La ESI y las juventudes trans: un territorio necesario

La ESI y las juventudes trans: un territorio necesario

¿Qué pasa con la diversidad de identidades en las escuelas? Ese es uno de los interrogantes que abre el debate respecto de cómo y cuán implementada está la Educación Sexual Integral (ESI) en el ámbito educativo. En nuestro país, varias son las luchas ganadas en materia de derechos humanos. Con la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Identidad de Género y la Ley de Educación Sexual Integral se logró reivindicar años de lucha por parte de un sector de la sociedad que se encontraba marginada. Actualmente, a pesar de haberse conquistado estos derechos, muchas escuelas y colegios aún siguen siendo un lugar en el cual pibes y pibas trans sufren constantes situaciones de discriminación y exclusión.

Feliciano es un adolescente trans de 17 años de zona norte, forma parte del Movimiento de Juventudes Trans, un grupo de adolescentes que se dedica a militar la diversidad de géneros desde hace aproximadamente un año, a través de la divulgación de información. Si bien Feliciano todavía sigue transitando la educación secundaria, recuerda su experiencia en instituciones anteriores: “Se hizo un poco complicado, me trataban mal los docentes, los directivos en general, había un par que se ponían la 10, me trataban bien y me decían ‘cualquier cosa estoy acá’, pero tengo recuerdos de algunos docentes maltratándome y humillándome y eso no está bueno Yo nunca tuve educación sexual en el colegio, solo tuvimos una clase, que era como un taller, que eran personas de la Campaña del Aborto Legal, y una docente que dio un taller sobre identidades, básicamente eso fue todo”.

La capacitación docente en materia de educación sexual sigue siendo desigual, el sistema educativo aún se encuentra con dificultades y carencias en sus currículas respecto al abordaje de temáticas en torno a la diversidad de identidades y género. Es por eso que este grupo de aproximadamente diez adolescentes, tomó la decisión de formar su propio espacio de militancia donde jóvenes encuentran un lugar para acompañarse en sus procesos identitarios y en el cual los docentes pueden recurrir para aprender cómo abordar las temáticas desde las propias perspectivas y realidades trans, teniendo en cuenta el respeto y el acompañamiento.

“Queríamos organizar algo que abarque la identidad de géneros pero desde una perspectiva joven, algo referida a juventudes o adolescencias, porque hay muchas juventudes trans y no tienen cierta ayuda. Militamos difundiendo mucha información útil, dando capacitaciones. Tenemos diferentes talleres, dependiendo de la necesidad, algunos son solo para adolescentes, y otros, por ejemplo con los docentes, los capacitamos en algunas cuestiones de cómo deberían actuar”, relata Feliciano.

Lourdes Arias en el Bachillerato Mocha Celis.

Lourdes Arias es una mujer trans, pedagoga, enfermera universitaria y docente en el Bachillerato Mocha Celis, un espacio educativo creado en el año 2012, que tiene como característica ser disidente e inclusivo, además de estar pensado para acompañar a las personas que atraviesan situaciones de vulnerabilidad social en general. Es el primer bachillerato trans del país y del mundo. Lourdes cuenta cómo es formar parte de un lugar como éste: “Hace 7 años que estamos trabajando para las compañeras tratando, no solo de educarlas sino, también, de contenerlas en todos los aspectos. Tenemos un equipo de Bienestar Estudiantil en donde hay un gabinete psicopedagógico, donde tratamos de darles respuestas a las chicas en cuanto a la salud, lo psicológico, a subsidios, a la vivienda, articulamos con SEDRONAR -la secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina- y Fundación Huésped.” Además de brindar apoyo y trabajar a diario en el bachillerato, generan contenido con una perspectiva contrahegemonica y antibiologicista.

“Somos varias las personas trans que estamos trabajando en el bachi y que genera como un efecto espejo, donde las alumnas se ven reflejadas en nosotras y se les abre un abanico de posibilidades porque ellas sienten que ellas también pueden. Muchas me conocen de la prostitución, de la calle y eso para ellas es súper importante, decir –‘Bueno, si te veía parada en la calle al lado mío y hoy estás dando clases’-, es como un ejemplo para ellas y se ponen la meta de terminar el secundario y tener la posibilidad de empezar la universidad”, detalla Lourdes.

