Las cárceles como desarrolladoras de videojuegos

Las cárceles como desarrolladoras de videojuegos

Mishka Palacios de Caro ofrece un taller de producción de videojuegos en instituciones de encierro. Un espacio de transdisciplinar de expresión y una posible salida laboral. El gaming como política pública.

La industria del gaming y de los deportes electrónicos pegó un salto evidente en el 2020 con el inicio de la pandemia y la necesidad de encontrar estímulos desde casa. A partir de ese momento, vimos marcas desesperadas por entrar en el tag “gaming”, competencias de deportes electrónicos que se volvieron mainstream vía Twitch, y hasta el Kun Agüero creó su propio plantel de deportistas. Más tarde llegaron los medios y los festivales de música a disputar un espacio en ese terreno. 

Pero, ¿por qué el Estado tomó la posta?¿Qué pueden aportar los videojuegos en tanto política pública? Una respuesta posible se encuentra en el Programa de Desarrollo de Videojuegos en Cárceles, una iniciativa transdisciplinaria que parte del Ministerio de Cultura y el Ministerio de Justicia de la Nación en articulación con la cooperativa En Los Bordes Andando (ELBA) y la Fundación Argentina de Videojuegos (FUNDAV). ANCCOM dialogó con Mishka Palacios de Caro, parte de FUNDAV y coordinadore de contenidos de los talleres del programa. 

¿Cómo se armaron los talleres?

Los talleres se dan en las unidades 24 y 26 de Marcos Paz y en la 31 de Ezeiza. Las dos primeras son de jóvenes adultos varones y la 31 es, dentro de la cárcel de mujeres, la unidad de las mujeres que son madres; muchas están con sus hijos en la cárcel. Se armaron salas de tecnología dentro de las penitenciarías, cuando tenemos taller los chicos acceden y tenemos una conexión a internet blindada, por supuesto. Siguen estando presos entonces tienen limitados los accesos y demás: a redes sociales no pueden acceder, por ejemplo. Pero sí estamos trabajando online y, de hecho, estamos proponiendo para el año que viene que empiecen a armar estudios dentro de las penitenciarías pero que puedan tener comunicación interna. Porque los chicos y chicas que participan de los talleres en las distintas unidades están teniendo formaciones diferentes.

 

¿Las formaciones varían por sus intereses o por los contextos? 

Primero hacemos un poco de exploración vocacional entre los y las chicas y después también vemos qué docentes tenemos en qué lugar y cuáles son las disciplinas para las que son más idóneas esas personas que están dando las clases. Los videojuegos son transdisciplinares: necesitan música, arte, escritura, programación, un montón de cosas. En base a lo que vemos que les interesa a les pibis pensamos cómo podemos formales en eso y empezamos a trabajar.

 

¿Por qué vincular la industria de los videojuegos con la política pública?¿Qué viste como oportunidad ahí?

Cuando empecé a trabajar, en 2011, con mis colegas decíamos, entre otras cosas, que estaba empezando a aparecer una escena competitiva de algunos deportes electrónicos que en Argentina antes eran medio inexistentes y en ese momento era también bastante amateur . Entonces comentábamos: esto hubiera sido nuestro sueño en la adolescencia (ya no éramos adolescentes, estábamos en los treintas). Ahí entendimos que había que pavimentar el espacio para que les pibis de la nueva generación logren hacer algo que no se estaba pudiendo hacer acá de una forma un poco más ordenada. Ya para 2014 veíamos una parte industrial y empresarial muy instaurada, pero los independientes y la gente que se estaba formando muchas veces salían de las universidades y quedaban ahí boyando viendo qué pasaba en una nebulosa medio extraña hasta que bajaba una empresa, los agarraba y decía: vos me servís, como si fuese la garra de Toys Story.

 

Y ahí empezaron a armar el colectivo que hoy es FUNDAV… 

Claro, porque veíamos que había una parte de la formación profesional, que es la formación técnica, que estaba faltando: los primeros pasos, cómo tener una entrevista, cómo negociar un sueldo o hacer proyectos. Hay muchas universidades en donde te enseñan a hacer videojuegos y no hacés un videojuego en toda la carrera, es rarísimo. A la par de eso que estábamos formando, tuve la suerte de viajar a capacitar grupos y trabajar en colonias tecnológicas, talleres de videojuegos y jams con adolescentes y preadolescentes en varios lugares del país. Ahí me enfrenté con distintas realidades: viajé por Bahía Blanca, Tucumán, Mendoza, Jujuy, Tierra del Fuego. Pensaba eso de que la tecnología está más democratizada, y la verdad es que no hay una democratización absoluta, sí se habla de eso pero esa democratización es del consumo, no de la producción. Muchos acceden a Netflix, pero ¿cuánta gente puede producir una serie para Netflix? 

 

¿Esa es la visión que trae FUNDAV? 

