Por Sebastián Alonso y Lara Toledo
Fotografía: Sofía Barrios

Ubicada en Berazategui, Provincia de Buenos Aires, la fábrica de caldos deshidratados, sopas instantáneas y salsas Safra fue recuperada por sus trabajadores y trabajadoras en 2010. Desde entonces continúa produciendo y piensa ampliarse a la fabricación de snacks.

La Cooperativa de Trabajo Safra, ubicada en Berazategui, surgió en el 2010 tras la quiebra de la antigua empresa Aachen. Dedicada a la producción de caldos deshidratados, sopas instantáneas y salsas, los 25 asociados trabajan en equipo para sacar adelante la cooperativa.  

Corría el año 2009 cuando los trabajadores y trabajadoras se encontraron con una difícil situación: el cierre de su espacio de trabajo. Graciela Avalos, presidenta de la Cooperativa, cuenta que, tras el fallecimiento del dueño, a sus hijas no les interesó continuar con el negocio familiar y llevaron la empresa a la quiebra: “Poco a poco dejaron de venir, y ni siquiera hizo falta tomarla”. Frente a lo ocurrido, el dilema que se les presentó a los empleados fue elegir entre conseguir un nuevo trabajo u organizarse y tomar el control del lugar. Finalmente, recuperaron la fábrica y comenzó a funcionar la Cooperativa de Trabajo Safra. 

Avalos relata cómo fueron esos primeros momentos y las dificultades que tuvieron que atravesar, principalmente a la hora de organizarse para evitar que las instalaciones fueran ocupadas. Sin ningún tipo de experiencia, más allá de la que tenían por haber pasado por la producción, lograron sobreponerse a la situación. Debido a que el dueño anterior había estafado tanto a los empleados como a los proveedores y clientes, a muchos de estos últimos les costó volver a confiar en la empresa y establecer nuevamente los vínculos. “Costó mucho levantarlo, sacrificio, ganas, llanto”, señala. 

La cooperativa está conformada en su mayoría por mujeres, ya que la habilidad y agilidad a la hora de hacer el trabajo manual resulta fundamental para una buena producción. La presidenta recuerda que cuando eran empleadas en relación de dependencia no tenían obra social, y muchas mujeres fueron despedidas por pedir licencia de embarazo. En la actualidad, los derechos laborales de los asociados se respetan: “Las cosas las estamos haciendo bien, tratamos en lo posible de encajar en el sistema”, agrega. 

 Todo se consulta entre los asociados, la Cooperativa se organiza en torno a una Comisión Directiva integrada por Graciela Avalos, Ángel Mansilla, Christian Mansilla, Rosa Correa y Stella Maris González, quienes son los encargados de la toma de decisiones. Las ganancias obtenidas por las ventas de productos se reparten equitativamente, de manera que todos los trabajadores, integrantes y socios perciben el mismo salario. 

Sin embargo, un miedo se hace presente: la creencia de que una cooperativa no es responsable, las dudas sobre su inestabilidad, y prejuicios sobre su organización. “A veces por ser cooperativa prueban el producto, les gusta, pero no te compran”, señala Avalos y agrega: “No deja de ser una empresa, pero manejada por sus empleados. La diferencia también es que cuando viene la época difícil, no pensamos en echar a nadie: acá nos salvamos todos, o nos fundimos todos”.

Ese sentimiento se comparte entre las cooperativas. Safra está asociada a Empresas Recuperadas, dependiente del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), que favorece la conexión entre ellas. Sus principales proveedores de materias primas, insumos y de diseño, son emprendedores, pequeñas empresas o cooperativas para ayudarse mutuamente. 

El apoyo del Estado para Safra es esencial, que les llega principalmente a través de los subsidios o préstamos para la compra de maquinarias, otorgados por el INAES, la Federación de Cooperativas de Trabajo de la República Argentina (FECOOTRA), o el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Aunque fue un subsidio otorgado por España e Italia el que, en 2010, les sirvió de impulso para retomar la producción. “Hay muchas personas que creen que por ser cooperativa nos regalan todo, pero pagamos tasas, luz, gas. Lo único que no nos cobran es el impuesto a las ganancias. Acá casi nos sacaron porque no se pagaban los impuestos, y nos tuvimos que meter en un préstamo para poder pagar una deuda de años”, comenta Avalos. 

Mientras los trabajadores están atentos a sus tareas, el ruido de las máquinas en funcionamiento completa la escena. La modalidad de trabajo es principalmente por pedido, y la materia prima para producir tanto caldos como sopas es la misma, por lo que no pueden permitirse producir algo sin tener la certeza de que saldrá al mercado inmediatamente, aunque cuentan con un stock como reserva.

La época del año donde más trabajo tienen está llegando a su fin. Los caldos y las sopas instantáneas no son tan compatibles con las altas temperaturas del verano, y es el momento cuando comienzan las dificultades debido a la poca producción y venta. Sin embargo, la presidenta señala que uno de los objetivos a largo plazo es producir y comercializar snacks, de esa manera el transcurso de la primavera y verano no sería tan complicado. Al respecto, señala que ya cuentan con algunas máquinas para comenzar con la producción, aunque todavía les falta adentrarse en este nuevo rubro. Por otro lado, asegura que los “productos son de óptima calidad, lo que nos falta es la propaganda”.  

Entre las problemáticas actuales, se destaca un litigio judicial en el que se le reclama a la Cooperativa el cese del uso de las marcas Caldiet y Safra. Esto se debe a que los antiguos dueños están peleando por recuperarlas y, pese a que desde la Cooperativa señalan que continuaron trabajando y manteniendo las marcas y la empresa, los demandantes sostienen que les pertenecen. Aunque la transición no será fácil, están en busca de un nuevo nombre que les permita desligarse de este conflicto y lanzar nuevos productos al mercado. 

Uno de los pedidos al gobierno provincial es que se adquiera el lugar en el que actualmente funciona la Cooperativa, y por el que se le abona un canon mensual por alquiler al síndico judicial para mantenerse allí. “Tenemos derecho a estar acá porque ellos nos han estafado, no nos pagaron sueldos, nos sacaron la obra social. Antes trabajaban 80 personas, había tres turnos, y no paraban nunca las máquinas. Si nosotros tuviéramos la oportunidad, podríamos ofrecer mucho trabajo”, sostiene Avalos.

Con vistas al futuro, Safra se propone mantener el trabajo y lograr una capacidad productiva que les permita abastecer a grandes clientes. Esto va de la mano del reconocimiento de la empresa para estar a la altura de la competencia, pero sobre todo para que sus productos estén en las góndolas y el consumidor tenga la oportunidad de comprarlos. “Costó 12 años levantarnos y hay que mantenerse, porque la caída puede ser en un segundo”, reflexiona Avalos, y agrega: “son las ganas y el orgullo de hacer las cosas bien”.