Estudiantes de una escuela técnica restauraron un avión de la Guerra de Malvinas

Estudiantes de una escuela técnica restauraron un avión de la Guerra de Malvinas

Catorce alumnos de una escuela de Quilmes pusieron en valor un nave Aero Commander 500 como parte de su proyecto curricular para su tecnicatura en Aeronáutica.

Los alumnos del último año de la Escuela de Educación Secundaria N° 7 “Taller Regional Quilmes” ex IMPA, que depende de la Fuerza Aérea, reconstruyeron la nave Aero Commander 500, utilizada en el conflicto bélico de 1982.

Parecía una contienda imposible, pero no lo fue. No al menos para los catorce estudiantes abocados a la tarea de reconstrucción del Aero Commander 500, que formó parte del proyecto curricular del último año de estudios de la tecnicatura aeronáutica y que quedará en esta escuela, que se encuentra próxima al Rio de La Plata, en la ribera quilmeña, como material didáctico para nuevos trabajos en la institución.

El avión, que en el pasado garantizaba las tareas de apoyo para el desempeño de otras aeronaves en la guerra, hoy brilla con un fondo blanco y su trompa celeste con líneas del mismo color que rodean toda la nave, emulando la bandera nacional. Su nombre “55 héroes” homenajea a los caídos de la fuerza durante el combate. La matrícula de la Fuerza Aérea Argentina y la marca del territorio de las Islas Malvinas complementan esta renovación que no olvida la historia pasada.

Lucas Ibarrola, recientemente egresado de la escuela, fue uno de los impulsores para que este trabajo formase parte de las prácticas de profesionalización aprobado por las autoridades del ex IMPA. Destacó que todo estos detalles de la fachada le “dan personalidad” a la nueva versión que, según el joven, hoy está en condiciones de volar pero no lo hace por cuestiones legales. “Decidimos trabajar en este proyecto porque el avión estaba lastimadísimo, le faltaba mucho cariño”, se sinceró Lucas.

Se trata de un avión bimotor a pistón, que fue comprado por nuestro país en 1968, durante la gestión del dictador Juan Carlos Onganía y que, hasta su aterrizaje de emergencia por una falla de mecánica en su tren de aterrizaje y su posterior inactividad, era el más longevo en vuelo que tenía la Fuerza Aérea. El arma donó el avión tras su en 2018 y fue iniciativa de los estudiantes, con apoyo de los profesores y del resto de la comunidad educativa, los que hicieron posible el sueño de restaurarlo.

Aunque el colegio tenía otros dos aviones similares, el desafío era darle vida nuevamente al que había llegado en peores condiciones. “El avión no vino ni para un museo, vino para tirarse. Y nosotros lo dejamos no para un museo, sino para una flota aérea”, afirmó Lucas, orgulloso, que recuerda que sus dos profesores a cargo —Luis Frontini y Leonardo Calienni— los alertaban que no iban a llegar a terminar el trabajo en los plazos estipulados. Sus tutores calificaron la labor como “más que efectiva” y destacaron que el grupo funcionó de una forma “compacta” para alcanzar semejante resultado.

Lucas indicó que tanto él como sus compañeros ignoraban lo que este avión había hecho durante la guerra de Malvinas hasta que se toparon con la posibilidad de hacer la restauración. Pero cuando se enteraron, “se volvieron locos”. “Siempre se le da el foco a los aviones de combate. El Aero Commander 500 le daba la posibilidad a los otros a que lleguen allí. Llevaba personas y carga para que los otros aviones pudieran combatir. Este (señalando la nave), no llegó a Malvinas pero sí proporcionó muchas tareas desde nuestro territorio: garantizando las misiones de enlace, llevando pilotos de combate, haciendo evacuaciones aeromédicas. Todo esto es un poco desconocido en general”, planteó.

La camada de séptimo año que ahora egresó de la escuela trabajó mucho para fabricar casi desde cero la estructura del avión. Los encargados de trabajar en la estructura debían reparar la panza del avión y todos los golpes que mostraba, lijarlo completamente y, luego, pintarlo. “Tenía 17 capas de pintura abajo. Lijamos a pulmón por casi cuatro meses”, afirmó entre risas, y admitiendo que debieron pedir refuerzos con chicos más jóvenes de otros cursos para completar la tarea. “El avión va a quedar acá para ellos”, expresó Lucas, que quiere seguir su carrera en la Fuerza Aérea.

Además del grupo de estructura, se armaron dos equipos más para el renacimiento del Aero Commander: uno que debían poner el sistema de luces que harían que funcionase el de lubricación y el hidráulico; y, otro responsable de poner los dos motores de la nave en funcionamiento.

El proyecto atrajo la atención de varias empresas. Algunas de ellas aportaron pintura y hasta cursos para aprender técnicas. “Nosotros no sabíamos pintar porque la materia la perdimos cuando fue la pandemia”. Trabajaron con máquinas de compresión, también donadas: “En un día, con una sola pasada, pudimos terminar de pintarlo”, destacó. Otras entidades aportaron lubricantes y accesorios para limpiar los tapizados y las uniones eléctricas. Además, fueron donadas abundantes litros de combustible que permitieron que ambos motores funcioncen. “El papá de un compañero de quinto de Aeronáutica nos donó todo el plotteado”, completó Lucas, mientras contemplaba el resultado final.

Los jóvenes no solo se ganaron la admiración de sus pares en el ámbito de las escuelas técnicas del país, sino también la algarabía de excombatientes en la Guerra de Malvinas.

“Muchos chicos están motivados por este tema. Cuando se aborda y se trabaja al respecto, surge el interés”, observó Jorge Pablo Juárez, director del ex IMPA, que, además de trascender por el proyecto de restauración del Aero Commander fue reconocida por la iniciativa de otro grupo de alumnos que diseñó un sistema anti propagación para la extracción de petróleo por derrames en el mar.

