Hartas

Hartas

Apenas fue pública la información sobre la patota que violó a una chica dentro de un auto, en Palermo, se convocó a una marcha en Munro, de donde pertenecen algunos de los seis detenidos.

Lejos de los deseos de justicia por mano propia y del ojo por ojo, vecinos de Munro se juntaron a pocas cuadras de la estación con varias consignas pero con una idea clara: Hay que erradicar la cultura de la violación. “Es increíble que hayan sido seis varones y ninguno haya dicho ‘esto no da’, ‘esto no está bien’. Se turnaron para violar a una piba y eso es una aberracion. Si bien los feminismos vamos a seguir en las calles luchando, es tiempo de que los varones, que realmente se quieren comprometer con esta lucha, hablen con sus pares”, dijo una joven antropóloga que acompañaba a una señora que sostenía un cartel con un texto: “Si le enseñás a tu hija a no ser violada, enseñale también a tu hijo a no violar”. 

 “Hay que erradicar la cultura de la violación”, repiten una y otra vez. “Más ESI”, se lee en las hojas impresas con letras verdes que sostienen en alto las jóvenes. Alrededor de las 18, detrás de una bandera enorme de ESI En Redes -la agrupación que convocaba- estaba encolumnado un grupo de docentes, alumnas y exalumnas del partido de Vicente López. También estaba la agrupación Las Rojas. De a poco, en silencio, casi sigilosos, llegaban los vecinos a la esquina de Mitre y Ugarte. “Cuando escuchamos que dos de los chicos que aparentemente cometieron el delito eran de acá nos dimos cuenta que teníamos que hacer algo», dijo Geraldina Pereyra, trabajadora social y miembro de Equipos de Orientación Escolar de Vicente López. 

 

El lunes pasado, en medio del feriado por carnavales, a las cuatro de la tarde fueron arrestados Ángel Pascual Ramos, de Laferrere; Tomás Fabián Domínguez, de San Miguel; Lautaro Dante Ciongo Pasotti, de San Martín; Ignacio Retondo, Vicente López; Steven Alexis Cuzzoni, de Villa Crespo; y Franco Jesús Lykan, de Vicente López, por ser sospechosos de retener a una mujer que no estaba en condiciones de dar su consentimiento y mucho menos de poder defenderse arriba de un Volkswagen Gol blanco. Cuando dos de ellos esperaban fuera del auto, haciendo de campana, esperando su turno, los otros cuatro estaban adentro violando a la joven. Según trascendió los descubrieron los vecinos del barrio porteño, que filmaron todo y decidieron retenerlos hasta que llegó la policía. 

 “No se trata de personas enfermas, sino de lo que llamamos hijos sanos del patriarcado. Responden a una cultura patriarcal, por eso apuntamos muchísimo a la ESI como herramienta fundamental. Todavía hay muchísimas escuelas que no la implementan, es importante el papel de la escuela, pero también de la familia y del barrio. No toda la responsabilidad está en el sistema educativo”, afirma Pereyra sobre la importancia de la ley sancionada en 2003, pero también dando cuenta del lugar que ocupaba la comunidad que albergó a los violadores. 

 A diferencia de otros casos en los que la víctima fue señalada como culpable por su propia comunidad, la marcha de repudio en este caso resultó un concreto y tangible abrazo a la joven violada, y una denuncia contra “la pandemia”, como señalaban algunas pancartas en referencia a la violación.

 “No es un caso aislado porque no vivimos solo en esta sociedad patriarcal sino que también en un orden político androcéntrico donde todo surge alrededor del varón. Tenemos a un montón de varones en este momento decidiendo el presente y el futuro del mundo y abajo de eso estamos las mujeres y disidencias tratando de pedir justicia”, explicaba con dolor Pereyra. 

 “Las causas que más tardan en resolverse son las relacionadas al abuso y las violencias hacia las mujeres. Hay una clara inclinación hacia la masculinidad hegemónica en las decisiones. Esto no sucede en los casos de jóvenes de situación de marginalidad y vulnerabilidad, que son condenados rápidamente por atentar contra la propiedad privada. -reclama la trabajadora social- Pedimos que la justicia se  acelere, que tenga perspectiva de género, y una mirada sobre las violencias a las que estamos sometidas las mujeres y disidencias a lo largo de la historia. Lo que está pasando nos está marcando una postura cultural de las personas que toman decisiones políticas en los lugares de poder, en este caso los juzgados, por esto mismo es sumamente importante revisar la justicia”.

 

Lo más llamativo de la tarde no fue la cantidad de personas que se acercó a pedir justicia, sino que lo más destacable a diferencia de otras marchas feministas era que estaban presentes casi la misma cantidad de hombres que de mujeres. Estos igualmente no sostenían carteles, ni cantaban. Estaban a los costados, dispersos. 

