Monotributistas de la Argentina, uníos

Monotributistas de la Argentina, uníos

Ailén Lucarelli, referente de Monotributistas Organizadxs.

Ni ART, ni indemnización por despido, ni antigüedad laboral. Mucho menos vacaciones pagas, aguinaldo o licencias. Sin paritarias, ni representación gremial, ni jubilaciones dignas. Sin Convenio Colectivo de Trabajo. Sin estabilidad laboral. En esas condiciones trabaja el 49% de trabajadores activos en Argentina, según el Instituto Nacional de Datos, Estadísticas y Censos (INDEC), todos ellos monotributistas. Sobre este “régimen de precarización y tercerización laboral”, se le sumó un aumento al impuesto al Monotributo del 51% a partir de enero del 2020, en un contexto de congelamiento tarifario generalizado.

Frente a la situación de “presiones tributarias, ausencia completa de derechos laborales, inestabilidad y flexibilidad laboral”, los prestadores de servicios contratados bajo la modalidad de Monotributo, trabajadores independientes y freelancers, se organizaron  dentro de Monotributistas Organizadxs. “Somos un grupo de trabajadorxs monotributistas de distintos ámbitos y rubros que nos organizamos para unirnos en la lucha contra la precarización laboral y para exigir nuestros derechos como trabajadorxs”, se presentan.

La organización se creó a fines de 2019 como forma de lucha contra el aumento, y a partir de Prestadores Precarizados en Salud y Educación, una agrupación que nucléa psicólogos, psicopedagogos, psicomotricistas, terapistas ocupacionales, entre otros. “Al enterarnos del brutal aumento del 51% quisimos coordinar acciones para enfrentarlo, pero como solos no nos daban las fuerzas, creamos el espacio de Monotributistas Organizadxs para articular a todos los monotributistas en una lucha en común para derrotar este impuestazo”, explica Ailén Lucarelli, una de las referentes de la agrupación. “Con una primera asamblea de tan sólo ocho personas comenzamos a organizar el movimiento, que tuvo rápida repercusión debido a que tocamos una fibra sensible de la clase trabajadora argentina, que está sumida en la más absoluta precarización laboral.”

“Ser monotributista en la actualidad es parte de la progresiva «uberización» de la economía”, sostiene Lucarelli, quien es psicóloga y trabaja como acompañante terapéutica de niños con discapacidad. “La patronal o el Estado, dependiendo del caso, queda eximido de pagar los aportes patronales que por ley deben cubrir para contratar trabajadores, y pueden desvincularlos en cualquier momento sin ningún tipo de indemnización. La contracara, para los trabajadores monotributistas, es la falta total de derechos.”

 

Además de la anulación del “impuestazo” para las categorías que no alcanzan a cubrir la canasta básica familiar, entre las reivindicaciones de los monotributistas se encuentran también ingresos y jubilación digna -más del 80% de los trabajadores está por debajo de la línea de pobreza y todos, sin importar la categoría, se jubilan con el haber mínimo-; el pase a planta bajo convenio colectivo de trabajo de todos los monotributistas contratados en relación de dependencia encubierta -y derechos laborales de freelancers y autónomos-; y cobertura de salud de calidad garantizada o componente de obra social en carácter optativo.

Respecto de esto último, Guillermo Kühl, otro de los referentes de Monotributistas Organizadxs, explica: “Nosotros pagamos tres componentes: el componente previsional, la simplificación tributarias -que tiene que ver con el pago de IVA y ganancias-, y la obra social. En los últimos años, a los monotributistas no nos están dejando afiliar a casi 20, 30 obras sociales porque, según ellos, el componente que pagamos de obra social no alcanza al valor de un Plan Médico Obligatorio.” Frente a esto, los monotributistas exigen que se garantice la libre afiliación -en tanto está establecido por ley y pagan la obra social. O, en su defecto, que el pago del componente sea optativo.

“También estamos debatiendo el componente de la simplificación tributaria porque nosotros no somos una empresa y no tenemos mucha claridad de por qué deberíamos pagar el IVA o ganancias al Estado”, agrega Kühl.

Debido al aumento del 51% -impuesto que hoy en día los monotributistas están pagando y asunto que organiza las medidas más urgentes de Monotributistas Organizadxs-; los trabajadores precarizados y tercerizados se movilizaron hacia la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), donde se les dijo que nada podían hacer por ser solo un “órgano de aplicación”. Frente a esta respuesta, votaron en asamblea la realización de una audiencia pública en el Congreso de la Nación para presentar un proyecto de ley que anule el “impuestazo” de forma retroactiva al pasado enero y modifique en favor de los monotributistas las regulaciones actuales. Para ello, la diputada nacional por el Frente de Izquierda, Romina Del Plá, se puso a disposición de la agrupación.

Asimismo, luego de una movilización al Ministerio de Trabajo y la presentación de un pliego de reivindicaciones con 70 mil firmas, consiguieron una reunión que se llevó a cabo el 20 de febrero. Estuvieron presentes los funcionarios Adrián Perrone y Alberto Tomassone, quienes se comprometieron a avanzar en las negociaciones y seis delegados de Monotributistas Organizadxs. El siguiente paso sería la conformación de una “mesa chica” para tratar con los diferentes organismos los reclamos que presentan.

El día a día 

Lejos del ideal de independencia y libertad presentado como una de las ventajas de este tipo de contratación, los trabajadores que se encuentran bajo la modalidad de Monotributo -o, al menos, la gran mayoría-, enfrentan muchas dificultades en su vida diaria. En muchos casos, incluso, el monotributo no es una opción personal: “Soy monotributista porque el Estado me obliga a eso”, cuenta Emilia, quien prefiere no dar a conocer su apellido para resguardar su identidad. “Trabajo como psicopedagoga en el ámbito de la discapacidad. Le facturo a las obras sociales de forma independiente y, en el caso del centro categorizado para el que trabajo, es una relación de dependencia encubierta porque facturo mis honorarios y ellos a su vez le facturan a la obra social. O sea que mis ingresos son un parcial de lo que debería recibir en esta relación de dependencia encubierta.”

La mayoría coincide en dos aspectos del Monotributo: la precarización laboral y la incertidumbre.

