Proponen una nueva ley de la calle

Proponen una nueva ley de la calle

Lo acontecido alrededor del caso de M. mostró, con total crudeza, cómo lo más estremecedor de la pobreza existe -y resiste- en los rincones de la ciudad más rica de la Argentina. De repente, se puso sobre el tapete la realidad de este colectivo de personas absolutamente despojado de derechos. Y la ceguera que afecta a la sociedad en general parece cesar, al menos por unos días, al menos por unas horas. 

Un censo realizado por distintas organizaciones e instituciones sociales en 2019 reveló que en ese momento había 7.251 personas en situación de calle en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de las cuales 871 eran niños y 40, mujeres embarazadas. Son innumerables las problemáticas que confluyen en estos números: entre ellas, la falta de acceso a la vivienda, a la educación, al trabajo, a la salud, la exposición extrema y constante a situaciones de violencia por razones de género, a consumos problemáticos y un tristísimo etcétera. La cifra, coinciden todos los actores involucrados, creció –aún sin relevamientos precisos- de manera exponencial tras la pandemia

En este contexto, Constanza Guillén, referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) en CABA, en diálogo con ANCCOM explicó que es urgente la creación de “Centros de Integración que puedan recibir, contener y acompañar a las personas. Alguien que está hace años en la calle, tiene que aprender todo de vuelta porque justamente es una persona que fue expulsada del sistema social, económico y laboral en el que vivimos”. A su vez, dado que ya hay segundas o terceras generaciones en la calle, en muchos casos se trata de personas que nunca tuvieron una primera instancia de integración social.

“Hoy lo que hay son lugares deficitarios y que encima son escasos. Techo y comida. Punto. Claramente va a volver a pasar, que vuelven a la calle y ahí aparecen los discursos -que ignoran la problemática- que dicen que hay personas que eligen vivir en la calle”, narró Guillén y agregó: “Es una barbaridad, ¿quién elige pasar frío, hambre, tener que llegar a hacer colas de una hora y media o dos horas para pedir un plato de comida? Esa humillación, nadie la quiere. No hay un mínimo de empatía en todo eso.”

En cualquiera de las dimensiones de la problemática, las respuestas del Gobierno de la Ciudad son escasas o, directamente, inexistentes, así lo remarcó la referente del MTE: “Por abordar solo uno de los ejes: al Instituto de la Vivienda de la Ciudad lo vaciaron, no hay presupuesto, entonces ¿cuál es la política de vivienda? ¿Cuál es el trabajo que se está dando para revertir la situación de los hoteles que son una mafia? No hay control, no hay regulación sobre eso y ni hablar de la cantidad de viviendas vacías que hay en Buenos Aires”. A su vez, cuestionó que “cuando Horacio Rodríguez Larreta inauguró las sesiones legislativas del Gobierno de la Ciudad este año dijo que hay que criminalizar a las personas que trabajan en la vía pública: ¿qué hacemos con esa gente a la que no están dejando trabajar?”.

El caso de M. puso en escena la emergencia habitacional en la ciudad más rica del país. 

En este sentido, Horacio Ávila, referente de la organización Proyecto 7, manifiestó que “el caso de M. debería ser un antes y un después pero a nivel nacional. Obviamente, el lugar donde hay más cantidad es en la Ciudad de Buenos Aires, no hay dudas. Pero nosotros siempre hemos insistido en esto de que la situación de calle no es solamente en CABA. Hemos viajado a otras provincias y hemos visto la situación de compañeros que es lamentable. Estamos cansados de la falta de respuesta a nivel nacional también”.

Un abordaje integral, nacional y colectivo

A partir de los acontecimientos, y en una urgencia repentina por querer resolver y aplacar la situación, se desató un sinfín de manuales paternalistas que intentan explicar e indicar qué es lo que se debería hacer. Instrucciones y dedos acusadores que ignoran absolutamente la realidad de calle y que lejos están de contemplar a las personas involucradas como actores activos y con capacidad de transformación.

“Lo que nosotros necesitamos es un acompañamiento, que nos apoyen en nuestra lucha, pero no necesitamos que sean nuestros voceros. Nosotros tenemos muy claro lo que tenemos que hacer, lo venimos demostrando hace muchos años, pero necesitamos que nos den las herramientas y los recursos”, afirmó Ávila y agregó: “Vos me podes decir que te duele mucho el frío de las calles y yo te entiendo y lo respeto y lo valoro, pero yo te puedo decir cómo se siente el frío de la calle: hay una diferencia. Queremos que eso se respete. Todo lo que se armó estos días en relación a nosotros sin que fuéramos partícipes, fue malísimo”.

Con respecto a la cobertura en los medios de la problemática en las últimas semanas,  Guillén aseguró que además “la discusión que hay que dar ahora es cómo se tratan estos casos. Porque no se puede decir ‘mala madre’ a una persona que tiene un problema serio de salud mental, un problema serio de adicción. Además, los vínculos y la maternidad en calle son completamente distintos a la idiosincrasia que podamos llegar a tener los de clase media. Entonces hay que acompañar eso desde todos los ejes y tiene que haber un abordaje más humano de lo que hay hoy”.

En este sentido, Nicolás Silva, referente de Red Puentes -organización que aborda casos de consumo problemático y problemas de salud mental-, agregó que “el consumo problemático casi que va de la mano con la situación de calle. No es estigmatizar a las personas pero vivir en la calle es una situación muy extrema, que deteriora la vida en todos los aspectos. Nos encontramos con muchos casos también de padecimiento de problemas de salud mental graves: tratamos de abordarlos pero también tenemos un límite. Hay casos que necesitan una intervención fuerte del Estado, desde los hospitales, desde la salud pública”.

El Centro de integración Monteagudo es parte de Proyecto 7. Fotografía de archivo. 

Red Puentes, junto al MTE y Proyecto 7, una organización que cuenta con cuatro centros de integración, participaron en el diseño del proyecto de Ley Integral para Personas en Situación de Calle y Familias sin Techo, presentado en septiembre de 2020 por el diputado nacional del Frente de Todos, Federico Fagioli. Si bien es evidente que una problemática con tantas aristas no se resuelve con una sola ley, “son varias las líneas de trabajo y acciones concretas que planteamos en el proyecto -sostuvo Fagioli-. Me atrevo a decir que es una ley muy pragmática. Está claro que hay una fundamentación basada en conceptos éticos y profundamente humanos pero, como siempre, avanzamos con lineamientos claros y concretos”.

