Páginas verdes

Páginas verdes

El lunes 10 de diciembre se llevó a cabo la FilFem, un espacio de encuentro entre la literatura y feminismo.

Se realizó la primera edición de la Feria del Libro feminista (FilFem), el lunes último, en el espacio Santos 4040, ubicado en el barrio porteño de Chacarita. Las puertas se abrieron a las 18, y con una fila que daba vuelta la manzana para ingresar, finalizó a las 23. La feria contó con la presencia de editoriales, librerías, escritores, poetizas y charlas para abrir el debate feminista.  

La FilFem nació en un encuentro del colectivo Espacio de Géneros Micaela García, que lleva el nombre de la joven de 21 años activista de NiUnaMenos, violada y asesinada en Gualeguay en 2016. La feria se concibió con el fin de crear un espacio de encuentro entre la literatura y el feminismo, entendiéndolos como partes que se potencian en pos de la lucha por la igualdad de géneros. También tiene el objetivo de dar a conocer de forma masiva la gran cantidad de material escrito y literario que hay disponible.

Romina Nucci, una de las organizadoras del evento, cuenta que desde el colectivo sintieron la necesidad, no sólo de que en un solo lugar estén todos los libros de la temática de género, sino que pudiera ser  “un lugar para encontrarnos, debatir y pensarnos”. La propuesta recibió una respuesta positiva por parte de las librerías y editoriales. “Algunas no tenían libros con contenido feminista y les propusimos que traigan autoras mujeres”, relata Nucci.

La FilFem nació en un encuentro del colectivo Espacio de Géneros Micaela García, que lleva el nombre de la joven de 21 años activista de NiUnaMenos, violada y asesinada en Gualeguay en 2016.

La organizadora considera que el auge del feminismo es multicausal: “El movimiento de NiUnaMenos, la visibilización a través de los medios de la violencia de género,  el debate del aborto… hicieron que se llegue a muchas jóvenes, no sé si todas tienen una lectura previa de los clásicos del feminismo, pero tienen conciencia de que hay situaciones que vienen de una discriminación por género”.

Además de los feriantes hubo lectura de poesías y tres paneles de debate sobre temáticas vinculadas a géneros. El primero, titulado “Trans(h)itos: feminismo y escritura”, estuvo a cargo de Paulina Aliaga de La Coop, y de las escritoras Teresa Orbegoso, Pamela Terlizzi Prima y su colega Nicolás Correa; quienes homenajearon a Clarice Lispector, ícono feminista, en su cumpleaños 98. Aliaga leyó pasajes del libro de Rita Segato Contra-pedagogías de la crueldad y resaltó que “el patriarcado viene cometiendo excesos desde hace siglos. Y ahora está siendo cuestionado y eso se refleja en la literatura”. Estableció el uso del lenguaje inclusivo para “desmantelar un corpus canónico donde el hombre es el que designa a toda la especie”.

Terlizzi celebró todos los textos y disciplinas artísticas que se han ocupado de la marea verde, y que pusieron en primera plana al colectivo: “Todos sabemos que el machismo no solo es cosa de hombres, también es de mujeres, y el feminismo es transversal a todos los géneros, a las clases sociales, a los espacios políticos”, e incentivó a hacerlo visible en espacios que no se han conquistado.

“El patriarcado viene cometiendo excesos desde hace siglos. Y ahora está siendo cuestionado y eso se refleja en la literatura” afirmó Paulina Aliaga de La Coop.

Literatura sobre la menstruación, el derecho al aborto, la sexualidad, y el empoderamiento femenino pudo encontrarse en cada stand. También hubo un sector con literatura infantil para acompañar a los padres en la enseñanza sobre las diversidades sexuales, las nuevas familias y hasta Como criar hijxs no machistas, podía leerse en una de las tapas.

En el sector de infantiles Laura Fiorillo y Paula Loprado tomaban mate y charlaban. Ambas participaban de un club de lectoras. Laura junto a su compañero Juan Parisi produjeron un libro infantil con ilustraciones Lalo comadreja y otros cuentos libertarios, proponiendo dejar de pensar el feminismo como lo anti y empezar a construir ideas e historias novedosas. “Son libros que se prestan al debate, a la discusión, que no tienen moraleja, si no que plantean preguntas”, cuenta Fiorillo. En su libro trabajan la construcción de género, la diversidad y la idea de vínculos más libres.

Entre sus fotografías de movilizaciones feministas, Loprado como lectora del libro de su amiga, lo recomienda  para adultos, ya que trasciende la frontera de la edad: “A mí me generó reflexiones sobre mi infancia, sobre violencias que hoy puedo combatir analizando de forma retrospectiva”.

Con una fila que daba vuelta la manzana, la feria contó con la presencia de editoriales, librerías, escritores, poetizas y charlas para abrir el debate feminista.  

Presentando el libro La cuarta ola feminista estuvo Jazmín Mercel, quien expresa la importancia de un espacio que junte estas publicaciones. “La feria estuvo explotada, por lo que evidentemente hay un interés fuerte por este tipo de producciones”.  Y resalta que muchas veces las mujeres fueron marginadas en el ámbito editorial, “ni hablar de travestis o trans”. Pese a ésto remarcó: “Estamos atravesando un boom, los libros más vendidos del año son de mujeres y ojalá que siga creciendo la ola”.

Caminando entre angostos pasillos y pañuelos verdes atados a cada mochila, y un cartel que dice “las personas con discapacidad también abortamos” estaba el stand de Rocío Arias, que se dedica a la accesibilidad de libros y textos enfocados en la Educación Sexual Integral (ESI) para personas ciegas ya sea digitalizando textos para los lectores de pantalla o en braile. “Hay poco contenido de ESI que esté digitalizado para personas con discapacidad visual, así como materiales concretos y esquemas”, subraya.

La feria cerró con un panel central  titulado “La batalla de las disidencias: sexo, cuerpos y géneros en la búsqueda del placer emancipado” que contó con la participación de la socióloga e historiadora Dora Barrancos, la periodista Luciana Peker, la profesora en filosofía Lux Moreno y la activista, investigadora queer y autora Sasa Testa, que durante el encuentro fueron firmando libros a los presentes. 