“Empezaron a aparecer todos los mecánicos, pilotos y técnicos del avión. Desde todos los puntos del país llegaban sus mensajes preguntando por los avances, y cuando se ponía en marcha. Vino un vecino mío durante la presentación, que combatió en Malvinas con un (Douglas Skyhawk) A-4, y que, años después, voló este mismo avión. Se emocionó muchísimo. También vino a verlo el abuelo de un compañero de segundo año que lo arreglaba y lo volaba. Nos dijo que nosotros le habíamos cambiado la vida”, resaltó Lucas, con una enorme sonrisa.

“Nosotros hicimos todo lo posible para que el avión sea algo que quede en la escuela como un recuerdo eterno de que las islas son nuestras”, concluyó Lucas. El resultado quedó a la vista.

Estafa a la ilusión

Estafa a la ilusión

La reventa de entradas para ver a artistas nacionales e internacionales trae de la mano estafas, algunas masivas, cuyos perpetradores se aprovechan del fanatismo y la ingenuidad de sus víctimas.

En octubre de 2022, Daddy Yankee se presentó en el estadio de Vélez Sársfield como cierre de una gira que comenzó en los Estados Unidos y continuó en América latina, Chile, Perú y Colombia incluidos, con el anuncio de que se trataba, además, de su despedida de la música.

Organizados por la productora del reguetonero Lauria Entertainment, todos los shows tuvieron problemas en lo referido a la venta de las entradas. Y los errores y demoras de las plataformas de las empresas distribuidoras fueron aprovechados por los revendedores, que en el caso de Argentina compraron boletos a 6 mil pesos y, unos días antes del show, las ofrecían a 40 mil. No sólo eso: se produjeron una gran cantidad de estafas a través de Facebook, revendiendo la misma entrada a diferentes personas.

A nivel nacional, la distribuidora Entrada Uno había cerrado un acuerdo para comercializar la preventa de entradas exclusivamente a clientes de Lemon Card, una tarjeta prepaga que permite comprar y vender criptomonedas, aparte de las funciones habituales como enviar y recibir dinero que tienen las billeteras virtuales.

“Dos días antes de que empiece la venta de entradas, vi en las redes sociales que iba a comenzar la preventa con Lemon Card, ni mis amigas ni yo teníamos esa tarjeta, le preguntamos a todo el mundo y nadie la conocía”, cuenta Brenda Cabrera, una fan de Daddy Yankee.

La preventa logró su cometido y ese mismo día agotó todas las entradas disponibles para clientes de Lemon Card. Al día siguiente, la productora informó que a las 12 comenzaría la venta para todo el público, pero dos horas antes del horario pactado, los fans lograron entrar a la plataforma y hacer una prefila para conseguir sus boletos.

Usuarios que ingresaron a las 12, tal cual lo pautado, llegaron a tener 300.000 personas delante de ellos, pero la capacidad máxima del estadio de Vélez es de 49.540. La última vuelta se agotó en tres horas, dejando a la gente con gusto a poco. “Estaba en el puesto 4.140, pasaron dos horas y seguía estando en el mismo lugar”, se queja Cabrera. Tras el reclamo de los fans argentinos, Lauria Entertainment comunicó que habría una nueva fecha.

Esta vez, recomendaban ingresar con una hora de anticipación para asegurarse el lugar, pero el resultado fue peor. La plataforma no soportó el tráfico de personas navegando en simultáneo, y durante varios minutos permaneció con demoras en el servicio y errores que hacían que los usuarios perdieran su lugar en la fila.

“Cuando los servidores no pueden ejecutar la tarea de tener disponible la página web cuando el usuario lo solicita, se genera un error en el servidor. Esto puede ser por una actualización en la base de datos que ocasiona que se tenga que reiniciar y no puedan acceder en ese momento”, explica el especialista en Seguridad Informática Michel Carlos Ahumada.

La segunda fecha se agotó en unos 30 minutos. Horas más tarde, en Mercado Libre, empezaron a aparecer publicadas entradas con precios de hasta el cuádruple de lo que se vendían originalmente, descolocando a los fans que no sabían si esas entradas eran originales o no.

Esto pese a que Mercado Libre, en sus políticas, establece que se prohíbe la reventa de entradas para cualquier tipo de espectáculo. Sólo están habilitadas las tiendas oficiales de los eventos y, según asegura la plataforma, los anuncios de reventa ilegal serán dados de baja.

También hubo estafas a través de Facebook. Daniela Valdez vive en la provincia de Chubut y compró una entrada a un revendedor que la ofrecía en un grupo llamado “Entradas Daddy Yankee”.

Las entradas eran digitales, esto quiere decir que, una vez realizada la compra, era enviada por Entrada Uno vía correo electrónico. Consistía en un número de ticket, los datos del comprador y un código QR.

Ahumada indica que “el código QR tiene información encriptada y hasta que no sea escaneado en el concierto, las personas no van a saber si fue utilizado o no: puede suceder que el código sea falso o que sea válido, pero que haya sido utilizado por otra persona que ingresó antes”.

Valdez, alertada sobre los cuidados que debía tener para comprar una entrada por un canal no oficial, le pidió al revendedor una captura de pantalla en la que se mostrara el movimiento en homebanking. El revendedor accedió y, luego, le pidió que le transfiriera 30 mil pesos a su cuenta de Ualá –una app móvil de gestión financiera–, con la promesa de que inmediatamente, cuando él recibiera el dinero, le enviaría por correo el boleto, cosa que hizo.