“No tengo acceso a licencias por enfermedad, por embarazo; no tengo vacaciones pagas; no se tiene en cuenta mi antigüedad; no estoy bajo ningún convenio que fije mi salario, no tengo posibilidad de paritarias. No accedo a aguinaldos o bono, y tampoco a indemnización en el caso de que algún empleador decida suprimir el vínculo laboral. Y además de esto, estoy condenada a la jubilación mínima, sin importar a qué categoría haya aportado en mis años laborales”, enumera Emilia, en una lista que parece no acabar.

En una situación similar, Ailén Lucarelli, psicóloga y acompañante terapéutica de niños con discapacidad (APND) en escuelas, relata las diferencias que hay entre su trabajo y el de otros trabajadores escolares: “Cumplo el mismo horario que los docentes, debo firmar asistencia, realizar funciones pedagógicas, hacer adaptaciones curriculares, de acceso y de contenido, redactar informes, articular con los distintos actores de la escuela, las familias y el equipo tratante del niño. Todo esto  con poco más de la mitad de lo que cobra un docente que recién ingresa a dar clases (es decir, sin antigüedad). Luego de lo cual debemos pagar nuestro propio monotributo, matrícula, seguros de accidentes personales y de mala praxis, etc. Además, los contratos son de marzo a diciembre, por lo cual hay dos meses enteros que no cobramos nada.”

Tal realidad laboral tiene implicancias directas en las decisiones personales de los monotributistas: desde recurrir a la ayuda económica de familiares y conocidos hasta tener un segundo -o tercer- trabajo, tal como la venta de productos, que hasta puede generar mayores ingresos que la fuente laboral principal. “No puedo vivir de lo que amo porque mis ingresos son de hambre. La mayoría de los APND buscamos trabajar de cualquier otra cosa, desde cajero de supermercado hasta microemprendimientos como compra/venta de mercaderías, porque se gana más que con esta profesión”, explica Ailén: “Mi mamá, que es docente, me tiene que ayudar a llegar a fin de mes, y la ayuda se redobla en los dos meses de hambre de las vacaciones de verano, en los que no cobro nada. Me gustaría ser mamá y no puedo porque implicaría tener que dejar de trabajar y, ergo, no poder darle de comer a mi hijo o hija.”

«Atravesamos el racismo en nuestros procesos identitarios»

«Atravesamos el racismo en nuestros procesos identitarios»

«Soy ayudante de cátedra y cuando llegan los pibes al aula me miran raro, dudan que sea docente», dice Aymara.

Las cuadras que rodean la Plaza Lavalle parecieran ser consideradas un centro importante de la cultura en la Ciudad de Buenos Aires. En unos pocos metros concentra desde el prestigioso Teatro Colón hasta Tribunales, repleto de profesionales y universitarios. En el medio, el Instituto Libre de Segunda Enseñanza (ILSE), colegio dependiente de la Universidad de Buenos Aires (UBA); y a unas pocas cuadras, el Centro Cultural Borges. 

Entre los habitués que recorren esas cuadras se mezclan decenas de turistas a cada hora, cuyo lugar preferido es el Petit Colón, uno de los cafés notables de la ciudad. En aquella esquina, Libertad 505, repleta de mármol claro, madera oscura, tapizados bordó y decoraciones doradas, está ya sentado Alejandro Mamani, abogado e integrante de Identidad Marrón. De traje y con un café frente a él, es uno más de los tantos que se encuentran en el bar; pero  no lo es. Entre la gente -judiciales, turistas, visitantes del teatro, señoras-, es el único no blanco, el único marrón. 

Marrón. Así se identifica, así se autopercibe y así se presenta. 

Poner sobre la mesa su color de piel es la forma que tiene de sacar a la luz el racismo. “Nuestro planteo está en el debate de lo no visual y lo visual. Es por donde vemos el racismo, que claramente es visual, es fenotípico. A pesar de tu autopercepción o de tu conocimiento de cuáles son tus orígenes, si tu fenotipo es indígena, la dinámica de los valores y los contravalores se activa. Y es estética, es visual”, explica Mamani. 

Junto a otros profesionales de diversas ramas -la mayoría, universitarios de primera generación-, Mamani conforma Identidad Marrón, un “colectivo de personas marrones hijxs y nietxs de indígenas y campesinos de América”, y llevan como bandera algo que tantos otros niegan o son incapaces de ver: su color de piel. “Lo visual es construcción y es un campo de batalla. Como también lo es la cuestión de las representaciones”, sostiene Mamani, sentado en ese espacio que, inconscientemente -o no-, está pensado por y para blancos. 

Más tarde llega Aymara Choque, también abogada y parte del colectivo que reúne personas marrones; ella, además, pertenece a la red Tejido de Profesionales Indígenas. Desde su perspectiva, también entran en juego la identidad indígena -asumida y en proceso-, y el feminismo.

Dentro de Identidad Marrón se sostiene la idea que el racismo es “estructural, que se da en todos los espacios y en los progresistas”. Por eso, el grupo se construye como un lugar de reflexión y acción desde distintos campos -arte, humanidades, educación, jurídico, entre otros-, con el objetivo de visibilizar el racismo, pensar respuestas a las problemáticas que afrontan las personas racializadas marrones, e incidir en la transformación de la realidad.

«Hay un saber que siempre nos termina aplastando y que no tiene en cuenta nuestro propio saber», dice Aymara.

¿Por qué cuesta tanto identificar la racialización de las personas marrones?

AM: Ha sido tan poco debatido el tema del racismo en la parte hispanoparlante latinoamericana que es complejo. Desde el grupo no planteamos respuestas sino que trabajamos dudas, y ponemos la cuestión contextual para dar cuenta de cuáles son los elementos que conforman o activan la maquinaria racista en nuestras sociedades. 

Wendy Sulca, Yalitza y More Rial son ejemplos de cómo se ataca por el color de piel, de cómo se ha hecho una dinámica de discurso racista. En silencio, porque no decimos que sea racismo. No se lo puede pensar porque asimilamos que racismo es el Ku Klux Klan, es la imaginación de la segregación yanqui. Hay una cristalización en el binomio blanco/negro-afro, muy relacionado al contexto anglosajón.

¿Esto tiene algo que ver con la “apropiación cultural”?

AM: Lo de apropiación cultural también depende de cuáles son los grupos y cuales están legitimados. Hay una legitimación social académica para hablar de racismo y afro en Argentina, para cuestionar desde ese lugar. Podemos hablar de qué es apropiación cultural, hacer una traducción literal de todo lo que plantea la academia anglosajona. Pero claramente somos un contexto diferente y tenemos que encontrar aquí cuál es la forma en que el racismo existe, cuál es la forma que toma acá. 

