“Es muy difícil imaginarla de otra manera que no sea viva”

“Es muy difícil imaginarla de otra manera que no sea viva”

Laura Calampuca y Gustavo Melmann en el año 2017.

“Vos ves las caritas de las fotos y no se puede creer, yo no lo puedo creer.  Para mi todos los días son 4 de febrero, porque es muy difícil imaginármela de otra manera que no sea viva” dice, en voz baja y quebrada por las lágrimas, Laura Calampuca, mamá de Natalia Melmann. Hoy se cumplen 20 años desde que su hija fue secuestrada, violada y asesinada por un grupo de policías en Miramar.  Natalia tenía 15 años cuando encontraron su cuerpo con el ADN de sus cinco femicidas. “Una -subrayas- quisiera estar en el lugar de ella, y que esto no le haya sucedido a ella sino a mí”. 

Laura Calampuca y Gustavo Melmann se habían mudado a Miramar en 1992 con sus cuatro hijos, para que ellos crecieran en un lugar tranquilo. “Fue una nena muy querida, habíamos tomado la decisión de cambiar nuestras vidas e ir a un mundo mejor. Encontramos una ciudad que era para nosotros la ciudad de los niños, Miramar”, dice Gustavo, quien por momentos se quiebra cuando habla de cómo era su hija. “Nati era un ente totalmente solidario, siempre pensaba en los demás, quería en ser obstetra, no pensaba tener hijos, quería adoptar porque decía que había muchos chicos en la calle que necesitaban padres, y estos le cercenaron la vida”.

Miramar tenía 7 mil habitantes cuando fue secuestrada en plena calle a la salida de un boliche, entregada por Gustavo “Gallo” Fernández, quien vio su pena reducida a 10 años de prisión. Laura cuenta que fueron a la Comisaría ese mismo 4 de febrero. “La Comisaría lo sabía, el intendente lo sabía, el comisario lo sabía”, Laura se queda en silencio y agrega: “Hasta el pueblo sabía quién la había matado.”

Natalia fue encontrada cuatro días después de su desaparición en una casa abandonada de Copacabana, un barrio alejado del centro, había sido ahorcada con el cordón de sus propias zapatillas. “No me permitieron verla, tenía una mamá que la quería ver. Nadie se animaba a venir y decirme mamá ya está, ya lo encontramos. Estaba todo el pueblo en el vivero, menos yo, que seguía esperando en la puerta de los bomberos para salir a Mar del Sur a buscarla.”

De los cinco asesinos, sólo tres están presos: el sargento primero Oscar Echenique, el cabo primero Ricardo «el Mono» Suárez y el sargento primero Ricardo «Rambo» Anselmini. Laura cuenta que en el juicio desfilaron muchos policías ofreciendo testimonios falsos para proteger a los asesinos. Los tres habían logrado salidas transitorias en 2017, que la familia consiguió que fueran revocadas, uno de ellos vivía a cuatro cuadras de la casa de Laura y habían puesto una patrulla policial para proteger a los asesinos. “Yo veía la patrulla e iba y les preguntaba a los policías: ¿Por qué ustedes, la policía como institución, asesinaron a mi hija?”

 

Pese a las amenazas que la familia de Natalia ha recibido por parte de los familiares de los ya condenados, que llegaron incluso a dejar mensajes en su tumba, no piensa moverse de Miramar. “Me quedé a vivir acá, porque no podía vivir en otro lugar en que ella no estuviera, y para que cuando me vieran a mí la vieran a ella, a ella viva.”, dice Laura. 

Ricardo Panadero, el cuarto sospechoso, que fue parcialmente identificado por muestras de semen en el cuerpo de Natalia, recién en el 2018 fue nuevamente llevado a juicio. Había sido sobreseído y apelado en varias oportunidades sosteniendo que las pruebas no eran concluyentes, su muestra de ADN había arrojado un 97 por ciento de similitud con la encontrada en el cuerpo de Natalia. 

Por otro lado, la familia de Natalia exige que se avance sobre la investigación del quinto ADN encontrado en el cuerpo de ella, su quinto asesino se encuentra libre. “El ADN ya está, estuvo en el cuerpo de Nati” dice Laura. 

 

Familiares y amigos reclaman justicia desde hace 20 años.

