En casa de herrero…

En casa de herrero…

Luego de una asamblea convocada por la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) en el Ministerio de Trabajo de la Nación, cerca de 300 trabajadores acordaron realizar el mediodía de este miércoles, entre otras medidas, un abrazo al edificio ubicado en la Avenida Alem.  “A fines de diciembre y durante los primeros días de enero, el Ministerio dio de baja y dejó en la calle a 30 trabajadores, nosotros estamos exigiendo su reinstalación. Pero además, frente al inminente fin de miles de contratos que el 31 de marzo tienen su fecha de vencimiento, estamos señalándole a las autoridades y, fundamentalmente, al ministro (Jorge) Triaca que no vamos aceptar ni un solo despido, ni una baja de contrato más”, aseguró a ANCCOM Hernán Izurieta, Delegado General de la junta interna de ATE Trabajo.

De los 30 trabajadores despedidos, la mayoría correspondía al área de sistemas y sus contratos eran de asistencia técnica a través de la Universidad Nacional de la Matanza. Esta precariedad de los contratos funcionó como primera justificación de los despidos, por lo que ni siquiera recibieron sus telegramas, sino que fueron notificados por correo electrónico. Los trabajadores calificaron este accionar como injusto. “Dicen que estos contratos son fraudulentos -declaró el delegado Diego Abu Arab-. Lo que deberían hacer, y lo que estamos exigiendo, es que regularicen la planta de trabajadores del Estado, no echar a los trabajadores”.

Patricia Luna, una de las trabajadoras despedidas contó a ANCCOM: “El 6 de enero nos dijeron que hasta ese día trabajábamos ahí. Y es hasta el día de hoy, 9 de marzo, que no hemos cobrado ni siquiera los seis días que trabajamos este año. Hacía diez meses que había entrado a trabajar, estaba en el área de Mesa de Entrada General, en la parte de Secretaría Privada de la Dirección, y la única razón que nos dieron de los despidos fue que eran por decisiones políticas”. Había conseguido el trabajo luego de un concurso al que envió su currículum. Luna es estudiante, y ahora vende comida para subsistir. Por otro lado, otro de los ex trabajadores, Daniel Cárdenas, agregó: “Ninguno pertenecía a  ninguna agrupación política, ni militábamos en ningún partido, no éramos ñoquis, teníamos un registro de tareas diario en donde se veía las actividades que hacíamos. Yo estaba en la parte de sistemas, lo que era análisis funcional, todo lo que tenía que ver con la resolución de problemas de aplicaciones”.

Los funcionarios no acceden al diálogo con los trabajadores y los delegados aseguran que solo reciben “puertas cerradas”. Según Izurieta: “Las autoridades, a través del Subsecretario de Coordinación, Santiago Ricardes, lo único que dicen es que no pueden hacer nada, nosotros sabemos que sí pueden hacer algo, que si quieren, lo pueden hacer”.

Abu Arab contó también que otra de las resoluciones votadas en la Asamblea fue “crear un fondo de ayuda solidaria a los despedidos,  que es un pequeño ingreso a partir del aporte de todos los sectores del Ministerio”. Además, agregó: “Estamos preparando un gran acto para el 24 de marzo, porque se cumplen 40 años, porque viene Obama a la Argentina, y porque sabemos que cuando hay políticas de ajuste en el país, están ligadas a la vulneración de los Derechos Humanos, y que los principales afectados de eso somos los laburantes”.

 

«Nosotros hacemos cultura, no delito”

«Nosotros hacemos cultura, no delito”

Al ritmo de bombos y platillos, agrupaciones murgueras de todo el país fueron protagonistas de una multitudinaria e inédita movilización al Congreso de la Nación para repudiar la acción represiva de las fuerzas de seguridad y reivindicar la defensa de la cultura popular. Tres semanas después de la violenta represión de Gendarmería a los integrantes -la mayoría niños- de “Los auténticos reyes del ritmo” en la villa 1-11-14 del Bajo Flores, los trajes brillantes con flecos de colores poblaron el centro de la Ciudad con las consignas de “La cultura no se reprime”, “Bajen las armas, acá hay pibes bailando” y “La murga no es delito”.

El Movimiento Nacional de Murgas, junto a la Agrupación MURGAS,  de la Ciudad de Buenos Aires, y Murgas Independientes de Buenos Aires fueron las organizaciones convocantes de una marcha que llevó el firme repudio a la violencia y el grito de defensa de la cultura barrial y popular a las puertas del Parlamento. La movilización se replicó en otros puntos del país.

Cerca de las 16.30, un bombo empezó a sonar en la esquina de 9 de Julio y Avenida de Mayo. Al rato, se unió un grupo de personas con banderas. Una hora después, una multitud con trajes de colores ocupaba toda una cuadra de la Avenida de Mayo. Hasta las 18, diferentes murgas y grupos culturales de la provincia de Buenos Aires y la Ciudad se concentraron para marchar hacia el Congreso Nacional. El baile nunca se detuvo.

En esta calurosa tarde de miércoles quedó claro que no importa la edad para el espíritu murguero. Bebés, chicos, adolescentes y hasta adultos de avanzada edad se sumaron con sus disfraces y pinturas. Algunos hechos a mano, con detalles, letras y dibujos que representan a cada murguero y murguera.

Poco después de las 18, “El histórico carromato” de Culebrón Timbal -un espacio cultural del Gran Buenos Aires- comenzó a guiar la marcha, detrás de una bandera con la leyenda “La cultura popular no se reprime, ¡Se defiende!”. Lo seguían los estandartes con los nombres de las murgas y sus barrios y gente bailando detrás de cada uno. Los bombos sonaron durante todo el recorrido hasta que los murgueros llegaron a la Plaza de los Dos Congresos. Los oradores de las agrupaciones comenzaron a manifestar sus adhesiones ante el micrófono abierto, y una idea se repitió en la mayoría: “Si tocan a uno, nos tocan a todos”.