¿Qué objetivos tienen cuando plantean la categoría “marrón”? 

AM: Las personas blancas saben que son blancas, o de última sabemos que son blancas. Las personas negras y afros tienen toda una construcción académica teórica bastante interesante y reivindican el color negro. Pero ¿nosotros no tenemos color? Hay una cuestión identitaria, una cuestión muy compleja respecto a todo lo del racismo en América Latina. Y eso es lo que queremos tratar a partir de la categoría “marrón”. No decimos que sea el término correcto. Hemos recogido rastreos de insultos a personas con rasgos aindiados, como “color caca” o “color puerta”, pero no te dicen “marrón de mierda”. 

El color lo que termina haciendo es demostrando que claramente no soy negro. Pero, a diferencia de Aymara, no quiero utilizar la categoría indígena como una imposición. Mi fenotipo es este, me puedo mirar al espejo y sé cómo funciona la estructura racista contra mí. Voy a hablar de eso, desde mi lugar. Nosotros revalorizamos lo indígena, nuestros antepasados, lo campesino. Pero nuestro punto fuerte de discusión es el racismo. Y a partir de eso, algo que encontramos como una forma de aglutinar a los descendientes de indígenas y campesinos, fue lo marrón.

Aymara Choque: Lo que me pasaba cuando era más chica era que me decían «negra de mierda», y yo me miraba y decía «no soy negra», no era de ese color negro que veía en las cosas. Y mi mamá decía «nosotros somos hijos de la tierra», porque la tierra es más parecida a mi color.

Entonces, el racismo está, y eso es algo que nos unifica. A mí desde la perspectiva indígena y ellos desde la perspectiva que no se reconocen como indígena y quizás están en el proceso y quizás no. Todos los que conformamos Identidad Marrón, hemos atravesado el racismo desde nuestros distintos procesos identitarios.

«El que agarra el micrófono en una marcha es el blanco, y el que agarra las pancartas es el marrón», dice Mamani.

¿Qué clase de respuestas ofrecen?

AM: Respuestas políticas. Queremos crear políticas públicas posibles, tratar de modificar la realidad en cierta forma. Hace cuatro o cinco años llevé al INADI una denuncia por racismo de un chico al que lo habían discriminado en un boliche de Palermo y no le habían tomado la denuncia. Fuimos con otra abogada indígena que trabaja dentro del INADI, y le preguntaron si la denuncia era por xenofobia. Pero no, porque era argentino. Y la persona del INADI no sabía por qué era la denuncia. Era racismo. Y su respuesta fue  «¿Cómo va a ser racismo si no es afro?».

Queremos habilitar las líneas, las herramientas administrativas para denunciar las situaciones de racismo real y no banalizarlas. No queremos símbolos, queremos crear derechos para las generaciones futuras, que pueden sentir que el rechazo es personal, que hay un tema de exclusión social personal cuando en realidad es algo estructural. Pero también para las generaciones pasadas, para la vejez, personas que han trabajado precarizadas sin un solo aporte, que han colaborado con la construcción de un país y han sido olvidadas. Ya sea desde planes de incidencia social donde se tenga en cuenta el racismo como una variable, como se tiene en cuenta el feminismo en ciertas variables; hasta la modificación de la Ley Antidiscriminatoria respecto de la carga de la prueba: que el comercio, bar o boliche tenga que probar que no discriminó, que cumple la ley y que las diferenciaciones son objetivas. Que el derecho de admisión no sea una excusa para discriminar. 

Mencionaron también la cuestión de la identidad indígena, ¿qué papel juega Identidad Marrón en eso y cuál es su postura frente a dicha identidad?

AM: Identidad Marrón es un lugar de proceso de asumir la identidad indígena. Es un proceso personal y no es obligatorio, no todas las personas con rasgos indígenas tienen que reconocerse indígenas; y si lo hace, tiene que ser con sus propios tiempos. Pero, independientemente de este proceso en el que con Aymara estamos en instancias totalmente diferentes, el racismo nos termina llegando en la misma forma y en la misma instancia. Y eso es lo que nos une para trabajar. Otro debate que tenemos es el cómo se ha delimitado lo indígena como concepto y a qué personas le cabe la identidad. En América Latina el concepto de indígena ha quedado tan reducido que si no estás en una comunidad, no sos pobre, tenés estudios primarios, secundarios, universitarios, o sos de una ciudad, no sos indígena. 

AC: Hay también un estereotipo de lo que debería ser un indígena. Asumir mi identidad dentro del colectivo fue como repensarme nuevamente. Ahí me di cuenta de un montón de cosas respecto del mundo indígena, como que sí había gays, lesbianas y personas trans. Pasa que tenés 527 años de conquista que están atravesados por la institución de la Iglesia, y hay toda una cuestión ahí. Es como una deconstrucción también hacia eso. Y creo que eso es lo que me llevó a estar dentro del colectivo.

AM: Hay también una negación a la hora de hablar del color. Cuando se habla de lo indígena y respecto de lo marrón, en Latinoamérica se utilizan un montón de categorías, pero nunca se da un color. Este era nuestro lugar, América era nuestro lugar, tenemos preexistencia. Y la forma de anular esa preexistencia, de anular el color, y de usar el mestizaje y el criollismo como una estrategia de anulación, estuvo a través de los años y caló hondo. 

«Los dos somos abogados, y muchas veces la gente no asume que lo somos, nos piden créditos», señala Mamani.

¿Consideran que en el tratamiento diferente de las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel hay una cuestión racista?

AC: En el caso Maldonado, en relación con la muerte de Rafael Nahuel, hay una cuestión de valores. Porque Maldonado era una persona blanca pero que estaba muy metido en la militancia indígena, y la comunidad lo termina aceptando. En cambio, Nahuel era indígena, era parte de la comunidad, entonces ya estaba en otro contexto. Hay una cuestión de valores ahí.

AM: Es un tema tabú. Pero si decimos que las vidas no valen lo mismo es porque sabemos que las vidas no valen lo mismo. Porque la vida de Rafael Nahuel no vale lo mismo que la vida de Santiago Maldonado. Es muy cruel, pero es verdad. La vida de los ocho chicos wichis que se murieron de hambre y sed en el norte no valen lo mismo que la vida de un niño de Capital. Si acá se hubiese muerto un niño de clase media, esto hubiese sido un escándalo nacional. Entonces de verdad las vidas no valen lo mismo. 

