Por Hebe Barrios

La declaración realizada en el juicio a Etchecolatz por Nilda Eloy, fallecida hace dos años, fue reproducida en la audiencia.

A las 9.40 del martes 17 de noviembre se inició la cuarta audiencia virtual del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de tortura y detención en las Brigadas de Investigaciones policiales de Banfield, Lanús y Quilmes, en la que se escucharían nuevamente los testimonios grabados de juicios anteriores de Nilda Eloy y Alcides Chiesa, ex detenidos desaparecidos, ya fallecidos. Esta causa investiga los delitos contra 442 víctimas, entre ellas 18 embarazadas y siete niños y niñas nacidos en cautiverio.

La audiencia se inició con los problemas de conexión del ex  jefe del Grupo de Actividades Especiales  Ricardo Fernández y la ausencia de otros imputados como el ex jefe del Batallón de Arsenales Eduardo Samuel De Lio; el ex cabo de la Brigada de Lanús Miguel Ángel Ferreyro, Miguel Etchecolatz y Jorge Héctor Di Pasquale, quienes desde la Unidad Penitenciaria Nº 34 de Campo de Mayo se negaron a estar en la videoconferencia. Ante esta situación, las querellas expresaron preocupación y exigieron al Tribunal Oral Federal  N°1 de La Plata que garantice la conectividad para que todos los imputados presencien las audiencias, pero sobre todo, para que la virtualidad no permita informalidades o excepciones que no se admitirían en  una sala presencial.

Como respuesta, el presidente del Tribunal Ricardo Basílico, pidió a las partes mantuvieran sus cámaras prendidas y dio aviso al equipo de informática de la magistratura para que se ocupara de resolver el problema. Dicho esto, comenzó la reproducción del primer testimonio, el de Nilda Eloy en aquel juicio que tenía a Etchecolatz como único imputado en 2006.

Nilda Eloy

Nilda fue secuestrada de la casa de sus padres con 19 años, en octubre de 1976, por una patota al mando del genocida Miguel Etchecolatz. Estuvo detenida ilegalmente hasta agosto de 1977 en seis centros clandestinos: La Cacha, el Pozo de Quilmes, el Pozo de Arana, el Vesubio, la Brigada de Investigaciones de Lanús con asiento en Avellaneda (más conocido como “El Infierno”) y la Comisaría 3ra de Valentín Alsina. Luego fue “blanqueada”, es decir legalizada en la cárcel de Devoto a disposición del Poder Ejecutivo hasta fines de 1978. 

A tres años de su fallecimiento, Nilda se hace presente. Con el pelo largo blanco que en sus últimos años la caracterizaba, su saquito rosa y un pañuelo del mismo color. Se sienta valiente frente al juez para contar su historia de encierro, tortura y abuso que carga: “No puedo parar. Son demasiados años de silencio”, contesta al entonces presidente del Tribunal Carlos Rozanski sobre la sugerencia de detener el testimonio al notar la voz quebrada de Nilda en su relato. Pero no, Nilda continúa incluso con mucha más fortaleza que antes. Cada tanto cierra los ojos tratando de recordar cada detalle de lo vivido y los distintos nombres u apodos de quienes habían participado en su tortura, como el oficial de policía de apellido Lara, que tenía relación de amistad con la familia de su madre. Ella lo reconoció en aquel momento y eso le hizo ganar su segunda sesión de picana eléctrica. O el padre Monseñor Callejas quien muchos años después, en los Juicios por la Verdad, se enteró de que era el mismo que atendía a las Madres de Plaza de Mayo en la Catedral, mientras a ella le pisoteaba sus manos en el centro clandestino. En aquel relato también recordó a los compañeros detenidos como o Marlene Catherine, una chica paraguaya de origen alemán que había sido crucificada en el Pozo de Arana. “Tenía las marcas en las palmas de las manos, en los pies, de haber sido crucificada”, declara Nilda con los ojos llenos de lágrima y la voz acongojada; o “El Colorado”, responsable de Montoneros Zona Oeste. Nilda declara que por él  tuvo la primera idea de lo que significaba la ESMA, ya que lo llevaban a torturar allí y lo traían. “Cada vez que venía, volvía con algo menos de su cuerpo”, dijo. Fueron todos relatos de compañeros que junto a ella hicieron “Turismo Camps”, tal como denominó su paso entre los distintos centros clandestinos de detención y exterminio de la zona sur de la Provincia de Buenos Aires. “Yo quedé como mujer permanente ahí, para todo lo que se les ocurriera. Para presionar a un compañero haciéndoles creer que torturaban a la madre o la hija”, expresa Nilda.   

