Por Diego Castro
Fotografía: Gentileza La Runfla

Tres décadas de trayectoria ininterrumpida acompañan al grupo de teatro La Runfla, nacido en el barrio porteño de Parque Avellaneda. Desde su origen, la propuesta siempre ha sido promover el uso artístico del espacio público. Lo han logrado con más de 30 espectáculos propios y giras por todo el país. El término que da nombre al grupo proviene del lunfardo, y significa “gente de una misma especie tras un objetivo común”. Desde este sábado, 20 de febrero, presentan Fragmentos de oscuridad. Los caprichosos objetos del destino, una obra inspirada en Los ciegos de Maurice Maeterlinck.

“Como grupo tenemos una suerte de premisa fundante, que orienta nuestra actividad: atraer al transeúnte, transformarlo en espectador, y a este en voluntario partícipe, si así lo decide”, dice Javier Giménez, uno de los miembros fundadores. “El teatro de calle no acontece en un lugar que ya está previamente signado como un espacio donde va a haber un espectáculo. Nosotros llevamos el teatro literalmente sobre nuestras espaldas, sobre nuestros hombros. Construimos nuestra actividad modificando el tiempo y espacio de ese lugar al que arribamos”.

Pero la pandemia forzó un cambio en la dinámica del grupo. Para la obra que presentan este año, la capacidad será limitada y los espectadores deben concurrir con reserva previa: “Esperamos que no dure mucho esto, porque nuestro trabajo está orientado a todes, a las personas que suelen ir al teatro, pero sobre todo a aquelles que no tienen esa práctica todavía. Encontrarse con un espectáculo así se transforma en la gran puerta por la que ingresan a ese mundo”, lamenta Giménez.

Fragmentos de oscuridad. Los caprichosos objetos del destino es un espectáculo que se gestó previo a la pandemia y que estaba próximo a estrenarse antes de su irrupción. Giménez cuenta: “Veníamos de una etapa que habíamos llamado `teatro urgente´, una estética y una poética de contestación inmediata a una coyuntura social, política, muy puntual de nuestro país y nuestra realidad. Nos propusimos interpelarnos sobre temas más universales. Vimos un contexto mundial de mucha incertidumbre y desorientación ante tanta violencia, crueldad, ante un mundo sumido a autodestruirse. Una injusticia que nos arrolla permanentemente sin darnos tiempo a reaccionar. Y nos preguntamos sobre la validez de nuestro oficio de teatristas en este momento. Así dimos con esta obra. Porque descubrimos que en la ceguera producto de esta fragmentación del mundo encontramos la metáfora precisa para saber interpelarnos en términos universales sobre la condición humana. Investigamos muchos textos poéticos, y nos llegó a las manos Los ciegos de Maeterlinck, donde encontramos el punto de empatía perfecto para poder contar nuestra historia”.

Durante el primer año de la pandemia de Covid-19 el grupo se concentró en adaptarse a la virtualidad y mantener vivo el proyecto. Primero en forma remota, y luego en grupos de hasta tres personas, los miembros de La Runfla continuaron trabajando. La crisis sanitaria mundial, sostienen, es una profundización antes que un quiebre en la idea propuesta. “Arrancamos antes de la pandemia, lo cual no es en detrimento de cualquier reflexión que surja de este momento, sino todo lo contrario. Se han revalorizado muchos aspectos de la obra que preparamos. Seguramente la gente que venga asociará muchos elementos con la idea de la coyuntura. Porque quizás estamos hablando de una pandemia anterior, producto de esta fragmentación. Una pandemia de insensibilidad, de desigualdad, de violencia. Es sobre eso que quisimos empezar a reflexionar y que se ve presente en todo lo que estamos viviendo como sociedad mundial”.

Otro proyecto a retomar son las reuniones entre las distintas agrupaciones que comparten esta concepción del teatro en espacios abiertos. La Runfla ha organizado 12 ediciones del Encuentro Internacional de Teatro Callejero, con participación de grupos de Argentina, Colombia, Uruguay, Suecia, Italia, Chile, España y Francia. A nivel barrial, La Runfla integra el colectivo De la calle, junto a otros grupos que han tomado al Parque Avellaneda como parte constitutiva de su identidad.

En estos treinta años de historia, los miembros de La Runfla encontraron dificultades para llevar adelante un concepto de teatro para el que muchos intérpretes no estaban preparados. Fue así que crearon, en coordinación con la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, el Curso de Formación del Actor para la Actuación en Espacios Abiertos: “El parque funciona también como una instancia pedagógica de aprendizaje de este lenguaje, ya que se prepara a actores y actrices durante dos años para darle las herramientas de abordaje del espacio”, cuenta Giménez. En la actualidad, parte del elenco de La Runfla se nutre de egresados del curso.

Ante las restricciones que impone la pandemia, la tan invocada “nueva normalidad” presenta a los parques y plazas de la ciudad como espacios privilegiados para las reuniones. El enorme caudal que concentran estos lugares convoca a pensar nuevas formas de compartir este recurso escaso. “Ha habido una transformación muy fuerte en lo que era el uso que tenía el Parque Avellaneda con su impronta de espectáculos y actividad cultural. Al principio de la pandemia, y obedeciendo a las restricciones impuestas, preferimos no estar en el espacio público. Hoy ese espacio se ocupó con otro tipo de actividades, deportivas y de otra índole. Hoy el parque conlleva una fisonomía, una funcionalidad muy cambiante, donde se imponen nuevos diálogos, y necesitamos que desde el Ministerio de Cultura de Ciudad se acompañe a los grupos”, dice Giménez. El actor señala que la Ley 1153 de CABA promueve el trabajo mancomunado de vecinos y Gobierno de la Ciudad, por lo que espera una mayor presencia de este último, ya que tiene los medios económicos y humanos para garantizar los protocolos para poder desarrollar las actividades artísticas en espacio abierto.

Debido al protocolo las funciones son con reserva en el 153 6287542.