Quieren romper la cerámica

Quieren romper la cerámica

Reunión multitudinaria en la Escuela de Cerámica.Dos semanas antes de terminar el ciclo lectivo, el Ministerio de Educación porteño decidió trasladar la Escuela de Cerámica N°1, ubicada en la calle Bulnes 45 del barrio de Almagro, al Polo de las Artes del barrio Vélez Sarsfield, perteneciente a la comuna 10. La propuesta unilateral generó rechazo en la comunidad educativa y las familias llevaron adelante sentadas y abrazos a la institución.

La voluntad del gobierno de la Ciudad es trasladar, a partir del año que viene, el bachiller con orientación y especialización en cerámica y dejar la tecnicatura en el edificio actual.  “Esta mudanza implica un traslado de más de siete kilómetros de nuestros hijos, un desarraigo del barrio Almagro, complicaciones familiares múltiples, y fundamentalmente una pérdida de un espacio educativo cultural”, afirma Cecilia Paul, madre de una alumna de la escuela de cuarto año.

Más del 80% de la matrícula de la Escuela de Cerámica es de Almagro o aledaños. Para solucionar el traslado le dijeron al alumnado que les iban a ampliar los beneficios de la tarjeta SUBE, y que si es necesario van a ofrecer transporte en micros, pero hasta ahora la comunidad educativa asegura que sólo se trata de promesas.

Las consecuencias también recaen sobre el grupo de docentes, ya que al quedar la escuela dividida, no podrán cumplir con su carga horaria, porque algunos trabajan en el taller y a la vez en el bachiller. “Tenemos materias en las diferentes modalidades con una diferencia de horario de entre 10 y 15 minutos para salir de un curso y entrar a otro. Sería incompatible trasladarse en ese tiempo de un barrio a otro”, sostiene Vanina Espinoza, profesora de taller de la Escuela. “No sabemos bien qué conducción va a quedar en cada lugar -agrega-, ni qué va a pasar con los administrativos. También están los jefes de taller, y ayudantes de cátedra que, según el día, ayudan a una modalidad y otro día, a otra”.

Alumnas de la Escuela de Cerámica presentes en la reunión.

“Esta mudanza implica una pérdida de un espacio educativo cultural”, afirma Cecilia Paul.

En el Tribunal Superior de Justicia N° 3 las familias y docentes realizaron una denuncia por falta de espacio y las condiciones edilicias que atentan con la seguridad del alumnado y maestros. Se obtuvo una medida cautelar y, en 2015, un amparo donde la justicia intimaba al Gobierno a realizar todas las obras necesarias para darle respuesta a las necesidades pedagógicas y cumplir con todos los requerimientos, en cuanto a sistemas de seguridad.

La comunidad educativa había pedido la ampliación del edificio actual, ya que el año pasado la institución fue elegida para implementar el proyecto Escuela del Futuro y como consecuencia se agrandó la matrícula. También se da la falta de un comedor compatible con una carga horaria de ocho horas. En este sentido, presentaron un proyecto de ley en la Legislatura porteña -a través de la legisladora de Unidad Ciudadana Victoria Montenegro- para que se expropie el terreno lindero, que está abandonado hace un año y medio. Pese a ello, la decisión fue el traslado. “Los legisladores oficialistas no se presentaron, por lo tanto el proyecto no se votó. Pero sí se presentaron para la votación de la creación de la Unicaba. Nos da la pauta que la intención no es solucionar la problemática que tiene la escuela”, remarca Cecilia Paul.

Manos moldeando cerámica.

“Los legisladores oficialistas no se presentaron, por lo tanto el proyecto no se votó. (…) Nos da la pauta que la intención no es solucionar la problemática que tiene la escuela”, remarca Cecilia Paul.

La Escuela de Cerámica no solo se fraccionará si se concreta el traslado del Bachiller al Polo de Artes, sino que compartiría edificio con la Escuela de Enseñanza Artística Rogelio Yrurtia. Según Paul, el Yrutia ésta hace más de diez años peleando por un edificio propio: “También lo necesitan y si se da esta mudanza nos encontramos con que ellos tampoco van a tener el espacio necesario para realizar sus actividades”. Además, no hay hornos y tornos con toda la infraestructura para hacer cerámica, porque el Yrurtia es de artes visuales: “El espacio no está acondicionado para una escuela de cerámica, no fue pensado para ello. Los profes del Yrurtia nos pusieron al tanto de que el espacio que está cubre las necesidades que ellos tienen. La sala de profesores, y de exposición aparentemente no existirán más”, resume Espinoza.

Alejandra Marcela Marelli, directora de la Escuela de Cerámica, define lo que ocurre como otro capítulo del recorte a la educación: “Creo que estos funcionarios vinieron a terminar con la educación pública en todas sus formas, respondiendo así al modelo chileno que tanto admiran y quieren imitar. Reflexiona acerca de lo que va a traer en el futuro este traslado y unificación: “La fusión de las dos escuelas, es una manera de no dejar crecer a ninguna de las dos. El lugar está pensado para una sola escuela”.

El pasado 29 de noviembre, la directora de Educación Artística Helena Alderoqui, la directora general de Educación Superior Marcela Pelanda y la subsecretaria de Planeamiento e Innovación Educativa Mariela Gallo, irrumpieron en la escuela para mantener una conversación a puerta cerrada con el estudiantado, sin sus docentes y sin la presencia de sus familias, con el pretexto de mostrarles el proyecto de traslado. Esto generó disconformidad en los padres que invitaron a las funcionarias a participar de una asamblea, pero fue vano: se negaron a dialogar.

Mujer con pañuelo verde en el cuello hablando por micrófo en la reunión.

Alejandra Marcela Marelli, directora de la Escuela de Cerámica, define lo que ocurre como otro capítulo del recorte a la educación.

El Edificio de la Escuela de Cerámica tiene historia e identidad. Fue fundado por el ceramista y escultor español Fernando Arranz. El inmueble fue su taller y luego se transformó en establecimiento educativo. En la última asamblea llevada a cabo el lunes último, estuvieron el hijo y la sobrina del fundador, quienes se unieron al reclamo: “Hemos vivido en esta casa, jugábamos cuando niños y posteriormente trabajamos como docentes. Nos unimos por el respeto y la preservación de la cultura, y asumimos el compromiso de sostenerlo con fuerza”, fueron las palabras de una carta que le dejaron a la escuela.

