Por Franco Ojeda
Fotografía: ARCHIVO TELAM

Luis Zamora, exdiputado nacional, recuerda  los sucesos ocurridos en 2001, cuando fue una de las caras más reconocidas en ese tiempo de gran descontento social. Un emergente del voto bronca y uno de los pocos que se salvó del “que se vayan todos”.

El día está nublado y en un bar cercano al Congreso Nacional se encuentra Luis Zamora, con un café y con un periódico. El dirigente de Autodeterminación y Libertad fue una de las caras visibles de la crisis de representatividad social del 2001. Pocos meses antes de los estallidos del 19 y 20 de diciembre, Zamora obtuvo el 10% en las elecciones legislativas del 2001, en una jornada que se caracterizó por el voto bronca hacia los sectores políticos de los partidos políticos mayoritarios.

La crisis económica y social impactó sobre el sistema político argentino en donde los partidos tradicionales perdieron prestigio en las elecciones legislativas, ocurridas en septiembre de 2001, en las cuales el sufragio en blanco y nulo obtuvo más de 4 millones de votos. A esto se sumó la canalización del voto, más conocido como voto bronca, hacia otros candidatos. Uno de ellos fue Zamora, quien fue diputado a principios de la década del 90’ y que en esas legislativas logró un 10,13%, en la Ciudad de Buenos Aires, obteniendo dos bancas en la cámara baja para su partido. 

“En el 2001 hubo una recesión muy profunda. Llegó a haber más de 25% de desocupados. Había personas que vivían de la jubilación de sus abuelos”, afirma Zamora, al recordar las elecciones legislativas del 2001. El dirigente señala que el contexto fue angustiante porque muchos sectores sociales carecían de ingresos, a lo que se le sumaba la falta de empleos. “La CGT en ese entonces no fue muy importante para defender a los trabajadores”, destaca Zamora, en relación al paro nacional del 13 de diciembre de 2001 convocado por CGT oficial, CGT disidente y la CTA.

«Con el voto bronca se le mostró un verdadero castigo al gobierno, poniendo en el sobre fetas de salame, escupitajos, mensajes de broncas y fotos de Clemente o inclusive votando a nuestro partido”, recuerda Zamora.

Zamora afirma que las expectativas puestas en la Alianza, conformada por la Unión Cívica Radical y Frente País Solidario, se agotaron rápidamente en los sectores de clase media y en especial luego de la renuncia de Carlos “Cacho” Álvarez, en octubre del 2000. “Álvarez había construido cierto prestigio en la clase media, pero lo que ocurre es que la clase media abandona rápidamente sus identidades. No es como la clase obrera”, señala Zamora. “En las elecciones del 2001, cuando no se observó ninguna alternativa de cambio, sumado al empeoramiento de las condiciones de vida, se le mostró un verdadero castigo al gobierno de ese entonces y a los partidos tradicionales a través del voto bronca poniendo en el sobre fetas de salame, escupitajos, mensajes de broncas y fotos de Clemente o inclusive votando a nuestro partido”, recuerda el exdiputado.

El dirigente recuerda las movilizaciones espontáneas de diciembre de 2001 y las califica como apasionantes y sorpresivas. “Esa autoorganización sin que nadie convocará fue asombroso. Lo deseábamos, pero no lo esperábamos tan rápido. Fue como un fósforo que se prendió y que generó una luminosidad que siempre se debe rescatar”, considera el dirigente, que tuvo una participación intensa en las asambleas barriales que se organizaron en la Ciudad de Buenos Aires. “Tuve el gran privilegio de ser aceptados en las diferentes asambleas, por más de que recientemente había asumido como diputado”, recuerda. “Había dirigentes políticos que no podían ni acercarse a las asambleas”, asegura Zamora. A lo que agrega: “Esas movilizaciones son de los hitos más importantes del pueblo argentino”, asegura el dirigente quien también destaca la interrelación entre las distintas asambleas barriales. Aunque atestigua que también hubo enfrentamientos contra los sectores que estaban en contra de las asambleas. “Muchas veces Aníbal Ibarra -ex jefe de gobierno porteño- enviaba gente, Duhalde -presidente en 2002- enviaba a gente de la SIDE -ex servicio de inteligencia- para provocar conflicto”.

