Imprenteros, una máquina de contar historias

Imprenteros, una máquina de contar historias

La pieza teatral de Lorena Vega, que cuenta la historia familiar de una imprenta del conurbano y reflexiona sobre la importancia de los oficios, es además un libro y una instalación. Y pronto será una película.

El miércoles 19 de abril se realizó un conversatorio sobre la instalación Imprenteros, que propone un recorrido por la historia de la obra de teatro, organizado por la Casa Nacional del Bicentenario y Club Paraíso, un colectivo de artistas que difunden las artes escénicas. Estuvieron presentes Lorena Vega, actriz, directora y creadora de Imprenteros junto a su hermano Sergio Vega. El conversatorio fue moderado por Cynthia Edul, novelista y dramaturga.

Imprenteros es una obra de teatro documental que nació en el 2018 en el marco del ciclo “Proyecto Familia” del Centro Cultural Rector Ricardo Rojas de la UBA. Cuenta la historia de Lorena Vega y sus  hermanos  y la imprenta familiar, a la que les fue negado el acceso por una parte de su familia tras la muerte de su padre Alfredo Vega.

La obra comenzó con cuatro funciones, pero su éxito fue tal que siguió sumando semanas en cartelera y se expandió a otros soportes. En la instalación, que se puede visitar en el tercer piso de la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985) hasta el 30 de abril, se exhiben elementos que forman parte de la escenografía de la obra y del archivo familiar.

Al entrar a la sala se presenta una serie de fotografías de la imprenta familiar, ubicada en Lomas del Mirador. “Estas fotos las sacó César Capasso, amigo mío desde los 17 años –cuenta Lorena Vega–. En el año 2006 le pedí que fotografiara cada una de las máquinas del taller así yo podía imprimirlas y regalárselas a mi papá. César es mi cómplice artístico en la recuperación del territorio de infancia. Gracias a sus trucos fotográficos podemos estar de nuevo en la imprenta familiar”.

En otra de las paredes se proyectan escenas de la obra de teatro. Lorena y Sergio están en el escenario, vestidos con mamelucos que fueron donados por  trabajadores de imprentas. “La Imprenta, el territorio que se disputa, no es un lugar cualquiera, tiene el peso de las revoluciones que cambiaron el curso de la historia de la humanidad. Los trabajadores gráficos formaron parte de esa revolución”, se lee en una de las paredes un texto escrito por Gabriela Halac.

Imprenteros llevó también su historia a un libro, publicado en 2022 y editado por Documenta Escénicas. El libro recupera parte del guión de la obra, fotografías del archivo familiar, diálogos entre los hermanos Vega y relatos.

Lorena Vega lee al público un relato sobre su madre y uno acerca de sus trabajos como costurera. La obra reflexiona también sobre la importancia de los oficios y el conocimiento que se transmite de generación en generación.

Imprenteros funciona como una máquina de contar historias, que mediante la memoria busca recuperar un territorio perdido. “En Imprenteros hay recuerdos de la infancia, de las familias, de las  relaciones con los padres, del oficio, que ahora se vuelven nuestros también”, concluyó Cynthia Edul. 

Made in Argentina

Made in Argentina

Más de 400 empresas nacionales se presentaron en la Exposición del Sello de Buen Diseño Argentino, donde se exhibieron desde ascensores hogareños que se instalan en 24 horas hasta simuladores que permiten practicar cómo extraer petróleo.

El primer ascensor que funciona por depresión de aire, cuyo tamaño y funcionalidad lo hacen parecerse más a un electrodoméstico ya que puede ser instalado en lugares donde un elevador convencional no entra, que además no necesita ni bajo ni sobre recorrido ya que va apoyado directamente al suelo del hogar y se conecta a la red eléctrica de cualquier casa, es decir que no necesita ni siquiera energía trifásica, es sólo uno de los cientos de productos nacionales que se presentaron en la Exposición del Sello de Buen Diseño Argentino, celebrada en el Centro Cultural Kirchner (CCK), todos ellos galardonados por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).

