Por Fanco Ojeda
Fotografía: Gentileza Víctor De Gennaro

El gremialista Víctor De Gennaro rememora el estallido de hace 20 años y destaca el rol que tuvo la organización social frente a las políticas neoliberales. El Frenapo, las caravanas nacionales y el plebiscito por la distribución de la riqueza.

En 2001, las agrupaciones sociales realizaron numerosas protestas en todo el país, en un contexto de crisis terminal, con el objetivo de mejorar sus condiciones de vida. “Fue una forma maravillosa de organización popular”, recuerda Víctor De Gennaro, ex secretario de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) y participante activo de las caravanas que partieron de distintas partes de Argentina en rechazo a la política de los sucesivos gobiernos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa.

De Gennaro considera que, por entonces, persistían resabios de la política económica y social de la última dictadura cívico-militar. “La UCR y el PJ tuvieron a Domingo Cavallo como su ministro de Economía, el mismo que estatizó la deuda privada y que inventó la convertibilidad”, reflexiona.

“Antes, durante la hiperinflación, era difícil luchar por los salarios. En los supermercados se remarcaban los precios todos los días –evoca–. Y de pronto, llega Cavallo y la inflación se va a cero”. Según De Gennaro, el ex superministro pactó con los sectores del poder económico el desarrollo de negocios con el patrimonio del Estado, que en los 90 se privatizó casi totalmente a cambio de la estabilización de precios. “En aquel momento, entendí que detrás de la inflación hay una decisión política”, asegura.

Para las organizaciones sociales y gremiales, el 2001 fue un año muy intenso por las múltiples movilizaciones que convocaron. “Buscábamos un cambio, un shock en la distribución del ingreso”, subraya De Gennaro, quien junto con otros referentes participó en la creación del Frente Nacional contra la Pobreza (FreNaPo) que juntó firmas en decenas de ciudades para que se desarrolle un plebiscito popular. “Pretendíamos una distribución de la riqueza, un salario universal, jubilaciones dignas, entre otras medidas”, destaca el dirigente, quien hoy sigue militando desde su espacio Unidad Popular, y cuyas primeras marchas, dos décadas atrás, tuvieron epicentro en Rosario, uno de los distritos más castigados por la crisis.

«La pobreza es una decisión política, no económica. Porque es una herramienta del sistema para dominar.»

El FreNaPo nació en el fulgor de la Convocatoria al Nuevo Pensamiento, cuyo primer encuentro se desarrolló 1999 y que contó con la intervención de intelectuales, dirigentes sociales, gremiales, activistas por los derechos humanos, artistas y políticos de diferentes regiones del mundo, entre ellos, Luis Inácio Lula Da Silva, quien asistió a la segunda edición del encuentro en el año 2000, antes de ser dos veces presidente de Brasil.

De Gennaro recuerda que una de las últimas caravanas del FreNaPo coincidió con los atentados a las Torres Gemelas en Nueva York. “Estábamos con Marta Maffei (por ese tiempo secretaria general de CTERA) en la zona donde se ubicó la Carpa Blanca por la educación, cuando nos dijeron que un avión se estrelló contra una de las torres. Cinco minutos después, nos dijeron que aceleremos porque otro avión se había estrellado contra la otra torre y en vez de dispersarse la convocatoria, para ver que ocurría en Estados Unidos, más gente se sumó a nosotros”, cuenta. Ese año se organizaron siete caravanas hacia distintas partes del país contra las políticas de ajuste.

La semana previa a la caída del gobierno de la Alianza, varias entidades gremiales y sociales realizaron medidas de fuerzas o manifestaciones contra De la Rúa y su ministro de Economía, Domingo Cavallo. El 13 de diciembre de 2001, la CGT convocó a un paro nacional que tuvo una gran adhesión. Mientras tanto, en las jornadas del 14, 15, 16 y 17 de diciembre, se desarrolló el plebiscito convocado por el FreNaPo que tuvo el apoyo, además, de la Federación Agraria, organizaciones sociales y sectores religiosos. Más de tres millones de ciudadanos emitieron su voto en el plebiscito. “Había un ansia de participación de la gente. En ese momento aprendí que la gente cuando quiere, vota”, señala De Gennaro, en clara alusión a las elecciones legislativas de este año que tuvieron una baja participación y un alto porcentaje de voto en blanco. “A través de las movilizaciones, pretendíamos combatir contra la pobreza y generar un cambio en la distribución del ingreso”, remarca.

El 19 de diciembre de 2001, De Gennaro se encontraba en una reunión con referentes sociales en la localidad bonaerense de Moreno, cuando le informaron que De La Rúa había anunciado el estado de sitio. “Esa noche convocamos a un paro nacional para el 20 de diciembre y a una marcha hacia el Congreso para que no convalide el estado de sitio, pero a la madrugada ya había miles de personas en las calles de los barrios manifestando su rechazo a la medida. En ese momento, sentí que la dictadura terminó”, confiesa De Gennaro. En su opinión, hubo una crisis de gobernabilidad que se desplegó en un marco de enfrentamiento entre sectores del poder. “Se enfrentaban los que pretendían la dolarización y los que querían la devaluación. Entre esos dos ejes, nosotros estábamos en la tercera vía, el de la distribución de la riqueza”.

Luego de aquella experiencia y con la aparición de gobiernos con políticas progresistas, se demostró que “la alternativa era posible”. De Gennaro pondera el rol del Foro Social Mundial, organizado en enero de 2002 en la ciudad brasileña de Porto Alegre. “Ese Foro surgió como contracara a Davos, el encuentro anual de empresarios, y fue una resistencia contra aquellos que decían que había un fin de la historia”, puntualiza.

“En la actualidad no serviría un Frente Nacional contra la Pobreza –sentencia De Gennaro–. La pobreza es una decisión política, no económica. Porque es una herramienta del sistema para dominar. La única forma de luchar contra la pobreza es ir por la riqueza”.

Para De Gennaro, a partir de ese momento, ningún gobierno ha podido resolver los problemas de la crisis de gobernabilidad. “En los últimos años, han vuelto gobiernos de tinte liberal pero tampoco pudieron establecerse y no tienen capacidad de convencer. Por lo cual deben reprimir. El sistema tiene tres alternativas durante las crisis de gobernabilidad: convencer, corromper y reprimir”, dice el también exdiputado nacional.

“Hoy la construcción de un proyecto social y alternativo es posible, pero conlleva un proceso largo y laborioso necesario para que haya una mejora en la sociedad”, sostiene y concluye: “Y no alcanza con decir lo que se debe hacer, sino que hay que hacerlo”.