“Esta marcha, que fue organizada con poco tiempo,  la verdad que nos deja muy contentos. Porque no tenemos una unidad constante y estas cuestiones nos fortalecen”, explicó a ANCCOM Carlos Díaz, delegado de las agrupaciones de carnaval de la Ciudad y miembro de la Agrupación MURGAS.

Alejandra Mercer, organizadora y miembro del Movimiento Nacional de Murgas, agregó: “Lo que pasó en Bajo Flores es la punta de un iceberg, es parte de una lucha que tenemos desde la época de la Dictadura porque las murgas somos reprimidas constantemente, sobre todo las independientes y las barriales”.

Ambas agrupaciones se reunieron dos veces para poner en marcha la movilización y enviaron la convocatoria por las redes sociales. “Todos se fueron sumando por voluntad propia. Sabemos que las murgas guardan sus recursos para salir en carnavales, y hoy muchas han venido en micros. Otros vinieron sueltos desde el trabajo, trajeron su ropa, y los estandartes”, dijo Díaz con satisfacción.

La fiesta del carnaval le permite a las murgas expresar todo lo que significan para sus bailarines,y los barrios en los que trabajan. “Incluye a los pibes, los saca de la calle, les da un proyecto cultural, artístico, les da participación”, explicó Díaz. Mercer insistió en que, además de repudiar la represión, la movilización apuntó a defender “el derecho a ocupar la calle, y hacer cultura, y ser protagonistas”. Y advirtió: “No queremos consumir cultura, la queremos protagonizar y crear nosotros”.

Otras agrupaciones como Familiares y sobrevivientes de Cromañón, el Frente de Artistas Ambulantes Organizados (FAAO), la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), el Foro por los Derechos de la Niñez, la Adolescencia y la Juventud de la provincia de Buenos Aires y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) de La Matanza también se sumaron a la convocatoria.

En la plaza, los oradores se fueron turnando antes de “la matanza” final. “Sigamos por la lucha, porque el carnaval está restituido, pero la lucha tiene que seguir siempre”, dijo un representante murguero.

El Movimiento Murguero de Chile también hizo llegar su apoyo a través de una carta. “¿Por qué balear a quien baila y canta? No balean porque solo bailan y cantan, sino porque también critican. Se balea para silenciar. ¿Por qué balear a las murgas? Porque estas lograron sacar nuevamente al pueblo a la calle. Porque son la viva expresión de la resistencia cultural”, advirtió la misiva.

En el cierre del acto, Mercer tomó el micrófono y concluyó: “Esta marcha significa un gran llamado de atención para toda la Nación, que nos tiene que escuchar y respetar, porque nosotros hacemos cultura, no delito”.

“Nos echaron por lo que hicimos, no porque no hicimos nada”

“Nos echaron por lo que hicimos, no porque no hicimos nada”

Tres historias de trabajadores estatales despedidos. ¿Qué hacían? ¿Qué se pierde junto a sus puestos de trabajos? ¿Cómo los contrataron? Hablan los nuevos desocupados del Estado.

El miércoles 13 de enero, el Ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, aseguró en conferencia de prensa que el nuevo gobierno encontró “un Estado lleno de militantes, pero vacío de contenido”. Así fue como justificó los despidos masivos a trabajadores estatales que se realizaron a lo largo de enero. Aunque los números aumentan a diario, y todavía no se pueden conocer con precisión, la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) calcula que ya son cerca de 20 mil los nuevos desempleados.
Bajo el remanido discurso del “Estado ineficiente”, de los supuestos “ñoquis” y del “exceso de gasto fiscal”, las políticas neoliberales del macrismo buscan reducir del Estado a la mínima expresión. Entre los trabajadores recientemente despedidos, tres profesionales aceptaron contar su historia a ANCCOM: Bárbara Pistoia, encargada de Comunicación del Centro Cultural Kirchner; Verónica Almada, antropóloga y trabajadora en el Programa Verdad y Justicia del Ministerio de Justicia de la Nación; y Juan Allende, Técnico territorial de Conectar Igualdad en Córdoba.
“No nos están echando porque no hicimos nada, nos están echando justamente porque lo que hicimos responde a algo que ellos no quieren. Hicimos un montón de cosas, hubo mucho trabajo que está disponible en redes para que cualquiera que tenga ganas de informarse lo vea. Esas cosas no se hacen solas”, dijo Bárbara Pistoia, una de las 600 personas que trabaja en el Centro Cultural Kirchner (CCK) desde que abrió sus puertas, en mayo de 2015. Pistoia se enteró, mediante una conocida suya, que en el Centro estaban buscando gente y acercó su currículum. Después de las entrevistas habituales, pudo entrar a trabajar en el Centro Cultural. Es escritora, trabajó en medios de comunicación y dictaba talleres de artes visuales y letras. Por su desarrollo en el área, entró a trabajar como encargada de Comunicación: “El laburo era buenísimo, se hacían 400 actividades gratuitas mensuales. Se habilitaban los nueve pisos que tiene el edificio, en simultáneo, todos los fines de semana. Los jueves, que eran los días más tranquilos, venían cinco mil personas; y de viernes a domingo la cifra aumentaba hasta llegar a diez mil visitas con picos de 40 mil, como en la noche de los museos. Y en vacaciones de invierno que llegaban diez mil personas todos los días”, contó Pistoia.
Una explicación común sobre los despidos, en todas las áreas, fue que serían desplazados todos los contratados durante 2015. “Nos dijeron que no podemos exigir continuidad laboral porque ingresamos en 2015. Ingresamos en 2015 porque el Centro Cultural abrió en 2015. Aunque también hay un porcentaje de trabajadores que viene laburando desde antes, porque hay que hacer toda una organización y una estructuración de un lugar de esta dimensión para poder abrirlo”, aseguró.
El sábado 2 de enero, el primer día hábil del año, los trabajadores asistieron a sus puestos y se enteraron, en la puerta del Centro, que no podían ingresar porque “la nueva gestión había decidido que iba a estar abierto de lunes a viernes por temas administrativos, y que no iba a estar abierto al público”. El lunes 4 volvieron pero la mayoría no pudo entrar. Se les informó que el Centro estaría cerrado hasta el 4 de febrero y en ese período se revisarían sus contratos. “No nos oponemos absolutamente a nada de eso –aclara Pistoia-. Entendemos y comprendemos que hay una nueva gestión y nos tienen que conocer. El tema es la hipocresía que hay en esa situación. No nos están dejando ingresar a trabajar, todavía no nos recibieron, no tuvimos ninguna instancia de diálogo ni nosotros, ni los gremios”. Según la comunicadora, en el CCK muchos trabajaban entre 8 y 10 horas, de lunes a lunes: “Más allá de querer cumplir con nuestro laburo, había una convicción, un amor por el lugar que abrimos y que vimos crecer”. Por otro lado, se refirió a la situación precarizada de sus contratos: “Tienen la gran oportunidad de modificar esa situación y dar el ejemplo. De hacer algo que sería muy interesante, poder mejorar las condiciones laborales. Nosotros no somos responsables de la precarización laboral, están estigmatizándonos por la ideología y por la gestión política anterior”.

