Cuando la fotografía es una celebración

Cuando la fotografía es una celebración

Actualizada 19/04/2017

“El caso de Vivian Maier es único en la historia de la fotografía”, dice el especialista Mario Gemin, investigador de lo que se denomina “arte outsider”, en el que esta fotógrafa estadounidense ha emergido como un emblema. Por estos días puede verse en Buenos Aires la muestra “Vivian Maier: The Street Photographer”, que reúne más de sesenta imágenes en blanco y negro en las que todas las facetas de la vida urbana son atrapadas por su ojo agudo e incansable, mientras trabajaba como niñera en Nueva York y Chicago.

La obra de Maier trascendió porque John Maloof, un joven agente inmobiliario, compró accidentalmente un baúl con sus negativos en una subasta. Luego de dos años se embarcó en la tarea de investigar lo que había encontrado y descubrió una obra fotográfica con una altísima calidad técnica y expresiva. Al poco tiempo supo que Maier había fallecido en el 2009 sola en Chicago y que todas sus pertenencias las tenía uno de los niños que ella cuidó. Maloof compró el resto de su producción -compuesta por 100.000 negativos, 700 rollos color y 2.000 blanco y negro sin revelar- y comenzó a ordenarla. “Sus imágenes son técnicamente impecables –dice Gemin-, y a eso se suma un interés profundo sobre la condición humana que está, casi siempre, en el centro de la escena. Ella desarrolló una mirada clásica de fotografía de época, y todo lo que rodea a sus fotos es importante”.

“Vivian Maier: The Street Photographer”, reúne más de sesenta imágenes en las que todas las facetas de la vida urbana son atrapadas por su ojo agudo e incansable, mientras trabajaba como niñera en Nueva York y Chicago.

 En su documental Finding Vivian Maier, Maloof relata el proceso de investigación y curaduría sobre el trabajo de la niñera. Allí aparecen todas sus cosas: ropa, zapatos, cuadernos, cartas. “Ella guardaba, rotulaba y archivaba desde notas periodísticas sobre crímenes, hasta folletos y facturas –destaca Gemin-. Esas son las características de una persona outsider: maniática, repetitiva, acumuladora. Su vida completa era interesante y radical. Todas las colecciones que tenía le dan a ella una característica de obsesiva compulsiva, además de ser muy prolífica: no podía dejar de fotografiar, iba más allá de su inspiración, e inteligentemente eligió una profesión para poder estar en la calle sacando fotos”. Sobre las características del género, Gemin explica: “Ningún fotógrafo considerado outsider hizo la ‘carrera artística’. No tienen una vocación de estudio, sino que generan una obra más allá de cualquier academicismo y pretensión de que se venda o cuide en un museo. Lo hacen porque sí”.

Gemin, además, problematiza sobre la edición del trabajo de Maier: “El punto de inflexión es si lo que estamos viendo es un capricho del editor, Maloof, o lo que le hubiera gustado a ella que se viera –señala-. Ese tema de debate está abierto y no se va a resolver”. Además, sugiere que “Vivian Maier debe tener una obra que no sale a la luz. El criterio es bastante comedido y Maloof lo hace desde la historia de la fotografía. La edición es una zona grisácea porque hay material que no estamos viendo”.

Maier desarrolló una mirada clásica de fotografía de época, y todo lo que rodea a sus fotos es importante.

 Las fotografías de Maier recorren la vida cotidiana con contundencia y brillantez. Sus imágenes muestran espontaneidad y vislumbra todo lo que sucede simultáneamente en la ciudad: niños llorando, mujeres posando para ser retratadas, mudanzas y personajes que la miran directo a la cara. Ella se acercó y fotografió interactivamente lo que llamaba su atención. Parte de su trabajo, y lo que a Gemin más le interesa, son sus autorretratos: “Fotografiarse era su especial acto amoroso, donde manifiesta la quintaesencia de su trabajo, lo más puro, lo más profundo, preservándose en la fotografía para dar testimonio de su propia vida, aun sabiendo que podía ir a parar a la basura –dice-. No le importaba. El acto de fotografiarse era una celebración”. Gemin señala una relación fetichista entre Maier y su cámara donde “lo importante era salir a sacar fotos”.

