puede reconocer a un Wilmart desilusionado por el lugar a dónde vino, el lugar que era una copia de París en el sur

La Ciudad de Buenos Aires es otro objeto que trabaja la novela. Esa ciudad a la que llega, de una vida no muy desarrollada y que había sufrido unos meses antes la fiebre amarilla, comenzaba a transformarse y tendrá el sueño de convertirse en una París de América. Muchos de esos integrantes de esa Generación del 80, incluso Mansilla, la pensaron así. Se dice que no quiso ser nación para ser sólo ciudad, en este rincón lejano del mundo. Y que no le alcanzó para ser París y por lo tanto está condenada a ocupar este lugar periférico. Ahí en la novela hay un seguimiento de las transformaciones arquitectónicas de de Buenos Aires, mirando a París, pero condenada a ser esta capital periférica y marginal.

 

No lo menciona a Marx, sino que es «el barbudo señor de Treveris». ¿Por qué esa decisión?

Nunca lo menciona a Marx. Hay una imposibilidad. De alguna manera, comencé a jugar con eso desde el principio de la novela y me parecía que tenía que perdurar. No se nombra a Marx en ningún momento, es una novela sobre el enviado de Marx, pero no está mencionado. Aparece de distintas formas, cambiantes y resignificadas, pero no aparece el nombre de Marx y es una imposibilidad por esto mismo, por los fantasmas, los espectros que acechan la nueva pertenencia de clase, la necesidad familiar de cuidar ese status quo y el fantasma que acecha. Marx es el fantasma que acecha y no se lo nombra. Como no se nombra a Rosas, ahí también hay un juego de tradición de izquierda y lo nacional y popular. Hay un juego ahí también y no se lo nombra a Rosas, que ingresó a la novela, para mí inesperadamente, en la Batalla de Obligado. Pero otro juego es el de Gardel y Corsini, una disputa de una persona que en su ancianidad se la pasa escuchando a Corsini en sus tangos, ahí también menciona a Rosas y a sus tangos mazorqueros los llama él, los tangos del ciclo federal. Hay un juego en tensión con Gardel que era la gloria de tango de exportación y que, de alguna manera, más vinculado incluso en términos políticos, aunque no sea lo más destacado de Gardel en esos años, pero que de alguna manera en esa contradicción permanente que para mí es Wilmart termina gustándole por encima de Corsini. Lo menciona a Corsini, pero en realidad el que le gusta es Gardel. Ahí también está esa cuestión de tensión permanente y contradicción.

 

El autor reflexiona, además, sobre el contexto de la década del 30 y las claves de lectura de la historia argentina, desde la relación civilización y barbarie como eje para pensar al mundo.

Las cosas que se replantea Wilmart en su ancianidad con el miedo a la decrepitud que lo atraviesa es esta certeza que la barbarie acecha desde la trinchera de la civilización, ahí hay un juego en un contexto donde se ocurre el auge de los fascismos en Europa, el crecimiento del nazismo en Alemania, que él habrá leído como algo que lo atravesaba y que lo llenaba de dolor. Ahí está nuevamente la dicotomía de civilización y barbarie, la lectura de ese pasado con la barbarie que acecha, pero desde la trinchera de la civilización, pero no es la barbarie como la que leyó desde su primera llegada la país. Creo que esa es una idea fuerte de la novela.