“Se pone en riesgo la continuidad de los juicios”
Dentro del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, funciona desde el año 2007 –luego de la desaparición de Julio López¬– el Programa Verdad y Justicia. Extendido en todo el país, se encarga de articular y coordinar a todas las dependencias del Poder Ejecutivo para brindar apoyo institucional a las investigaciones que se llevan adelante en los juicios de lesa humanidad, contra los represores de la última dictadura cívico-militar. Otra de las funciones primordiales consiste en proteger a testigos, víctimas y querellantes que son parte de cada juicio. El miércoles 13 de enero, cuatro trabajadores del Programa llegaron a sus puestos, como de costumbre, y al intentar ingresar el usuario de sus computadoras descubrieron que no estaban habilitados. Luego de una mañana de incertidumbre y preguntas, les informaron al mediodía que los usuarios habían sido bloqueados desde el área de Recursos Humanos porque habían sido desvinculados de sus labores. También les avisaron que luego les llegarían los telegramas, cosa que en distintos casos aún no sucedió.
Al día siguiente, los despedidos ya eran diez en total. “Es loco porque yo pude entrar con mi huella digital como todos los días en la entrada, pero cuando llego a mi puesto de trabajo no puedo acceder a mi computadora. Me pareció muy violenta la forma. Además no lo imaginaba. La angustia de ese momento, cuando me enteré que el bloqueo fue porque estaba despedida fue chocante. Nos fuimos enterando de a poco, cuatro el primer día, otro día otros, es como despidos por goteo. Y a mí, por ejemplo, todavía no me llegó el telegrama de despido, a otro compañero tampoco. A otros compañeros no les bloquearon el usuario pero directamente les mandaron el telegrama. Eso es un poco lo que nos está desconcertando”, contó Verónica Almada, antropóloga recibida en la UBA, que trabajó durante cuatro años en los archivos de las Fuerzas Armadas y realizó investigaciones sobre derecho penal, además de dar clases en la cárcel de Ezeiza.
En noviembre de 2014, Almada recibió un mail en el que buscaban “antropólogos que hagan estadísticas”. Pensó que podría ser un trabajo útil para ampliar su panorama y crecer profesionalmente. En abril del 2015 consiguió el trabajo: “Entré porque hacía falta alguien que lleve adelante toda la parte estadística de los juicios. La idea también era empezar a evidenciar nuevos indicadores para identificar problemáticas sobre los procesos judiciales en particular. Había que saber un poco de derecho y yo ahí entraba muy bien”, describe Almada.
Al igual que en el CCK, la primera explicación fue una excusa: “Cuando empezamos a protestar, nos dijeron que todos los que ingresamos en 2015 íbamos a ser despedidos. Lo cual en realidad era mentira porque también despidieron compañeros más antiguos, algunos ingresaron en 2010 y también los despidieron. Después nos dijeron que el empleador tenía derecho a prescindir de nosotros, entonces nosotros tenemos también el derecho a reclamar porque no hay razones para los despidos. También es cierto que el Programa no tiene mucha gente para el trabajo que hacemos. Entonces, despedir diez personas para un programa que tiene 53 es un número muy significativo. Nos corta un montón la capacidad de acción y de trabajo”, aseguró Almada.
El Programa cuenta con tres áreas que funcionan en conjunto: un equipo de abogados, un equipo de investigación que se encarga de la búsqueda de documentación y un equipo de Implementación Operativa, encargado de elaborar los informes de riesgo sobre víctimas y testigos: “Evaluamos el nivel de exposición de cada testigo. Por supuesto que esto está muy invisibilizado, porque como es información sensible, no tienen conocimiento público. Se presentan a los tribunales y a los organismos de protección de testigos, para que en función de nuestros informes implementen medidas de acción”, explicó Almada.
Verónica Almada participa en los informes de riesgo y también en la investigación judicial: “En febrero se reanudan un montón de juicios y nosotros tenemos trabajo. Hay testigos que contactar. Hay que hacer un seguimiento, ver si necesitan asistencia… Y eso no se puede hacer de un día para el otro. No es fácil para mucha gente declarar en un juicio”, explicó.
Por último, la antropóloga hizo referencia a la posibilidad de que el Programa sea desarticulado o funcione con menos trabajadores: “Si todos estos espacios están siendo mermados en sus trabajadores, ahí es cuando la labor empieza a ser deficitaria. No sabemos si no van hacia un vaciamiento. Se ponen en juego la continuidad de los juicios. Yo entiendo que lamentablemente hay un montón de gente a la que no le importa, pero el Estado tiene la responsabilidad. No es relevante si te importa o no, si no que el Estado tiene esa responsabilidad. La reparación a las víctimas no es solo una contraprestación como si fuese un seguro, sino que además tenés que tener una política de justicia para que esa reparación sea correcta, y una política de memoria para garantizarle a la sociedad que eso no se va a volver a dar”.