 “Vinimos principalmente por esta violacion que ocurrió en grupo. No solo  porque nos interpela como mujeres, sino también  porque es momento de que los varones se empiecen a preguntar e interpelar entre ellos”, dijo una de las manifestantes a ANCCOM y continuó explicando el motivo de su presencia:  “Todas las mujeres decimos que tenemos una amiga o que nosotras mismas fuimos abusadas o acosadas y ningún varón tiene un amigo que sea abusador o acosador. Entonces es momento de que los varones hablen con sus amigos, que empiecen a cortar con los micromachismos, los chistes de whatsapp, las fotos que le sacan a las pibas y comparten sin su consentimiento. Creo que es tiempo de que los varones se comprometan de una vez a cortar con la complicidad machista, con esa cofradía, que empiecen a romper esos pactos de silencio”.

 Cuando estaba anocheciendo, marcharon por Alem, rodearon la plaza, fueron hasta Carlos Villate y volvieron por Mitre. Iban cantándole a la policía, al Poder Judicial y a cada uno de los abusadores. Además, pegaban carteles por todo el centro de Munro con la cara de los sospechosos en donde se podía leer “abusadores”.  En los locales del Centro, fueron varias las empleadas que lloraban en las puertas de su trabajo viendo pasar la movilización. Una adolescente, mientras pasaban delante de ella, moqueada secándose las lágrimas. Al finalizar la movilización se reunieron en una esquina y hubo tres oradoras que agradecieron la presencia y remarcaron la importancia de estar en la calle luchando y pidiendo justicia. 

Chiara Páez: ¿La Convención de los Derechos del Niño o los tratados de género?

Chiara Páez: ¿La Convención de los Derechos del Niño o los tratados de género?

La decisión de la Corte santafesina, que ordenó tener en cuenta la minoridad del adolescente condenado por el femicidio, implica la reducción de la condena y se multiplicaron reclamos y apoyos. Hablan especialistas en Derecho.

El caso de Chiara Páez impulsó la primera manifestación #Niunamenos.

Estas últimas semanas se desató una controversia sobre el punitivismo, el derecho de niñas, niños y adolescentes, los reclamos del feminismo contra la violencia de género y cómo afecta la justicia a esa perspectiva. El debate surgió a partir del fallo de la Corte Suprema de Santa Fe sobre el femicidio de Chiara Páez, la adolescente cuyo crimen el 10 de mayo de 2015 dio impulso un mes después al lanzamiento del primer “Ni Una Menos”. De acuerdo a ese fallo, la condena de 21 años y 6 meses aplicada a Manuel Mansilla, entonces de 17 años, por el femicidio, deberá ser revisada por errores de inconstitucionalidad, ya que no fue utilizada la escala correspondiente a la minoría de edad, cuya pena, en los casos en que se aplica condena, es sustancialmente menor.

La Corte entendió que el reclamo de la defensa era razonable en cuanto que se le había aplicado una pena que era más alta de lo que debería y sostenía que se le debería haber aplicado un monto que va de 10 a 15 años. Como se señaló, Mansilla a esa fecha tenía 17 años y se le aplicó una condena de 21 años y 6 meses.

 Chiara, también adolescente de 15 años, desapareció en Rufino luego de salir con un grupo de amigas y decirles que iba a encontrarse con su novio (Mansilla). El cuerpo apareció horas después enterrado en el patio de la casa del abuelo del adolescente quien, según la Justicia, la mató a golpes.

“Es fundamental dar con el sujeto vulnerable en los hechos y ese sujeto es Chiara -dijo a ANCCOM María Pía Dómina, feminista y abogada-. Por tres motivos: ser mujer, menor de edad y embarazada” y añadió: “No podemos ponderar la inmadurez de Manuel Mansilla como atenuante y beneficiarlo con reducciones de pena. En caso de tensión entre la Convención de los Derechos del Niño y tratados relativos a género, debemos recordar quién es la víctima y quién es el victimario.”

Domina dice sobre la cantidad de años de la condena: “Estoy lejos de alentar olas punitivistas, pero muy a favor de hacer uso de las escalas penales que ya tenemos previstas en el Código Penal” y continua: “Van a recalcular la pena. El condenado ya lleva 7 años privado de su libertad, suponiendo que le den 15 años casi tendría cumplida la mitad de la condena. Teniendo en cuenta la magnitud de los hechos, yo diría que 25 años es la pena máxima que puede aplicarse en este caso. Estamos hablando de un hombre que mató a puñaladas a una mujer embarazada y la enterró en el patio de la casa de su abuelo. Hay que tener en cuenta que no se puede exigir prisión perpetua porque su aplicación está vedada a los menores de edad por los tratados internacionales”.

