De espectadores a rehenes

De espectadores a rehenes

Veinte años después de su estreno original, la comedia Bang Bang y somos historia retornó al escenario. El humor absurdo y el teatro participativo como paliativo para dejar atrás la pandemia.

Son las diez en punto de la noche y la calle Mario Bravo al 900 está colmada de gente. Por la vereda del teatro El Tinglado no se puede caminar. Chicos, grandes, gente de todas las edades aguarda la orden para ingresar a la sala y ver el reestreno de Bang Bang y somos historia, comedia teatral creada en la década del 90 y que hoy, veinte años más tarde, vuelve a la escena. 

La obra, escrita por Martín Gervasoni y Willie van Broock, y protagonizada por Luciano Cazaux, Pablo Razuk, Josep Rodríguez y elenco, narra la interrupción de una función de teatro por parte de tres hermanos ladrones, que toman al público como rehén e intentan tener su momento de fama. Sin embargo, fallas en la comunicación y planificación del atraco, y los cambios de personalidad de los protagonistas generan enseguida que el plan se venga abajo y sucedan situaciones desopilantes que transforman una situación de miedo en comedia. 

Bang Bang y somos historia se estrenó en la década de 1990 y fue galardonada, en aquella época, con el premio ACE a mejor espectáculo de humor en 1999. Su gran éxito en Argentina generó que la obra se expanda hacia España, donde su éxito se mantuvo y le permitió realizar varias temporadas. Luciano Cazaux fue el responsable de la puesta y dirección de escena en aquella época. En esta nueva etapa, mantiene ese rol y además es uno de los tres protagonistas. En diálogo con ANCCOM, explica las razones que lo llevaron a tomar la iniciativa de volver a la escena, veinte años después: “Nos dimos cuenta que la obra está totalmente vigente. Es un humor que no pasa de moda. Lo que hicimos fue limpiar los chistes viejos de los años 90, medio machirulos, pero después se mantiene igual, es un clásico, tiene comedia física, chistes y pasajes de sitcoms”. 

Una de las cuestiones que caracterizan a la obra es la inclusión del público. Los ladrones entran y los espectadores son sus rehenes. Haciendo memoria, Luciano cuenta cómo tomaron esa decisión: “Se podía tratar de dos maneras, escénicamente hablando: desde el escenario o entre el público, y ésta última nos pareció la mejor opción”. Mientras, recuerda cuando, en la época anterior, a la gente le costaba y tenía miedo de participar. Una vez, un amigo suyo le contó que, en plena función, vio a un hombre tirar la billetera y el celular debajo de la mesa. “Pasa que había muchos asaltos a restaurantes en ese entonces. Por suerte, ahora el público se engancha más”. En la función del 2 de abril, el público, además de reírse, contestó, cantó y gritó. 

Además de Luciano, el otro actor que formó parte de la obra en su primera versión es Pablo Razuk, quien encarna el personaje de “Joe”. A la hora de comparar los públicos de ambas temporadas, relata: “Claramente, después de 24 años desde el estreno, el público cambió. En su momento la gente se sorprendía más de nuestra irrupción en el espacio. Ahora está más abierta al juego del humor donde el absurdo es el común denominador”. También, por supuesto, hay similitudes. Luciano las encuentra en el tipo de sociedad en la que vivimos: “Después de la pandemia y de todo lo que tuvimos que atravesar, la gente tiene una enorme necesidad de divertirse. En los 90 también, pero había otras condiciones, era un contexto que aparentaba una fiesta permanente”. 

El espectáculo de comedia es un estilo particular, que requiere no solo de la habilidad de los actores, sino también del ambiente que se genere con el público. En este sentido, Razuk opina sobre el género y cómo se ha modificado hasta hoy: “La comedia tiene la particularidad de ser, a veces, previsible y redundante, y eso es parte del humor que conlleva. En este caso, Bang Bang da cierto giro hacia el absurdo, y las nuevas generaciones lo entienden a la perfección, porque los dibujitos que hoy son los más seguidos tienen una cuota de absurdo enorme en el rompimiento del espacio y el tiempo”. 