“Es un despropósito romper las relaciones establecidas”
Juan Allende vive en Villa de Soto, en la provincia de Córdoba. Trabaja en el equipo técnico territorial del Programa Conectar Igualdad, desde su lanzamiento en 2010. Antes había integrado el Programa de Apoyo a la Política de Mejoramiento de la Equidad Educativa (PROMEDU TIC). “En Conectar Igualdad yo tenía un radio de acción que contemplaba doce escuelas, en las cuales se trabajaban cuestiones técnicas, pedagógicas y de gestión. También, por supuesto, todo lo que tenía que ver con capacitación. Córdoba ha venido siendo una de las provincias que más ha desarrollado el Programa. Los integrantes del equipo trabajaron muchísimo en la adaptación de los materiales, que se elaboraban muchas veces en Buenos Aires, los adecuaron a nuestra región. Para lugares con conectividad y para lugares sin conectividad. Sigue siendo un equipo muy activo, muy productivo el Conectar Córdoba”, dijo Allende en conversación por Skype con ANCCOM.
Según el delegado de ATE del Ministerio de Educación, Rodrigo Recalde, lo que pasó con Conectar Igualdad es que se descentralizó el Programa, que fue establecido a través de los convenios colectivos en el Consejo Federal de Educación: “Lo han descentralizado hacia las provincias, dependiendo el financiamiento a través de ellas”.
A partir de esta situación, Allende explicó que la normativa de Córdoba no permite que un trabajador tenga dos cargos provenientes de la misma fuente: “Ahora, si ya tenés otro contrato de la provincia, hay incompatibilidad. Creíamos que nosotros no entrábamos en esa incompatibilidad, pero los casos se empezaron a suceder entre muchos de los compañeros del Conectar Igualdad, que ya teníamos otros desempeños, porque claramente con un solo honorario difícilmente se pueda vivir. Tuvimos la oportunidad de charlarlo con gente de Córdoba, para manifestar nuestro descontento. Por ejemplo, a una compañera se le daba una incompatibilidad por tener tres horas en la Universidad de Córdoba, donde su sueldo no llegaba a los 1800 pesos. No hablamos de una persona que se estaría enriqueciendo por tener dos cargos. Le pedimos a la Provincia que considere esa incompatibilidad, así como cada una de las nuestras. Mi otro cargo tiene que ver con el trabajo en escuelas de la zona rural, que es la zona donde habito, con el plan de Mejoras”.
Por el momento, los trabajadores no tuvieron ninguna comunicación oficial y aún no saben si el Programa Conectar Igualdad dejará de funcionar o pasará a formar parte de otro programa educativo. Permancen con la incertidumbre, a la espera de saber si les renovarán sus contratos. Se trata de 892 personas que trabajan desde 2010 en la entrega y formación continua de equipos directivos, docentes y alumnos de 11.252 escuelas públicas de todo el país. Ya se entregaron 5.361.917 netbooks a estudiantes y docentes. Además, 7.080 escuelas primarias recibieron Aulas Digitales Móviles (ADM) en 2015 para 858.844 alumnos.
Allende contó, además, que los avances en el manejo de las Tecnologías de Información y Comunicación sirvieron para que desde las escuelas se generara conocimiento: “A mí particularmente me toca trabajar con muchas escuelas rurales, y sería un despropósito que se rompan esas relaciones establecidas. Este año, con el lanzamiento del Plan de Inclusión Digital Educativa, se pudo ver todo ese trabajo terminado en cortometrajes de altísima calidad que realizaron las escuelas. Empezamos a trascender ese manejo instrumental para encontrarnos con la parte pedagógica, con la parte que va más allá inclusive de las fronteras de la escuela, porque hablamos de documentales que hablan de toda la comunidades, ya no solamente lo escolar”. Y concluyó: “Esperamos que el Programa continúe, creemos que es posible llevar adelante una mejora de educación con calidad. La posibilidad de acceder a una computadora para un chico de una zona rural o en lugares de la Ciudad donde no es fácil acceder a un equipo de esas características, les permitió acceder a un conocimiento que no estaba dado para todos”.

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Marcha por los despidos en el Ministerio de Trabajo. Ciudad de Buenos Aires. 14 de enero de 2016. Foto: Deborah Valado

Marcha por los despidos en el Ministerio de Trabajo. Ciudad de Buenos Aires. 14 de enero de 2016. Foto: Daniela Yechúa / CitrusPress

Marcha por los despidos en el Ministerio de Trabajo. Ciudad de Buenos Aires. 14 de enero de 2016. Foto: Daniela Yechúa / CitrusPress

Marcha por los despidos en el Ministerio de Trabajo. Ciudad de Buenos Aires. 14 de enero de 2016. Foto: Daniela Yechúa / CitrusPress

Marcha por los despidos en el Ministerio de Trabajo. Ciudad de Buenos Aires. 14 de enero de 2016. Foto: Daniela Yechúa / CitrusPress

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Marcha por los despidos en el Ministerio de Trabajo. Ciudad de Buenos Aires. 14 de enero de 2016. Foto: Deborah Valado

Verónica Almada, trabajadora del Ministerio de Justicia de la Nación, despedida. Foto: Noelia Pirsic

Verónica Almada, trabajadora del Ministerio de Justicia de la Nación, despedida. Foto: Noelia Pirsic

Marcha por los despidos en el Ministerio de Trabajo. Ciudad de Buenos Aires. 14 de enero de 2016. Foto: Daniela Yechúa / CitrusPress

Marcha por los despidos en el Ministerio de Trabajo. Ciudad de Buenos Aires. 14 de enero de 2016. Foto: Daniela Yechúa / CitrusPress

Contra el vaciamiento del Grupo 23

Contra el vaciamiento del Grupo 23

A las 18 horas del martes, bajo unas gotas de lluvia momentánea, los delegados del diario Tiempo Argentino comenzaron a movilizarse, desde la esquina de la Avenida Madero y Perón, hacia Puerto Madero, con una bandera que clamaba: “No al vaciamiento del Grupo 23”. Detrás de ellos, marchaban los miembros del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA), representantes de las comisiones internas de Página 12, La Nación, Clarín, Canal 13, Télam, Infobae, la TV Pública y Perfil; diputados nacionales, legisladores, y agrupaciones políticas y estudiantiles. La columna se encaminó por la calle Macacha Güemes hasta las oficinas de los dueños visibles del Grupo 23: los empresarios Sergio Szpolski y Matías Garfunkel.