Además de Energía de Misiones (EMSA), la empresa fabricante del Elevador Panorámico Neumático recién descripto, también se encontraban en la feria compañías con muchos años en sus rubros como Ombú o Essen, y junto a ellas emprendimientos que trabajan a una escala de ventas y producción más reducida, como Bolsa Red o Blackñandú.

ANCCOM dialogó con representantes de varias de estas empresas. Por caso, Tasche, dedicada al ámbito textil. Su dueña y diseñadora, Yamila Insaurralde, la define como “un emprendedurismo” que trabaja mochilas, necesers, bolsos y billeteras que se caracterizan por tener muchos bolsillos pensados para cada objeto que se suele usar en la vida diaria, a esto le suman un puerto USB en todas sus mochilas, pensado para cargar dispositivos a lo largo del día. Insaurralde destaca que aparte de tener un compromiso con sus clientes, también lo tiene con el medio ambiente, puesto que trabaja con cuero curtido vegetal, cuyo proceso es menos nocivo.

En otro sector de la muestra, está Flor Dacal, diseñadora principal de Somos Dacal, empresa que tuvo una participación especial ya que colaboró con Ombú para que los encargados de la Expo utilicen las prendas confeccionadas por ellas. Somos Dacal, tal cual es su característica, recicló uniformes clásicos de Ombú y los personalizó para que cada uno de los integrantes del equipo de Sello de Buen Diseño lo luzca en la inauguración del evento. La unión entre Somos Dacal y Ombú, cuenta Dacal, se dio de manera sencilla. “Ombú, al igual que Dacal, a su escala más industrial y más grande, también se dedica a la sustentabilidad, al cero desperdicio, a tener condiciones responsables de trabajo”, afirmó. La diseñadora consideró que esta contribución entre estas dos marcas va en pos de “buscar una nueva forma de ver a la industria argentina, y principalmente nuestro rubro”. El principal objetivo es recuperar prendas y telas de la industria nacional que han quedado fuera del circuito comercial para darles una nueva funcionalidad, buscando así la eliminación del descarte y apoyar en la tarea contra la contaminación que genera la industria textil en el mundo.

Hellbot, como muchas otras, sólo trabaja con diseño y fabricación nacional y en la expo presentó Ecofila, un nuevo diseño del carretel para los hilos de impresión 3D. Lo innovador de este modelo es su funcionalidad y su poder de reutilización, ya que los carreteles convencionales hechos de plástico inyectado eran utilizados hasta que se terminara el hilo para la impresión, para luego quedar en desuso. Con Ecofila la finalidad es reducir esta cantidad de residuos que generan los carreteles comunes.

En el stand de Delta3, ANCCOM pudo probar el Telemando, un simulador visor 3D que se utiliza para la capacitación de personal en una base industrial. Con él, se puede observar toda la planta y los comandos a utilizar por medio de un simulador que, a su vez, puede generar distintas acciones similares a las de la planta real, desde extracción de petróleo hasta una emergencia por un accidente. La utilización de este Telemando tiene como objetivo preceder todo tipo de maniobra y así prevenir errores a lo largo del horario laboral.

Delta3, EMSA, Somos Dacal, Hellbot, Tasche, son sólo un puñado de las 400 empresas nacionales innovadoras y con responsabilidad ambiental que estuvieron en la exposición, botón de muestra de una industria argentina que, pese a las sucesivas crisis, sigue apostando a crear valor con ingenio y calidad.

La vuelta del rollo

La vuelta del rollo

El interés por la fotografía analógica, impulsado especialmente por los jóvenes, se incrementó en los últimos años. La experiencia del contacto directo con el papel, la posibilidad de reflexionar y la recuperación del pasado son parte de una movida que propone pausa creativa frente a la inmediatez digital.

