Por Camila Díaz Gaggero
Fotografía: María Bessone

Nunca me dejes de responder es una novela epistolar, escrita a partir de una correspondencia por mail que mantienen dos licenciadas en Ciencias de la Comunicación mientras atraviesan distintas enfermedades: la dramaturga Lucila Quarleri y la creadora del blog feminista vagafiebre Estefanía Enzenhofer. Ambas se propusieron publicar el texto en medio del aislamiento por la pandemia, al advertir que muchas personas con problemas de salud estaban como ellas: en sus casas, encerradas y con mucho miedo. 

Comenzaron a dialogar por mail en junio de 2019. Lucila le escribió a Estefanía, después de haber visto la publicación de una foto suya que la mostraba haciéndose una infusión de natalizumab. En esa foto, Quarleri vio un gesto de rebeldía que abrió el diálogo: “Le escribí porque sentía mucha necesidad de hablar con alguien enferma, de mi edad, en una situación similar. Sentía que íbamos a poder empatizar, no porque nuestras enfermedades fueran parecidas -porque no tenían nada en común- sino en el sentido de estar segura de que muchas de sus preguntas y sus miedos eran mis miedos y mis preguntas. Y también muchos de sus enojos”, relató. 

La riqueza del libro está en que no fue pensado para ser publicado y eso lo vuelve muy transparente, muy sincero. La base son cartas concretas, reales, verdaderas confesiones de una amiga a la otra. “Vos te juntas con una amiga y le contás todo: que fuiste a trabajar, que cogiste, que te tuviste que hacer un análisis, que tu jefa es una forra. No tuvimos que trasladarlo, yo le contaba todo y ella también y eso se editó después. Fue todo muy natural“, explicó Quarleri.

La riqueza del libro está en que no fue pensado para ser publicado y eso lo vuelve muy transparente, muy sincero.

La idea de publicar estos intercambios surgió cuando comenzó la pandemia. Sin embargo, las autoras coincidieron en que lo trabajado con las editoras fue agregar alguna información que faltaba para que el lector pudiera ponerse en contexto: transitar la enfermedad con más preguntas, amenazas de más enfermedad sobre la enfermedad, más incertidumbre, más soledad. 

A su vez, el deseo de transformar esas correspondencias en un relato estaba profundamente relacionado con que en las cartas estaban hablando de un montón de otras cosas que iban más allá de sus enfermedades. Por un lado, estos intercambios están atravesados por el feminismo, raíz del encuentro entre ellas, y muchas veces motivo de opresión en las instituciones de salud. Por el otro, la idea de escribir como una herramienta poderosa para abrir la reflexión por fuera de comprender a las enfermedades como trágicas o desde un espacio de autoayuda. Cuando Enzenhofer se comunica con la editorial Populibros, evalúan la posibilidad de la publicación. “Había un principio y un fin, pero lo fuimos trabajando y armando un hilo. El nombre lo sugirieron las editoras. Sin embargo, los mails estaban ahí. Fue un laburo en conjunto, súper lindo, muy orgánico, porque el acto comunicativo en sí era una charla entre amigas”, sostuvo Estefanía.

La decisión de haber iniciado los intercambios en ese soporte tuvo que ver con una cuestión más bien intuitiva. Quarleri, quien escribió primero, no quería dialogar por WhatsAapp o por audios: “Necesitaba algo más profundo y el email tiene esa característica: otra cadencia, otro ritmo, otro tiempo”. Esa vía de contacto le permitía pensar cada respuesta y cada pregunta, sin apuros ni urgencias. 

“Necesitaba algo más profundo y el email tiene esa característica: otra cadencia, otro ritmo, otro tiempo”, dice Quarleri.

En el proceso de escribir los emails, a Enzenhofer le resultó reparador el hecho de poder estar, responder y acompañar a Quarleri. En cambio, Lucila relató que se encontró con Estefanía  “en la insolencia. Pensábamos en hacer una lista de cómo ser una enferma de mierda. Parece que una está enferma y se generaliza lo que es estar enfermo; un enfermo, dos puntos. Yo sabía que ella era una enferma distinta y necesitaba hablar con una enferma distinta que además estaba atravesada por el feminismo. Creo que nos encontramos en el desparpajo y también en la bronca. Me parece que esas son características del feminismo”. 

En ese trayecto de escritura y diálogo, que es la base del libro, Quarleri sostuvo que encontró una compañera, un alivio y, al mismo tiempo, eso le permitió estructurar su pensamiento. Recuerda que cuando ella se enfermó “se quedó como muda”, no podía decir nada al respecto y el hecho de ir elaborando un pensamiento en relación a su enfermedad, le permitió ponerle palabras a lo que le estaba pasando y transitarlo acompañada. 

Nunca me dejes de responder, el título de la novela, tiene un doble significado. En un aspecto, es un pedido a que el cuerpo nunca les deje de responder como un deseo, un anhelo, un grito. Pero también es un llamado a la receptora, de Lucila a Estefanía, de Estefanía a Lucila. Es quizás la falta de atención de los otros hacia sus cuerpos, lo que habilitó el miedo a no recibir una respuesta del otro lado y el pedido de que nunca les dejen de responder, reflexionó Quarleri. Esa desatención principalmente estaba dada por las instituciones sanitarias y ambas autoras lo describen en el desarrollo del libro: muchas veces se encontraron con destratos o menosprecios respecto a sus síntomas y las repercusiones de los mismos en lo emocional, por parte de profesionales de la salud. Invisibilización dada también por el hecho de ser mujeres. Ambas dan cuenta de que esas opresiones están desde lo más básico, desde lo biologicista, incluso ya en el pensamiento de que las mujeres pueden soportar más dolor por el hecho de ser mujeres. Enzenhofer relató que durante su enfermedad “me han llegado a preguntar cómo estaba y cuando yo les respondía ‘bien, me quiero ir, no quiero estar más acá’ me han llegado a decir: ‘¡Ah, bueno! ¡yo tampoco!’, como si fuera lo mismo. Es constante. Y eso es porque soy una mujer, argentina y que encima vive con una enfermedad crónica”.

En relación a la edición y publicación del libro, Lucila confesó no sentir alivio, sino satisfacción. La satisfacción de contar una verdad, porque el libro muestra que no hay una sola manera de estar enferma. Y que hay reparación posible.