Por Florencia Slucki y Nazarena Rebollo
Fotografía: Sabrina Nicotra

A mediados de mayo, la tradicional marca Havanna y Bioceres, una empresa argentina de biotecnología, anunciaron la producción de alimentos con insumos cuestionados en todo el mundo por sus consecuencias en la salud y sobre el medio ambiente. El acuerdo establecía la producción de alfajores con trigo transgénico HB4, cuyo uso está aprobado únicamente en Argentina. La alianza perseguía como objetivo declarado la innovación en biotecnología de alimentos para desarrollar productos que, según afirmaban ambas  empresas, eran más sustentables. Sin embargo, esto encendió la alarma de diversos sectores ambientalistas, que repudiaron fuertemente el avance de ese tipo ofertas en el mercado local.

Bajo el hashtag #ChauHavanna, grupos como la Asociación Argentina de Abogades Ambientalistas y la Unión de Trabajadores de la Tierra y especialistas en materia ambiental lanzaron la campaña para visibilizar y alertar sobre un convenio entre la empresa agropecuaria y Havanna. Si bien esta última desmintió que ya estuviera firmado el acuerdo para producir con trigo HB4 como materia prima, diversas  organizaciones de la sociedad civil advirtieron sobre los peligros de este tipo de semillas. “Si le vas a poner trigo HB4 al alfajor (y en consecuencia, tener altísimas chances de que contenga glufosinato de amonio) por lo menos, no me lo quieras vender como ‘sustentable’”, expresó el Licenciado en Ciencias Ambientales Inti Bonomo en un hilo de Twitter.

El alfajor es considerado la golosina argentina por excelencia. En nuestro país existen más de 100 marcas que comercializan este producto. Hay más de 12 millones de consumidores de y, según un informe de TGI Ibope, se vende un promedio diario de 6 millones de unidades, especialmente, entre los sectores de ingresos más bajos de la población. Se trata de un dato curioso porque en tiempos de crisis, la industria de esta golosina crece debido a que en nuestro país muchas veces sustituye las comidas principales. Además, el informe destaca que se consumen 70 alfajores por segundo.

Havanna, una de las empresas más reconocidas en la República Argentina, nació en 1947 en la ciudad balnearia de Mar del Plata. Actualmente, cuenta con más de 200 sucursales en todo el país y se calcula que fabrica 100 millones de unidades al año, además de las partidas para  exportación a Europa, Estados Unidos y otros países de América Latina. 

La producción masiva se remonta a la década del 50, pero no sólo tiene que ver con alguna empresa en particular sino con la historia económica argentina. Después de 1945 y con las conquistas sociales en materia de derechos laborales, el alfajor se convirtió en el “souvenir” de la época. Trabajadores que por primera vez lograban acceder a vacaciones pagas llegaban a la ciudades balnearias y luego de su descanso, volvían con un regalo para sus familias: una caja de alfajores “Havanna”. 

Si bien en los últimos años, el alfajor Havanna no es un producto al que puedan acceder fácilmente las clases populares, las dos tapitas con relleno siguen siendo las golosinas más consumidas y constituyen  una marca identitaria de nuestra cultura.

Ante la noticia del acuerdo, miles de  fanáticos de Havanna se volcaron a las redes de la empresa para manifestar su descontento y sobre la posible decisión de no comprar más dicho alfajor.

¿Alfajores sustentables?

Según explica el biólogo y filósofo Guillermo Folguera, el trigo transgénico implica la inserción de genes que le confieren dos características a la planta: lo hace resistente a la sequía y a un herbicida específico: el glufosinato de amonio. Estas cualidades constituyen los dos factores principales por los cuales la campaña #ChauHavanna rechaza su uso.

Con respecto al herbicida, Folguera indica que se trata de un agroquímico de toxicidad alta. “En el caso del glufosinato de amonio, significa sumar un químico a un sistema actual como el argentino que está sobrecargado de herbicidas”, y agrega que “esto implica efectos tanto ambientales, o sea daños a diferentes organismos, relaciones de organismos en la naturaleza, como en cuanto a la salud de las comunidades”. 

Respecto a la resistencia a la sequía, el investigador del Conicet sostiene que el trigo transgénico posiblemente se siembre en zonas donde actualmente no hay cultivos, dado que se trata de suelos que se encuentran en situación de estrés hídrico, que el gen modificado del trigo vendría a solucionar. Sin embargo, para el especialista se trata de un problema porque  implica “una extensión de la frontera agrícola en nuestro país. Quizás sea importante señalar que en los últimos treinta años Argentina figura entre los diez países del mundo que más deforestó. El Chaco es la segunda región del mundo en términos porcentuales en deforestación. Y eso va a implicar una degradación muy fuerte de biodiversidad, y también una exposición de los suelos a los incendios, sequías e inundaciones, que son tres fenómenos directamente vinculados con la degradación de las condiciones ambientales”.

Ante tales perjuicios, surge el interrogante de por qué Argentina habilita este tipo de productos. “Hay una idea muy a corto plazo de aumentar la producción a cualquier precio, como en este caso”, explica Folguera, y luego desarrolla: “Tiene que ver con ciertos sectores que se ven beneficiados, intentando incrementar ganancias más allá de qué sectores se ven perjudicados”.

Chau Havanna 

El hashtag #ChauHavanna causó un revuelo en las redes sociales con los debates propios según la tonalidad confrontativa en esos espacios. Lo que es seguro es que logró captar la atención y poner en agenda el pacto entre la empresa la alfajorera  y Bioceres que suponía, según Folguera, “un paso más en un proceso de pérdida de la soberanía alimentaria, pérdida del bienestar en las comunidades y de pérdida de una salud, y  también, de la naturaleza”. 

El biólogo sugiere una hipótesis acerca de la selección de Bioceres al elegir a Havanna: “La empresa tiene una imagen, si bien no responde a la estructura actual, de empresa familiar y de empresa que se hizo de a poco en Mar del Plata y después toma todo el mundo. Yo creo que para Bioceres es muy tentador y logra lavar su imagen y naturalizarla”. En este sentido, el alfajor producido bajo la alianza sería tan sólo una vía de ingreso del trigo transgénico mediante una marca conocida y amigable para el grueso de los argentinos y argentinas.

La última quincena de mayo resultó vertiginosa para el medioambiente en Argentina. Si bien se pueden observar algunos avances en la materia, como la reciente sanción de Ley de Educación Ambiental o el proyecto de ley de Etiquetado Frontal, estamos muy lejos de que el ambientalismo sea tomado como una política de Estado, tan necesaria en el contexto pandémico que vivimos.

La campaña #ChauHavanna buscó visibilizar el reclamo, hacer circular la información y demandar que las políticas públicas surjan de discusiones colectivas, que incluyan a las comunidades afectadas. La campaña logró su cometido y Havanna retrocedió en su acuerdo con Bioceres. Sin embargo, los sectores ambientalistas continúan en alerta y no cesan su lucha por concientizar a la población acerca de la soberanía alimentaria y la preservación de la biodiversidad.