Resistencia poética

Resistencia poética

Germán Amato, organizador de Alta paja, ciclo de erotismo poético.

La cantidad de eventos y de expresiones poéticas es enorme y no sería posible concentrar a todos en un solo artículo. Cristalizando un proceso que empezó en los 90’, se profundizó con la crisis de 2001 y tuvo un nuevo impulso tras la asunción de Mauricio Macri, en 2015, distintos formatos de encuentro invitan a participar a los asistentes para compartir arte y producciones.

Tal vez los espacios que más hayan dinamizado en los últimos cinco años la difusión de la poesía y animado a muchas personas a escribir y compartir su producción hayan sido los slams, una especie de torneo en el que los participantes compiten con sus producciones en un espacio de tiempo limitado. El poeta Mhoris eMm organiza Slam Capital en el centro cultural El Panda Rojo junto a Diego Arbit, cofundador del ciclo hace más de diez años: “Lo lindo es que se constituye como un espacio democrático. Todos los poetas cuentan con la misma cantidad de tiempo para participar”. Mhoris señala que muchos escritores no tienen canales de difusión. Y que más allá de tener un público cautivo que escucha, “uno empieza a sentir que eso que hace tiene una finalidad o un lugar donde expresarse”.

“El slam implica una palabra que no necesariamente es la de la norma. No es la de las universidades”, dice Maia Duek, presentadora y co-organizadora (junto a Daniela Felite, Milagros Morsella, Germán Amato y Verónica Stewart) de Justa Poética, slam que cumple cuatro años y que se realiza semanalmente durante la primera mitad del año en el Bar Cultural Puerta Medrano. “La poesía performática tiene esa cualidad de ser sumamente democrática y de generar al mismo tiempo un desafío”.  A pequeña escala, dice Maia, el ciclo funciona como una instancia de entrenamiento de escritura. “El hecho de que suceda semanalmente te da la excusa para ir revisando tu propia escritura con la excusa de que tenés un feedback. Lo cual no es limitante porque el público y el jurado cambian en cada ocasión. Podés probar los mismos textos varias veces.”

Vero Stewart, integrante de Justa Poética.

Maia celebra, además, que más allá de la conexión inherente a todos los fenómenos culturales, en Justa Poética hay “una obligación de diversidad: no hay tres o cuatro poetas por noche sino 16 personas leyendo. Eso genera primero recambio constante, y lo que termina pasando es que todas esas personas se van renovando y se van revinculando. Hay algo del intercambio obligatorio que es maravilloso. Además, la competencia te obliga a cierto juego sano. Te obliga a acercarte”.

Sin embargo, Maia considera que la articulación es difícil porque “en la cultura hay algo de posición, de ego y de postura que impide la comunicación entre espacios. Lo que nos une principalmente en los últimos años es que la situación política, no sólo del país sino global, generó una necesidad de vínculo muy urgente. Una obligación de sentarnos y hablar, si no se nos va el mundo de las manos”.

Todas las voces, todas

La competencia implica la obligación de mantenerse en un lugar humilde, “lo que termina pasando es que en una misma mesa se terminan juntando tres poetas super distintes y de repente sale una fecha, y sale una editorial, y uno invita a otre y le hace el prólogo, y el otro lo invita a la fecha”, continúa Duek. Arbit apunta: “Lo principal es que da apertura a distintas voces. Permite que un montón de gente se exprese. En muchos casos hay gente que lee por primera vez en vivo”.

Alta paja, ciclo de erotismo poético.

Pero la participación y el enlace humano no solo encuentran vías en la competencia. En el Club Catedral ocurre Alta Paja, ciclo de poesía y arte erótico.  “Lo más importante tiene que ver con el formato de encuentro”, dice Germán Amato, quien junto a Patricia González López y Javier Martínez Conde lleva a cabo el ciclo, fundado en junio de 2017 por Martínez Conde y Juliana Planas. Y agrega: “Viene mucha gente pero se produce un estado de atención muy fuerte”.