 Gemin es fotógrafo y diseñador gráfico. Además de investigar sobre los fotógrafos outsiders, integró grupos interdisciplinarios artísticos como “Libros para Nada” y “Negra40”. “Maier dejó fotografías hechas al azar, que pervivieron milagrosamente porque pasó algo, en este caso un remate –concluye-. Pero más allá de las generalidades que determinan el carácter de outsider, a fin de cuentas es un rótulo más. Lo importante es su obra, una obra que se abrió camino por sí misma”.

La muestra se puede ver hasta el 11 de junio en FoLa, Godoy Cruz 2626,  Distrito Arcos, de lunes a domingos de 12 a 20 horas (miércoles cerrado).

Actualizado 19/04/2017

“Una de las experiencias más fuertes de mi vida”

“Una de las experiencias más fuertes de mi vida”

Eduardo Gil comenzó a fotografiar de manera autodidacta y continuó su carrera atravesando el momento en el que, en Argentina, la fotografía empezaba a legitimarse como arte. Fue miembro del Núcleo de Autores Fotográficos y dirigió la galería Foto Espacio dentro del Centro Cultural Recoleta. Años después creó la Fotogalería Permanente del Museo de Artes Plásticas de Chivilcoy y su obra hoy es reconocida a nivel nacional e internacional.

La muestra “El Borda”, que puede verse por estos días en el Museo de Arte y Memoria de La Plata, está integrada por veinte fotografías blanco y negro -que expone juntas, por primera vez-, seleccionadas entre un material donde había “imágenes de personas en las situaciones más degradantes que uno pueda imaginar”, y que, dice, se niega a exhibir. Gil documentó de manera frontal los rostros, miradas y conductas de los internos del Borda entre los años 1982 y 1984, a quienes describe hoy como “personas necesitadas de afecto”. En sus imágenes se pueden ver hombres con personalidad, fuertes y, a veces, alegres. Con el acento en lo humano, Gil muestra El Borda dejando de lado las estigmatizaciones. Además de retratar, en aquellos años dio allí un taller de experimentación fotográfica que inspiró las clases que dicta en su estudio hasta la actualidad.

Otro trabajo que potenció su obra fue el registro de “El Siluetazo”, el 21 de septiembre de 1983, en vísperas de la recuperación del sistema democrático. Esta acción colectiva fue liderada por los artistas Rodolfo Aguerreberry, Guillermo Kexel y Julio Flores, quienes convocaron a los ciudadanos a llenar la Plaza de Mayo con siluetas a escala real pintadas sobre papel en representación de los desaparecidos en dictadura, una forma de exigir verdad y justicia. Gil cuenta que este trabajo significó “una marca importante”. “Fue un momento de mucho estudio y tenía mucha conciencia de lo que fotografiaba”, agrega. Se recuerda a sí mismo en aquella época, con 35 años, como “una máquina de discutir”. Le parecía que “no todo estaba cerrado”, dice, respecto de la fotografía. Después de haber fotografiado el Borda, “El Siluetazo” y distintos lugares de Latinoamérica comenzó su carrera como curador en el 1986 con la muestra “Fotógrafos Argentinos” en el Museo de Arte Contemporáneo de Curitiba, Brasil. 

Sobre la locura y su primera aproximación al tema señala que le interesó “desde el punto de vista personal, psicológico y también desde una perspectiva social”. Agrega que le parece “apasionante y peligrosa” porque “cuando vos tratas con la locura: ¿quién te dice qué tan loco sos?”  Sobre lo exótico que puede resultar un neurosiquiátrico a la hora de fotografiar opina: “Como crítica a los colegas, siempre hablo del ‘turismo a los infiernos’, ya sea en una villa o con mendigos en la calle. Yo no solo no hice eso, sino que, además, soy muy crítico porque esa actitud refuerza la idea de “el loco”.

¿Cómo te acercaste al Borda?