La comunidad estudiantil y docente ya puso en marcha clases abiertas, firma de petitorios, festivales y cortes de calle en Bulnes y Rivadavia para visibilizar la problemática. “Lleva al desarraigo de un barrio  en que estamos hace 70 años, la pérdida de identidad, problemas con los horarios de los docentes, ya que no le darían los tiempos para trasladarse, problemas de horarios de los chicos, ya que toda la población inscripta es de Almagro”, enumera Marelli y concluye: “el clima que se vive dentro de nuestra escuela es de tristeza, bronca pero también de lucha”.

Taller de la Escuela de Cerámica.

El Edificio de la Escuela de Cerámica tiene historia e identidad.

Saben dónde está, ahora quieren que les digan qué pasó

Saben dónde está, ahora quieren que les digan qué pasó

Luis Tagliapietra, padre de Alejandro uno de los submarinistas del ARA San Juan, y veedor en el operativo de búsqueda, se encontraba a bordo del Seabed Constructor cuando se halló el submarino. Cuenta que “fue fuerte”.  Lo invadió una profunda tristeza pero a su vez debía estar alerta a todo lo que pasaba. “Estuve atento a que se filme cada detalle. Después sentí paz de haber cumplido con la promesa que me hice a mí mismo y le había hecho a mi hijo de dar todo para encontrarlos, y los puede encontrar”.

Yolanda Mendiola, madre del cabo principal Leandro Fabián Cisneros, se encontraba en el hotel Tierra del Fuego, viendo un vídeo conmemorativo de los 44 tripulantes en compañía de su hija. Es ahí cuando un mensaje por el grupo de whatsapp le da la noticia: “Fue un desastre, madres por el piso, ambulancias en la puerta, la prensa. Los familiares gritando. Desesperación, porque no sabíamos si el mensaje era verdadero”.  Luego supieron que sí.

Las familias de los 44 tripulantes del submarino ARA San Juan habían pasado 367 días de angustia, incertidumbre.  Estuvieron 52 días en Plaza de Mayo para pedir que no abandonen la búsqueda, hicieron numerosos eventos para visibilizar que los estaban dejando solos. Finalmente, la empresa Oncean Infinity  dio con el navío a 907 metros de profundidad y a 500 kilómetros de la ciudad costera de Comodoro Rivadavia, el 17 de noviembre pasado.

FAMILIARES DEL ARA SAN JUAN desplegando banderas EN LA BASE NAVAL DE MAR DEL PLATA A DÍAS DEL HALLAZGO DEL SUBMARINO LUEGO DE UN AÑO DE BÚSQUEDA

“Mi mama le prestó un hijo a la patria y cree que el Estado lo mínimo que puede hacer por ella es devolvérselo», dijo Nadia Leiva.

¿Qué causo el hundimiento?

Fernando Morales, perito naval analiza lo ocurrido con el submarino: “El problema de esta tragedia es que el Estado no les podía decir ni a los familiares ni a la sociedad, qué es lo que había pasado. El submarino desapareció. Con el hundimiento del Belgrano, el capitán contó que lo habían atacado. Acá el capitán dijo que tuvo un problema y lo solucionó. Había entrado agua al sector de baterías, a la semana llegó un informe de una implosión que terminó siendo el submarino.  A partir de ahí empezaron diversas conjeturas”, narra Morales. “Aún es temprano para poder contestar ¿qué fue lo que pasó?, pero sabemos lo que no pasó. Un ingeniero naval dijo que el submarino estaba mal soldado y cuando se sumergió se partió. Pero hoy, que lo vemos a 900 metros, esa soldadura está intacta. No estaba secuestrado. No lo hundieron los ingleses, porque no estaba en zona de Malvinas”, despeja y conjetura que el problema fue interno, no externo. “En cualquier tragedia podés tener un factor humano, tecnológico y fortuito o combinación de los tres”, sostiene Morales.

En un contexto de la Armada “desarmada”, una de las hipótesis es que el submarino estaba mal arreglado, era viejo y obsoleto. “Puede haber responsables que no sean directamente imputados por la tragedia pero sí por dejar que el submarino salga sin estar en condiciones, si es que eso pasó. Hay que ver cómo salió y determinar si las falencias las ocasionó el accidente y si pusimos a la tripulación en una situación de riesgo”, alerta el perito.

Para las familias es la hipótesis de mayor contundencia, seguida de algo fortuito. “Se desprende de la investigación la clara desidia respecto del estado de mantenimiento del submarino y que derivó en todos los problemas que tuvieron esa noche y en el final que tuvo”, sostiene Tagliapietra. En la misma línea, Nadia Leiva, hermana del suboficial segundo Luis Marcelo Leiva, comenta: “Cuando fuimos a la Armada nos enteramos de que las condiciones en las que trabajaban eran precarias, la verdad no sabíamos que mi hermano estaba trabajando así” y agrega: “El arreglo o no del submarino aún no lo sabemos, porque está en investigación judicial. Pienso que andaba bien pero en el camino les pasó un imprevisto que no se pudo solucionar”.

En días llegarán informes de un análisis técnico que comenzó hace 11 meses y que estudió no sólo el hundimiento sino hasta el primer desperfecto documentado del submarino. De ahí se desprenderán nuevas hipótesis. Sumado a los videos y las 67.000 imágenes tomadas por Ocean Infinity que la jueza Marta Yañez tendrá que analizar y ver si por fin darán con la verdad.

Las autoridades

Mucho se le ha criticado al presidente Mauricio Macri por el poco acompañamiento que tuvo con las familias de los 44, “me da tristeza, decepción, ha tomado una actitud absolutamente pasiva. Rescato el discurso que dio dando los tres días de duelo, pero el compromiso que expresó gradualmente no lo sostuvo en actos”, sostuvo Tagliapietra.  Con respecto al Ministro de Defensa Oscar Aguad, las familias pidieron en diversas oportunidades su renuncia, “al ministro todo mi desprecio. Lo que hizo fue entorpecer lejos de ayudar y de sumar”, concluye.

Familiares de los tripulantes del ARA San Juan en la Base Naval de mar del Plata a días del hallazgo del submarino luego de un año de búsqueda.

El reflotamiento

No se sabe cuál sería el costo, el tiempo y el resultado de reflotar el submarino desde las profundidades. Es el deseo de algunos familiares que quieren terminar de velar a sus seres queridos. Lo cierto es que probablemente no haya restos para entregarles. “Los cuerpos sabemos que no están. El agua entró a la velocidad del sonido. Es un golpe imaginable, un cuerpo no resiste. Es un segundo entra, se compensan las presiones y listo. Además tenés la fauna marina”, explica el perito Fernando Morales.