Bajo un altísimo techo, flanqueado por una decoración barroca y arrabalera, el evento aúna cinco horas de arte multidisciplinario en el que la poesía funciona como un hilo conductor para enlazar música, artes escénicas, consultorio sexual y feria bajo la temática del erotismo en expresiones que buscan desafiar lo hegemónico: “Hay diversidad de todos los formatos expresivos. Y también diversidad de todas las posiciones frente a las elecciones personales”, remarca Germán. “Eso es lo más importante del espacio. Diversidad de todos los formatos expresivos con la excusa del erotismo.”

Siguiendo esta línea, Amato no duda en señalar a la endogamia como un problema en los espacios de poesía: “Alta Paja de alguna manera generó un enlace con públicos que no se acercaban a la poesía. Debe ser por las formas de comunicar el erotismo. Nos ayuda a aunar público. Es clave que cualquiera que se plantee hacer un ciclo de poesía trabaje herramientas para evitar caer en la trampa de la endogamia. Es decir hablarle al mismo público, a los amigos”.

“Seamos Libros”, ciclo que homenajea en cada edición el universo poético de un artista diferente, ocurre mensualmente en el Centro Cultural 316, barrio de Colegiales. Es conducido por Nicolás Igolnikov, quien busca “desinstitucionalizar el homenaje” desde la participación del público y el intercambio entre artistas y feriantes relacionado con la poética homenajeada.

Ciclo Seamos Libros, edición de homenaje a Olga Orozco y Susana Thennon.

“El espíritu del ciclo tiene que ver con laburar desde el encuentro, desde la dimensión humana del arte”, cuenta Nicolás, quien toma como referente para toda su labor al poeta Raúl Gustavo Aguirre. El ciclo elige a cinco poetas de acuerdo a su relación con el artista homenajeado. Nicolás anima a escritores, músicos y feriantes a contar anécdotas, hablar sobre sus proyectos y conversar con el público desde el mismo escenario. “Para no entender a les poetas como artistas cuya única función es mostrar una producción, sino entendernos como personas que producimos arte y no como meres productores de arte”. Cada evento cierra con la lectura en voz alta por parte de todos los presentes de un poema escrito por el artista homenajeado. “Se siente como una misa”, dice Nicolás.

En un sótano anónimo, “dirección por mensaje privado”, ocurre “Cross en la boca”, ciclo en el que los poetas invitados no solo recitan sus textos sino que además se someten en vivo y cara a cara a las preguntas y críticas del público. Unai Rivas y Sofía Fusairo seleccionan a los artistas centrados en que sus textos respondan a sus criterios de calidad. “Entendemos que una fecha de poesía debe ser hecha y pensada para el público que asiste a ella”, dice Unai. Y amplía: “Esto no significa hacer concesiones, sino apostar fuerte a una poesía popular. Y para eso la calidad de los textos es fundamental”. Más allá de los aplausos, Cross se abre a la posibilidad de debatir. “De esta forma colocamos al lector y al público en el centro de la propuesta”.

“El slam es un género que ya se estableció en Buenos Aires y se está estableciendo en distintas provincias”, señala Arbit. “Falta que haya más unidad entre slams. Cuando tenés que moverte autogestivamente se complica mucho”.

Las flores de la crisis

“Comenzamos con la fecha hace cuatro años, con la llegada de Macri al poder”, comenta Unai. “Primero fue en un conventillo de La Boca, pero luego nos mudamos a Balvanera, a un sótano, ocultos del Gobierno de la Ciudad a causa de la ola de clausuras que hoy cae sobre los distintos centros culturales porteños”.

“Este espacio no lo clausuraron nunca”, dice Mhoris en relación a El Panda Rojo. “Pero hay otros que para mí están perseguidos, como (el centro cultural) Vuela el pez.  No tiene sentido que ese espacio esté clausurado”. Quienes toman contacto con los espacios que alojan los diversos eventos coinciden en que una multa en un espacio cultural puede provocar, incluso, que no pueda continuar con sus actividades. Y las multas, según cuentan los entrevistados, son numerosas.