Todos los sábados a las 22:15, en el teatro El Tinglado (Mario Bravo 948) hay función de Bang Bang y somos historia. Un plan ideal para disfrutar en familia, solo o con amigos; en definitiva, todos necesitamos divertirnos. Incluido los actores, por supuesto, que como marca Razuk, están muy contentos con esta nueva temporada, ya que “el espíritu original, lo que sucede con el público se mantiene, y la risa y la carcajada son cosas que no solo nos alegran, sino que nos alimentan”.

“Compartir en vez de competir”

“Compartir en vez de competir”

Ubicada en la Villa 21-24, la murga Padre Daniel es una de las comparsas que participará de la Segunda Edición del Carnaval Sustentable de la Ciudad. Una lógica solidaria y contenedora, diferente a las competencias oficiales.

En la intersección de las calles 10 de octubre de 1996 e Iguazú, del sector Caacupé del barrio Villa 21-24, a eso de las 19, comienzan a llegar para el ensayo los primeros miembros de la murga “Padre Daniel”. La camioneta roja de Maximiliano Valdiviezo, el encargado de percusión y uno de los principales organizadores, se estaciona sobre la vereda. Segundos después, las puertas de la Capilla Medalla Milagrosa y San Roque González, donde guardan los instrumentos y bombos, se abren. Los bailarines y músicos se acercan, saludan a Maxi, ingresan a la capilla y comienzan a sacar las cosas y a realizar los preparativos para que quede todo listo. En instantes, la música comenzará a retumbar por las calles del barrio.

La murga “Padre Daniel” se fundó en el sector Caacupé de la villa 21-24, en 2005, por iniciativa del cura Nicolás Angelotti, para todos el “Padre Tano”. “Formamos una murga para que los pibes que no se enganchaban a las demás actividades, como el fútbol o los exploradores, no se sintieran tirados. La murga es buena para los quilomberos -se ríe-, los atrae a todos”, describe Maxi, mientras José González, otro miembro de la murga, se acerca a saludar, y un chico le pide que lo deje practicar: “Yo bailo, pero Maxi me prometió que me iba a dejar tocar el bombo, ¿no?”. La respuesta de su coordinador no llega a ser del todo clara debido a las risas. “Al principio había varios directores, pero con el tiempo, la palabra director era un nombre de poder, por eso lo sacamos, y ahora lo que hay es un coordinador o coordinadora por grupo”, explica Maxi. 

Si uno deambula por las calles del barrio, la leyenda “Padre Daniel” aparece reiteradas veces. Una calle, un comedor y un jardín de infantes llevan su nombre. “El padre Daniel es casi más que Dios acá. Fue muy importante en épocas difíciles. Falleció en 1992 en un accidente de auto en Berazategui, y trajeron sus restos a la parroquia de Caacupé, para que veas lo que significa”, relata Maxi. La letra de la murga nombra a un “cura villero”, quién puso su cuerpo entero frente a “monstruos vestidos de verde”, que venían a erradicar un barrio de obreros. El cura villero es, por supuesto, el padre Daniel de la Sierra; los monstruos vestidos de verde, los integrantes de la última dictadura cívico militar argentina, que quiso llevarse por delante los barrios populares de la Capital Federal. En el sector de Barracas, al borde del río Matanza-Riachuelo, donde hoy ensaya la murga, el mismo padre Daniel se plantó y los defendió. Por eso, en 2005, el “Padre Tano” fundó una murga en su honor. 

 

Maximiliano Valdiviezo es el encargado de percusión y uno de los principales organizadores.