El proyecto propone la creación de un registro anual para medir cuántas personas en situación de calle hay a nivel nacional, un Sistema Nacional de Atención Telefónica articulado con un Sistema Nacional de Atención Móvil y una red de Centros de Integración Social. El objetivo de estos Centros de Integración es romper “con la lógica del ‘parador’ al que entran a las 8 de la noche para a las 5 de la mañana y estar de nuevo en la calle. Estos espacios no brindan ninguna solución de fondo -desarrolla el legislador-, por eso lo que pretendemos es que sean lugares en donde las personas tengan un acompañamiento terapéutico, formación en oficios, contención psicológica, entre otros aspectos que cada realidad pueda necesitar”.

El proyecto de ley también propone el trabajo conjunto entre el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y una mesa conformada por el Ministerio de las Mujeres, el Ministerio de Hábitat y Vivienda, la Sedronar y las organizaciones sociales especializadas en los distintos aspectos que conforman la problemática. “Una de las cosas importantes que tiene es que se pensó con diferentes ministerios y junto a organizaciones y compañeros en situación de calle, que también saben cómo resolver el problema. Ese laburo, articulado con las organizaciones tiene que seguir estando, porque la problemática no se labura de otra manera que no sea articulando y de manera integral”, comentó Silva, de Red Puentes. 

“Nosotros no podemos seguir cumpliendo el rol que tendría que estar cumpliendo el Estado -advirtió Guillén, del MTE-. Por eso también es necesario proponer políticas públicas, porque si no nos vamos a quedar siempre en la trinchera y no termina siendo transformador, que es lo que buscamos. Pero acá no hay que inventar ninguna rueda: el Estado tiene que poner los recursos para potenciar y mejorar lo que ya se viene haciendo”.

En este sentido, Fagioli expresó que “no es cierto que la realidad no se puede transformar, o que las cosas sólo pueden ser de una manera. Las organizaciones sociales vienen a destaparnos los ojos porque nos muestran con hechos concretos, específicos, que se pueden construir proyectos solidarios, colectivos y que realmente cambien el estado de las cosas”.

Con respecto al tratamiento del proyecto, el diputado aseguró que “hubo algo clave en estos días que fue la visibilización de la problemática, que nos tiene que ayudar para empujar esta ley y cambiar de una vez por todas esta realidad. Esperemos que la indignación y las ganas de transformar no se diluyan cuando el tema desaparezca de las pantallas”. Por su parte, Ávila mencionó que, en caso de ser aprobado, “necesitamos que nuestros compañeros sean protagonistas absolutos, si no otra vez va a haber un montón de gente, que no entiende nada, hablando por nosotros”.

Una problemática tan compleja, intrínseca y potenciada por las lógicas del neoliberalismo y enraizada, a su vez, a una historia de egoísmos de unos pocos que, como siempre, azotan las vidas de muchos, no puede menos que obligar a la Argentina toda a reflexionar, de una vez por todas, que no se trata de “empezar a mirar” algo que siempre estuvo pero que “nadie vio”, sino de dar lugar a quienes la viven, la padecen y, por ende, la comprenden en su total profundidad.

“Ojalá que en algún momento no existamos como organización: eso significaría que no hay más personas en situación de calle”, expresó Ávila y concluyó: “Mientras tanto, mejor es que seamos protagonistas y no actores o actrices secundarios. Queremos ser artífices de nuestras vidas y no que el resto nos diga lo que tenemos que hacer”.

«Es con todas»

«Es con todas»

Como cada año, un nuevo Paro Internacional Feminista expuso de manera conjunta el dolor, la urgencia y los reclamos históricamente insatisfechos, pero también la emoción, el abrazo sororo y la unidad. Siete eran los ejes -discutidos en asambleas feministas- que componían un pliego de reclamos que apuntaba a una única idea: la reconstrucción de la Argentina es con nosotras, todas nosotras. 

Temprano en la tarde, cuando aún no se había congregado la multitud que luego llegaría, la enorme presencia de organizaciones sociales y comunitarias reflejaba el avance, a paso firme, de los feminismos populares. “Es un feminismo que se ha venido acrecentando, nos hemos venido deconstruyendo y construyendo entre nosotras y, a pesar del enorme laburo que hacemos, no alcanza. Por eso creemos que es fundamental avanzar en la Ley de Emergencia en Violencia de Género con perspectiva popular”, expresó Dina Sánchez, referente del Frente Popular Dario Santillán. 

Mientras en la puerta del Congreso de la Nación, se repartieron alrededor de 4.500 kilos de verduras en un verdurazo convocado por la Unión de Trabajadoras de la Tierra (UTT) y el colectivo Ni Una Menos, en la plaza, un conjunto de agrupaciones se reunía en una asamblea popular y feminista, encabezada por sus principales representantes. Extasiada por la arenga y los abrazos de las compañeras, Jackie Flores, referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) afirmó que “si hay algo que tiene el feminismo popular, el que nosotras representamos, es que no acallamos las voces de nuestras compañeras. Nosotras somos unidad y vamos a ir por todos esos derechos que nos merecemos, porque no negociamos ninguno de ellos. Nosotras queremos discutir la riqueza de esta Patria de la que somos parte”.

 

Que se escuche

Mientras cada vez más mujeres y disidencias se acercaban a la plaza, los reclamos se exponían con micrófonos, con carteles y con los propios cuerpos: mejores condiciones laborales y visibilización del trabajo en las barriadas, cupo laboral travesti-trans, reforma judicial feminista, responsabilidad estatal en la lucha contra la violencia machista, racista y colonial, liberación de las presas por abortar y eventos obstétricos y vivienda y tierra para mujeres y colectivo LGBTIQ+. 

Sobre este último punto, Carolina Rodríguez, referente nacional de género de la UTT manifestó que “lo que nosotras queremos es que se visibilice la mujer del campo, que somos nosotras las que producimos, las que trabajamos la tierra”. Su compañera, Rosalía Pellegrini, agregó que realizaban la intervención “para visibilizar quiénes estamos detrás del alimento, quiénes estamos todos los días produciendo comida, mujeres que tenemos un rol fundamental en la Argentina pero que seguimos con un montón de demandas insatisfechas: el 90% de las mujeres que producimos alimentos no somos dueñas de la tierra que trabajamos y ni siquiera somos titulares en los contratos de alquileres”.