La fotografía analógica no pasa inadvertida y recupera terreno a cada rato. Esta movida artística se encuentra en auge gracias al interés de muchos jóvenes que encuentran en el viejo rollo fotográfico y su revelado una experiencia diferente, que requiere atención permanente en los hechos para lograr capturar el momento preciso. Observar, reflexionar, apostar por lo emotivo y el valor de lo nostálgico son las causas que explican la vuelta de esta práctica contra la inmediatez.

Lo analógico implica volver a los orígenes de la fotografía y recuperar esa experiencia del tiempo muy distinta a la vorágine de lo digital”, afirmó la licenciada en Sociología y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires Silvia Pérez Fernández. “Es posicionarse y producir desde una lógica que se contrapone a la producción y circulación permanente, y a la poca reflexión que impone lo digital, sobre todo pensando en internet”, agregó.

Los fotógrafos amateurs del grupo Crew Analógica definen a la fotografía digital como  de calidad, rápida, segura y prácticamente gratis, pero también efímera y fugaz. Señalan, por otro lado, que lo analógico cuenta con un encanto que la inmediatez de un celular rara vez captura: “la esencia de tomar una foto”. Es por ese motivo que los fotógrafos afirman su preferencia hacia lo analógico, no sólo como un pasatiempo sino también como un medio de trabajo.

Para el fotógrafo profesional Agustín Marigliano, la fotografía analógica tiene una carga emotiva intrínseca, un valor de lo nostálgico. Y si bien considera que este tipo de arte lleva más tiempo y más dinero que la fotografía digital, dice que le permite observar, pensar y reflexionar con más detenimiento.

“Hace un tiempo la fotografía analógica entró en un auge importante”, dijo la curadora de la revista digital Cualquiera Magazine, Claudia Yáñez. “Por suerte, creció el interés por sacar analógicos, por arreglar cámaras consideradas antiguas y comenzaron a venderse más rollos de distintas características para fomentar la experimentación y tener resultados increíbles”, agregó.

Los gerentes de comercios del rubro fotográfico confirmaron este aumento en la compra de rollos: “Actualmente vendo alrededor de tres rollos por semana, cuando hace un par de años ya no vendía ninguno”, dijo el dueño del local de Kodak ubicado en Alem 568, en la Ciudad de Buenos Aires. “Es notorio el interés de un grupo de jóvenes de entre 20 y 25 años por este tipo de fotografía, sobre todo a partir del 2019”, agregó.

Según los últimos datos disponibles del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) y la Nomenclatura Común del MERCOSUR (NCM), entre 2017 y 2019 hubo un aumento del 2,8% en las importaciones de cubas de operación automática y programación electrónica para el revelado de películas fotográficas, así como de papel fotográfico en rollo.

 

El presidente del Centro Mayorista de Fotografía, uno de los importadores y distribuidores de insumos fotográficos más grandes del país, Darío Prilik, confirmó que en 2018 se vendió un 6% más de películas que el año anterior a nivel mundial, y que desde 2017 existe un público más joven que tiende a preferir una cámara analógica.

El regreso de los míticos rollos Ektachrome o Neopan Acros demuestran que las grandes empresas fabricantes de insumos fotográficos, como Fujifilm y Kodak (dos de las marcas pioneras en el mercado a principios del siglo pasado), retomaron sus estrategias de marketing para sus productos analógicos tras notar un aumento en el interés y la demanda de los mismos.

En Argentina, muchos fotógrafos mantienen su ideal de dedicarse a la fotografía analógica a pesar del costo de los insumos. Según el catálogo de precios del Centro Mayorista de Fotografía, en 2020 un rollo KODAK Color Plus valía alrededor de 594 pesos y en 2022 aumentó a 2.544. En el mismo período, un rollo Ektar ISO 100 pasó de valer 1.529 pesos a 5.126. En ambos casos, los productos triplicaron su precio.

“Este tipo de arte tiene sus seguidores, quienes hacen lo posible para llegar a sus objetivos” dijo la fotógrafa profesional María Isabel Priore.