El multimedios incluye, además de Tiempo Argentino, las revistas Siete Días y Cielos Argentinos, El Gráfico, el diario El Argentino (las versiones de Mar del Plata, Córdoba, Rosario y Gran buenos Aires), Infonews, CN23 y las radios América, Splendid, Vorterix –en sociedad con Mario Pergolini– y Rock and Pop.

“En el caso de Tiempo Argentino hay atraso en el pago de aguinaldos y no hay certeza del pago del salario de diciembre. Ahora, el Grupo 23 está compuesto por más de diez medios, y en algunos hay un nivel de atraso salarial que supera los cuatro meses, sin explicaciones de cómo van a seguir saliendo los medios a la calle”, dijo a ANCCOM Claudio Mardones, periodista y delegado de Tiempo Argentino. Los trabajadores aseguran que estas estrategias se basan en una maniobra de vaciamiento por parte de la patronal. Randy Stagnaro, también delegado de Tiempo Argentino, aseguró a través del megáfono que el vaciamiento llegó hasta los límites: “Esta empresa ha decidido ajustar sobre los insumos elementales,  básicos para nuestra tarea periodística, no hay taxis y no hay impresoras”.

Szpolski había aceptado reunirse con la Comisión Interna de Tiempo Argentino, pero finalmente decidió no hacerlo debido a que “había 500 personas apoyándolos”.

El 31 de diciembre pasado, los trabajadores del diario publicaron una carta abierta a los lectores, advirtiendo que el día 2 de enero la empresa había decidido no sacar a la calle la publicación de Tiempo Argentino. Ante esta decisión de la editorial, sumado al incumplimiento de pagos, los periodistas comenzaron a dar difusión a la situación. “Este reclamo que estamos haciendo es para que intervenga el poder político. Que intervenga el Ministerio de Trabajo, que ponga límites a estos empresarios que violan la ley. No puede suceder esto impunemente”, dijo Stagnaro en la puerta del edificio de Puerto Madero.  Ezequiel Dolber, delegado de Infonews, agregó: “Esta patronal ha cobrado 800 millones de pesos de pauta oficial en los últimos seis años, más la pauta privada. Es un escándalo que quiera dejar ahora a los laburantes a la buena de Dios”.

En la carta abierta de diciembre, los trabajadores de Tiempo explicaron que, según datos oficiales, el dinero recibido por pauta oficial fue de 814 millones de pesos. El periodista Mardones explicó: “La plataforma por la cual crearon el Grupo tiene un nivel de penetración y competitividad comercial que no se condice con que ahora digan que no tienen plata para poder ejecutar y llevar adelante un negocio, que ha tenido no solamente facturación de pauta pública, sino que además han logrado facturar pauta privada en una cantidad considerable e importante”.

Los empresarios justifican los incumplimientos aduciendo una crisis financiera, en la que los trabajadores no creen: “A nosotros nos resulta muy poco creíble para una empresa que ha facturado y que ha crecido tanto durante todo este tiempo. Es un grupo de medios que tiene un canal y que tiene varias radios. En el caso de Tiempo, además existe  una deuda muy fuerte con nuestros compañeros precarizados, los colaboradores, los que facturan sus notas. En fin, hay todo un marco en el que nosotros no creemos en esa crisis financiera, creemos que hay un intento de vaciamiento y es lo que estamos denunciando”, dijo Alejandro Wall, delegado de Tiempo Argentino. Por su parte, Mardones comentó: “La argumentación que nos dieron fue que tienen problemas financieros, que no tienen problemas económicos porque los compromisos que tienen por cobrar son muy grandes. Ahora, en esa situación, como cualquier empresa periodística en el medio de una situación de problemas financieros, deben responder con sus bienes, más teniendo en cuenta que han tenido una facturación millonaria. Es decir, revisando la facturación pública y privada de estos grupos no se entiende que ahora no puedan respaldar una situación para atravesar un verano”.

La consigna “unidad de los trabajadores” fue una de las marcas más visibles de la movilización bajo el fuerte respaldo del reciente SiPreBA , y en la que también estuvieron presentes: el delegado de la Comisión Interna AGEA-Clarín, Francisco Rabini, que en solidaridad con los compañeros dijo: “Repudiamos esta maniobra, que es costumbre del empresariado de medios, más allá de los intereses y del signo político que los identifique”. La delegada de trabajadores de prensa de La Nación, Irene Haimovichi, aclaró: “Los patrones son patrones para nosotros, no hay diferencia”, y agregó: “Si un grupo de medios está en riesgo, están en riesgo los puestos de trabajo de 800 compañeros, lo cual impactará de una manera terrible en todo el gremio de prensa. Nosotros tenemos que levantar estos medios como bastiones y en defensa de la información, y de la democratización de la información para todo el pueblo argentino. Vamos hacer como propia esta lucha, y a defender cada uno de estos puestos de trabajo”.