No obstante, todo cambió para la murga a partir de la llegada del cura Carlos Olivero, conocido en el barrio como el “Padre Charly”, en 2007. Maxi se involucró aún más en la organización y los eventos y la “Padre Daniel” superaron sus propios límites: “Hasta 2011, la murga era exclusiva de la parroquia. Pero a partir de ahí dimos otro paso: le propuse a Charly, que encima era músico, participar en los carnavales porteños y hacer viajes al resto del país para que la gente nos conozca”. Así, empezaron a participar en los carnavales porteños y en encuentros nacionales de murga en Santiago del Estero, Bahía Blanca y Comodoro Rivadavia, por nombrar algunos. “Ahora nos conocen en todos lados, porque marcamos territorio. Somos la murga de la iglesia. Antes, en los encuentros había mucha competencia para ver quién era la mejor. Nosotros llegamos y transmitimos otro mensaje: compartir en vez de competir. Las otras murgas hicieron un clic y ahora cambió todo, es más familiar, hasta nos prestamos instrumentos, cosas que antes no pasaban”, explica Maxi, con un orgullo que a su cara le resulta imposible disimular. 

La presencia de la murga “Padre Daniel” en la segunda edición del Carnaval Sustentable de la Ciudad conlleva una actitud solidaria. Es una forma de agradecimiento a Solange Guez, una de las organizadoras del carnaval, quién le donó a la murga la tela para fabricar sus propios trajes. Una ayuda que resultó fundamental y que Maxi lo resalta reiteradas veces: “Es un gesto enorme, porque hay mamás que tienen seis hijos que bailan y cada traje es muy caro, se les hace imposible pagar. Por eso la ayuda fue muy importante, esas mamás están chochas, y nuestra forma de agradecerle es participar en el carnaval y mostrar lo que hicimos gracias a ella”. 

Ya en pleno ensayo, la fila de bailarines, que incluye niños, adolescentes, adultos, mayores y hasta un perro, ocupa una cuadra de largo. La música suena y el sol se esconde sobre la orilla del río Matanza-Riachuelo. La gente del barrio que no participa observa por las ventanas, puertas y balcones. “Cerveza fría, helados, hay gas”, se lee en los carteles del kiosco que está frente al ensayo, mientras la dueña mira entre las rejas.  Los más chiquitos juegan y corren por la bicisenda, mientras sus familiares mueven el cuerpo al ritmo de los bombos. Ni siquiera el paso de una camioneta de la policía por el centro de la calle Iguazú interrumpe el ensayo. Los bailarines se acercan al cordón de la vereda sin dejar de bailar, y cuando el patrullero se aleja, vuelven a su lugar original. 

Por cuestiones personales, es el último año de Maxi como responsable de la murga. Sin dudas, será un momento difícil para todos. Para él, más que nadie. Quizás tan dura como lo fue la partida de Charly en 2020: “Él era como un maestro para mí, me enseñó todo lo que sé. Empecé a escribir nuestras canciones en 2012 y él me corregía y me indicaba qué estaba bien y qué no. Hasta que un día me dijo que estaba listo y a partir de ahí empecé a escribir todas las canciones yo”. La última canción que el padre Charly compuso antes de irse se llama “El letrista”. Habla de un hombre que empieza a escribir, se equivoca, aprende, y continúa intentando. Las voces que murmullan por el barrio dicen que la canción habla de Maxi, pero él no termina de atribuirse semejante homenaje.  

Antes y después del ensayo, una mujer recibe fotocopias de DNI y vacunas firmadas sobre una mesita, al costado de la capilla. Son autorizaciones para el viaje a Marcos Paz que los miembros de la murga realizarán en unos días. Detrás del viaje hay, por supuesto, mucho esfuerzo: “Vamos a pasar dos días de vacaciones y a ver los carnavales desde afuera, a descansar. Nuestra prioridad fueron las familias con cinco o seis hijos, que no tienen la posibilidad de salir de capital y que todo les cuesta el doble. Tratamos de que ellos vayan todos para que puedan disfrutar de dos días de descanso y ver lo que nos gusta, lo que nos apasiona”, cuenta Maxi, mientras la fila de papeles sobre la mesa se agranda cada vez más. Después de todo, de eso se trata (la vida y la murga): de disfrutar. 