Sin dudas, la pandemia -que recrudeció severamente la economía del país- tuvo efectos aún más drásticos para las mujeres y disidencias empobrecidas. “Lo que tiene de bueno el paro es que nos permite ver cómo se relaciona la violencia machista con las violencias económicas”, explicó Lucía Cavallero del colectivo Ni Una Menos, y agregó: “Hay una demanda por mejor trabajo, mejores salarios, por reconocimiento de trabajos no remunerados, confrontando a su vez con el poder de las corporaciones de alimentos, inmobiliarias y financieras. Creemos que la autonomía económica es fundamental para pensar cualquier programa de salida de la violencia”. En este sentido, Jackie Flores narró que, aún a pesar del contexto actual, se autoconvocaron para poder traer sus reivindicaciones a la marcha: “exigimos que nos dejen de llamar ‘plan’. Nosotras necesitamos el reconocimiento económico y, por sobre todas las cosas, ser sujetos de derecho, queremos derechos laborales. No somos la escoria, somos laburantes. Hemos creado una identidad trabajadora que estamos dispuestas a defender”.

Dina Sanchez, durante la Asamblea popular de la UTEP.


Nora Calandra -referente de la rama de Liberadas, liberados y familiares del MTE- expresó que, además, “todo nuestro trabajo durante la pandemia no es reconocido, pero cuando cometemos un delito sí, cuando practicamos un aborto sí, cuando estás muerta sí, ahí [el Estado] te ve”. Desde este sector, un grupo de mujeres trabaja para visibilizar ese universo  que no pueden siquiera hacerse presentes en la congregación: las mujeres presas. “Nosotras nos encontramos con una libertad sin herramientas y siendo invisibles. Estamos peleando para poder entrar a dar capacitaciones reales, para que las mujeres liberadas o con arresto domiciliario sigan incluidas, se les de trabajo, se les de herramientas”, manifestó. 

Así, las voces de estas mujeres, cuya situación es realmente crítica, llega con fuerza a través de sus compañeras en medio de la asamblea popular abierta: “Hay pibas en los municipios que están con prisión domiciliaria y el Municipio no lo sabe, entonces no son parte de entrega de alimento, del camión de salud, del DNI. Nos tienen abandonadas”. 

Un llamado de atención al Estado

Tras cuatro años de la implementación de políticas neoliberales bajo la gestión de Cambiemos y en medio de una pandemia que destrozó las economías domésticas de muchas mujeres y disidencias, el reclamo fundamental es el reconocimiento salarial de todas aquellas personas que suplen al Estado en los lugares a los que éste no llega. “Nosotras no desmerecemos el enorme laburo que se está haciendo desde el gobierno, pero la verdad es que esa ayuda no se siente en el barrio y ahí estamos las organizaciones sociales”, acotó Dina Sánchez. 

En este sentido, y frente al aumento de los números referidos a violencias de género, la labor y el compromiso desde las barriadas ha sido vital. Acerca de los números publicados desde el Observatorio MuMaLa -que confirman 47 femicidios en lo que va del 2021- Lucía Cavallero expresó que “sin las compañeras, las cifras de femicidios sería el doble. Entonces tienen que ganar un salario como corresponde o ser empleadas estatales”. Por su parte, Rosalía Pellegrini agregó que “somos nosotras las que nos estamos defendiendo y trabajando para erradicar la violencia de nuestros territorios rurales. Y la verdad, hay que decirlo, el Estado no está presente. Tenemos un Ministerio de las Mujeres (Géneros y Diversidad) pero todavía no hay un reconocimiento de las promotoras rurales de género. Seguimos luchando solas, a capa y espada, contra los machismos”.

Todas nosotras

Aunque con ciertos temores y con menor cantidad de personas -producto de la pandemia- un nuevo Paro Internacional de las Mujeres Trabajadoras permitió la presencia, en un mismo lugar, del amplio abanico que conforman la diversidad dentro los feminismos, que allí se unió para -de una forma u otra- visibilizar la deuda que se tiene con las mujeres y disidencias y manifestar que son parte fundamental de la solución.   

En este sentido, la referente de la UTT, Rosalía Pellegrini, explicó que “tenemos soluciones, tenemos alternativas y proyectos que ya estamos generando las mujeres agricultoras con respecto a la agroecología, con respecto a cómo buscarle la vuelta a la producción de alimento sano, verdadero, campesino. Sin embargo, a la hora de resolver la crisis alimentaria, el gobierno sigue favoreciendo como interlocutores a los empresarios del campo. En las mesas de negociación nunca nos ves sentadas a nosotras, a las pequeñas productoras”, sostuvo Pellegrini.

“Nosotras las mujeres no queremos voceros ni estar a los codazos porque son lugares que nos pertenecen. Queremos estar en esa mesa donde se discute realmente, donde se toman las decisiones” afirmó Sánchez, del Dario Santillán, y concluyó: “Lo que nos deja el gobierno de [Mauricio] Macri es una deuda que nos golpea directamente a las mujeres pero también nos deja una gran unidad que pudimos construir. Queremos que reconozcan que si queremos reconstruir la Argentina las mujeres, las trans, las travestis tenemos que estar ahí, porque no es sólo un discurso, somos quienes la padecemos de verdad”. 

«Estamos educando a una población para aplaudir la colonización»

«Estamos educando a una población para aplaudir la colonización»

Stella Calloni es una escritora y periodista especializada en política internacional, ampliamente reconocida por sus trabajos de investigación sobre las dictaduras latinoamericanas, por su desempeño como corresponsal de guerra en Centroamérica y por las entrevistas a figuras políticas de suma relevancia como Hugo Chávez y Fidel Castro. Pero, tal como ella se define -y de allí emerge- es “poeta antes que ninguna otra cosa”. Autora de una obra poética tan profunda como las raíces mismas del continente, en cada verso vira desde el más sentido dolor al más tierno de los amores, como quien salta de piedra en piedra con la correntada debajo.

Nacida en 1935 en Pueblo Leguizamón, una pequeña localidad fundada por su propio abuelo y ubicada en el noroeste de Entre Ríos, Calloni recuerda siempre las asperezas -pero también las bellezas- de la vida en el monte. Hija de una maestra rural y heredera de la incomodidad frente a las injusticias, dejó su tierra natal a corta edad para finalizar sus estudios en Buenos Aires. De allí en adelante, su vida fue la de una trashumante, siempre atravesada por las coyunturas políticas de la región. En estos tiempos de pandemia y en un hueco entre sus compromisos, Stella Calloni se incorpora al Zoom y cuenta entre sonrisas“Hay un aprendizaje permanente, yo a los 85 años sigo aprendiendo. Lo que hace joven a una persona es eso: la capacidad de aprendizaje y la capacidad de asombro.”

¿Cuándo empezó a escribir poesía?

