Nuestra Escuela, en peligro

Nuestra Escuela, en peligro

El Programa Nacional de Formación Permanente Nuestra Escuela es fruto de la exigencia de generaciones de docentes argentinos por obtener una herramienta gratuita de capacitación que contemple la situación económica, social y geográfica de cada maestro o profesor. Dependiente del Instituto Nacional de Formación Docente, el programa creado en 2013 cuenta con 2.600 tutores virtuales a cargo de una variada oferta de postítulos a los que cualquier maestro con conexión a Internet puede acceder.  Sin embargo, según denunciaron trabajadores y cursantes del proyecto, las resoluciones publicadas en el boletín oficial el pasado 23 de diciembre ponen en peligro su continuidad. En diálogo con ANCCOM, tres docentes explicaron el alcance de las medidas que ponen en riesgo la finalización de la cursada de muchos inscriptos y, como consecuencia, reducen significativamente la cantidad de tutores virtuales que serán necesarios para continuar. Hasta el momento, los contratos de los tutores no han sido renovados.

 

 

“Esto es el resultado de un proceso de lucha”

 

Carlos Trapani cursaba en una escuela técnica y quería continuar estudiando Física Atómica. Aprobó el examen en el  Instituto Balseiro pero los evaluadores le negaron la beca: “Era el año 83, todavía dictadura. El dictamen fue que yo era un individuo que implicaba un riesgo para la sociedad. Vaya a saber qué cosa significaba eso, pero como no pude estudiar e investigar sobre física, decidí que iba a enseñar a todo el mundo acerca de eso. De modo que al año siguiente empecé a estudiar y a trabajar como profesor. Y bueno, de esto hace ya treinta años”, contó Trapani, docente tutor y responsable de contenido de la especialidad en Física del postítulo Educación y Nuevas Tecnologías, ofrecido por Nuestra Escuela.

 

¿Cómo surgió el Programa Nacional de Formación Permanente Nuestra Escuela?

 

Tendríamos que remontarnos unas décadas. Esto es el resultado de un proceso de lucha que hay que enmarcar en la movilización los años sesenta y setenta, donde se pugnaba por una sociedad radicalmente más democrática que la que se vivía hasta ese entonces. En ese contexto, los docentes se asumieron como trabajadores de la educación y se pudo configurar el marco sindical de la Confederación de Trabajadores de la Educación (CTERA). Se luchó en ese momento por tener un estatuto del docente que regulara los procesos de selección de personal, de asignación de tareas y derechos laborales. En ese estatuto del docente se preveían las juntas de calificación docente, que eran cuerpos colegiados elegidos por los pares para evaluar los méritos académicos, experiencias, formación, capacitación posterior, y asignar en concurso un orden de mérito a los postulantes, para que los más capaces sean los que tengan prioridad para acceder a cargos. Lo que también había que garantizar eran iguales oportunidades para capacitarse luego de la formación inicial. De modo que se pensó incluso en crear la Universidad Pedagógica Nacional, una estructura similar a la UTN, con regionales en todo el país, donde los docentes pudiéramos formarnos, capacitarnos, investigar, especializarnos en nuestras disciplinas. Pero bueno, no se pudo. Al retomarse la democracia, en los primeros años se buscó reponer el estatuto del docente y normalizar el funcionamiento de los sindicatos, y hacia el 2000 se retomó la iniciativa de tener una instancia de capacitación nacional, de calidad académica, que alcanzara a todos los docentes y les brindara iguales oportunidades. Con ese objetivo, se creó el Instituto Nacional de Formación Docente y, dentro de él, políticas definidas para tener líneas de capacitación. Alrededor del 2008 y 2009 empezaron a aparecer cursos de alcance nacional: primero Conectar Igualdad, y después otra serie de programas. Entre ellos, uno de los más amplios, generosos y de mejor calidad  es el Programa Nuestra Escuela.

 

¿En qué consiste Nuestra Escuela?

 

Es un programa que no oferta cursos sueltos, sino un trayecto de dos años compuesto por una veintena de módulos, que forman lo que se llama una especialización en educación y nuevas tecnologías. Para todos, la extensión y la densidad académica, geográfica y de recursos es similar, pero respetando un trayecto que atiende a la especificidad de cada disciplina o área de desempeño. Yo, además de tutor, soy responsable de contenidos de Física para Nivel Medio y Superior. Las instancias a cursar son todas con trabajos que tienen que desarrollarse vinculados a los contenidos disciplinares, a los contenidos pedagógicos y a los diseños, realizaciones y evaluaciones de puestas en práctica docentes. Cada cursante tiene temas para estudiar de la disciplina, temas para desarrollar respecto de la pedagogía y de la didáctica, y tiene que implementar prácticas incorporando esos nuevos conocimientos y los nuevos recursos digitales que están por allí en la nube pero no están pensados desde la didáctica. Lo que hace el programa, entre otras muchas cosas, es hacer análisis didácticos de los recursos disponibles en el ámbito de las nuevas tecnologías.

 

 

Calificaste a Nuestra Escuela como un programa amplio y generoso, ¿En qué sentido?

 

Yo tuve una cursante que intervenía muy poco pero hacía intervenciones buenísimas, entonces le escribí pidiéndole que intervenga más seguido, que sus aportes eran muy importantes y muy interesantes. Ella me dijo que cuando baja a Tartagal y el cyber está funcionando se conecta. Podría nombrar cientos de casos así. El programa está pensado para que esa profesora, que trabaja en una escuela rural en Tartagal, pueda capacitarse y lo haga en las condiciones que pueda. Por eso en un momento mencioné que era un programa generoso, en el sentido que se les brinda a cada cual la oportunidad de cursar con sus disponibilidades y sus restricciones de tiempo, espacio y circunstancia. En cambio, la filosofía que fundamenta las nuevas resoluciones,  se parece a la de la Academia Pitman: vos entras, haces una capacitación instrumental y te vas. La única manera de entender la lógica de cerrar la inscripción, dejar a la mayoría afuera y a los pocos que quedan hacerlos cursar apurados es eso, un criterio de eficiencia operativa muy cruzado y muy enemistado con lo que tendría que ser una filosofía pedagógica.

 

¿Cuáles son esas nuevas resoluciones?

 

Durante el año pasado estuvo corriendo permanentemente el rumor acerca de cuánto iba a durar esto. Como se estaban destruyendo muchas cosas en distintos ámbitos, parecía extraño que no se metieran con la educación. Y bueno, en la semana que hubo entre las fiestas nos enteramos que venía la arremetida contra el programa Nuestra Escuela. Mediante las resoluciones firmadas el 23 de diciembre que establecieron cambios en el régimen de cursada. Son cambios muy malintencionados, que dejan afuera de la posibilidad de cursar a la mayoría de los docentes que están integrados a la cursada del postítulo y, en forma proporcional, va a dejarnos sin contrato a los tutores.

 

¿Qué modificaciones establecieron esas resoluciones en el régimen de cursada?

 

En primer lugar, se cierra la inscripción. Es decir, nadie este año puede ingresar y comenzar el curso. Con eso quedan afuera alrededor de 50.000 inscriptos que se venían anotando regularmente año tras año. La otra resolución establece que quienes aún no hayan superado la mitad de la cursada no pueden seguir cursando la segunda mitad, porque dicen que el programa ya está hace varios años y no puede ser que se estire tanto. El tercer cambio determina que quienes hayan superado la mitad de la cursada tienen este año para finalizar. Si no lo terminan en este ciclo lectivo, en diciembre se cierra y no lo terminan más. Entonces, son tres resoluciones sencillitas que dejan afuera más o menos a 50.000 docentes cursantes cada una. Además, para seguir siendo cursante tenías que reinscribirte hasta el 30 de diciembre. La resolución salió el 23, que fue viernes. Los docentes recibieron los mails entre el 26 y el 27 y tenían tiempo de presentarse hasta el 30 en sus escuelas sedes, porque el postítulo no es solo virtual, tiene instancias presenciales de evaluación, de coloquio, de ateneos, etc. En muchas sedes, entre el 27 y el 30 de diciembre no hay nadie. De modo que un montón de personas que sí se enteraron a tiempo quedarían afuera porque no tuvieron a quién presentar los papeles. En algunos lugares se pudieron presentar los papeles, pero si por ahí faltaba algún certificado o no estaba completo el conjunto de requisitos administrativos. Es una locura: tener que reinscribirse en tres días o perder toda la cursada.

 

¿Cómo afectan las nuevas resoluciones a los tutores virtuales?

 

Yo soy tutor de los últimos módulos: Propuestas Pedagógicas I y II y Seminario de Especialización en Física. Tengo que suponer que, como son del tramo de la terminalidad de la carrera, me quedo. Es decir, puedo especular que porque doy el último seminario no me van a echar. Pero también puedo especular que si me miran el Facebook me echan, porque no se basan en criterios académicos. No se nos acusa ni de ñoquis, ni de que enseñamos mal, ni de que somos burros, ni de que somos vagos. No hay acusaciones, porque no pueden, porque no existen. Esto estaba funcionando bien, los docentes lo han validado a lo largo de estos años inscribiéndose, estudiando, produciendo, explorando innovaciones en sus prácticas, pensándolas, elaborando reflexiones, asumiendo nuevas modalidades de trabajo. No hay críticas de que el programa sea defectuoso o que los tutores tengamos mal desempeño. No, simplemente decidieron que se achica, se corta, se cercena y se cierra.

 

¿Recibieron alguna respuesta a los reclamos?

 

Todavía no están los listados de quién se queda y quién se va, con lo cual se genera un clima horrible de inestabilidad, de incertidumbre. No somos empleados, somos contratados. Entonces, a pesar que nosotros nos consideremos despedidos, técnicamente no nos llaman a firmar el nuevo contrato y, por lo tanto, estamos afuera.  El ministerio dijo que están revisando y en febrero se va a saber quién continúa y quién no. Pero somos 2.600 y ese es el equipo que se vino construyendo a lo largo de ya varios años, y es la dimensión de docentes necesaria para atender la demanda regular que hasta ahora es bastante estable. “Revisar” quiere decir que van a achicar el ingreso y la permanencia y, por lo tanto, van a reducir la planta de tutores del equipo. Por los medios circula poco, recortado y distorsionado. Pareciera que el reclamo solo es no perder la fuente de trabajo. Estamos reclamando eso, pero es solo una parte. No se trata de mi puesto de trabajo individual. Se trata del Instituto Nacional de Formación Docente y el Programa Nuestra Escuela,  resultado de lucha de generaciones y generaciones por tener una mejor calidad educativa. Es el punto más alto de la construcción social que conocimos los argentinos en cuanto a garantizar el ejercicio del derecho a la capacitación permanente democrática y académica de los docentes, y con lo que están haciendo se están llevando puesta una institución que llevó casi medio siglo de construcción. Entonces, mi puesto es una nimiedad frente al hecho de que se está desmantelando una política institucional de estado que los argentinos pudimos conseguir mediante luchas populares a lo largo de generaciones, a lo largo de décadas. Se están llevando puesto el programa Nuestra Escuela y el Instituto Nacional de Formación Docente. Este es el problema.