«El Poder Judicial no ha estado a la altura de las circunstancias»

«El Poder Judicial no ha estado a la altura de las circunstancias»

Se reanudaron las audiencias testimoniales por los crímenes de lesa humanidad cometidos en Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús. En esta jornada, Pedro Cerviño declaró por el caso Nélida Sosa de Forti, amiga y compañera de militancia.

Este martes 8 de febrero transcurrió la jornada número 54 en lo que fue la reanudación de las audiencias testimoniales del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús. En esta ocasión, Pedro Cerviño brindó su testimonio como compañero y amigo de la desaparecida Nélida Sosa de Forti, víctima de la última dictadura cívico militar.  

El testigo relató: “El 8 de febrero de 1977 fui secuestrado en Tucumán y llevado al centro de detención clandestino que estaba en la Jefatura de Policía en esa ciudad. Estuve un mes, hasta el 7 de marzo”. Las últimas dos semanas de su detención fueron las que compartió con Nélida, con quien mantenía una relación de amistad ya que ambos eran militantes del Peronismo de Base en la capital tucumana. Esa amistad se extendía hacia su esposo, Alfredo Forti, y sus dos hijos mayores, Alfredo y Mario. Incluso unos días antes de ser secuestrado, Cerviño recuerda que pasó la tarde en la casa de los Forti. Neli, como la nombra el testigo, formaba parte de la comisión interna del Sindicato Municipal de la ciudad de Tucumán. 

Cerviño reconoció a Nélida apenas la vio en las celdas individuales del centro clandestino de detención en la comisaría de Tucumán, la última semana de febrero de 1977, donde ya había aprendido a sacarse la venda de los ojos y a mirar por debajo cuando lo llevaban al baño: “Tenía puesto un vestido amarillo y había sido golpeada y maltratada, hasta el punto de no poder hablar ni caminar. Por eso no pude saber si me reconoció, pero el día que me sacaron, por su mirada, estoy seguro de que supo que era yo”. 

No es la primera vez que Cerviño declara sobre su encuentro con Nélida. En 1979, durante su estadía en la cárcel de Caseros, le informaron que su amiga había sido secuestrada de un avión en Ezeiza, y que había pasado por un centro clandestino de detención en Buenos Aires antes de llegar a la provincia de Tucumán, último lugar donde se supo de su paradero. Ya en democracia, hizo las mismas declaraciones que ahora en los tribunales de Catamarca, Santiago del Estero y Tucumán. Quizás son esos algunos de los motivos que provocan que Cerviño se muestre desesperanzado a la hora de cerrar su testimonio: “A 45 años de los sucesos es muy difícil suponer que estamos haciendo justicia. Lo que se ha cristalizado es la injusticia con relación a estos hechos. Tanta reiteración, lo que demuestra es que el Poder Judicial ha permitido la impunidad en la cual quedaron la mayor parte de estos sucesos. En mi opinión, el Poder Judicial de la Nación no ha estado a la altura de las circunstancias”. 

La jornada número 54 de las audiencias testimoniales tuvo lugar para un último episodio antes del cierre. Finalizado el testimonio de Cerviño, la abogada querellante, Luz Santos Morón, pidió leer unas palabras en memoria de Jorge Allega, fallecido el pasado 22 de enero. Allega fue otra de las víctimas de la última dictadura militar, detenido ilegalmente en el Pozo de Quilmes, dos veces en un lapso de un año y medio. La abogada defensora, Carmen Ibáñez, se opuso a la solicitud justificando que debía hacerse al momento de los alegatos. Luego de deliberar, el tribunal permitió por unanimidad la lectura de las palabras de Allega para homenajearlo, resaltando el derecho de los familiares y víctimas sobrevivientes de expresarse, teniendo en cuenta, además, que esta fue la primera audiencia luego del fallecimiento de la víctima. Después de una serie de interrupciones, la abogada Santos Morón comenzó la lectura de las palabras de homenaje, mientras la cámara de la abogada defensora Ibáñez se apagaba, para volver a encenderse solo después de que la carta llegara a su fin. 