Yo hacía poemas desde muy chica y mi mamá los guardaba. Hay algo nato para que de repente un niño sea extremadamente sensible frente a determinadas situaciones. Me podía pasar horas siguiendo los caminos de las hormigas: me parecía portentoso esos animalitos chiquitos llevando unas hojas enormes, caminando y caminando. Esa capacidad de observación no la podes tener en una ciudad, donde todo es ruido, afán y la carrera hacia la nada. Yo le hice mucho caso al tema de la poesía. Una de las primeras poesías que hice, cuando tenía 11 o 12 años, fue «Los Hacheros»: yo veo ahí una raíz. “Ya se van hacia el monte, metidos en estrías de luz, a la espesura, los hacheros, Galván, el Mocho y tanto, una larga fila de hombres cargados con un hacha y un cansancio de lunas y esperanzas”. Lo leo y no puedo creer que escribiera eso en ese momento. Teniendo esas características como niña, como joven, como persona, era obvio que yo me iba a tratar de meter en el trabajo social, en la política, en todo lo que estaba pasando.

¿Qué es para usted la poesía? 

La poesía tiene mucho que ver también con la forma de vivir.  Poeta es quien puede mirar bajo el agua, aunque el agua esté sucia. Yo uní esa mirada de la poesía con la del investigador periodístico: encontrás un hilo perdido por ahí y ese hilo te lleva, te lleva y te lleva. Ese trabajo del investigador tiene mucho que ver con el mundo de la poesía porque vas eternamente descubriendo una cosa encima de la otra. A mí me sirvió mucho para el periodismo pero si hubiera podido elegir, hubiese elegido la literatura. Yo no suelo usar la poesía como un instrumento político, no me propongo eso: yo escribo lo que estoy sintiendo. En mis notas (periodísticas) escribo lo que quiero políticamente y en mi poesía lo que yo siento que es poesía, donde yo estoy bailando con el remolino de tierra.

Una vida movilizada por la política 

Si bien Calloni no se propone un fin político, su poesía es sin duda un reflejo muy sentido de su historia, que es a su vez la historia política de latino y centroamérica. Desgarrada por el terror y resurgida al ritmo de su poesía, Calloni escribe: “El trashumante / siembra en su camino / todas las cóleras / mieles y ternuras”. De sus vivencias -permanecer un año escondida en la selva paraguaya durante la dictadura de Stroessner, el exilio político, la invasión norteamericana en Panamá y más- y de su humanísima sensibilidad derivó una percepción política de profunda lucidez.

¿Qué análisis hace de la política en la región?

Han habido muchos cambios, creo que es un momento único en la historia. No podemos seguir repitiendo las mismas cosas que repetíamos hace 20 años. Tenemos que tener la cabeza más abierta que nunca porque si seguimos sin madurar políticamente, si permanecemos amurallados en nuestras ideas básicas, sin pensar en todo lo que ha ido cambiando, nos puede traer problemas gravísimos. Este cambio profundo, por ejemplo, de que los golpes de Estado en nuestra América en este siglo fueron resistidos y vueltos atrás en tan poco tiempo: en 72 horas a Chávez en 2002, impedir el golpe en Bolivia en el 2008, Ecuador en 2010. Por otro lado, pudieron los Estados Unidos en Honduras y Paraguay porque ahí tienen bases militares y en Brasil porque hace muchos años que están enquistados y ha habido un descuido de los políticos brasileños en ese movimiento evangélico que no es ni evangélico ni religioso, sino que son personas entrenadas para que, usando su estamento y su verborragia, fueran ganando en lugares muy pobres, enriqueciéndose a partir de los pobres del continente. Cuando estudiamos las cuestiones políticas y no enfocamos la realidad existente, no podemos construir nada porque nuestras teorías políticas si no se alimentan con la realidad son falsas o por lo menos débiles.

Se habla mucho de una nueva oleada progresista: ¿se puede pensar en la posibilidad de que se desarrolle un panorama similar al que se inició con Chávez en 1999?

Hay que pensar qué pasó después de aquel tiempo que vivimos con estos presidentes que fueron paridos por los pueblos que se organizaron, que salieron espontáneamente contra el neoliberalismo, contra los ajustes, algo que se dio de manera muy auténtica, muy profunda.  Ahora estamos viendo los pueblos resistiendo en todas partes: salen con dirigencia o sin dirigencia. Si revisás cualquier país todo te da un panorama de fuerte lucha donde lo que quedó sembrado del periodo anterior -donde los pueblos se pudieron expresar- unido a la imaginación normal del latinoamericano te da una fuerza portentosa. El camino por el que puede optar la región puede ser el de la recuperación de lo que se había logrado construir en su momento. Pero hay que saber contra quién estamos luchando. Ya no sirve seguir alimentándonos con la idea de que todo lo que nos pasa es doméstico: acá no estamos luchando contra Mauricio Macri, sino contra algo muy poderoso que hace posible que Macri o (Jair) Bolsonaro existan en América Latina o un Orlando Hernández en Honduras. El tipo de oligarquía que nosotros enfrentamos en su momento está prácticamente desplazada: esos lugares ahora los ocupan estos gerentes de grandes empresas, avorazados, que solo conocen el dinero, que no tienen ningún tipo de sentimiento de patria ni de pertenencia, que trabajan para la potencia dominante. A partir de ese momento ya no son una derecha nacional. Hay coaliciones armadas, financiadas y manejadas desde Estados Unidos. Tenemos que empezar a estudiar estos procesos, creo que llegó el momento.

¿Cómo se enfrentaría esta política de Estados Unidos en Latinoamérica?

Yo estudio la política norteamericana desde hace 60 años porque sé que nosotros dependemos de ellos. Si no entendemos lo que significa la política de este país hacia América Latina no entendemos la realidad. Nada va a ser lo mismo después de esta pandemia y de esta crisis porque se están consolidando otras potencias en el mundo como China, la Federación Rusa y otros países que han roto con el unilateralismo con el que actuaba Estados Unidos. Esto a nosotros nos beneficia mucho porque mantenemos un equilibrio que se había roto. En este momento, esta lucha no la hacemos solos: ya no estamos tan solos y tan abandonados a nuestra suerte, y aun estando de esa manera -como en el periodo anterior- produjimos esos levantamientos contra el neoliberalismo. La presencia del pueblo en las calles fue imprescindible: la de los nuevos protagonistas que se incorporaron, los movimientos sociales o los movimientos indígenas que están obligándonos a cambiar un pensamiento cerradamente inútil en una América Latina que tiene otra construcción en su población.

¿Qué ocurre con este dispositivo del “fraude”, utilizado para inventar un golpe o perpetuar el poder ilegítimamente?