 

 

“Otras formas de construir la docencia”

                      

Laura Bonomi egresó como profesora de Lengua y Literatura del Instituto Joaquin V. Gonzalez en marzo de 2016. Durante el último año trabajó como docente de Literatura en un Centro Educativo de Nivel Secundario para adultos de la Ciudad de Buenos Aires e ingresó como tutora virtual en un postítulo de alfabetización inicial del Programa Nuestra Escuela. “Empecé Letras en la UBA, estuve unos años ahí y después me di cuenta que lo que quería era trabajar en el aula. Me pasé a un profesorado y nunca me arrepentí”, dijo la docente.

 

¿Cuál es tu experiencia en el Programa Nacional de Formación Permanente Nuestra Escuela?

 

Mi experiencia de trabajo es poca, porque estuve sólo dos bimestres. Las especializaciones son de dos años, con materias bimestrales. La materia que doy yo –Perspectivas de Alfabetización– es una de las primeras de la especialización, así que en general tuve todos cursantes que estaban recién ingresando. El trabajo es bastante intenso. Cuando te hacen el contrato te plantean que es un trabajo que haces dos horas al día, diez horas a la semana, pero en realidad te lleva bastante más tiempo, porque la construcción del vínculo con cada cursante es de una forma completamente diferente a cómo es en un aula presencial. Implica prestarle mucha atención a las intervenciones de cada alumno, ver qué cursante no está participando, tratar de averiguar por qué, tratar de contactarse, reponer cierta cotidianidad del vínculo que te da el aula concreta que en el aula virtual se construye de otra forma. Así que para mí era bastante distinto también, porque la experiencia que tenía como docente era toda en aulas presenciales y esto es una modalidad bastante nueva. El postítulo también tiene encuentros presenciales, que se dan a lo largo del año. En mi caso, no eran con los cursantes de siempre, sino con otros que yo no conocía y que estaban transitando distintas etapas de la especialización. Es como una cuestión más transversal, con otro tipo de desafío, ya que eran personas que venían de hacer otro recorrido.

 

 

¿Qué aporta a tu formación como docente ser tutora en este programa?

 

Creo que como experiencia de trabajo es muy interesante: esto de ver cómo hay otras formas de construir la docencia que no necesariamente tienen que ver con un pizarrón y una tiza, sino con otros espacios y otras tecnologías que no son las que uno está acostumbrado tradicionalmente, o en las que se formó. Además, te plantea un montón de interrogantes como trabajador, que no te planteas en la docencia: la forma de contratación, o distintas cuestiones que tienen que ver más con lo gremial que te hacen preguntarte cosas que en la escuela, una institución con tanta historia, ya están planteadas. Acá está todo por construirse.

 

¿Cómo sentís que contribuye a la educación la capacitación virtual gratuita que ofrece Nuestra Escuela?

 

En las aulas en las que yo trabajé tenía cursantes de todo el país, de lugares muy alejados entre sí. Tenía docentes que estaban trabajando en Misiones, en la Triple Frontera, y otros que estaban trabajando en la frontera con Chile y tenían contacto con distintas comunidades aborígenes, o que venían de situaciones distintas cada uno de ellos como docentes. Para mí, como tutora, fue un aprendizaje enorme, abrirme al panorama de tipos de escuelas diferentes, que yo ni sabía que existían. Y creo que eso le pasa a los cursantes también: empezar a encontrarse con situaciones a las que no están acostumbrados a pensar. Me parece que cuando uno estudia presencialmente, por el contrario, lo hace con gente con la que uno comparte el mismo espacio geográfico. Por otro lado, la plataforma virtual habilita a esta gente que vive muy lejos de centros de formación o de lugares que den postítulos a hacerlos desde su casa, o desde sus pueblos. Los únicos dos requisitos es tener un título docente y tener conexión a Internet. Desde Ushuaia hasta Jujuy, todo el mundo puede acceder. Esa es la mayor ventaja que tiene el programa, la virtualidad. Además, los encuentros presenciales que se hacen cada cuatro meses, se ofrecen en varios lugares de cada provincia, permitiendo así que sea posible asistir. Me parece que es un programa, en ese sentido, mucho más amplio.

 

¿Qué problemas acarrean las nuevas resoluciones publicadas en diciembre?

 

Salieron una tanda de resoluciones, una por cada postítulo. En principio los postítulos se plantean como programas a término: se piensan para un período de tiempo limitado, de dos años. Eso implicaría que la gente que ingresó la última vez que se abrieron inscripciones, que fue en agosto de 2016, tenía dos años para terminar la cursada. Eso daba un tiempo hasta mediados de 2018. Las resoluciones lo que dicen es que cambia esa fecha de julio de 2018 a diciembre de 2017. De esta manera, sacan un cuatrimestre entero de cursada y la gente que se anotó en agosto ya no llega, le falta medio año para terminar la especialización. Otro de los puntos más terribles de las resoluciones es que se imposibilita el recursado de materias. O sea que si a vos en algún momento te fue mal en una materia, o la abandonaste o lo que haya pasado, no podes volver a cursarla. Hay un montón de gente que le falta quizás cursar una o dos materias, pero como son materias que tienen que recursar no podrían terminarlas. Hay otro problema con los encuentros presenciales: se pide en el trayecto de cada estudiante una cantidad de encuentros que tienen que cumplir, pero como los que ingresaron en agosto no llegan a hacerlo porque no les dan los tiempos, plantean suplirlo con una especie de trabajo de campo –que no se sabe bien en qué consistiría porque la resolución no lo especifica-. Son un montón de nuevas trabas que los tutores no conocíamos cuando terminamos de hacer el cierre de notas del último bimestre. No sabíamos que la gente que tenía que recursar la materia en realidad ya no iba a poder cursar más.

 

¿Cuántos son los cursantes afectados?

 

En mi especialización en alfabetización inicial, en agosto, ingresaron 8.000 cursantes. Ellos ya no pueden terminar la carrera porque no llegan según los nuevos tiempos. Los cálculos que se hicieron desde los sindicatos es que hay alrededor de 130.000 cursantes que no llegarían a finalizar los estudios antes de diciembre de 2017. O porque deben recursar materias y no están habilitados para hacerlo, o porque necesitan un cuatrimestre más –ese cuatrimestre hasta julio de 2018– y la resolución lo quita. Si uno les aumentara la cantidad de materias, los estaría excluyendo directamente porque no podrían terminar de cursar. El régimen de cursada, aunque es virtual, exige un ritmo de lectura y de participación en actividades muy intenso. En mi materia, por ejemplo, tienen que intervenir en los foros todas las semanas, hacer pequeñas actividades, y al fin del bimestre tienen que presentar un trabajo final. Y es un trabajo final que tiene una instancia de reescritura, si fuese necesario. Los tiempos son acotados, sobre todo si uno tiene en cuenta que los cursantes son docentes y que muchas veces el cierre de nuestras materias en los postítulos coincide con las fechas de cierre de notas en las escuelas.

 

¿Consideras que está en peligro la continuidad del programa?

 

Sí. No se abrirían nuevas cohortes y para nosotros ese es uno de los puntos a discutir: la continuidad del programa y la apertura de nuevas cohortes. La verdad es que son muchísimas las especializaciones que ofrecen, y muy variadas. Según algunos dichos extraoficiales de los funcionarios, se abrirían nuevas formas de capacitación. Pero los postítulos, como existen hoy, ya no existirían más. El programa tiene dos partes: una son las especializaciones, que son de dos años, y después hay cursos nacionales que dan puntajes en todo el país. Desaparecería todo: se cerrarían los cursos nacionales y las especializaciones. Para nosotros eso implica el cierre de hecho del programa, el vaciamiento, porque se transformarían en no sabemos qué.

 

¿Cómo se ven afectados los tutores con la resolución? ¿Y tu caso en particular?

 

En realidad lo que más nos afecta es que todavía no han llamado a ninguno de los 2.600 trabajadores del programa para firmar de nuevo el contrato. Nosotros estamos precarizados, estamos contratados por convenios con universidades, pero firmamos un contrato. En mi caso, como entré al programa a mitad de año, es un contrato de un cuatrimestre de agosto a diciembre. Pero la gente que viene trabajando hace muchos años en el programa siempre firmaba contrato de enero a diciembre, todo el año. Y ya para los últimos días de diciembre tenían el contrato firmado para el año siguiente. Este año no llamaron a nadie. No vamos a cobrar enero, y supuestamente nos llamarían en febrero para volver a firmar los contratos de los tutores que se necesiten. El tema es que con la cantidad de cursantes que se van a quedar afuera con estas resoluciones, se achica muchísimo la cantidad de tutores que son necesarios. Y sobre todo para las materias –como en mi caso– del principio de la especialización, que no se van a volver a abrir porque ya no existen nuevas cohortes y no permiten que los alumnos que las tengan que recursar lo puedan hacer. Se abrirían solamente aquellas materias que a algún alumno le falte cursar y que nunca haya recursado. Entonces, los que somos tutores de las primeras materias estamos más complicados, porque ya dejarían de existir.

 

 

“Una mirada del docente formador y transformador”

 

Felicitas Bernasconi, luego de recibirse de licenciada en Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires, realizó una certificación docente para técnicos y profesionales en San Pedro, donde vive actualmente, y un postítulo sobre Educación y Medios en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Da clases en el nivel secundario y, desde 2009, trabaja en un instituto superior de formación docente. Hace dos años comenzó un postítulo en el Programa Nuestra Escuela pero, debido a cambios implementados durante el último año, se sigue postergando la fecha en la que debe rendir el coloquio final necesario para obtener el título.

 

¿Qué mirada del docente consideras que tiene la capacitación ofrecida por el Programa Nuestra Escuela?

 

La capacitación tiene una mirada del docente formador y transformador. De reflexión sobre la práctica. Se dirige a un docente crítico y consciente de su propia labor. Es muy buena, porque te hace reflexionar continuamente sobre la propia labor, que es lo que tanto se pregona desde ciertos sectores sociales.  El que lo hace en forma consciente, termina modificando su propia práctica y eso, por ende, tiene una incidencia favorable en la educación de los chicos. La capacitación apunta a eso, a profundizar la calidad educativa en función de los cambios que aportan desde lo teórico y desde lo práctico para la educación de los chicos. A mí me sirvió un montón, porque si bien mi carrera de base es Comunicación, los avances en tecnología y la cantidad de plataformas y herramientas digitales existentes que me aportó el postítulo, claramente fueron en beneficio de mis clases y, supongo, en beneficio de los alumnos.

 

¿Cómo fue tu experiencia en el Programa?

 

Empecé con un postítulo de Nuestra Escuela hace dos años. La verdad, espectacular. No imaginé que iba a ser de tanta calidad un postítulo a distancia. Incluso trabajamos con los mismos autores que habíamos leído en FLACSO. El postítulo del Estado no tenía nada que envidiarle al otro. Incluso es más profundo. Cursé bien los dos años de postítulo, pero con el último gobierno vinieron algunos cambios. Yo tenía asignada una sede en San Pedro, en la que me anoté porque con el trabajo y mi hijo de 5 años se me dificulta viajar. Si bien los postítulos son virtuales, tenés algunas sedes asignadas de manera federal para los encuentros presenciales, que se dan dos o tres veces por año. Con el cambio de gobierno y la reestructuración en algunos postítulos, la coordinadora de sede fue informada de una serie de modificaciones que iban a implementarse y renunció a mitad de año. Se fue sin explicar demasiado por qué y, con desconocimiento del funcionamiento de todo el sistema, asumió un nuevo coordinador que tuvo que implementar todos esos cambios, entre ellos los de sede. Yo estoy haciendo el postítulo de Educación Primaria y TIC para formadores de formadores, porque doy clases en un instituto que enseña a futuros maestros. El sistema es así: vos cursas un seminario final, lo aprobás, y después tenés que presentar de manera presencial un trabajo que haces en ese seminario. A mí me queda solamente rendir el ese coloquio porque ya tengo todo aprobado. Iba a ser en San Pedro y, de repente, me lo pasaron para Campana por una cuestión de unificación de sedes, generándome bastantes complicaciones. Si bien Campana no queda lejos, para quienes no tenemos vehículo implica una serie de organizaciones familiares, laborales, etc.,  que uno no tenía previsto. De golpe cambiaron todas las condiciones de cursada. Y no solo eso,  sino que yo aprobé en octubre, tenía como fecha para rendir el  3 de diciembre, y me lo cambiaron para junio de este año. Es súper engorroso, y eso implica no solo un perjuicio personal, de tiempos, sino también en el ingreso a la docencia.