Para su mamá y su papá no pasaron 20 años, aunque sus asesinos queden libres en dos años, cuando cumplan con sus condenas, la pérdida y el vacío resuena en la casa de Laura que con la voz bajita de llanto contenido dice: “A ella le escribo todos los días, a cada rato, cada cosa que se me pasa por la cabeza se la escribo,  diciéndole todo lo que siento, todo lo que pasa, como si estuviera acá, está acá, está en casa”. 

Hoy en conmemoración y junto con la Secretaría de Derechos Humanos se colocará una placa con la foto de Natalia para recordarla en la plaza central de Miramar como víctima de violencia institucional y violencia de género.  “Por amor seguiremos luchando -asegura la mamá-, es el compromiso que tomamos con Nati. Aunque nos lleve toda la vida que todos los responsables vayan a la cárcel.” 

Un hacker inocente

Un hacker inocente

Gaspar Ariel Ortmann, el joven hacker que recientemente fue sobreseído después de haber ingresado en 2019 al sistema HomeBanking de Banco Nación, cambiar la cotización del dólar y reunir casi 700 mil pesos que luego devolvió al banco, asegura a ANCCOM que “siempre me gustó buscar vulnerabilidades de cualquier índole y reportarlas para ayudar a robustecer las plataformas”. 

El 23 de octubre de 2019, Ortmann había presentado las pruebas frente a RedLink y Banco Nación para dejar en claro sus intenciones y puso a disposición de las autoridades bancarias el dinero ganado con las operaciones. Demostró que ingresando en el sistema se podía modificar el valor del dólar a su antojo. 

“El problema permitía al usuario modificar el valor del dólar en su computadora y el sistema de seguridad del Banco Nación no validaba que ese era el valor real en ese momento, podía comprar más barato y vender más caro. No solo se podía cambiar, sino que se podía saltar el cepo de Mauricio Macri”, describe Rodrigo Iglesias, abogado de Ortmann. 

 Gaspar Ortmann es Gerente de ingeniería en Despegar, aclara que no es investigador informático. “Nunca me dediqué a la seguridad informática en mi carrera profesional, siempre me gustó buscar vulnerabilidades de cualquier índole y reportarlo para ayudar a robustecer las plataformas. Si encuentro algo, me contacto para que ninguna persona con malas intenciones pueda generar daños.”

Su abogado, Rodrigo Iglesias, destaca que en todo momento el accionar de su cliente fue para colaborar con el Banco y RedLink. “Se les informó a los gerentes de seguridad, a través de LinkedIn, correos electrónicos, WhatsApp. Al no recibir respuesta, elaboramos una carta con capturas de pantalla, número de teléfono y presentamos un escrito en la sucursal del Banco Nación de Carlos Calvo.”

Gaspar cuenta que el día que se presentó a la sucursal de Banco Nación para contar lo sucedido esperaba que allí terminase el tema, “quería que me saquen del medio y se encarguen de resolver la falla.” Si bien los funcionarios públicos están obligados a reportar ante la justicia situaciones de intervención en el sistema de seguridad, Ortmann subraya que cree que es una política que deberían revisar. 

La causa de Gaspar correspondió al fuero penal federal y en primera instancia fue tomada por Claudio Bonadio, y tras su fallecimiento quedó en manos de Marcelo Martínez de Giorgi. Ortmann había logrado vencer el sistema de seguridad del HomeBanking, correr la coma de la cotización del dólar de 56,95 $ a 5,695 $, adquirir a ese valor y luego venderlo a 530,50 $ en lugar de la cotización de 53,05 $. Eso le permitió obtener una ganancia de 667.243,80 $, que fue lo que entregó intacto al Nación. “Este precedente lo que hace es decir que no hay un delito consumado dado que, si no hay un fin de lucro, no hay una estafa, no hay un daño ocasionado, dado que los delitos informáticos son dolosos, y se ha demostrado que esta es una acción absolutamente culposa. Sienta un precedente para que a lo largo y ancho del país no vuelva a suceder esto, estamos bastante contentos con el resultado.” 

Para Ortmann pasó por una situación de mucho estrés. “Siento que actué de buena voluntad y me castigaron. Tenía todas las de ganar porque no hice nada malo, pero nunca se sabe qué esperar de la justicia. Recibí la noticia con mucha alegría y espero que sirva para revisar los procedimientos sobre delitos informáticos.”