Hace unos días hubo bastante revuelo a partir de que Elizabeth “La Negra” Vernaci dijo que “Jujuy es Bolivia”. ¿Qué opinan de tal enunciado? ¿Y qué piensan de la postura del gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, al respecto?

AM: Lo de Vernaci fue un exceso pero jugaron todos ese juego. Es una pequeña frase que es chocante y esconde algo de racismo. Que una nacionalidad se utilice como insulto da cuenta de qué estamos hablando: porque no es solo una nacionalidad, sino que la nacionalidad refiere a un fenotipo y el fenotipo es lo indígena. No es que no queremos ser bolivianos o no queremos ser indígenas. En 24 horas hubo todo un revuelo alrededor de los dichos, pero en lo que va del año murieron ocho niños wichis de hambre y sed, y no generó lo mismo. 

En Salta y Jujuy es muy común que se diga «esta persona es boliviana» como un insulto a pesar de que fenotípicamente sean iguales: no hay una diferencia estética, mis pómulos y ojos son del mismo tamaño, los rasgos de mi cara son iguales, mi color de piel es el mismo, mi apellido, incluso, es el mismo. Asumimos que todo lo indígena es de afuera. Lo que plantea Vernaci es mucho más complejo, porque claramente se piensa que Jujuy o Salta no es Argentina, pero ¿por qué? No porque sea Jujuy o Salta, sino porque hay pobreza y hay indígenas.

AC: Creo que también tiene que ver con una cuestión de ciertos nacionalismos que se fueron implementando respecto de las migraciones buenas y las migraciones malas. Una migración de los países limítrofes no es la que el argentino o el estereotipo de la Argentina quiere. No es lo mismo decirte que “sos italiano” que decirte “sos boliviano”, porque claramente hay una cuestión más despectiva. Y el hecho de que todos salieran con los tapones de punta, me da la sensación de que es como si ser boliviano fuera un insulto. Tiene que ver con todo un contexto histórico: es el pensarse como un país tan atrasado como Bolivia en su momento, antes de que llegara Evo Morales; con el tema de que el boliviano es sumiso, que en muchos casos viene a la Argentina a trabajar y ser explotado; y, sobre todo, con un indigenismo que no es asumido. 

Se ponen en juego dos cuestiones paralelas: por un lado, el jujeño que dice no ser boliviano como si fuera despectivo; y por el otro, quien dice «el jujeño es boliviano», porque viene con una mirada de que en el contexto argentino son todos “bajados del barco”. 

AM: Detrás de eso se esconde el racismo, se esconde que yo no quiero ser indígena porque no quiero ser indígena pobre, no quiero ser indígena marginal, no quiero ser indígena con un no status. Hay una cadena asociativa. 

¿Qué sucede con las personas marrones respecto de los lugares de poder o autoridad?

AM: Hay una cuestión que refleja dónde está el poder, de dónde viene. Uno no se cría cuestionando, uno no crece cuestionando la estructura. Uno cuestiona una estructura cuando tiene la capacidad para hacerlo, no antes. Nosotros no cuestionábamos que nuestros profesores de derecho fueran todos blancos. 

AC: De hecho a mí, que soy ayudante de cátedra, cuando llegan los pibes a la comisión me miran raro, como dudando que sea la persona a cargo. Hay un estereotipo.

AM: No se nos puede pensar en posiciones de autoridad ni de calidad académica. Los dos somos abogados, y muchas veces la gente no asume que lo somos, nos piden créditos. Lo llamamos «la sombra de la duda» con respecto de los titulados o profesiones como los artistas. Siempre dudan, como que la pregunta va dos veces: ¿de verdad? A mí me pasa… capaz está enlazado con esta cuestión de hiper validarme en la academia, pero yo tengo tres posgrados, una especialidad, una maestría. Y el tema sigue siendo la duda, la sombra de la duda que nos persigue.

¿Esto se ve reflejado en las posibilidades de acceso a posiciones de poder? ¿Incluso en estructuras que se reconocen como progresistas?

AM: Sí. Por ejemplo, las estructuras estatales son blancas, sean peronistas o sean de cualquier otro color político. Si agarrás la foto de todos los ministerios y sacás a todas las personas blancas, no deben quedar más de 5 personas en cargos de poder. Y eso sí es un tema tabú en la política «copada», porque nos gusta hablar de los pobres, de las minorías, de los cabecitas negras, de lo popular. Pero el poder es el poder. El que agarra el micrófono es el blanco, y el que agarra las pancartas en el fondo es el marrón, somos nosotros. Y nosotros ponemos eso en el tablero. Hablemos.

¿Y qué sucede con el feminismo? ¿También se dan estas dinámicas?

AC: El feminismo que se fue adoptando es un feminismo occidental que no tuvo en cuenta el contexto de las personas que no tenemos o no accedemos a ciertas clases. En mi caso, como indígena, cuando empezó toda esta nueva oleada no me sentía identificada porque no veía a una mujer indígena que estuviera hablando sobre cuestiones de mujeres indígenas. Porque nosotras también atravesamos las diferentes cuestiones que pasan las mujeres pero en otro contexto: el racismo. Además de que las demandas de quienes vivimos en la urbanidad, en el campo o en las comunidades, son diferentes. Todo ese contexto indígena es lo que ese feminismo no entiende, porque viene con otra cuestión identitaria, con una cultura, usos y costumbres totalmente distintos a una sociedad que siempre impuso el cómo tendría que ser una mujer. 

En el 2018 participé por primera vez del Encuentro Nacional de Mujeres y, particularmente, de una mesa sobre pueblos indígenas. Éramos ocho mujeres indígenas, y el resto, blancas. Me hizo preguntarme por la poca participación de mujeres indígenas en los Encuentros, y también en la poca visibilización que tenemos. ¿Qué iba a discutir en una mesa cuando ni siquiera el Estado te reconoce las políticas públicas para pueblos indígenas porque no hay visibilización?