 

¿Cómo te afecta para el ingreso a la docencia?

 

Todos los años, los docentes se tienen que anotar para poder estar en el listado de aquellos que van a dar clases este año, por si salen horas y demás. Y cada año también debes incorporar, en ese ingreso, los nuevos títulos que tenés. Yo tengo todo el postítulo aprobado, pero no el coloquio final, porque me lo derivaron para junio. Como el ingreso a la docencia es en mayo, no llego con la fecha. Con lo cual tengo un año más con un postítulo dando vueltas sin poder ingresarlo a la docencia. Y eso me equivale un perjuicio en mi puntaje, porque cada título te da un puntaje determinado y te ubica en un lugar del listado docente. Lo grave del caso es que no dan explicaciones.

 

¿Qué problemas generaron las últimas resoluciones en tu especializción?

Hay una resolución por postítulo. El postítulo de Educación Primaria y TIC, por ejemplo, fija como fecha de fin de cursada el año 2017. Entonces, aquellos a los que les queda más de un año para terminar, van a tener que hacer un postítulo de dos años en la mitad de tiempo. En la resolución dice que se van a implementar las medidas necesarias para que los cursantes lo puedan hacer en un año, pero es algo imposible, salvo que una persona esté dedicada solo a hacer eso. Porque son exigentes, de muy buena calidad, te demandan un montón de tiempo. Es imposible hacerlo en un año, a no ser que bajen la calidad. Pero bueno, son todas cosas así extrañas. Otra modificación es que, a partir de este año, cito: “Los cursantes podrán cumplimentar los requisitos relativos a encuentros presenciales, a través de trabajos de campo y la presentación de un informe en el campus virtual”. Eso es lo que haces durante toda la cursada. O sea, dejan de establecer los encuentros presenciales.

Un abrazo a la educación

Un abrazo a la educación

El Ministerio de Educación y Deporte de la Nación recibió, este martes, un abrazo simbólico de miles de personas para exigir la reincorporación de los 400 despedidos en esa cartera; la renovación de contratos de los 2.600 tutores del Programa Nacional de Formación Permanente Nuestra Escuela, y para repudiar las agresiones físicas a delegados de Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) efectuadas por la Policía el día anterior. La Confederación de Trabajadores de la Educación (CTERA) y ATE completaron la medida con un paro que los maestros continúan por tiempo indeterminado.

El lunes, los trabajadores del Ministerio de Educación habían previsto una asamblea general para las 10 de la mañana en el hall del Palacio Pizzurno, pero no pudieron concretarla porque encontraron el edificio vallado y la policía impidió su ingreso a golpes. El viernes anterior, los trabajadores habían decidido levantar la permanencia pacífica realizada desde el jueves en la sede de avenida Santa Fe para exigir la reincorporación de los despedidos y la renovación de los contratos de los tutores. “En esa asamblea teníamos que estar tanto los que estamos todos los días en el Ministerio como los trabajadores a distancia, que son los 2.600 despedidos. La Policía no los quiso dejar entrar y comenzó a reprimir a un delegado de la Junta Interna”, dijo Violeta Lañin, trabajadora del Ministerio de Educación y Deportes y afiliada a ATE. Y agregó: “El viernes a la tarde hicimos un cuarto intermedio para volver el lunes a la mañana a hacer una asamblea. Cuando llegamos, teníamos todos los edificios del Ministerio vallados por la Policía. Pizzurno, que es la sede principal, tenía todas las puertas cerradas menos una del costado. No dejaron entrar a los trabajadores a distancia y golpearon a los delegados”. Ante ese episodio, los trabajadores decidieron realizar una permanencia, que fue levantada unas horas más tarde. “Muchos trabajadores estuvimos en contra de levantar la permanencia. Yo creo que si no obtuvimos ninguna oferta de parte del gobierno, y si además nos reciben con represión y policías, lo mínimo que podíamos hacer era sostener, quedarnos en nuestro lugar de trabajo”, opinó Lañin.

Según informó la trabajadora, aún no se conoce la totalidad de trabajadores afectados. “A algunos compañeros los estuvieron llamando, o les mandaron mail, diciéndoles que tenían una reunión con la asesora legal, Teresa Patronelli. Cuando iban a la oficina a reunirse, les decían que estaban desvinculados. Todavía hay muchos a quienes no se lo comunicaron”, denunció.

 Desde el ministerio aseguran que, luego de una revisión, son 205 contratos que vencían el 31 de diciembre los que no fueron renovados, porque incumplían el horario de trabajo. Sin embargo, el delegado de ATE por el Ministerio de Educación Lucas Eidelman explicó: “Tenemos 400 despidos de los equipos centrales, algunos contratados y otros en planta transitoria. Hay de todo, ellos no tomaron como criterio la modalidad de contratación, sino el vaciamiento de programas. Cuando uno analiza dónde se realizan los despidos, la mayoría de esos telegramas llegaron a áreas donde se garantizan programas que garantizan derechos establecidos en la Ley Nacional de Educación”. Y agregó: “Por otro lado, tenemos los 2.600 trabajadores del Ministerio de Educación que desarrollan el Programa Nacional de Formación Permanente Nuestra Escuela: capacitación gratuita universal para todos los docentes del país. La única oferta de formación gratuita que tienen los docentes la garantiza el Estado, y está refrendada en el acuerdo paritario con los gremios docentes. Fue una reivindicación histórica de ellos y ahora no tendría continuidad”.

Lañin, en el mismo sentido, expresó: “Este gobierno critica a los docentes por sus capacidades, pero les saca la formación gratuita que ellos tenían para poder seguir calificando. Hubo una resolución que salió por Boletín Oficial donde cambiaban los planes de estudio de los compañeros que están cursando los postítulos, que básicamente hace imposible continuar con ellos. El Programa Nacional de Formación Permanente está desde 2013 y depende del Instituto Nacional de Formación Docente. Estaba capacitando a unos 200.000 maestros de todo el país, de los cuales alrededor de 130.000 quedarían afuera con la nueva resolución”.

El paro, aclaró Eidelman, es “contra los 3.000 despidos pero sobretodo en defensa de la educación pública”. Gremios docentes, estatales, organizaciones sindicales, sociales y políticas, legisladores, diputados, y otros miembros de la comunidad, se acercaron a Pizzurno 935 a manifestar su apoyo.

 “No tuvimos ninguna respuesta de parte de las autoridades”, declaró Eidelman. Y adelantó: “Ahora estamos en paro por tiempo indeterminado. Vamos a estar realizando acciones –que definiremos en las próximas horas– y reuniones en cada uno de los edificios del Ministerio”.

Como futbolista, resultó un gran escritor

Como futbolista, resultó un gran escritor

¿Qué pasaría si el bebé destinado a ser Superman cayera en un terreno baldío de Isidro Casanova? Con esa consigna nace Kryptonita, un libro que relata cómo, en la madrugada del 29 de junio de 2009, una banda de criminales llega al hospital Paroissien y se atrinchera para salvar a Nafta Súper, líder del grupo. “Me contrataron por una nueva novela y me dijeron que tenía que poner en el contrato aunque sea de qué iba a tratar. Y yo, la verdad, que más en broma que otra cosa les dije: ‘De un Superman matancero’”, explica Leonardo Oyola.

Oyola nació en 1973 y se crió en el oeste de Gran Buenos Aires, al igual que Nafta Super y el resto de la banda. Colabora en la edición argentina del mensuario Rolling Stone y en la revista Orsai, donde entregó bimestralmente durante 2012 el folletín Cruz/Diablo. Además de Kryptonita, lleva publicadas otras siete novelas: Santería, Sacrificio, Siete & el Tigre Harapiento, Hacé que la noche venga, Bolonqui, Gólgota y Chamamé.

Debido al éxito de Kryptonita y de su adaptación cinematográfica dirigida por Nicanor Loreti, el escritor recibió varias propuestas para continuar la historia. Nafta Súper, del mismo director, será una serie de ocho capítulos que se emitirá a partir del miércoles 16 de noviembre por Space y contará por qué, diez meses después del episodio en el Paroissien, vuelve Nafta Súper al barrio, por qué se vuelve a juntar la banda.

¿Cómo surgió la idea de Kryptonita?

Estaba promocionando otro libro mío, Santería, con Juan Sasturain, director de esa colección. Nos citaron mal en la Rock and Pop, una hora antes de la que teníamos que estar, entonces hicimo tiempo en el bar de la esquina. Ahí, charlando de cualquier cosa, él me contó de los elseworlds o what if, que trasladan un personaje conocido popularmente a otra realidad. Me habló sobre un Batman que le gustaba mucho, que lo habían trasladado a la época de los corsarios, de los piratas, y que respiraba no solo el personaje Batman sino también mucho de Emilio Salgari y Sandokán. También me contó de Hijo Rojo, una historieta en la que el bebé que iba a ser Superman, en lugar de caer en Estados Unidos, caía en la Unión Soviética y, por ende, se convertía en un ícono comunista. De hecho, el mundo se volvía comunista por él. Y bueno, la idea me gustó. Justo me contrató una editorial grande para escribir una nueva novela y me dijeron que tenía que poner en el contrato aunque sea de qué iba. Y yo, la verdad, que más en broma que otra cosa le dije: ‘De un Superman matancero’. Y les encantó. El bebé que estaba destinado a ser Superman, en lugar de caer en Estados Unidos, cae en un terreno baldío en Casanova y se cría en el barrio donde crecí yo. Estaba contento porque era la primera vez que acá me pagaban una plata muy importante por una novela –había tenido esa suerte solo en España–, pero cuando me puse a escribir no le encontraba el tono, no servía lo que quería hacer. Entonces me di cuenta que tenía que leer muchas historietas, involucrarme un poco más en el personaje. Pasaron tres años hasta que hice el primer borrador y la pude entregar.

foto del escritor

“Me contrataron por una nueva novela y me dijeron que tenía que poner aunque sea un timeline, de qué iba. Y yo, la verdad, que más en broma que otra cosa le dije: ‘de un Superman matancero».

¿Cómo decidiste situar la historia en el Hospital Paroissien?