La Justa Poética ha sufrido más de una inhabilitación arbitraria. Maia, quien organiza eventos artísticos desde los 14 años, no desliga esto de la gestión nacional. “En ese momento (2015) en que la cultura se empezó a ir muy abajo hubo una obligación de empezar a vincularnos mucho más entre espacios y al final también nos vinculamos mucho por intereses. Los espacios queer nos vinculamos entre espacios queer, los espacios kirchneristas con los kirchneristas, los de izquierda con los de izquierda. Pero nos encontramos en la obligación. Como diría José Sbarra, nos une el espanto. En Argentina las grandes crisis generan grandes movimientos culturales”.

El Grupo de La Boca opta por una solución prágmática: “La relación con el Gobierno de la Ciudad es perfecta”, dice Unai. “Ellos no saben que existimos y no nos pueden clausurar”.

“Me parece que la poesía es una salida”, concluye Maia. “A otro lado. A un espacio en el que sentís que podés hablar y ser escuchade. Y eso es una herramienta. La felicidad también es parte de las grandes crisis. Y los espacios de bienestar y de felicidad son obligatorios en estos momentos. Tener un espacio en el que sabés que seas quien seas y hagas lo que hagas podés hablar y alguien te va a estar escuchando es sagrado”.

Una noche peronista

Una noche peronista

Con una puesta que incluyó pantallas ubicadas cada aproximadamente cincuenta metros, personas de todas las edades, especialmente jóvenes, invadieron el Parque Los Andes con una alegría generalizada que parecía contener a la lluvia.

Desde las seis de la tarde, militantes y simpatizantes comenzaron a reunirse en los alrededores del búnker de Frente de Todos, ubicado al igual que en las PASO, en Corrientes y Dorrego. Limitados de datos móviles o wifi, la multitud miraba los balcones y ventanas de departamentos aledaños donde los vecinos levantaban carteles o pizarras con porcentajes para mantener informados a los que estaban en la calle. Cerca de las diez de la noche, los datos que daban una victoria del Frente de Todos sobre la fuerza de Juntos Por el Cambio por tan solo siete puntos pusieron en jaque el clima de alegría que se vivía desde los primeros resultados de bocas de urna.

Por fin, a las 22:20 se empezó a contagiar un aplauso desde el escenario hacia atrás, como una noticia que corre acompañada de un cantito: “Alberto Presidente”. En una de las ventanas, un hombre levantaba un cartel que anunciaba: “El gato ya fue”. Los cantos y gritos se sumaron a los llantos y abrazos entre desconocidos, que esperaban la salida al escenario de la fórmula ganadora. A las 22:44 aparecieron Axel Kiciloff, Cristina Fernández y Alberto Fernández, acompañados por gran parte del equipo del Frente de Todos y referentes de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. Las personas reaccionaron a sus discursos con euforia, y no faltaron cantos ni gritos de amor para los mandatarios electos.

“Recuperamos el país para el pueblo pobre”, dice Luis, empleado, que abraza a su hijo Camilo. Y agrega: “He vivido lo que es el avasallamiento de nuestros derechos por este gobierno. Esperamos que el país resucite. Nos metieron en un infierno en el cual solo ganó un porcentaje muy mínimo de la población, y hay otra parte que quedó totalmente ajena. Esta es la población que se está hoy expresando acá. Los que quedamos al margen de la política”.

Diana, jubilada de 62 años, dice sentirse “eufórica”, y espera “que salga el sol. Después de tanta mierda, cuatro años tan horribles”. Diana se acercó al bunker desde muy temprano con toda su familia, quienes, como tantas personas alrededor, bailan en un semicírculo. “Estuve muy triste por mí y por todos los que me rodeaban. Vimos cómo se caía la argentina”.

