Por Daniela Collque y Nadia Sotelo, Sofía Barrios
Fotografía: Sofía Barrios y Daniela Collque

La inauguración de MURO, la obra de los artistas Luis Martínez Salas y Sebastián Chillemi Fernández, dan continuidad al proyecto «La violencia en el espacio, que investiga sobre el impacto urbanístico de las dictaduras.

Con la inauguración de la obra “MURO” de los artistas Luis Martínez Salas y Sebastián Chillemi Fernández y la proyección de “Despojo y memoria de la tierra. El caso de Urabá” el pasado 6 de agosto la plataforma La Violencia en el Espacio, ubicada en el Edificio Familiares del Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex-ESMA), continuó con su tarea de plantear una revisión crítica de proyectos territoriales y urbanos emprendidos durante las últimas dictaduras cívico-militares de Argentina y países de la región que transformaron las formas de pensar y habitar los espacios.

Carlos Salamanca Villamizar, coordinador del proyecto, explicó que esta plataforma “comenzó en 2018 con una exposición itinerante que se llamó ‘La Violencia en el Espacio’ y que se inauguró en Rosario, que se propuso pensar de qué manera la última dictadura cívico militar intentó modificar la sociedad a través de la transformación de los territorios. Nuestra propuesta de trabajo es analizar esa dimensión espacial y tomar por cierto y literal que cuando [Jorge Rafael] Videla dijo ‘vamos a emprender un proceso de reorganización nacional’ en realidad era de reorganización espacial. De alguna manera, se reconfigura la ciudad, las zonas de frontera, estableciendo relaciones de exilio y segregación que configuran el presente de nuestras ciudades y regiones”.

En la inauguración de MURO se proyectó “Despojo y memoria de la tierra. El caso de Urabá”.

Desnaturalizar los espacios

“MURO” es un proyecto colaborativo compuesto por obras de los artistas Luis Martínez Salas y Sebastián Chillemi Fernández. Se inauguró en esta jornada con una sala repleta de asistentes y en el marco de una conferencia en la que los artistas y organizadores reflexionaron sobre la importancia de esta creación.

A la característica frialdad de la arquitectura del edificio de la Ex-ESMA, la compensaba la calidez de los guías al recibir a los invitados. Las paredes lisas de cemento no se veían  impasibles porque esta vez las cubrían figuras de extraños humanoides que rompían con la quietud característica del lugar. Estos personajes precisamente son los protagonistas de las diez obras que componen la intervención artística “MURO”: cinco elaboradas por el dibujante Martínez Salas y otras cinco creadas por el pintor Chillemi Fernández.

Las primeras palabras del evento fueron las de Salamanca Villamizar, arquitecto con doctorado en Antropología e investigador, quien relató que la idea de esta obra surgió a partir de una visita de estos artistas a la plataforma “La Violencia en el Espacio”. Aquel encuentro fue el puntapié que despertó recuerdos de vivencias propias de los artistas y reflexiones acerca de las distintas modalidades de violencia socio-espacial, que ya venían trabajando y problematizando en sus obras. Finalmente, estas inquietudes dieron lugar a este proyecto que se viene gestando desde hace más de un año, donde Chillemi y Martínez profundizaron en la problemática, indagando en cómo lo habitamos y en cómo éste nos habita de cierta manera. El arte como motor de transformación y reflexión sobre la coyuntura social.

 En la mesa principal, junto a Salamanca y los artistas, se encontraban Tomás Crowder-Taraborrelli, doctorado en Español y Portugués en la Universidad de Irvine; y Kristi M. Wilson, profesora afiliada en Humanidades en la Soka University of America. Ambos habían sido invitados a la inauguración por sus trabajos vinculados a los estudios latinoamericanos. Wilson compartió un recorrido por los espacios de memoria que se encuentran alrededor del mundo: el 9/11 National Memorial, el Complejo Auschwitz, los parques de Memoria en Nagasaki e Hiroshima y el Espacio Memoria y Derechos Humanos Ex-Esma. “Son archivos en sitios (…) considerados por la UNESCO como museos vivos de la memoria. Terrenos políticos contra amnésicos en los que la política cultural en curso busca empuñar las lagunas en el conocimiento de la gente, de modo en que los recuerdos recuperados puedan permanecer críticamente inquietantes”, explicó la docente e investigadora. “Críticamente inquietantes” son las palabras que ella utiliza para describir las obras de Sebastián Chillemi y Luis Martinez, quienes amalgamaron a través de su intervención artística la memoria institucional con la memoria pública.

