Por Agustina Pasaragua
Fotografía: Gentileza Lisa Maria Montaño Ortiz

En el marco del Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente, ANCCOM dialogó con la “periodista afro” –como ella se define– Lisa María Montaño Ortíz. Nacida el 17 de marzo de 1987 en la ciudad de Cali, Colombia, la tercera de cuatro hermanos, creció en una familia humilde sostenida por mujeres.

Durante 10 años vivió en la Argentina, donde estudió y se puso a militar para erradicar las violencias raciales y las desigualdades con un objetivo: producir su propia historia desde su identidad para, así, ir deconstruyendo a la sociedad.

Licenciada en Comunicación Audiovisual y diplomada en Migración, Territorio y Derechos Humanos, en 2017 recibió el premio Lola Mora por transmitir una imagen positiva de la mujer negra libre de los estereotipos de género, promover la igualdad de oportunidades y derechos.

Orgullosa de ser una mujer negra afrodescendiente, a partir de reconocer, padecer e identificar situaciones de discriminación, entendió que es indispensable estar como referente en todas las esferas de la sociedad. “Soy hija del mundo. Me crié en Cali, me profesionalicé en Argentina y ahora soy esposa y mujer en Uruguay”, cuenta.

Viniste a la Argentina a estudiar contabilidad, pero luego te volcaste al periodismo. ¿Cómo surgió este interés?

Llegué a Santiago del Estero y se me dio la oportunidad de participar de un programa de televisión y radio. Pero me sentía mal haciendo algo en lo que no me había preparado, hubo incluso personas que me hicieron críticas desde la maldad y me descalificaron porque no tenía título, así que decidí mudarme a Capital Federal para hacer la carrera. Y mi militancia surgió de observar la invisibilidad que había sobre la afrodescendencia, en particular de la afroargentinidad, en los medios. Incorporé en mis trabajos la variable afrodescendiente, aunque algunos de los profesores me decían que saliera de mi “zona de confort”. Sin embargo, fui tajante en defender mi postura de querer abocarme a la afrodescendencia porque es un tema que aborda diferentes temáticas como las políticas públicas, el reconocimiento, educación y el empoderamiento. Sentí que Argentina era un territorio fértil para abarcar diferentes temas dentro de uno macro que es la afroargentinidad. Así empecé la militancia en la universidad, luego trascendió cuando fui conociendo afrodescendientes y me fui apasionando porque me iba construyendo y deconstruyendo: yo misma me di cuenta que había sido reproductora de prácticas racistas.

¿Qué significa ser una mujer afro?

Es complejo y tiene que verse desde diferentes puntos. Primero está el lado del reconocimiento y empoderamiento, a partir de ahí reconocerse como mujer negra en Argentina implica militar, aunque no estés asociada a ninguna organización, sino simplemente etnoeducar todo el tiempo a la gente sobre tu etnicidad, cultura, corporalidad. Es estar cargando con prejuicios negativos y con esta idea de que sos prostituta o bailarina de samba: es como que automáticamente te obligan o te encasillan en esas dos cosas y no a poder aspirar a más. Por otro lado, en lo personal, es la oportunidad de reivindicar nuestra riqueza cultural, de mostrarle al mundo y decirle, esto “soy yo” y no es nada de lo que ustedes han creído o se han imaginado. Nos encanta estudiar, aprender y transmitir ese conocimiento. Respecto a los cuestionamientos que enfrenta la comunidad en general, no son cosas fáciles de erradicar. Debemos luchar por nuestros derechos todo el tiempo, desarticular estos prejuicios y pienso que hoy la afrodescendencia cuenta con un nivel de profesionalización y adquisición de conocimiento mucho mayor que otras generaciones atrás. Estos cuestionamientos están permitiéndole a la comunidad afro entender que necesitamos producir nuestras propias historias y no ser invitados a contar lo que vivimos día a día.

En una entrevista anterior, afirmaste: «Cuando eres profesional, ocupas espacios que antes nos fueron negados y sabes expresar tus ideas y defiendes tu postura, eso no cae muy bien». ¿A qué te referías?