En el caso de que la jueza decida reflotarlo, puede llevar dos años, siendo una tarea compleja, “cada rescate marino es único y exclusivo. Tiene que venir una empresa, hacer un estudio de factibilidad, y nadie te asegura que no se va a partir”, aclara el perito.  Un antecedente parecido de reflotamiento fue el submarino ruso, pero estaba a 100 metros de profundidad.

Luego se pone sobre el tapete lo costoso que podría resultar el operativo, con lo cual Fernando reflexiona: “¿Esos submarinistas preferirían rescatar el navío que ya no sirve, o comprar uno nuevo para que sus compañeros puedan navegar?”

La familia Leiva, apoya el reflote del ARA San Juan: “Mi mama le prestó un hijo a la patria y cree que el Estado lo mínimo que puede hacer por ella es devolvérselo. Queremos que Luis esté con nosotros en Catán, ahí era su lugar en el mundo, siempre lo decía. Cayó en el cumplimiento del deber y queremos que nos entreguen el cuerpo”, exige Nadia.

A diferencia de otros familiares, Tagliapietra no está de acuerdo con los que proponen buscar reflotar el submarino: “No está la posibilidad matemática y física de sacarlo entero, es imposible. No serviría, jurídicamente hablando para peritarlo”. Por otro lado, está la cuestión humanitaria y sentimental: “Los cuerpos lamentablemente no existen más por la presión del agua. Mi hijo era un marino amaba el mar más que nada, y yo sé que si él hubiera elegido un lugar para descansar, sería el mar. Pero es personal, respeto los sentimientos de otros padres”, concluyó Luis.

La persistencia y lucha de las familias permitió el hallazgo, ahora podrán cerrar parte de su duelo, seguirán por la verdad y la justicia y así  los 44 podrán descansar en paz.

Los familiares de los tripulantes del ARA San Juan le rinden homenaje a las víctimas con carteles y banderas en la Base Naval de mar del Plata.

Música y silencio para construir la identidad

Música y silencio para construir la identidad

Guillermo Amarilla Molfino, nieto restituido por Abuelas y el músico, poeta e historiador Gabo Ferro en el segundo encuentro de Música e Identidad.

Guillermo pasea, con café en mano, de lado a lado, nervioso pero entusiasmado. Gabo conversa con la gente que ya está en el bar. El público entra y se acomoda en las mesas, frente al escenario. El vino tinto ya está servido, listo para entrar en calor en un día agobiante que azota la tarde del miércoles 14 de noviembre, en el barrio de San Telmo. La espera se hace larga, y va colmando de ansiedad a los presentes. De pronto, silencio. El micrófono se enciende. Se da comienzo al segundo encuentro de Música e Identidad, organizado por la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, Abuelas de Plaza de Mayo, el Centro cultural Caras y Caretas, el Centro Cultural de la Cooperación, la Fundación Germán Abdala y la agencia de noticias ANCCOM. Pasadas las siete y media de la tarde los protagonistas del día, Guillermo Amarilla Molfino, nieto restituido por Abuelas y el músico, poeta e historiador Gabo Ferro, se sientan en los sillones blancos ubicados sobre el escenario.

Cómo relacionar música e identidad con sus vivencias, es la reflexión a la que los invita la cronista. Gabo y Guillermo se miran. Por mutuo acuerdo es Guillermo quien toma la palabra. Luego de expresar alegría por poder compartir el evento con el músico y el público allí presente repasa: “No hay música que no interpele al oyente. Cuando recuperé mí identidad, hace nueve años, conocí a mi familia chaqueña e indagué sobre el chamamé. Me tocó encontrarme con una familia de músicos. Ahí entré en otro vínculo con la música. En silencio, escuchando la música”.

Siguiendo el hilo de la reflexión de Guillermo, Gabo piensa la música con la construcción de identidad personal y también de un colectivo. “La música en general nos conforma. Me tocó vivir el rock argentino en tiempo real, con los discos de vinilo. Había uno que me gustaba, que sacaba algo de mí, que era escandaloso para mis padres, que me venían mover el flequillo y se preguntaban ¿qué es esa música? En mi construcción de identidad había algo vergonzoso en hacer algún gesto que estuviese considerado mal”. Luego rememora lo difícil que fue aquella adolescencia, con opresión, sin información: “Me transformé en un joven hardcore, ahí está el colectivo. En lugar de encontramos en fiestas, nos encontrábamos en sanatorios, velorios, entierros. Algo que nos conformó. En mi identidad está esa resonancia melancólica”, describe.

Guillermo tiene una historia particular con el acordeón. El día de su restitución, reunido con su familia en la sede de Abuelas, un tío le preguntó a qué se dedicaba: “En ese momento tenía una banda de música, tocábamos tango. Había vendido un auto para comprarme un acordeón, pero no soy acordeonista”, aclara. Fue en esa confesión que entre los familiares se produjo un gran silencio y emoción: “Mi mamá tocaba el acordeón, ella teniendo menos de diez años se puso a tocar en la puerta de una iglesia, y pasaba la gente a dejarle monedas”. Guillermo describe que esa anécdota le generó otro vínculo con el instrumento. “Al tocarlo sentís la vibración en el pecho, en todo el cuerpo, y se viene a mi imaginación cómo vibraría el cuerpo de ella, teniendo diez años. Cuando lo toco, ella se presenta”. El público en la sala, emocionado abraza el relato con un aplauso.

El músico Gabo Ferro habla de la música en relación a la construcción de identidad, tanto personal como colectiva.

Gabo recuerda que de niño, cada cinco de enero, se iba a dormir y al levantarse se encontraba con una guitarra, por eso asociaba la música con algo extraordinario y mágico, los Reyes Magos. “La música me parece la plataforma perfecta para el salto a cualquier lugar. El hacer música te permite plantear problemas de manera más sensible e interesante que una exposición”, cuenta el artista en contraposición a otros formatos por los que ha pasado, como los congresos académicos.

Piensa, suspira, y luego reafirma que no se puede evitar la música. “Hay un himno que define a una Nación, hay música y no una obra de teatro que la defina. Es un gesto colectivo el tener una canción aglutinante. El fútbol tiene música, y una manera de ser cantada”, con tono perspicaz imita el canto de cancha. “Me resisto a pensar que no hayamos tenido nunca una canción de cuna. Todos tenemos una canción con la que conocimos a alguien, una que no escuchamos más porque nos recuerda a alguien”.