Yamil (24) y Agostina (23) están sonrientes y maquillados con glitter. Cruzan el parque embarrado junto a sus amigos para comprar un vino en uno de los kioskos que permanecen abiertos en las inmediaciones aunque sean ya las doce y veinte de la madrugada. “Nos sentimos muy bien”, dice Agostina, “Pero también pienso mucho en la región y en que lo que nosotros creemos ganado para otros países nunca pasó. Como Chile. Su 2001 está pasando ahora”. Agostina espera el fin de la grieta y dice tener fe en que la victoria repercuta para bien en toda Latinoamérica. “Tanto en Chile, como en Bolivia como acá las problemáticas que nos reúnen son mucho más cercanas y tienen que ver con pensar nuestros poderes económicos”. Yamil, además de sentirse “muy contente”, señala que “hay que mirar siempre a los que tenemos al lado y ayudarnos entre todes para que nos vaya mejor”. Y agrega: “Yo espero patria grande”. Dada la situación del mundo, que está picante en todos lados y es una guerra. Tenemos que unir a todos los pueblos latinoamericanos”.

“Me siento feliz”, dice Maximiliano (27), militante de La Cámpora, que mira a lo lejos, ahumado por una parrilla cercana. “Hace cuatro años que estamos esperando esto. Hace cuatro años las cosas estaban bastante mejor que ahora. Uno lo puede ver en el bolsillo de la gente.”

Mientras tanto, Luciano Alvarez (31), sostiene una bandera de la Juventud Comunista Revolucionaria. “Esperamos un gobierno que en primer lugar dé respuestas a las necesidades más graves de la gente. A partir de ahí queremos discutir todo. Queremos ser parte de la discusión de cuál es el rumbo. Si se resuelven las necesidades graves de la gente vamos a ser parte”. Luciano esperaba un resultado más contundente. Según él, el problema fue “que se le entregó la calle al macrismo en el último tiempo. Hubo un relajo en el Frente de Todos en relación a que ya ganábamos. Hay que reivindicar que el pueblo argentino durante los cuatro años no salió ningún momento de la calle. Sino hubiera sido imposible”.

Apostados junto a dos árboles entre los que exponen su mercadería, Iván (36) y Jorge (34) estuvieron desde las ocho de la mañana vendiendo remeras celestes. Llevan la firma de Cristina Fernández y el título “Sinceramente” con la grafía que aparece en la portada del libro. Dicen fabricar en el país con insumos netamente nacionales. Tal como detalla Iván: “Fabricamos acá, compramos hilo acá, tela de argentina, estampado en argentina. Quiero fabricar y vender en este país”

“La hemos sufrido”, dice Jorge y agrega: “La hemos pasado mal. Pero ahora estamos con más ganas que nunca. Ahora confiamos en este país. Estoy podrido de pagar ingresos brutos. Quiero laburar y llegar a fin de mes. Poder fabricar y vender. La verdad que ha sido muy difícil.”  Iván lo interrumpe con un grito y un salto, cerveza en mano: “¡Y volvimos, carajo!”.

La madrugada avanzó entre cumbias y cantitos, y jóvenes que permanecían en Parque Los Andes y bailaban sobre el pasto embarrado

Toca madera

Toca madera

Este año, Maderera Córdoba creció en socios pero no pudo sostener el volumen de trabajo.

Un hall espacioso que parece hecho de madera, con piezas exhibidas como si fuese una galería de arte. Sumado a los armarios, mesas y bibliotecas, se exhiben casitas, sillas, letras, carteleras y hasta macanas de policía. Sobre el mostrador, un cartel gigante con protagonistas gauchescos declara: “Guapo es el que labura”. Mientras espera a ser atendido, quien visita Maderera Córdoba -una empresa recuperada y autogestionada por sus trabajadores-, ubicada al 3165 de la avenida porteña que le da su nombre, tiene una gran muestra de creaciones pulidas y sin pintar con los que entretenerse. Se nota, desde el primer momento, que en la elaboración de esos objetos hay un factor fuertemente humano.

Un contexto difícil, una dinámica particular

“Este año crecimos como empresa en cantidad de socios, pero de cualquier manera estamos un cuarenta por ciento abajo”, dice Guillermo Sabatella,  quien fue el primer presidente de la cooperativa. Se apoya en la mesa de una cocina separada de la oficina administrativa por un biombo antiguo con motivos. Al otro lado se escucha una radio que anuncia un 34,5% de pobreza. “Durante los primeros cinco años de existencia la cooperativa creció a tasas chinas”, remarca Sabatella, quien señala que se trataba de un local con mucha fama, ochenta años de existencia y que está ubicado sobre una avenida importante. “En ese momento, además, la economía en general acompañaba. A medida que vieron que funcionaba, los clientes se volvieron a acercar”.