Exacto. Lo que incentivamos es el desarrollo independiente y con caracteres más artísticos. Entendemos, a partir del trabajo con desarrolladores independientes que están en sus primeros proyectos, que la formación en videojuegos no es siempre de ámbitos profesionales, es decir, a través de las universidades o institutos. Hay muchas personas que entran en los videojuegos con una formación de oficio, haciendo. Y si tenemos los recursos necesarios es muy fácil trasladar eso a cualquier lugar: en este caso a las penitenciarías.

 

¿Por eso el Programa es de desarrollo de videojuegos?

Sí. Todo el mundo juega videojuegos en el celular, todos saben que en Argentina se hacen videojuegos porque existe el Preguntados. Pero cuánta gente sabe que se puede hacer videojuegos en Argentina y que, encima, puede hacer su propio videojuego.Cuando entramos en la cárcel, el primer choque con los chicos es ese: este es un taller de videojuegos. ¿Vamos a jugar? No, vamos a hacer videojuegos. Después de eso viene entender cuál es el alcance de un videojuego, que no tiene por qué ser super visual, ni 3D ni flashero. Con los chicos estamos haciendo aventuras de texto…

 

¿Como un Elige tu propia aventura?

Pero automatizado en la web. 

 

¿Sobre qué escriben?

Los primeros juegos o cosas que tienen para contar son autorreferenciales, hay como unas temáticas repetidas o distintos lugares comunes que van encontrando y que está buenísimo explorar. Cuando empiezan a soltarse y entienden más los alcances de la herramienta surge “quiero hacer algo que hable de un soldado en Ucrania que no quiere ir a la guerra entonces se va a una granja escondida en no sé dónde” y está muy bueno. Por ejemplo, hay un proyecto nuevo que el chico que lo está haciendo no quería contar porque quiere hacer un romance entre un pibe que está en la cárcel y su novia que está afuera, entonces tiene el celular de contrabando y se mandan mensajes, tiene que ver cuándo lo puede cargar y todo eso. Él no lo quería contar porque tenía miedo de que sus compañeros del taller lo burlen; pero hace poco se animó, lo contó y estaban todos re copados dándole ideas. Ahí te das cuenta que los preconceptos que tenemos sobre las identidades que están en las cárceles son unos y las realidades que te encontrás son otras. Incluso les pasa a ellos mismos.

 

Ahí de nuevo la importancia de hacer el énfasis no en jugar los videojuegos, sino en hacerlos. Sus historias siempre las contaron quienes no las viven, ¿no? 

También, así como pasa en la cárcel pasa en todos lados. ¿Cuántos juegos hemos visto sobre pibis trans en pueblos chicos? Además, al nivel del consumo pasa que ya no importa si el juego es para Playstation 4 o 5, si se ve mejor o peor, la gran diferencia es la historia que me estás contando. Por eso, empezaron a aparecer un montón de juegos independientes, experimentales, que ganan un montón de pulsión en el mercado y un montón de tracción y tienen que ver directamente con cuál es la narrativa que están contando.

 

¿Y ayuda a tener una herramienta para la reinserción?

Sí, de hecho desde FUNDAV y en articulación con los ministerios nos estamos contactando con estudios para que el día de mañana cuando les chiques salgan en libertad tengan un trabajo garantizado. Porque una de las cosas que vemos o que nos cuentan es que hay mucha gente que es reincidente y un gran grado de esa reincidencia tiene que ver con que cuando salen, como tienen antecedentes, no consiguen trabajo, nadie los toma. Y la gente igual necesita comer, pagar sus facturas y alimentar a su familia… Por eso, cuando hablamos con algunos representantes de los estudios nos decían: a mí no me importa si el chico, la chica, tiene antecedentes, me interesa que sepa trabajar. La industria tiene un superavit de empleabilidad: hay más empleos que trabajadores calificados. Si yo puedo formar pibes adentro de la cárcel y el día de mañana cumplen la condena y salen, una parte de la reinserción es conseguirle un trabajo. Ahí el Ministerio de Cultura y el de Justicia están intentando articular con el Ministerio de Trabajo para ver si podemos darles alguna facilidad a estos chicos para cuando salgan o a las empresas que los contraten.

 

¿Cómo ven la repercusión de los talleres entre les pibis?

Hay de todo, hay pibes que vienen porque quieren participar del taller, aprender y formarse y están remanijas, si tuviéramos la posibilidad de hacer el taller dos o tres veces por semana o más horas el mismo día estarían ahí. Otros chicos lo usan más como un espacio de expresión, o de relajación. Depende del día, a veces ven si pueden escuchar algún tema de música o si pueden ver las noticias de sus localidades, lo usan de contacto con la realidad; hay unos pibes, por ejemplo, que siempre me preguntan cómo está la calle. Después también hay gente que encuentra su vocación y empiezan a hacer exploración, encuentran de qué quieren trabajar y nos piden: quiero hacer música, videojuegos, otras cosas. Y obviamente también hay gente que deja de venir, ¿no? Los talleres son opcionales, depende de distintas cuestiones en sus legajos pueden acceder o no al taller. Ellos se anotan y el servicio penitenciario después define quién puede acceder y eso. Hay algunos que se anotan y se quedan, otros pierden el interés y dejan de venir. 