Venía de la carrera de Sociología y me interesaba la locura desde el punto de vista personal y desde la institución manicomial, con lo que significa en la sociedad. En ese momento daba clases en Cine Club Buenos Ayres. Era un lugar de resistencia a la dictadura donde se pasaba, por ejemplo, “La Naranja Mecánica”. Un día me enteré que hacían proyecciones en lugares no tradicionales como el Borda y acompañé a la gente que iba. Hubo una proyección y una especie de debate después. Quedé fascinado por lo que pasaba, lo que se decía, las ideas, la locura que circulaba. Ese mismo día le propuse a José Grandinetti -director del Club Martín Fierro- hacer un taller. Ahí arranqué a dar clase de manera muy experimental apoyado por psicólogos y terapeutas que contenían.

¿Cómo fue dar clase y fotografiar allí?

Fue una de las experiencias más fuertes de mi vida. Lo difícil era la continuidad con los internos. Además, en invierno hacía mucho frío y en verano los olores corporales y del ambiente dificultaban la situación. Los talleres de estética fotográfica (T.E.F) que doy desde el 1983 (en su estudio en Buenos Aires) se inspiraron en lo que sucedió en el Borda. La experiencia era con imágenes que yo llevaba dentro de un sobre donde ponía pedazos de fotos que quedaban u otras que salían mal. Cada uno de los internos sacaba una imagen y a partir de eso se trabajaba asociando. Las cosas que pasaban no se parecían a lo que hoy sucede en los talleres que doy donde se discute la composición o el punctum. Cuando una foto desagradaba se rompía y cuando gustaba se la llevaban o la besaban. Una situación con una polenta conmovedora.

Cuando armaste esta muestra, ¿reflexionaste sobre el tema y lo que pasa hoy?

Sí, desde hace muchos años que no pienso mi obra solo en términos visuales. El Borda es una mezcla de gente mayor con adolescentes, psicóticos, alcohólicos y drogadictos, donde hay una locura institucional; si llegara ahí alguien con algún disturbio leve, o se adapta a esa locura institucional, o sucumbe.  No existe la palabra como medio de recepción. Se recurre al aislamiento y la medicación. Esto es muy representativo del momento actual, donde el que no responde las normas esperables desde el discurso es el anómico. Esto es perverso porque se te dice -no explícitamente- qué debes hacer porque si no lo haces estás loco -cuando se dicen cosas que no se corresponden con la realidad-. La forma en que se aborda la locura me parece muy simbólica de la forma en la que estamos viviendo.

La muestra “El Borda”, está integrada por veinte fotografías blanco y negro -que expone juntas, por primera vez-, seleccionadas entre un material donde había “imágenes de personas en las situaciones más degradantes que uno pueda imaginar”, dice Eduardo Gil, retratado en en esta foto.

* La muestra se puede visitar en el Museo de Arte y Memoria de La Plata hasta el 30 de noviembre. 

Actualizado 15/11/2016

 

Del fotógrafo a su público

Del fotógrafo a su público

La Feria de Libros de Foto de Autor (FELIFA) abre este miércoles y durante cuatro días exhibirá libros producidos, en su mayoría, de manera independiente. Por primera vez, este año, se realiza en la Fototeca Latinoamericana (FoLa) y, como en ediciones anteriores, concentra el quehacer y el saber de editores, fotógrafos y críticos. Julieta Escardó -fotógrafa, docente, directora de la editorial La Luminosa y de la feria- cuenta que la convergencia de las actividades supone un «espacio de formación, intercambio y difusión que nuclea a quienes hacen».  

La exposición reúne a los productores con el público, ya que los encargados de coordinar la consulta de libros son los mismos autores. El evento engloba la actualidad fotográfica mostrando quiénes realizan y cómo. Además, con talleres y charlas, se presta atención a la variedad de proyectos vigentes acercando figuras reconocidas a nivel mundial a Buenos Aires. FELIFA se creó alrededor del fotolibro. Este soporte físico con diseños personalizados se orienta a contar específicamente a través de imágenes ajustando la mecánica de cada volumen a las necesidades de las obras.

