Por Carla Spinelli
Fotografía: Milagros Gonzalez

El peronismo porteño realizó un acto en Parque Lezama para «cuidar» a Cristina Fernández de Kirchner y solidarizarse con ella tras el atentado del que fue víctima el pasado 1º de septiembre.

Es una concentración anunciada en defensa (de la vida) de Cristina Fernández de Kirchner, pero a la vez hay un clima de recital o estadio de fútbol Con sus banderas de fondo, la multitud agita y aguanta arriba de las gradas del anfiteatro del Parque Lezama, dispuesta en un semicírculo que mira hacia el escenario que está en el centro. A una semana del atentado a su líder, partidos, agrupaciones y autoconvocados peronistas, kirchneristas y de izquierda, se concentran para repudiar el odio con unidad.

El jueves 1 de septiembre pasadas las 21, un hombre llamado Fernando Andrés Sabag Montiel gatilló dos veces en la cara de la vicepresidenta. En el video que se viralizó y que espantó a una gran parte de la población, se ve que justo en el momento en que el arma se acerca a su cara, Cristina se agacha a buscar un ejemplar de Sinceramente que se le había caído. En su declaración confiesa no haberse percatado de lo que pasó en ese momento. Muchos hablaron de un milagro por el que no salió la bala. 

“Cuando vi lo que pasó me angustié, lloré. Me sentí violenta también, que es algo que me sorprendió de mí porque no soy así. Pero la verdad, sentí ganas de romper todo. Y me siento impotente para contrarrestarlo, no encuentro las herramientas”, reflexiona Silvana, subiendo la voz entre los cánticos de la hinchada compañera y los temas de Los Redondos que salen de los parlantes. En su rol como docente ve cierta violencia que se refleja en padres, madres y estudiantes de su escuela. Habla de cierta responsabilidad en el sistema de enseñanza, con una materia como Historia “que no se ve como la historia de la política, entonces los profesores la enseñan como una sucesión de eventos que no tienen lógica, donde no se mencionan las pujas entre los intereses de los distintos sectores”. 

En el escenario, Dora Barrancos se levanta de su silla y toma el micrófono. Describe el atentado bajo la carátula de un intento de “magnifemicidio”, poniendo sobre la mesa que “los odiantes no soportan la calidad de la inteligencia, de las convicciones y del coraje de Cristina”. La socióloga y asesora presidencial hace dos pedidos. El primero a “lo que queda de justicia justa”, con el petitorio de que la investigación “llegue hasta las raíces mismas: no nos van a convencer de que los miembros de un grupo marginal sean los actores principales de esta tentativa”. El segundo, un recado a la unidad de los manifestantes presentes y los simpatizantes de la vicepresidenta al grito de “¡si estamos unidos, las hienas retrocederán!”.  

Lola y Alondra son dos pibas de Mar del Plata. Allá hay manifestaciones, como a la que fueron el viernes, pero comentan que no son tan masivas como las que suceden en CABA o como en la que están hoy. Cuando vieron las imágenes se quedaron duras mirando la pantalla. “Me dio miedo, después me asusté, después me enojé y al otro día fuimos a la plaza”, cuenta Lola. “El aguante allá siempre está, pero es una ciudad que la gobierna la derecha hace años. Es complejo, por eso hay que estar ahí”, explica Alondra.  

Arriba del escenario, Ofelia Fernández, hace alusión a sus jóvenes 22 años, expresando que “lo que pasó el jueves que intentaron asesinar a Cristina, es una excepción en mi vida y en la política que conozco pero no en la historia y menos en la del peronismo”. En medio del debate del “ellos o nosotros”, la legisladora recuerda la movilización del viernes pasado donde “no había revancha, había amor y había dolor”. Y hablando de amor concluye su discurso apenada porque “debe ser realmente desesperante lo que les pasa, porque nadie nunca los va a querer como nosotros la queremos a Cristina, la historia nunca se va a acordar de ellos y eso les debe doler mucho”. Se piantan unos lagrimones en algunos rostros que se disimulan con aplausos. 

El sol ya empieza a bajar. A una mitad de la tribuna le sigue pegando el sol, mientras que la otra se saca los lentes y las gorras para descansar en la sombra. Constantemente dos cosas se atraviesan por los discursos de los dirigentes: el humo de las parrillas y los cantitos peronistas. Ambos cruzan el aire de la plaza, incontenibles. 

Como en todo recital de rock, partido de fútbol o marcha peronista, no falta el merchandising. Accesorios y ropa nacional y popular, librerías itinerantes, manteros con todo para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero compañero. Silvia, así como lo hizo el viernes pasado, vende stickers, pins e imanes a cuatro manos en su puestito frente al escenario. “La rueda del odio se frena con la unidad, es la única que hay, con la lucha en las calles como lo hicimos siempre”, comenta la feriante. 

Gabriela Cerruti abre el acto de cierre. Recibe algunos silbidos contados con los dedos de la mano. La portavoz presidencial se refiere, entre otras cosas, a la cuestión en boca de todos los últimos días. ”A veces siento que le quitamos ideología cuando decimos ‘discursos del odio’. No se trata de una crítica, un insulto o una discusión.  Es un discurso que cree que construye un ‘otro’ que no tiene valores democráticos, con el que no se puede convivir y tiene que ser exterminado de la sociedad. Es profundamente ideológico, un discurso provisto por el neoliberalismo y la ultraderecha, que tiene detrás intereses económicos”. 

 Mariano Recalde cierra el acto con certezas: “Con Cristina hay 2023”. La multitud ovaciona y ahí nomás siguen con el repertorio peronista. Un montón de voces corean “cuánto les falta para entender que no fue magia, nos conduce una mujer”. 

Un grupo de pibes y pibas militantes del Frente Patria Grande van y vienen armando pogos en el medio del anfiteatro. «Vinimos para dar una demostración, como decía Néstor, de conciencia popular frente al odio que se genera en los tiempos que corren», expresa Abril, militante y estudiante de trabajo social, mientras respira después de una tarde de saltar y cantar.    

Una familia tipo con dos hijos de alrededor de 13 y 9 años, se van de la movilización bailando ante una cámara que los transmite en la pantalla. La madre habla por todos: “Tenemos que dejarles un país mejor a nuestros hijos. ¿Y cuál es? Con Cristina”.