Lo mismo con el feminismo. Hay una cuestión siempre avasalladora respecto de una doctrina de los saberes: hay un saber que siempre nos termina aplastando y que no tiene en cuenta nuestro propio saber. Cuando fue el golpe de Estado en Bolivia y Rita Segato dijo que Evo cayó por su propio peso, desde el colectivo Tejido de Profesionales Indígenas, que conformo, le contestamos que no estaba teniendo en cuenta el contexto de refundación de Bolivia como Estado Plurinacional y la incorporación de 36 naciones indígenas cuando es claro que hay una vocación totalmente avasalladora que nunca entendió la temática de los pueblos originarios. En 527 años de conquista nada se logró con consenso, sino que siempre fue con violencia y con imposición de saberes.

Dentro del feminismo también hay un aplastamiento de saberes ya que no entienden que nosotras nos repensamos cuestiones dentro de nuestras culturas, usos y costumbres. Y también hay racismo. Cuando se hizo una manifestación por el caso de Darthés, que todas las actrices acompañaron a Thelma Fardín -lo que me parece perfecto-; al mismo tiempo había una violación de una niña que no fue noticia porque era indígena y pobre. Pero hasta que no se empiece a visibilizarnos, a generar políticas públicas para los pueblos indígenas, siempre vamos a estar en esa disyuntiva.

¿Consideran que, en el debate sobre racismo, son las únicas personas autorizadas para hablar sobre ello? ¿O cómo es que se tiene que construir conocimiento sobre la racialización de las personas marrones en América Latina y, particularmente, Argentina?

AM: El debate sobre el racismo es un debate que se tiene que dar con toda la sociedad, es un debate abierto. Todos tenemos que poder hablar, entender y tratar de colaborar, porque la lucha por la igualdad es una lucha conjunta. Lo que no tiene que pasar, que sí pasa, es que nos terminen objetivando como objeto de estudio. Nosotros no somos personas sin voz, no necesitamos un curso de racismo dictado por chicos blancos. 

Ese es nuestro debate y crítica también con las teorías anglosajonas y europeas respecto del racismo y la decolonialidad. Hay una tendencia social al tutelaje de nuestra historia, de nuestros relatos, de nuestras realidades, de las comunidades indígenas. Como una postura del salvador blanco que sabe qué es lo mejor para nosotros.

AC: Y eso es algo que pasa todo el tiempo. Por ejemplo, el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) hoy está a cargo de una chica blanca. Sabiendo que hay muchos profesionales que son indígenas, la pregunta es por qué no puede estar un indígena a cargo. No niego la capacidad de esta persona, pero dentro de la academia también existen otros profesionales que tienen la capacidad de estar enfrente del instituto. Dentro del feminismo pasa lo mismo.

AM: Nosotros vamos a crear teoría, vamos a crear respuestas, vamos a analizar contextos. No vamos a ceder ante las imposiciones de esta neocolonialidad, que lo que hacen muchas veces es silenciarte. 

Las prioridades de Alberto Fernández: reforma judicial, despenalización del aborto y reestructuración de la deuda

Las prioridades de Alberto Fernández: reforma judicial, despenalización del aborto y reestructuración de la deuda

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La escena parecía casi un déjà vu: el auto gris avanzando lentamente, primero por Avenida de Mayo y luego por Rivadavia, hasta llegar al Congreso; la militancia en la plaza, aclamando bajo un sol fulminante, aunque ya no de diciembre, sino de marzo; el gesto peronista de los dedos en “V” de Alberto Fernández a través de la ventanilla del auto, esta vez desde el asiento trasero. Casi tres meses -81días, precisaría después el Presidente- pasaron desde aquel 10 de diciembre y del discurso de asunción del, entonces, nuevo mandatario de la República Argentina. En este 1° de marzo, el motivo de la reunión en el Parlamento -y en la Plaza de los Dos Congresos- fue otro: conocer el camino a seguir en materia política y económica durante el año en curso.

La Asamblea Legislativa comenzó a las 11:15, encabezada por Cristina Fernández de Kirchner, con el objetivo de conformar las comisiones que recibirían al presidente de la Nación a su llegada al recinto. Luego de ello, pasó a un cuarto intermedio hasta que Alberto Fernández arribó junto con Fabiola Yáñez, su pareja.

En el mientras tanto, algunos diputados hablaron sobre las expectativas respecto del discurso del presidente. José Luis Ramón, diputado por Mendoza, dijo esperar anuncios relacionados con el desarrollo productivo y en beneficio del pueblo, en contraposición del camino transitado por el gobierno anterior, en el que “se sancionaron 36 leyes que sólo favorecieron a un pequeño grupo de empresarios.” Se mostró optimista, a diferencia de los representantes del Frente de Izquierda, Nicolás del Caño y Romina del Plá, quienes sostuvieron que el gobierno ratificaría su rumbo de “estructurar toda su política en función de los pagos de la deuda a los acreedores privados y al FMI, lo que ya ha implicado ajustes al pueblo trabajador.”

Por su parte, Santiago Cafiero, Jefe de Gabinete, habló minutos antes de que comenzara la sesión y expresó que “hoy, esas cuestiones que son más instrumentales y de gestión quedan subsumidas al mensaje esperanzador que el presidente les va a dar a los argentinos y las argentinas.”

“Nunca más endeudamiento insostenible», pidió el Presidente.

Fue a las 12 en punto cuando Fernández comenzó su discurso en la apertura de Sesiones Ordinarias Legislativas 2020. Con Cristina sentada a su izquierda y Sergio Massa, a su derecha; fue directo desde el principio: “Vengo a darle a mis palabras el valor del compromiso”, porque “gobernar no es mentir”.

Con un tono calmo, muy distinto al que usara Mauricio Macri un año atrás, dio un diagnóstico de la “pesada herencia” producto de los últimos cuatro años. Luego detalló, punto por punto, las medidas adoptadas en los primeros 81 días de gobierno del Frente de Todos. “Comencemos por los últimos para llegar a los primeros”, expresó el presidente en línea con la campaña, llevándose el primer aplauso de la jornada. Sin embargo, el momento más celebrado fue la mención a los jubilados y el relanzamiento del Plan Remediar.