Mientras que en algunas instituciones, tanto públicas como privadas, se sigue negando la ESI, la comunidad trans logra ocupar otros espacios, tratando de visibilizar sus problemáticas desde una mirada no violenta para con sus identidades. No solo para brindar el espacio de manera inclusiva, sino también para quien se interese y quiera informarse lejos de las modalidades hegemónicas, pueda contar con sus voces al hacerlo.

Bajo esta línea y desde la perspectiva comunicacional, Helena Klachko, una joven trans de 20 años, activista y militante por los derechos de las personas trans en Mujeres Trans Argentina (conformado por más de dos mil compañeras trans en todo el país), encargada del área de Niñez y Adolescencia en esa organización, e integrante y comunicadora de NotiTrans, destaca lo importante que fue haber comenzado con el proyecto de generar un medio desde el cual se comunique con una perspectiva íntegramente trans: “Encontramos y nos unimos con distintas compañeras, para filmar, y después nos unimos a la Universidad Nacional de las Artes que nos brindan el espacio. Y ahí filmamos el primer noticiero trans de la argentina y de Latinoamérica, porque no hay otro igual”, explica. Desde la organización, además, se brinda acompañamiento y se generan contenidos de divulgación.

Helena Klachko, activista trans, conductora y productora del NotiTrans.

Jésica Báez, investigadora del Conicet y docente de la Universidad Nacional de Buenos Aires es especialista en educación, sexualidades y relaciones de género y cuenta cómo es enfrentarse a la compleja trama de la educación, teniendo en cuenta las adolescencias y niñeces trans en nuestro país y el rol que debería cumplir el Estado: Hay que mirar de una manera muy compleja, y hay que pensar la ESI en territorios complejos. Es muy difícil pensar en claves de un manual, que vaya desde La Quiaca a Tierra del Fuego”, afirma. Es esencial y clave pensar la ESI desde la formación docente, ya que es importante que la misma deje de ser pensada como un anexo y sí como un andamiaje, un todo desde las bases. Baez enfatiza en ello: “Si pensamos en la escuela secundaria, la matriz es un conjunto de disciplinas, desde el  marco de la ley todas esas disciplinas deberían transversalizar la educación sexual integral. ¿Qué sería? Que cada una de las materias, pueda hacer una lectura crítica de los contenidos que enseña, imagínense lo potencial que podría ser que cada una de las materias estuviesen presentadas así, que estuvieran atravesadas por la educación sexual integral, si todas fueran incluyendo microrrelatos entorno a la ESI.

Aunque el Estado sigue sin generar las herramientas necesarias para que todo esto se lleve a cabo, muchos docentes desde sus lugares, militan la ESI a diario, promoviendo los derechos de las niñeces vigentes. Guadalupe es docente de Biología e integrante de Comando ESI, una organización  independiente que se encuentra integrada, entre otras personas, por varios docentes especializados en contexto de encierro, y que forma una red que va desde Florencia Varela hasta localidades como Berazategui, Lomas, San Martín y Tortuguitas. “Nos parece que tiene que haber políticas que impulsen, propicien, promuevan la aplicación efectiva de la ESI. Dijimos, ‘está bien, esto lo tiene que hacer el Estado pero, mientras el Estado no lo hace, lo tenemos que hacer nosotras’”, comenta Guadalupe.

Desde Comando ESI enfatizan la importancia de tener una educación sexual integral en el Conurbano, donde las herramientas y recursos no son suficientes y donde, además, se enfrentan constantemente a diferentes problemáticas. “Nosotros llevamos como la bandera del conurbano que es donde no hay organismos ni organizaciones, ni nada. Por ahí, en Capital hay más espacios donde la gente puede ir a recurrir. Desde el conurbano lo que te puedo decir es que la Educación Sexual sigue siendo biomédica, tiene un modelo además moralizante, siempre se lleva a lo físico, a lo biológico y no se tiene en cuenta el resto de todo lo que conforma una persona”, describe Guadalupe.

“Con respecto a identidades trans, se ve este freno en las escuelas, como que salen de la secundaria y recién ahí se animan. Esto tiene que ver porque no se promueve de las escuelas el respeto por las identidades y por las diversidades. Y que no  pasa solamente con las identidades sexuales, pasa con identidades culturales que en el conurbano tenemos muchísimas personas que vienen de afuera, de otros países o que tiene otro tipo de costumbres y son marginades, discriminades”, finaliza Guadalupe.

Bachillerato Mocha Celis.

El Cordobazo también tiene caras de mujeres

El Cordobazo también tiene caras de mujeres

Agustín Tosco con delegadas de Luz y Fuerza. Foto Carlos Ardiles.