Era tan cantado que (Donald) Trump iba a usar el tema del fraude que lo empezó a decir hace mucho tiempo, como hicieron con Evo: habían instalado en los medios de comunicación, día por día, que Evo iba a hacer fraude. Cuando vieron que estaba empezando a ganar el MAS, rápidamente la OEA dijo que había irregularidades. Es igual que lo que está pasando en Estados Unidos: no hay irregularidades, allí siempre se votó por correo, siempre. Ya había dicho que iba a haber fraude porque ellos estaban preparando lo que están haciendo ahora: hacer que mucha gente crea que le van a quitar el voto. Cuando Estados Unidos perdió la guerra de Vietnam, la perdió moralmente primero en el país cuando se empezaron a levantar todos en contra. A partir de entonces dijeron “nosotros tenemos que ganar las mentes y los corazones”: esa es una expresión de su doctrina. ¿Cómo ganaban las mentes? Apropiándose de la mayoría de los medios de comunicación y haciendo una guerra sistemática sobre nuestras cabezas y las de sus propios pueblos. Así llegamos a donde estamos.

Se están viendo los resultados…

Sí, hay terrorismo mediático, terrorismo medioambiental: son terroristas las acciones que se producen. Están atentando contra toda posibilidad del futuro, de todos, de la vida. No hay animal que destruya su hábitat: el hombre sí. No solo destruye su propio hábitat sino el de todo ser viviente. Hay muchos temas que hay que tratar y que están muy escondidos muchas veces. Entonces yo me pregunto: ¿por qué nos pasamos tantas horas con la agenda del macrismo? ¿Por qué no rompemos con eso? Si nosotros rompemos con eso, ellos no pueden instalar ninguna agenda. No están porque sean poderosos, sino porque  hemos renunciado a la imaginación: nosotros, los latinoamericanos, somos una síntesis de pueblos originarios, de europeos, de asiáticos, de árabes. Somos el único continente tan complejo en ese sentido y eso nos ha dado una capacidad muy grande de imaginar y no someternos a cualquier cosa, eso es algo muy importante para nosotros. (Zbigniew) Brzezinski decía: “Si no se vence la cultura de los latinoamericanos, nunca los vamos a convertir en vasallos”. Que nosotros tuviéramos esta cuestión cultural es lo que ha mantenido a los pueblos originarios a través de los tiempos, si no con todo lo que han hecho no tendría que haber ni un originario en el mundo porque vinieron a exterminarlos, pero quedó la cultura.

 Testimonios de un periodismo comprometido 

«¿Por qué escribo estos versos / al borde de las emboscadas / sintiendo en mis espaldas / el aliento de los asesinos (…)?, se pregunta en uno de sus poemas. En su misma obra poética brinda una respuesta: Mi cuerpo alberga / la fortaleza de los guerreros / el perfume de las cimas / y la humedad del vértigo / de los abismos.» El miedo y el coraje la han constituido en una de las más comprometidas periodistas del país. 

 

¿Cuál es el rol del periodismo actualmente en todo esto? 

Tenemos que educar a la población a través del periodismo. Hay que recuperar los valores y fundamentalmente el lenguaje. ¿En qué lenguaje le estamos hablando a nuestros pueblos? Si yo le digo “vino un CEO para hacer fracking”, es mejor decirle “vino un gerente para excavar, explorar a fondo y sacar el petróleo”: recuperar el lenguaje es recuperar la cultura. Cuando perdés el espíritu, los valores intrínsecos a un ser humano, ya te han convertido en una especie de robot que va por el mundo sin más. Tenemos que repensarnos a nosotros mismos ahora y no sólo políticamente, sino como seres humanos en un periodo histórico donde hay sectores que quieren destruir lo mejor de la humanidad. 

¿Y el de las nuevas generaciones de periodistas?

Las nuevas generaciones deben ser muy creativas porque no es solo la manipulación y la desinformación, hay una desculturización temible y estamos educando a una población para aplaudir la colonización de nuestros países. Nosotros todavía no somos independientes: sólo podremos hablar de una democracia seriamente cuando no pase que quieras tomar una medida en favor de tu pueblo y desde los medios te planten unas campañas espantosas que te lo impidan, pero que además utilicen a esa población que previamente han desculturalizado y desconscientizado por medio de los entretenimientos feroces. Estamos subsistiendo a una dictadura mediática a nivel mundial. Acá ahora se oponen a la vacuna rusa como si fuera comunista, eso es de un atraso increíble, no es coherente con la realidad. Llevaron a una población a expresarse contra algo que no existe. Pongámonos firmes para erradicar todo eso: sacarse de encima todas esas enseñanzas, todas las mentiras, volver a recuperar el periodismo como un derecho humano de los pueblos a recibir una información veraz es liberador. Si vos al pueblo le estas mintiendo lo podes hacer incluso elegir a sus propios verdugos, los que van a ejecutar leyes que van a destruir una sociedad justa. Yo creo que la juventud tiene en sus manos cambiar muchas cosas

«Estamos educando a una población para aplaudir la colonización»

«Estamos educando a una población para aplaudir la colonización»

Stella Calloni es una escritora y periodista especializada en política internacional, ampliamente reconocida por sus trabajos de investigación sobre las dictaduras latinoamericanas, por su desempeño como corresponsal de guerra en Centroamérica y por las entrevistas a figuras políticas de suma relevancia como Hugo Chávez y Fidel Castro. Pero, tal como ella se define -y de allí emerge- es “poeta antes que ninguna otra cosa”. Autora de una obra poética tan profunda como las raíces mismas del continente, en cada verso vira desde el más sentido dolor al más tierno de los amores, como quien salta de piedra en piedra con la correntada debajo.

Nacida en 1935 en Pueblo Leguizamón, una pequeña localidad fundada por su propio abuelo y ubicada en el noroeste de Entre Ríos, Calloni recuerda siempre las asperezas -pero también las bellezas- de la vida en el monte. Hija de una maestra rural y heredera de la incomodidad frente a las injusticias, dejó su tierra natal a corta edad para finalizar sus estudios en Buenos Aires. De allí en adelante, su vida fue la de una trashumante, siempre atravesada por las coyunturas políticas de la región. En estos tiempos de pandemia y en un hueco entre sus compromisos, Stella Calloni se incorpora al Zoom y cuenta entre sonrisas: “Hay un aprendizaje permanente, yo a los 85 años sigo aprendiendo. Lo que hace joven a una persona es eso: la capacidad de aprendizaje y la capacidad de asombro.”

¿Cuándo empezó a escribir poesía?