Ana Harff, también fotógrafa profesional y activista body positive, señaló que lo analógico le permite pensar más en lo que hace y aprender de sus errores de una forma que con lo digital no le resulta posible. Harff considera que estamos “mal acostumbrados a tener muchas fotos en los celulares, lo cual nos lleva a perder el contacto con las imágenes que son realmente importantes para nosotros”.

En esta línea, algunos artistas confirman que la práctica de sacar una foto con cámaras “viejas” requiere disciplina, paciencia y estilo para crear la escena antes de que el disparo salga, lo cual es algo que se ha perdido con la ansiedad de tener la foto en el momento. La fotógrafa Micaela Peón dijo: “Pienso que efectivamente la fotografía analógica plantea una resistencia al mundo digital, a priori todo el proceso de toma de fotos con posterior revelado y digitalizado cuestiona la idea, tan corriente hoy en día, de lo inmediato”.

El despertar de la fotografía analógica en los últimos años se ve también en medios de difusión como Revista Dislexia y en el surgimiento de cursos, tanto virtuales como presenciales, como los de Shoot Film o Santa Talleres.

El fotógrafo analógico y docente de Fototaller Monte Negro, Leonardo Marino, entiende que este estilo de arte visual puede desgastarse, pero jamás perderse. “La fotografía analógica ya tiene un presente y no creo que muera nunca, siempre va a tener un público cautivo”, dijo.

Las fotos del hambre

Las fotos del hambre

El fotógrafo Juan Pablo Barrientos presentó su libro Conurbano en tiempos de coronavirus con una muestra de imágenes en el Museo del Hambre. Un relato sobre la vidas precarizadas en medio del aislamiento.

Conurbano en tiempos de coronavirus es un libro producido por el reportero gráfico y cronista visual Juan Pablo Barrientos que se presentó mediante una muestra fotográfica en el Museo del Hambre el pasado viernes 31 de marzo. A pesar de lo que se puede pensar sobre lo que implica la presentación de un libro, esta propuesta se trató de una experiencia totalmente diferente.   

El libro relata a través de un corpus de fotografías lo que fue la cruda realidad que afrontaron las personas que vivieron con escasos recursos dentro del AMBA en el periodo de emergencia sanitaria por el Covid-19 en 2020. Muestra la precariedad y lo normalizada que está la desigualdad social para una importante parte de la sociedad.

Se trató de una enriquecedora experiencia en la que la muestra busca realizar el mismo recorrido que se presenta en el libro. Al llegar al Museo del Hambre, en Av. San Juan 2491, CABA -y tal vez como una metáfora-, para ingresar había que descender por unas escaleras para acceder al espacio donde estaban dispuestas las fotografías. Descender para conocer las precarias condiciones en las que vivieron estas familias de bajos recursos en una situación extrema. Por su parte, el nombre del museo, tal como lo explican sus representantes, surge con “el afán de poder convertir al hambre en objeto de museo y que nunca más lo encontremos afuera como lo estamos encontrando”.

Contó Barrientos que cuando comenzó con su recorrido, salía todos los lunes y miércoles para poder tomar sus fotografías. Sin embargo, a medida que la situación sanitaria se agravaba, tuvo que optar por realizar sus visitas a los barrios más pobres del conurbano una sola vez por semana. A pesar de esta reducción, su compromiso con las familias que día a día iba conociendo crecía, tanto que incluso dejó de ser solo un extraño que tomaba fotografías y se convirtió él y su trabajo en un instrumento para hacerle frente a la crisis económica y sanitaria. Se mostró sorprendido al descubrir que con una de sus fotografías consiguió una importante circulación e incomodidad: “Esa foto molestó y generó que el municipio responda con obras o con materiales. Provocó que responda alguien”. En la imágen aparece Nancy, una vecina de Vicente López, que había perdido su vivienda en un incendio, sentada sobre los escombros de lo que quedaba de su casa. Cuando la foto dio a conocer esta situación, el municipio entregó materiales para ayudar a la reconstrucción. 