“Lo sigo a Daddy desde que soy chiquita, la última vez lo fui a ver con mi mamá en 2009. No podía perderme su despedida. Apenas recibí la entrada, le envié un mail a mi jefe para decirle que necesitaba tomarme un día para viajar a Buenos Aires, después de que me confirmó, pagué mi vuelo y mi estadía en un hotel de Palermo”, relata.

Cuando llegó a Buenos Aires, el día del recital, dejó sus pertenencias en el hotel y se dirigió al estadio de Vélez. Al llegar vio muchas chicas vestidas de dorado, como ella, ya que era el dress code. “Para nosotras, que somos parte del fan club oficial de Daddy Yankee en Buenos Aires, nos parece súper importante hacer un fan action que consiste en vestirnos de un color específico para darle la bienvenida a Daddy y que su visita a Argentina sea inolvidable. En esta fecha, el fandom decidió que sea todo dorado”, recuerda Romina Osorno.

La emoción de Valdez duró poco. Apenas se acercó a las puertas del estadio, abrió su correo, hizo la fila para el campo general, escaneó la entrada y el molinete encendió una luz roja. “No podés pasar, esa entrada ya está usada”, le dijo el personal de prevención del lugar.

Daniela pidió reiteradas veces que lo verifiquen y en todos los molinetes la respuesta era la misma, su entrada había sido utilizada por otra persona. Cuando buscó la conversación de Facebook con su revendedor, descubrió que la cuenta ya no existía y había caído en una estafa.

Según el último reporte de la Dirección Nacional de Ciberseguridad, en 2021 se registró un aumento de incidentes informáticos del 261%. A su vez, el informe presentado por el Observatorio de Cibercrimen y Evidencia Digital en Investigaciones Criminales de la Universidad Austral (Ocedic), revela cifras impactantes: en Argentina hay en promedio 4.800 fraudes mensuales en sus distintas modalidades (estafas en WhatsApp, phishing, usurpación de identidad y «cuento del tío 2.0»).

Hugo M., revendedor de entradas de recitales masivos, cuenta su experiencia con las plataformas de comercialización: “Yo vendo entradas y pido que me paguen en efectivo, casi nunca uso Mercado Libre porque me cobran comisión y, a veces, me bajan las publicaciones”.

Una práctica usual de los revendedores en Mercado Libre es evadir el control de la plataforma a través de falsos títulos que, una vez adentro de la publicaciones, ofrecen los bienes o servicios que está prohibido comercializar.

Un mes más tarde, otro rapero puertorriqueño, Bad Bunny, también realizó una doble presentación en Vélez y volvieron a aparecer las estafas. Belén Vázquez, una fan del artista, fue una de las perjudicadas. El revendedor llegó a mostrarle una foto de su DNI para darle mayor seguridad y confianza. “Después de enterarme que la entrada ya había sido usada, en la boletería me dijeron que fueron como 10 personas con la misma foto de documento”, se lamenta Belén.

Estafas como las que sufrieron Daniela y Belén también ocurrieron en Perú. Una joven de 18 años, Pamela Cabanillas, vendió siete mil entradas falsas de Daddy Yankee –se estima que llegó a comercializar una sola entrada 377 veces–, y el día previo al concierto se fugó a España. 

“Soy una persona que le gustan mucho las zapatillas, vestirse bien, comprarse ropa cara, salir a comer a lugares caros, tomar buenos tragos, soy de esas personas”, declaró luego, y agregó: “Lamentablemente no van a poder recuperar su dinero porque ya me lo he gastado”. La policía peruana señaló que la joven podría recibir 15 años de prisión, en caso de que se la encontrara culpable de los delitos que la Fiscalía aún está investigando.

En Argentina, las estafas virtuales están contempladas por el artículo 172 del Código Penal: “Será reprimido con prisión de un mes a seis años el que defraudare a otro con nombre supuesto, calidad simulada, falsos títulos, influencia mentida, abuso de confianza o aparentando bienes, crédito, comisión, empresa o negación o valiéndose de cualquier otro ardid o engaño”.

Desde el Ministerio de Seguridad de la Nación recomiendan informarse sobre la reputación de la tienda o el sitio antes de realizar una compra en línea. La experiencia de otro usuario puede servir y mucho. A su vez solicitan que cualquiera puede denunciar este tipo de estafas en comisarías, fiscalías o a través de la línea 137.

¿No culpes al rugby?

¿No culpes al rugby?

El juicio por el asesinato de Fernando Báez Sosa vuelve a poner al rugby en el ojo de la tormenta. ¿Es todavía un deporte elitista como en sus inicios? ¿Fomenta la violencia? ¿Por qué no pasa con otros deportes?

 El rugby es un deporte de larga historia en nuestro país. El primer partido se jugó en 1873 en el Buenos Aires Cricket Club y 26 años después se fundó la River Plate Rugby Championship, antecesora de la Unión Argentina de Rugby (UAR), y organizadora de la liga local. Según datos de la UAR, el rugby argentino tiene hoy 574 clubes divididos en 25 uniones. Hay más de 100.000 jugadores fichados y 1.693 referís. En las mujeres, el número es mucho más bajo: 4.500 jugadoras.

Como se ve, el rugby tiene una larga tradición en nuestro país y no han sido extraños los casos en que se los asoció con la violencia, el elitismo y el machismo. El juicio por el crimen de Fernando Báez Sosa volvió a instalar el debate alrededor de un deporte que practicaban algunos de los ocho acusados. La pregunta insistente entre propios y ajenos es: ¿qué pasa en el rugby?

