Por Agustina Franceschi
Fotografía: Agustina Franceschi

A nueve años de su inauguración, los fueguinos buscan rehabilitar la primera casa autosustentable de América Latina que había quedado abandonada a poco de ser construida.

El sábado 18 de febrero por la mañana, en Ushuaia el frío da un respiro y el viento apenas molesta. Las montañas se pierden entre las nubes que no permiten distinguir sus puntas nevadas. El silencio que podría reinar en esa parte de la ciudad es interrumpido por los autos que pasan por la Avenida Malvinas Argentinas, rodean la rotonda y continúan por la Avenida Prefectura Naval Argentina sin percatarse de la casa que parece nacer de la tierra. A solo unos metros de la Bahía Encerrada, se encuentra esta vivienda particular que si bien existe desde hace casi nueve años, en el último tiempo ha reunido a un grupo de entusiastas decididos a darle vida nuevamente.

La llamada “Tol-Haru. La Nave Tierra del fin del mundo” es la primera casa autosustentable realizada en América Latina en el año 2014 por iniciativa de los artistas Elena Roger y Mariano Torre. Decididos a contribuir con el medio ambiente se comunicaron con el arquitecto estadounidense Michael Reynolds, conocido por promover construcciones basadas en el reciclaje, la ecología y la autosuficiencia. La respuesta positiva del arquitecto implicó el movimiento de 70 personas provenientes de distintos lugares del mundo, todas decididas a trabajar pero sobre todo aprender. En solo un mes, el 27 de febrero la Nave Tierra nacía frente al Canal de Beagle.

Si bien la casa estuvo cuidada al principio, el paso de los años, los cambios de gestión y la llegada de la pandemia fueron factores que la llevaron al olvido.

“Se había implementado sobre todo como un lugar de visitas tanto para la gente local como para extranjeros, para que pudiesen ver otro tipo de construcciones. También se hacían visitas de los colegios para brindarles conocimientos a los más chicos” cuenta el arquitecto Luis Val quien participó de la construcción de la Nave Tierra. “Todo eso se interrumpió por el cambio de intendencia y empezaron los ‘peros’: ‘esto se puede caer, dónde están los planos, tiene que ser una construcción antisísmica.’ Entonces se cerró.”

Pero el espíritu que impulsó la creación de la casa no se apagó por parte de un grupo de fueguinos que comenzaron a presionar para que la vivienda abra sus puertas nuevamente. Junto al apoyo de diferentes fundaciones y el trabajo de la abogada ambientalista Alejandra Acosta, lograron en principio establecer una ordenanza para que este tipo de construcciones realizadas con materiales reciclados esté permitido y normalizado. Continuando con la lucha divulgaron el documental sobre la construcción de la casa y encontraron el apoyo del Secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable, César Molina Holguín, quien les prometió reflotar el proyecto.

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Son las 10.30 de la mañana, el ruido de la lija raspando la madera resuena en toda la casa. El polvillo que emana hace toser a los fueguinos que se han reunido para comenzar los arreglos que la Nave Tierra necesita. “Hay que ponerle un poco de amor, no está mal pero está desgastada”, dice Samanta Jorducha, abogada y Coordinadora de Control y Fiscalización Ambiental, mientras se estira para alcanzar hasta el último rincón de la puerta de entrada.  

La casa agradecida recibe a sus salvadores con un cálido abrazo que se percibe apenas se pone un pie dentro de ella. “¡Es increíble como mantiene el calor!”, dice Luis con una sonrisa. En remera de manga corta, acostumbrado a fríos más extremos comienza a mostrar y explicar las características del lugar.

Como casa autosustentable no está conectada a ningún tipo de red pública. Gracias a los grandes ventanales que miran hacia al norte recibe el calor del sol que llega a las paredes donde se encuentran las cubiertas de autos y lo conserva. Más tarde y por efecto de radiación, el calor es devuelto al ambiente. En el caso particular de esta casa, por las bajas temperaturas que enfrenta y el hecho de que no pudo realizarse con barro debido a los tiempos que se debían cumplir, se ha agregado una estufa tipo “Rocket” que tiene gran inercia térmica. Pero como señala Luis: “De Comodoro Rivadavia para arriba, no es necesario.”