Luego de unos minutos, que sirvieron para recorrer el lugar y observar las fotografías exhibidas en las paredes del museo, colocaron almohadones en el piso. Las personas que visitaban la muestra formaron una ronda alrededor de Barrientos y las invitadas especiales: se trataba de algunas de las protagonistas del libro. El autor enfatizó en lo importante que era darle voz a quienes vivieron en carne propia esta experiencia. Uno de los testimonios de las participantes da cuenta de lo ignorados que llegaron a sentirse durante ese periodo: “El tiempo que duró la pandemia fue muy duro trabajar, fuimos agredidos por el Estado, en vez de ayudarnos nos agredían y no estaban presentes. Vos llamabas al 120 [línea del Ministerio de Salud de la Nación para emergencias y asistencia frente a necesidades a causa de la emergencia sanitaria] y nadie nos asistía”. Según los propios protagonistas de estas historias retratadas, durante la pandemia sólo contaron con la solidaridad que se había creado al interior de cada barrio. En los relatos aparecen anécdotas de cómo se habían organizado llegando a conseguir hasta una ambulancia para ayudarse y asistirse unos a otros. Esta unión es la que aparece plasmada en las fotografías.

Entre las imágenes hay puntos en común que representan lo que fue el coronavirus y lo que es vivir bajo esas condiciones de precariedad. Lo más destacable es cómo se visualizan algunos aspectos de la vida cotidiana, como la inocencia de las infancias retratadas en una de las fotografías donde dos niños juegan en un viejo Renault 12. A su lado, aparece una secuencia de dibujos que muestra lo que para ellos representa este pedazo de chatarra: una nave espacial. A pesar de encontrarse confinados a una atroz realidad, estos niños llegan al espacio en algo que para otros no es más que basura.

Hacia el final del recorrido, el fotógrafo compartió algunas ideas acerca de cuál fue su motivación a la hora de salir en busca de estas imágenes: “Me motivó ver que se hablaba mucho de la situación en la que estaba la gente en CABA, pero nadie pensaba en la gente que estaba en el conurbano que tenía mayores necesidades. Mientras, veía cómo se empezaba a agudizar la situación económica”.

Por otro lado, y desde lo personal, habló de lo difícil que fue salir a la calle en un momento en el que imperaban la incertidumbre y el miedo al contagio. Su preocupación se centró en no contagiar a su hijo, quien pertenecía al grupo de riesgo. A pesar de ello, siguió adelante con su labor social. Y reveló que cuando comenzó esta aventura, nunca tuvo en mente publicar un libro. Sin embargo, el momento llegó y ese proyecto impensado hoy es una muestra que se puede visitar los días 12, 13, 19 y 23 de abril.

La identidad y el legado generacional

La identidad y el legado generacional

Ronda Cultural presentó «Diálogos por la Identidad», una serie audiovisual de seis capítulos que abordan el horror de la dictadura por medio de conversaciones intergeneracionales.

¿Que significa identidad? ¿Cuánto importa su noción en un país como Argentina? Diálogos por la identidad es el nuevo proyecto audiovisual de Ronda Cultural, una asociación civil que propone desde el arte, la ciencia y la comunicación la defensa de los derechos humanos y el acceso libre a la cultura. Se trata de una serie audiovisual de seis capítulos con historias centradas en lo que fue la última dictadura cívico-militar. Con el objetivo de interpelar a los más jóvenes, el formato desarrollado es corto, descontracturado y conducido por Bruna Belaunzarán y Daniel Oscar Riobó, que ponen de manifiesto el intercambio entre generaciones. 

La presentación tuvo lugar en el Museo del Libro y de la Lengua. A modo de anticipo proyectaron tres de los seis episodios. El auditorio presenció gente adulta, jóvenes comprometidos y algunos adolescentes en compañía de sus familiares. Con las luces apagadas y la pantalla reluciendo como el cine, cada vez que un episodio terminaba aparecieron los aplausos sentidos. 