Yo hacía poemas desde muy chica y mi mamá los guardaba. Hay algo nato para que de repente un niño sea extremadamente sensible frente a determinadas situaciones. Me podía pasar horas siguiendo los caminos de las hormigas: me parecía portentoso esos animalitos chiquitos llevando unas hojas enormes, caminando y caminando. Esa capacidad de observación no la podes tener en una ciudad, donde todo es ruido, afán y la carrera hacia la nada. Yo le hice mucho caso al tema de la poesía. Una de las primeras poesías que hice, cuando tenía 11 o 12 años, fue «Los Hacheros»: yo veo ahí una raíz. “Ya se van hacia el monte, metidos en estrías de luz, a la espesura, los hacheros, Galván, el Mocho y tanto, una larga fila de hombres cargados con un hacha y un cansancio de lunas y esperanzas”. Lo leo y no puedo creer que escribiera eso en ese momento. Teniendo esas características como niña, como joven, como persona, era obvio que yo me iba a tratar de meter en el trabajo social, en la política, en todo lo que estaba pasando.

¿Qué es para usted la poesía? 

La poesía tiene mucho que ver también con la forma de vivir.  Poeta es quien puede mirar bajo el agua, aunque el agua esté sucia. Yo uní esa mirada de la poesía con la del investigador periodístico: encontrás un hilo perdido por ahí y ese hilo te lleva, te lleva y te lleva. Ese trabajo del investigador tiene mucho que ver con el mundo de la poesía porque vas eternamente descubriendo una cosa encima de la otra. A mí me sirvió mucho para el periodismo pero si hubiera podido elegir, hubiese elegido la literatura. Yo no suelo usar la poesía como un instrumento político, no me propongo eso: yo escribo lo que estoy sintiendo. En mis notas (periodísticas) escribo lo que quiero políticamente y en mi poesía lo que yo siento que es poesía, donde yo estoy bailando con el remolino de tierra.

Una vida movilizada por la política 

Si bien Calloni no se propone un fin político, su poesía es sin duda un reflejo muy sentido de su historia, que es a su vez la historia política de latino y centroamérica. Desgarrada por el terror y resurgida al ritmo de su poesía, Calloni escribe: “El trashumante / siembra en su camino / todas las cóleras / mieles y ternuras”. De sus vivencias -permanecer un año escondida en la selva paraguaya durante la dictadura de Stroessner, el exilio político, la invasión norteamericana en Panamá y más- y de su humanísima sensibilidad derivó una percepción política de profunda lucidez.

¿Qué análisis hace de la política en la región?

Han habido muchos cambios, creo que es un momento único en la historia. No podemos seguir repitiendo las mismas cosas que repetíamos hace 20 años. Tenemos que tener la cabeza más abierta que nunca porque si seguimos sin madurar políticamente, si permanecemos amurallados en nuestras ideas básicas, sin pensar en todo lo que ha ido cambiando, nos puede traer problemas gravísimos. Este cambio profundo, por ejemplo, de que los golpes de Estado en nuestra América en este siglo fueron resistidos y vueltos atrás en tan poco tiempo: en 72 horas a Chávez en 2002, impedir el golpe en Bolivia en el 2008, Ecuador en 2010. Por otro lado, pudieron los Estados Unidos en Honduras y Paraguay porque ahí tienen bases militares y en Brasil porque hace muchos años que están enquistados y ha habido un descuido de los políticos brasileños en ese movimiento evangélico que no es ni evangélico ni religioso, sino que son personas entrenadas para que, usando su estamento y su verborragia, fueran ganando en lugares muy pobres, enriqueciéndose a partir de los pobres del continente. Cuando estudiamos las cuestiones políticas y no enfocamos la realidad existente, no podemos construir nada porque nuestras teorías políticas si no se alimentan con la realidad son falsas o por lo menos débiles.

Se habla mucho de una nueva oleada progresista: ¿se puede pensar en la posibilidad de que se desarrolle un panorama similar al que se inició con Chávez en 1999?

Hay que pensar qué pasó después de aquel tiempo que vivimos con estos presidentes que fueron paridos por los pueblos que se organizaron, que salieron espontáneamente contra el neoliberalismo, contra los ajustes, algo que se dio de manera muy auténtica, muy profunda.  Ahora estamos viendo los pueblos resistiendo en todas partes: salen con dirigencia o sin dirigencia. Si revisás cualquier país todo te da un panorama de fuerte lucha donde lo que quedó sembrado del periodo anterior -donde los pueblos se pudieron expresar- unido a la imaginación normal del latinoamericano te da una fuerza portentosa. El camino por el que puede optar la región puede ser el de la recuperación de lo que se había logrado construir en su momento. Pero hay que saber contra quién estamos luchando. Ya no sirve seguir alimentándonos con la idea de que todo lo que nos pasa es doméstico: acá no estamos luchando contra Mauricio Macri, sino contra algo muy poderoso que hace posible que Macri o (Jair) Bolsonaro existan en América Latina o un Orlando Hernández en Honduras. El tipo de oligarquía que nosotros enfrentamos en su momento está prácticamente desplazada: esos lugares ahora los ocupan estos gerentes de grandes empresas, avorazados, que solo conocen el dinero, que no tienen ningún tipo de sentimiento de patria ni de pertenencia, que trabajan para la potencia dominante. A partir de ese momento ya no son una derecha nacional. Hay coaliciones armadas, financiadas y manejadas desde Estados Unidos. Tenemos que empezar a estudiar estos procesos, creo que llegó el momento.

¿Cómo se enfrentaría esta política de Estados Unidos en Latinoamérica?

Yo estudio la política norteamericana desde hace 60 años porque sé que nosotros dependemos de ellos. Si no entendemos lo que significa la política de este país hacia América Latina no entendemos la realidad. Nada va a ser lo mismo después de esta pandemia y de esta crisis porque se están consolidando otras potencias en el mundo como China, la Federación Rusa y otros países que han roto con el unilateralismo con el que actuaba Estados Unidos. Esto a nosotros nos beneficia mucho porque mantenemos un equilibrio que se había roto. En este momento, esta lucha no la hacemos solos: ya no estamos tan solos y tan abandonados a nuestra suerte, y aun estando de esa manera -como en el periodo anterior- produjimos esos levantamientos contra el neoliberalismo. La presencia del pueblo en las calles fue imprescindible: la de los nuevos protagonistas que se incorporaron, los movimientos sociales o los movimientos indígenas que están obligándonos a cambiar un pensamiento cerradamente inútil en una América Latina que tiene otra construcción en su población.

¿Qué ocurre con este dispositivo del “fraude”, utilizado para inventar un golpe o perpetuar el poder ilegítimamente?