Por su parte, Claudia Cesaroni, que actuó como defensora de los casos de menores que fueron condenados a prisión perpetua y que llegaron hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos,  afirmó en este caso no estar de acuerdo con el término “La justicia machista” porque “es una mirada que no es integral. La justicia debe tener perspectiva de género y perspectiva de infancia. Este es un caso muy importante, y aún más como lo resolvió la Corte de Santa Fe, porque se cruzan en un mismo hecho dos personas que pertenecen a grupos particularmente vulnerados en sus derechos: La niña asesinada y el niño que comete el delito. Y digo niños porque la Convención de Derechos del Niño dice que niño es toda persona menor de 18 años. Es decir, ambos son niños. La víctima y el victimario” 

En los hechos comprobados durante el juicio, Mansilla le sacó el chip al celular de Chiara y lo activó en otro dispositivo a 20 cuadras para que no encontraran el cuerpo, llamó a la madre de la víctima luego del asesinato para decirle que Chiara no fue a su casa, organizó un asado mientras se hacían los rastrillajes y mintió repetidas veces en su relato sobre cómo la asesinó.

Para incorporar el relato en el debate, Cesaroni sostiene que hay que entenderlo en un contexto distinto que si hubiera sido cometido por un adulto: “No es que hay que dejarlo impune, no está impune. No se está hablando de impunidad. Se está diciendo que por la condición jurídica de niño tiene que tener una pena determinada que está establecida legalmente, que eso no es `nada`. Son de 10 a 15 años para una persona que al momento de los hechos tenía 17. Estamos hablando casi los años que él tenía de vida cuando cometió el hecho, no es poco tiempo de cárcel y condena.”

La Argentina fue condenada por imponer penas de prisión perpetua a adolescentes y todavía hay penas muy altas para personas que cometieron delitos antes de los 18 años lo que hace que el contexto para la discusión sea más engorrosa porque se trata de dos grupos que suelen ser vulnerados en sus derechos constantemente por el Estado a la hora de presentarse frente al Poder Judicial. 

“Este caso está determinado en nuestro Código Penal -explica Cesaroni- en armonía con el Régimen Penal de la Minoridad, la Ley 22.278 que establece que los jueces que decidan condenar podrán aplicar la misma condena que un adulto o la pena prevista del delito que se trate. Ese ‘podrán’ qué instala la ley, desde que nosotros tenemos la Convención de los Derechos del Niño con jerarquía constitucional ya no es una opción, es una obligación. Hay que aplicar siempre la pena más baja, la pena más leve”, argumentó Cesaroni. 

La especialista hizo hincapié en que en Argentna no hay un sistema penalmente pensado de manera retributiva: “Como vos me sacaste la vida yo te saco la tuya, por eso no hay pena de muerte en nuestro pais”. También explicó porqué es importante que niños y adolescentes tengan un trato distinto al de un adulto a la hora de ser juzgados: “Una persona a los 17 puede ser una y a los 24 otra porque se puso de novio, porque tuvo un hijo, porque entendió la vida de diferente forma. Cualquier persona común, con la diferencia de que no comete delitos graves, no repite las cosas que hizo en su adolescencia en su adultez por la maduración que genera el proceso de crecimiento. El Estado debe revisar el sentido de tenerlo preso, eso no funciona así en los adultos, pero en los adolescentes está puesto en la normativa internacional. Lo que pasa es que muchas veces no se tiene en cuenta lo que indica la normativa de derechos humanos respecto a los jóvenes que cometen delitos. Lo que hace el fallo, cuando cita toda la normativa en la que se basaron los jueces, debería aplicarse más seguido de lo que se lo hace”. 

El fallo de la Corte disparó reclamos. Algunos, desde el propio Estado. La Ministra de Géneros y Diversidad de Santa Fe, Florencia Marinaro, publicó un comunicado en sus redes sociales sentando posición: “La Corte Suprema de Justicia de Santa Fe anuló la condena impuesta a su femicida ante el pedido de inconstitucionalidad presentado por la defensa, y el mismo será juzgado como menor. En este difícil momento, nos hemos comunicado con la familia de Chiara para ponernos a disposición dentro de las facultades que nos conciernen como Ministerio. Será indispensable, cada día, seguir trabajando en una aplicación efectiva de la #Ley Micaela en articulación con todas las instituciones de nuestro país”. 

 Y se recordó que el Estado argentino asumió el compromiso de juzgar con perspectiva de género al ratificar el tratado de Belém do Pará cuyo objeto es prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer. En este sentido, Domina señaló en disidencia con Cesaroni: “No puede primar una ley y desvirtuar este tratado. Además, la Ley de Régimen Penal de la Minoridad dice: ‘Pudiendo reducirla (la pena) en la forma prevista para la tentativa’. Entonces, la reducción de la pena  es opcional. Se admite la posibilidad de que los jueces descarten la reducción prevista en el Artículo 4 de la Ley 22278. ”

 Es un caso con mucho cruce para la justicia porque están en juego los derechos firmados en la Convención de los Derechos del niño y los derechos protegidos en el tratado de Belém do Pará. 

 Domina explicó sobre el tratado de Belém do Pará: “Este dice muy claramente que los Estados deben establecer procedimientos legales justos y actuar con la debida diligencia para sancionar la violencia contra la mujer. Los magistrados no pueden seguir ajenos a la normativa en materia de género y tampoco pueden seguir buscando artilugios legales para beneficiar a los femicidas”.