Malena Rosemberg, directora de Ronda Cultural, le contó a ANCCOM sobre las motivaciones que dieron origen a la serie: “A través de focus group entrevistamos a distintos jóvenes y también personas de muchas edades, y vimos que hay familias que se sienten ajenas a la temática de derechos humanos. En algunos casos, la política como mala palabra se transmite de generación en generación” .

Entre otros ejes, la serie enfoca su interés en historias relacionadas al fútbol, a los nietos apropiados que pudieron restituir su verdadera identidad y al proyecto elaborado de manera conjunta entre la Biblioteca Nacional y Abuelas de Plaza de Mayo denominado “Historietas por la Identidad”.

Además de la proyección, se realizó un debate con algunos invitados de relevancia como Andrés Centrone (Coordinador de los programas educativos del Espacio Memoria y Derechos Humanos ex Esma), Ana Tauil (responsable del Área de Formación y Archivo de Nietes) y Claudia Victoria Poblete Hlaczik (nieta restituida).

Sus experiencias son distintas pero coinciden en el compromiso de mantener vigente la historia del país mediante el reconocimiento de los derechos humanos. “Este tipo de programas son de un valor increíble para nuestra búsqueda porque traen a las nuevas generaciones vivencias de algo que todavía está pasando. Necesitamos seguir buscando la forma de que la gente que no sabe quién es lo sepa. La apropiación no solo afecta al apropiado sino a toda la sociedad a su alrededor”, sostuvo Poblete Hlaczik.

Uno de los capítulos tematiza la fotografía como elemento vital para la memoria. Ronda Cultural le pidió a los invitados una fotografía actual que para ellos va a quedar en la historia como hecho importante. Las luces volvieron a apagarse y aparecieron en pantalla fotos emocionantes. Coincidieron entre los invitados la relación visual entre el rechazo al fallo de la Corte Suprema por el 2×1 a genocidas y la marcha por la lucha por la sanción de Ley Acceso a la Interrupción del Embarazo. “El pañuelo se resignificó en nuevas conquistas necesarias. Simbolizó la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo y ahora lo es para conquistar los derechos de las mujeres”, añade Poblete Hlaczik.

“Las nuevas generaciones deben apropiarse de las luchas como ellos quieran. Si quieren cantar un trap sobre la memoria, que lo hagan. Tenemos que generar las condiciones para que suceda a su manera”, afirma Centrone.

“Pensar el pasado desde el presente es nuestro objetivo. Las problemáticas actuales en torno a la economía, política, los sentidos que tienen esas palabras tratamos de abordarlas desde lo que nos pasa ahora y aprovechar para recordar situaciones del pasado”, agrega Tauil.

Finalizó la charla y se sortearon libros Historietas por la identidad, un proyecto surgido como herramienta para la memoria, desde un costado popular como lo es la historieta. Uno de los ganadores fue un adolescente que recibió el ejemplar y tal vez esa sea su interpelación con la historia.

La intención de Ronda Cultural es que la serie pueda circular como material para los docentes de espacio de educación formal y no formal. 

“Nos quedan un montón de desafíos. La identidad siempre está en construcción, compete a las instituciones culturales preguntarse por ella. Es una posición política para nosotros”, sostiene Rosemberg. 

Tienen el objetivo de seguir aportando a la noción de identidad en otros formatos. A pesar de la autogestión y lo complicado que resulta conseguir fondos, quieren hacer una serie de podcasts sobre distintas personas que sufrieron las consecuencias de la última dictadura cívico- militar.

La serie ya estrenó su primer capítulo en el canal de Youtube de Ronda Cultural. Van a subir un nuevo episodio cada semana. Ahora solo queda esperar la recepción pero ya tuvieron un adelanto positivo con los aplausos y palabras de aliento de los presentes en el evento. 

Una banda única en el mundo

Una banda única en el mundo

La Banda Sinfónica Nacional de Ciegos es otro invento argentino. Realiza sus ensayos y presentaciones con partituras en braille. El director da las indicaciones con chasquidos de sus dedos, o de cualquier manera audible. Crónica de un ensayo lleno de luz.