Por la cabeza de Guillermo pasa la figura del rock y su respuesta como marca de identidad en años de dictadura. Charly García con su irónico “festival del amor”, haciendo alusión a la expresión del dictador Emilio Eduardo Massera, cuando sin sonrojarse dijo: “Gobernamos con amor”. “Un colectivo tuvo identidad y lenguaje a través de la música. La identidad como rebeldía, como oposición. Ese espacio para decir no. Las identidades se construyeron en espacios de lucha”, remarca el nieto restituido.

El músico tiene una pesadilla recurrente, aunque sabe que es posible que haya pasado y está seguro de ello: “Una amiga de mi mamá vivía cerca del Olimpo, íbamos a jugar al lado de los muros a la pelota. Recuerdo la radio a todo volumen y me deja perplejo”. A su padre y hermano se los llevaron unos días, también en dictadura, pero volvieron. “Mamá me decía que eran cosas del fútbol, que viajaba mucho. Mi papá era dirigente de Chicago”. Las cosas no tenían explicación, era todo muy incierto.

Cuando Guillermo se animaba a preguntar, la respuesta era el silencio o “estos (los peronistas) eran unos reventados y los hicimos mierda porque sí, haciéndote pensar que eran malos”, pero era su apropiador quien comía con un arma en la mesa cuando llegaba alguna visita. “Ellos mismos con sus silencios me contaron todo –asegura- y fue una responsabilidad de toda la sociedad guardar silencio”.

Guillermo pudo golpear las puertas de Abuelas para ir respondiendo esas preguntas resonantes en su cabeza: quién era y quiénes eran sus padres. Obtuvo una respuesta, que fue encontrarse con una familia numerosa. “Un encuentro animal, te salís de tu manada y volvés desesperado. Lo vivimos como un reencuentro, no como un encuentro”. Abrazos, relatos y un silencio que no era el mismo vivido en la casa de su infancia. “Algo que disfruto más con mis hermanos, es poder compartir un mate en silencio”. Parece que se conocieran de todo la vida. Guillermo recuerda una anécdota en especial en los inicios de la reconstrucción del vínculo: “Uno de mis hermanos viajó y se quedó en mi casa, dormimos juntos y era raro dormir con él, era un desconocido o no. Empezamos una charla y ese momento fue más que un abrazo”. También recuerda lo que significaba y significa viajar al Chaco de su familia: “Cuando llegaba a Chaco era como volver a ser bebé, todavía siento cuando viajo que voy a tomar un poco de teta”, y la confesión desata aplausos. Los separaron un tiempo pero ya no van a separarlos nunca más. 

En la sala, hay dos amigos de Guillermo sentados en primera fila. Él recuerda que les costó acostumbrarse al cambio de nombre y que sentían culpa al llamarlo, sin querer, Martín –su nombre de apropiado-. “El nombre es una música que nos acompaña desde nuestro nacimiento y era una música que no quería escuchar más. Tomé la decisión de llamarme como mi viejo”, dice el nieto restituido número 99, que no cuenta con testimonios sobre qué nombre habían elegido sus padres para él.

A Guillermo y a Gabo no solo los une la música, sino Abuelas. El músico comenzó a colaborar con ellas en 2006 y las historias se le hicieron carne. Su empatía y amistad llevó a que, con Pablo Ramos, hicieran un tema para ellas. A Guille no hay canción de la dictadura que lo interpele diferente, pero palabras como libertad y amor fueron cambiando su significado.

Guillermo hace una reflexión final. “Todos nos preguntamos a veces quién somos, yo estuve obligado a preguntarme. Escribir mi historia es construir mi identidad y lo voy hacer toda la vida”. La identidad no es algo fijo, se construye todos los días, todos lo hacemos diariamente en relación con el encuentro con los otros, como el del miércoles.

Guillermo es el nieto restituido número 99, que al momento de definir su identidad decidió llamarse como su verdadero padre.

Historias restituidas

Historias restituidas

La última dictadura cívico-militar, autodenominada Proceso de Reorganización Nacional y llevada a cabo entre 1976 y 1983, se encargó de hacer desaparecer a 30.000 personas. Con secuestros, torturas y asesinatos, marcó un antes y un después en la historia de cada argentino. Dispuso también el robo sistemático de bebés que nacieron durante el cautiverio de sus madres o que habían sido secuestrados junto a ellas, sustituyéndoles la identidad, imponiéndoles una vida de ocultamiento y mentiras, en donde hay más preguntas que respuestas.

En plena dictadura y en absoluta soledad, un grupo de mujeres se instaló alrededor de la Pirámide de Mayo como una forma de presión para conocer el paradero de cada desaparecido. Fueron llamadas Madres de Plaza de Mayo, pero muchas de ellas también estaban buscando a los hijos de sus hijas y comenzaron a reunirse para esa otra búsqueda. Primero fueron doce y se nombraron Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos. Luego adoptaron el nombre con que la prensa internacional las empezaría a llamar: Abuelas de Plaza de Mayo.

Con un pañuelo blanco en la cabeza, hecho con tela de pañales, Madres y Abuelas se volvieron soberanas de la memoria, la verdad y la justicia. El 22 de octubre se conmemora el Día Nacional por el Derecho a la Identidad, establecido en 2004, en homenaje a la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo por recuperar a sus nietas y nietos apropiados. A la fecha, ya lograron restituir la identidad a 128. Esos hombres y mujeres hoy pueden saber quiénes son y reconocerse en sus historias familiares. Ahora tienen la libertad y la verdad en sus manos.

A 41 años del inicio de esta lucha, ANCCOM se reunió con cinco nietos y nietas que repasan, a través de sus historias, la lucha y logros de una institución que creció a fuerza de amor, creatividad y trabajo colectivo. Cada restitución trajo un aprendizaje, y la experiencia construyó las herramientas para que la identidad sea considerada un derecho inalienable. Todavía son más de 300 los nietos y nietas que se siguen buscando.

Tatiana Sfiligoy Ruarte Britos, nieta N°4

Tatiana Sfiligoy Ruarte Britos, nieta recuperada.

El 31 de octubre de 1977, Mirta Britos fue secuestrada en una plaza de Villa Ballester. Sus dos hijas, con quienes se encontraba, quedaron abandonadas en el medio de esa plaza. Tatiana, de 3 años y Laura, de 3 meses, dos NN en la vía pública. “Mi hermana fue llevada al Hospital Pedro de Elizalde (Casa Cuna) y yo a un orfanato en Villa Elisa”, cuenta Tatiana.