Al final de su testimonio, Nilda denuncia la violación y abuso que sufrió en reiteradas oportunidades por parte del ex cabo de la Brigada de Lanús, Miguel Ángel Ferreyro, quien llamativamente en esta audiencia se ausentó alegando daños psicológicos provocados por un escrache en su casa, donde se encuentra cumpliendo prisión preventiva domiciliaria. Aunque Ferreyro no quiso escuchar las vejaciones a las que sometió a Nilda, la audiencia sí pudo: “La puerta de mi calabozo quedaba abierta en general, supongo que era una forma de pago por los servicios. Yo salía entonces del calabozo, cruzaba el patio y agarraba agua de un zapato y la pasaba. La sed es lo más desesperante, nos volvía locos”, describe Nilda.

Alcides Chiesa

Se hizo un cuarto intermedio de quince minutos y se prosiguió con la reproducción del testimonio del también fallecido Alcides Antonio Chiesa, quien fue secuestrado el sábado 15 octubre de 1977 de su casa de Quilmes y estuvo detenido-desaparecido en la Brigada de la misma localidad. Por aquel entonces, Chiesa era estudiante de cine.  En el video, mientras se veía a Alcides dar testimonio, de fondo se podía ver a Etchecolatz escuchar atento una de las primeras escenas de tortura: “Me desnudan, me sacan lo poco que podían robarme y la traen a mi mujer, y me torturan delante de ella”. 

Luego relata la primera vez que conoció a Bergés: “Se me había infectado la pierna por la picana, se me había hecho casi una perforación y se me había hinchado. Ahí fue que vino a verme Bergés. Lo recuerdo porque fue una de las pocas personas que me bajó la venda y le pude ver la cara. Me dio unas pastillas pero me provocó una reacción alérgica”, recuerda sobre el día que conoció al famoso médico que asistía a los detenidos para que los pudieran seguir torturando y también a las embarazadas. 

“Como única expectativa tenías la comida que a veces llegaba”, señala y confiesa que pensó en escapar pero que de alguna forma sentía que era en vano: “Quién me iba a proteger, uno era la nada absoluta como ser humano: ¿a dónde iba a ir, a una comisaría o al Palacio de Justicia, a dónde iba a ir?”, se preguntaba en aquella declaración.

Chiesa luego pasó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional el 18 de julio de 1978 y recién en 1982 cesó su condición de detenido. En el testimonio también contó que el día que fue puesto en libertad lo raparon: “A la noche me largaron y corrí hacia una esquina y estaban mis padres, esperándome en un coche. Por suerte elegí hacia el lado al que tenía que ir. Así contado, no tiene mucho drama, pero fue dramático”, describe. “No sabías si ibas a la muerte o te dejaban en libertad”. El final de su testimonio habla de su compromiso como sobreviviente: “Cuando yo me fui, mis compañeros me gritaban que no me olvide de ellos. Yo creo que es una experiencia que te queda para toda la vida, que no te la sacas más”, explicó el sobreviviente del Pozo de Quilmes que luego se exilió en Alemania,  narró lo que le hicieron a él y a otros y su testimonio sigue aportando al proceso de memoria verdad y justicia, aunque ya no esté. Alcides Chiesa falleció en abril de 2017, a los 69 años.