Obreros y estudiantes, unidos contra la dictadura militar que comandaba Juan Carlos Onganía. Eso fue el Cordobazo. La historia de esas jornadas recuerda a líderes gremiales como Agustín Tosco, Elpidio Torres y René Salamanca, pero poco se ha dicho sobre el rol que cumplieron las mujeres. ANCCOM rastreó, ubicó y dialogó con algunas de ellas, que rememoraron esos días, su militancia y cómo se abordaba la cuestión de género.

El Sindicato de los Mecánicos y Afines del Trasporte Automotriz (SMATA) y el Sindicato de Luz y Fuerza habían convocado a un paro activo por 36 horas en Córdoba. La huelga desembocó en una movilización masiva y posterior represión durante los días 29 y 30 de mayo de 1969.

Soledad García Quiroga, profesora de Letras y sindicalista docente, quien hasta la actualidad continúa viviendo en Córdoba, recuerda aquellos días, de los que formó parte. “No se luchaba en general por mejores salarios, por paritarias como hoy, se pedía, por supuesto, cuando había situaciones de gremios postergados,  pero mucho más eran las ocho horas, las condiciones de trabajo en los comedores de fábrica que no eran comedores, o sea, las compañeras comían en las máquinas, con suerte, o en un rincón de un salón,  explica. “Lo mismo en las propias situaciones de las escuelas, tampoco teníamos lugares aptos para reunirnos a comer y socializar, a lo sumo podía haber más adelante una cantina privada pero no teníamos condiciones adecuadas para poder intercambiar, interactuar y debatir, que eso es lo necesario en un colectivo de trabajadores”, agrega.

Soledad tiene la certeza absoluta de que las mujeres tenían un papel protagónico. “Había voz, si algo teníamos era voz. Quizás no éramos escuchadas o esas voces eran invisibilizadas, pero tratábamos de tener voz. Yo hablo también de una realidad muy concreta del contexto, que era el sindicato docente en donde he militado toda mi vida, entonces, quizá allí sí la teníamos”, dice, aunque reconoce: “Lo que no teníamos a veces era incidencia en las decisiones. Pero sigue pasando, las mujeres participamos, participamos en lo barrial, lo social, lo político, pero después no tenemos incidencia en el poder de decisión.”

Nene Peña, delegada bancaria, en el Cordobazo.

Las mujeres del Cordobazo fueron partícipes activas, desde los lugares que les tocó vivenciar la revuelta de aquellos días. De diversas maneras, aportaron a la historia desde sus realidades.

Los sucesos de mayo del 69 son contados en fotografías y tapas de diarios de distintas maneras, pero en general se ha omitido la participación de mujeres; muy poco se habla de que ellas también formaron parte de esas jornadas.

Susana Romano Sued, como Soledad, también vive actualmente en Córdoba, y en aquel entonces era estudiante de Letras Modernas y militante universitaria de izquierda. Asegura que en las universidades las revueltas eran constantes y la participación femenina activa. “Iba a las asambleas en el comedor, suspendíamos clases contra los profesores que eran pro dictadura y que se habían atenido a la intervención. Nos rebelábamos. Yo era muy activa y había dos profesoras que también se aliaron pero no teníamos roles destacados ocupando cargos importantes. Por ejemplo, yo escribía muchos panfletos.Teníamos mucho coraje, que se había hecho masivo entre las mujeres”, recuerda Susana.

Respecto de aquellos días de organización y lucha, describe: “Con las compañeras nos dirigimos a los barrios para descentralizar, nos encontramos con montones de camiones llenos de obreros que se dirigían en sentido contrario, en los barrios quedaron las amas de casa. Fue un sentimiento de emancipación frente a las fuerzas represivas. En el barrio Clínicas, donde vivían en pensiones muchos estudiantes, las que defendían las pensiones eran mujeres. Se amplió una protección masiva femenina.”

Susana afirma que “el Cordobazo fue un punto de inflexión en la conciencia de las mujeres.” Por su parte, María Ledesma, hoy catedrática de la Universidad de Buenos Aires e investigadora en Teoría del Diseño, cuenta que si bien durante aquellos años recién comenzaba militancia universitaria, participó junto a otras mujeres a la par de los varones, durante la represión “Nosotras también nos enfrentamos en la represión, ayudamos a armar las barricadas y tirábamos piedras a la par de los compañeros”. señala.