«Nos estamos cagando de hambre»

«Nos estamos cagando de hambre»

El Gran Chaco es, según el INDEC, el aglomerado urbano más pobre de la Argentina. Siete de cada diez habítantes se encuentra en un grado de inseguridad alimentaria.

Según los datos del INDEC, Gran Resistencia es el aglomerado urbano con la pobreza más alta del país con 49,9% en el primer semestre del 2022, pero bajó 2,1 puntos porcentuales respecto al año anterior. Las condiciones de pobreza alcanzan a 209.411 personas del área que conforman Resistencia, Barranqueras, Fontana y Puerto Vilelas. Por su parte, la indigencia es del 15%, representando a 63.038 habitantes. Estos resultados corresponden a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) respecto al primer semestre de 2022 que alcanza a 29,1 millones de personas y 9,7 millones de hogares, a nivel nacional.

“Los datos reflejan la realidad, en el Chaco no estamos llegando a fin de mes”, comentó Ariel Ortiz, habitante del barrio San José Obrero de Resistencia y militante de La Poderosa. “Hoy el ingreso de un albañil es de 15.000 pesos por semana y no sirve de nada, con 60.000 pesos por mes no hacés nada, estás casi por debajo de la línea de indigencia y solo te alcanza para comprar lo necesario. Si querés mantener una familia, tenés que elegir entre comer todos los días o comprar unas zapatillas para que los chicos vayan a la escuela y, en general, tenemos que decidir si comprar un jean o comer dos días más”, agregó.

En diálogo con ANCCOM, la ministra de Desarrollo Social de Chaco, Pía Cavana, comentó su preocupación respecto no solo a la situación de la provincia, sino por el aumento de la pobreza en toda América Latina luego de la pandemia. Además mencionó: “Es importante la creación de políticas sociales para atender a la situación de pobreza que realizamos desde el Ministerio. Los indicadores ayudan, pero es necesario una visión holística”.

El Instituto de Estadística y Ciencia de los Datos (IPECD) de la provincia del Chaco, registró una suba del 5,5% del IPC en el mes de octubre en el aglomerado de Gran Resistencia, con una desaceleración respecto al registro previo (6,7% en septiembre). Sin embargo, las mayores variaciones se dieron en los capítulos de ‘Alimentos y bebidas’ (6,17%) e ‘Indumentaria y calzado’ (6,17%).

Estas cifras no hacen más que reflejar las necesidades de los barrios populares, sobre las cuales Ariel Ortiz indicó: “Hoy la mayoría de las familias tiene solamente una comida por día. A veces tengo para comprar para el desayuno, el almuerzo y la cena, pero hay veces que no lo puedo hacer y tengo que decidir. Los ingresos no me alcanzan para comprar buena mercadería de comida y artículos de limpieza. Las necesidades están, pero no hay una respuesta concreta del Estado, ya no sabemos cómo decir que nos estamos cagando de hambre”.

Teniendo en cuenta este contexto, la directora del Instituto de Investigación Social, Económica y Política (ISEPCi) de Chaco, Patricia Lezcano, comentó: “Vemos con preocupación que no existan políticas públicas claras y concretas dirigidas a revertir esta situación que debería ser unas de las prioridades de la gestión actual”.

«El 62,8% ha tenido que suprimir una de las cuatro comidas diarias”, comentó Lezcano.

“En los últimos días se presentaron desde el ISEPCI los datos nacionales del IFAD (Indicador Familiar de Acceso a Derechos) que arrojó datos contundentes: 7 de cada 10 hogares (el 70%) se encuentran en situación de inseguridad alimentaria’. Cuando las personas ven disminuida su capacidad de acceso a los alimentos, operativamente, se define como la reducción de las porciones y/o supresión involuntaria de comidas en el hogar, y en este sentido un 64,3% de las familias relevadas han tenido que reducir la cantidad de porciones durante las comidas por falta de dinero y el 62,8% ha tenido que suprimir una de las cuatro comidas diarias”, comentó Lezcano.

“En cuanto a las privaciones recientes de alimentos en el último mes, el 70% de las familias entrevistadas refiere en términos generales haberse privado de consumir carnes, verduras, frutas, cereales o legumbres por falta de dinero”, dijo, y agregó: “Hoy más que nunca necesitamos que el Congreso trate y apruebe el proyecto de ley para congelar los precios de los alimentos básicos por doce meses. No hay futuro posible si en el presente no están garantizados los derechos básicos e inalienables  a la mayoría de nuestra población”.