En el medio de esos tres años fueron pasando cosas que determinaron el escenario. Una amiga muy cercana decidió quitarse la vida y se pegó un tiro con un calibre chico, entonces tuvo cuatro días de agonía hasta que finalmente falleció. Esos días estuvimos todos de vigilia, haciéndole el aguante en el Paroissien, y me volvieron muchas historias, porque es el hospital de mi lugar. Mis viejos toda la vida trabajaron en negro, no teníamos obra social, y cualquier cosa que nos pasaba nos atendíamos ahí. Y bueno, en ese momento decidí que la novela se iba a situar en el Paroissien y que Nafta Súper iba a llegar malherido. Y lo que me pareció interesante, al lado de otros libros que ya había escrito, fue poner al médico como narrador principal. Quería jugar por un lado con eso y, por otro lado, con las voces polifónicas. Aparentemente el narrador principal es el Tordo, pero después van apareciendo los otros personajes, los otros héroes contando la historia de Nafta Súper.

El Tordo es un “nochero” que pasa cuatro días sin dormir pagado por los médicos titulares para que cubra sus guardias. ¿Te enteraste de este tipo de prácticas durante los días que estuviste en el Paroissien?

Algo ya sabía porque me habían comentado, pero ahí lo terminé corroborando. Tenía un conocido que estaba laburando en el hospital y nos reconoció. Le contamos con quién estábamos y pasamos varios días con él. Le pregunté por los nocheros, si era un mito o si era realidad. Y me contó: era realidad, lamentablemente.

Al principio la novela estaba basada solo en Nafta Súper,  ¿cómo decidiste incluir a la Liga de la Justicia?

La primera versión que escribí se volvía involuntariamente una parodia, tanto de los superhéroes como de La Matanza, y yo no quería que pasara eso, sobre todo con La Matanza. Me daba cuenta que me estaba metiendo con algo que no quería criticar. Lo poco que había leído de historietas hasta el momento me había parecido muy bueno, muy fascinante, entonces no me quería burlar ni a palos. Además de la tragedia de mi amiga me pasó otra cosa, que yo también digo que fue una tragedia personal –en broma– y es que no salía Lost, la serie. No lo hacía porque por primera vez hicieron huelga los guionistas, y ahí es que la mayoría de las series pasaron de tener 24 episodios por temporada a 13 –y ahora los reducen más todavía, porque se dan cuenta que los escritores tienen un control muy grande. Entonces leí una nota increíble, del periodista Marcelo Stiletano, que hablaba en ese momento de lo que estamos viviendo ahora: el advenimiento de la era dorada de la serie. Decía que a lo que más se le daba importancia era a las historias, y que entonces todo lo que estaba flojo en el cine iba a interesar para la televisión y que actores y directores que estaban acostumbrados a trabajar en el cine pasarían a la TV. Fue muy visionario Stiletano. Pero lo básico que contaba él era que antes, sobre todo en las series de los 70 y los 80, todo pasaba por la estrella. Cuando la estrella quería un aumento y no se lo daban, no se presentaba al set de filmación. ¿Entonces qué pasaba? Como el capítulo semanal se tenía que emitir igual, se hacían refritos: esos son los famosos capítulos en los que los protagonistas son los personajes secundarios de la serie y, por lo general, evocan recuerdos, hay flashbacks. Utilizan escenas del personaje principal, que no vino a grabar, de otros capítulos. Decían que el recurso más fácil, y el más repetido para las series policiales, era juntar a todos en la comisaría y que viniera el jefe y dijera “acaban de herir a tal personaje”. Corte: todos en el hospital  esperando que salga de la operación y diciendo “él es duro, va a aguantar, porque ¿te acordás aquella vez que peleamos contra tal?”. Y yo pensé: `¡Eso está buenísimo!` Ahí hay una forma de narrar, de contar a un ausente. Entonces me di cuenta que quería usar lo del hospital porque era muy vívido lo que estaba pasando ahí, con esta conocida, y que estaba bueno que arranque con el doctor, pero que los que terminen contando sean ellos, los personajes de la Liga de la Justicia. En ese momento yo venía mirando los dibujitos animados de Cartoon Network con mi nene, entonces agarré y empecé con eso. Después me di cuenta que el Ráfaga tenía que ser el que contara la cosa más zafada, o más idealista de Nafta; que Federico tenía que ser el más terrenal; y que Lady Dy lo contara como lo que es, una mujer enamorada. Y no solo como una mujer enamorada, sino como alguien que quiere mucho a la otra persona, como hablarías vos de un amigo o de alguien que querés un montón, que incluso cuando estás contando los defectos hasta lo apañás, por ese amor que le tenés. Entonces me pareció interesante contarlo a él desde esos tres puntos de vista, y que el narrador que aparentemente era el principal hasta ese momento pasara a ser testigo junto con los lectores.

Kryptonita tiene doble lectura, una realista y otra más fantástica. ¿Cómo hiciste ese balance?

Eso tenía que ver mucho con mi pareja. Ella te pregunta “¿Superman es el que vuela, no?”. Entonces uno dice listo, ya está, está genial que ella pueda leer tranquila, seguir toda la historia y que aunque no enganche ninguna referencia de las historietas no se quede fuera de la fiesta. Hay algo que a mí no me salió, y me hago cargo. Mi intención en Kryptonita era que el lector tomara postura. O son todos delirios de un médico drogado, que lleva cuatro días sin dormir y experimenta alucinaciones, o son superhéroes. Y la verdad es que todos se tiraron para el lado de que eran superhéroes. Porque me parece que, en el fondo, como es una propuesta de ficción, todo lo que queremos creer es en lo mejor, en lo que no va a ser ordinario. En el aspecto realista, la gran victoria que tiene la novela son los vínculos entre ellos, la amistad. Eso, sean superhéroes o no, es algo que me parece muy reconocible en todos.

Esa amistad es la que salva a Nafta Súper y al resto de la banda. ¿Cómo ves que se dan este tipo de vínculos en el lugar donde creciste?

Es muy difícil el tema de criarte en ambientes así. En alguna cosa, aunque sea menor, terminás incurriendo en lo que se conoce como laburo por izquierda. Porque la calle tira, hay mucha injusticia, y dan ganas de romper con ciertas normas. En ese aspecto son muy importantes los amigos, porque primero te van a mostrar todos los otros caminos para que no sigas ese; y si no, te va a acompañar en las malas. Son elecciones de vida y me parece que ellos, en el fondo, si pudieran hacer otra cosa la harían.

Kryptonita cuestiona los estereotipos e inscribe a los personajes en la trama social de la que son parte…

Se estigmatiza mucho, y es muy fácil enseguida marcar al pobre. Eso no pasa solo hoy, es en general. Creo que se acentuó muchísimo más durante la dictadura, cuando se invisibilizaron las villas. Cuando tapas algo, estás negando un problema. Y el mayor problema que había en ese momento y que sigue hasta ahora, además de las privaciones de derechos humanos, es el crecimiento absoluto de los extremos de pobreza que hay en el país, que son tremendos.

Lady Di también problematiza las estigmatizaciones, ¿cómo construiste su personaje?

Me basé en personas conocidas. Pensé en aquellas que para mí fueron muy valientes en su momento, porque eligieron una identidad. Ahora no digo que sea fácil, porque eso siempre va a ser muy movilizante, pero el contexto social actual ayuda muchísimo para alentar a la elección. A mediados de los 80, con la vuelta de la democracia pero con la todavía fuerte presencia militar, era muy duro. Tenemos que pensar que hasta casi finales de los ochenta, en nuestro país al sida se le decía “la peste rosa”. Había un error de información tremendo, ya que se decía que solo a los homosexuales les podía agarrar. Y era terrible, nada que ver. Entonces me parece que lo más interesante que tiene Lady Di, que la convierte en una verdadera heroína, es cuando ella descubre su identidad, la adopta, está orgullosa y feliz, en un ambiente que de por sí era hostil. Pero no solamente porque era La Matanza en los ochenta, sino porque el país era así.

foto del escritor

«Mi intención en Kryptonita era que el lector tomara postura. O son todos delirios de un médico inmaculadamente drogado cuatro días sin dormir y que está experimentando alucinaciones, o son superhéroes».

En el principio del libro, un chico gravemente herido llega al hospital y lo dejan morir, ¿ese episodio está basado en alguien de tu barrio?

Si, y lo digo con nombre y apellido. Es Lucas Navarro, el orejón. Lo lincharon en Los Pinos. Quise poner esa historia porque yo me considero un hijo orgulloso del barrio Los Pinos, pero creo que tenemos una deshonra enorme que es que ahí se linchó, y eso bajo ningún punto de vista se hace. Dividió muchísimo a toda una generación, porque padres de compañeros de él de la escuela lo lincharon. La mayoría de los profesores renunciaron, la noviecita de él y parte de los chicos se enfrentaron con sus compañeros por lo que pasó. Fue algo terrible. Parece que es una noticia de un día en la agenda policial de cualquier noticiero, pero son cosas que quedan para siempre. El barrio no se olvida de lo que pasó, pero el resto del mundo sí. Entonces para mí era una manera de decir: “No nos olvidemos que esto pasó y fue terrible. Que no se repita”. Lamentablemente, con intervención policial mucho más directa, después terminaron pasando otras cosas terribles, como lo de Luciano Arruga, el Tonchi, y muchos otros pibes.

Una escena que condensa la exclusión y la invisibilización de la pobreza es aquella en que la madre de Nafta Súper le dice en su niñez: “Las calles acá son de tierra, hijo. Por eso no puede venir a tomar la leche Carozo con nosotros”…

Eso fue muy loco, porque me parecía que contar algo de cuando eran chicos era una manera de humanizarlos. Metí algo muy personal, la parte de la infancia es muy autobiográfica. Yo siempre tuve esa ilusión de que fueran, y nunca fueron. Y mi vieja me decía eso, que las calles ahí son de tierra, por eso no iban a venir. De hecho, a mis viejos recién les asfaltaron en el 2013, hace tres años. Están contentos, pero fue mucho tiempo, pasaron más de 30 años de ese recuerdo. Kryptonita es el más autobiográfico de mis libros. Toda la relación de Nafta con el hijo es prácticamente la que tengo con mi nene. Incluí diálogos que teníamos con él, cosas que hacíamos en ese momento. Toda la parte del baile también es autobiográfica (risas).

En el final del libro, la banda de Nafta Súper especula con la posibilidad de que los policías decidan no matarlos porque están las cámaras de Crónica transmitiendo en vivo. ¿Cuál es tu opinión sobre la policía en nuestro país?

A mí de chico se me enseñó –y esa fue mi mamá antes que la calle y antes que mi viejo– que si yo necesitaba algo jamás le pidiera a la policía. Así que si hablamos desde lo social tenemos toda una pila para decir por qué no la policía. Y desde lo ficcional tenemos el decálogo de Gamerro, que es excelente. Gamerro arranca diciendo que el culpable en la literatura nacional siempre va a ser la policía. Para mí es eso. Un hecho que cito al pasar, y que no desarrollo porque no era nodal para lo que estaba contando en Kryptonita, es lo que pasó en el Banco Nación de Ramallo (n.d.r.: se refiere a la masacre del 17 de septiembre de 1999 en la que dos rehenes y un ladrón murieron bajo balas de la Policía bonaerense). Fue vergonzoso, por cómo se tapa toda la zona liberada y cómo deciden matarlos a todos. No les importó nada, fue un fusilamiento. Uno ve las imágenes del auto, cómo fue avanzando, y cómo le tiran todos, y es vergonzoso. El caso de los Pomar, en 2009, también es terrible. Hay una teoría muy fuerte de que a los Pomar los atropelló un patrullero manejado por la mujer del comisario. Ella los chocó, y por eso los mantuvieron ocultos, los dejaron morir. Uno agarra y dice: “¡Si pasó eso, Dios mío!”. Al baqueano que termina encontrando el auto le dan una paliza tremenda. Hay una denuncia de pasajeros que habían visto el auto tumbado desde micros de dos pisos que pasaban por la ruta. ¿Y en teoría rastrillaron todo durante nueve días y no lo vieron? El tema de la policía es muy tremendo.