El fallo judicial sienta un precedente a favor de los investigadores de seguridad informática que se encuentren con algún problema y lo puedan reportar sin que esto sea considerado un delito.

La cuarentena desampara aún más a los chicos del Isauro Arancibia

La cuarentena desampara aún más a los chicos del Isauro Arancibia

«Cuando se dice quedate en tu casa, lavate las manos, ¿que hacés cuando no hay casa?”, se pregunta Reyes.

El Centro Educativo Isauro Arancibia, ubicado en el barrio porteño de San Telmo, tiene más de trescientos alumnos, de los cuales un gran porcentaje se encuentra en situación de calle y que,  aislamiento de por medio, no puede concurrir a la escuela y se encuentran a la deriva. Con la imposición de la cuarentena obligatoria en la Ciudad de Buenos Aires “El Isauro”, como le dicen sus estudiantes, está cerrado, solo una vez cada 15 días abre sus puertas para entregar bolsones de comida a sus alumnos, a los vecinos del barrio y a todos aquellos que lo necesiten. 

Susana Reyes, directora del Isauro y sobreviviente del Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio El Vesubio, es una mujer que de sólo escucharla se puede entrever su carácter fuerte y dedicación infinita por sus alumnos. No deja lugar a dudas de la precariedad de la situación de sus estudiantes. “Hay cuadras y cuadras de cola porque no solo vienen los alumnos, sino que también viene la gente del barrio. El Isauro es una referencia en la zona y la comida no alcanza. La gente acostumbrada a cartonear, a hacer changas, ahora no tiene ninguna de estas posibilidades y no tienen qué comer”, describe Reyes 

El Isauro es para sus alumnos en situación de calle una conexión con el barrio, “Ahí es donde se ve el Estado ausente en esta ciudad. Cuando se dice quedate en tu casa, lavate las manos, ¿que hacés cuando no hay casa?”, se pregunta Reyes. Los alumnos del Isauro no pueden mantener las medidas mínimas de higiene debido a que todos los lugares a los que concurrían para hacerlo se encuentran cerrados: la Shell de Independencia y Paseo Colón o el  Mcdonald’s que se encuentra a un lado. 

Con respecto a los bolsones, Susana indica que no están entregando nada para higienizarse, recién la semana pasada les dieron barbijos para los maestros. “Nosotros tenemos que sostenerlo, usar lavandina”, señala Reyes. 

«Los que viven en la calle perdieron todo lazo social, la escuela es la que los liga a otras posibilidades», dice Reyes.

Distintas organizaciones sociales, la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), el Centro de Estudios Metropolitanos (CEM), entre otros, denunciaron ya en marzo como poco efectivas las medidas tomadas por el Gobierno porteño de Rodriguez Larreta, que habilitó polideportivos a disposición de las personas en situación de calle en Parque Chacabuco, Pereira y Avellaneda. Susana agrega: “No sé si es que no dan abasto, pero tampoco levantan a la gente que está en la calle. La persona que vive en esta situación ha perdido todo lazo social, la escuela es la que lo liga a otras posibilidades, es ahí donde se arma el lazo, al no estar la escuela quedan en banda, sin información sin posibilidad. Es una situación de soledad absoluta.” 

Reyes denuncia también la situación de los estudiantes del Isauro que viven en hoteles, hacinados y compartiendo un baño entre varias familias. “El hacinamiento evidencia que la falta de vivienda en la Ciudad es algo que se viene arrastrando y que no hay solución porque no tienen sensibilidad ni interés en resolver esta situación. Niegan la cantidad de gente en situación de calle, nosotros con diferentes organizaciones hicimos otro censo con diferentes resultados a los oficiales y lo siguen negando. Cuando se niega una realidad es imposible revertirla.”

El Isauro impulsa, además, distintos emprendimientos que se hacen en el Centro Educativo y emplean a sus mismos alumnos, cuenta con una panadería, un taller de arreglo de bicicletas, un taller de costura y la revista La Realidad Sin Chamuyo, todos actualmente se encuentran cerrados lo que hace que los estudiantes que allí trabajaban se queden sin ese ingreso. 

Veinte de los 300 alumnos del Isauro viven en el CIS, una asociación civil creada por docentes del colegio.

