Por Florencia Vaveluk
Fotografía: Gentileza Samantha San Romé

En abril de 2016, y a tan solo nueve meses después de su primera presentación, el Plan Qunita fue sacado de circulación a partir de una resolución del Ministerio de Salud del entonces gobierno de Mauricio Macri. Impulsada por una denuncia de la ex diputada Graciela Ocaña debido a supuestos sobreprecios en la licitación, la resolución detuvo la entrega de los kits destinados a mujeres embarazadas titulares de la Asignación por Embarazo. Además, hubo estudios que indicaron un supuesto peligro para los bebés en algunos de los elementos del plan. Todo esto volvió un paso atrás en el acceso al derecho del sueño seguro de muchos recién nacidos.

El kit contenía una cuna armable, indumentaria, elementos de cuidado e higiene, juguetes y una guía. La importancia del plan se basó en intentar disminuir el número de muertes que ocurren en la práctica mal realizada o sin seguridad del colecho, costumbre que consiste en que la madre y/o padres de un bebé duerman juntos por la noche. En el año 2015, se registraron 250 casos de Síndrome de Muerte Súbita de Lactantes (SMSL) producido en bebés menores de un año aparentemente sanos.

Alrededor de 74.000 cunitas fueron entregadas en distintas maternidad del país antes de la anulación del programa. Según un estudio de la Fundación Soberanía Sanitaria, en 2015 -año en que comenzó Plan Qunita- la tasa de mortalidad infantil se redujo un 8,5%. ¿Por qué se suspendió entonces, si mostraba aparentes buenos resultados? Uno de los motivos fue que se encontraron potenciales riesgos en algunos elementos del kit: por un lado, un informe del Instituto Nacional de Tecnología Industrial aseguró que las cunitas encastrables tenían bordes afilados y faltaron advertencias de uso, y por otro, un estudio determinó que las bolsas de dormir eran peligrosas ya que representaban un riesgo de asfixia para los bebés.

Alejandro Jenik, médico especialista en pediatría y neonatología, dialogó con ANCCOM sobre el informe que presentó a pedido de la Subsecretaría de Salud Comunitaria, Maternidad e Infancia, que repercutió sobre la causa Qunita. El médico señaló que la bolsa de dormir estaba erróneamente diseñada: “El proyecto era muy bueno, pero estaba mal implementado. Yo mencioné que el programa era elogioso, que había que continuarlo, excepto por la bolsa de dormir”. La pregunta entonces es por qué no se decidió seguir con el plan reemplazando los elementos deficientes, sin privar a los recién nacidos del kit.

Con respecto a otros detalles aparecidos en el informe del INTI, que también hizo mella en la opinión pública, para el especialista “No eran cosas importantes, si los bordes estaban afilados o no. Qunita era un programa importante porque lleva cunas a donde no hay, y cada niño debe tener una. El colecho no puede pasar porque los padres no tienen elección, la cuna debe estar y los padres tienen que hacer la elección si la usan o no, es una obligación del Estado”.

La falta de datos a nivel nacional con respecto a las prácticas de colecho impide conocer la situación de las familias más vulnerables, con madres solteras o adolescentes, en las que el colecho es más frecuente. Un estudio elaborado en 2017 por Subcomisión de Lactancia Materna y Grupo de Trabajo de Muerte Súbita e Inesperada del Lactante, señala los beneficios del colecho si se realiza correctamente y también advierte sobre las precauciones a tomar, evitando: posición del bebé boca abajo, superficies blandas, padres con fatiga extrema o consumo de alcohol o drogas, hacinamiento y falta de ventilación, entre otras. “El colecho no debería ser la única opción posible para familias carenciadas, sino una elección luego de conocer los beneficios y riesgos”, concluye Jenik.

¿Elección, costumbre o falta de alternativas?

Para entender más en detalle la cuestión cultural del colecho, ANCCOM dialogó con Soledad Perez, doctora en Ciencias Sociales e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas quién en 2005 publicó un artículo sobre el Síndrome de Muerte Súbita del Lactante y la relación con un aumento de casos en los barrios más carenciados de Bariloche. Perez concluyó en que la etiqueta de SMSL muchas veces “tiende a homogeneizar lo que queda debajo de ese rótulo sin una causa aparente, pero si después descubrís que el SMLS está geográficamente localizado en los barrios más postergados y vulnerables, con ciertas condiciones habitacionales, en realidad la etiqueta invisibiliza un problema estructural de falta de acceso o incumplimiento de un montón de derechos”.

Por este motivo, bajo el rótulo de muerte súbita -y desconocida- muchas veces se esconde una vivienda inadecuada, falta de acceso a la salud, a los controles prenatales adecuados y al asesoramiento incluso en temas como el impacto del tabaquismo en la salud de los bebés. “Estas muertes pueden pasar en un barrio de clase media o alta, pero si se da en un período de tiempo muy corto, como pasó en Bariloche, la aplicación de ese rótulo es ingenua e invisibiliza las condiciones para que estas muertes ocurrieran”.

Otra cuestión importante es la construcción social del fenómeno, que suele demonizar la pobreza y la incapacidad de elección: “Es muy fuerte discursivamente salir en los medios diciendo ‘estos bebés se murieron por pobreza, porque las familias no tenían acceso a tal cosa’. Es muy fuerte para la familia, como algo que no le pudieron garantizar”, explica la investigadora. De esta forma las madres no solo cargan con la pérdida de un hijo, sino también con la afectación de ser las responsables de esa muerte en el discurso médico y mediático.

La forma de maternar, junto con las prácticas culturales arraigadas como el colecho, varían en cada región del país y componen “estrategias” como las denomina Pérez, para enfrentar, por ejemplo, las fluctuaciones térmicas del noroeste argentino o el frío intenso de la Patagonia, donde muchas veces las familias se amuchan para dormir y hacer frente a las bajas temperaturas. Por este motivo, si se quiere incluir un programa como el Plan Qunita y que se extienda a toda la población, es necesario conversar sobre los controles pre y postnatales. Este tipo de planes “necesitan un arraigo en la población; para instalarlo hay que hacer capacitaciones que tengan que ver con internalizar por qué es una buena práctica el uso de una cuna. Eso lleva tiempo y por eso una evaluación integral del plan debería hacerse transcurrido un tiempo”, sostiene la investigadora.

Los últimos días, luego del sobreseimiento de los imputados en la causa impulsada por Graciela Ocaña -entre los que se encontraban el ministro y viceministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Gollán y Nicolás Kreplak, respectivamente- debido a que no se consideró que haya habido perjuicio al Estado por sobreprecios, se evalúa la vuelta del Plan Qunita. Es necesario incluir mejoras y orientación, pero será otra alternativa para poner el debate sobre la cama: colecho sí o colecho no, pero con la posibilidad de elegir lo mejor para un sueño seguro.