Debaten también sobre la presencia de las cámaras de televisión…

Claro. La banda de Nafta Súper se la está jugando, porque dice que estos tipos no van a querer ejecutarlos delante de las cámaras. Pero, por otra parte, depende del jefe de turno que esté ahí, si el tipo piensa que es un golazo o no que los maten en vivo. Hay un documental sobre el diario Crónica que es genial y se llama Tinta roja. Tiene toda una parte donde uno de los jefes de seccional está diciendo: “¿Pero se murió o no se murió el policía? Porque si se muere es noticia, sino no”. Y está a lo largo de 40 minutos preguntando lo mismo, es muy duro.

¿Qué sentiste con la recepción que tuvo el libro?

Mucha alegría, porque era la octava novela que publicaba –la sexta en el país–, y esa fue la primera que me empezaron a leer en el oeste. Fue re lindo, empecé a ir mucho al oeste por eso. Además,  Kryptonita me llevó a escuelas, universidades, unidades penitenciarias, y a muchos lugares del país y de afuera. Estoy muy agradecido.

¿Cuándo comenzó tu interés en la literatura?

Empecé de grande a leer, a los 16 años. Hay una anécdota que cuento mucho, que es que en el verano de 1989 hubo una crisis energética enorme en el país. Se cortaba la luz por áreas programadas. Era re amargo, no tenías la tele, no podías escuchar música, y lo único que quedaba era jugar al fútbol. Y ahí me vengo a enterar, porque uno se miente mucho con eso, que no era bueno con la pelota. Te dejaban afuera y era tristísimo, porque además era el momento que tenías para hacerte el lindo con las vecinas. A mí me gusta mucho el fútbol, pero bueno, era un bajón. No teníamos electricidad para la música y la tele, y yo tenía que preparar una materia que me había llevado.  En ese momento era distinta la forma de calificar en la escuela. Era con letras y tenías objetivos, no es que promediabas las notas. Y tenía un objetivo que me había llevado de vago, por no haber leído y porque, en realidad, andaba de amores con una piba. Tenía que preparar tres cuentos de Crónicas Marcianas. Los leí y me encantaron. Ahí me enganché con la lectura. Me acuerdo que agarré la bicicleta y fui a ver a un compañero que era al que todos le hacíamos acoso escolar, era el nerd. Yo lo veía leer mucho en la escuela, en los recreos, y entonces le fui a pedir libros. Y me enganché leyendo ciencia ficción. Y después, un día me llevó al Parque Rivadavia. Nos colamos en el tren, fuimos al parque, un flash, me encantó. Él ahí compraba mucho, y yo me empecé a comprar mis primeros libros, los policiales. Mis viejos veían con buen ojo que comprara libros, que leyera, porque yo ya andaba chupando para esa época, así que eso también los tranquilizaba. Y de ahí no paré de leer. Me acostumbré mucho en ese momento a la literatura de saldo, y después, cuando fui más grande y empecé a trabajar, me pude comprar los libros que yo quería. En este momento, lo que me engancha mucho es leer a los escritores nuevos.

El año pasado se estrenó la película Kryptonita, ¿cuál fue tu participación?

Claudia Piñeiro, una gran amiga, me dijo que no me metiera en la adaptación del guión así lo disfrutaba más. Si bien Nicanor Loreti desde el minuto cero me hizo partícipe de tod, y me había dicho que laburara la adaptación con él y con Camilo de Cabo –que terminó siendo el guionista principal–, preferí quedarme afuera. Cuando empezó el rodaje fui; después de los primeros días los técnicos y actores me llamaron aparte y me dijeron que ellos habían laburado en otro momento con adaptaciones de novelas y habían visto muy mala relación director-escritor, y que conmigo veían que era todo lo contrario, que a ellos les gustaba que yo estuviera en el set. Así que me dijeron si podía ir las tres semanas que quedaban. Colgué todo y fui, fue una experiencia hermosísima. Tuvimos ahora la suerte de repetirlo con la serie. Pero esta vez sí estuve más involucrado en todo.

¿Cómo surgió la serie Nafta Súper?

Ya se nos habían acercado varios después de lo que fueron las proyecciones de la película en Mar del Plata, que armaron mucho revuelo. Veían que todo el mundo se quedaba con ganas de más. Entonces si bien yo había hecho la promesa de no hacer otra novela con este universo, sí estaba dispuesto a seguirla en cine o televisión. Ya desde el rodaje estaba la broma cariñosa de “ponete a escribir la segunda”, y ese tipo de cosas. Dijimos que sí a Space porque ellos eran los que nos dejaban traer a todos los técnicos. Lo importante para nosotros era volver a juntar a toda la banda, tanto delante como detrás de cámara. Y bueno, por suerte salió. Fue muy exigente, fue como hacer tres películas. Pero con mucho presupuesto, no como Kryptonita que fue independiente. Con Nicanor hicimos la historia completa. De los ocho guiones escribí tres yo solo, y los otros cinco con un coguionista, para llegar con los tiempos.

¿Sobre qué será la serie?

Son diez meses después de lo que pasó en el hospital. Por qué se vuelve a juntar la banda, por qué vuelve Nafta Súper al barrio. El único actor que no pudo ser de la partida fue Nico Vázquez, justo tenía el rodaje de La Ultima Fiesta. Era todo un tema tratar de juntar a los diez actores en los mismos tiempos. A último momento nos sentamos y se bajó.

¿Estás trabajando en un nuevo libro?

Esta medio difícil porque hace cuatro años que vengo con un libro nuevo que transcurre en una unidad penitenciaria femenina y que sale de todas mis idas y vueltas con relación a los talleres. Yo no doy talleres en las unidades penitenciarias, pero voy porque ahí dan libros o relatos míos. Y es híper amargo todo eso, muy oscuro. Tiene una energía diferente a Kryptonita, entonces tanto el rodaje y el estreno de la película, como el de la serie, me alejaron de esa escritura. Nosotros hicimos esta temporada de Nafta Súper cerrándola. Si ellos después quieren hacer una segunda temporada, no pienso abrir el archivo de Word porque me es muy frustrante empezar de vuelta con el universo y después cortarlo. Además yo a la hora de escribir soy así: investigo, pruebo bastantes cosas, y después me encierro cuatro o cinco meses hasta sacar un primer borrador. Quisiera volver con esta porque también me aparecieron otras historias de largo aliento que quiero hacer.

 

Actualizado 1/11/2016

“El arreglo con los fondos buitre es una mala noticia para el mundo”

“El arreglo con los fondos buitre es una mala noticia para el mundo”

“Lo que podríamos generar con este rumbo es un estancamiento”, opinó sobre la política económica del gobierno de Mauricio Macri, Martín Guzmán, investigador del Departamento de Economía y Finanzas de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia. Además de formar parte del equipo del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz y ser asesor de la Asamblea General de la ONU, Guzmán es profesor de la Universidad Nacional de La Plata y de la Universidad de Buenos Aires, en donde dicta cursos sobre macroeconomía y crecimiento económico. Es editor del Journal of Globalization and Development, y co-dirige el Grupo de Investigaciones sobre Reestructuración de Deuda y Quiebras Soberanas, de la Universidad de Columbia.
En diálogo con ANCCOM, manifestó su preocupación sobre las perspectivas futuras: “El gobierno está manejando esta transición de una forma que va a tener efectos negativos sobre el nivel de actividad y, en particular, sobre nuestra dinámica social, por el hecho de que se está generando una sociedad más desigual. Y una sociedad más desigual significa que funciona peor, no solo en lo económico, sino en un sentido más amplio”, expresó.
Licenciado y Magister en Economía en la Universidad Nacional de La Plata y Doctor en Economía en la Universidad Brown, Guzmán también analizó el impacto que tendrá el pago a los fondos buitre a nivel nacional e internacional.

¿Cómo están afectando las políticas económicas tomadas por el actual Gobierno nacional?
La primera medida principal fue el abandono del cepo, la devaluación. La realidad es que este gobierno heredó una situación macroeconómica débil en la cual si no hacía nada el país iba a tener una crisis de balanza de pagos. Sin embargo, el punto es cómo manejar esa devaluación, y ahí es donde creo que el gobierno actual le está pifiando. Porque más allá de que necesitase devaluar, el punto siguiente era reconocer que el país está en una transición y que el mercado no logra hacer un buen trabajo durante las transiciones. De modo que mi miedo era que si el gobierno solo devaluaba y no hacía mucho más, iba a haber un traspaso a precios que ni siquiera se limitase solo al componente de la producción que es importado o que se exportan. Porque Argentina tiene una historia de tanta inestabilidad de precios que el dólar es la moneda para la fijación de precios en sentido amplio. Hasta un café sube cuando sube el precio del dólar, aun cuando es solo una parte pequeña de ese café lo que se importa. De modo que esperaba un traspaso a precios alto. Había dos cuestiones. Primero era intentar evitar que eso pasase. La devaluación fue una redistribución de recursos desde la ciudad al campo. El siguiente paso es quién va a pagar el ajuste dentro del mundo urbano. Y lo importante es que no recaiga sobre el asalariado. Y para ello es necesario, entonces, hacer políticas de precios. Había que concertar para que los precios de lo que no se justificaba que aumente no aumentase, y no se hizo. Por eso lo que tuvimos fue un traspaso a precios alto. Si se sigue ese camino, entonces lo importante es compensar a los sectores que más capacidad de compra perdieron, sobre todo a los sectores más vulnerables, con una política de ingresos muy agresiva. Hubo algo de eso, pero fue insuficiente. Entonces lo que estamos observando en Argentina es una disminución del poder adquisitivo concentrada en los sectores más vulnerables, y sobre la clase media menos acomodada también, que está generando un efecto recesivo más grave que el que en principio se podría haber logrado si se hubiese manejado bien la devaluación, es decir, si se hubiese hecho concertación para que el traspaso a precios se limite estrictamente a lo que es insumo importado.

¿Qué opina sobre los despidos que está llevando a cabo este gobierno?
Es importante impedir que en un Estado ocurran dos cosas: los ñoquis y el clientelismo. El problema es que los despidos en el Estado están yendo más allá que eso. Incluyeron a muchas personas que no eran ni ñoquis, ni estaban acomodadas, ni eran improductivas. Había mucha gente que simplemente estaba comprometida y con cierta afinidad política, que cumplía cierta función. Mi entendimiento difiere del que se infiere a partir de las acciones del gobierno, porque pienso que el Estado tiene un rol importante en ciertos sectores en los cuales el mercado no resuelve los problemas de una sociedad. Y esto no solo tiene que ver con la economía. Por ejemplo, tiene que ver con los derechos humanos. Hay áreas que son vitales para el funcionamiento de una sociedad que han sido cerradas. Eso está reflejando una visión de cómo debe funcionar el Estado, totalmente diferente a la que tengo yo.