Ante esta situación, también se suman demandas históricas por la falta de luz y agua en los barrios populares de Gran Resistencia. Al respecto, Ortiz resaltó: “Estuvimos toda la pandemia sin agua y hoy esa realidad no cambió mucho. También tenemos puntos en los barrios que no terminaron de hacer el tendido eléctrico y se vienen los calores. Además se suma la falta de ripiados, las veces que salimos a tomar colectivos es a los saltos o con las zapatillas en la mano, y basurales a cielo abierto porque no hay horarios fijos de recolección”.

“No sabemos cómo decir que los barrios populares la estamos pasando mal en todo sentido”, concluyó Ortíz. Los datos tienen una correlación con la realidad que están atravesando los barrios de Gran Resistencia y es inminente la respuesta del Estado con políticas sociales que atiendan las demandas de la población.

 

Del productor a tu mesa

Del productor a tu mesa

Nacida en 2010, la cooperativa Colectivo Solidario ofrece frutas y verduras agroecológicas y artículos de cosmética natural con la premisa de comercializar productos de productores directos y la intención de fomentar la economía social y participativa.

La cooperativa Colectivo Solidario propone una forma de comercialización y consumo alternativos, inscriptos en el marco de la Economía Social y Solidaria. Posee dos espacios de venta al público, ambos ubicados en la Ciudad de Buenos Aires: el Almacén Cooperativo Palermo (sobre el final del pasillo en el Mercado de Economía Solidaria Bondpland, Bonpland 1660) y el Almacén Cooperativo Colegiales (Céspedes 3081), donde ofrecen frutas y verduras agroecológicas, y además realizan envíos gratuitos en la ciudad.

“Somos una cooperativa de trabajo, es decir, somos trabajadores organizados que llevamos adelante el proyecto, sin un patrón. Se trata de una comercializadora solidaria: vendemos productos de productores directos”, comenta Pamela, parte de los siete socios que llevan adelante Colectivo Solidario. El proyecto reúne una variedad de productos (alimentos, cosmética natural, elementos de limpieza, entre otros) de más de 40 productores de distintas partes del país, los cuales siguen, a su vez, los lineamientos del tipo de economía por la cual pugna la comercializadora.

“La cooperativa nació en 2010, ideada por estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA –dice Pamela–. Empezaron a hablar, investigar, y se dieron cuenta de que la comercialización era una instancia que los productos de empresas recuperadas por trabajadores no tenían, no había dónde ubicarlos. Entonces, decidieron armar una cooperativa orientada al consumo, para poder organizar a los consumidores y concientizar a las personas sobre la importancia de consumir en el marco de la economía social, que todavía no era un término muy conocido. En principio era acotado lo que se vendía, de a poco se fue estructurando y organizando el proyecto, que se terminó de hacer efectivo después de la participación en una feria del Centro Cultural IMPA, el cual es un espacio recuperado emblemático de nuestro sector”.

Ignacio, otro de los socios fundadores de la cooperativa, agrega que el detonante que motivó su desarrollo fue la vinculación y relación entre tales estudiantes y los trabajadores de la fábrica de chocolates Arrufat, que se encontraba en pleno proceso de recuperación. “A partir de esa experiencia el grupo se organizó, intentando volcar el consumo de alimentos a les productores de la economía social y solidaria”.

Desde entonces la comercializadora ha ido creciendo, al punto que hace un año organizaron la primera Federación de Comercializadoras (cooperativas de trabajo) del país. Allí, las diez entidades participantes llevan una agenda en común y compran colectivamente toneladas de frutas y verduras. Lo que impulsó la creación de dicha Federación fue el espíritu de la cooperativa, el establecer vínculos solidarios y tejer redes con emprendimientos similares en pos de un mutuo aprendizaje y colaboración.

“Elegí la coope porque es un sistema de trabajo que encaja con mis ideales —destaca Ignacio sobre su participación en el proyecto–. Creo que desde este espacio se pueden construir grandes realidades, tanto del productor y el modelo productivo como la realidad del consumidor y el sistema de consumo. Además, se sostiene trabajo asociativo y justo para quienes distribuyen el alimento”.

Por otra parte, Pamela explica que Colectivo Solidario no comercializa productos de emprendimientos desarrollados por una única persona, ya que esto iría en contra de la economía social: “Intentamos que los proyectos participantes sean colectivos autogestionados, para poder fortalecer la mirada que tenemos con la cooperativa: no trabajar desde la individualidad”. Para cerciorarse del efectivo cumplimiento del espíritu social, los socios de la cooperativa se encargan de realizar una breve investigación de los emprendimientos acudiendo al lugar de producción cuando es posible, o a través de una ‘certificación colectiva’, es decir estableciendo contacto con las redes ya existentes del sector para recibir recomendaciones e información.

“Durante estos 11 años aprendimos mucho acerca de la realidad de los productores, en principio fue conocernos y luego transitar una relación cercana que nos permita comprender las problemáticas del sector y abordarlas de la mejor manera. Al cabo de tantos años sabemos con quién trabajamos y los nuevos proyectos están en etapa de conocimiento”, sumó Ignacio respecto a las cooperativas cuyos productos son comercializados por Colectivo Solidario.