Veinte de los trescientos alumnos del Isauro se encuentran viviendo en el CIS (Centro de Integración Social), una asociación civil creada por los maestros y maestras del colegio. Se trata de un hogar de tránsito para mujeres y hombres mayores de edad, con el sueño de acompañar y fortalecer las trayectorias educativas de los estudiantes. “Ellos están bien, tienen talleres, acompañantes pedagógicos y la idea es que ahí puedan pensar un proyecto de vida. La posibilidad de hacer pie, de pibes que antes estaban en la calle, puede estar ahí, donde piensan y hurgan en sus deseos, alago muy difícil para la gente que está en situación de calle, saber no lo que pueden sino lo que desean y a partir de ahí construir un futuro.” 

Los posibles riesgos que puede conllevar la expansión de la covid-19 son muy reales para Susana, e indican la imposibilidad para la población que vive en la calle de acudir a los hospitales. “Los pibes están acostumbrados a sufrir fiebre y no ir al médico, no van a ir al hospital porque nunca han ido. Siempre han pasado sus gripes y sus fiebres en la calle. Ese es el peligro para estos pibes que, además, no han sido bien alimentados, que han jalado poxi, que tienen los pulmones ya bastante deteriorados, que siempre tienen enfermedades respiratorias. Hay toda una población que es subterránea en la ciudad, es la población más dañada como siempre, la más castigada”.

“Los pibes se acostumbraron a tener fiebre y no ir al médico, no irán al hospital porque nunca fueron», dice Reyes.

La pandemia ha desnudado la indiferencia estatal hacia los alumnos del Isauro que se encuentran a la intemperie, así como también hacia aquellos en situaciones precarias de vivienda. Según estimaciones oficiales hay poco más de mil personas en situación de calle, en contraposición a los datos obtenidos por los censos de las organizaciones sociales dedicadas a asistir a las personas sin techo, que elevan las cifras a más de siete mil personas. 

Reyes subraya: “No creemos que una asociación civil resuelva estas cuestiones, pensamos que es el Estado el que debería encargarse, pero la armamos ante esta carencia. A veces es muy difícil tratar de suplir ese rol, nunca lo vamos a poder hacer, por eso la asociación nuestra se dedica a los pibes del Isauro. Abarcar todo no se puede.” 

Manos artesanas

Manos artesanas

La muestra interdisciplinaria sobre las manos es la primera de una serie que organiza el Centro Cultural Morán.

Las manos están presentes en todos los espacios del Centro Cultural Pedro Morán, manos callosas y arrugadas, con uñas pintadas y sin pintar, manos pinchadas y arañadas por agujas, manos de hombres y mujeres iguales a miles de manos que los precedieron.

Se trata del eje de una muestra multidisciplinaria sobre los oficios de Parque Chas, el donde se encuentra el Pedro Morán, pero sobre todo los oficios manuales. 

En este caso, los artistas decidieron tomar inspiración de los costureros de la Cooperativa Textil JAC (Jorge Anselmo Carrizo), pero sobre todo de una de sus fundadoras, Adriana Carrizo. “En realidad este proyecto surge de un grupo de artistas, una pintora, una fotógrafa y un pintor, al principio, que decidimos empezar a pensar cómo el trabajo nos identifica.  El trabajo se vuelve nuestra identidad, un reflejo de lo que somos, por eso lo tomamos con compromiso, con dedicación, y no podemos hacer otra cosa”, dijo Paula Cecchi, pintora de la muestra. 

La exposición surge en el centro cultural con la  necesidad, no solo de exponer el oficio de las costureras, sino también como una forma de conectar el arte con el mundo real, poner en juego el arte con la vida real. Lucila Penedo, fotógrafa agregó: “La idea es que la muestra esté en otros espacios, sacarlos a  la calle, generar ese vínculo con el espacio, el arte en el mundo real”.

«Las manos a veces expresan mucho más que las palabras», subraya Carrizo.

Adriana Carrizo, responsable y miembro fundadora de la cooperativa contó, por su parte, lo que sucedió cuando el grupo multidisciplinario de artistas ingresaron en la Cooperativa JAC, que lleva las iniciales de su padre detenido-desaparecido. “A mí como responsable de la cooperativa lo que me sucedió es que me dispararon otras cosas, porque ustedes disparaban el trabajo y yo empecé a pensar, las observaciones que ustedes hacían sobre las manos, es decir la mirada sobre las manos de las personas. Creo que las manos a veces expresan mucho más que las palabras, y qué importante son para el oficio nuestro.”