En un taller espacioso y repleto de aserrín, Felipe Ramírez marca una tabla de madera con un compás y una regla. El carpintero, nacido en Bolivia, está en la cooperativa desde que se constituyó.  “Ya no tenemos encargos de muebles grandes, como antes”, dice sobre el zumbido de las máquinas que usan dos de sus compañeros para cortar tablones. “Aunque igual tenemos lo suficiente para poner  plata  a salvo”, agrega.

Maderera Córdoba ha trabajado con clientes como el Gobierno de la Ciudad o el Museo de Bellas Artes..  Pero Felipe nos informa que, además de los encargos de armarios, bibliotecas y camas, también se redujeron mucho los pedidos de grandes empresas.  “Se hacen cosas más chiquitas”, explica. “La mayoría es público que viene de la calle y entran a comprar algo”. Los clientes, dice, empezaron a desaparecer en “cuando entró Mauricio (Macri). Fue bajando de a poco. Fue gradual”.

Carlos Saso es el actual presidente de la cooperativa. En un rincón anexo del taller, junto a un muchacho que trabaja con una amoladora mientras escucha cumbia con un buen equipo de sonido, explica: “Nosotros con el dinero tenemos un reparto de igualdad, no como las empresas privadas. Y en otros años teníamos un sueldo bastante bueno en relación a las empresas del mismo rubro. Ahora no nos podemos aumentar nada”. El impacto que la inflación tuvo en el consumo no dejó exento a nadie, y los miembros de la cooperativa tienen el depósito de materiales casi vacío, encargando a sus proveedores los que necesitan para la ocasión. “No despedimos personas para ajustar gastos”, recuerda Saso  y añade:.“El retiro de dinero queda ahí y tratamos de sobrevivir con eso.

La dinámica de la maderera, cuenta Felipe, incluye que algunos días de la semana familiares de los cooperativistas vayan a trabajar y se lleven un dinero a cambio. Sin embargo, en los últimos años comenzó a escasear el trabajo que se les pudiera asignar. La preocupación de Felipe es basal. Quiere que aumente el trabajo “así estamos más tranquilos”.

“Yo te enseño a ser cooperativista, a laburar la madera, pero tenés que cumplir como un relojito», dice Sabatella.

Una década y media

Junto a la heladera hay un bol con agua y otro con comida para gatos. La mascota llegó prácticamente al mismo tiempo que se recuperó el edificio. “Era muy chiquito. Ahora tiene catorce años”, dice Guillermo. La cooperativa se conformó en 2003, cuando la hija del antiguo dueño abandonó el terreno luego haber declarado la quiebra. Fue una de las primeras empresas recuperadas del movimiento que se originó tras los coletazos de la crisis de 2001.

“Tuvimos la suerte de que el terreno no estaba a nombre de la maderera, sino de la hija del dueño. Entonces lo remataron, hicimos quilombo y la justicia de la Ciudad decidió pagar el terreno, que volvió a nosotros en función de la ley que nos amparaba”, narra Sabatella, quien se refiere a la Ley porteña 1529 del 25 de noviembre de 2004.

La ley, sin embargo, no evita que existan intenciones espurias sobre esos terrenos, ubicados en una zona muy bien valuada. Uno de los tantos carteles que decoran el hall, puesto en el año 2011, advierte sobre el veto de la Ley 4008 realizado por Macri cuando era jefe de Gobierno porteño, que prorrogaba por 6 años la expropiación de 29 emprendimientos productivos. “Siempre existe el riesgo de un ataque legal. Siempre hay alguien que les va a dar una mano, que nos va a complicar”, cuenta Saso. El Movimiento de Empresas Recuperadas  vivió en julio de este año  un nuevo embate cuando el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta propuso, a través de una circular, hacer caer las expropiaciones de cuatro empresas recuperadas bajo el argumento de que “no se ha cumplido con el objeto de la ley, que era mantener puestos de trabajo”.