Asimismo, aparte de la Federación y los dos almacenes, la comercializadora está presente en la Feria del Productor al Consumidor, iniciativa de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria (CaLiSA) de la Facultad de Agronomía de la UBA. “Para nosotros es un puesto de venta importante ya que va mucha gente. Se desarrolla en La Agronomía los segundos sábados y domingos de cada mes. La gente va y se tira con el mate, compra, tiene un patio de comidas a disposición, hay eventos culturales”, menciona Pamela, y destaca la tarea de gestión que conlleva ya que previamente acuden con la cooperativa a realizar tareas de limpieza y reparación del parque.

–¿Cómo se traduce el ‘consumo responsable’ en la práctica?

Ignacio: Es una manera diferente de percibir la alimentación, pensar que los alimentos no son mercancía y reflexionar sobre cómo viven y producen quienes están dentro de la economía social popular y solidaria. Qué mundo queremos al momento de elegir alimentos es un objetivo que perseguimos quienes comercializamos.

En este sentido, Pamela agrega que parte de su trabajo es informar a los consumidores. “Detrás de los productos están los productores y es lo que intentamos visibilizar: de dónde vienen las cosas, cómo se hacen. Tratamos que haya un vínculo entre productores y consumidores; prepandemia organizamos muchos encuentros con productores en el mercado. La miel que venden los supermercados muy barata no es, en realidad, miel pura, entra en cuestionamiento qué es lo que consumimos, qué calidad tienen los alimentos y productos. Ahora con la inflación nuestros precios son más competitivos; es difícil la rueda financiera de este tipo de proyectos porque no tenemos el lugar de acopio ni el dinero para comprar mucha mercadería, tener stock y bajar el precio”.

Asimismo, el Mercado de la Economía Solidaria Bondpland, donde se encuentra uno de los puntos de venta de Colectivo Solidario, tiene por sí mismo una historia ligada al tipo de emprendimientos que actualmente incorpora. Se trata de un lugar que fue recuperado por los vecinos de Palermo en el 2001; las asambleas barriales se reunían allí para hacer frente a un país en crisis. “Un señor que trabajaba con productores del sector, quien nos ayudó en el desarrollo de la cooperativa, comenzó a realizar proyectos con el Estado para armar el Mercado: los puestos, las estanterías y pisos. En ese proceso de recuperación fuimos ingresando las cooperativas”, comenta Pamela.

A su vez, explica, son las propias organizaciones del Mercado quienes lo gestionan a través de una asamblea mensual. “El diálogo con el Gobierno de la Ciudad fluctúa, a veces es bueno, otras no tanto. Pero siempre con ganas de conciliar las diferencias. Nos deben obras hace muchos años: no tenemos gas y se deben realizar obras de infraestructura en los techos; esto hizo que el propio Gobierno de la Ciudad, que no realizó las obras pertinentes, nos clausurara en un momento”.

–¿Cuáles son los objetivos de la cooperativa hacia el futuro?

Pamela: Queremos ampliar el rango horario del local de Colegiales, lo que también implicaría nuevos puestos de trabajo para otros compañeros. Cada vez que alguien se suma al proyecto es un desafío, porque la persona tiene que entender que no sólo viene a cumplir un horario sino que hay muchas cosas que pensar y hacer. También nos gustaría poner un galpón propio; sobre todo, encontrar alguna forma de financiamiento para poder stockearnos de mercadería y combatir la inflación. Además, queremos seguir generando encuentros con productores: a veces hacíamos visitas a los campos de donde vienen los ‘bolsones verdes’ y la gente podía acudir a la visita para conocer al productor. Estos lugares generan comunidad, sos parte de un proyecto. Lo lindo es que siempre hay nuevas cosas para hacer, nuevos desafíos, que van surgiendo en el año.

 

 

Por una alimentación sana, segura, soberana y saludable

Por una alimentación sana, segura, soberana y saludable

La red de Cátedras Libres de Soberanía Alimentaria y Colectivos Afines (CALISAS) con el apoyo de la Fundación Heinrich Böll, presentó el Primer Informe de Soberanía Alimentaria. Denuncia que los gobiernos han apañado al agronegocio y al extractivismo, generando problemas en diversas comunidades.

La red de Cátedras Libres de Soberanía Alimentaria y Colectivos Afines (CALISAS) presentó el Primer Informe Anual de la situación de la Soberanía Alimentaria en la Argentina, en el Salón del Consejo Directivo de la Facultad de Medicina de la UBA, el jueves último.

Este trabajo fue llevado a cabo por CALISAS y la Fundación alemana Heinrich Böll – Cono Sur, que nuclean docentes, estudiantes y profesionales de distintas ramas de la salud, así como también organizaciones independientes que se dedican a defender los derechos por una alimentación sana, segura, soberana y saludable de distintas regiones del país.