El discurso duró apenas poco menos de una hora y veinte minutos e incluyó citas al expresidente Raúl Alfonsín -como pareciera ser una costumbre ya-, Manuel Belgrano, Juan Domingo Perón y Max Weber, e incluso, un agradecimiento al Papa Francisco. A pesar de la extensión, el Presidente fue conciso y concreto -si bien algunos diputados de la oposición, como Waldo Wolff, dijeron luego que el presidente había dado a conocer generalidades-, sin caer en metáforas y eufemismos. Tuvo varios puntos fuertes que resultaron acompañados por los aplausos de toda la Cámara. Uno de ellos fue la mención a las negociaciones de reestructuración de la deuda pública y a la investigación de la misma por parte del Banco Central: “Debemos saber qué es lo que pasó, quiénes permitieron que eso suceda, y quiénes se beneficiaron con esas prácticas”, sostuvo con firmeza Alberto: “Nunca más endeudamiento insostenible.”

Sobre el campo, uno de los temas “calientes” del debate actual -como lo fue en 2008, cuando se alejó del kirchnerismo-, no hubo anuncios concretos. Sin embargo, el mensaje fue premonitorio, casi una advertencia: “Deben hacer el esfuerzo los que producen y exportan”. También habló sobre analizar la estructura de costos en todos los eslabones de la producción: “Vamos a terminar con la viveza de los que se enriquecen a costa de los pobres bobos que están condenados a pagar por lo que consumen”, sostuvo Fernández.

El presidente también hizo hincapié en la necesidad de “derrotar al hambre que azota a nuestros compatriotas”.

El presidente también hizo hincapié en la necesidad de “derrotar al hambre que azota a nuestros compatriotas”, con un fallido -primero dijo “derrotar al hombre…”- que hizo recordar a su desliz durante el discurso de asunción, cuando sostuvo que habían vuelto “mujeres”, en lugar de “mejores”.

Otro punto importante y esperado del discurso fue la reforma de la Justicia Federal, con el objetivo de terminar con “el oligopolio de los jueces” que actúan con “la manipulación de sorteos y la concentración de procesos”. A esto se le sumó la firma de un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que modificará la Ley de Inteligencia para “impedir a los miembros de organismos de inteligencia realizar tareas de investigación criminal como auxiliares de la Justicia”. Varios legisladores de Juntos por el Cambio – Brenda Austin, Silvia Lospennato, Pablo Tonelli y Martín Lousteau- aplaudieron estos anuncios, tal vez los mejores recibidos por la oposición.

Al respecto, el jefe de bloque de la Unión Cívica Radical, Mario Negri expresó luego de la sesión: “Me parece bien lo de los jueces amigos, yo lo aplaudí porque desde el ‘83, la mayoría en el Senado la han tenido ellos y han nombrado a los jueces. Pero lo que me llamó la atención es que nunca hizo referencia a que los jueces deben investigar los hechos de corrupción, sin importar el color político. Es un discurso que en el tono de voz parece conciliador, pero una cosa es lo que se dice y otra cosa es lo que se hace.”

El Primer Mandatario describió a su proyecto como de equilibrio social, ecológico y fiscal.

Los pañuelos verdes atados a la bancada del Frente de Todos ya insinuaba cierto rumbo del discurso. Y cuando Fernández habló sobre derechos de la ciudadanía, miles de corazones verdes se agitaron de emoción. “En el siglo XXI toda sociedad necesita respetar el derecho individual de cada uno de sus miembros a disponer libremente de sus cuerpos”, comenzó el presidente, y los aplausos ya amenazaban con tapar su voz: “Por eso, en los próximos 10 días presentaré un proyecto de interrupción legal del embarazo.” Muchas de las presentes se pusieron de pie, Elizabeth Gómez Alcorta, la ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad, una de las primeras. “Todos saben de lo que estoy hablando. El aborto sucede, el aborto es un hecho.”

El anuncio sobre la presentación del proyecto también fue acompañado por otras medidas de protección y acompañamiento a las mujeres, como el Plan de los Mil Días (para garantizar apoyo a personas gestantes embarazadas y a sus hijos, hasta los 2 años) y el Plan de Acción Contra la Violencia, en un contexto en el que muere una mujer cada 35 horas en el país. “Me pareció esperanzador”, expresó Malena Galmarini, presidenta de AySA. “Me da una profunda admiración escuchar prioridades tan claras de la boca del presidente. Me voy contenta”

«El aborto sucede, el aborto es un hecho”, argumentó Fernández al anunciar el envío del proyecto de IVE.

Alberto Fernández también subrayó la importancia de la Ciencia y la Tecnología en el desarrollo del país. E hizo hincapié en el sistema educativo y en la necesidad de “educar para que haya futuro”. Así mismo, anunció una nueva Ley de Educación Superior, con el objetivo de fortalecer el sistema universitario. “Queremos construir con todas las universidades nacionales una nueva ley que surja de los consensos, que recorra todas las universidades y pueda tener la perspectiva de todos los claustros -docentes, egresados y estudiantes”, explicó Nicolás Trotta, ministro de Educación de la Nación, y agregó: “Y a partir de eso, lograr que el sistema universitario argentino se consolide, siga siendo un sistema pujante pero que también sea una universidad muy comprometida con el desarrollo de nuestro país.”

El Presidente también se refirió a la centralidad de los Derechos Humanos y al rol activo que tomará el Estado en el juzgamiento de crímenes de lesa humanidad en un recinto con la presencia de las madres de Plaza de Mayo Nora Cortiñas y Taty Almeida y de la presidenta de Abuelas, Nora Cortiñas. En su discurso también hubo espacio para una fuerte mención a Malvinas; a los nuevos lineamientos de la seguridad nacional -con ciertas críticas implícitas a la gestión de Patricia Bullrich- y a los 44 submarinistas del ARA San Juan, a quiénes se ascenderá post mortem, según anunció. También anunció la desclasificación de los archivos del atentado a la AMIA y la creación del Consejo Social y Económico para el Desarrollo de la Argentina, y la reactivación del sistema productivo con perspectiva de género, federal y ambiental.

El discurso presidencial tocó todos los temas de una agenda política y económica de un país que quiere comenzar a ponerse de pie. El peso que Alberto Fernández le dio a la importancia de alcanzar un “equilibrio social, económico, ecológico y federal”, desde la “integración social, justicia y democracia”, dejó en claro el rumbo que empieza a transitar el país. Y dejó en evidencia, también, que el 2020 será un año de intenso trabajo en la Asamblea Legislativa.

“En 2020 será ley”

“En 2020 será ley”

Uno de los debates que atravesó la plaza fue si conformarse con el proyecto de Alberto Fernández o exigir que se apruebe el redactado por la Campaña Nacional.