 

 

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«El sistema político sindical sigue igual»

«El sistema político sindical sigue igual»

Mariano Ferreyra fue asesinado el 20 de octubre de 2010 por un grupo armado al mando de la Unión Ferroviaria (UF) durante una manifestación de trabajadores tercerizados del ferrocarril Roca. Ferreyra tenía 23 años y militaba en el Partido Obrero (PO). Murió en Barracas, ante la inacción de la Policía Federal, víctima del ataque de la patota sindical a los trabajadores que reclamaban el fin del trabajo precario. En 2013 finalizó el juicio que sentenció a catorce culpables por su muerte, entre los que se encontraron: José Pedraza, ex secretario de la UF, como autor intelectual, junto a Carlos “Gallego” Fernández, quien era secretario administrativo; Pablo Díaz, delegado gremial del sindicato; Cristian Favale y Gabriel Sánchez, miembros de la patota y autores materiales del crimen. Además, la Justicia condenó a otros ferroviarios y policías, cómplices del plan de ataque a los manifestantes. Las penas máximas fueron de 18 años para los que dispararon las armas y 15 para los líderes del sindicato. Pablo Ferreyra, hermano mayor de Mariano y también con un pasado militante, encabezó por entonces el reclamo de justicia. Hoy, a cinco años del asesinato, convertido en legislador porteño por el partido Seamos Libres,  aborda las demandas desde otro lugar: “Se ha visibilizado la tercerización; la muerte de Mariano puso luz a ese fenómeno. Se generó una conciencia pero todavía está todo muy verde”, dijo Ferreyra con respecto a la tarea que queda por hacer.

¿Está conforme con la resolución del juicio?

Sí. Siempre partiendo de que primero se generó una injusticia, y es muy relativo lo que puede significar el resarcimiento. En este caso, los mecanismos de la justicia han sido rápidos, concretos y efectivos. Si tomo en cuenta eso, estoy conforme. Con el rumbo también, es el que uno espera para cualquier tipo de investigación policial  o para cualquier tipo de crimen: que haya una fiscal y una jueza que motoricen la investigación, que haya un juicio oral  y que haya una sensibilidad puesta en una traslación de la condena social al ámbito judicial. Y a partir de que, en septiembre, la Cámara de Casación ratificó el fallo, ya es irreversible la condena a Pedraza, la patota y los policías. No tienen posibilidades de garantizar su impunidad. Todo eso genera, por lo menos a mí, cierta satisfacción. Pero lo que también genera es un enorme contraste con la mayoría de las causas políticas, o causas de violencia institucional, o en donde están involucrados sectores del poder. Donde siento que todavía hay injusticia, es en la causa, que fue nombrada en el fallo, sobre sobornos. Está casi comprobado que un juez de la Cámara de Casación, que se encargaba de sortear el juicio oral, iba a favorecer la situación procesal de Pedraza haciendo que eso caiga en manos de un tribunal amigo, y hay un soborno que no logró ser entregado, pero se encontraron las pruebas y la evidencia de que la Unión Ferroviaria, Pedraza, y un ex agente de la SIDE estaban instrumentando todo lo necesario para hacerle llegar el soborno a este juez.

“Se ha visibilizado la tercerización; la muerte de Mariano puso luz a ese fenómeno. Se generó una conciencia pero todavía está todo muy verde”, dijo Ferreyra con respecto a la tarea que queda por hacer.

“Se ha visibilizado la tercerización; la muerte de Mariano puso luz a ese fenómeno. Se generó una conciencia pero todavía está todo muy verde”, dijo Pablo Ferreyra con respecto a la tarea que queda por hacer.

¿Pero no sucedió?

No sucedió el hecho. Hay una suposición, pero están las pruebas y están las escuchas, que son claras. Hablan por sí solas.

¿Por qué este caso fue la excepción y se resolvió de manera tan efectiva?

Hay muchas cosas, una de ellas me parece que fue la crisis y el fenómeno político que generó. Fue en 2010, en un periodo de revalorización del rol de la juventud militante. El asesinato de Mariano generó una contradicción en ese contexto. Porque fue un asesinato político de un joven en el ejercicio de su militancia, y entró en colisión con los tiempos políticos. Por ende, generó una fuerte crisis política en el Gobierno Nacional. Porque si el Gobierno lleva adelante esa politización de los jóvenes y la respeta, que suceda lo contrario provoca una crisis. Y esa contradicción fue, desde mi punto de vista, lo que más motorizó el juicio. También los otros factores, como la sensibilidad social y la militancia política. Después, la investigación y la resolución con el juicio oral, también habla de una tendencia política que, en todo caso, en este marco histórico y no en otro, se podía resolver este crimen. Además, me parece que el principal factor, en todo caso así lo dejó explícito hacia nuestra familia la presidenta Cristina Kirchner, fue la decisión del Estado de generar las herramientas necesarias para que avance la investigación. El testigo principal del caso, que fue un integrante de la patota, llegó casi directamente llevado por Néstor Kirchner a declarar a la fiscalía. Eso habla de lo que generó el asesinato y de lo que significaba.

“Fue en 2010, en un período de revalorización del rol de la juventud militante. El asesinato de Mariano generó una contradicción en ese contexto. Porque fue un asesinato político de un joven en el ejercicio de su militancia.”

¿Piensa que la justicia puede ser reparadora?

A mí me parece que sí. En general, cuando se genera una injusticia, los familiares de víctimas de violencia institucional están detrás del motor del reclamo, peleando contra la burocracia de la justicia y peleando con los tiempos procesales que son largos. Ese tiempo hace que se vaya consolidando más la sensación de impunidad.  Cuanto menos se investiga sobre la prueba concreta, más tiempo se pierde. Si la Policía agarra a un pibe, lo hace desaparecer y lo entierra como NN, se pierden meses en los que se podría haber investigado qué pasó, quién lo mató y quiénes están involucrados. Cuando empiezan aparecer los poderes fácticos que están atrás, cuando el fiscal tiene que investigar concretamente un caso y lo que hace es comprar la versión de la policía, del sujeto más poderoso, termina garantizando la impunidad. Este caso pudo reparar porque generó lo contrario. Pero es excepcional. Se tiene que analizar como algo particular de una época. Eso no significa que este caso sea aleccionador para la Justicia, ni que los jueces ahora digan: “Acá tenemos otro caso como Mariano Ferreyra, entonces hay que resolverlo rápido”. No pasa eso.