Pedro Cerviño, representante de la red de cooperativas de alimentos, que combina trabajos con la red y comercializa los productos de un conjunto de cooperativas y productores de todas las regiones del país, explicó que actúa como una contraparte de la fundación Heinrich Böll prestando un servicio de administración y acompañamiento a la red. Explicó que para los compañeros de la cooperativa fue importante llevar adelante este informe: “Se sintieron halagados y muy a gusto con encarar el trabajo, ya que la Soberanía Alimentaria está abordada desde distintos lugares”. Desde la red de alimentos trabajan con especialistas de varias regiones para indagar en la temática, con la idea de crear un espacio de producción y promoción de alimentos sanos. Aseveró que el informe debería ser una referencia obligada para quienes están insertos en la soberanía alimentaria.

A continuación, docentes y profesionales de distintas universidades del país pertenecientes a la red CALISAS, entre ellas Soraya Ataire (Salta), Antonella Geronaso (Jujuy), Mara Eliana Manzur (Formosa), y Melina Gai (Santa Fe), explicaron los hallazgos.

El informe

El informe, distribuido en nueve capítulos, celebra la participación de las universidades públicas que evidencian una preocupación por la soberanía alimentaria, también la adopción de políticas públicas que contribuyen a su implementación en algunas cuestiones. Por otra parte, cuestiona que algunas políticas públicas también limiten y amenacen el avance de la soberanía alimentaria en nuestro país. Y por último se exige el cumplimiento de las propuestas del Foro Agrario para un programa Agrario Soberano y Popular del año 2019, así como también las recomendaciones dadas por la Relatora Especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación Adecuada en el mismo año.

El público que asistió a la presentación también aportó su mirada. Docentes e investigadores de distintas universidades, miembros de agrupaciones como Mariano Toranzo, parte de la Campaña Nacional en defensa del Agua para la vida, personas públicas como Leonardo Pérez Esquivel hicieron su devolución: La importancia de cuidar la biodiversidad de nuestro país frente al agronegocio y garantizar el trabajo a pequeños productores brindando alimentos de buena calidad para la población nacional, fue de las principales demandas.

Semillas de libertad

El objetivo del informe busca visibilizar la importancia que tiene la alimentación y la producción agrícola en nuestro país. Denuncia también que los gobiernos han apañado al agronegocio y al extractivismo, generando problemas para gran cantidad de personas. La soberanía alimentaria apunta a abordar cuestiones que tienen como base los derechos humanos. Desde el derecho al agua, como el de los pueblos originarios, hasta el derecho a una vivienda digna y el derecho al trabajo.

La red CALISAS lo que propone es ir más allá de un encuentro netamente académico, para tomar conciencia y problematizar realmente estas cuestiones. Brindar herramientas para que los tomadores de decisiones puedan comenzar a trabajar en ellas. Hacer fuerza para que se escuchen las voces de aquellos a quienes representa este enorme grupo de docentes e investigadores: “Así como los árboles escriben la historia en su panza, en forma de anillos, nosotros conformamos una red para contarles las heridas, las cicatrices, pero también los crecimientos que atraviesa nuestro territorio nacional y lo estamos haciendo juntos y juntas. En forma de memoria escrita para que transforme y nos guíe a todos al buen vivir”, señalaron los organizadores.

Videojuegos peligrosos

Videojuegos peligrosos

La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó a principios de este año la adicción a videojuegos en la lista de desórdenes mentales junto al “uso de sustancias o comportamientos adictivos». El anuncio volvió a poner el foco en un sector del entretenimiento que crece de manera exponencial.

“Si la persona no puede jugar empieza a sentir ansiedad, agresividad, irritabilidad, depresión, aparece el fenómeno de tolerancia que es la necesidad de estar cada vez más tiempo conectado”, explica Laura Jurkowski, psicóloga especialista en adicción a las tecnologías y directora del Centro reConectarse. Según la especialista la adicción a los videojuegos comparte los criterios de cualquier otra adicción comportamental. Esto significa que no hay una sustancia de por medio y lo que es adictivo es la compulsión a realizar una conducta, lo cual se manifiesta en síntomas propios del síndrome de abstinencia.

Para Jurkowski muchos de los que sufren esta adicción huyen de algún problema o llenan algún vacío en su vida por medio de estos comportamientos compulsivos: “Buscan una satisfacción o gratificación que de otra manera no pueden conseguir, se escapan de la angustia”. Por ejemplo, alude a personas con escasas habilidades sociales, quienes pueden llegar a recurrir a los videojuegos como su única manera de conectar con el mundo y relacionarse con otros.