A su vez, Carlos e Inés Sfiligoy habían presentado una solicitud de adopción en el Juzgado de San Martín. “Al tiempo les notifican que les habían adjudicado un bebé, que no era ni mi hermana, ni yo. Cuando van al juzgado, curiosamente ese mismo día yo estaba allí, y también mi hermana, luego de haber estado separadas por seis meses, para que nos realizaran exámenes”.

Inés estaba preparada para adoptar ese otro bebé, pero en el juzgado se topó con una enfermera que tenía en brazos a la hermana de Tatiana y le pidió a la secretaria del juzgado adoptarla. Se la niegan tres veces. “Mi mamá empezó a insistir hasta que consiguió el sí”. En ese momento, Tatiana estaba en una oficina, frente a la que estaban Inés y Laura. Ambas eran NN, un universo de desconexión las separaba, no había razones para pensar una relación entre ellas. “Me iban a dar en adopción a otra familia. Empiezo a llamar la atención, hago lío, cosas de una nena de tres años. Inés, al oír, pregunta por mí. Quien estaba con ella le comenta, pidiendo discreción, que se trataba de la hermana de la beba que había elegido adoptar”. La insistencia se duplicó, porque tanto Inés como Carlos también pidieron por Tatiana.

Tatiana Ruarte Britos nació el 11 de julio de 1973 y es fruto de la relación de María con Oscar Ruarte. La unión entre ellos se terminó poco tiempo después de haber nacido Tatiana. María Graciela conoció a Alberto Jotar, con quien tuvo a Laura Malena Jotar Britos, nacida el 13 de agosto de 1977. Hoy Laura es Mara Sfiligoy. Los Sfiligoy sospechaban sobre el origen de sus hijas a pesar del rotundo ‘son dos NN’ que les informaba el juzgado. “A Inés le hacía ruido que hayamos sido abandonadas juntas en una plaza, por lo que recurrió al juez para saber si teníamos familia, y recibió como respuesta un ‘No, señora. No pregunte más’ ”.

En 1980 llegaron las Abuelas, tras una investigación que surgió a partir de una foto con la que contaban como única herramienta. “No había ADN, no había nada“, dice Tatiana. Por la edad de Tatiana debía haber alguna información que fue dada por alguien que se compadeció. “Así detectaron que yo pasé por ese juzgado, que estaba en el período de guarda y camino a la adopción. Se empiezan a conocer mi familia biológica con la adoptiva y el juez dispone un ´arréglense las partes´. Nosotras teníamos tres abuelas (por parte de mi papá, del papá de Mara y nuestra mamá) -describe-. Mis padres adoptivos nunca se opusieron a nuestra familia biológica ni a saber nuestro origen. Se dispusieron regímenes de visita para que estén en contacto ambas partes. Se conformó una familia ensamblada. La adopción tardó en salir ocho años y fue para mí, un alivio. Nunca me ocultaron mi origen, mis padres adoptivos tenían las mismas incertidumbres. Las dos familias se entendieron”.

En años delicados de madurez, Tatiana comenzó a preguntarse por sus padres: “¿Estarán vivos? ¿Los encontraré en algún momento? Eran preguntas constantes, pero a los 12 años me dí cuenta de que no, que seguramente habían muerto”. A los 18 años se anotó en clases de teatro: “Le comenté a mi abuela. Se quedó boquiabierta. Luego me contó que mis padres hacían teatro a la misma edad. Hasta ese momento no sabía, y enterarme fue verme en un espejo”.  Tatiana reflexiona: “La identidad es una construcción. Si no, no se explica. Que la verdad haya salido a la luz implica repensarse todo el tiempo. Hay un antes y un después”.

Claudia Victoria Poblete Hlaczik, nieta N° 64

Claudia Victoria Poblete Hlaczik sosteniendo una foto de sus padres, Marta Gertrudis Hlaczik y José Liborio Poblete Roa, desaparecidos desde el 28/11/1978

El 28 de noviembre de 1978, José Liborio Poblete Roa y Marta Gertrudis Hlaczik fueron secuestrados y llevados al Centro Clandestino de Detención El Olimpo junto con su hija Claudia. La niña fue apropiada e inscripta como hija biológica por Ceferino Landa y su esposa, Mercedes Beatriz Moreira, con el nombre de Mercedes Beatriz Landa. La partida de nacimiento falsa fue firmada por el médico Julio César Cáceres Monié. En 1999, Mercedes fue citada por el juez Gabriel Cavallo para que se realizara los análisis inmunogenéticos que confirmaron su identidad.

“Restituí mi identidad en el 2001. Me llegó una notificación para hacerme el ADN, posiblemente fuera hija de desaparecidos. Si bien en la adolescencia tenía algunas dudas, más que nada por la edad de mis apropiadores que eran personas mayores, no sabía nada de Abuelas, ni que había niños apropiados. Me pasé toda la vida mirando para otro lado. Había indicios claros. Antes de presentarme en el juzgado, hablé con mis apropiadores del tema. Me dijeron que estaba todo armado, que era mentira, que lo hacían para perseguir a los militares. Lo negaron. Sostenían que era su hija biológica. Según ellos no tenían fotos de mi apropiadora embarazada, porque se las habían robado”.

Como sospechaban las Abuelas, el resultado fue positivo. Mercedes era Claudia. “En la carpeta que me dieron había una foto mía de bebé, la vi y me reconocí. Había fotos de mis padres. Eso me sacudió. Empecé a llorar, era mucho para procesar”. El día que recibió el resultado, conoció a su abuela Buscarita, su tía Erika y su tío Fernando. “Yo lloraba, me quería ir, pero me dijeron que hacía mucho me esperaban. Ahí empecé a construir un vínculo”.

Sus apropiadores sostuvieron una mentira durante 22 años. “Siempre muy cuidada, nunca viajaba sola, te llevo y te traigo; a tal casa no vas;  con éste no hablás. Ese cerco era por el miedo de que me llegara la noticia. Toda una vida con esa sensación de que había algo raro, con cosas que no encajaban”.