La mayoría de los casos de violencia institucional tienen como víctimas a integrantes de los sectores más vulnerables, ¿eso también influye?

En este caso nosotros no necesitamos impulsar solos el caso, como le sucede a los sectores populares. Concretamente, la militancia puso una voz. Y por ser  Mariano militante, implicó que ya había un sector que iba a reclamar por su asesinato. Aparte no hizo falta gritar, porque en general Mariano fue presentado públicamente, y en los medios, como militante político. Diferente de otra época, como en 2001, o en el puente Pueyrredón en 2002, en donde el militante político estaba estigmatizado. No dejo de pensar en la tapa de Clarín, sobre “La crisis causó dos nuevas muertes”, como algo de negación de la responsabilidad del Estado en esas muertes. Y este es otro período donde, en todo caso, el militante político tiene adjetivos positivos. Mariano fue presentado siempre como un militante político, activo, interesado en la música, en el arte, en el teatro y en el cine. Que tenía intereses políticos y que estaba peleando por una causa solidariamente con trabajadores tercerizados. Además, provenía de un sector medio, no de un sector invisibilizado por los medios. Esa situación hizo que no tuviésemos el mismo rol que otros familiares de víctimas, que tienen que dar una pelea contra la invisibilización, contra la estigmatización de los medios, contra la policía, contra los jueces, los fiscales, y contra el poder político también.

¿Cambió algo en los manejos de la burocracia sindical o en las luchas contra la violencia institucional?

No. Me parece que la violencia institucional viene siendo mínimamente denunciada y eso también es una victoria cultural de este periodo político. Ya no siempre la versión policial es la primera o, en todo caso, no es la única confiable. Algunos sectores de los medios, más conscientes, también ayudan en eso. El sistema político establecido en los sindicatos, la relación vertical y la exclusión de las listas opositoras, continúa igual que siempre. También continúa igual el rol de sindicalistas, que transgreden su rol y pasan a atender del otro lado del mostrador y a ser empresarios. Todavía hoy se ve cómo se generan cooperativas truchas, cómo se sigue manteniendo cierta precarización laboral sobre la base de cooperativas que generan los propios sindicatos. Cómo los sindicatos, ante despidos, no organizan a los trabajadores, no tienen campañas de concientización sobre qué es la tercerización laboral. No ha cambiado mucho. Sí se ha visibilizado la tercerización como fenómeno, y la muerte de Mariano puso luz a eso. Hay trabajos académicos y campañas incipientes. El propio CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) tiene un área donde estudia las problemáticas laborales a partir de este caso. Se generó una conciencia sobre eso, pero todavía está muy verde.

Como legislador, encabeza muchas de esas demandas, ¿cómo es esa labor?

En la Legislatura manejo una comisión que se creó sobre violencia institucional, donde buscamos visibilizar los casos de los pibes que matan las policías. Ahora estamos con el caso de Roberto Autero, asesinado en febrero por la Policía Metropolitana. Entonces, desde lo político algo se avanza, pero es difícil. El rol se juega más hacia afuera de la Legislatura donde, por ser familiar de una víctima, puedo articular las dos intenciones. Aunque no siempre ambas intenciones se llevan bien. Son complicadas, porque hay familiares que cuando uno entra en otra relación con la política, o pasa a ser parte del sistema político, ponen cierta distancia. Por otro lado, generar leyes contra la precarización laboral es muy complejo. Hay un problema muy grande, que es la mayoría oficialista en la Ciudad. Y hay problemas estructurales que Argentina tiene, en general, respecto a la tercerización. Y no se solucionan con mayor crecimiento económico, por eso deben ser atacados de otra manera. En la Ciudad hay talleres clandestinos que tienen relación con el trabajo precario. Pero la verdad que es muy difícil pensar que el rol legislativo alcanza. Se pueden hacer leyes a nivel nacional que sean contra la tercerización, pero si no lográs que el Ministerio de Trabajo tenga un rol activo como policía de trabajo, denunciando, verificando y combatiendo la tercerización, no tiene sentido. Lo mismo ocurre si los sindicatos son los mayores responsables de la tercerización. Si no conjugás la legislación, el Ministerio de Trabajo y los sindicatos, no se detiene un fenómeno de estas características. Porque la tercerización y la precarización no son simplemente fenómenos económicos; también son políticos, porque implican la fragmentación del colectivo laboral. La Legislatura a veces funciona como caja de resonancia para denunciar. Si no hay una voluntad política mayoritaria, una vocación del Poder Ejecutivo de la Ciudad de llevar adelante políticas que permitan acabar con eso, no va a pasar.

¿Cómo decidió ocupar ese rol?

Lo que tenía era un rol de familiar. Complejo, porque yo también tenía que buscar una interpretación del asesinato que tuviera un relato acorde a lo que pensaba. En un primer momento, tenía de un lado algunos funcionarios del Gobierno Nacional pensando, a veces irresponsablemente, que esto era algo armado, y que “les habían tirado un muerto”. Y del otro lado, tenía también algunos partidos de izquierda con una política muy agresiva contra el Gobierno Nacional, responsabilizándolo, sin complejizar nada. Eso, que al principio estuvo latente, después se fue diluyendo. En esa situación, mi lugar fue complejo, porque es obvio que siempre hay una responsabilidad estatal al no poder solucionar problemas estructurales como la tercerización. Pero también ponderé a favor el rol de la Justicia. Debía complejizar, y el mejor ángulo para hacerlo era hablar de lo que estaba haciendo Mariano en ese momento;  no había que entrar tanto en la disputa por quién representaba mejor a Mariano: si yo como familiar, si es el Partido Obrero o el Gobierno. Lo importante era decir: hay tercerización. Se había generado un entramado de tercerización que la Unión Ferroviaria tenía que sostener utilizando trabajadores como fuerza de choque, metiendo una patota con armas de fuego en el medio de esa convocatoria. No todos los que estaban ahí son criminales, ni estaban de acuerdo con el crimen. Pero toda esa complejidad se fue revelando a partir de entender quién es Pedraza y qué estaba haciendo Mariano ahí. Esas reivindicaciones aún hoy siguen siendo necesarias  de abordar. Fue difícil, y eso me dio un rol político, aunque no lo quisiera. Después, también está la vocación. Yo soy un militante político, y en todo caso, el impasse en el que estaba después de haber militado en el Partido Obrero era también producto de la crisis que genera, en mi caso al menos, que una fuerza política como el kirchnerismo ocupe un lugar y te interpele.