¿Encuentra algún parecido entre las políticas neoliberales que tuvieron lugar en la década del 90 y las que se están llevando a cabo por el gobierno de Mauricio Macri?
Al día de hoy las políticas que ha llevado a cabo el gobierno de Macri son parecidas pero no equivalentes a las políticas de los 90. Pero es importante que no lo sea, que eso se mantenga. En los 90 hubo un proceso de liberalización del comercio que generó una destrucción de la industria, y una destrucción consecuente del empleo industrial. Argentina es un país que tiene una porción de mano de obra calificada muy grande que solo puede ser absorbida por ese sector. Esas políticas a lo que condujeron no fue a un país más eficiente, sino a un país mucho más desigual, con mucha más exclusión social, en el cual millones de personas quedaron fuera del sistema. Y eso lo sufrimos como sociedad. A la vez, hubo políticas de liberalización financiera que también se tradujeron en mayor inestabilidad, en lugar de mayor eficiencia. Hoy en día vemos que hubo ciertos elementos que denotan una visión del Estado parecida, pero no se hizo todo igual. El tema es que recién empieza. De modo que va a ser importante cuidar el empleo industrial. Y eso quiere decir que la forma en que Argentina se integre comercialmente con el mundo tiene que ser muy cuidadosa. Si de un día para el otro se abrieran las importaciones, eso llevaría, si se hace de forma indiscriminada, a la destrucción de empleo industrial, y eso es muy regresivo.

¿Cómo cree que debería ser manejada la política de subsidios?
El tema de los subsidios es complejo y hay mezcla. No tiene sentido que la clase media alta y la clase acomodada del país paguen cinco dólares por mes por la electricidad. Eso es regresivo. O sea que ese subsidio está mal, tiene que ser eliminado. Pero hay otros elementos de los subsidios que no son regresivos. Tenemos una estructura demográfica en la cual en las afueras de los conglomerados vive la gente menos pudiente que necesita trasladarse al centro. Esa gente no está usando el transporte público porque le guste, no es un bien de consumo, sino una necesidad básica. Y eso tiene que estar subsidiado. No tiene sentido que la gente tenga que caminar más o tener mayores dificultades para trasladarse de las afueras hacia las escuelas o los puestos de trabajo por el hecho de que sea más caro. El boleto de colectivo que traslada a la madre que lleva al chico a la escuela tiene que ser casi gratis. No se puede pensar una política de eliminación de subsidios como si todo fuese un bien de consumo. Cada cosa es diferente. No es lo mismo la electricidad que consume la clase media para mirar televisión y para usar los electrodomésticos, que el transporte público que te puede trasladar a la escuela o al trabajo. No es lo mismo pagar electricidad para jugar al tenis en el country que para proveer a una escuela de luz. Hay sectores en la sociedad en los cuales las tarifas tienen que reflejar el costo de producción, pero hay otros que no. La eliminación de subsidios se está haciendo sin el cuidado suficiente. Si eliminás ese subsidio porque te es muy difícil identificar quién lo merece, entonces lo que hay que hacer es una política de ingresos muy fuerte para compensarle a esos sectores.

¿Cómo logró Argentina salir de la crisis de 2001?
Hubo una combinación de factores que dieron lugar a una recuperación muy exitosa. Hay tres que fueron muy importantes. El primero fue la reestructuración de la deuda, que permitió recuperar la sostenibilidad y poder tener los recursos para poder hacer políticas contracíclicas. El segundo fue que el país persiguió una política de tipo de cambio real competitivo, y además múltiple en la práctica, en la cual se le cobraba retenciones al sector que naturalmente tenía más ventajas, que producía más divisas pero que no producía empleo, y se le daba una ventaja adicional a los sectores que no tenían la ventaja natural pero que absorbían más empleo. Entonces, lo que hubo fue una reindustrialización que reincorporó a cientos de miles de personas al sistema productivo. Y en tercer lugar, hubo un factor externo muy favorable para el país que fueron las condiciones internacionales. Los precios de lo que Argentina exportaba eran altos. Esto funcionó muy bien hasta el año 2008, ya que Argentina tenía una capacidad ociosa alta, la utilización del capital no llegaba al 70 por ciento, y en ese mundo hacer políticas keynesianas funcionó muy bien. Esas políticas hicieron que el país creciera un ocho por ciento por año. Pero luego vino la crisis internacional. Como habíamos generado los recursos en los años previos, pudimos navegarla relativamente bien. Pero el desempleo había bajado mucho y la utilización del capital había crecido mucho, en particular en sectores claves como energía. Empezaba a haber cuellos de botella. Lo que dice la lógica es que tendrían que haber reconfigurado el esquema de política económica tratando de hacer que la capacidad productiva se expanda. Y eso requiere más inversión. Antes alcanzaba con empujar mucho el consumo. Ahora –desde 2009 hasta aquí– se necesita empezar a tener más cuidado en las políticas de demanda, hacia dónde se direccionan, focalizándolas en aquellos sectores que se quieren expandir más, ya sea porque pueden crear cambio tecnológico o porque pueden crear empleo. A la vez, son necesarias políticas industriales que permitan que la oferta de esos sectores se expanda. No se hizo, o se hizo mal. Se creyó que expandiendo la demanda siempre, uno iba a generar capacidad de oferta siempre. Y esa teoría está errada. La realidad es mucho más complicada que eso. De modo que lo que se obtuvo fue que sobre aquellos sectores en los cuales se podía importar, se empezó a importar más cuando la demanda crecía y la capacidad de oferta no. Sobre aquellos sectores en los cuales no se podía importar empezó a haber aumentos de precios. El aumento de precios significa que la economía se empezara a volver menos competitiva, o sea que el tipo de cambio real se está apreciando. El tema de que se importaba más, el gobierno lo atacó con diversos controles para que no haya una huida de reservas. Pero igual las reservas siguieron cayendo, porque como el país era más caro, la gente -por ejemplo- en vez de irse de vacaciones dentro del país empezó a irse de vacaciones afuera; y ese tipo de cosas generan una huida de dólares. Todos los indicadores se empezaron a deteriorar. Además, para lidiar con esas situaciones, se siguió expandiendo la política fiscal pero no haciéndolo con cuidado. Eso causó un déficit fiscal que fue grande. De modo que llegamos a una situación en la cual tenemos una economía menos competitiva, que se le están yendo las reservas y que al ser menos competitiva exporta menos y produce menos en sectores que habían logrado expandirse. En ese esquema, la caída de reservas lleva inevitablemente a que el tipo de cambio salte, que es la famosa herencia de la que habla el gobierno. Así que lo que nos deja el final de este experimento es un record mixto, en el cual hay una herencia que por una parte tiene elementos positivos, ya que se logró una distribución del ingreso más igualitaria, se le alivió la situación a mucha gente, se consiguió bajar el nivel de pobreza, y hubo mucha creación de empleo, y por otra parte tiene elemento negativos, que es la situación macroeconómica débil que hacía que fuese difícil poder mantener esos indicadores positivos.

 

¿Cuáles son las perspectivas futuras sobre la economía del país?
Lo que podríamos generar con este rumbo es un estancamiento. Las perspectivas futuras en el corto plazo me preocupan porque el gobierno está manejando esta transición de una forma que va a tener efectos negativos sobre el nivel de actividad y, en particular, sobre nuestra dinámica social, por el hecho de que se está generando una sociedad más desigual. Y una sociedad más desigual significa que funciona peor, no solo en lo económico, sino en un sentido más amplio. Me preocuparía si las políticas empiezan a enfocarse en el concepto de la ventaja comparativa estática, es decir, fomentar la producción de aquello que ya se sabe hacer. Las retenciones a las exportaciones son un elemento importante de las políticas de desarrollo. O sea que a pesar de que haya sido necesario reducirlas sobre sectores que habían perdido competitividad, no hay que reducirlas sobre otros sectores como, por ejemplo, la soja y la minería, porque lo que se requiere es darle una ventaja a otros que son los que van a crear empleo, sin matar a la soja y a la minería, permitiendo que puedan seguir produciendo y generando las divisas que el país necesita. De modo que va a ser importante para la buena salud de nuestro proceso de desarrollo que no se atente contra una estructura económica diversificada. Si empezamos a disminuir el nivel de diversificación de nuestra economía, justamente por las políticas cambiarias y de comercio exterior, lo que pasaría sería que habría expulsión de empleo, destrucción de costos de trabajo, y eso sería malo para el proceso de desarrollo. Una estrategia de desarrollo sana debe garantizar que al mismo tiempo se asegure la sostenibilidad macroeconómica –no quedarse sin divisas–, que haya inclusión –pleno empleo– y que se fomente el cambio tecnológico. Si las políticas que se implementan fallan para asegurar al menos una de esas tres, entonces el proceso de desarrollo deja de ser sano.

EL ARREGLO CON LOS BUITRE

¿Qué es un fondo buitre?
Un fondo buitre es un agente especializado en comprar deuda en default a precios de remate para luego litigar pidiendo pago completo. Es decir, exigen el total -mientras ellos pagaron una fracción baja-, más intereses y punitorios. De este modo, los fondos buitre logran explotar huecos en la arquitectura legal financiera para obtener ganancias exorbitantes a partir de la desgracia de los países que entran en crisis. Su accionar distorsiona el funcionamiento de los mercados de deuda internacional, porque puede hacer que sea imposible para un país terminar una reestructuración de deuda, agravando de esta manera la crisis. Hace que una recesión se vuelva una depresión y que el desempleo, la pobreza, y la desigualdad aumenten. De modo que lo que ellos hacen es una amenaza para todo el sistema. Por eso deberían ser eliminados.

¿Cuáles son los principales fondos que actúan sobre la deuda argentina?
Hubo varios buitres que actuaron sobre la deuda argentina, casi todos basados en Nueva York, en Wall Street: NML Capital, Aurelius Capital Management, Dart Management, Blue Angel Capital, Bracebridge Capital, Olifant Fund y Montreux Partners. El principal es NML Capital, que es una subsidiaria de Elliott Management, dirigida por Paul Singer. El monto a pagar a los buitres y a los otros holdouts que compraron la deuda antes del default, creyendo que el país iba a poder pagarlo, es de 12 mil millones de dólares. La mayor parte de eso ya se pagó. Y la ganancia que perciben los buitres es diferente dependiendo de cada buitre, porque depende de cuándo obtuvieron una sentencia favorable y de cuánto pagaron por esos bonos. Yo hice la cuenta para NML Capital y mi estimación es que su ganancia es de aproximadamente 1270 por ciento. Con los bonos que compraron en el año 2008 –que es una gran compra, cientos de millones de dólares– ganaron una tasa de 40 por ciento anual.

¿Qué significó para la Argentina el acuerdo alcanzado con los fondos buitre?
Lo que este acuerdo significa es que se está pagando una deuda y, por otra parte, que el país recupera la capacidad de poder pagarle al 93% que no está cobrando, porque justamente se levantó la cautelar que lo impedía. Además, recupera la capacidad de acceder al mercado de créditos internacional. Eso por un lado es positivo y por el otro negativo. Lo bueno es que es un instrumento más y, si uno lo usa con cuidado y con buen criterio, puede servir. Lo malo es que podes hacer un mal uso del instrumento. La forma en que nos integremos tiene que ser cuidadosa, ya que si no se hace bien va a afectar al desarrollo. Algo que no es bueno para el país es volver a emitir bajo ley Nueva York, porque esos marcos están muy sesgados hacia los acreedores en general y hacia los buitres en particular. Ellos han escrito las leyes. De hecho, lo que hacen los buitres antes era ilegal: había una ley que lo impedía, la ley Champerty. Y por lobby -documentado- de los buitres esa ley fue eliminada en 2004. Para Argentina no es bueno exponerse a un conjunto de reglas escrita por las élites y para las élites, porque a pesar de este argumento de que sale más barato endeudarse bajo ley Nueva York, en la práctica lo barato termina saliendo caro. De modo que esta cuestión de la integración hay que tratarla con cuidado. Está bueno recuperar el acceso al crédito internacional, pero estamos integrándonos de una forma que no es sana. A Argentina le convenía cerrar este capítulo. De hecho, el riesgo más importante era el riesgo de la aceleración, que es que los bonistas que no estaban cobrando aceleraran sus deudas y reclamen ahora el pago completo. Eso podría haber llevado a otro default.