 El debate no es nuevo. En su carta orgánica de 2017, el colectivo de Ni Una Menos incluye un apartado sobre “Antipunitivismo” que dice que mientras las mujeres siguen siendo vulneradas por parte del Estado “la cuenta de los crímenes crece y se nos ofrece más mano dura” y añaden que: “El crecimiento de los discursos punitivistas desde el Poder Ejecutivo y Legislativo y la sanción de leyes que agudizan la crisis humanitaria de las cárceles y proponen el endurecimiento de las penas agravan nuestra situación”. En el apartado el colectivo de Ni Una Menos concluye: “No vamos a permitir, y lo sostenemos en nuestras intervenciones, que tomen las muertes como coartadas justificadoras de la violencia institucional. Tampoco vamos a dejar de señalar la complicidad judicial en la desprotección de las mujeres que denuncian, ni la del Ejecutivo cuando recorta políticas que podrían evitar las violencias… La contracara del punitivismo está en todo lo que el Estado elude hacer, y eso también es política.”

Silvia Gabriela Lospennato, politóloga y diputada nacional por el PRO, que votó a favor de la ley de la IVE apuntò que “el derecho en este y en todos los casos tiene que ser una interpretación que balancee los derechos que hay que proteger y muchas veces hay discordancia entre los regímenes legales y para eso está el juez, para zanjar estas interpretaciones y aplicar la ley correcta”.

 La diputada se centró en el actuar de la justicia que ya lleva un proceso legal para definir una condena firme hace casi 7 años: “Si acá había un problema de derecho que era aplicable es claro que hubo un error de los jueces en todo este proceso. ¿Por qué llegar a esta instancia? ¿Dónde falló el procedimiento antes?. Si tiene que llegar a la instancia del máximo tribunal para darse cuenta que había que juzgarlo en su condición de menor se perdieron muchos años en los que la justicia trabajó mal. El haber dado una sentencia que termina siendo revertida en una instancia superior por un dato que a una le hace preguntarse: ‘¿no conocían la edad del homicida a la hora de juzgarlo?´ Porque ese era un dato que no es que pueden decir que apareció luego o que no pudieron tener en cuenta. ¿Cómo puede ser que se hayan pasado tantas instancias y no se haya contemplado la edad al principio del proceso?”

 Lospennato concluyó sobre este caso en particular que se debe tener en cuenta lo simbólico que es el caso de Chiara como sucedió con el caso de Fardin, llegar hasta esa instancia para que digan “‘Bueno. No es la jurisdicción que corresponde’. No es posible. Las víctimas o sus familias no tienen que atravesar años de proceso re victimizantes para terminar en estas situaciones. La justicia tiene que revisar su procedimiento, incorporar perspectiva de género también es pensar cómo afecta todo este proceso a las víctimas, que son las mujeres que sufren la violencia o sus familias en los casos de los femicidios”.

 

El espacio Luciano Arruga, en peligro

El espacio Luciano Arruga, en peligro

Cuando se cumplen 13 años de la desaparición de Luciano Arruga, siguen los reclamos de la familia para que la justicia investigue y condene a los responsables de su muerte. Pero ahora se suma el riesgo que la crisis económica también termine con el centro cultural que lo recuerda.

“La paciencia se acaba, conoce de límites. Después de tantos años es absurdo pedir justicia a quienes solo pretenden generar impunidad. Esta es la única violencia terrorista, la del Estado”, publicó en sus redes Vanesa Orieta, hermana de Luciano Arruga, el lunes pasado, hace exactamente 13 años de la desaparición de su hermano, el 31 de enero de 2009. Esta vez, a las denuncias y reclamos judiciales, se sumó como consecuencia de la crisis económica. El espacio Luciano Arruga corre el serio riesgo de cerrar. No tienen para pagar la luz, el gas ni para terminar con obras que les permitirían continuar con los talleres que dan para el barrio.

El 31 de enero es una fecha emblemática en La Matanza, todos sabían que alguna actividad se iba a realizar. Este año que los preparativos no se hicieron con mucha anticipación, igualmente las calles, el domingo pasado, se llenaron de personas. Se hizo un señalamiento desde  General Paz y Mosconi hasta la plaza Luciano Arruga, un recorrido de 134 carteles, que recordaban a Luciano y a muchos otros desaparecidos y denunciaban a las fuerzas de seguridad. “Todos los años hacíamos un festival que iba desde las 3 de la tarde hasta la noche, pedíamos a organismos, sindicatos y el Estado que nos ayuden. En Lomas del Mirador esto quedó marcado. Para nosotros es como si fuera un 24 de Marzo”, cuenta Rosaura Barletta, integrante de Familiares y Amigos de Luciano Arruga. 