Es que el asesinato de Báez Sosa no es un hecho aislado: en los ulltimos años se han registrado muchos ataques y golpizas protagonizados por rugbiers. La muerte ocurrida en Villa Gesell renovó el interés de la prensa que volvió a prestar atención a algo que, en realidad, es recurrente y adquire diversas formas: los tuits racistas y xenófobos de Los Pumas Pablo Matera, Guido Petti y Santiago Nocino, lo demuestran. Los tres fueron sancionados y pidieron disculpas pero sus “chistes” hablan de qué resulta gracioso para jugadores que son mirados con admiración por sus pares. También tuvo repercusión la experiencia vivida por Julian Princic, productor de TyC Sports.

Sin caer en generalizaciones, la reiteración de estos sucesos invita a pensar si existe o no una relación entre la violencia y el rugby o en por qué estas situaciones no se dan tanto en otras disciplinas deportivas.

Violencia y rugby

“La violencia apunta a una descarga agresiva, sin ningún filtro, con tintes de reírse, maltratar y humillar al otro”, explica Elvecia Trigo, psicóloga y miembro de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (AEAPG). Ante la consulta de si el rugby es o no un deporte violento, la especialista responde: “Puede ocurrir que la persona que juega al rugby sea violenta previamente y elija al deporte para canalizar sin límites su propia violencia. Pero los deportes no son destructivos, todo lo contrario”.

A diferencia de muchas voces del rugby que prefieren barrer bajo la alfombra estos temas, el ex capitán de Los Pumas, Agustín Pichot, pateó el tablero hace un año durante una entrevista que le hicieron en Infobae: “El gran problema que hemos tenido como deporte es no haber diferenciado lo bueno y lo malo. Haber naturalizado la violencia”.

“A mí me mordió la cola una persona de 130kg que tiene una mandíbula diferente, parece un dogo”, confesó Pichot. “No me pude sentar por cuatro días y eso es cero gracioso, pero se naturalizó”. Los bautismos se realizan cuando un jugador debuta en el primer equipo. Son un rito de iniciación que por lo general suponen un carácter violento. Van desde cortes de pelo, violencia física o ser humillado frente a los demás. Este tipo de tradiciones son históricas en el mundo del rugby, pero en los últimos años, su frecuencia y carácter violento han ido disminuyendo.

El periodista y escritor, Daniel Dionisi, coincide y celebra las declaraciones de Pichot. Según él, el rugby aún tiene muchas cosas por corregir, como los bautismos, el consumo de alcohol o las salidas en manada: “En el rugby existe el hábito del golpe. El jugador está más acostumbrado a sufrirlo que en otros deportes. Desde chico jugás golpeándote. Además, tienen un físico más desarrollado en cuanto a la fuerza que otros deportistas. En muchos partidos sucede que un jugador le pega una piña a otro y al rato están como si nada. O en reuniones sociales, donde de la nada se agarran a piñas y después comparten una cerveza. Algunos rugbiers no entienden que el resto de la sociedad no está acostumbrada a este tipo de situaciones”.

Rugby de clases

“Buena parte de la sociedad ve a los jugadores de rugby como personas violentas y prepotentes. Mucha gente cree que el rugby es un deporte elitista, de chetos, pero eso cambió hace décadas”, asegura Christian Gomez Scher, periodista y ex rugbier.

Si bien hoy en día es un deporte más popularizado, aún persisten componentes elitistas, clasistas y discriminatorios en el rugby argentino. El hecho de que se practique en todo el país, inclusive en las áreas más carenciadas del conurbano, suele utilizarse como argumento para catalogarlo como un deporte “popular”. Para Dionisi esta simplificación puede ser una trampa: “Si vos sos jugador de un club en González Catán y por el hecho de jugar ahí te sentís superior a los pibes que viven en la villa de enfrente, está funcionando un elemento elitista igual que si el club quedará en San Isidro. Entonces no solo se trata de llevar el rugby a todos lados, sino que además hay que eliminar esa soberbia”.

¿Pasa lo mismo en otros países? En Inglaterra, el rugby fue históricamente de los “college”. Existía allí un componente elitista y clasista que fue copiado por el rugby argentino en sus inicios. En cambio, en Francia siempre se caracterizó por ser un deporte de los sectores populares, al igual que en Gales, donde lo jugaban los mineros. “En los primeros enfrentamientos con Francia, en los años 40’, cuando el rugby sí era un deporte elitista en nuestro país, los jugadores argentinos se sorprendían de jugar ante un carnicero, un barrendero o un obrero”, cuenta Dionisi.

En Nueva Zelanda, país más ganador de la Copa Mundial y del Rugby Championship, es el deporte nacional. Sin embargo, esto no ha impedido que numerosos jugadores estuvieran involucrados en casos de violencia fuera de las canchas, en algunos casos contra las mujeres.

En Sudáfrica, donde incluso antes de que se introdujera la legislación del apartheid en 1948, su selección nacional era integrada sólo por jugadores blancos. Los “Springboks” fueron un símbolo de la división racial dentro del país. La situación comenzó a modificarse paulatinamente gracias a las transformaciones llevadas a cabo por Mandela a partir de 1994. Aún así, solo siete jugadores negros fueron convocados para disputar el mundial de 2015 pese a que forman el 84% de los jugadores sudafricanos menores de 18 años, según el diario Marca.

En estos países no aparece con frecuencia la asociación entre rugby y violencia, al menos fuera del campo de juego.

 

El machismo y racismos presentes

Otro de las variables que afectan al rugby es el machismo. A diferencia del resto del mundo, donde se está fomentando el rugby femenino, los clubes más tradicionales de nuestro país mantienen muchos prejuicios machistas. Para el sociólogo y ex-rugbier Jorge Elbaum: “Una gran parte de los chicos están educados en una impronta donde se autoriza una forma de machismo y lógica patriarcal que lleva a una violencia física totalmente injustificada. Hay una combinación entre el machismo y la violencia dentro del rugby”.