En pañuelos, en remeras, en accesorios, en carteles, , en banderas, en glitter y hasta en medias. En todos lados el verde, esa marea que ya se considera imparable-, volvió a hacerse presente frente al Congreso de la Nación en un nuevo #19F, por tercer año consecutivo. En el “Día Internacional de Acción Global por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito” y bajo el lema “El proyecto está en las calles”, miles de mujeres y disidencias alzaron sus pañuelos al viento y exigieron que el Parlamento trate y apruebe la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), de cara a la apertura de sesiones legislativas del 1° de marzo.

A partir de las 17 comenzaron los talleres en las carpas ubicadas sobre las avenidas Hipólito Yrigoyen y Rivadavia, los picaditos de fútbol y diversas actividades entre las que se incluyó la proyección del documental El camino a la ley, que recorre la historia del aborto en América del Sur. Las calles de los alrededores parecían peatonales ya que, desde temprano, agrupaciones, organizaciones y personas que se manifestaban de manera independiente iban llegando a la Plaza de los Dos Congresos.

La radio abierta comenzó a las 18 como antesala del acto oficial y del pañuelazo, momento central de la convocatoria que se replicó en más de cien ciudades de todo el país y del mundo.

«Siento la piel de gallina» fue una frase repetida por las manifestantes.

La primera demostración verde del año tuvo como protagonista a una multitud diversa en género y edad, e incluso se vieron muchas familias enteras. Con Maite, de apenas un año, en brazos, Catalina dijo: “Estoy acá por ella, para que crezca en un mundo más justo.” Fue la segunda marcha de la niña que, con el pañuelo atado al cuello, señalaba con fascinación cada mancha de color verde que encontraba.

“Nos une un pañuelo, nos une un color, nos une una consigna: aborto legal en toda América Latina”, se escuchaba desde el escenario ubicado de espaldas al Palacio Legislativo, sobre la avenida Entre Ríos, el telón blanco -ya fondo habitual de las marchas y movilizaciones- actuando de pantalla gigante en la que se proyectó el pañuelo, símbolo de la lucha. La gente, que fue llegando paulatinamente a medida que avanzaba la tarde, ocupaba la calle, la plaza, y más allá también.

Las fotos tomadas por algunos de los múltiples drones que sobrevolaban la plaza durante el final de la tarde y el comienzo de la noche, le ponían la piel de gallina a más de una. Dan cuenta los cientos de miles de pañuelos verdes que se alzaron pasadas las 20, interpelando a la Asamblea Legislativa, ausente en ese momento, para que no olvide la responsabilidad que tiene durante el 2020 para con las mujeres y disidencias. “Las mujeres abortamos”, le gritaron al Congreso: “Toda nuestra lucha nos trajo hasta acá.”

Miembros del grupo chileno Las Tesis coordinaron una coreografía multitudinaria.

Estar en medio de esa marea, ser parte de ella, era emocionante, tal como así lo expresó Martina, recién egresada del colegio secundario: “Es mi primera vez en una marcha. Tenía ganas de venir pero a mi vieja no le gustaba mucho. Yo no quería tener ese prejuicio, quería venir y decidir por mí misma si me gustaba o no me gustaba, y no paro de tener piel de gallina. Me encanta.”

A su lado, y pasándole un tereré, su amiga Delfina también recuerda la primera vez que participó de una marcha feminista: “Fue hermoso, me acuerdo que me trajo una amiga y había un montón de gente, entré y la energía que sentí… la cantidad de mujeres, grandes también, gritando y cantando… Se me ponía la piel de gallina, fue hermoso. Ya desde el bondi vas sintiendo la energía al ver a las mujeres con los pañuelos, viniendo para acá.”

La novedad y uno de los momentos más fuertes fue cuando comenzó la performance El violador eres tú. Dirigida por tres miembros del colectivo chileno Las Tesis -creadoras y pioneras de la iniciativa que se replicó por todo el mundo y hasta en el Parlamento turco- y siguiendo la letra en una pantalla sobre el escenario que dejó leer “El violador sos vos” en su adaptación al castellano rioplatense, las voces se alzaron por toda la plaza, casi en sincronía total. El momento que más se escuchó fue cuando la canción decía “es el Congreso / adonde votan el aborto clandestino”, el ímpetu haciendo memoria al debate parlamentario de la ley en el 2018, y reprochando a esos senadores que impidieron la legalización de la IVE. “El Estado opresor es un macho violador / el Congreso opresor es un macho violador.”

Mujeres y disidencias de todas las edades participaron de la convocatoria masiva.

Frente a la posibilidad de que Alberto Fernández envíe su propio proyecto al Congreso, muchas manifestaron su deseo de que el proyecto de ley que se trate en el Parlamento sea el redactado por la Campaña Nacional por el Aborto Legal -que este año cumple 15 años-, “el de las mujeres”, ya que “consolida la democracia y coopera con organismos internacionales para los derechos humanos”, según la ONG Economía Femini(s)ta.

“El proyecto que tiene que salir es el de la Campaña: es el que se viene debatiendo, armando y construyendo a partir de la lucha de las mujeres”, expresó Cristina, docente y agremiada del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (SUTEBA). “Me parece que el proyecto más lógico es el que se construye desde las bases, el que debatimos desde hace ya muchos años las que peinamos canas, aunque ya no nos corresponda ese derecho porque no podemos concebir más.”

Otras, como Agustina, estudiante de Psicología en la Universidad de Buenos Aires (UBA), consideran como algo negativo la presentación de un proyecto paralelo: “Si llega a salir el proyecto de legalización, no va a ser el proyecto de las mujeres sino el de Alberto, cediendo a ciertas presiones, como la objeción de conciencia institucional, para mantener tranquilos a ciertos sectores de la Iglesia y la sociedad. Que de todas formas no se van a contentar porque no quieren que tengamos un derecho como debería ser en su totalidad, sino que nos quieren maternando y calladas. Siempre van a buscar trabas para las mujeres, personas gestantes y ciertas minorías no tengamos nuestros derechos como corresponde.”

Sin embargo, la mayoría reconoció como algo positivo el hecho de que el presidente se manifestara públicamente en favor de la legalización del aborto, y que esto fuera acompañado por políticas públicas tales como la creación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. “Hay muchas mujeres que están en esos puestos también porque estuvieron en las bases y batallando para que salga la ley”, sostuvo Cristina, y agregó: “Creo que está bien que los políticos se expidan. Lo que no puede pasar es que entre jugar la cuestión moral y personal en los legisladores y mandatarios. Lo que tiene que jugar es la política, es una decisión política y de ampliación de derechos.”