Desde hace siete años se entrega un premio, a través de convocatorias abiertas al público, que da la oportunidad de editar y publicar fotolibros. Este año se presentarán los dos seleccionados en 2015 para el Premio Latinoamericano: Donde la luna es ronda, de Agustina Tato, y Sobre la falla, de Martín Estol. Sobre el proceso de edición, Estol cuenta que hasta llegar a la versión final «el libro fue mutando porque tenía la mitad de tamaño y la mitad de fotos». Con imágenes en blanco y negro, impreso con páginas acaballadas, similar a una revista, la publicación no presenta puntos de descanso. Las doce imágenes que componen el volumen se ubican al corte de todas las hojas para que el espectador «no tenga vía de escape», sintetiza Estol. Sobre la falla surgió a través de la lectura de la novela rusa titulada Sobre el error. Estol fotografió espacios silenciosos y solitarios pensándolos, dice, como “posibles escenarios para la historia”. La sucesión de fotos supone un recorrido concreto de escenas frías e inhabitadas donde el hilo conductor es una forma determinante de narrar. Sobre el armado y la particularidad del formato explica que «cada trabajo busca su forma y, si se elige el libro, todos los detalles tienen que estar con la misma tensión, fuerza y tirando para el mismo lado».   

Julieta Escardó en la Feria de Libros de Fotos de Autor.

Julieta Escardó en la Feria de Libros de Fotos de Autor.

Otra obra que se podrá conocer en Fola es Luz Mala. Esta serie de fotografías realizadas por Melisa Scarcella combina tomas color y blanco y negro obtenidas con un teléfono celular. La autora recopiló imágenes que empezó a capturar hace dos años y medio con la motivación de «sacar afuera el dolor, para curarme, para llorar a lágrima viva, para morir», cuenta Scarcella. El libro está compuesto por fotos de 15 x 21 centímetros, con tapa de papel de lija, e intenta remitir al «sentimiento universal de dolor que ocasiona una perdida, de manera poética». La sucesión de imágenes en papel blanco texturado juega con los límites de lo abstracto y lo real, lo plástico y lo etéreo. Esta compilación de fotos es el testimonio de la vida cotidiana contada con colores fuertes, planos incómodos, rostros cortados y paisajes desdibujados. Las imágenes, que al principio pueden parecen inconexas, se unen a través de texturas y guiños compositivos que ilustran un mundo interno en conflicto.  Con una paleta estridente, Scarcella habla del cuerpo y del tiempo sembrando curiosidad sobre algo que parece estar detrás.

Las Máscaras, de la fotoperiodista platense Helen Zout, editado por Plata Negra, es otro de los libros que podrán apreciar los visitantes. Este ensayo incluye textos de Anne Tucker y Juan Travnik y relata fotográficamente la vida de niños con HIV internados en el hospital Romero. La obra recopila 24 retratos en blanco y negro, en donde los pacientes aparecen con sus rostros cubiertos. También puede verse Embalse, de Agustina Triquell, editado por Asunción Casa Editora: este trabajo, realizado en las sierras cordobesas, combina el registro actual de los complejos hoteleros construidos entre 1942 y 1957 con material de archivo de esos mismos lugares en forma de “inserts”. El ensayo de 72 páginas une dos tiempos distintos y mezcla lo documental y lo ficticio con imágenes a color, blanco y negro, algunas de ellas desplegables.

Melisa Scarcella con su libro Luz Mala

Entre las actividades del encuentro, la fundadora de la editorial Riot Books, Verónica Fierias, y el músico y fotógrafo Martín Bolatti dictarán un taller titulado “Proyectos fotográficos: Formatos y soportes”, en el que analizarán las múltiples formas que toma hoy la fotografía. El italiano Walter Costa -creador del grupo de discusión e investigación fotográfica TRAMA- propone con  el taller “Rising Cards: Barajar fotos para editar libros” pensar la edición desde lo lúdico. Además, Claudi Carreras Guillén –curador, editor y gestor cultural español-  dará clases bajo la consigna “Escuchar imágenes”, también orientado a quien esté por editar su trabajo.