Elbaum señala a las instituciones y al Estado como los responsables de modificar esta situación, exigiendo a los clubes que estén más en contacto con la educación formativa del deporte: “Tiene que haber una política de concientización acerca de lo que significa portar un cuerpo con la capacidad de lastimar. Hay que explicarles desde chicos que no pueden levantarle la mano a nadie, ni dentro ni fuera de la cancha. La UAR, la URBA y los clubes están en falta con lo formativo”.

“Estamos ante un problema social grave, cuya estructura básica tiene dos componentes: un problema de género y otro de clase. En nuestro país, el problema de clase tiene un subproducto que es el racismo. El asesinato de Báez Sosa es la expresión de todas estas problemáticas”, agrega.

Con el objetivo de erradicar la violencia y resolver cualquier tipo de conflictividades del rugby en Argentina, a mediados de 2020 la UAR implementó el programa “Rugby 2030, hacia una nueva cultura”. Siguiendo la misma línea, la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) creó la comisión de formación integral y mejora del comportamiento (FIMCO), que realiza diversas actividades y talleres. Sera cuestión de tiempo saber si estos programas logran modificar la formación de los chicos en este deporte.

No cabe duda de que todas estas cuestiones son mejorables, pero sus raíces son profundas. Las decisiones que se tomen no deberán ser aisladas e inconexas como ocurrió hasta el momento. Se debe erradicar la soberbia todavía presente en algunos sectores del rugby que los lleva a idealizarse en una posición ética y moral superior al resto. En definitiva, la solución debe apuntar a problemas sociales de fondo: la violencia, el machismo, el clasismo y la discriminación que continúan particularmente enquistados en el rugby argentino.

 

Un día para pedir deseos

Un día para pedir deseos

La tradición de La Alasita, un festejo del pueblo boliviano que se cumple cada 23 de enero en La Paz, se trasladó al Parque Indoamericano, en Villa Soldati. Colores, aromas, comidas, y sobre todo, ekekos para cargarlos de deseos que deberán cumplirse, según la leyenda.

La Tradición de Alasita, una festividad que tiene lugar cada 24 de enero en la ciudad de La Paz, Bolivia, y que se prolonga por semanas, fue trasladada a la Ciudad de Buenos Aires. El festejo tuvo lugar en el Parque Indoamericano, en el barrio de Villa Soldati. Desde el mediodía, bolivianos, argentinos, y personas de otras nacionalidades acudieron a los predios a la celebración ancestral en honor a la deidad Ekeko que se realiza desde 1781 y gira en torno a tradiciones indígenas.

Las alasitas son miniaturas que representan deseos -dinero, negocios, casas, autos, títulos académicos-, y que son encomendadas al Ekeko, la deidad de la abundancia, para que los materialice.

“Los artículos vienen de Bolivia, mayormente vienen de La Paz, de Copacabana, todo es bien nativo -explicó a Anccom Emiliano Fernández, uno de los artesanos bolivianos que en su puesto vendía alasitas-. El toro simboliza el trabajo, la fuerza. El elefante es la suerte, la plata. Lo que hace cada uno al comprarlo es llenarlo mes a mes, lo junta y cada 23 de enero a la noche se lo rompe y con lo que juntó dentro se compra nuevamente y renueva lo que se compró. Se compra para recrear esa fe y que se haga realidad.”

«Hoy todos vamos a recibir la bendición, porque lo que nos une es la fe » resonaba en los parlantes como bienvenida al evento. La apertura de la celebración fue marcada por la canción tradicional interpretada por Manuel Monroy Chazarreta, que con sonidos tradicionales habla del simbolismo que representan las alasitas.

“Esta fiesta se realiza en honor al dios de la abundancia, que es el Ekeko, puedes comprar todo lo que desees, tal vez estás en deuda, puedes comprar billetes en dólares, la cantidad que debes y hacerlos sahumar con el objetivo de poder pagar la deuda en el transcurso de este año. El día de hoy es la fiesta de los deseos”, dijo Esperanza Vargas, organizadora del evento.

Las compras fueron acompañadas por música tradicional y grupos de la colectividad que salían a representar danzas típicas vestidos con los trajes tradicionales pintados de amarillo, rojo, blanco, y azul. Niños y adolescentes de entre 12 y 17 años recuperaban las tradiciones bolivianas. El sector gastronómico se desplegaba con puestos de comida típica, refrescos y ensaladas de frutas.

Alasita, significa “cómprame”, sin embargo no solo se adquirían deseos de bienes materiales, también había figuras de animales en barro, que podían ser grandes o pequeñas, repletas de simbolismos. Adornadas con papeles que imprimen dólares, pesos argentinos y bolivianos. “Como si fuera una vaca al matadero, tiene mucha carne, es abundante. El toro es una alcancía así que al año al llevarlo al matadero traerá abundancia, con todo el dinero ahorrado”, explicó un asistente, que ya había comprado su toro y lo llevaba montado en el cochecito de su hijo.

En pleno calor de verano algunos árboles hacían sombra, el olor a incienso, palo santo y carboncillo usado por los chamanes “Yatiris” en sus rituales armaban la mística de la celebración.

En las carpas, se encontraban los puestos con las alasitas para la venta. Los compradores, impulsados por la fe la llevaban sin regatear. Se dice, que entre más se gaste mayor será la abundancia que traerá.

Familias, parejas, y amigos, iban atravesando la feria comprando de todo lo que se exponía. Un título para la hija, un auto para el padre, dinero para la madre y una canasta llena de alimentos en miniatura. Compraban para sí mismos o para regalar a personas a quienes se les desea buen augurio.