La noche siguió luego del pañuelazo con un festival musical del que participaron artistas tales como Paula Maffía, Eruca Sativa, Femigangsta, Ignacia, y Masqueun3, entre otras.

Pero el mensaje que se sostuvo de principio a fin de la convocatoria, quedó resonando a través del micrófono y los parlantes en los oídos de todas, de todes: “Este es el año, en 2020 será ley.”

El proyecto está en las calles una vez más.

«La deuda es con el pueblo»

«La deuda es con el pueblo»

Bajo el sol de la tarde que aún golpeaba fuerte, miles de trabajadores -como ellos se identificaron, casi dejando de lado las banderas partidarias y sindicales- se reunieron ayer en la Plaza de los Dos Congresos con motivo de hacer más visible que nunca el rechazo hacia el Fondo Monetario Internacional (FMI) y sus políticas de ajuste.

El contexto de la movilización de diversas organizaciones sociales y sindicales estuvo marcado por la visita de una delegación del FMI,  cuyo objetivo consiste en monitorear y auditar las cuentas públicas frente a una inminente renegociación del pago de la deuda. También coincidió con la presencia del ministro de Economía de la Nación, Martín Guzmán, en la Cámara de Diputados. ¿La consigna? Hacer oír -y ver- el reclamo generalizado de priorizar las necesidades del pueblo por sobre las exigencias del organismo internacional.

El acto comenzó puntual a las 18, y las intenciones fueron explicitadas desde entonces: “Damos comienzo a nuestro acto repudiando fuertemente la presencia del FMI en nuestro país y enseñándole nuestro pueblo.” Con las banderas abajo o corridas hacia los costados no sólo para que todos pudieran ver bien, sino también para que la imagen fuera la de “miles de trabajadores unidos”, los diferentes oradores fueron sucediéndose a lo largo de poco más de media hora. El mensaje era similar. Detrás del escenario, sobre la enorme tela blanca que dejaba al Congreso casi escondido -como si se ocultara de la gente-, el cartel negro destacaba con el lema de la convocatoria: “La deuda es con el pueblo”. Y el pueblo estaba allí para reclamarla.

Muchas organizaciones acudieron en respaldo al presidente Alberto Fernández y su equipo de gobierno, mientras Guzmán se encontraba dentro del Congreso exponiendo un informe sobre la renegociación de la deuda externa. “Estamos apoyando a nuestro presidente frente al FMI, para que podamos llegar a un acuerdo y ver si se puede resolver”, expresó un militante de Barrios de Pie que no quiso identificarse. “Estamos a favor del pago de la deuda mientras tanto el FMI se ponga de acuerdo con el presidente y le permita pagar de a poco y así poder levantar la economía del país. Creo que el gobierno, en la negociación, va a pensar primero en la gente, en que el país tiene que salir adelante.”

Por su parte, Víctor de Gennaro, el histórico líder gremial de ATE, como uno más entre la multitud, expresó que “hay que hacer lo que el pueblo votó en octubre, que es basta de Macri, basta de Fondo y de saqueos, y basta de seguir pagando con la hipoteca del futuro de nuestro pueblo una deuda externa que se ha utilizado como una de las herramientas de sometimiento.” Según el presidente del Congreso de Unidad Popular, “las deudas hay que pagarlas pero las estafas, no”. Y agregó: “Hoy tiene que salir de acá una decisión soberana de investigar la ilegalidad y la ilegitimidad de la deuda. El pueblo merece un resultado diferente.”

Sin embargo, y aunque el rechazo al FMI y sus consecuencias funcionó como punto en común y aglutinante, otras organizaciones -mayoritariamente de izquierda- se mantuvieron ajenas al apoyo al gobierno y endurecieron su reclamo. “Acá hay muchos que tienen un posición ambigua”, expresó el referente trotskista Jorge Altamira, : “No dudo del sentimiento que tienen contra el FMI y de que también piensan que es perjudicial, pero al mismo tiempo dicen que vienen a apoyar al gobierno que es proclive a entenderse con el Fondo. Entonces, nuestra manifestación es separada de la de ellos.”

El ex-legislador sostuvo que la deuda “es una hipoteca que las pobres espaldas de la Argentina no puede ni debe soportar”, y que la misma no debe ser pagada debido a la situación extrema del país: “El gobierno tiene que estar enfocado en subir salarios, jubilaciones y educación, y en tomar medidas como la reactivación de la obra pública para terminar con el desempleo. Esa es la prioridad. Si tenemos plata para eso y para lo demás no alcanza, que los otros la miren desde lejos.”

La  “hipoteca” -o “pesada herencia”- fueron los 44 mil millones de dólares de deuda contrajo con el organismo internacional, de los cuáles tanto Macri y su gobierno como el mismo FMI fueron responsables debido a las condiciones irregulares que llevaron a la situación macroeconómica actual. Frente a esto, el diputado nacional y referente de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), Juan Carlos Alderete, hizo hincapié durante sus minutos sobre el escenario en la necesidad de investigar la deuda para que “ni un solo peso sea para pagarle a los especuladores”. Y fueron varios los que mencionaron la activación de la Comisión Bicameral Permanente para el Seguimiento de la Deuda Externa. Ya que, como sostuvo De Gennaro, “no se puede pagar más sin discutir”.

Dentro del Palacio Legislativo, el ministro de Economía sostuvo que “están del lado de la gente” y remarcó la importancia de que la deuda deje de ser “una carga que pisa el desarrollo del país”. “No vamos a permitir que fondos extranjeros nos marquen la política”, expresó frente a los diputados, en consonancia con los que, en las inmediaciones del Congreso, le exigía la gente: el pueblo antes que los especuladores, el hambre de los argentinos antes que el Fondo.

La movilización fue en extremo pacífica, y el acto duró pocos minutos en comparación con la cantidad de gente que se amontonaba en los escasos espacios a la sombra o simplemente se resignaba al rayo del sol de febrero. Sin embargo, la presencia fue el mensaje más contundente: la deuda es con el pueblo. De fondo, y cada tanto, un canto ya conocido por la mayoría de los argentinos: “Unidad de los trabajadores / y al que no le gusta / se jode, se jode”.