El espacio Luciano Arruga, está en una situación crítica producto de la actual crisis económica, por eso están pidiendo que todo el que pueda les haga una donación, ya que necesitan pagar los servicios y terminar los techos y el baño para poder continuar con los talleres y cursos destinados a los vecinos del barrio.  “El festival es el antecedente para otras familias de que se pueden pedir los recursos necesarios y que no hay que ir solo a marchar a Buenos Aires. Es cierto que tiene mayor alcance a nivel nacional, pero lo que hay que hacer es quedarse en el lugar en el que sucedieron los delitos y cambiar las cosas ahí”, dice Berletta, quien  luego de acampar casi dos meses logró junto a familiares y amigos de Luciano que la Municipalidad les entregue las llaves del destacamento donde montones de chicos fueron torturados para poder convertirlo en un Centro Cultural. 

Vanesa Orieta, hermana de Luciano Arruga.

Luciano vivía en el Barrio 12 de Octubre, en la localidad de Lomas del Mirador, ubicada en el partido de La Matanza. Había dejado el colegio, y juntaba cartones para llevar plata a su casa. Siempre que podía se sentaba a charlar en la vereda con sus amigos o iba hasta la plaza.  Un morocho con una sonrisa simpática, al que cuando alguien le decía que no tenía para comer, abría la heladera de su familia y le compartía lo que tenía.  

«Cuando bajó la ventanilla del patrullero y le ofreció ir a robar, él se animó a decirle que no».

Era un pibe muy seguro, y con los pies en la tierra, por eso cuando el patrullero bajó la ventanilla del auto y le ofreció ir a robar él se animó a decirle que no. “Yo no necesito plata. Si quiero zapatillas se las pido a mi hermana”, le dijo el adolescente. El policía insistió, lo cuestiono: “¿Te parece bien vivir de una mina?”. “Si, así nos pasa a los lindos”, contestó el menor, tal vez creyendo aliviado que se había terminado la discusión.   

Luciano, era un blanco fácil para la policía, sus derechos habían sido vulnerados desde el día en que nació, todo lo que le pasó después de esa tarde tanto a él como a su familia, era lo que le podía pasar a un chico pobre, marrón y estar invisibilizado por el Estado. 

Todos sabían que estaban buscando pibes para ir a robar en zonas liberadas, pasaba hacía tiempo. Se corría la bola en las villas cercanas que “la cana te pasaba a buscar”. Ofrecían, un auto, un arma y la seguridad de que no iba a ocurrir nada pero en el caso de que pasara les aseguraban “salís como entraste”.

Luciano dijo que no, y la policía que no sabe de límites lo persiguió, lo hostigó; fueron varias las detenciones. Se aguanto el tiempo que pudo, y un día le contó a su mamá y después a su hermana lo que pasaba. Ellas le pidieron un nombre. Él les dijo que no iba a decirles más para no ponerlas en peligro ni a sus hermanos más chicos. 

La denuncia no fue nunca una opción, el miedo de que alguien irrumpiera en su casa, les armen una causa e incluso los maten era más grande que la necesidad de terminar con la persecución.  Vanesa en ese entonces decidió ir a la oficina de Derechos Humanos de La Matanza donde le recomendaron no denunciar por no tener los medios económicos, ni la espalda para sostener una denuncia de esa magnitud. El miedo era real. 

El 22 de septiembre de 2008 lo detuvieron.  Su mamá lo fue a retirar al destacamiento de Lomas del Mirador junto con su hermana y escuchó  desde el hall de la entrada como le pegaban y lo amenzaban: “Negro de mierda la próxima te vamos a violar”.

Esa noche a Luciano lo torturaron tanto, que su hermana lo llevó con las costillas rotas al Poliquiniclico de San Justo, y pidió que alguien constatara las lesiones de Luciano, no para denunciar, sino para tener un antecedente de lo que había pasado. 

Años más tarde esa sería la prueba para meter preso al único detenido que hay hasta el día de hoy: Julio Diego Torales, a quien Luciano señaló como uno de los hombres que lo había secuestrado y torturado, cumple una condena de diez años desde 2014 por torturas físicas y psicológicas. 

Un día volvió a salir. Se animó. Fue a la plaza con amigos y luego de las 12 de la noche “nadie” más lo vio.  Su hermana mayor empezó una búsqueda que llevo años, iba a las comisarías y pedía información, dejaba en actas que había estado ahí “me tienen que dar información”. La pregunta que ella hacía se replicó en cada rincón de la provincia de Buenos Aires, colectivos, postes, puertas de colegio, las estaciones de tren y las paradas de colectivo: ¿Dónde está Luciano Arruga?

“La primera que dejó de esperarlo con vida fue Vanesa y al poco tiempo todos dejamos incluso de esperar que pudiéramos encontrar el cuerpo. La mamá de Luciano estaba tan angustiada que no podía poner en palabras lo que le pasaba”, recuerda Barletta y cuenta: “El hecho de que se lo llevaran las hizo perder el miedo. El único temor era la integridad de Luciano”. Y agrega:  “Pensaron que no tenían mucho más que perder y sí había, pero nada tan grave como lo que perdieron primero.” 