Los deseos miniaturas, eran envueltos en un tari (un pequeño aguayo cuadrado, semejante al que las mujeres bolivianas envuelven a sus críos para colgarlos de su espalda) y en familia iban a formar enormes filas para hacerlos challar (una ceremonia de reciprocidad con la Pachamama).

Los integrantes de la familia se organizaban alrededor del Yatiri (el que sabe), -quien vestía con un rojo encendido y preparaban las miniaturas para la Challa- y con las manos en ofrenda recibían una mezcla de azúcar, arroz y lentejas que fueron cayendo en el tari. Luego, con una rosa roja impregnada de alcohol y de vino, los salpicaba. El Yatiri indicaba luego de realizar el rezo que froten sus manos con todo aquello que les quedó y en un movimiento simbólico lleven el dinero a los bolsillos y carteras.

Carboncillo, incienso, vino, alcohol medicinal, hojas de coca, y pétalos de flor son los ingredientes habituales para la ofrenda a la naturaleza. Rituales que pasan de generación en generación y que resultan una acción primordial para que la miniatura alcance la eficacia simbólica del poder benefactor de Ekeko.

Fredi Llanos, Yatiri de la comunidad boliviana, comentó acerca del ritual que se hacía que “todo tiene significados, hay arroz, azúcar, lentejas, sinónimo de bienestar, de llamar la buena energía, la buena vibra. Mientras tú tengas fe, y esa confianza, todo va a hacerse realidad, porque cada mañana te vas a despertar y vas a decir quiero ese auto, o ese terreno, y te va a dar esa fortaleza. Eso es lo que hacemos nosotros con todo eso. El alcohol sana, el vino da fuerza -agregó-, la creencia es de Challarle para que no le falte el dinero, se pide que tenga trabajo y que no le falte. Y lo más importante, es la salud, que tenga salud y que haga realidad todos sus sueños y lo que está viniendo a pedir en este día.”

Las comidas típicas y la música le dieron color al lugar. Para las familias fue “como traer una parte de la tradición” y para aquellos que llevan muchos años viviendo lejos fue “inevitable no sentir nostalgia por lo que te hace recordar”.

Alrededor de las 16 aquellos que ya habían completado el camino, se echaron sobre algunas mantas extendidas en el suelo, en familia, sacaron algunos envases de comida para compartir entre ellos, almorzaron disfrutando de la música, los bailes, el calor, mientras los niños correteaban y jugaban. Así se fue yendo el festejo de La Alasita en Buenos Aires.

El peligroso mercado de los cosméticos truchos

El peligroso mercado de los cosméticos truchos

Labiales, sombras, delineadores, bases, correctores, máscaras, fragancias: un enorme universo de productos que escapan al control de los organismos reguladores y que, en lugar de embellecer, pueden causar serios daños a la salud.

“Tuve miedo. Sentía que me quemaban los párpados. Media hora después de haberme rascado por la picazón que me dio la sombra de ojos, tenía la cara toda hinchada, los ojos, los pómulos, la boca. Supuse que era una reacción alérgica y suspendí el uso. Al otro día ya estaba mejor. Al tiempo volví a comprar un quitaesmalte en el mismo bazar, al usarlo me dejó las uñas blancas y resecas y la piel donde me había tocado toda escamada”, cuenta Micaela (25).

“Me compré un delineador de ojos en un paseo de compras en la Estación de Moreno. Al principio me dio ardor, luego se me formó un orzuelo y cuando maduró se me pasó al otro ojo. Estuve así diez días. La marca era una imitación de Mac. No llamé a Atención al Consumidor porque el producto no tenía ningún dato ni contacto. Suspendí el uso de inmediato y lo terminé tirando. Si vuelvo a comprar lo haría en una farmacia o perfumería”, relata Mariana (22). Tanto ella como Micaela son dos de las tantas mujeres que han consumido cosmética “trucha” y que encontramos fácilmente en cualquier negocio.

El precio es un factor relevante a la hora de adquirirlos. Los altos costos de los productos importados o de marca tornan cada vez más atractivos aquellos que son réplicas o que no cuentan con aprobación sanitaria. La Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) es el organismo encargado de regular todos los productos que inciden en la salud humana, entre ellos los cosméticos. Comercializados en supermercados, perfumerías, tiendas online, ferias, los maquillajes truchos son parte de los consumos habituales de las mujeres de todo el mundo.

Entre sus componentes pueden se han detectado trióxido de cromo, cancerígeno y mutagénico, así como metales pesados. Los brillos labiales pueden contener químicos con filtros de protección de luz y materias primas plásticas dañinas para la salud, al igual que nitrito de sodio, que en una dosis de cuatro gramos ya resulta mortal.

Los grandes productores de cosmética trucha están situados en China, país que no cuenta con tantas regulaciones sobre la fabricación como sí las tienen en Europa, donde el uso de ciertos químicos está prohibido y penalizado. Esta capacidad de emplear los componentes que deseen es lo que vuelve a los productos de réplica particularmente llamativos, ya que los colores brillantes y saturados que resaltan en el mercado suelen ser aquellos que tienen pigmentos nocivos. Así, a partir de una producción abaratada y desregulada, llegan a nuestras manos cosméticos tanto de réplica como de marcas independientes o hasta inexistentes, ya que un mismo producto puede ser impreso con diversas firmas según quien lo vaya a comercializar. 

La dermatóloga Marta Volpe explica: “El níquel, que se usa para la máscara de pestañas, es alergénico, al igual que los parabenos (un tipo de conservantes) y el formaldehído, que se usa en las peluquerías. En las pantallas solares, ciertos componentes provocan dermatitis de contacto, en general los párpados son la zona más afectada. Y los esmaltes de uñas contienen tolueno y a mucha gente le da alergia. Estos químicos pueden producir descamación en labios y brotes en el rostro”.