Las palabras por Allaga tienen muchas similitudes con las pronunciadas por Cerviño en su reflexión. Jorge había brindado testimonio en múltiples ocasiones desde la vuelta de la democracia y hasta poco tiempo antes de su fallecimiento. “Su solidaridad lo llevó a visitar a las familias de las víctimas con quienes había compartido cautiverio, sabiendo que con aquellos relatos se aplacaría por un instante la ausencia del ser querido”, recita la abogada. Jorge debía testimoniar este año en el juicio de las brigadas, justamente por su secuestro en el Pozo de Quilmes. “La justicia llegó tarde. Es responsabilidad de un Poder Judicial extremadamente lento con los delitos de lesa humanidad. El péndulo del tiempo hace que la justicia se convierta en impunidad”, decía el texto. 

“El judo contiene una gran riqueza inclusiva”

“El judo contiene una gran riqueza inclusiva”

Guillermo Traba es el entrenador de la selección argentina de judo paralímpico hace 18 años. Desde que asumió, el judo ha dicho presente en las cinco ediciones de los Juegos Paraolímpicos que se disputaron, hasta alcanzar Tokio 2020. En diálogo con ANCCOM, contó cómo se desarrolló la última edición de los Juegos en este contexto tan particular, que limitaciones se presentaron a la hora de entrenar, cómo las atravesaron y que lugar le da al deporte como herramienta de inclusión. 

¿Cómo fue el desarrollo de la competición? 

El desarrollo de los Juegos fue muy bueno, estuvo muy bien organizado. Hubo muchísimos cuidados respecto al covid-19, se mantuvo siempre la misma burbuja. No te podías cruzar con nadie externo a la competición, ya sea en la villa, en los entrenamientos que hacíamos en Japón o en los previos, solamente tenías contacto con gente de ahí. En el ámbito organizativo de los juegos en sí también estuvo muy bien, todo muy ordenado. 

¿Y a nivel competitivo? 

A nivel competitivo, a nuestra selección no le fue nada bien. Viajamos con tres luchadores: Eduardo Gauto en la categoría hasta 66 kg, Fabián Ramírez hasta 73 kg, y Laura González hasta 57 kg. Desgraciadamente, ninguno pudo llegar a medalla: Gauto y Ramírez quedaron afuera en la primera lucha, sin posibilidad de competir en segunda instancia, con mucha mala suerte porque a los dos les tocó contra Japón que es potencia. Laura obtuvo un diploma olímpico gracias a su séptimo puesto. Aspirábamos a un poco más, pero es parte del juego; a veces tenés buenos logros y otras veces no. Sin embargo, el trasfondo del judo argentino no es negativo como parece si uno se deja llevar por estos resultados. Es que a los Juegos Paralímpicos clasifican nada más que los diez mejores del mundo en hombres, y las ocho mejores del mundo en mujeres. Un dato sorprendente si se tiene en cuenta que Argentina está lejos de ser uno de los países con más recursos en cuanto a entrenamiento y preparación. 

¿En qué contexto se encuentra el judo paralímpico? 

El deporte adaptado en general ha crecido muchísimo, pero hoy en día se hace todo un poco más difícil. Los países que tienen más recursos cuentan con otro nivel de acceso a tecnologías, a capacidades. Hay una diferencia que hace a la realidad social de nuestro país y nuestra zona. Cuando vas a las competiciones, ves a otros contingentes, y todos los recursos con los que viajan, y te das cuenta que estamos lejos. Nosotros vamos a las competencias sin equipo médico, y los demás tienen kinesiólogos, psicólogos. Por suerte, en los Juegos viaja la delegación entera, donde sí pueden ir los médicos y demás, pero al resto de los torneos vamos solos. 

¿Cuánto los limitó la pandemia? 

