Por Agustina Pasaragua
Fotografía: TELAM

Como dijo recientemente la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, la Argentina tiene un sistema bimonetario: en él es el dólar y no el peso el que funciona como reserva de valor. Para evitar la licuación de las reservas nacionales en esa moneda, el gobierno restringió su acceso. Por eso, algunos ciudadanos se preguntan maneras simples de preservar o aumentar el valor de sus ahorros. Es entonces que surge con más fuerza una alternativa que algunos ven como revolucionaria: las criptomonedas. ¿Qué tiene este medio digital que es considerado como una reserva de valor? ¿Qué debemos saber de este sistema antes de usarlo?

Las restricciones en medio de la pandemia precipitaron a los ciudadanos a la digitalización de todo tipo de actividades. Entre estas, se cuentan nuevas formas de transacción, inversión y reserva. En este contexto, la ONG Bitcoin Argentina, una Asociación Civil para el Desarrollo de Ecosistemas Descentralizados, organiza habitualmente charlas de información para fomentar el conocimiento y adopción asociadas a las criptomonedas y blockchain.

Si bien son muchas las criptomonedas que existen, el bitcoin es la más reconocida por ser la primera. Su modelo surgió en 2008 a partir de un personaje mítico, Satoshi Nakamoto, quien firmó el mail que echó a rodar esta moneda; pero hasta el momento se desconoce si se trata de una persona o grupo de personas. Luego de un inicio restringido a especialistas, su funcionamiento descentralizado fue mejorado por programadores para optimizar su funcionamiento. Esta moneda, que no consta de soportes físicos, es aceptada como medio de transacción en muchos países. Sin embargo, la particularidad de bitcoin es que no le pertenece a ningún país o gobierno, utiliza una licencia libre sostenida y es sostenida por los propios usuarios.

Según explica el presidente de la ONG, Rodolfo Andragnes: «Es la moneda más descentralizada de todas las criptomonedas que existen y la que más ha demostrado mantenerse fiel a su propuesta inicial sobre el modelo de emisión». Por ello, las bitcoin se basan principalmente en la confianza que genera un control distribuido entre pares. Otra de sus características es que cualquiera puede utilizarla sin necesidad de registrarse. Para utilizarla alcanza con una billetera virtual que se instala en algún dispositivo. Desde allí se realizan y registran las transacciones; una de las ventajas es el poco tiempo que lleva la acreditación de transferencias.

El referente de la comunidad asegura que en este sistema: «Sos realmente dueño de tu dinero”.  Nadie puede tocar ese dinero ya que no hay ningún banco como intermediario de las operaciones; esta misma descentralización impide revertir una transacción realizada.

Andragnes resalta: «La mejor inversión es entender cómo funciona y saber cuidar el dinero; ya que no existe forma de revertir la compraventa».

Aunque este sistema virtual ofrece respuestas a determinadas situaciones, para muchos especialistas su aplicación es realmente limitada y no genera confianza. Este año, economistas argentinos debatieron en el evento DescentralizAR 2020 sobre sus características y su funcionamiento. Una de las especialistas que participó y conversó con ANCCOM es Diana Montino, economista y profesora de la Universidad del CEMA. Respecto al bitcoin como moneda virtual, la profesional explica: «Una cosa es que sea billete o moneda y otra dinero, que tiene que ver con poder realizar transacciones. Desde mi punto de vista puede tener ciertas características similares a las monedas pero en realidad es un instrumento financiero”.

El principal problema de bitcoin radica en la altísima volatilidad de su cotización, algo que la vincula a movimientos especulativos. El economista Agustín Etchebarne coincide con Montino: “Yo también lo considero como un activo especulativo. Que suba y baje el precio no permite que haya estabilidad, por lo tanto, no se puede usar como unidad de cuenta y no se usa como medio de cambio”.

Respecto a la privacidad, bitcoin permite un seudoanonimato para los usuarios. La blockchain o cadena de bloques, es el sistema que registra todas las transacciones en diversos puntos de la red y las valida. Es decir que funciona como libro contable donde queda la dirección de envío y de recepción, el monto transferido, la comisión pagada, la fecha y hora en que se realizó la transacción y el bloque en el que fue incluida la transacción: lo que no queda es el nombre de la persona, su teléfono o correo electrónico. Esta característica para algunos especialistas tiene una contradicción: al ser una blockchain pública y transparente, si un usuario publica por otro medio que es dueño de una dirección en particular, todas sus transacciones se pueden rastrear en la cadena de bloques. Si nadie revela su identidad, bitcoin sirve, para muchos economistas, como herramienta para el lavado de dinero y transacciones ilegales.

A su vez, Mondino describe que la regulación por parte del Estado de esta criptomoneda es vista por la comunidad como invasiva: “El ente regulador funciona como un competidor de bitcoin ya que el objetivo del mismo es transformarse en una nueva moneda, en algo diferente”. Por ello, esta criptomoneda se muestra como una revolución de los sistemas económicos tradicionales.

Al mismo tiempo han surgido numerosas criptomonedas que compiten entre sí, por eso “la única forma de considerar al bitcoin moneda, además de su estabilidad, es que se conforme en un único patrón, sin la existencia de miles de criptomonedas», sostiene Mondino.

Esto nos lleva a pensar por qué las personas aceptan y creen que esta moneda electrónica tiene valor. “En el caso de los bitcoin, éstos son valiosos porque la gente está dispuesta a cambiarlos por bienes y servicios reales, e incluso por dinero real», explica la docente. Si bien no hay un valor de referencia (por su volatilidad), es un acuerdo de confianza entre personas que consideran y confían en el valor de cambio en una transacción.

Como vemos, tanto el funcionamiento de las bitcoin, como el rol del Estado en este sistema son tema de debate. Mientras unos ven al bitcoin como una gran innovación tecnológica y económica liberadora de las restricciones, otros lo consideran una inversión arriesgada, especulativa e inestable, además de una herramienta para actividades ilegales.