Por Daniela Brutten
Fotografía: Tina Brisky

Nacida en 2010, la cooperativa Colectivo Solidario ofrece frutas y verduras agroecológicas y artículos de cosmética natural con la premisa de comercializar productos de productores directos y la intención de fomentar la economía social y participativa.

La cooperativa Colectivo Solidario propone una forma de comercialización y consumo alternativos, inscriptos en el marco de la Economía Social y Solidaria. Posee dos espacios de venta al público, ambos ubicados en la Ciudad de Buenos Aires: el Almacén Cooperativo Palermo (sobre el final del pasillo en el Mercado de Economía Solidaria Bondpland, Bonpland 1660) y el Almacén Cooperativo Colegiales (Céspedes 3081), donde ofrecen frutas y verduras agroecológicas, y además realizan envíos gratuitos en la ciudad.

“Somos una cooperativa de trabajo, es decir, somos trabajadores organizados que llevamos adelante el proyecto, sin un patrón. Se trata de una comercializadora solidaria: vendemos productos de productores directos”, comenta Pamela, parte de los siete socios que llevan adelante Colectivo Solidario. El proyecto reúne una variedad de productos (alimentos, cosmética natural, elementos de limpieza, entre otros) de más de 40 productores de distintas partes del país, los cuales siguen, a su vez, los lineamientos del tipo de economía por la cual pugna la comercializadora.

“La cooperativa nació en 2010, ideada por estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA –dice Pamela–. Empezaron a hablar, investigar, y se dieron cuenta de que la comercialización era una instancia que los productos de empresas recuperadas por trabajadores no tenían, no había dónde ubicarlos. Entonces, decidieron armar una cooperativa orientada al consumo, para poder organizar a los consumidores y concientizar a las personas sobre la importancia de consumir en el marco de la economía social, que todavía no era un término muy conocido. En principio era acotado lo que se vendía, de a poco se fue estructurando y organizando el proyecto, que se terminó de hacer efectivo después de la participación en una feria del Centro Cultural IMPA, el cual es un espacio recuperado emblemático de nuestro sector”.

Ignacio, otro de los socios fundadores de la cooperativa, agrega que el detonante que motivó su desarrollo fue la vinculación y relación entre tales estudiantes y los trabajadores de la fábrica de chocolates Arrufat, que se encontraba en pleno proceso de recuperación. “A partir de esa experiencia el grupo se organizó, intentando volcar el consumo de alimentos a les productores de la economía social y solidaria”.

Desde entonces la comercializadora ha ido creciendo, al punto que hace un año organizaron la primera Federación de Comercializadoras (cooperativas de trabajo) del país. Allí, las diez entidades participantes llevan una agenda en común y compran colectivamente toneladas de frutas y verduras. Lo que impulsó la creación de dicha Federación fue el espíritu de la cooperativa, el establecer vínculos solidarios y tejer redes con emprendimientos similares en pos de un mutuo aprendizaje y colaboración.

“Elegí la coope porque es un sistema de trabajo que encaja con mis ideales —destaca Ignacio sobre su participación en el proyecto–. Creo que desde este espacio se pueden construir grandes realidades, tanto del productor y el modelo productivo como la realidad del consumidor y el sistema de consumo. Además, se sostiene trabajo asociativo y justo para quienes distribuyen el alimento”.

Por otra parte, Pamela explica que Colectivo Solidario no comercializa productos de emprendimientos desarrollados por una única persona, ya que esto iría en contra de la economía social: “Intentamos que los proyectos participantes sean colectivos autogestionados, para poder fortalecer la mirada que tenemos con la cooperativa: no trabajar desde la individualidad”. Para cerciorarse del efectivo cumplimiento del espíritu social, los socios de la cooperativa se encargan de realizar una breve investigación de los emprendimientos acudiendo al lugar de producción cuando es posible, o a través de una ‘certificación colectiva’, es decir estableciendo contacto con las redes ya existentes del sector para recibir recomendaciones e información.