Escardó explica que la feria comenzó en el 2002 con la intención de «reivindicar la especificidad del libro» en un contexto local en el que, dice, «había mucha deuda editorial, aunque entre los fotógrafos hicieran algunas publicaciones muy artesanales y rústicas, pero muy entrañables». La modalidad de la Feria, agrega, surgió a partir de pensar «cómo uno disfruta de ver libros, y entonces la armamos, invitando a todos los amigos en la galería del Espacio Ecléctico”. Las ediciones siguientes fueron realizadas en Central Newbery: de a poco fue aumentando la cantidad de volúmenes en exposición y también la cantidad de concurrentes interesados.

En esta edición se agrega como novedad un premio internacional para libros publicados entre 2015 y 2016 en el extranjero, para el cual se seleccionó a un autor entre más de 200 que participaron. Los jurados que eligen a los ganadores -que se anunciarán en la feria- están compuestos por grupos multidisciplinarios de artistas, periodistas, críticos y docentes, entre ellos el fotógrafo, periodista y gestor cultural chileno Luis Weinstein  y la música compositora y poeta Rosario Bléfari.

La feria se desarrolla como un espacio que incorpora a todos los agentes que participan de un mismo circuito de producción y critica fotográfica. Con una estructura laxa y permeable, año a año incorpora nuevas temáticas y abre el juego a la producción e intercambio local y latinoamericano. El domingo a las 18 el equipo de Sideluck Buenos Aires proyectará una serie de trabajos fotográficos multimedia seleccionados por ellos mismos. También habrá lugar para publicaciones independientes como Proyecto Haluro, una revista sobre fotografía emergente que se imprimió este año a través de financiamiento colectivo. Según puntualiza Escardó, uno de los objetivos es ampliar la audiencia, ya que, dice, «no tiene sentido que haya únicamente fotógrafos hablando entre fotógrafos».

Sobre el contexto actual de producción en formato físico, Escardó destaca: «Antes hacer un libro era mucho más caro y había que hacer necesariamente mil ejemplares. La gran revolución, en términos económicos, fueron las imprentas digitales. Los libros de fotografía están viviendo un momento muy vital porque empodera mucho la idea de autor y se suman a la resistencia a tanta virtualidad y a la necesidad de volver al objeto fetiche». Como curadora y fotógrafa, resume: «El libro es el mejor soporte para desarrollar una idea de principio a fin, con el agregado de que viaja lejos y nos sobrevive en el tiempo».  

 La Feria de Libros de Fotos de Autor se desarrolla en FoLa, Godoy Cruz 2620, desde el 24 al 27 de noviembre.

Actualizada 23/11/2016

Un viaje a lo exótico de lo cotidiano

Un viaje a lo exótico de lo cotidiano

Un auto gris, de cuatro puertas, estacionado bajo el rayo del sol, con aire de abandono. Un tapizado colmado de flores rosas y algunos cisnes. El corte diagonal de la imagen introduce de manera frenética a la escena colorinche y, entrando por la ventana, se asoman detalles propios de un lugar habitado. Con mística y tensión, el auto con sus flores rosas se transforma en un espacio ridículamente interesante del cual se quiere saber todo. Tal vez, es esa ventanilla “a media asta” la que invita al espectador a subir, a recorrer, a pasear. Al auto. Y a la muestra de la fotógrafa, Julia Sbriller.

Fotógrafa, arquitecta y performer, Julia Sbriller se entusiasmó hace unos años con «una idea más popular, democrática e inclusiva de la fotografía. No desde el panfleto, sino desde lo real». Ella «hizo de todo», según su propia mirada: expuso en distintos lugares como galerías, museos y festivales, individual y colectivamente.

Su muestra actual, “Fukú/Zafa” es un ensayo fotográfico, inédito hasta el momento, realizado en el sudeste asiático. Según la autora: “Oriente representa, en el imaginario occidental, lo lejano, lo diferente, lo otro”. Y estas imágenes desgarran el velo de la diferencia, desbaratan el planisferio, destruyen la distancia, proponiendo que “ya no tenemos que pasar por Europa para llegar a Asia.”