A continuación, Tomás Crowder-Taraborrelli reflexionó sobre las causas más estructurales de la violencia que se da en los espacios. “Esto se puede ver en la obra de Sebastián, la concentración del capital en pocas manos, compañías que se convierten en grandes monopolios de los medios de producción y se lanzan a la colonización de nuestras vidas”, afirmó Taraborrelli. Además, destacó la promoción del rol activo del arte en la ciudadanía, frente a la violencia, la opresión y el genocidio político, social y económico. “La exhibición intenta insertarnos nuevamente en una práctica humanitaria que se opone a una extractivista, la de la muerte. Y la vida recupera su valor”, concluyó el investigador.

 Martínez compartió la lectura de un poema que escribió en su croquera a puño y letra:

 

MURO:

El lugar, el límite, mi casa, mi caja, mi cuerpo, mi espacio, mi refugio.

Un lugar, un lugar que habito, me habita, nos habita.

Un territorio, un cuerpo, un paisaje;

sujeto, sujetos, cerrados y encerrados.

El abrir por descubrir un adentro, un afuera, un hogar, una comunidad.

Cajitas, casitas.

 “Encontré estos personajes encerrados en una especie de figura geométrica, en una tensión constante con el espacio entendido como un lugar límite. De ahí viene ‘MURO’”, explicó Martínez, artista galardonado oriundo de la Ciudad de Valparaíso, que reside en Buenos Aires desde 2005. Su propuesta es una mirada crítica al modo de vivir en espacios reducidos y la manera en que deforman, moldean, asfixian, deterioran y reducen la calidad de vida del ser humano llevándolos a una degradación corporal orgánica. Su obra nos invita a reflexionar sobre la invasión de la violencia y las vivencias en los cuerpos pero también en los vínculos, la psiquis y las emociones. “Nos transformamos de a poco, lentamente”, afirmó el artista chileno.

Para Sebastián Chillemi: “Estamos en este lugar con mucha carga, con todo lo que implica”. Sus obras expresan un clima social en el que los trabajadores se ven con los cuerpos amoldados a su función en las fábricas: chimeneas, tuberías, engranajes y la presencia de estos personajes “autómatas” dan cuenta de un contexto industrial dictatorial caracterizado por vidas monótonas. El artista complementa al mundo obrero y autoritario con un rojo vibrante que se lleva todas las miradas. “La obra me pedía rojo”, confesó Chillemi, que se dedica al oficio del dibujo hace 33 años.

Lo interesante de la intervención es que ambos artistas dialogan de diferente manera con la plataforma; con los mismos materiales, la tela cruda, que da la impresión de estar pintando en la pared, en el MURO. Martínez representa al espacio casi de manera literal, con trazos y figuras geométricas que moldean esos cuerpos biotécnicos tullidos, asfixiados, quietos que luchan por dar una bocanada de aire. Chillemi, por su parte, crea un mundo que podría ser la cotidianeidad actual de muchos trabajadores: estancados en un espacio y contexto que no pueden modificar, en vidas predestinadas al trabajo forzoso, la obediencia y la muerte.

El conjunto de obras interpela al espectador invitando a que se cuestione acerca de los espacios que circula y cómo los circula. Proponen pausar al menos por un momento la automaticidad con la que vivimos, detenernos a observar lo que nos rodea, desnaturalizar e interrogar las políticas espaciales que estructuran los sitios que habitamos.