¿Cómo afectará este precedente en el mercado financiero internacional?
Tendrá un impacto nocivo. Es una mala noticia para el mundo. Porque este arreglo alienta un comportamiento similar a otros buitres o a otros bonistas: ahora saben que si no acuerdan con el país que necesita reestructurar su deuda, pueden esperar y meterse dentro del grupo que recibe un fallo similar a los fondos buitre, como pasó con una porción importante de los tenedores de bonos argentinos. El grupo llamado “Me too” (Yo también) no litigó directamente, sino que siguió el liderazgo de los fondos buitres y finalmente recibió el mismo trato por parte del juez Griesa. Este precedente va a generar un problema que los economistas llamamos riesgo moral: el incentivo a no acordar. Pero si todo el mundo hace lo mismo, todos pierden. Porque el país que entra en default claramente no tiene los recursos para pagar. Si los tuviese, no hubiese hecho default. De modo que esto es una amenaza general al funcionamiento del mercado de deudas en el que no solamente van a perder el deudor y sus sociedades –los ciudadanos– sino que además van a ser los acreedores los que perderán si esta lógica se expande.

¿Qué opina sobre la interpretación que la justicia de Nueva York hizo de la cláusula pari passu?
La interpretación de Griesa de pari passu es ridícula y la comunidad global ha aclarado que esa interpretación no tuvo sentido. De hecho, la comunidad financiera, representada por la Asociación Internacional de Mercado de Capitales, sugirió un nuevo lenguaje para los contratos de deuda que aclara que pari passu no significa lo que Griesa dijo que significaba. Lo que pari passu se supone que debe hacer es asegurar un tratamiento equitativo entre acreedores. A dos acreedores iguales se los tiene que tratar de la misma manera. Lo que Griesa dijo es que tratamiento igual era que el acreedor que sí reestructuró su deuda, que además la había comprado cuando no estaba en default, recibiese un tercio del valor. Y que el buitre recibiese por aquello por lo que pagó en promedio 23 centavos, 100 centavos más intereses que incluían la prima de riesgo. O sea que mientras unos aceptan una quita de dos tercios, el otro no solo no tiene quita sino que además le compensan por punitorio, le pagan más intereses. De modo que este tiene un retorno superior al 1000 por ciento y los otros tienen un descuento de dos tercios. Ahí no tiene nada de igualitario el tratamiento. Desde el punto de vista de la lógica económica, ese fallo no tiene sentido. Desde punto de vista de la lógica legal ha sido altamente criticado por académicos y por los abogados líderes en este tema.

¿Qué es un “Credit Default Swap” y cuál es el problema que genera que las posiciones en estos activos sean anónimas?
Un Credit Default Swap es un activo parecido a un seguro. Hay un tenedor de deuda argentina, y en principio el riesgo de que no cobre es que Argentina no le pague. Si compra un Credit Default Swap a otra institución, por ejemplo a una empresa de seguros, en el caso de que el país no le pague, la empresa le va a pagar. O sea que aun cuando haya default ese individuo va a cobrar igual. El problema de que estos mercados sean anónimos, es que puede suceder que el país esté reestructurando deuda y en la mesa de negociaciones pueda haber bonistas que posean estos activos. De modo que ellos no tienen ningún incentivo a llegar a un acuerdo con quita, porque van a cobrar igual. Lo que eso tiende a hacer es distorsionar los procesos de reestructuración generando rezagos en su resolución. En el esquema actual de los mercados financieros internacionales el problema es aún mayor, porque resulta ser que los que deben votar acerca de si un evento es un default o no en ocasiones son los mismos que están litigando a los países. Cuando Argentina no pudo lograr que los acreedores cobrasen –porque si bien el país le pagó al banco de Nueva York que era el agente fiduciario que se suponía que iba a intermediar los pagos, este no le pudo pasar la plata a los bonistas porque si lo hacía entraba en desacato con la orden del juez Griesa–, en ese momento hubo un comité de la Asociación Internacional de Swaps y Derivados (ISDA) que tuvo que determinar si el evento de que los acreedores no pudieran cobrar era un default o no. Eso era relevante porque si era un default los pagos sobre Credit Default Swaps se activaban. Ese comité tenía 15 miembros, uno de ellos era Elliott, el fondo buitre que estaba demandando a Argentina, liderado por Paul Singer. O sea que Paul Singer votó acerca de si el evento de Argentina era un default o no. Eso crea un conflicto de intereses enorme, porque potencialmente se puede dar una situación en la que el mismo litigante posee un Credit Default Swap y además es el que tiene que decidir si se activa el Credit Default Swap o no. Estas son armas que pueden ser muy distorsivas.

¿Por qué las reestructuraciones suelen ser “demasiado poco y demasiado tarde”?
Hay situaciones en las que forzar el pago completo de las deudas hace que todo sea peor, que a todos les vaya peor, menos a minorías que justo están primeras en la fila para cobrar. Porque en situaciones en las cuales el sector privado se está achicando, está reduciendo el gasto, y el país encuentra una carga de intereses muy grande que le obliga a hacer un ajuste fiscal para poder repagar, lo que tiende a pasar es que la crisis empeora. Eso fue lo que vivió Argentina por bastante tiempo, hasta llegar al default de 2001. Se forzó el repago en situaciones en las cuales eso empeoró la crisis y condujo a niveles de desempleo, pobreza y desigualdad más altos. Es lo mismo que le está pasando hoy a Grecia. En esos casos es necesario reestructurar, es necesario que el país pueda tener un alivio de la deuda para no tener que usar sus recursos para pagar sino para implementar políticas macroeconómicas contracíclicas que ayuden a la recuperación. De modo que también el tamaño de la torta que se va a repartir entre todos va a ser más grande. Sucede que las reestructuraciones tienden a dilatarse mucho en el tiempo, son “demasiado tarde” y, además, una vez que se hacen terminan siendo insuficientemente profundas –“demasiado poco”– como para darle alivio al deudor para que se pueda recuperar. De hecho, desde el año 1980 a la actualidad, el 51 por ciento de las reestructuraciones con acreedores privados fueron seguidas de otra reestructuración o default dentro de los cinco años, lo que muestra que la primera reestructuración no alcanzó. A varios países les ha ido muy mal, esto es un síndrome en general. Pero Argentina fue la excepción. A Argentina la han acusado de ser agresiva pero sin fundamentos, porque en realidad para que te digan que sos agresivo te tienen que demostrar que estás teniendo una quita superior a la que necesitas para alcanzar la sostenibilidad, y ese no fue el caso del país. Argentina tuvo una quita lo suficientemente profunda para alcanzar la sostenibilidad, por eso le fue tan bien después. Desde 2003 al 2008 creció ocho por ciento en promedio por año, y la reestructuración no fue lo único que condujo a eso, pero fue una condición necesaria y fue esencial para ese proceso.

¿En qué consisten los puntos aprobados en Naciones Unidas y cuál es el objetivo de crear un marco multinacional para la reestructuración de la deuda soberana?
Las Naciones Unidas aprobaron nueve principios que incluyen, por ejemplo, el de la sostenibilidad: la reestructuración de deuda tiene que ser lo suficientemente profunda como para asegurar la sostenibilidad. Otro principio es el de darle el derecho al deudor a iniciar un proceso de reestructuración y decidir sus propias políticas, es decir, que no estén condicionadas por organismos multinacionales como el FMI o como, en el caso de Grecia, por el Banco Central Europeo y los países de la Comisión Europea. Otro principio importante es el de la equidad entre los acreedores. Son todos elementos que en las reestructuraciones recientes han sido violados. Y si no hubiesen sido violados las reestructuraciones hubieran funcionado mejor, no hubiesen entrado en la categoría del “demasiado poco y demasiado tarde”. De modo que es una iniciativa muy importante. Pero hubo seis países que votaron en contra de estos principios, que son una base para crear un marco multinacional: Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Canadá, Japón e Israel. Ese grupo incluye a las plazas acreedoras principales, donde más se emite deuda. Y votan en contra porque están en contra de alterar los equilibrios o desequilibrios que existen en la actualidad, en los cuales los marcos están muy sesgados a favor de los acreedores, y por eso los deudores sufren tanto. Entonces, va a ser muy difícil cambiar las cosas a nivel de las Naciones Unidas. Cuando hay problemas de deuda a nivel corporativo, en varios países del mundo hay leyes de quiebra que establecen un conjunto de provisiones que ayudan a que las reestructuraciones se hagan de forma ordenada. No hay buitres para las quiebras corporativas, porque está la ley de quiebras. Pero esas leyes no existen para los estados soberanos, por eso lo que tiende a pasar es la ley de la selva, es el caos. Y en la ley de la selva gana el más fuerte, gana el león. Y acá ganan los buitres. Por eso es tan importante avanzar en la creación de marcos que provean a los países de herramientas para poder resolver sus crisis de deuda de una forma ordenada. No se puede replicar una ley de quiebras a nivel deuda soberana, pero sí se puede avanzar en la constitución de marcos estatutarios –sin que haya un juez del mundo, porque eso invadiría la inmunidad soberana– que den provisiones para que las reestructuraciones se hagan mejor.

¿Por qué con las reformas contractuales propuestas por la Asociación Internacional de Mercados de Capitales (ICMA) no alcanzaría?
Las cláusulas propuestas por ICMA ayudan y son buenas, pero no son suficientes. Lo que ICMA sugiere son dos cosas. En primer lugar aclara pari passu, y eso está muy bien. En segundo lugar, propone incluir en los contratos de deuda cláusulas de acción colectiva más robustas que las existentes, que lo que hacen es asegurar que si la mayoría de los tenedores de la deuda de un país aceptaron la propuesta del soberano que está en crisis, la minoría tiene que aceptarla también. Por lo tanto, no podría haber un uno por ciento que se oponga, como hicieron los buitres en el caso de Argentina, y así bloquear una reestructuración. Tendría que ser un porcentaje mucho más alto.
¿Por qué no son suficientes? La primera razón es una cuestión transitoria, que es que hay mucha deuda –alrededor de 900 mil millones de dólares– emitida bajo el lenguaje viejo, que no tenía estas cláusulas, y hay varios países que van a sufrir defaults pronto –porque en el mundo hubo un boom de los precios de los commodities y los países emitieron deuda como si los precios fuesen a estar altos para siempre y, en realidad, ahora bajaron. Esos soberanos van a tener que hacer sus reestructuraciones en los mismos marcos que los hizo Argentina y con contratos muy parecidos: eso es carne para los buitres. Aun cuando los países en el futuro incorporen estas cláusulas de ICMA van a seguir habiendo problemas. Por ejemplo: los países emiten deudas en distintas monedas y, cuando hacen default, para poder comparar las distintas deudas hay que traerlas a todas a lo que se llama “valor presente”. Si yo tengo pesos quiero que el tipo de cambio que se use sea fuerte, para que el peso valga más, si no se me diluyen todas mis tenencias. Pero si vos tenés deudas en dólares queres exactamente lo contrario, queres que mi tipo de cambio no sea fuerte para que mi deuda valga menos y la tuya valga más. ¿Cómo se va a resolver esa comparación? ¿Sobre la base de qué? ¿De conceptos de eficiencia, de equidad? No. Lo que tiende a pasar en la negociación descentralizada es que gana el más fuerte, no hay una solución equitativa.