“Durante estos 11 años aprendimos mucho acerca de la realidad de los productores, en principio fue conocernos y luego transitar una relación cercana que nos permita comprender las problemáticas del sector y abordarlas de la mejor manera. Al cabo de tantos años sabemos con quién trabajamos y los nuevos proyectos están en etapa de conocimiento”, sumó Ignacio respecto a las cooperativas cuyos productos son comercializados por Colectivo Solidario.

Asimismo, aparte de la Federación y los dos almacenes, la comercializadora está presente en la Feria del Productor al Consumidor, iniciativa de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria (CaLiSA) de la Facultad de Agronomía de la UBA. “Para nosotros es un puesto de venta importante ya que va mucha gente. Se desarrolla en La Agronomía los segundos sábados y domingos de cada mes. La gente va y se tira con el mate, compra, tiene un patio de comidas a disposición, hay eventos culturales”, menciona Pamela, y destaca la tarea de gestión que conlleva ya que previamente acuden con la cooperativa a realizar tareas de limpieza y reparación del parque.

–¿Cómo se traduce el ‘consumo responsable’ en la práctica?

Ignacio: Es una manera diferente de percibir la alimentación, pensar que los alimentos no son mercancía y reflexionar sobre cómo viven y producen quienes están dentro de la economía social popular y solidaria. Qué mundo queremos al momento de elegir alimentos es un objetivo que perseguimos quienes comercializamos.

En este sentido, Pamela agrega que parte de su trabajo es informar a los consumidores. “Detrás de los productos están los productores y es lo que intentamos visibilizar: de dónde vienen las cosas, cómo se hacen. Tratamos que haya un vínculo entre productores y consumidores; prepandemia organizamos muchos encuentros con productores en el mercado. La miel que venden los supermercados muy barata no es, en realidad, miel pura, entra en cuestionamiento qué es lo que consumimos, qué calidad tienen los alimentos y productos. Ahora con la inflación nuestros precios son más competitivos; es difícil la rueda financiera de este tipo de proyectos porque no tenemos el lugar de acopio ni el dinero para comprar mucha mercadería, tener stock y bajar el precio”.

Asimismo, el Mercado de la Economía Solidaria Bondpland, donde se encuentra uno de los puntos de venta de Colectivo Solidario, tiene por sí mismo una historia ligada al tipo de emprendimientos que actualmente incorpora. Se trata de un lugar que fue recuperado por los vecinos de Palermo en el 2001; las asambleas barriales se reunían allí para hacer frente a un país en crisis. “Un señor que trabajaba con productores del sector, quien nos ayudó en el desarrollo de la cooperativa, comenzó a realizar proyectos con el Estado para armar el Mercado: los puestos, las estanterías y pisos. En ese proceso de recuperación fuimos ingresando las cooperativas”, comenta Pamela.

A su vez, explica, son las propias organizaciones del Mercado quienes lo gestionan a través de una asamblea mensual. “El diálogo con el Gobierno de la Ciudad fluctúa, a veces es bueno, otras no tanto. Pero siempre con ganas de conciliar las diferencias. Nos deben obras hace muchos años: no tenemos gas y se deben realizar obras de infraestructura en los techos; esto hizo que el propio Gobierno de la Ciudad, que no realizó las obras pertinentes, nos clausurara en un momento”.

–¿Cuáles son los objetivos de la cooperativa hacia el futuro?

Pamela: Queremos ampliar el rango horario del local de Colegiales, lo que también implicaría nuevos puestos de trabajo para otros compañeros. Cada vez que alguien se suma al proyecto es un desafío, porque la persona tiene que entender que no sólo viene a cumplir un horario sino que hay muchas cosas que pensar y hacer. También nos gustaría poner un galpón propio; sobre todo, encontrar alguna forma de financiamiento para poder stockearnos de mercadería y combatir la inflación. Además, queremos seguir generando encuentros con productores: a veces hacíamos visitas a los campos de donde vienen los ‘bolsones verdes’ y la gente podía acudir a la visita para conocer al productor. Estos lugares generan comunidad, sos parte de un proyecto. Lo lindo es que siempre hay nuevas cosas para hacer, nuevos desafíos, que van surgiendo en el año.