Soledad García Quiroga, sindicalista docente.

Ana Noguera es Doctora en Historia,  profesora de la Universidad Nacional de Córdoba y especialista en el estudio de la militancia política de las mujeres en los años ’70. Aunque ella no participó del Cordobazo, afirma sobre ese hecho histórico: “Si bien hay una participación, porque lo hacen desde su lugar de trabajadoras obreras, o participan también muchas estudiantes que se habían empezado a acercar a distintas agrupaciones que va a tener la universidad, no tiene un carácter masivo. Y eso también tiene que ver  porque los sectores que convocan al Cordobazo son sectores que están compuestos básicamente por varones”.

En los años ’60, se había empezado a gestar un gran crecimiento industrial en Córdoba, aunque las mujeres no lograban insertarse en sectores laborales que se hallaban mayoritariamente representados por la presencia masculina. Noguera sostiene que las mujeres se encontraban condicionadas por estereotipos ligados al género, y que este aspecto influía en los puestos laborales. “En el censo del ’70, por ejemplo, las muestra todavía muy ligadas a las industrias como ‘tradicionalmente femeninas’, o que ellas siempre ocuparon ese lugar, como puede ser la industria textil, la industria del calzado, el sector de alimentación, docentes por supuesto, y crecientemente más vinculadas al comercio, lo que es el sector terciario de la economía, bancos, comercios, seguros. Entonces, sí hay una división sexual del trabajo en la época, lo sigue pasando en la actualidad también”, cuenta.

En Córdoba se dieron varias “puebladas” durante aproximadamente una década, desde 1966 hasta 1976. El Cordobazo del ’69 fue el comienzo de un proceso prolongado que tenía como objetivo derrocar al gobierno dictatorial de Onganía, aunque no  fue su efecto inmediato, ya que su dimisión  se produjo el 7 de junio de 1970;  sin embargo, la protesta fue un antes y un después en la lucha organizada,  un puntapié para la organización popular en la que se unieron diferentes actores sociales.

No es novedoso que la historia no tenga registros acerca de la participación de las mujeres en hechos concretos; lo cierto es que al Cordobazo también lo parieron compañeras, obreras, estudiantes y amas de casa.

Bibiana Fulchieri, fotógrafa, periodista e investigadora cordobesa, es quien se dedicó arduamente a recuperar y registrar las memorias de aquellas voces: las de las mujeres.

A través de la fotografía, recopiló testimonios de protagonistas que formaron parte del Cordobazo. “Llegó el momento de incorporarlas en la memoria, de ponerles nombres y apellido y, de justificar los 50 años o más, que están en la calle, aún hoy. Para lograr su objetivo de reivindicar las memorias de las mujeres, ni más ni menos que hacerlas visibles a ellas y a su compromiso social, y darles el lugar en la historia, que se merecían y se les había negado”.

Fulchieri se interesó en reconstruir este hecho, tomarlo y agregarle perspectiva de género, reunió así 20 testimonios de mujeres protagonistas, hilando fino logró la edición de su libro El Cordobazo de las mujeres, de la Editorial Las nuestras. Allí les dio nombre propio a cada una de ellas. Una anécdota respecto de la investigación fue la clave para enfatizar su trabajo.Mire señora, acá es el Archivo General de la Nación. Y acá, se guardan las memorias del Estado, se ve que al Estado no le interesa guardar algunas memorias”, le contestaron a Bibiana cuando intentaba llegar a datos concretos en esa dependencia. Ella enfatiza sobre la importancia de analizar los registros y asegura que lo que se guarda y se recuerda de hechos históricos es lo que termina definiendo la memoria.

“Cada vez que yo encontraba un lugar donde había mujeres, me fue abriendo un panorama enorme. Fui armando como un rompecabezas en donde cada vez mi búsqueda se fue intensificando más en función de saberlas dónde. Los lugares en donde ellas estaban ubicadas laboralmente: enfermeras, maestras, industrias del calzado, el vidrio, autopartistas, sindicatos de salud, algunas otras profesionales y estudiantes”, relata Fulchieri.

Las mujeres del Cordobazo existieron y desde sus lugares y vivencias cotidianas contribuyeron a la lucha colectiva; lo hicieron a través de la militancia activa, de los  cuidados hogareños, como trabajadoras remuneradas y no remuneradas o como estudiantes. Hicieron y formaron parte de la Historia, con mayúsculas.