Pablo Ferreyra. Legislatura Porteña. 15 de octubre de 2015. Foto: Romina Morua. ANCCOM UBA

«Ahora estamos con el caso de Roberto Autero, asesinado en febrero por la Policía Metropolitana. Entonces, desde lo político algo se avanza, pero es difícil».

Con respecto a la Policía Federal, ¿qué cambios crees que deberían darse para modificar su accionar represivo?

Son difíciles. Porque es un entramado muy grande, que ni siquiera hoy responde a la centralidad de un comisario o de un jefe. Al contrario, hay liderazgos territoriales y hay una caja negra que manejan como quieren, sobre la base de, por ejemplo, el narcotráfico o la prostitución. Son ejemplos burdos, pero ¿cómo haces para desmantelar eso? Es complejo. Cada vez que desenmascarás a uno, se te arma un problema. No es que descabezás al de arriba y toda la estructura se cae. Tenés que tener una estrategia y yo me siento incapaz de establecerla. Sí soy capaz de acompañar a los que lo hagan. Por eso cuando Nilda Garré asumió en el Ministerio de Seguridad me comprometí, tuve reuniones con ella… Doy todo el apoyo que se pueda, con las limitaciones que puede generar el poner luz sobre un nido de ratas. Yo entiendo que esa situación se puede modificar solamente desde la política. Solo se puede desarticular la policía,  transformarla en otra cosa y que tenga un respeto mayor por el concepto de la seguridad democrática sobre la base de que la jefatura política. El mejor momento de la política de no represión fue cuando Néstor Kirchner tuvo una política firme al respecto. Eso significa intervenir en los conflictos con funcionarios civiles y no de dejar la resolución en manos de la policía. Sergio Berni genera el efecto contrario. Nilda Garré tenía mucha más intervención. Son gente que tiene una concepción distinta.

Lo central es la voluntad política…

Para mí, la solución en el 90% de las cosas es la política. Aún hoy hay episodios de  represión, aunque no todo se puede adjudicar al Gobierno Nacional, porque no se puede decir que la responsabilidad de lo que sucedió en Tucumán fue del Gobierno Nacional. Pero hay protocolos del Ministerio de Seguridad, hay formas de actuar en las marchas y, muchas veces, hay una omisión o una utilización parcial; hay una zona gris. Pero el Gobierno sigue manteniendo una política concreta de no intervenir en los conflictos de manera represiva, de buscar el diálogo. Más fuerte al principio, ahora más difícil. Hace dos años tuvimos una rebelión de las fuerzas policiales. Esa insubordinación habla de la dificultad del momento y de que las fuerzas de seguridad no se pueden reducir al panfleto de la izquierda. Hay que tener una estrategia para lograr esa desarticulación o purga.

¿Y qué pasa con la Policía Metropolitana?

Recién ahora se hicieron los protocolos de actuación de la Metropolitana. Yo creo que ahora se estarán ajustando a los protocolos nacionales, de cómo intervenir en manifestaciones, de cómo desarrollar los conflictos. Pero llegó recién ahora, hace algunos días.

Sin el protocolo, ¿cómo actuaban?

A mí me pasó que estaba en el Barrio Papa Francisco, reclamando por un detenido y en un momento reprimieron. Yo estaba en el cordón policial hablando con el responsable a cargo, el jefe del operativo, y se corrió dos metros para adentro, atrás de una camioneta, y me cagaron a palos. Ellos sabían que era legislador. No importó, eso era su protocolo. No tener protocolos les permitía actuar como quisieran, lo mismo en el Borda y en la sala Alberdi. Toman decisiones así. Nuestro rol en estos dos años fue visibilizar eso. La Metropolitana es una fuerza de seguridad que tuvo toda la posibilidad de empezar de cero incorporó lo peor de las fuerzas de seguridad. Muchos agentes, el que mató a Roberto Autero, era de la Bonaerense. Se incorporaron elementos de una fuerza policial históricamente viciada, marcada como una de las peores fuerzas, la que llevó adelante la segunda desaparición de Julio López. ¿Por qué pasa eso, quién evalúa que esos oficiales pasen a la fuerza Metropolitana?  Lo que nosotros vamos hacer es contrastar  claramente lo que hace la Metropolitana y lo que dice el protocolo que se debía hacer. La Metropolitana terminó siendo un agente más de expulsión, porque su verdadero rol acá en la Ciudad ha sido desalojar. Es un eslabón más en lo que es el negocio inmobiliario porteño, la necesitan para sacar a la gente de los barrios, llevarlos hacia situaciones de más de precariedad, o a la Provincia.

Si tuvieras que hacer un balance entre las manifestaciones del 2002 y las de ahora, ¿cuál sería su opinión?

Yo prefiero esta época, donde los pibes no saben qué es una represión en las marchas, donde la gente va a las manifestaciones. En los 90, cualquier marcha podía terminar mal, el gobierno de (Carlos) Menem reprimía, la Alianza reprimió. Prefiero toda la vida esta época. Son muy diferentes. Salir a la calle y manifestarse es sano y es bueno. Ese es el motor de la política: los conflictos, en la superestructura y en la calle.