Por Florencia Vaveluk
Fotografía: Prensa

“Fue impactante para mí recordar que Pablo Neruda me había bautizado con vino cuando era niño para que sea poeta”, recuerda Juano cuando se le pregunta sobre su pasado. Proviene de un mundo de artistas: su padre, Javier Villafañe, fue un poeta, escritor y famoso precursor del arte del titiriteo en Argentina, que durante los años treinta recorrió el país, y luego el mundo, con su carreta llamada La Andariega, llevando consigo el teatro de los títeres. Elba Fábregas, su madre, fue una artista multifacética dedicada a la poesía, el dibujo y la actuación. En ese contexto, Juano se crió en un mundo de historias, poesía y teatro, rodeado por personalidades artísticas como María Elena Walsh, Pablo Neruda, Emilio Pettoruti y muchos otros, que solían compartir grandes asados y charlas en el patio de su casa, mientras brotaba la creatividad. Con los años, Juano se dio cuenta de que “ese afecto vivido con ellos, fueron re-significando muchas cosas de lo que fue mi infancia, adolescencia y primera juventud”.

El escenario de su niñez fue una gran naturaleza invadida por el teatro, donde Juano se formó entre el arte y las bambalinas. “Yo nací y viví dentro de un teatro. Mi casa era un gran teatro donde había un taller de pintura, otro de música, grandes bibliotecas, grandes escenografías y títeres expuestos en toda la casa. La casa de infancia fue mágica”. Su libro aborda las cuestiones del hogar, la naturaleza y la nostalgia, junto con las experiencias de la vida artística, en forma de “una conversación infinita”. El poeta invita al ejercicio de ver cómo se conversa en la poesía, lugar donde los versos y las voces se responden y se mezclan, intercambiándose. “Uno con la poesía conversa siempre con uno mismo, con las otras y con los otros. Es un trabajo con la palabra que permite decir lo que no se ha dicho. La conversación poética es infinita”. Juano vive y exhala poesía, para él es la salvación y la forma de volcar su mirada sobre el mundo. “Todos necesitamos la poesía, inclusive los que dicen que no la necesitan y aquellos que no saben que han vivido muchas veces experiencias poéticas. Yo creo que la poesía hay que vivirla, leerla, actuarla. Es para mí como el último refugio. La poesía siempre nos salva, es un ser y un estar pleno del hombre. No se puede vivir sin poesía”.

Varios de los poemas están dedicados a las figuras artísticas de su infancia, con los cuales Juano compartió fiestas y asados. Señala que “en este libro tuve muchos invitados, incluso yo mismo he sido un invitado”. Los invitados fueron algo recurrente en su vida, teniendo en cuenta que además recorrieron parte del continente gracias a los títeres de su padre. En el intercambio con los otros, Juano entendió que la poesía no se agota cuando el escritor termina su obra, sino que “en el compartir se completa el poema, la obra o la pintura. Uno con la poesía conversa siempre con uno mismo, con las otras y con los otros. Es un trabajo con la palabra que permite decir lo que no se ha dicho”. Compartir algo en los tiempos actuales puede ser sencillo: la difusión masiva en Internet facilita los intercambios, pero ¿cuál es el futuro de la poesía en este contexto? Para Juano, en una época de gran “inflación literaria”, no hay que olvidar que la poesía es trabajo: “Trabajo con la palabra y el lenguaje, trabajo humano creado desde el oficio del poeta. En este sentido, el futuro de la poesía está asociado a la transformación del mundo, y por ende, a la vida del hombre en la tierra”.

El miércoles 19 de mayo, a las 19 , se hará la presentación en vivo de los videos poemas del libro El corte argentino. Junto a Juano estarán varios artistas invitados como Leonor Manso, Cristina Banegas, Arturo Bonin, Luisa Kuliok, Pompeyo Audivert, entre otros, de manera gratuita a través de Youtube y Facebook.