Los paneles solares y los eolos captan la energía necesaria para producir electricidad. Gracias a las baterías de litio esa energía queda almacenada. El agua proviene de la lluvia, es almacenada en tres tanques que se encuentran en el techo y realiza recorridos distintos. En principio se lo utiliza para el agua de ducha y cocina. Los restos de comida son atrapados por un receptáculo con lombrices. Luego, el agua que resulta de allí se dirige a los canteros internos donde las plantas pueden proveer alimentos al tiempo que ayuda a filtrar las aguas grises para su tercer uso: la descarga del inodoro. Por último, las aguas negras son llevadas a una cámara séptica realizada de neumáticos y el excedente es tomado por plantas externas que ayudan a la depuración.

“Es una casa orgánica, viva. Todo funciona si hay alguien allí que la haga funcionar, sino todo se va deteriorando”, explica el arquitecto.

                                                                                         

 

De a poco van llegando más personas listas para trabajar. El secretario de Ambiente saluda a todos y se une a la labor. Suben al techo, observan, señalan, comentan y toman nota mental de lo que se requiere. Hay algunos ventanales rotos, grietas que tapar, paredes que pintar, plantas que cuidar.

“Voy a casa un minuto y vuelvo. ¿Quieren que traiga algo?” pregunta María Gabriela Sosa, maestra jardinera.

“¡Mate!”, responde sin dudar la abogada.

Fiel a toda temperatura y circunstancia, el mate no puede faltar. La encargada de Prensa de la Secretaría de Medio Ambiente, María Del Valle Zúñiga, acompaña con unos bizcochitos mientras toma fotos que luego publicará.

En relación al futuro de la casa, el secretario señala: “En principio se busca recuperar el espacio, tenerlo abierto en un horario fijo para que todos los turistas vengan a conocerlo. También seguir con el uso original y es que sirva de resguardo para las chicas de la guardia de mantenimiento que están en la Bahía Encerrada. La idea general es poder integrar este espacio a todo lo que es el recorrido de la Bahía.” Luis va un poco más allá y aventura: “El día de mañana se puede armar un organigrama donde cada interesado diga para qué quiere utilizar la casa. Charlas, talleres, visitas de escuelas y turísticas. A muchos les interesaría participar.”

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A la “Earthsip” diseñada por Michael Reynolds en el año 2014 se le sumaron otras en Mar del Plata, Mar Chiquita y El Bolsón. A diferencia de la que se encuentra en Tierra del Fuego, estas son escuelas por lo que no han sufrido deterioro sino que por el contrario brindan un espacio de aprendizaje en todo sentido.

Pero no solo existen estas Nave Tierra planteadas por el estadounidense. La construcción con características sustentables llama cada vez más la atención de las personas interesadas en generar un impacto positivo -o al menos no tan negativo- en el planeta. Implica entender que los recursos son finitos y que todo aporte, por pequeño que sea puede lograr una diferencia.

“Permite eliminar lo fósil, el carbón, el cemento. Se trata de construir con lo que tengas, con lo que encuentres, sin irte lejos. Con cubiertas y botellas podes armar una perfecta pared y después terminarla con barro” explica Luis. Estas características permiten reducir costos y por lo tanto hacerlo accesible a más personas. “La idea es que sea auto-construible, por supuesto se necesita de alguien que te asesore, que te guíe pero una vez que lo aprendiste lo podes hacer vos y justamente los que más buscan hacerlo son los que peor la están pasando o menos tienen.”

Hay que señalar que la posibilidad de acceder a tecnologías como los paneles solares o baterías de litio no es algo sencillo y que el impacto se ve a la larga, al reducirse los costos en energía. Pero sí existen otros aspectos que son funcionales en términos económicos, como la posibilidad de no conectarse a una red natural de gas o no depender de una garrafa.

Por otro lado, incluso en las grandes edificaciones está la posibilidad de hacer adaptaciones: una terraza verde, captar el agua de lluvia, utilizar calefones solares. “Con una casa que da al norte, podes hacer una pequeña ampliación y hacer un invernadero, tener tus plantas con verduras, frutas y así autoabastecerte.”

La opinión del arquitecto es que al no entenderse como algo de lo que se puede sacar provecho económico cuesta que crezca. Pero más allá de la intención individual, la difusión, la educación y la acción de los gobiernos se vuelven herramientas fundamentales para promover un tipo de arquitectura que se aleja de la idea del negocio al proponer volver a lo esencial y recuperar nuestra conexión con la naturaleza.