El ensayo de Sbriller representa un clima colorido y vertiginoso donde se asoma algo absurdo. El recorte deja de lado lo exótico de oriente para situar al espectador en un escenario en movimiento donde lo que sucede es la vida cotidiana. Posters, tapizados kitsch y niños en la calle con flash de frente son parte de un diálogo compositivo heterogéneo. «Fukú/Zafa» insinúa una posible desterritorialización, donde «las palmeras pueden ser Munro, y Vietnam se parece a Perú», analiza la fotógrafa. «Mis procesos creativos tienen mucha intuición. Las palabras llegan después que las imágenes y las veces que intenté tematizarme, fracasé», confiesa.

La rionegrina actualmente coordina «Creadores de Imágenes», un taller creativo de edición, investigación y producción fotográfica. Sobre el despojo que implica poner su obra a la vista, al aire libre y al alcance de todos, dice: «Te genera una sensación doble. Por un lado está buenísimo que estén ahí y por el otro se siente el peligro que corren las imágenes. Para mí es alucinante. Las fotos ahí, perduran. Se instaló un código». La serie expuesta en esta ocasión, producto de un viaje al sudeste asiático, surgió de una selección realizada en equipo, en el marco del colectivo «Fuera!, fotogalería a cielo abierto”, del cual ella forma parte.

«Fuera! fotogalería a cielo abierto» se propone sacar las fotos de las salas, promoviendo el acceso y democratizando los circuitos de exhibición. Fue creado en 2012 por los fotógrafos y editores plateases Emilio Alonso, Lisandro Perez Aznar y Santiago Gershánik. En la galería, ubicada sobre el perímetro del  Colegio Liceo Víctor Mercante, se exponen fotos públicamente convocando a espectadores ocasionales «que no irían a un museo», explica Alonso. «Las fotos están ahí. Si alguien las rompe es parte del juego», agrega. Alonso explica que desde “Fuera!” seleccionan fotografías que puedan congeniar con la vía pública porque «la idea es exponer trabajos que completen su sentido estando en la calle». Sobre el ensayo de Sbriller describe la presencia de «algo que excede al lenguaje» y, sobretodo, repara en la importancia de mostrar imágenes que invitan a «correr el eje de Europa».

Alonso rescata una constante predisposición por parte de los expositores que pasaron por “Fuera!”, entre ellos Alfredo Srur y Helen Zout. En relación al proceso de edición, dice: «Nunca sentimos barreras a la hora de tocar el trabajo de nadie y editamos laburos de fotógrafos que tenemos como referentes. Con el trabajo de Rafael Calviño hicimos una edición muy nuestra y él quedó fascinado. Nosotros le dimos un sesgo político y él no lo estaba trabajando así. Se lo redireccionamos totalmente y no hubo ningún problema» cuenta.

Sbriller y Alonso forman parte de una misma generación abocada a la fotografía y que, según el proyecto, se desempeñan en la producción o edición de imágenes. Frente a los circuitos vigentes y las posibilidades de hacer visible su trabajo se mantienen abiertos a las propuestas externas porque «lo importante es que las cosas pasen y que haya actividad», apostando a que «las cosas funcionen sea cual sea el proyecto», explica Emilio. Además, agrega que si hay lugares donde no le dan ganas de participar no es porque sean galerías privadas sino porque «no se entiende lo que hacen». Proactivos y alejados de posturas rígidas coinciden en fomentar la producción y circulación de obra fotográfica. «Somos más under pero podemos ‘curtir’ con el Festival de La Luz, no hay problema», sintetiza Julia.

La muestra se puede visitar en el perímetro del Colegio Liceo Víctor Mercante, ubicado en 47 entre 4 y 5, La Plata, hasta el 22 de octubre.

 

Actualizado 12/10/2016

La foto y la independencia

La foto y la independencia

La propuesta de la Séptima Bienal de Fotografía Documental de Tucumán se compone de una gran cantidad imágenes y autores que tratan temas como la identidad nacional y de género, movimientos estudiantiles, lo virtual y la memoria. Con más de veinte muestras montadas en simultáneo en museos y galerías tucumanas y un cronograma de  actividades atento a los interrogantes actuales, la Bienal recibirá, como ya es tradición, a estudiantes, aficionados y profesionales de la fotografía. Desde su origen, en 2004, el encuentro propone un carácter documental, pero desde la organización no se plantea «como una categoría taxonómica, sino como un punto de vista», explica Julio Pantoja, fotógrafo, docente y uno de los creadores de la Bienal. Lo que interesa, plantea, es ver toda la producción fotográfica desde lo testimonial, y puntualiza la necesidad de categorizar las imágenes, porque en la actualidad, dice, «la diferencia entre lo artístico y lo periodístico está quebrado y hace muchos años que dejó de funcionar».