Era tan cantado que (Donald) Trump iba a usar el tema del fraude que lo empezó a decir hace mucho tiempo, como hicieron con Evo: habían instalado en los medios de comunicación, día por día, que Evo iba a hacer fraude. Cuando vieron que estaba empezando a ganar el MAS, rápidamente la OEA dijo que había irregularidades. Es igual que lo que está pasando en Estados Unidos: no hay irregularidades, allí siempre se votó por correo, siempre. Ya había dicho que iba a haber fraude porque ellos estaban preparando lo que están haciendo ahora: hacer que mucha gente crea que le van a quitar el voto. Cuando Estados Unidos perdió la guerra de Vietnam, la perdió moralmente primero en el país cuando se empezaron a levantar todos en contra. A partir de entonces dijeron “nosotros tenemos que ganar las mentes y los corazones”: esa es una expresión de su doctrina. ¿Cómo ganaban las mentes? Apropiándose de la mayoría de los medios de comunicación y haciendo una guerra sistemática sobre nuestras cabezas y las de sus propios pueblos. Así llegamos a donde estamos.

Se están viendo los resultados…

Sí, hay terrorismo mediático, terrorismo medioambiental: son terroristas las acciones que se producen. Están atentando contra toda posibilidad del futuro, de todos, de la vida. No hay animal que destruya su hábitat: el hombre sí. No solo destruye su propio hábitat sino el de todo ser viviente. Hay muchos temas que hay que tratar y que están muy escondidos muchas veces. Entonces yo me pregunto: ¿por qué nos pasamos tantas horas con la agenda del macrismo? ¿Por qué no rompemos con eso? Si nosotros rompemos con eso, ellos no pueden instalar ninguna agenda. No están porque sean poderosos, sino porque  hemos renunciado a la imaginación: nosotros, los latinoamericanos, somos una síntesis de pueblos originarios, de europeos, de asiáticos, de árabes. Somos el único continente tan complejo en ese sentido y eso nos ha dado una capacidad muy grande de imaginar y no someternos a cualquier cosa, eso es algo muy importante para nosotros. (Zbigniew) Brzezinski decía: “Si no se vence la cultura de los latinoamericanos, nunca los vamos a convertir en vasallos”. Que nosotros tuviéramos esta cuestión cultural es lo que ha mantenido a los pueblos originarios a través de los tiempos, si no con todo lo que han hecho no tendría que haber ni un originario en el mundo porque vinieron a exterminarlos, pero quedó la cultura.

 Testimonios de un periodismo comprometido 

«¿Por qué escribo estos versos / al borde de las emboscadas / sintiendo en mis espaldas / el aliento de los asesinos (…)?, se pregunta en uno de sus poemas. En su misma obra poética brinda una respuesta: Mi cuerpo alberga / la fortaleza de los guerreros / el perfume de las cimas / y la humedad del vértigo / de los abismos.» El miedo y el coraje la han constituido en una de las más comprometidas periodistas del país. 

 

¿Cuál es el rol del periodismo actualmente en todo esto? 

Tenemos que educar a la población a través del periodismo. Hay que recuperar los valores y fundamentalmente el lenguaje. ¿En qué lenguaje le estamos hablando a nuestros pueblos? Si yo le digo “vino un CEO para hacer fracking”, es mejor decirle “vino un gerente para excavar, explorar a fondo y sacar el petróleo”: recuperar el lenguaje es recuperar la cultura. Cuando perdés el espíritu, los valores intrínsecos a un ser humano, ya te han convertido en una especie de robot que va por el mundo sin más. Tenemos que repensarnos a nosotros mismos ahora y no sólo políticamente, sino como seres humanos en un periodo histórico donde hay sectores que quieren destruir lo mejor de la humanidad. 

¿Y el de las nuevas generaciones de periodistas?

Las nuevas generaciones deben ser muy creativas porque no es solo la manipulación y la desinformación, hay una desculturización temible y estamos educando a una población para aplaudir la colonización de nuestros países. Nosotros todavía no somos independientes: sólo podremos hablar de una democracia seriamente cuando no pase que quieras tomar una medida en favor de tu pueblo y desde los medios te planten unas campañas espantosas que te lo impidan, pero que además utilicen a esa población que previamente han desculturalizado y desconscientizado por medio de los entretenimientos feroces. Estamos subsistiendo a una dictadura mediática a nivel mundial. Acá ahora se oponen a la vacuna rusa como si fuera comunista, eso es de un atraso increíble, no es coherente con la realidad. Llevaron a una población a expresarse contra algo que no existe. Pongámonos firmes para erradicar todo eso: sacarse de encima todas esas enseñanzas, todas las mentiras, volver a recuperar el periodismo como un derecho humano de los pueblos a recibir una información veraz es liberador. Si vos al pueblo le estas mintiendo lo podes hacer incluso elegir a sus propios verdugos, los que van a ejecutar leyes que van a destruir una sociedad justa. Yo creo que la juventud tiene en sus manos cambiar muchas cosas

“Quedé enamorada de la lucha de los chicos por la educación pública”

“Quedé enamorada de la lucha de los chicos por la educación pública”

Espero tu (re)vuelta, el documental de Eliza Capai, estará disponible a partir del jueves 6 de agosto en la sala virtual de Puentes de Cine. Ganadora de 21 premios y menciones, y seleccionada en más de 70 festivales, la producción de esta documentalista independiente recupera los momentos más vigorosos del movimiento estudiantil brasileño desde la dictadura militar. “En la toma de las escuelas en 2015 se nota de forma muy clara la osadía juvenil y cómo la unión de estos jóvenes lograron un cambio fuerte y benéfico para toda la sociedad -cuenta la realizadora paulista- . Dejaron un recado muy fuerte y una inspiración muy grande para todos los sectores progresistas del país. Lograron que la popularidad del gobernador se fuera abajo porque la sociedad se vio muy molesta al ver el accionar de la policía militar yendo en contra esos cuerpos jóvenes con tanta violencia”.

El documental está narrado por tres estudiantes que representan puntos centrales -y diversos- de la lucha, recuperando así la complejidad del movimiento y el contexto que lo atraviesa. A un ritmo frenético, jadeante y festivo, esta voz colectiva entrelaza escenas de las tomas de colegios entre 2015 y 2017 en San Pablo, recuperando a su vez acontecimientos previos que fueron fuente de inspiración para la juventud brasileña.

En estas oportunidades, los jóvenes secundarios se apropiaron de las calles paulistas al clamor de “¡ocupar y resistir!”, gestando un sujeto político y social con una fuerza avasalladora. “Así es como se ve la revolución, ocupar las calles es político”, asegura una de las protagonistas, Nayara Souza, en ese entonces presidenta de la Unión Estudiantil de San Pablo. A la lucha por una educación pública de calidad y justa para todos se adherían reclamos históricos enraizados en la identidad de cada uno de éstos jóvenes: la batalla contra el machismo, la homofobia y, principalmente, contra el racismo.

