La rebelión de las flores

La rebelión de las flores

Las indígenas ocuparon,casi sin que nadie se entere, el hall del Ministerio de Interior durante diez días.

“La mejor pizza desde 1942”, rezaba el cartel de un reconocido local porteño ubicado en la esquina de Bartolomé Mitre y 25 de Mayo, frente al Ministerio de Interior. Sus sillas y mesas rojas prolijamente ubicadas en la vereda estaban vacías, a pesar de que alrededor estaban paradas más de 50 personas, en su mayoría mujeres y niños, debajo del frío y la lluvia que hasta hace pocos días azotó la Ciudad. Sin embargo, otro cartel adelante le disputaba atención, una gran tela blanca que enunciaba con mayúsculas: “Sembraron terricidio, cosecharon rebelión”. 

El ritmo frenético de la masa de gente que sólo pretendía abrirse paso ante la multitud de repente se chocaba con ese grupo anómalo de personas paradas en un círculo, escuchando a otras hablar por micrófono, mientras lloraban, se abrazaban, levantaban el puño, aplaudían y gritaban palabras de aliento. Ese conjunto que rompía la monotonía del microcentro porteño era el grupo de 23 mujeres indígenas pertenecientes a distintas comunidades del país autoconvocadas bajo el lema “La rebelión de las flores nativas”, que desde el miércoles 9 de octubre y hasta el sábado 19 ocuparon pacíficamente el hall del Ministerio de Interior para exigir respuestas a diferentes reclamos. 

Mientras que la gente caminaba lo más rápido posible por esas calles atestadas de bancos, casas de cambio, oficinas, ministerios y museos, Moira Millán, coordinadora del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, exclamó por altavoz: “Jamás en la historia de la Argentina las mujeres indígenas llegamos a ocupar este espacio. En este edificio se diseñaron todas las campañas genocidas, se pensaron todos los modelos de muerte. Estar acá reclamando por la vida es realmente un logro”. 

Integrantes de las comuniades Qom, Mbya Guaraní, Tapiete, Mapuche y Tehuelche participaron de la acción.

Las mujeres provenientes de los pueblos Qom, Mbya Guaraní, Tapiete, Mapuche y Tehuelche viajaron desde sus territorios con lo indispensable para pasar unos días en la Capital, cargando la pena por alejarse de sus familias y sus tierras pero con la convicción de protagonizar un hecho sin precedentes: denunciar la falta de agua potable, comida y condiciones dignas para vivir; la violencia y xenofobia sistemática estatal, institucional, judicial, empresarial, policial y de la sociedad en su conjunto; el terricidio, entendido como el “asesinato no sólo de los ecosistemas tangibles y de los pueblos que lo habitan, sino también de todas las fuerzas que regulan la vida en la tierra”. Además reclamaban que se investiguen los casos de violaciones, asesinatos y desapariciones forzadas dentro de sus comunidades. Ante todo esto exigían que el ministro de Interior, Rogelio Frigerio, convocara a una mesa resolutiva interministerial.

En relación a la respuesta oficial, Marilyn, de la comunidad mapuche Cañío, explicó a ANCCOM: “Frigerio nos dijo que ningún reclamo está a su alcance y que lo correspondiente es ir a golpearle las puertas a las provincias, que él sólo nos podía solucionar los pasajes para el regreso. Por eso convocamos a una mesa interministerial”. 

Hasta ahora, la única reacción del Estado vino por parte de la secretaria de Justicia, María Fernández Rodríguez, quien se comprometió a investigar tres casos específicos: la desaparición del Qom Marcelino Olaire el 8 de noviembre de 2016 en el hospital público de Formosa, el asesinato del Qom Ismael Ramírez de 13 años a manos de la policía del Chaco y el “chineo” o la violación de niñas indígenas. “Estamos abiertas al diálogo. Necesitamos volver a nuestros territorios con respuestas concretas porque sabemos que nos espera persecución y represión a los que hacemos visible la lucha”, advirtió Marilyn. 

Veintitrés mujeres participaron de la toma.

Ante el silencio de los otros ministerios y la nula cobertura de los medios de comunicación hegemónicos, decidieron seguir con la protesta pacífica en el hall del Ministerio de Interior a pesar de las inclemencias del tiempo y las condiciones precarias que rodean su lucha. En la calle, durante diez días, improvisaron carpas para protegerse de la lluvia y armar ollas populares. La situación extrema de dormir hacinadas en un piso de cerámico frío, apelar a la solidaridad de las personas para conseguir abrigo, alimento y hasta para ir al baño, sumado a la falta de respuesta estatal convirtió a este viaje empoderador en otro episodio de supervivencia a la que están forzadas a atravesar desde el nacimiento, casi como un designio divino. Pero las 23 mujeres estaban determinadas a sobrevivir a la gran Ciudad, hacerle frente a su alienación e indiferencia como también al destrato, la explotación y a la humillación a las que se sometieron toda su historia. Es el grito de rebelión de mujeres indígenas nunca antes visto, mientras enfrente un grupo de personas disfrutaba de su pizza de mozzarella mirando la televisión.  

Para visibilizar y sobrellevar su reclamo lo más dignamente posible, apelaron al apoyo de  los medios alternativos, las redes sociales y a la solidaridad de las personas que pudieran acercarles agua mineral, alimentos, abrigo, colchonetas, pilotos de lluvia, baños químicos y gazebos. Pero sobretodo pidieron que se acerquen para informarse sobre los motivos que las llevaron a rebelarse contra un sistema que las expulsa continuamente.

Evis Millán del pueblo mapuche enfatizó: “Para nuestros pueblos la mujer es la fuerza, la protectora y educadora. El sistema patriarcal hizo que nos fortalezcamos más y por eso decimos basta, hasta acá llegaron”. Fueron 10 días de ocupación pacífica sin respuestas concretas. La indiferencia estructural y la lluvia cosecharon la rebelión de las flores.