Estuvimos con muchos inconvenientes desde el año pasado. Justo veníamos de un torneo en Montreal en enero de 2020 donde nos había ido muy bien. Veníamos con mucha confianza y cuando nos agarró la pandemia fue un golpe durísimo. Estar desde marzo hasta noviembre del año pasado entrenando por Zoom nos quemó la cabeza. Un deporte como el judo necesita la presencialidad, necesitas del otro para entrenar. Fue bastante desalentador y costó mucho volver a comenzar. 

¿Cómo lo sobrepasaron? 

El deporte de combate fue uno de los últimos en empezar a entrenar, porque al ser lucha cuerpo a cuerpo se dificultaba mucho con barbijos. Recién volvimos a los entrenamientos en noviembre del año pasado y de ahí no paramos. En mayo estuvimos en competencias en Azerbaiyán y en Inglaterra, donde dos de nuestros competidores obtuvieron medalla, fueron buenos logros. Dentro de todo nos arreglamos muy bien, fuimos preparados y con mucha confianza. Pensamos que estábamos para más, pero lamentablemente no lo pudimos plasmar en los Juegos. No se dieron las circunstancias. 

 

Fabián Ramírez, uno de los judocas que compitió en Tokio 2020, tiene 44 años y es doble medallista olímpico: obtuvo la medalla de plata en Atlanta 1996, antes de la asunción de Guillermo como entrenador, y la medalla de bronce en Beijing 2008. La presencia de referentes es muy importante a la hora de la convocatoria en el deporte, sobre todo si alcanzan logros que generen reconocimiento a nivel nacional. Guillermo afirma que la importancia de una medalla, de alguien con quien identificarse, va mucho más allá del logro deportivo. 

¿Influye tener a Paula Pareto como referente en la disciplina? 

Sí, por supuesto. La figura de Paula es muy trascendente, pensá que es doble medallista olímpica. Igualmente, las medallas no son tanto para el atleta, sino que sirven para que mucha gente se involucre en el deporte y se dé a conocer. Si nos quedamos solamente con la medalla para colgarla, creo que volamos muy bajo. La idea es que la medalla tiene que servir para que haya muchas Paula Pareto, muchos Fabián Ramírez, ese es el verdadero logro de una medalla, valen para eso. Todo deportista famoso sirvió para que haya más en esa situación, y ni hablar de la importancia del deporte para los que están excluidos de este sistema. 

¿En qué lugar colocas al deporte como herramienta de inclusión? 

El deporte es la herramienta por excelencia para la inclusión. El judo, por hablarte de mi experiencia más cercana, es muy rico en ese aspecto, porque le permite a cualquier chico con problemas de discapacidad visual poder hacerlo en cualquier lado. Al ser un deporte que se trabaja de a dos, tu adversario o tu uke, como le decimos nosotros, puede ser un convencional, y a su vez es un guía. No necesitas de otra persona no vidente para entrenar. El judo contiene una gran riqueza inclusiva en ese aspecto. De los tres que compitieron en Tokio, por ejemplo, dos no tienen capacidad visual y uno tiene muy poca. Lamentablemente, en el judo paralímpico aún no se hizo una clasificación en ese aspecto, entonces te puede tocar contra alguien que tenga prácticamente la totalidad de la vista, que es lo que les pasó a dos de los chicos. Por suerte, la regla está por cambiar y esperemos ya para la próxima edición tener una separación que sea justa.

A pesar de que el judo no es una actividad muy practicada en nuestra región, ha logrado ocupar y mantener un lugar de privilegio en el mundo del deporte paralímpico. Hay atletas repartidos por todo el país que son parte de la selección y ya se preparan pensando en las próximas competencias.

¿Cómo continúa la actividad de la selección de judo después de Tokio? 

Ahora arranca un nuevo ciclo, paramos unas semanas y luego de nuevo a comenzar a entrenar para el nuevo objetivo que es París 2024. Trabajando, entrenando, buscando nuevos aportes, nuevos atletas para preparar. Hay mucho para hacer y estamos ilusionados y con muchas ganas.