“Empiezan a tener problemas sociales, peleas con su familia, con sus amigos”, detalla la autora de Efecto Pantalla. Comienzan a presentar dificultades para concentrarse y conciliar el sueño, ya que se les invierten los horarios. Se vuelven muy sedentarios, lo que afecta su salud, favoreciendo problemas en los ojos, en la vista, en las manos o en los brazos por la cantidad de horas que pasan con la computadora. La alimentación también se ve alterada porque se acostumbran a comer desordenadamente y muchas veces casi ni salen de su cuarto, lo cual conduce a problemas de higiene. Si estudian o trabajan suelen faltar o llegar tarde y empiezan a tener malos resultados. “Esto pasa a ser el único tema de interés”, afirma Jurkowski.

Para la especialista, es a partir de los 15 y 16 años donde la adicción realmente se incrementa. Sin embargo, la situación empeora cuando los chicos dejan el colegio, ya que éste suele funcionar como un regulador que los mantiene lejos de las pantallas, al menos durante algunas horas al día. Además, cuando los niños son pequeños los padres suelen tener un grado más importante de control sobre su vida y al crecer también pierden esa regulación. Si a esto se le suma la frecuente comorbilidad con otro tipo de trastornos como puede ser el déficit de atención, a estos jóvenes les resulta poco atractivo y difícil estudiar y concentrarse. En cambio, en los videojuegos encuentran todo un mundo de satisfacción, con lo cual tienen poca motivación para hacer un esfuerzo”, opina la psicóloga.

De pandemia a peor

Célica Menéndez, psiquiatra infantojuvenil y ex jefa del Área de Salud Mental en el Hospital Garrahan, cuenta que luego de la pandemia el panorama se vio “empeoradísimo de una manera exponencial”. Si bien siempre hubo chicos con dificultades para establecer límites e inhibir sus impulsos, “después de la cuarentena esto se le fue de las manos a todo el mundo”. Menéndez entiende que al estar encerrados en sus casas y con menos socialización que nunca, los jóvenes encontraron en internet y los videojuegos la única manera de conectarse con sus pares: “Los chicos los usaban todo el tiempo y me parece que a los padres se les hizo más difícil que nunca poner una franja horaria”. Muchas de esas prácticas sobrevivieron a la pandemia y ahora resulta difícil plantear un control. Sin embargo, un alto consumo de videojuegos o pantallas no es suficiente en sí mismo para generar un trastorno.

“Cuando hablamos de adicción estamos hablando de una personalidad adictiva”, explica Jurkowski, lo que significa que siempre suele conjugarse con otra problemática personal del individuo. Pese a esto, cuenta que una buena forma de prevenir estos trastornos es llevar un registro del uso que se hace de las pantallas: “Tratar de darnos cuenta para qué y cuándo las usamos”. También aconseja a los padres que eduquen con el ejemplo a sus hijos y que sigan generando estímulos para ellos, lograr que no todo pase por las pantallas: “Es importante que todos, tanto padres como los niños tengan tiempo libre del celular”.

Jurkowski plantea que cuando uno reconoce que tiene un uso problemático puede intentar manejarlo solo o acudir a un profesional para lograr formas sanas de consumo: “El tipo de tratamiento que utilizamos es una terapia cognitivo conductual, donde la idea es trabajar en lograr un uso saludable y, a la vez, tratar de ver cuáles fueron las razones que provocaron este uso adictivo: “El tema no es dejar de usar las pantallas sino poder usarlas de manera equilibrada”. La psicóloga cuenta que también se suele trabajar con las familias de los pacientes, ya que en muchas ocasiones estos rechazan el tratamiento.

Siguiendo esta línea, para Menéndez es fundamental orientar a los padres y hablar con los chicos para que entiendan los elementos de sus conductas que les hacen daño: “Tengo pacientes que ellos mismos me dicen: ‘yo sé que me pone nervioso, yo sé que me pongo agresivo’, no es que no lo registran”. El Estado, de momento, no se ha hecho eco de la problemática favoreciendo campañas de prevención o mecanismos de ayuda: “Las cosas que vi o leí sobre la problemática provienen de ONG o de instituciones de psicología que se ponen a investigar el tema y hacer recomendaciones”. Jurkowski destaca la importancia de la prevención “y que la gente conozca esta problemática, porque en general esto está muy normalizado y naturalizado, muchas veces hasta por los mismos profesionales”.

El videojuego adecuado para el momento adecuado

 “El uso excesivo de cualquier cosa es potencialmente peligroso”, explica Andrés Rossi, presidente de la Asociación de Desarrolladores de Videojuegos Argentinos (ADVA). Para Rossi, al igual que las especialistas en salud mental, un trastorno de este tipo se desarrolla si hay una propensión de la persona: “Lo importante es enmarcar y saber que si una persona presenta ciertas características que lo hacen afín a desarrollar adicciones, lamentablemente los videojuegos, tanto como la pornografía, los juegos de azar, el alcohol o las drogas se transformarían potencialmente en un problema”.

