Por Macarena Firpo
Fotografía: Cecilia García

Paula Arraigada en una Asamblea feminista en el año 2019

“Activista trans, peronista y feminista. Asesora parlamentaria en la Honorable Cámara de Diputados y referente del Frente de #TODOS.” Así se define Paula Arraigada en la biografía de su Instagram. Suele empezar sus días muy temprano y terminan muy tarde, la mayoría de sus reuniones toman un formato virtual, son de noche y abarcan temas diversos, no sólo las problemáticas de la población trans. Confiesa que esta nueva labor le lleva muchísimo tiempo porque el material a leer es muy denso y abundante. Cada día es un gran desafío adquirir conocimientos sobre aspectos técnicos en materia legislativa. Pero además porque, aunque la ampliación de derechos es evidente, justa y necesaria, normas como la Ley de Identidad de Género y el Decreto de Cupo Laboral Trans/Travesti no siempre se encuentran acompañadas cambios sociales inmediatos, ya que los estigmas y la discriminación siguen latentes.

 “Si te dijera que es fácil, te estaría mintiendo», reflexionó Arraigada en diálogo con ANCCOM sobre su experiencia en el campo de la política. “Primero, ¿cómo hacen política los sectores vulnerados? En segundo lugar, ¿cómo hace política una persona trans? Tercero, ¿cómo hace política una femeneidad trans?”, enumera armando una especie de mapa mental. Todo va en el mismo combo y es una experiencia de la que nadie puede salvarse en un ámbito históricamente hostil. Son situaciones desiguales de poder y complicadas “porque la política no está preparada ni pensada para que las clases populares ingresen dentro de la discusión, para las cuales el entorno académico – que es de otra clase social- si lo está. No para nosotras”, concluyó la asesora.

En su experiencia como militante hubo momentos dolorosos. Rememoró que en 2015 se encolumnó en una organización, donde empezó a notar en carne propia la doble cara política: “Una organización que levanta las banderas de Evita, pero a las clases populares las menosprecia. Recuerdo que en las primeras reuniones territoriales también me decían: “Vos no hables porque vos no sabés hablar”. Hay espacios donde persisten discursos dotados de odio y clasismo. Aunque han pasado cinco años de aquellas experiencias y todo parece estar en vías de deconstrucción, para Arraigada ese proceso no incluye a la toda política: “Yo todavía lo sigo padeciendo. Creo que es muy difícil para las clases populares sentarse en la mesa de los señores y hacer como si nada pasara, como tiene por costumbre una parte de la dirigencia política”. Para ella, los partidos son espacios donde la raíz patriarcal está presente en su origen. “Ese primer contacto que tuve -en 2015- cuando militaba orgánicamente lo puedo contar como parte de la violencia política que viven muchas compañeras, no solamente trans, sino también compañeras cis que vienen de las barriadas”. Por eso el foco está en generar nuevos espacios de inclusión porque “ya no es correcto políticamente que a nosotras nos ninguneen o que no nos dejen hablar. Necesitamos que nos dejen participar a la par, es decir, que ni los varones y mujeres cis sean un paragolpes para nuestros reclamos y para nuestras luchas, que no sean quienes quieran censurarlos”, sostuvo. En su análisis, el recinto aún no refleja representatividad de todos los sectores, todavía se puede notar la ausencia de las compañeras afro, migrantes, sordas, originarias, ciegas, que tienen un cuerpo no hegemónico, de las campesinas y de las villeras. Aun así “nos une la lucha transversal de la ausencia de derechos” y cada vez que una mujer cis o trans asume un rol suele someterse al juego patriarcal que la relega a “que estén siempre en el área de desarrollo social, el área de cuidados o violencias. Nunca vas a estar en lo que tenga que ver con lo más estructural, en pensar una política pública en cuanto a la regulación del trabajo, a la economía. Nunca en los lugares donde se disputa el poder real.”

Las luchas de Diana Sacayán, de Lohana Berkins y de tantas otras compañeras no fueron en vano, ya que marcaron el camino para que hoy exista el Decreto 721/2020 – Cupo Laboral Trans Travesti-. Para Arraigada, el objetivo es lograr que este decreto sea ley, pero la controversia está en quiénes digitarán los puestos de trabajo y para quiénes serán. “Hay muchas compañeras que resaltan la trayectoria de una organización y lo ponen como sello para decir: nosotras tenemos que estar acá y nosotras podemos decidir quiénes ocuparán esos puestos”.  Sin embargo, en los años la vida del colectivo trans no se modificó en ningún sentido y recién en 2020 se puede hablar de una posibilidad de trabajo en relación de dependencia. “El cupo tiene que ser la garantía de empleabilidad y de acceso a las oportunidades de esas compañeras que tienen grabada en su cuerpo la historia y lo que ha sido ser trans y ser travesti” porque el patriarcado intenta ocultar estos rasgos en historias detrás de un pensamiento meritocrático, y esperando a que esas trayectorias y experiencias sean muy parecidas a las de una mujer cis. “Los lugares son para las compañeras que pasan hambre, para las compañeras que no han tenido oportunidad laboral, no para romper un techo de cristal, sino para romper este piso de brea del cual muchas de ellas no pueden salir“, explicó la funcionaria.

“Nuestra batalla no termina con el cupo. Somos, además de travas, peronistas. Siempre vamos a estar militando por este afán enorme que es el que nos endilgó y machacó Evita en nuestras conciencias y corazones que es la felicidad del pueblo, así que la militancia va a ser hasta el último día que nosotras estemos vivas”, expresó Arraigada con emoción, y agregó: “Ojalá que mis compañeras también de una vez por todas empiecen a tener parte de esa felicidad que les fue negada.”

 

¿Qué soñás para el futuro?

 

– Tener días en paz, en un lugar con una huerta, animales y sentada bajo un paraíso tomando mate. Pero sobre todo contemplando todo lo que se pudo hacer.