Las fiscales Celia Cejas, y Roxana Castelli y el Juez  Gustavo Banco fueron los primeros que intervinieron en la causa. “Citaban testigos, que habían sido detenidos al igual que Luciano, y les paraban en las espaldas a los policías que los habían torturado. Cuando los pibes iban al baño, la cana se les aparecía y los apretaba. Hicieron escuchas a la familia, entregaron la investigación a la policía. Tardaron 40 días en rastrillar cuando Luciano estaba desaparecido. Sabemos que fueron funcionales a las fuerzas de seguridad”, dice Berletta. Hoy junto a la familia llevan a cabo un jury acusándolos a los tres de incumplir con su trabajo como funcionarios públicos. 

El mismo día que Santiago Maldonado pero 3 años antes, un 17 de octubre de 2014, apareció el cuerpo de Arruga, a partir de un habeas corpus, que presentó la familia. Estaba enterrado como NN en el Cementerio de la Chacarita, había muerto atropellado. Su familia no creyó esa versión y salió a contradecirla: “Fue la policía, y todo desaparecido es responsabilidad del Estado”. 

“La declaración de la persona que lo atropelló fue clave. El pibe no sabía quién era Luciano, ni que estaba pasando en ese momento con la causa, pero igualmente dijo que antes de atropellarlo lo vio correr desesperado. También declaró un motociclista que se detuvo para hacer luces y dijo que le hizo señas a un patrullero de la bonaerense  que estaba parado en la Colectora para que se acercara y éste se fue con las luces bajas”, asegura Berletta. 

En las fotos tomadas por las cámaras de la autopista se veía que Luciano estaba con ropa que no era de él, vestido de mujer, y con los pantalones bajos y sin zapatillas. Berletta dice, invadida por la bronca: “Murio en el contexto de una tortura, en ese momento lo estaban torturando. Esto tiene que ver con los antecedentes que había. Ellos cumplieron con todas las amenazas que le habían hecho de sometimiento sexual”. 

La causa por el asesinato de Luciano esta en etapa de instrucción caratulado como “Desaparicion forzada” lo que significa que el Estado estuvo involucrado, pero no hay imputados ni procesados. “Nosotros tenemos señaladas a las personas que estaban de turno en el destacamento la noche que Luciano fue visto por última vez. Esos uniformados solamente fueron desafectados de sus cargos, pero hoy probablemente sigan en funciones y nosotros no lo sabemos, porque hay mucha información a la que no accedemos”, explica la mujer y añade: “Intervino una morgue de Buenos Aires, también la Policía Federal. Esas ocho personas quedan muy cortas. Hay otros funcionarios del Estado, que a partir de saber todo el recorrido que pasó el cuerpo de Luciano, tendrían que por lo menos ser citados a dar declaración.”

Hay una decisión política de que la familia de Luciano no tenga seguridad, porque hasta hace muy poco le prendieron fuego el auto a Vanesa, su hermana. “No estamos tranquilos con la denuncia que hacemos: el hecho de que hay una decisión del Estado de reprimir, y fusilar pibes por la espalda. Pibes que pertenecen a una población determinada, y no solo son de recursos bajos, si no chicos que tienen sus derechos vulnerados desde que nacen. Por eso las cosas no van a cambiar hasta que no haya una mirada integral de la problemática”, concluye Barletta. 

Luciano es un grito de lucha, es la insistencia a lo largo de los años, es una bandera de que “no se olvida” pero también es el presente: es la justicia que no funciona, la política impune y la relación de la policía con las redes de delincuencia. Hace 3 meses, la mamá de Lucas Gonzales se subía a un escenario con los botines de su hijo en las manos para pedir justicia y en su discurso le gritó a la mamá de Luciano que la entendía. Cuando desapareció Santiago Maldonado, Vanesa como cada vez que la policía muestra su lado más oscuro, salió a pelear. Es una lucha que se encuentra en el colectivo, porque no es un caso aislado. Los familiares y amigos de los muertos en manos de las fuerzas de seguridad y del Estado represivo dicen que no es un policía, es toda la institución.

Después de los 60, vienen 69

Después de los 60, vienen 69

Un grupo de mujeres de 60 o más años, integrantes de un taller de escritura en Junín, conformaron un grupo de lectura de cuentos eróticos. Montaron un espectáculo, “El jardín de las delicias”, provocativo por donde se lo vea.

Empieza a llover, nadie se mueve, el atardecer es hermoso y la bodega es un sueño. En el viñedo Las Antípodas de Junín, una chica está sexteando con su pareja. Un mensaje detrás del otro. Se muerde los labios y prepara el clima para el encuentro que va a tener al salir del espectáculo. Sobre el escenario se encuentra Estela, una señora de anteojos grandes que continúa hablando, intentando transmitir en cada palabra la historia que está contando, levanta las cejas, hace ademanes con la mano izquierda. Tiene la postura de una directora de escuela. En su mano derecha sostiene el Kama Sutra.