A pesar de conocer a su familia de origen, Claudia continuó el vínculo con sus apropiadores. “Había algo afectivo y de culpa. Un no querer abandonarlos. Cuando nació mi hija empecé a tomar distancia. Esa culpa prolongaba la apropiación. Entendí lo que ellos habían hecho. Todos los días sostenían una mentira, me miraban a los ojos y no me decían la verdad”. La relación llegó a su fin cuando le dijeron que no se arrepintieron de lo que hicieron. “Mi apropiador no estaba de acuerdo con desaparecer gente. Decía que había que hacer como Pinochet o Franco: paredón y fusilarlos. Ésa era su concepción del mundo. Decía que las Madres de Plaza de Mayo no habían cuidado a sus hijos, que la mayoría había viajado a Europa. Esa era verdad con la que yo crecí y la que defendía”.

Con el tiempo Claudia pudo dejar atrás a Mercedes. “Tenía miedo, estaba conflictuada, pero me cambió la forma de ver el mundo. Vivía en una burbuja, y de golpe andar sola por la calle, salir a cualquier hora o con quien quería fueron cosas que, simbólicamente, tuvieron que ver con la libertad”. Sobre la identidad dice: “Reencontrarte es una transición dolorosa, es no tener a tus padres, no saber qué pasó con ellos. Tenés heridas abiertas. Cuando mi abuela habla del tema se emociona. Nosotras tuvimos la posibilidad de reencontrarnos, encontrar vida para sanar algo”.

Laura Catalina de Sanctis Ovando, nieta N°94

“Cuando ví la propaganda de Abuelas le dije a la mujer que me crió: ‘Soy hija de desaparecidos’, dijo Laura Catalina de Sanctis Ovando

Miryam Ovando fue secuestrada el 1° de abril de 1977, cuando se encontraba embarazada de seis meses. Permaneció detenida en un centro clandestino dependiente de Campo de Mayo. Raúl René de Sanctis también fue secuestrado.

Por una carta que recibieron los padres de Miryam se supo que durante su cautiverio dio a luz una niña, a la cual llamó Laura Catalina.

“Fui restituida en el año 2008. Sabía que no era hija de quienes decían ser mis padres. En la televisión vi una propaganda de Abuelas. Me di cuenta que esa era mi realidad.” Catalina tenía dudas: “Hacía preguntas, pero siempre las respuestas eran esquivas. Ninguna cerraba, pero las tomaba como válidas. Decían que mi familia no me había querido y que ellos me rescataron. También que mis papás murieron en un enfrentamiento.”

Catalina pudo confirmar en primera persona que las mujeres de los oficiales iban a algunos Centros Clandestinos a mirar a las parturientas para ver con qué bebé se quedaban. “En mi casa no había fotos embarazada de la mujer que me crió. Me decía que nací con bajo peso y que estuve en incubadora. Mis papás no podían haber muerto en un enfrentamiento, porque si ella me fue a buscar cuando yo nací, mi mamá no estaba muerta. La tenían cautiva y dio a luz”.  

La trama de ocultamiento fue difícil de desenredar: “Cuando ví la propaganda de Abuelas le dije a la mujer que me crió:  ‘Soy hija de desaparecidos’. Ella lo reconoció. Como era muy comunicativa, los podía exponer. Me dijo que si yo hacía algo para conocer mi identidad, si me acercaba a Abuelas, ellos iban a ir presos. Con mi apropiador nunca hablé del tema. Era perverso. Ella seguro le contó, porque cuando fui creciendo en las discusiones políticas, me insultaba diciéndome «zurda de mierda”.

Catalina decidió continuar con su vida sin hablar del tema. “Lo traté con terapia, aunque después de eso deje de ir. Tenía el terror de que alguien lo supiera por ese fantasma de quiénes eran los montoneros y subversivos, y por pensar que era hija de plantabombas. Por otro lado, estaba la duda sobre si era hija de mi apropiador, que hubiera violado a una militante secuestrada. Decidía no pensar”.

Catalina mantuvo la cabeza ocupada hasta que una persona allegada hizo la denuncia. Ahí llegaron de Abuelas: “El nieto Manuel Gonçalves Granada fue quien se acercó por ellas. Tenían sospechas. Me propuso hacerme un análisis y me dio una carpeta. Ahí empezó mi delirio de escapatoria”. Como una prófuga, Catalina huyó con su marido para evitar que pudieran tomarle muestras de ADN. “Lo que quería era escapar del planeta, de mi vida. Me asustaba el juicio”. Luego llegó el allanamiento. “Mis apropiadores se descompensaron”. El resultado de ADN le confirmó lo que ella presentía: era hija de desaparecidos.

En el 2010 fue a Rosario para conocer a su familia. “Empecé a tener curiosidad sobre quiénes eran mis padres, así me fueron contando. El primo de mi papá me dijo que Abuelas había hecho un archivo para mí. Y del miedo de no querer saber nada con el juicio, pasé a pedir ser querellante en la causa”. Junto con las fotos de sus padres, Catalina recibió una carta. “Había sido presentada por mis abuelos en la causa de búsqueda. La habían recibido después que yo nací. Mi madre la escribió estando en cautiverio”. Ahí fue cuando comenzó a distanciarse de las personas que la criaron. “Me molestaba hablar de madre y padre cuando no lo eran. Mi apropiadora me decía que lo volvería hacer, que fue por amor. La extrañaba, la quería. Me dolió, pero después me hizo daño, reafirmé que viví en un engaño”.

Catalina pudo reconstruir su historia, recuperar su identidad y saberse libre. “La identidad tiene que ver con la elección. Tiene que ver con la construcción de uno mismo. Debe  conocerse la verdad y también la libertad. El que haya mentiras y ocultamiento no permite definir libremente qué quiere ser uno, cómo pararse frente al mundo”.

Guillermo Martín Amarilla Molfino, nieto N°99

Guillermo Martín Amarilla Molfino, hijo de Marcela Esther Molfino y Guillermo Amarilla, desaparecidos desde el 17/10/1979.

Guillermo Amarilla y Marcela Molfino fueron secuestrados el 17 de octubre de 1979, en la vía pública. A Marcela se la llevaron, con sus tres hijos, de su domicilio. Los menores fueron enviados a Chaco, y entregados a su abuela materna. El matrimonio, a Campo de Mayo. Pero nadie sabía que Marcela estaba embarazada de un mes, y que allí, en la maternidad clandestina de Campo de Mayo, nacería Guillermo Martín.

