Por Agustina Gálvez
Fotografía: Sofía Barrios

Francia Márquez, Vicepresidenta electa de Colombia, estuvo de visita en Argentina. En medio de los encuentros protocolares, brindó una conferencia en el Centro Cultural Kirchner.

“Ya me cansé de hablar con las blancas de racismo, no quiero dar más lecciones”, me dice una mujer en el auditorio nacional del Centro Cultural Kirchner mientras esperamos a Francia Márquez-Mina, mujer afrocolombiana, militante, Vicepresidenta electa de Colombia.

El auditorio del CCK está colmado: somos 1950 personas esperando. Francia está en Argentina como parte de una gira sudamericana que empezó en Brasil junto a Lula da Silva, siguió con Gabriel Boric en Chile, pasa ahora por Argentina con encuentros con Alberto Fernández y Cristina Kirchner; y terminará en Bolivia con el vicepresidente David Choquehuanca. De vuelta a Colombia, junto con Gustavo Petro, su compañero de fórmula y Presidente electo, asumirán el próximo 7 de agosto.

 

Negra del Cauca, Francia Márquez-Mina nació en el municipio Suárez. Fue madre a los 16 años, trabajó en las minas de oro como artesana y en las casas de Cali como empleada doméstica. Se recibió de abogada, militó toda su vida por la paz, los derechos humanos y el medio ambiente. Por el respeto a su tierra, el valor de las comunidades afrodescendientes: ese camino fue el que la llevó a ser, a sus 40 años, la segunda mujer Vicepresidenta de Colombia y la primera de origen afro-colombiano en llegar al poder.

Todo eso en un país en el que entre 2005 y 2018 disminuyó un 30,8% el porcentaje de la población que se reconoce negra, afrocolombiana, raizal o palenquera.

En el CCK cuelgan wiphalas, se escuchan reivindicaciones a las mujeres y al derecho al aborto en canciones, pero sobre todo se escuchan a las compañeras afrodescendientes. La impronta de la charla hace evidente que acá las blancas venimos a aprender, a entender lo que nunca vivimos para que ellas no nos tengan que seguir dando lecciones.

Para las 18:15 horas la llegada de la Vicepresidenta electa de Colombia ya es un pedido colectivo. En la sala están presentes el Ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer; la Ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidades, Elizabeth Gómez Alcorta; la titular de INADI, Victoria Donda y la referente de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Nora Cortiñas, entre otras personalidades. La presentación está a cargo del Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.

Verónica Gago, la periodista designada para entrevistar a Francia, presenta a Pérez Esquivel y entran los dos: un Premio Nobel de la Paz y la primera mujer negra Vicepresidenta de Colombia, de la mano.

“Ustedes nos ven a nosotros pero nosotros no los vemos a ustedes, y queremos verles los rostros, las sonrisas, las miradas”, son las palabras de Adolfo Pérez Esquivel entre los primeros chillidos de un micrófono que estrena el evento, “por favor, ¡enciendan las luces!”, pide.

El auditorio se pone de pie y Pérez Esquivel sonríe como si fuera un mago.
“Los pueblos no tenemos que esconder el rostro”, concluye.

Entonces la Ballena reproduce a Galeano como si estuviera ahí: escuchamos “Los Nadies” mientras Pérez Esquivel se retira e ingresa nuevamente Verónica Gago.

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

“Vos convertiste estas palabras poéticas de Galeano en un programa político”, dijo la periodista. Y es que el programa que la fórmula Petro-Francia le propuso a Colombia es el que atiende a las minorías por sobre todos los demás. La idea del cambio, esa que ha sido tan vapuleada en los últimos años en la República Argentina, en Colombia hace referencia a un quiebre histórico: el de Gustavo Petro y Francia Márquez es un programa político que rompe con el neoliberalismo que gobierna la región, es la política de los nadies.

En Colombia los nadies “son los pueblos étnicos, indígenas, afrodescendientes, raizales y palenqueros; las mujeres, la comunidad diversa, las mujeres trans; el pueblo campesino, los niños y niñas que mueren de hambre; los jóvenes a los que asesinan, los trabajadores y trabajadoras que resisten”. De ese lugar viene Francia y la campaña que encararon junto con Gustavo Petro, para gobernar en favor de los y las nadies.

Francia Márquez pasó de ser una tirapiedras a ser electa por el voto popular.

“Soy porque somos, un grito de lucha y de paz” fue el nombre con el que el CCK presenta la charla y también el lema con el que Francia recorrió Colombia durante los meses que duró la campaña electoral. Soy porque somos no es marketing político, es filosofía umuntu: resabios de África, sabiduría en sangre.