Son mujeres mayores de 60 que hablan de erotismo con una copa de vino en la mano a un montón de jóvenes pero también, contra todo pronóstico machista, se llevan bien, disfrutan de estar las doce juntas e ir religiosamente todas las semanas a tomar cerveza a un bar. Demuestran con su amistad que para estas mujeres no hay nada mejor que otra mujer. Su revolución abrió puertas enormes luego de sus presentaciones en el viñedo, tanto es así que son múltiples los llamados de otros artistas para hacer presentaciones hablando de sexo y muestras eróticas, ya no solo desde lo literario. Estas “señoras” lograron ver lo erótico no como un tabú sino como algo que forma parte de la vida de todas las personas sin importar su género, su edad, ni el lugar del que vienen, pudiendo hablar con total naturalidad, sin vergüenza. 

Cecilia Avila, hoy jubilada, integrante de las cuenteras y militante feminista, fue una de las primeras en atraverse a cortar las calles contra los femicidios en Junín, y en pararse frente a la catedral para pedir por el aborto legal enfrentándose a la policía y al que dirán de sus vecinos. “Me retiré por problemas de salud, somos hijas del 2001; yo empecé a militar con el ‘que se vayan todos’. El poner el cuerpo me pasó factura después, pero por suerte tuve una fuerza espiritual muy fuerte. Cuando me curé, dije: ´¿Y ahora qué voy a hacer?´ Y empecé a contar, porque contar también es contarse. Nosotras, de alguna manera, nos contamos a nosotras mismas a través de los textos. Después de estar tan mal, el poder pararme de nuevo y en un lugar lleno de aire, me dio (nos dio) la fuerza para salir de nuevo a la vida. Después de estos dos años de pandemia, el miedo, el dolor y la oscuridad, el poder estar en el viñedo fue como un renacer -se le corta la voz y continúa- todo esto tiene que ver con nuestra generación… no nos han vencido”. 

Hace diecisiete años se creó el grupo de las Cuenteras de la Esquina, en ese tiempo lograron hacer un enorme trabajo para llevar la narración a escuelas, geriátricos y penitenciarías. Su actividad fue declarada de interés municipal y provincial. Estela, coordinadora del grupo junto a Mariel, cuenta que también tienen otro tipo de espectáculos con convocatoria por fuera de lo social: “Son mucho más escénicos y recreativos”. 

El grupo está conformado por doce mujeres que tienen en común el amor por la lectura. Son todas de profesiones distintas: abogadas, docentes, maestras, políticas y hasta algunas artistas. “Somos un grupo de mujeres grandes con una fuerte impronta feminista”, dice orgullosa Mariel. La llegada de la pandemia fue muy difícil porque, en su mayoría, las cuenteras superan los 60 años. Acostumbradas a salir siempre a tomar algo después de las reuniones para charlar y seguir pasándola bien juntas, tuvieron que reorganizar sus rutinas;  las más cancheras con la tecnología ayudaron a las que no lo eran tanto. Se encontraban en zoom para hablar de los textos, ejercitar la narración, pero también para hablar de series y películas que veían. “Esto es mucho más que solo leer libros y eso se transmite a los otros”, dice Catalina, una de las integrantes.  

Este año, ya vacunadas, con la posibilidad de volver a presentarse ante el público, querían hacer algo distinto a lo que venían haciendo antes de la cuarentena. Estela, su coordinadora, cuenta sobre el proceso de creación: “Pensamos como primer espectáculo “El Despertar de los Sentidos”, y como una cosa lleva a la otra el segundo fue pensado desde lo erótico, “El jardín de las delicias”, porque si hablamos de los sentidos lo erótico se cae de maduro”. 

Consiguieron de auspiciantes a una librería, una editorial y un viñedo de los cuales son clientas habituales. La última en sumarse como auspiciante fue una “boutique erótica”, como le gusta  decir a  Mariel: “En las reuniones semanales cuando nos juntamos a pensar ideas se nos ocurrió que estaba bueno tener juguetes sexuales para sortear al finalizar el show o en los juegos previos que hicimos”. Buscaron referencias y le llevaron la propuesta a la dueña de un sex shop que quedó encantada. Querían conseguir un público nuevo por fuera del círculo que frecuentaban habitualmente y la repercusión en los espectadores superó por demás las expectativas que tenían. “La gente quedó fascinada con la idea. Fue todo disfrute y cuando vieron todo lo que trajeron las chicas de Audaz Seducción buscaban por todos lados las entradas que no sabían dónde habían metido para ver si ganaban algo”, recuerdan Estela y Mariel sobre las reacciones. “Es importante abrir otros caminos, salirse de lo que tradicionalmente se supone que tenés que hacer. El patriarcado nos dice que a esta edad no podemos desear. Vernos en otros espacios, otras miradas”.

“Está bueno desde los feminismos plantear lo erótico, que es para todos y todas -afirma Catalina, integrante de las cuenteras y continúa-. Cuando vamos a buscar erotismo muchas veces la historia que encontramos es muy estereotipada: el hombre que es un capo y la mujer que se queda en la casa como una cornuda esperando. Por eso nos resultó muy complejo encontrar historias diferentes para contar”. El camino para elegir el libro adecuado tiene que ver con los gustos de cada una, sus historias y lo que quieren dejar a quienes las escuchan. Por eso, el repertorio más allá de que estaba englobado dentro de lo erótico, tomó diferentes variantes sumamente interesantes para los tiempos que corren. Por ejemplo, Cecilia Avila narró “Dos más uno”, un libro que habla de la necesidad de una persona más en la pareja. Mirta Barone pudo contar sobre el sexo en la tercera edad a traves del cuento  “A pura química”, de Gabriela Acher. Catalina narró “69” de Dina Grijalva, un texto que hablaba del sexo pero que no permitía darse cuenta cual era el género de los protagonistas quedando a libre interpretación. 

