Por Jaqueline Ferreira (Universidad Nacional de Moreno)
Fotografía: Camila Godoy

El Conurbano de la Provincia de Buenos Aires es un lugar donde conviven más de once millones de personas. Además de la gran cantidad de población a esta zona se le suman los dos dígitos de desocupación, los problemas en el sector educativo y la cobertura pública de salud en muchos casos colapsada. Distintos especialistas analizan la región e indican qué líneas deberían seguirse.

Una de las primeras problemáticas que aparecen al mencionar al Conurbano es la pobreza, que llega a más de un tercio de la población en ese territorio.  Según un estudio de la investigadora Alejandra Beccaria,  que pertenece al Observatorio del Conurbano Bonaerense de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS),  “actualmente, la población que reside en el Conurbano Bonaerense es de poco más 11.800.000 de personas. Aproximadamente cuatro millones de esas personas son pobres, es decir, residen en hogares cuyos ingresos totales no alcanzan a cubrir los alimentos y servicios básicos. Esta población, equivale a un 34,1% de la población total del Conurbano”.  A estos números deben sumarse otros datos como los de la de la indigencia,  que llega a un total del 7%, lo que equivale a 834.850 personas.

El último informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA menciona que “la falta de trabajo formal y el incre­mento del desempleo de larga duración, que a su vez impactan negativamente sobre otras dimen­siones, constituyen los principales motivos que explican la permanencia o incluso el incre­mento en los niveles de pobreza estructural”. Los datos de pobreza no solo son en carácter económico y monetario; el Conurbano además presenta limitaciones en otras áreas y ello conlleva a que todo sea un problema estructural.

“El Conurbano bonaerense es un territorio complejo en el que viven más de diez millones de habitantes y que sufre desde hace varias décadas importantes procesos de estratificación y segregación.  Las diferencias en la dotación de servicios de saneamiento (agua potable y cloacas), el acceso a transporte y pavimentos, los déficits en materia de vivienda, las desiguales credenciales educativas de las personas, el crecimiento de la precarización laboral y las dificultades para acceder a los servicios sociales universales (salud y educación) son fenómenos que configuran territorios muy desiguales en los que se reproduce, en condiciones cada vez más degradadas, la (ya consolidada) jerarquía urbana, social y cultural”,   describe Magdalena Chiara,  directora académica de la Diplomatura en Gestión de las Políticas de Salud en el Territorio de la UNGS.

«De la mano de la desigualdad en los ingresos y de las diferentes formas de inserción en el mundo del trabajo -agrega-, la fragmentación se expresa en las brechas que existen entre municipios en relación a la población que cuenta con una cobertura adicional a la provista por el Estado y que persisten a pesar de las mejoras que se constatan respecto del año 2001.” Por ejemplo, en la zona oeste el partido de Moreno hay una población de casi 500 mil habitantes, y para cumplir con la demanda de atención solo cuenta con un hospital y con pequeñas unidades sanitarias. En cambio, su localidad vecina de Merlo cuenta con una población similar y con cuatro hospitales. Para Chiara “estas desigualdades entre territorios derivan (directa o indirectamente) en la probabilidad que tienen sus poblaciones de enfermar y morir”.

Chiara explica qué debería priorizarse en esta coyuntura: “Es necesario asumir que el sector franquea una crisis profunda y que en algunos servicios está atravesando situaciones de emergencia. Todo está pendiendo de un hilo, especialmente en aquellas organizaciones que atienden a los más débiles. Es imprescindible fortalecer el primer nivel de atención a través de los programas verticales regulares y continuar con la mejora de la infraestructura de los centros de salud”

La salud pública no fue el único sector que estuvo descuidado en los últimos tiempos. La población en edad escolar suele quedar más vulnerable a las desprotecciones. “Problemáticas hay varias, están las que son en el aprendizaje y están las otras que atraviesan el aprendizaje: lo social debe ser un sector prioritario. En escuelas donde la pobreza atraviesa la vida cotidiana de los nenes y las nenas, el trabajo social es muy difícil dejarlo de lado. La escuela es el lugar donde muchos de nuestros alumnos y alumnas están mejor. Es el lugar donde no penetra la violencia tanto como se cree, la violencia esta fuera, la escuela es uno de los lugares donde mis alumnos y alumnas se sienten más seguros. Una de las problemáticas es la violencia que viven en sus casas y que solo se pueden entender contextualizándolas”, cuenta María Fernanda Berti, maestra de grado en la localidad de Ingeniero Budge, trabajadora etnográfica y coautora junto a Javier Auyero del libro Violencia en los márgenes: Una maestra y un sociólogo en el conurbano bonaerense

“Otra problemática es la pobreza, me duele todavía que la gran mayoría de mis alumnos no tenga una cama, que la tenga que compartir. También la comida, se come en la escuela porque a la noche toman un té, agrega Berti. Respecto del hambre, la docente e investigadora señala: “La escuela garantiza esta comida como puede. Se han achicado, sobre todo este último año, los cupos para comedor. Esto es algo que está muy presente. A esto se le suma que el material didáctico desde el Estado Nacional fue nulo, y lo poco que mandaban por ejemplo libros eran de muy baja calidad”.

La situación actual del Conurbano bonaerense es por demás compleja con varias áreas que necesitan atención inmediata. Además, se deben priorizar a los sectores más vulnerables y desprotegidos que son aquellos que más sufren la desidia del Estado. Los niños, niñas y adolescentes, las personas que han quedado desempleados y aquellos que dependen de los servicios públicos de salud son los que deben estar en primera fila para las respuestas que deban dar los gobernantes.