“Los maquillajes que ahora tienen adicionado vitamina C o son ‘anti age’ hay que usarlos por el tiempo que dice el envase y luego tirarlos porque aquella se oxida, se pone oscura y hace mal. Los productos hipoalergénicos se testean en muchas personas, aunque esto no quiere decir que todos respondan de la misma manera. Siempre hay alguna que puede ser alérgica. Las fragancias que se usan en los cosméticos también pueden causar una reacción, sobre todo las que tienen en base de bergamota, que le da el olor más intenso”, agrega.

A la hora de comprar es importante tener en cuenta que todo producto cosmético inscripto ante la ANMAT debe declarar, en su rotulado, además del lote y la fecha de vencimiento, la lista de ingredientes, y una leyenda con el número de legajo que identifique al establecimiento elaborador o importador. La propia ANMAT proporciona un listado de empresas autorizadas donde figuran sus razones sociales, rubros para los cuales se encuentran habilitados y direcciones. A su vez, en caso de sufrir algún inconveniente, el organismo invita a realizar el reclamo correspondiente, que se puede presentar a través de un formulario.

 

Problemática mundial

Manuel Sztern es el dueño de Jactan’s, un laboratorio de cosmética con más de 30 años de trayectoria ubicado en el barrio porteño de La Paternal. Máscara de pestañas, polvo compacto, labiales y esmaltes integran su línea de productos. ¿Cómo los fabrican? En principio, operan bajo las normas de la ANMAT y deben cumplir con estrictos controles de calidad. Una directora técnica, una bioquímica, una subdirectora técnica bioquímica y dos auxiliares forman parte del organigrama de la empresa. Son los responsables también de auditar los productos que mandan a hacer en el exterior y de supervisar todos los insumos.

El propietario de Jactan’s señala que llevan todos los registros de fabricación como exige la ANMAT. Cada vez que crean un producto, hay que iniciar un legajo nuevo con las especificaciones y características para comercializarlo. Debe incluir el nombre, la marca, la submarca, los componentes y el diseño de las etiquetas.

Además, se les requiere a los fabricantes que tengan registro de todos los componentes del producto y la trazabilidad: este último concepto refiere al proceso, se trata de la información que permite, en caso de detectar un producto que cause alergia, informar a la ANMAT para retirarlo del mercado. Se lleva un registro de a qué cliente se le vendió cada unidad: se genera un recall, esto significa que se recuperan estos maquillajes que pueden ser perjudiciales.

“Por suerte nunca vivimos una situación así, no tenemos experiencia en productos que le hicieron mal a la gente. Está todo muy testeado. Con respecto al protocolo a seguir, no ponemos número de atención al cliente por posibles reacciones alérgicas, pero sí tenemos una casilla de información, donde a veces pueden llegar mails de reclamo, como que una persona compró algo y se le rompió el producto, pero nunca por cuestiones de salud”, asegura Sztern, cuyo laboratorio cuenta con unos 500 productos autorizados para la venta.

“Lo que sí sucede es que el país está repleto de mercadería importada, sin ningún tipo de aprobación –remarca–. Si bien la ANMAT tiene inspectores en la calle, no dispone de una estructura para hacer frente a semejante cantidad de productos truchos. Esto existe y va a seguir existiendo. Es algo mundial”.

 

El reino de lo trucho

El barrio porteño de Once es la sede del grueso de los mayoristas de maquillaje de réplica. Con una compra mínima de 1.000 pesos podemos acceder a precios reducidos y un catálogo infinito de sombras, labiales y esmaltes. Adentro de los locales, encontramos pasillos anchos y las cajas de los productos están acomodadas una al lado de la otra sin dejar espacio vacío. En los estantes se observan nombres similares a los de las grandes marcas: Mac, Maybelline, Pink, Kylie Cosmetics.

No solo los nombres están replicados, también los envases: copias exactas de labiales que podrían pasar por originales. Productos de diferentes colores, texturas, fragancias, ninguno tiene rotulado el número de serie, fecha de vencimiento ni de elaboración. Las cajas que los exhiben solo ofrecen advertencias de uso no recomendado para niños, acompañado de algún texto en inglés o en chino, imágenes de mujeres con el producto en su rostro, y alguna descripción. Ninguno habla de componentes, ninguno está aprobado por la ANMAT.

Mujeres de diferentes edades compran, por menor y por mayor –para luego ser comercializados–, maquillajes que muy probablemente hayan sido producidos con sustancias prohibidas y quizá dañinas para la piel, mucosas, y otras partes del cuerpo.

Una vendedora se acerca y preguntamos por la procedencia de los maquillajes: “¿Están aprobados?”. “Ni idea, la mayoría son truchos”, responde y admite que los productos son réplicas y que a eso se debe el bajo precio. Paula, una de sus compañeras, cuenta que compró un delineador en la calle Paso, cerca de allí, que decía ser marca Loreal. “Al primer uso me dio picazón y se me irritó el párpado derecho. Me pasó lo mismo con el maquillaje de Pink 21”, afirma.

Una cuestión de salud

Cuando los falsificadores cambian los ingredientes para ahorrar dinero, las consecuencias van más allá de la textura y el olor. En la serie documental Sociedad de consumo, la dermatóloga Whitney Bowe sostiene que ‘’los cosméticos de imitación han dado positivo para cancerígenos como arsénico y berilio, también para plomo y mercurio. Estos sirven como colorantes para obtener colores vibrantes, y es mucho más barato que tratar de lograr un color hermoso y profundo con un producto más seguro y natural”.