Los chasquidos interrumpen el barullo en el anexo del Ministerio de Cultura enclavado en Almagro. Ese es el refugio para los ensayos de la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos. Los músicos en la sala forman un semicírculo. Los vientos se sitúan al frente, del más agudo al más grave; detrás se colocan las cuerdas, y al fondo la percusión y el piano. En el centro, frente a los músicos, se ubica el director de orquesta. Desde su alto asiento y con movimientos marcados y sonidos certeros se encarga de que funcionen como un reloj.

Algunos músicos repasan con sus dedos las partituras durante las pausas del ensayo, para refrescar su memoria sobre alguna parte de la composición. El movimiento de pies y de cabezas marca el ritmo de los clásicos que tocan. Sólo resta escuchar.

Un poco de historia

Integrada por 55 músicos, ciegos y no ciegos, la banda sinfónica es la única de su tipo en el mundo. Bajo el nombre de su fundador, el maestro Pascual Grisolía, el 15 de octubre de 1947 se presentó por primera vez en un escenario. Ese día interpreó un clásico de clásicos: “Sinfonía inconclusa” de Schubert.

La banda forma parte de los organismos estables que dependen del Ministerio de Cultura nacional y su objetivo es difundir el repertorio sinfónico de la banda y música originaria de nuestro país. Se puede entrar de dos formas: por concurso o contratado. En ambos casos se requiere la certificación de la discapacidad visual y cumplir con antecedentes musicales. Para poder ingresar se realiza una demostración del instrumento que el aspirante toca frente a un jurado integrado por los músicos, el director y otras autoridades.

Gerardo “El Flaco” Kessler ingresó a la banda como trompetista gracias a su presentación en los concursos del lejano 2006. En 2008 logró la estabilidad cotractual. Kessler padeció síndrome de Marfan, una condición que produce debilidad de la retina con posibilidad de desprendimiento y que afecta a una de cada 10 mil personas. Tuvo el primer desprendimiento a los 12 años. A los 18 quedó completamente ciego. La música, cuenta, estuvo siempre muy presente en su vida: “Después de quedar ciego me aferré bastante a ella. Fue uno de los cables a tierra, en ese momento con la guitarra”. Después tocó la trompeta, hasta que una cirugía de corazón lo obligó a cambiar de instrumento, por la exigencia física que supone soplar los largos tubos de metal. Pasó al saxofón, y se sumó a la banda en 2015. “Terminó toda esa historia en empezar a tocar un instrumento que quizás, en un primer momento, no había tenido la oportunidad porque no había vacantes, pero que siempre me gustó -explica Kesler-. A mí me encanta la música. Soy capaz de hacer música con lo que sea, entonces fue un desafío lindo, no lo sufrí tanto

En 2015 también entró a la banda el clarinetista Federico Kruszyn. Ingresó después de participar en los seminarios Banda abierta en 2012, 2013 y 2014, en los que músicos externos realizaban tres ensayos y un concierto final. Kruszyn es ciego total de nacimiento, por una retinopatía de prematuridad, un desarrollo anormal de vasos sanguíneos en la retina del ojo que ocurre en bebés que nacen precoces. El primer contacto que tuvo con la música fue a través de un piano que estaba en su casa familiar de Lomas de Zamora. Con apenas 8 años empezó a tomar clases con una profesora que le enseñó a leer las partituras en braille. Cuando cumplió 12, su profesora le propuso acercarse a un instrumento de viento, con la idea de a futuro entrar a la banda. Le dio la idea del clarinete. “Por varios años lo estudié y lo tomé como un trabajo, mientras lo que me gustaba en realidad era el piano, hasta que empecé a tomar clases con Amalia de Giudice, mi profesora actual, y ella me cambió la cabeza”, dice Kruszyn. Sobre su participación en la banda, señala: “el organismo te da estabilidad, vos sabés que a fin de mes tenés el sueldo, después le agregás otros ingresos. Soy docente de musicografía braille en dos conservatorios. Tuvimos que golpear puertas porque las cátedras no existían y hubo que crearlas de cero”.