Este año, a diferencia de los anteriores y en el marco del Bicentenario, las exposiciones están atravesadas por el concepto de «independencia». «Nos parecía pertinente asociar la Bienal al Bicentenario pero no queríamos hacerlo con el concepto histórico o de manera lineal y terminar haciendo la revista Billiken -dice Pantoja-. La idea fue trabajar con el concepto de independencias en plural y usarlo como disparador para hablar sobre cualquier tipo de independencia: personales o colectivas. Se trabajó en ese sentido con todas las muestras».  

Foto: Emiliana Miguelez. Muestra ARGRA.

Las convocatorias propuestas alrededor de este tema fueron «Símbolos patrios», «Soberanía Alimentaria» y una exhibición multimedia titulada «Independencias». Otra de las consignas propuestas fue «Tucumano/a se busca», para la cual el jurado, compuesto por Gisela Volá, Tony Valdez y Solana Peña, seleccionó tres ensayos.  Las convocatorias son abiertas al público nacional e internacional: “Siempre tienen muy buena recepción en Latinoamérica –cuenta Pantoja-. La mayoría son de Argentina pero también recibimos trabajos de Brasil, Venezuela y México».

Una de las exposiciones que se presentan es «Origen», de Verónica Bellomo, miembro del colectivo 13f. Las imágenes narran a color escenas de la vida rural dentro de un criadero de chanchos. Con una  escenografía campestre se ve en primera fila las instancias que implican la relación con la naturaleza y específicamente con los animales en la pampa argentina, demostrando una mirada específica sobre un tema popular.

Foto: Veronica Bellomo, “Origen”. Curador: Adrián Pérez.

Foto: Veronica Bellomo, “Origen”.
Curador: Adrián Pérez.

En esta edición el festival cuenta con la presencia del fotógrafo peruano Pedro Mayer, quien expondrá su trabajo «Face to Face» curado por el mexicano Francisco Mata Rosas. La muestra consta de 56 retratos de sus amigos, familiares y colegas, que fueron utilizados específicamente para sus perfiles de Facebook: el autor así reflexiona sobre el poder comunicacional de las imágenes, lo accesible y cotidiana que es la fotografía y qué implica retratarse a uno mismo. En el evento también puede verse la muestra anual de fotoperiodismo de Argra y una selección de 24 fotos de Daniel Merle, que ilustran 40 años de carrera en la fotografía desde una perspectiva intimista y en blanco y negro.

La Bienal incluye también diversas actividades pedagógicas, como talleres y revisión de portfolios. Además se darán conferencias sobre temáticas actuales relacionadas a la práctica fotográfica concreta, la realización de fotolibros y el trabajo curatorial. Uno de los diálogos planificados para el jueves 6 estará a cargo de Res y Jorge Sáenz,  donde el eje central será la fotografía como arte y documento contemporáneo.

Foto: Pedro Meyer, “Face to face”.  Curador: Francisco Mata Rosas.

Foto: Pedro Mayer, “Face to face”.
Curador: Francisco Mata Rosas.

“Es cierto que hay una desproporción en cómo funcionan los centros de poder de Buenos Aires respecto al resto del país, pero depende de cómo te empoderás frente a eso, y si decidís faltarle o no el respeto a esa relación», dice Pantoja en torno a la continuidad de la muestra en Tucumán. Además de quebrar la centralización en la Capital Federal, la Bienal invita a olvidar esquemas en desuso reuniendo autores de diferentes lugares y cosmovisiones. Este festival, que crece año a año, apuesta inteligentemente a la potencialidad del lenguaje visual y apuesta por abarcar una gran diversidad de puntos de análisis y realización.

Foto: Daniel Merle.

Foto: Daniel Merle.

Actualizado 4/10/2016