Es entender la lógica colectiva, el pasado y la identidad a la vez: “no hay posibilidad de existencia de la vida humana sin la vida de la naturaleza”, dice Francia. Porque Petro-Francia es, según la Vicepresidenta, la fórmula del cambio real, colectivo y sobre todo, en favor de las minorías colombianas y la naturaleza.

Francia Márquez está vestida de un amarillo intenso, lleva consigo un bolsito bordado de colores como quien llega de un viaje de larga distancia sin tiempo para desensillar. Tiene unos aros dorados que imitan la silueta del mapa colombiano; pulseras de hilo encerado, una wiphala en la muñeca y un peinado que ninguna funcionaria tuvo antes.

Es latinoamericana y es afro, de eso se trata la cosa: cuenta que en campaña se la pasó discutiendo sobre cómo se peinaba o qué se ponía en el pelo, “porque para mí eso es parte de una representación”, explica, “se trata de cambiar el color y las imágenes en la representación del poder”.

Es que viene de un territorio de disputas políticas y luchas imposibles de ignorar. El Cauca vivió la esclavitud, “aún se llama Ciudad Blanca por un pensamiento colonial que la habita”, explica la Vicepresidenta. Dice que su abuela le enseñó que el territorio en el que vivían no había sido un regalo, sino producto de dar batalla.

Su abuela y su madre, que fueron las primeras que le enseñaron la resistencia, le inculcaron el amor por la tierra y la importancia del arraigo, porque “la gente negra del norte del Cauca aprendió que sin territorio no hay libertad ni autonomía”.

Cuando habla, el auditorio oscila entre el silencio absoluto y los aplausos ensordecedores. Hay frases que son frases de campaña, pero donde se cuela a la vez una autenticidad que le sale por los poros.

Francia ganó con un programa feminista, ambientalista y antiracista: ganó con la experiencia de lucha que lleva consigo. Sabiendo que su nombre y su vida no son casuales, porque lleva las marcas de la conquista, del colonialismo y la exclusión en su historia.

Por eso aprendió sobre “la interseccionalidad de raza, clase y género”, dice que al principio no lo teorizaba pero después conoció a Angela Davis. Con esos aprendizajes, y con la certeza de que “las mujeres negras no están haciendo la lucha para romper el techo de cristal, sino para ponerse de pie y caminar con sus hermanas porque ellas siempre han estado de rodillas”, Francia Márquez Mina se propone gobernar Colombia.

Con el amor por la tierra como bandera, el mismo que la hizo enfrentarse a proyectos minero-energéticos que, dice con una risa segura, un poco pícara, que ahora que es gobierno le toca mirar cómo es que van a hacer.

Hay algo en Francia que habla de ser dirigente pero también de haber sido pueblo, militante, “civil”. Esa desconfianza a los políticos, la experiencia de haber sentido la corrupción, la desesperanza. Lo que intenta dejarnos claro es que gobernar no es fácil, pero que va a intentar escapar de las fórmulas conocidas que los pueblos le adjudican a la política de hoy.

Sin embargo entiende que la correlación de fuerzas no se modifica con mero voluntarismo, porque es consciente de que su presencia “es la representación de pueblos históricamente excluidos, marginados, racializados y olvidados” y tiene que luchar por ellos, pero también dice que “se puede hablar bonito, pero la realidad es que las reformas se hacen con dinero”.

Con esa frase se da lugar al cierre, a cargo de Beatriz Pichi Malen, que recrea el canto ancestral de la cultura mapuche y nos deja intentando entender por qué nadie nos enseñó esto en la escuela.

También sube Maria Elvira Solis, representante de la comunidad afrodescendiente del Pacífico, que nos trae música sabrosa. Junto con Francia, cantan la música del Cauca, de su tierra, con una alegría que hace volar wiphalas, pañuelos del aborto y revistas de La Garganta Poderosa en simultáneo.

Francia Márquez-Mina le propone al pueblo colombiano y a los países de la región latinoamericana vivir sabroso, que es parecido a esto y también es un derecho; es vivir con dignidad, con alegría y sin miedo.

Cuando Elvira se va, Francia Márquez queda parada en el escenario y sonriendo dice: “espero que en 4 años, cuando terminemos el gobierno, podamos seguir mirándolos a la cara con dignidad; y que mi corazón siga estando bien puesto”. Con el puño en alto, pañuelos verdes, selfies y una placa de reconocimiento por su lucha antiracista, se retira.

En el Centro Cultural Kirchner todos y todas parecen haber recuperado algo que en la Argentina de los últimos meses es cada vez más difícil encontrar: la esperanza.