Oído absoluto

La lectura de partituras en braille es una importante forma de aprendizaje que acompaña a los ejercicios de memorización. Según Kessler, la desventaja siempre fue que con el desgaste común de las hojas, los puntos se aplastan y se deben copiar a mano. Aunque eso cambió al tener una impresora braille, porque los que crean esas partituras lo hacen de forma digital y queda un archivo. Ahora solo hace falta volver a imprimirlas.

“Corchea blanca que con un punto negro la cambiamos a negra. Tutti cambio de tonalidad. Negra con punto semicorchea .Tutti, ¿puede ser? La última frase con diminuendo. Vamos con tutti”, indica el director durante el ensayo, mientras repite incansablemente cada pasaje con pequeñas variaciones, como armando un cubo mágico al que le da vueltas hasta que todos los colores están alineados.

“Tiene que haber mucho diálogo entre los músicos y el director porque todo debe fluir”, dice el clarinetista Kruszyn sobre el ejercicio simbiótico. “El maestro actual es muy joven, es un tipo muy piola, muy abierto. Porque una de las cuestiones a la hora de elegir a la Banda Sinfónica de Ciegos es un poco salir de lo que ellos están acostumbrados”, suma Kessler sobre su director.

La banda tiene un sistema de directores invitados que van rotando. En la actualidad, el maestro Agustín Tocalini ocupa ese rol. Nació hace 31 años en Chacabuco, provincia de Buenos Aires, y es uno de los directores más jóvenes de la historia de la banda. Es asistente de dirección de la Orquesta Sinfónica Juvenil Nacional José de San Martín y profesor en la Universidad Nacional de las Artes (UNA).

“No existen las casualidades, sino las causalidades”, asegura el joven maestro. Tocalini cree que su llegada a la banda estaba predestinada. Su mamá era directora de una escuela de educación especial, su papá fue perdiendo su audición y tiene una amiga, Inés, que “es ciega y canta muy bien”. Llegó al puesto gracias a un convenio del Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación y la UNA para organizar una tecnicatura dirigida a los músicos de la Banda Sinfónica.

Además de hacer los típicos movimientos con sus manos, el director debe establecer una marca sonora para que los músicos entiendan el ritmo y toquen en conjunto. Esto puede ser con el chasquido de los dedos, o bien haciendo sonar la batuta sobre el atril o cantando las notas que luego son replicadas por los instrumentos.

La calidez de Tocalini se imprime en cada una de las indicaciones y en los momentos en que escucha las sugerencias de los músicos, que después incorpora en la ejecución. Esa cercanía aumentó después de su última gira por La Pampa, en la que músicos y director tuvieron la oportunidad de conocerse más personalmente. “Fue una linda experiencia –resalta Tocalini-, aunque es raro, porque los grandes no están acostumbrados a que los dirija un joven”.

A toda orquesta

Una de las dificultades que sufre la banda tiene que ver con su difusión en el ambiente musical y con la captación de nuevos músicos por el doble requisito de ser ciegos y músicos destacados. La escasez de información sobre la banda dificulta el recambio. “Si un chico ciego quiere aprender música, ¿existen las condiciones para que vaya a un conservatorio o a algún instituto público si no puede solventarlo? Muchos chicos no van porque creen que no van a poder leer las partituras. Falta información en el ambiente y que se tome a la música como una posibilidad. La música no está como una opción y eso es sobre lo que hay que trabajar, entren o no a la banda. Primero fórmense como músicos, y después vemos”, reflexiona Kruszyn.

“La banda es un lugar de oro, no solo porque dignifica el trabajo de estas personas, sino porque es una especie de oasis en un campo en el que no existe ni siquiera la posibilidad de laburar”, destaca orgulloso el director Tocalini al despedirse.