“Fue una infancia construida desde una apropiación. Una mentira. Recuerdo la soledad en la casa de mis padres. Jorge era de Inteligencia. Aída, farmacéutica. Había una ausencia física de ambos durante todo el día. Cuando llegaban de trabajar, todo se convertía en un ambiente bélico entre ellos. Mi rol era poner paños fríos. No podía respirar en ese ambiente. Disfrutaba de estar en el colegio, o jugando con mis amigos en la calle. La felicidad estaba afuera”.

Guillermo da cuenta de cómo el silencio permitió la mentira. “En casa no se hablaba de la dictadura, tampoco de Abuelas. Él, por su trabajo, hablaba poco. Cuando lo hacía, era en desmedro de los movimientos sociales. “Eran terroristas que había que hacerlos mierda”, decía. No había crítica, eran el enemigo. Yo llegaba con mis preguntas a casa, y eran sus silencios y lo que no se decía, lo que abría más dudas”. El apropiador de Guillermo falleció. “Fue un alivio su muerte, no más guerra. Tanto alivio que empezaron a haber miles de preguntas, pero no sabía hacia dónde dirigirlas. No me preguntaba si era un nieto, pero y sí si mis padres eran realmente mis padres. Había culpa en mí por dudar sobre mi origen.”

El proceso de búsqueda interior fue largo. “Seguí con mis dudas en una vida normal. Hasta que a mis veintisiete, en 2007, ví un capítulo de TV por la Identidad y decidí ir a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI). Allí tomaron la denuncia, hicieron la prueba de compatibilidad genética y dio negativo. No era hijo de desaparecidos. Se bajó la persiana, tuve una respuesta y abandoné la búsqueda”.

En agosto de 2009, un sobreviviente de Campo de Mayo denunció que el 27 de junio de 1979 Marcela dio a luz a un pequeño. Dio a luz a Guillermo. “A mí no me llegó nada sobre esa denuncia, ni tampoco la confirmación de la filiación que salió el 30 de octubre. Sí a mi familia biológica, quienes viajaron hacia Buenos Aires sin saber si yo quería recibirlos. Yo me entero el 2 de noviembre por parte de CONADI, Abuelas y mi familia. Y obvio que quería recibirlos, se cumplió mi sueño de tener hermanos, tenía tres. Me contaron mi historia, la de mis viejos. Pareció que nos conocíamos de toda la vida”.

A Guillermo le gustó, toda la vida, hacer música. Tal es así que formó una banda de tango (entre otras) y se encargó del acordeón, mismo instrumento que tocaba su madre en su Chaco natal. “La identidad es una construcción diaria. A nosotros, los nietos restituidos, Abuelas nos entregan la verdad. Un nombre, una historia, la de nuestros padres. Pero no se detiene ahí la identidad, porque uno de los ejes de ella es la memoria, y la memoria se va tejiendo, no se crea con un examen de ADN. La memoria es también social, es entender que la dictadura y las desapariciones pasaron y que nosotros somos parte y resultado de eso”.

Ezequiel Rochistein Tauro, nieto N°102

Ezequiel junto a las fotos de sus padres biológicos, María Graciela Tauro y Jorge Rochistein.

María Graciela Tauro y Jorge Rochistein fueron secuestrados el 15 de mayo de 1977 y luego llevados al Centro Clandestino de Detención Mansión Seré. Después, María Graciela fue trasladada a la ESMA. Allí, no se sabe cuándo, nació Ezequiel. “Realmente no sé cuándo nací, tampoco hay testimonios sobre alguna fecha exacta, sino que algo aproximado. Pudo ser entre septiembre y octubre, pero mi partida de nacimiento dice 1 de noviembre”.

Ezequiel reconstruye cómo era la vida con sus apropiadores: “Mi vieja de crianza contó que un día llegó de trabajar y se encontró conmigo en la cama matrimonial. Era un bebé con pocos días de vida”. La relación entre sus apropiadores era de discusiones constantes. “A mis 17 años, se separan y él se va de la casa. En cuanto a mí, cero sospechas. Ni por asomo pensé que era hijo de desaparecidos”.

Ezequiel diferencia entre su apropiadora y su apropiador. “Él sí conocía mi origen. Tuvo responsabilidades legales, de hecho está prófugo. No se hizo cargo de mi apropiación. No diferencio si me cuidaba a mí o se cuidaba él”, confiesa.

Vivió una vida normal hasta diciembre de 2001, cuando una denuncia de un ex represor sugirió que Ezequiel podría ser el hijo de Rochistein y Tauro. Por ello, la jueza María Servini de Cubría le envió una citación judicial. “Fue una paparruchada. Se sentó delante mío, me comentó que podía ser hijo de desaparecidos y preguntó si me quería realizar un ADN. Yo me rehusé, así que se levantó y se fue”. En mayo de 2002, la jueza citó a declarar a su expropiadora. “Me puse los guantes para defenderla. No quería que la molestaran”. Esa fue toda la intervención de Cubría. En 2006 la jueza se declaró incompetente y la causa quedó en manos de Rodolfo Canicoba Corral, quien ordena un ADN. “Me negué, incluso la Corte Suprema me respaldó”. En 2008 el juzgado dictó un allanamiento, para poder tomar muestras de ADN a través de objetos personales. “Ya estaba enterado y entonces dí ropa y un cepillo de dientes que no eran míos, por lo que el análisis dio negativo”.

Sin embargo, la verdad se le presentó: “Junio de 2010. Salgo de trabajar y siento que me llaman por mi nombre. Dos civiles de Interpol tenían una notificación para llevarme al juzgado de manera amable o no amable, daba igual. En el juzgado, el secretario del juez me pide ropa pero me niego. El juez me dice: ‘Ezequiel, de acá no salís sin la muestra’”. En septiembre de 2010 lo llamó Nilda Garré -ministra de Defensa en ese entonces- y le comunicó que era hijo de desaparecidos. “Me hizo hablar con gente de CONADI, y tiempo después conocí a mi abuela, tíos y primos biológicos. Me mostraron fotos de mi mamá biológica y era idéntica a mis hijas”.

Ezequiel estudió Economía en la Universidad del Salvador. Tiempo después se enteró que su padre biológico, Jorge, cursó la misma carrera en la Universidad Nacional del Sur. “Lo tenía en la sangre”, dice. Ezequiel reflexiona: “Mi identidad es algo que estoy construyendo. No me siento diferente con otro apellido, pero tengo otra conciencia. Es una reflexión constante sobre mi historia y mi familia biológica”.