 

Un tango de ley

Un tango de ley

Presentaron en el Congreso un proyecto para creación del Instituto Federal del Tango Argentino con el objetivo de generar políticas de apoyo a la actividad.

No hay tierra como la mía

Y ésta milonga les canto,

Y ésta milonga les canto,

Y si alguien me desafía,

Le juego dándole tantos. 

El jueves 2 de diciembre, día del nacimiento del Maestro Pugliese, se podían escuchar los acordes de una milonga en el auditorio del Anexo A del Congreso Nacional. El presente y la historia viva del tango se abrazaban contentos de poder conocerse después de un año y medio de reuniones por zoom. También estaban en el salón unos cuantos funcionarios amantes del género. El proyecto de un Instituto Federal del Tango Argentino (IFTA) con fuerte identidad nacional, perspectiva de género, democratico y federal, estaba a unos minutos de ser oficial.

En la primera fila, los asientos estaban reservados para referentes del tango: se encontraban Carlos Rivarola, Eduardo Arquimbau, Jorge Circo y Olga Besio. Arriba del escenario, un video sobre bailarines y músicos tangueros de todo el país, cada uno mostrando su arte, a lo largo y ancho del país. 

Luciana Valle, bailarina y docente de tango con más de 25 años de trayectoria, abrió el acto, seguida por Guadalupe Olivera, trabajadora del tango de La Rioja, y luego el diputado por el Frente de Todos, Marcelo Koenig, quien fue el que le dio un marco legislativo al proyecto de La Mesa de Tango. 

“Se fue impulsando entre las organizaciones de bailarines La Mesa de Tango Danza, y empezamos a pensar cuales eran las cosas que teníamos que hacer para mejorar la situación del sector -contó Luciana Valle a ANCCOM, mientras situaba al tango en contexto de pandemia-. Entre ellas, la necesidad de un instituto que sea un espacio donde se centralice una política que, más allá del Gobierno que esté de turno, pueda desarrollar políticas a largo plazo donde estén representados los organismos, los colectivos, las y los trabajadores, todos los espacios; la música y por supuesto la danza”. 

“El proyecto del Instituto Federal del Tango es una reparación histórica, para que nosotros podamos poner en valor nuestra música y que desde el Estado construyamos herramientas para que se desarrolle y se las apropien nuevas generaciones“, agregó Koenig.  

Y después de los discursos, obvio, llegó el baile: Liliana Chenlo, Juan Seguí, Federico Carrizo, Roxane Camargo, Laura Zaracho y Juan Pablo Greco. En su performance, lejos del hombre que lleva a la mujer, forman dos parejas: dos hombres; dos mujeres; y una pareja mixta. La diversidad y las disidencias son el presente del tango. Cada pareja tiene un vestuario diferente para representar lo clásico, lo casual y lo vanguardista.  

Guadalupe Olivera, se paseaba sonriente y feliz por toda la sala, sin que se le notara el cansancio por  haber llegado apenitas desde La Rioja. “Se me pone la piel de gallina -comentó emocionada-, porque esto es identidad nacional y que se haya hecho de manera federal me enorgullece plenamente. El tango se baila, se canta, desde muchos ángulos, es una rama multidisciplinaria. Este es un proyecto con el que realmente me siento super representada y orgullosa porque sobre todo fue hecho de manera colectiva entre los propios trabajadores, de abajo hacia arriba como debe ser, así que estoy muy contenta”. Y añadió: “Estamos muy orgullosos de que haya llegado este día histórico. Esta ley va a cambiar y transformar la realidad  del tango desde una política, cultural, federal y democrática hacia todos los trabajadores independientes del tango.” 

“El tango es enorme, nos reconocen gracias a él. Es marca registrada de la Argentina. Nos identifican en el mundo pero no tenemos una legislación que acompañe el nivel de importancia y relevancia que tiene la industria cultural del tango y que le dé a los y las trabajadoras del tango lo que se merecen”, dijo Luciana Valle, mientras corría escaleras abajo organizando la milonga que se armaba afuera, en la puerta del Congreso.  

En la esquina de Callao y Rivadavia, en un costado, bajo una bandera de Argentina sonaba y se bailaba milonga. “Cuando yo era chico pasabas por cualquier casa, y de la ventana se  podía oír un tango, eso no pasa ahora -dijo Eduardo Arquimbau, en tono nostálgico tanguero-. Hay que apoyar para que vuelva a pasar, para que se vuelva a escuchar tango en las casas argentinas”.