Por Sofía Troiano
Fotografía: Diego Castro Romero

Las más de treinta marchas en diferentes puntos del país contra de la explotación de hidrocarburos en el Mar Argentino, aprobada por el Gobierno nacional a un día de terminar el año 2021, deja claro que una parte de la sociedad, con capacidad de movilización, rechazaba de plano el proyecto. En Buenos Aires, a 400 kilómetros de la convocatoria central, de Mar del Plata, también hubo Atlanticazo.

Es principio de año y en la ciudad de Buenos Aires hay una tranquilidad que solo se puede ver en verano. Las oficinas, los restaurantes y las calles están vacías, desoladas. No es una imagen extraña, para esta época del año, muchas de las personas que habitan la ciudad se encuentran poblando otra: Mar del Plata. Pero el espíritu costero, al parecer, también se encuentra en el centro neurálgico de la ciudad. En el medio de la Avenida 9 de Julio hay personas en malla marchando junto a muchas otras (vestidas). Frente al Obelisco se paran y se disponen como si estuviesen frente al mar. No faltan las sillas playeras, la conservadora de frío, las lonas para tomar sol, los juguetes para la arena, las sombrillas, los barrenadoras y hasta la “birra” en mano. Más allá de la extrañeza de la situación para quien pasa caminando, hay algo que llama la atención: las personas tienen todo el cuerpo manchado con pintura negra y cantan eufóricos: “Se defiende, el mar no se vende”. Esas manchas simulan un derrame de petróleo que, según Greenpeace, es una situación posible si se aprueba la explotación petrolera en la franja norte del Mar Argentino.

Fue el pasado jueves 30 de diciembre, bajo la Resolución 436/2021 publicada en el Boletín Oficial y firmada por el Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación Juan Cabandié, que se dio por suspendido el procedimiento de evaluación de impacto ambiental del proyecto “Campaña de Adquisición sismica Offshore argentina”. Lo que permite el comienzo de la exploración sísmica en áreas de exploración off shore “CAN 100”, “CAN 108” y “CAN 114”, ubicadas las dos primeras a 307 km de la costa marplatense y la segunda a 443 km. Este proyecto sería llevado a cabo por la empresa noruega Equinor, asociada a YPF y Shell. 

“Basta de extraccionismo y genocidio indìgena. El Estado y los gobiernos son responsables”, dice la bandera kilométrica que llevan más de cincuenta personas a lo largo de Avenida de Mayo. Mariano Sánchez Toranzo (54) es uno de las que sostiene la bandera: “Vine porque no estoy de acuerdo con la destrucción de los mares, creo que son un bien común y merece que se viva en armonía.”. Mariano se encontró con Raquel (75) amiga y compañera militante de la “Campaña Plurinacional en Defensa del Agua para la Vida”. Cerca de ellos, un hombre en malla, “empetrolado” y dentro de una caja que simulaba un fuego se hacía llamar Mersur (57) y reclamaba la renuncia de Cabandié.

El debate se produce entre organizaciones que rechazan el extractivismo; un Gobierno con la necesidad desesperante de ingresar dólares frescos; y una oposición desinteresada en otra cosa que los negocios; además, claro, del interés propio de las empresas.

Lo paradójico de la situación es que fue la gestión macrista (2017 hasta el año 2020) mediante la Secretaría de Energía de la Nación, que abrió el escenario y empezó a otorgar los permisos para los estudios sísmicos en el mar hasta el año 2028, sin tener en cuenta la opinión pública. Fue el 1 de Julio del 2021 que se llevó a cabo la Audiencia Pública Nº 1/21 donde, según el informe final oficial, participaron 350 exponentes pertenecientes a todos los sectores involucrados en el proyecto: Greenpeace, Equinor, el Consejo de Empresas Pesqueras, YPF, entre otras organizaciones. De ellas, más del 90% estuvieron en contra de la implementación del proyecto según “El foro de Conservación del Mar Patagónico y Áreas de influencia”. 

El debate se produce entre la sociedad y organizaciones que rechazan con más o menos fundamentos el extractivismo; un Gobierno atrapado entre la pandemia del coronavirus y la económica que dejó el macrismo, con la necesidad desesperante de ingresar dólares frescos; y una oposición desinteresada en otra cosa que los negocios; además, claro, del interés propio de las empresas.

La marcha termina en la calle Cecilia Grierson en el barrio de Puerto Madero, en el domicilio físico de la empresa noruega Equinor. La escena de la playa y una manta negra (que simula el petróleo) tapando a las personas que están “veraneando”, se vuelve a repetir. Los carteles de protesta se amarran a las rejas que separan el edificio de los manifestantes que lo rodean, cuando están todos juntos es llamativa la participación de familias enteras. “Estamos acá para evitar que maten a los animales y que no pongan petroleras en mar”, dice Nina de ocho años acompañada por su mamá Bárbara. Minutos antes de que terminara la concentración, el viento, casi costero, hace volar carteles, los manifestantes siguen cantando a favor de la conservación del mar. Las pancartas que embolsa el viento siguen sostenidas de manera titánica.