La maderera tejió muy buenos vínculos con el barrio, con los proveedores y con otras de empresas recuperadas.

El factor humano

Como la cooperativa sirve de sustento para todos sus integrantes, sus reglas son generales.  “Yo te enseño a ser cooperativista, a laburar la madera, pero tenés que cumplir como un relojito. Si no, no funciona bien. Funciona porque podemos distribuir en cierto momento cierta plata. Independientemente de la mentalidad que tengas. Acá sos uno más de todo un grupo y tenés que laburar. De acuerdo a tu experiencia y a tus posibilidades, obvio”, explica Sabatella.

Esa dinámica es más importante todavía en un período de retracción de la economía que en buenos tiempos. “En este momento tenés que ser puntilloso, verificar que esté todo en condiciones. Verificar la calidad de cualquier cosa que comprás. Además siempre cuesta asignar o asumir responsabilidades, pero eso es común a todas las cooperativas”.

Maderera Córdoba sobrevive también porque no está aislada. La relación con el barrio ha sido muy favorable, dicen sus integrantes, quienes hace quince años tenían miedo de que una madrugada llegase la policía con “dos carros de asalto”. “Por las noches sacábamos las cosas. El dinero, las computadoras. Y nos la guardaba la gente de la Iglesia de la otra cuadra, el dentista de la esquina, el kioskero. Hasta que compramos la caja fuerte”, recuerda Sabatella.

Sin embargo,  el factor más importante fue el trato con los proveedores, quienes incluso estando en quiebra siguieron enviando camiones con mercadería “de fiado”, que la cooperativa pagaba cuando lo podía vender. “Cuando nosotros recién comenzamos -cuenta Saso-, ellos nos trajeron un camión de material surtido. Y nos dijeron que lo fuéramos pagando mientras lo íbamos vendiendo. Así hasta que salimos a flote. Esos quedaron como nuestros proveedores. Empezamos sin nada”.

La cooperativa funciona como una empresa más o menos exitosa, reinvierte el excedente sin que haya un dueño que se lo quede. “El capitalismo es eso”, dice Sabatella y subraya: “No quiero ganar más que otro, pero tengo que ganar. Tengo que sostener al tipo que está acá. A veces peleo con uno de los vendedores porque dice ‘lo que pasa es que es amigo’. Pero yo no lo puedo regalar”.

La maderera, cuenta Saso, se especializa en cortes de madera, aglomerado y melamina, así como en molduras, “que no se hacen en ningún lado”.  “Tenemos una estructura muy particular”, se enorgullece,  Sabatella. “Eso nos permite tener clientes de primera línea. Tenemos buenos carpinteros, buena mercadería y relativamente buenos precios

El movimiento de empresas recuperadas como salida

Maderera Córdoba existe en la red que formaron las empresas recuperadas para mantenerse y aprender entre sí a funcionar como cooperativas. Guillermo Sabatella detalla: “Nosotros éramos unos de los que estábamos en primera línea, por circunstancias fortuitas: el equipo que teníamos, el conocimiento y muchos proveedores dispuestos a trabajar con nosotros. Muchas cooperativas no tienen esa posibilidad”.

En el piso superior de la cooperativa existe un bachillerato de formación en economía social. Los miembros de la maderera acuden dos o tres veces al año para conocer a los estudiantes y aportar su conocimiento en materia de Cooperativismo. “Ahora lo que pasa es que el contexto no te facilita nada para hacer una cooperativa”, dice  Saso, quien asiste con regularidad a los encuentros del Movimiento de Empresas Recuperadas. “Ahora el gobierno dice que son inviables. Y varios sindicatos se oponen también porque siendo cooperativa no reciben aportes”, agrega.

Sabatella se acoda en el respaldo antes de reflexionar que es difícil pasar de patrón a obrero, pero mucho más difícil pasar de obrero a patrón: “Esa experiencia la ganás con los años. El que tiene 20, 25 años se queja un poco de cómo funciona», dice y explica que para integrarse como nuevo socio es necesario pasar un período de prueba de más de un año. “Para demostrar que sos buena persona”, afirma.