El exdiputado rememora el momento en que el entonces presidente Fernando de la Rúa declaró el estado de Sitio. “Luego de que de la Rúa hiciese ese anuncio recuerdo que se empezaron a escuchar cacerolazos en distintas zonas del barrio. Luego bajamos y vimos a vecinos en la misma situación de bronca. Luego me informaron que había un grupo de manifestantes en una de las calles cercanas y luego se fue acercando más gente hasta que fuimos al Congreso. Para mí lo espontáneo también fue simultáneo”, asegura el dirigente que apunta a la crisis social, al desprestigio de los partidos políticos, el aumento del desempleo y el Corralito.

“El Corralito fue terrible. Uno tenía que hacer largas colas para retirar dinero del banco y encima no podías retirar por el salario completo. Si tenías que pagar el alquiler, no podías comer porque Cavallo (Domingo) te permitía extraer sólo una cuarta parte de tu dinero. También fue horrible para aquellos trabajadores que tenían su indemnización por despido depositada en el banco y no la podían sacar de ahí”, opina Zamora.

El dirigente lamenta que a pesar de que un sector importante de la sociedad participó de las movilizaciones por la crisis social, económica y política, muchos sectores de la clase obrera se mantuvieron al margen de los eventos del 2001. “Eso fue una debilidad muy grande, porque las fábricas no pararon. Si eso hubiese pasado, el que se vayan todos hubiese tenido un efecto muy diferente”, asegura Zamora.

 Zamora recuerda que durante la tarde del 19 de diciembre se frenó la sesión en el Congreso de la Nación, a partir de una moción suya. “En esa tarde me enteré que De la Rúa iba a dictar Estado de Sitio, de inmediato interrumpió la sesión porque la Constitución dictamina que el único que lo puede declarar es el Congreso. Entonces Camaño -presidente de la Cámara- que tenía más información dijo: ‘Son solo rumores’. Pero al rato interrumpe la sesión, aunque con la condición de que volvería a llamar en caso de que anunciaran el Estado de Sitio, cosa que nunca ocurrió”, asevera el dirigente.

El dirigente asegura que, en la madrugada del 20 de diciembre, centenares de personas se reunieron en la calle y empezaron a gritar contra la dirigencia política, aunque con especial encono contra Cavallo, Menem y De la Rúa. “Cuando se anunció la renuncia de Cavallo, la gente gritó con mucha efervescencia, que después continuó con un ‘que se vayan todos’. Zamora recuerda la mañana del 20 de diciembre, cuando se inició la represión policial en Plaza de Mayo, el punto cúlmine para el inicio del enfrentamiento y la masacre efectuada por las fuerzas de seguridad. “Había mucha bronca. A esto se sumaron chicos y chicas que venían del segundo y tercer cordón del conurbano. Muchos de ellos jóvenes, que habían sufrido la represión policial en carne propia en canchas de fútbol o recitales”, asegura el dirigente. “El final ya era anunciado cuando De la Rúa renuncia en la tarde. Los ciudadanos se peleaban contra algo más grande y la idea de de la Rúa estímulo a las personas, aunque fuera una persona con tan poca autoridad como el presidente de ese entonces”.

Zamora asegura que al momento de la renuncia de la Rúa se produjo un recrudecimiento de la represión de las fuerzas de seguridad. “Había enfrentamientos por todas partes y la policía tiraba al bulto. En ese momento trate de ayudar apareciendo en distintos sectores de la zona del Congreso para disuadir la represión, porque era una persona con mucha exposición y la policía no se animaba a disparar”. El dirigente recuerda a los eventos del 19 y 20 de diciembre como una experiencia política por la fuerza y el impacto que tuvo. “La clase dominante tuvo terror esos días”, señala Zamora.

Por último, el exdiputado recuerda el temor de muchos dirigentes políticos luego de los eventos ocurridos el 19 y 20 de diciembre. “Había diputados que se cambiaban la ropa para no parecer diputados, porque el Congreso estaba rodeado de manifestaciones. Uno de los casos más notorios fue el de Raúl Alfonsín, que era Senador, y se tuvo que ir de una sesión escondido en el baúl de un auto”, afirma Zamora. “La dirigencia política estaba a la defensiva y no quería dejar el poder. Cuando empezó a mejorar la situación económica del país, volvieron a aparecer”. Por último, asegura: “En el 2001, el pueblo hizo política como nunca la había hecho antes, porque sintió que tenía poder. A partir del 2003, la dirigencia política recuperó el poder y empezó a convencer a muchos sectores que hacer política era seguirlos a ellos y a sus directrices y se empezó a perder la idea de la asamblea para la toma de decisiones. Aunque hubo casos de las asambleas contra la megaminería en Mendoza, que terminaron derrotando al proyecto minero del radicalismo y el peronismo”.