El director de la Licenciatura en Producción de Videojuegos de la Universidad de Rafaela (UNRaf) sostiene que los videojuegos suelen cargar con mala fama, ya que al no entender se dispara el prejuicio: “Que dejaran de decir jueguitos y digan videojuegos o industria de los videojuegos fue un trabajo que llevó veinte años”. Rossi considera que en ocasiones se los rechaza porque se dice que no son tan buenos como salir al aire libre, sin embargo, “un videojuego es una forma de expresión como el cine o un libro y es importante que se entienda que, bien enmarcados, pueden ser muy beneficiosos”.

            Rossi opina que el problema aparece cuando los chicos consumen productos que no son acordes a su edad y llama a la responsabilidad de los padres: “Estamos hablando de piezas de entretenimiento y es importante entender que el entretenimiento es para distintos segmentos. Si no se cuidan o se reemplazan cuestiones como la presencia del adulto lamentablemente estás armando una fórmula que posiblemente genere más problemas que soluciones. Si se usa como chupete electrónico estamos fabricando un problema”.

El académico reconoce que hay juegos originarios de otras regiones que tienen mecanismos muy agresivos en cuanto a la generación de conductas adictivas. Sin embargo, opina que se trata de algunos casos particulares no generalizables a todos por más que son los que más captan la atención: “Hay géneros más tendientes a eso, lo que hay que entender es que no solo se necesita que haya una persona predispuesta para la adicción sino que tenés que tener un volumen de contenido y las dinámicas necesarias para que eso ocurra”.

 Rossi sostiene que generar la fórmula para que un videojuego sea atrapante, al punto de volver al jugador adicto, es muy difícil: “Trabajan miles de personas y se gastan cientos o miles de millones de dólares por año para desarrollar un juego así. Si fuera tan fácil, todos estarían generando eso porque cuando esos mecanismos están en marcha mueven mucho dinero. Hay una responsabilidad vinculada a las corporaciones con este tema y es importante que el Estado y la salud dialoguen sobre eso”.

Un ejemplo en el mundo puede ser China, donde el gobierno decidió poner un límite a la cantidad de horas que los jóvenes pueden pasar conectados a las pantallas: “En esos lugares donde había grupos con un consumo de muchas horas, el Estado intervino y tomó decisiones”. Sin embargo, Rossi afirma que en esos países funcionan lógicas de gestión social muy distintas a las nuestras: “¿Argentina está en esa situación? Yo te diría que antes que con los videojuegos se metan con WhatsApp porque el consumo de horas muestra que somos extremadamente improductivos por estar paveando con los memes”.

“Los videojuegos no son inocuos de por sí. Creo realmente que un chico que se vincula a los videojuegos genera muchas oportunidades de diversión y aprendizaje pero es importante que eso ocurra en una edad adecuada y en un tiempo adecuado”. Para Rossi, que un chico de siete años esté jugando cuatro horas por día a un videojuego es un problema: “Si el niño está en un momento de desarrollo madurativo tiene que destinarlo a otro tipo de cosas y si por alguna cuestión está jugando videojuegos no es lo mismo pasar ese tiempo jugando Minecraft que jugando juegos donde el objetivo es matar al otro como el GTA”. Desde su punto de vista, los videojuegos bien aprovechados son una herramienta muy poderosa donde los resultados son sobresalientes: “El punto es el videojuego adecuado para el momento adecuado”.

¿Qué hacer?

            La adicción a los videojuegos (y a las pantallas en general) existe, es un hecho. Los síntomas están a la vista y la pandemia no hizo más que profundizar un pozo que ya tenía varios metros de profundidad. Esto no significa que deba generalizarse un rechazo hacia una industria que es muy variada y que genera entretenimiento, el desarrollo de vínculos y nuevas formas de contar historias.

Sin embargo, es importante reconocer que dentro del sector existen empresas que apuntan a desarrollar un tipo de consumo adictivo con el objetivo de generar más ganancias. No es algo que sea exclusivo de los videojuegos: las redes sociales son un gran ejemplo. Es importante que todos puedan analizar sus prácticas de consumo y tratar de poner límites cuando este se vuelve problemático pero también el Estado debe colaborar en campañas de prevención. Las adicciones son un problema de salud pública, las tareas de prevención y de tratamiento no pueden colocarse en un segundo plano. Nacer en un ambiente con la tecnología no implica que se sepa manejarla. Esto no quiere decir que en un futuro no podamos hacerlo.

Exigen justicia por Sandra Constante

Exigen justicia por Sandra Constante

El jueves 17 de noviembre se llevó a cabo una movilizaciónen la esquina de Camargo y Serrano, en el barrio de Villa Crespo. En ese lugar, hace tres años, la oficial de la Policía de la Ciudad Silvina Beñacar atropelló y mató a Sandra Constante, una joven de 19 años. La justicia acaba de condenar a tres años en suspenso a la oficial, lo que implica que podrá cumplir su condena en libertad, con solo siete años de inhabilitación para manejar. Familiares y murgeros -Sandra bailaba en El Rechifle- la recordaron y protestaron contra el fallo. Mirá las fotos de ANCCOM.