“Si podemos dejar algo muy pequeño en cada uno de ustedes y que esto continúe cuando nosotros no estemos es un gran logro”, concluyó Chillemi.

La exposición MURO, es una muestra itinerante en la plataforma “La Violencia en el Espacio. “ Los días y horarios de visita están disponibles en @/violenciaenelespacio

Despojos, violencia y memoria

 

Durante la misma jornada, se proyectó el documental “Despojo y memoria de la tierra. El caso de Urabá” que reconstruye la historia más triste de Colombia; visibilizando todas las maneras de violencias contra las personas y contra la tierra en Nueva Colonia, municipio de Turbo, Urabá antioqueño en la década del ochenta, provocando la desaparición forzosa de indígenas y la destrucción ambiental.

Carlos Salamanca Villamizar inauguró la exhibición con la presentación del informe final de la Comisión de Verdad de Colombia y Forensic Architecture. Las proyección cuenta con testimonios de personas que sufrieron el despojo de sus tierras; realizando una reconstrucción de los lugares específicos y de la memoria de la violencia impartida por grupos paramilitares, grupos de narcotráfico y violencia por parte del Estado a través de los medios de control y seguridad que vulneraron los derechos de los ciudadanos.

Oscar Pedraza, uno de los investigadores de la Comisión de la Verdad expresó la importancia de visibilizar las distintas formas de violencia del país: “En 2019 hicimos este proyecto sobre la desaparición forzada, la violencia de la guerra y sus diferentes formas, en la geografía y sus pueblos indígenas. Aquí, se observa cómo se realizó el despojo de tierras y los recorridos de la relación entre empresas de bananas trasnacionales y colombianas, intereses estatales y las tensiones con campesinos: una articulación de alianzas entre empresarios y paramilitares para controlar la tierra por especulación financiera”.

Salamanca planteó que, desde que llegó al edificio y se convirtió en un gran promotor de la plataforma “La violencia en el espacio”, comenzó a trabajar con colegas de Chile para pensar cómo es esa expresión de lo espacial, el autoritarismo y la dictadura de Augusto Pinochet. Y que más recientemente empezó a trabajar con colegas de Colombia para tratar de pensar la misma problemática en ese contexto. “Naturalmente, las preguntas pueden ser similares pero los contextos pueden ser muy distintos y requieren de un proceso de elaboración teórica, conceptual y metodológica importante. En eso trabajamos. En ese marco, desde el año pasado cuando conocimos las huellas de la desaparición, promovida por la Comisión de Verdad de Colombia y el Equipo Internacional de Arquitectura, se fijó un acuerdo con este estudio de investigación para dar cuenta de cómo son estas violencias y los efectos que puede tener para la región”, expresó.

Carlos Beristain, del Comisionado de la Verdad de Colombia, enfatizó sobre la importancia de que los testimonios de las violencias salgan a la luz. “En Urabá se consolidó un proyecto paramilitar, las víctimas expresaron el dolor que esto produjo y contaron a la comisión cómo el empresariado financia a los grupos, la acumulación de tierra y los despojos, las zonas para lavar dinero y libre salida narco a diferentes países. Por eso, es importante el valor de campesinos y juezas para contar sus vivencias, silencios y el exilio. La clave para entender lo ocurrido en Colombia es el testimonio de las víctimas. Así se presentó el informe como aporte para pensar la humanidad rindiendo cuentas sobre el pasado. Un informe que es la voz de la sociedad, plural, que da cuenta de muchas formas en que la violencia en estos 50 años afectó las ciudades, regiones, poblaciones y comunidades de diferente manera Y a la naturaleza y el medio ambiente también como víctimas de esto”, agregó.

Para Salamanca “no solamente las ciudades, el medioambiente, los espacios de diversión, los medios de comunicación y los espacios cotidianos fueron marcados por el autoritarismo que se expresa en el espacio y con el espacio. No es sólo un escenario en el que suceden cosas, sino que constituye las sociedades”. Y concluyó destacando la importancia de narrar la violencia para llegar a nuevos debates”.