Dije que, a causa de los estereotipos, piensan que, si sos mujer negra inmigrante, necesariamente no tienes estudios, ni sabes expresarte. Cuando llegan y se dan cuenta que están hablando con una persona de igual a igual, y que quizás tenga más preparación, ahí es donde cae mal, te descalifican por tu etnicidad o no les queda otra que dejarte el espacio. Entonces tiene que ver con la no concepción de una cultura afrodescendiente dispuesta a capacitarse y a etnoeducarse, esto causa conflictos en el imaginario blanco concentrado y concebido en un umbral de racismo y prejuicios.

¿Cómo se resignifica la identidad afro en América latina?

A partir de la historia y empieza a contarse desde la perspectiva de todos. El pueblo afrodescendiente, en general, se ha levantado no solo para hablar y reivindicar su música y datos típicos, sino también para estar en la academia, como estudiante, pero también como exponente y productor de conocimiento. En este momento, los hombres y mujeres afrodescendientes están ocupando espacios en los medios, en el cine, en los libros, incluso encontramos cuentos para niños afro. Hay toda una gama de reincidencia de lo afrodescendiente más allá de lo ya conocido como el deporte, lo artístico y lo folklórico. En el feminismo clasista, ortodoxo y blanco, la agenda afro sigue siendo ignorada. Mientras el feminismo no abarque a todos los feminismos, sigue siendo elitista porque, consciente o inconscientemente, invisibiliza la lucha de otras mujeres. No me considero feminista, pero sí me identifico con ciertas posturas. La agenda afro por suerte continúa avanzando, independientemente de si el feminismo blanco nos incluye, venimos generando contenido vinculado a nuestras propias problemáticas y posibles soluciones a través de políticas públicas y de la participación. Hoy la agenda afro está nutrida con referentes de diversos países muy comprometidas con el afrofeminismo.

Se sostiene que también existe una reproducción excesiva de prácticas o símbolos de la cultura negra, ¿qué opinás?

Se trata más bien de una apropiación cultural: vaciar de contenido a determinada práctica o elemento de la cultura para mercantilizarlo. En este sentido, hay como un boom de la afroargentinidad vinculada a la danza, venta de turbantes y trenzas, pero liderada por personas que raramente son afrodescendientes. Se lucra con elementos sin darle el uso correcto y sin contar verdaderamente la historia de los afroargentinos. En Argentina, se debería concientizar a la gente que no está bueno apropiarse de una cultura sin conocer qué representa para esa comunidad esos elementos. Es una falta de etnoeducación y de deconstrucción. Es la militancia la que ha logrado instalar las temáticas y problemáticas que atravesamos. Mientras el debate genere estos avances, está bueno seguir reclamando, expresando y poniendo sobre la mesa la apropiación cultural y el mal aprovechamiento de algunos sobre nuestros orígenes e implementos.

Tenés un sitio web que se propone “etnoeducar”, ¿qué significa esto?

En la actualidad vivo en Montevideo con el deseo de nuevos vínculos, planeo seguir con la militancia e intervenir en alguna organización. Sin embargo, el contexto de pandemia lo ha impedido, fui mamá hace poco y tuve que mantener resguardos, pero vengo participando en encuentros virtuales y colaborando con el portal AfroUp para conversar y etnoeducar. Etcnoeducar significa concientizar a las personas sobre nuestra historia desde el punto de vista afrocentrado, por ejemplo, es común que una persona no negra crea que la historia africana nació con eso y está lejos de la realidad. La etnoeducación implica conocer pensadores afrodescendientes que existieron, existen y existirán en diferentes países y que nos fueron negados. A partir de ahí empezamos a concienciarnos de las diferencias y barreras que ha generado el racismo, la discriminación estructural, institucional, pero sobre todo la persecución policial. Yo me preparo para etnoeducar no solo como profesional de los medios, sino como mujer afro y ahora mamá de una nena afrodescendiente que debe ir a la escuela con un pensamiento afrocentrado, que le permita sentarse con sus compañeros y saber que ella no es descendiente de esclavos sino de personas que fueron esclavizadas. Crecimos maleducados con respecto a nuestra etnicidad, el privilegio de las crianzas de hoy parte de una conciencia negra responsable, autodidáctica y dispuesta a educar a la población no negra.