Actualizada 31/05/2016

Crónica de otra muerte anunciada

Crónica de otra muerte anunciada

Un nuevo nombre engrosa la lista de víctimas por negligencia de Metrovías. Matías Kruger reparaba el aire acondicionado de una formación de la Línea H, en el taller Colonia, cuando murió electrocutado.  “El corte de energía lo tiene que garantizar el personal jerárquico de Metrovías. El peritaje aún no ha determinado si no la cortó, o hubo una falla técnica. Igualmente, la responsabilidad sigue siendo del personal jerárquico, ya que no sólo tenía que cortar la energía, sino que tenía que corroborar que esté cortada. Alguien se equivocó, y lo pagó este chico”, explicó Osvaldo Mouche, delegado de tráfico de la Línea E. El dolor de sus compañeros cuando se enteraron de lo sucedido, se sumó a la impotencia por  la falta de respuestas que desde hace tiempo les niega la empresa. Es que el martes, horas antes del accidente, miembros de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y Premetro (AGTSyP) se habían reunido con representantes de Metrovías y Subterráneos de Buenos Aires (SBASE) para exigir un protocolo de seguridad que contemple los riesgos específicos a los que se ven expuestos los trabajadores del subte, y que garantice la seguridad en las condiciones de trabajo. La respuesta de la empresa: ninguna.

Luego del episodio que terminó con la vida de Matías Kruger, de 24 años, Metrovías afirmó  la existencia de un “protocolo de seguridad obligatorio para todos los colaboradores que realizan tareas que requieren el corte y reposición de energía”. Los trabajadores del subte, en un comunicado interno, repudiaron la postura tomada por la empresa en la declaración: “Intenta salvar su responsabilidad afirmando que existen protocolos actualizados y que el personal está capacitado para su aplicación. De esa forma da a entender que lo que ocurrió  fue por responsabilidad de nuestro compañero (…) Todos los accidentes son evitables. Los trabajadores no son los culpables. Matías, como todos sus compañeros, concurrió ayer a trabajar para ganarse la vida, no para perderla”, dice el documento. Y continúa: “Si ello ocurrió es porque los protocolos existentes no sirven. Es porque la capacitación que supuestamente se realiza no alcanza. La norma ISO 9001 no tiene relación con la salud o seguridad laboral y su mención en el comunicado demuestra que la única preocupación de la empresa es quedar otra vez impune ante esta nueva muerte. Las condiciones inseguras existentes en las tareas del subte son las que desencadenan los accidentes y los trabajadores sólo son sus víctimas”.

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«La responsabilidad sigue siendo del personal jerárquico, que tenía que corroborar que la energía esté cortada. Alguien se equivocó, y lo pagó este chico”, explicó Osvaldo Mouche, delegado de la Línea E.

Osvaldo Mouche, delegado de la Línea E, dijo a ANCCOM: “No existe un protocolo de seguridad por escrito. Son normas muy básicas y todos los talleres se manejan de forma diferente. Eso que dicen las normas ISO es algo muy general, no hay nada particular. Nosotros no somos igual que cualquier otro lugar que trabaja con electricidad.”. Y agregó: “Son laburos muy específicos que tienen que tener un protocolo especial, basado en las cinco reglas de oro de la electricidad:  1) Desconexión. Corte efectivo; 2) Prevenir cualquier posible realimentación. Bloqueo y señalización; 3) Verificar ausencia de tensión: 4) Puesta a tierra y cortocircuito; 5) Señalización de la zona de trabajo”.

En la reunión que mantuvieron con Metrovías, a horas del accidente, los trabajadores habían exigido que la empresa firme un protocolo que incluya esas cinco reglas y determine un doble control en el corte de electricidad: no solo a cargo de la empresa, sino también del trabajador. “Hace rato veníamos pidiendo esto en la Subsecretaría de Trabajo”, denunció Mouche. Sin embargo, según denunciaron trabajadores del subte, Metrovías no quiso firmar el acuerdo y negó la existencia de problemas de seguridad.

Los trabajadores del subte expresaron su dolor y repudio ante lo sucedido a través de un paro en todas las líneas. Denunciaron las condiciones de insalubridad e inseguridad a las que se ven expuestos y responsabilizaron a la empresa por lo sucedido. Además, resaltaron la “soberbia” de Metrovías durante la reunión que mantuvieron el día previo al accidente: “Ayer estuvimos hasta las tres de la tarde discutiendo este tema. Y tuvieron una soberbia, una arrogancia… Al compañero técnico en Seguridad e Higiene lo llamaron mentiroso. Negaron todo, como si nosotros no quisiéramos trabajar, como si no quisiéramos poner la puesta a tierra”, denunciaron. En la reunión se mencionaron las inspecciones realizadas por la Policía del Trabajo, con intimación a Metrovías por la falta de Seguridad e Higiene y precariedad de los sectores. La respuesta de Metrovías –afirmaron los trabajadores– fue negar toda responsabilidad, al decir que cumple con todas las condiciones de seguridad e  higiene establecidas y que, al haber intervenido la Policía del Trabajo, en todo caso es a ella a quien debería dar explicaciones. El jefe de Recursos Humanos de Metrovías, Marcelo Graziano –según explicaron representantes de AGTSyP– responsabilizó a los trabajadores por los accidentes ocurridos y calificó de mentiroso al licenciado de Seguridad e Higiene que mencionó durante la reunión las inspecciones de la Policía del Trabajo.

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«La empresa ntenta salvar su responsabilidad afirmando que existen protocolos actualizados y que el personal está capacitado para su aplicación. De esa forma da a entender que lo que ocurrió fue por responsabilidad de nuestro compañero», afirmaron los trabajadores.

Durante las últimas horas del miércoles, se decidió extender el paro: “A pedido de varios delegados del turno noche, el paro de actividades previsto hasta las 00:00 horas, se extiende hasta las 5 am, así en todos los sectores donde los compañeros deseen manifestarse, pueden sumarse a la medida de fuerza durante esta noche”, afirmó otro comunicado de AGTSyP.

Otras cinco víctimas

Las condiciones de trabajo en el subte han terminado con la vida de varios trabajadores, como ANCCOM ya lo había denunciado en una nota del 5 de octubre. Mario Penaccio, en septiembre de 2003, falleció a bordo de una de las Trafic de Metrovías que trasladaba a los trabajadores por las noches hacia los lugares donde deben hacer reparaciones. Según detalló Enrique Rosito, encargado de prensa de AGTSyP, Mario no iba sobre un asiento, como corresponde, sino que viajaba sobre las herramientas. En un choque, detrás de Casa Rosada, salió despedido.

El 11 de febrero de 2011 David Alfonso, que trabajaba haciendo el mantenimiento de los trenes, falleció electrocutado: lo mandaron al techo de la formación a reparar un equipo, no cortaron la tensión y murió calcinado.

El 20 de marzo del año siguiente, en el taller de Congreso de Tucumán, la electricidad cobró otra víctima, Diego Martínez. “Lo mandaron a hacer una tarea que él habitualmente no hacía; soldar. Cuando hicimos el peritaje, vimos que la máquina no tenía puesta a tierra, tenía los cables pelados, un desastre”, denunció Francisco “Pancho” Ledesma, secretario gremial de Salud Laboral y Condiciones en el Medioambiente de Trabajo.

A Antonio Villares, el 2 de abril de 2013, también  le arrebataron la vida en el subte. “Hubo una gran tormenta en Capital Federal y el compañero tenía que ir a activar las bombas para que los pozos se desagoten y no se inunden las vías. Estaba en Catedral, en la línea D, y le avisaron que en la estación Los Incas, de la línea B, se habían inundado las vías y no se podía pasar. Parece que los cuartos de bomba no estaban andando y, como él estaba en la guardia, un supervisor lo mandó con un equipo de trabajo. Antes de bajar a las vías, le avisaron que habían cortado la tensión –porque la B, a diferencia de las demás líneas, tiene un tercer riel y la tensión está en las vías. Él bajó, pensando que era como le habían dicho, y en el trayecto se electrocutó con corriente continua. Murió calcinado”, recordó el secretario de salud.

Sergio Reyes estaba en su primera semana de trabajo cuando fue atropellado en el taller Rancagua, en septiembre del 2013. Los dos primeros días había estado en Emilio Mitre y Directorio, un taller que está en Primera Junta, sobre superficie. El tercer día lo mandaron a hacer limpieza a Rancagua, el taller que está en la estación Federico Lacroze, en Chacarita. “La jefatura no le enseñó los lugares por donde se ingresa y se egresa, ni le dio una charla para explicarle dónde había tensión y dónde no. Le dijo: ‘Acá tenes la pala, la escoba y la bolsa: anda a limpiar’. Hay una salida que da a la calle, a la Plaza los Andes. Y, por otro lado, hay una conexión entre el taller y la estación de subte Federico Lacroze, por donde entran y salen los trenes rotos o reparados”, explicó Ledesma. Y continuó el relato: “Por ahí entra el personal técnico que trae el tren roto al taller o saca el tren reparado a línea. El compañero vio que por ahí entraba y salía gente y debe haber pensado ‘¿Para qué voy a salir a la calle, ir por la plaza, y volver a entrar al subte si por esta conexión entro a la estación directamente?’ Como era el primer día que estaba en el subte, y no tenía el oído preparado, en una curva muy cerrada no escuchó el tren y cuando terminó de salir de la curva lo llevó puesto y lo chocó contra unas columnas que hay en Federico Lacroze”.

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Según denunciaron los trabajadores de Metrovías, la empresa fue acrecentando la política de invertir menos y flexibilizar más. “Te dan una charla de cinco minutos de seguridad y después, cuando muere alguien, le dicen a sus familiares y compañeros que el fallecido se capacitó, que la culpa es de él porque la empresa cumplió”, explicó Ledesma. Julio Sala, delegado de tráfico de la Línea E, denunció en el mismo sentido: “Anualmente le dan a la gente un curso sobre seguridad e higiene y sobre lo que es el servicio. Cuando ingresan a la empresa, con ese tipo de charlas, los nuevos piensan que van a ir al paraíso. Pero uno, que está continuamente acá abajo laburando, cuando va a esas charlas, termina peleándose,  se arma quilombo. Porque te están tomando el pelo, hasta el punto tal que vos a veces les preguntas ‘¿Vos viajas en esta línea?’. Te dicen que no, no tienen idea. Es una empresa contratada, que viene a dar un curso como si fuéramos un local de comida rápida: la frecuencia, el servicio, la sonrisa para atender a la gente. ¿De qué frecuencia me está hablando? Nosotros tenemos un diagrama en el cual la frecuencia de formación a formación tiene que ser de cinco minutos. Eso acá no se cumple, porque no tenemos la cantidad de trenes como para hacerlo”.

Actualizado 8/12/2016