“En cantidades elevadas, metales como el plomo pueden ser peligrosos: el cerebro es extremadamente sensible a este, puede causar problemas de memoria, dolores de cabeza, problemas con la fertilidad y abortos. Muchos maquillajes de réplica han dado positivo para orina y materia fecal, se ha encontrado estafilococo en estos productos, que puede causar impétigo, celulitis, forúnculos, pústulas, conjuntivitis y orzuelos, estas cosas no deben tomarse a la ligera’’, subraya.

“Los productores de cosméticos no regulados toman la lista de ingredientes de los originales, intentan adivinar el porcentaje de cada uno, y luego reemplazan algunos ingredientes caros con otros más baratos. Por ejemplo, la parafina o aceite mineral actúa igual que el isododecano por una fracción del precio, pero existen algunas desventajas. Este es inodoro, mientras que el aceite mineral es pesado y pegajoso”, advierte Luisa Fanzani, química cosmetóloga.

El mercado de la cosmética trucha se ve hoy impulsado por las redes sociales. Las influencers de belleza crean expectativas sobre los productos que lanzan las marcas reconocidas, los revendedores compran en cantidad para comercializarlos en línea, y se vuelve difícil saber cuáles son falsos y cuáles no. Los sitios de venta en Internet brindan a los falsificadores la fachada perfecta. Por eso es fundamental atender a las indicaciones de la ANMAT y los especialistas, antes de sufrir consecuencias en la salud.

“No tenemos nada que envidiar al mar”

“No tenemos nada que envidiar al mar”

En verano, Punta Lara recibe más de 150 mil visitantes por fin de semana que se acercan a disfrutar del Río de la Plata. ANCCOM te cuenta cómo es este balneario nacional y popular ubicado en el tercer cordón del conurbano bonaerense.

“La idea es tener un ámbito para la gente que, por razones económicas, no puede ir a la costa atlántica, lo pueda hacer aquí en el río La Plata. Es un sitio tranquilo y seguro”, afirma el subsecretario de Turismo de Ensenada Lucas Tobes.

A 60 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, Punta Lara pertenece al partido de Ensenada. En 2003, cuando asumió el actual intendente Mario Secco, se abrió al público en general. Antes estaba en manos de sindicatos y concesionada a campings privados, y los vecinos de la localidad no podían ingresar libremente. Secco tomó la decisión política de quitar el alambrado, considerando que el río tiene que ser de todos. En 2008 se empezó a mejorar el lugar y se continúa haciéndolo. Recientemente,
el presidente Alberto Fernández y el jefe comunal inauguraron el tablestacado del paseo costero cuyo objetivo es evitar que el río siga avanzando.

El espacio generado y puesto en valor por la Municipalidad incluye un inmenso parque, agua limpia y apta para zambullirse, mesas, bancos, fogones, baños, y todo sin costo alguno. Setenta guardavidas cada fin de semana, presencia de la policía de la Provincia de Buenos Aires, tres ambulancias y dos hospitales públicos en la zona para atender, eventualmente, cualquier accidente. Las plazas del predio, además, tienen árboles que dan sombra para tomarse una siesta. Aunque Tobes nos advierte que “para encontrar un buen lugar hay que llegar temprano”.

El funcionario remarca que la zona está bien iluminada y cuenta con efectivos de Seguridad Ciudadana “para disfrutar y tomar mate sin tener miedo a que a uno lo roben”. Por ordenanza municipal se prohíbe el armado de carpas y el acampe nocturno. “Por fin de semana vienen arriba de ciento cincuenta mil personas”, cuenta Tobes, y también durante la semana hay visitantes. Otro servicio destacado es la pesca de pejerreyes y corvinas, entre otros peces.

Las familias pueden disfrutar de un día completo en Punta Lara. Inclusive llegan turistas de Mendoza, Neuquén y otras provincias. “No tenemos nada que envidiar al mar”, asegura Tobes. El balneario ofrece restaurantes cerca del río y puestos en la calle para quienes no se lleven la comida preparada o, la mejor opción, hacer un asado en alguna de las parrillas.

Mientras la gente descansa a orillas del río, Jésica, Brenda, Paula y Eliana y Abril reparten folletos para concientizar sobre la necesidad de mantener limpias las playas y evitar que la basura termine en el agua. Las cuatro son promotoras ambientales cartoneras que en la temporada de verano, los fines de semana, se dedican a volantear.

Un poco más allá, Carolina, que llegó desde Quilmes con su novio Roberto y su familia, dice que le gusta la tranquilidad y el agua. “En Quilmes es muy sucia, no lo cuidan al río, acá sí. Ponemos un poquito cada uno y compartimos gastos”, agrega. A unos metros está Cristian, que vino de La Plata, y sostiene que el lugar está cambiado, más lindo: “Gastamos cinco o seis lucas y lo pasamos bien. Ayer vinimos también”. Sentado al lado de su camioneta, Gustavo espera a su esposa y sus tres hijas que están en el agua: “Me gusta porque la ribera es grande y no se satura. Puedo dejar todas mis cosas, nadie toca nada, y la limpieza es fundamental”.

Néstor (56) también viene desde Quilmes, pero a vender helados. En la temporada puede vivir de lo que vende. “Desde hace cinco o seis años se ha puesto muy lindo y ha mejorado bastante. Vendo acá porque en Quilmes nos cobran cupos, aquí pagamos directamente a la Municipalidad”, comenta.

Los fines de semana, la Municipalidad ofrece un show de artistas que se pasean en una carroza, cantan, bailan y divierten a la gente. “La idea es que la mayoría sean de Ensenada y se los contrata para que puedan mostrarse”, explica Tobes, poniendo de relieve la política pública que hay detrás de cada decisión, como lo fue, en 2003, la de desalambrar la playa para que todas y todos pudieran tener acceso al río.