La Cooperativa JAC surgió tras la crisis de 2001, de manos de Adriana Carrizo y su amiga Nelly, como unión en defensa de su trabajo “La cooperativa defiende el precio justo, porque creemos que la economía social es posible, el trabajo lo hicimos con el INTI, pudimos entender el concepto del precio justo y el costo de una prenda.”

El rol del Estado fue fundamental para el surgimiento de “La Cope”, como la llamó Adriana, que se terminó de constituir como cooperativa legal en el 2010. “Lo que le pedíamos al Estado era un marco legal de lo que hacíamos. Porque los talleres de costura son en general clandestinos, sin obra social, seguro de vida, ni nada que los proteja. Antes de preguntarnos cuánto vamos a ganar pedimos un marco legal en el que trabajar.”
Las obras presentadas en la muestra consisten en fotografía, video, poesía, pinturas. Para Andrea, el oficio de costurera en la cooperativa desafía el sometimiento en que se fuerza a las mujeres al estar en la casa  “Cuando iba a enseñar costura a un centro de integración social que se llamó Casa Abasto, después de la crisis del 2001, sentí que nos habían estallado la cabeza, que los milicos habían hecho el retrabajo. Por eso propuse un curso de lectura para las chicas. Los sábados la hacía venir a una compañera nuestra para que nos lea mientras cosemos.”

«Las manos en conjunto hablan de lo colectivo», opina Paula Cecchi.

Para Paula Cecchi la obra se trata exclusivamente de un trabajo interdisciplinario, donde la obra de una artista no está completa si falta la del otro. “Una prenda que vos usás tiene una historia, que empieza como un molde y hay pinturas donde se está dibujando ese molde. Todas las manos en conjunto hablan de lo colectivo, por eso queríamos que la muestra se sintiera un todo.”

En el librito que entregan en la exposición con los distintos testimonios tanto de los artìstas como de los trabajadores de “JAC”, Adriana Carrizo dice sobre la costura. “Es un oficio vivo: cambia de estación. La moda evoluciona constantemente y sigue los cambios de la sociedad y eso, para mí, tiene que ver con una convicción personal: todo es política e ideología. La moda también.”

En toda la muestra se dejaron ver poemas de distintos poetas del barrio, que intervinieron conmovidos por un oficio manual tan meticuloso y obsesivo como el propio. Los poemas estaban pegados al lado de las pinturas, al lado de las costureras, sobre moldes de telas se leían, en uno de ellos rezaban las palabras «La dictadura dejó muertes que caminan al sol, envivamos las prendas con alegría».

La muestra “La costurera: Adriana Carrizo y la Cooperativa textil JAC”, que hizo su cierre el viernes 29 de noviembre, es la primera de una serie sobre los oficios que tendrán su espacio en el Morán.

Las whipalas flamearon en Buenos Aires para defender la democracia boliviana

Las whipalas flamearon en Buenos Aires para defender la democracia boliviana

«Nos están quitando de nuevo la posibilidad de ser parte de nuestra amada Bolivia», dice Verónica Moyar Icona.

Las whipalas flamearon junto con las polleras y sombreros de las mujeres que las sostenían. Mujeres viejas y jóvenes, hombres viejos y jóvenes, bolivianos y argentinos, organizaciones sociales y políticas acompañaron la marcha contra el golpe de Estado en Bolivia al grito de “el pueblo unido, jamás será vencido”. 

Verónica Moyar Icona estaba dentro de un círculo que se formó por grupos de las organizaciones de migrantes frente a la embajada de Bolivia. Rodeaban un dibujo en el piso, hecho con tiza, casi como protegiendo la imagen. En el dibujo estaba Evo junto con una bandera boliviana, nadie había puesto un solo pie sobre el retrato. Verónica cantaba con lágrimas en los ojos, con cada declaración que sus compañeros hacían con el megáfono ella soltaba una nueva lágrima y asentía con la cabeza. Iba vestida con una remera violeta en cuya espalda se leía “Organización Bartolina Sisa”, agrupación de mujeres indígenas, campesinas y bolivianas. “Nos ha vuelto a la sociedad, hemos vuelto a vivir cuando nuestro presidente ha asumido, y ahora nos están quitando de nuevo la posibilidad de poder ser parte de nuestra amada Bolivia.”