 

Siempre imbuida en producciones interesadas por temáticas sociales, Eliza Capai logra captar en este documental la ambigüedad de estas batallas marcadas por una violencia física y psicológica estremecedora sobre los cuerpos jóvenes que, a su vez, se resistían desde la unión, el orgullo de ser y estar y la consciencia del despertar.

 

¿Qué te acercó al movimiento estudiantil y sus luchas?

 

Eliza Capai, directora del documental Espero tu (re)vuelta.

Esto es algo que sólo me he dado cuenta después del documental, pero el movimiento estudiantil siempre ha estado de alguna forma en mi vida: mis padres fueron del movimiento estudiantil durante la dictadura militar y yo crecí con sus historias. Cuando he visto, en 2015, cómo los chicos, siendo tan jóvenes, lograban luchar y llamar la atención de la sociedad en la lucha por una educación pública de calidad me quedé muy enamorada. Me dio mucha esperanza esa primera generación de brasileños nacidos en democracia, que en su niñez han visto al primer gobierno de centro-izquierda de Brasil enfrentando los problemas históricos del país: el machismo estructural y el racismo estructural -Brasil fue el último país del mundo occidental en terminar con la esclavitud y eso se nota en la sociedad hoy-. Estos jóvenes crecieron viendo cómo la escuela pública baja la calidad cuando, en la década del ‘60, deja de ser la escuela de la clase media o alta y empieza a ser universal. Me pareció genial la forma que lograban forzar la sociedad y discutir esto. Luego, en 2016, estuve en la ocupación de la Asamblea Legislativa de San Pablo y, desde ahí, me quedé muy curiosa de cómo esos jóvenes lograban organizarse así y, sobre todo, que sus luchas políticas fueran también luchas de estéticas: sus cuerpos hablaban de los temas por los que estaban luchando. El cabello afro de los y las chicas negras, las chicas feministas que se sacaban sus ropas y la lucha LGBTI que ponía ahí sus cuerpos, cuerpos no binarios.

 

¿Qué significado tuvieron, para la sociedad brasileña, estas revueltas?

 

La del 2013 -revuelta previa a la ocupación de colegios- empieza como un debate sobre el derecho a que la población pueda circular de forma gratuita por la ciudad, a raíz de la intención del gobierno de seguir aumentando el boleto. Luego se convierte en algo mucho más grande, que tiene múltiples lecturas posibles: por un lado, fue la inspiración de estos jóvenes -que tomaron sus escuelas dos años después- al ver la multitud en la calle, luchando juntos y logrando victorias (el pasaje no subió en ese momento); pero también significó un montón de gente que salió a la calle a pedir el retorno de la dictadura militar, quemando banderas, en contra de los partidos políticos y del gobierno de Dilma Rousseff. Es un movimiento muy complejo: si bien por un lado hubo victorias muy progresistas, por otro lado se empieza también un movimiento que vemos después reflejado en la destitución de Rousseff y la llegada de Jair Bolsonaro.

 

Los principales reclamos estudiantiles estaban atravesados también por la lucha contra el racismo, ¿qué significó que se aunaran estos reclamos históricos en un movimiento protagonizado por una generación tan jóven?

 

Los estudiantes de escuela pública en Brasil son en su mayoría negros y si bien algunos ya venían con un debate fuerte sobre cuestiones raciales, muchos todavía no. Durante las tomas en la escuela, se discutieron estos temas y se elegían clases de, por ejemplo, cómo hacer un turbante en el pelo. Marcela Jesús -una de las tres protagonistas del documental- se alisaba el pelo desde los 9 años y al estar y participar de esas discusiones sobre raza se dio cuenta de cómo ella negaba el pasado de sus ancestros de África. El proceso qué pasó Marcela lo escuché de muchas niñas: ese fue un proceso muy común. Era un debate que ganaba y sigue ganando mucha fuerza en Brasil. Los jóvenes lograron comprender de forma muy profunda los debates de la sociedad y los llevaron de una forma compleja a sus cuerpos, sus vivencias, sus propias rutinas, las relaciones con otros y con uno mismo. Las niñas que llevaban el pelo alisado, salieron de ahí y se raparon la cabeza, empezando a asumir ser mujeres negras y todo lo que eso significa.

 

¿Creés que la Primavera Feminista de Brasil influenció en esta generación que tomó las escuelas?

 

Estoy segura que la Primavera Feminista los influenció muchísimo y les propició diversos debates. Fue algunos meses antes y muchas de estas chicas que estaban en las escuelas en octubre, estaban en las marchas en los primeros meses de 2015, donde tuvieron la experiencia de la calle, de estar juntas, de la unión y, por un lado, de cómo eso es transformador para el colectivo y para cada una y, a la vez, tuvieron la posibilidad de observar críticamente lo que pasaba en la sociedad. Como resultado, creo que hay una generación de chicos mucho más sensibles, hay una generación de chicas que se defienden mucho más y que se aceptan mucho más en todo. Se evidenció que las mujeres necesitaban ocupar espacios de poder, por lo que había mucha representatividad femenina en este movimiento. Cuando tenían que elegir alguien para hablar con el público o la prensa, era muy normal que eligieran a una mujer y, encima, negra, para que estuviera claro que la representatividad importa y que los sitios de poder deben ser ocupados por mujeres y aún más mujeres negras.

 

¿Qué pasa con el movimiento y los derechos estudiantiles durante el gobierno de Jair Bolsonaro?

 

El gobierno de Bolsonaro es una anomalía para la democracia, una anomalía para los temas más arduos que la sociedad brasileña debería estar discutiendo. Lo es también en todo lo que refiere a la educación: ya pasaron cuatro secretarios de educación, el último de ellos defiende el castigo físico en contra de los estudiantes. Parece que volvimos décadas atrás. Faltaba mucho todavía para llegar a una educación pública de calidad y justa, pero ahora parece que estamos yendo muy rápido para lo peor de nuestra historia. Hay una gran campaña en contra de todo lo que es público y eso incluye la educación a través de una política de su desmonte. Y en cuanto a los activismos, hay varias formas de persecución desde el principio del gobierno: el miedo es un sentimiento que crece en el país. Me parece que Bolsonaro es un enemigo de Brasil, de la educación de Brasil, de la cultura de Brasil, del pueblo y de lo que la sociedad necesita para estar sana y unida: Bolsonaro es una enfermedad.