Verónica se mantenía firme mientras hablaba, entre sollozos y lágrimas, no se movía mientras las columnas marchaban a su alrededor, la gente la esquivaba para acercarse aún más a la embajada. “Antes nosotros no teníamos derecho a nada, no teníamos cédula de identidad, que es lo más importante para un ser humano, saber quien es y de donde viene, hemos logrado esos derechos, saber a donde pertenecemos, tener una identificación.” 

“Camacho basura, vos sos la dictadura”, gritaban los manifestantes.

La marcha se paralizaba alrededor de Eulogía, la gente que pasaba para un lado o para otro se detenía a escucharla, los que la conocían la interrumpían para darle un abrazo. Eulogia Ríos llamaba la atención, con su pollera larga y un gran sombrero de paja que cubría sus trenzas grises, su puño derecho lo mantenía en alto en señal de lucha y en su muñeca llevaba atado el pañuelo verde. Con sus manos arrugadas sostenía un cartel con información sobre el colonialismo de su país y el colonialismo en Argentina. Eulogia tiene 71 años, es mujer, indígena, coya, representante de los pueblos originarios quechuas y es madre soltera. 

 “Estamos en esa lucha, el hermano boliviano Evo dio acceso a una vivienda digna, el derecho a la educación, el derecho a la a salud, el derecho al trabajo. Acá hay capitalistas que nos quieren estigmatizar a los trabajadores, dicen que tenemos fuerza de trabajo nada más. Camacho, Mesa, toda esa gente, son capitalistas, están interesados en el litio.”

La marcha fue encabezada por el bloque de trabajadores migrantes de la Argentina, uno de los extremos de la bandera lo sostenía Carla Montero, joven boliviana y militante de Ni Una Migrante Menos. Carla no cantaba, sostenía la bandera en completo silencio y miraba a sus compañeros hacer declaraciones desde un costado. 

“Yo apoyo al pueblo boliviano, no apoyo a Evo. Creo que estos diecinueve días tienen que ver con un camino que se le ha dejado allanado a la derecha. Camacho aprovechó eso, con todo el poder que tiene la oligarquía cruceña, porque representa eso, pero además representa mucho racismo en la población boliviana, que nunca desapareció y esto hace que resurja con muchísima más violencia y más fuerza, no solamente con militantes del MAS, sino con todos los compañeros y compañeras campesinos y trabajadores que son indígenas y que tienen el color de piel más morocho que la famosa media luna.“

“Ahora viene la masacre y la persecución a nuestros pueblos indígenas», denunció Moyar Icona.

Carla tiene que alzar su voz por encima del canto de los militantes que la tapa, al unísono se les escuchaba: “Camacho basura, vos sos la dictadura.” Ella destacó los errores de Evo: “No supo escuchar las demandas de estas personas que se le fueron alejando, todos militantes de las organizaciones sociales. Hay leyes que se sancionaron que están buenas como la Ley contra la Violencia hacia la Mujer, que está muy linda pero nunca se va a ejecutar porque no hay presupuesto para que se ejecute, entonces es un problema.”

El círculo de gente frente a la embajada se volvía por momentos más y más grande, levantaban la mano para poder tomar la palabra uno a uno, un hombre de acento porteño levantó la mano, su voz estaba cascada de tanto gritar, únicamente con el megáfono podía hacerse escuchar. “Yo soy argentino, mi madre es boliviana, nos expulsaron los gobiernos neoliberales, no nos permitieron quedarnos en nuestro país, no nos dejaron estudiar, no nos dejaron acceder a centros de salud. No nos dejaban ni siquiera entrar a las plazas si usábamos pollera, mi abuela era pollera, mi bisabuela era pollera, y no vamos a permitir que vengan a maltratarnos. Ahora intentan quitarnos la whipala que es la bandera de los pueblos originarios, y no lo vamos a permitir, no vamos a claudicar, estamos más fuertes que nunca, todo el pueblo originario”. 

Verónica lloró desconsoladamente y fue abrazada por sus compañeras mientras escuchaba estas palabras dijo: “Ahora viene la masacre y la persecución a nuestros pueblos indígenas, la masacre a nuestra gente, a nuestros hermanos, eso es lo que va a pasar ahora, porque ya lo hemos vivido en carne propia.”