Por Sofía Moure
Fotografía: Julieta Ortiz

Cerutti ganó el premio de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano por su trabajo 132.000 volts, el caso Ezpeleta.

La mirada fija a la distancia y los ojos tan característicos, entrecerrados; la campera de cuero cerrada y el pelo ya grisáceo azotado por el viento del sur, siempre impiadoso, tan conocido. Así lo retrató María Eugenia Cerutti a Néstor Kirchner en una de las tantas fotos que le hizo entre el 2003 y el 2009. Así se lo ve al ex presidente en el libro fotográfico que lleva su apellido, Kirchner, publicado por la fotógrafa mendocina. En sus páginas se observa una historia, una época de un país que comenzaba a levantarse luego de la crisis y que volvía a creer en la política como herramienta de transformación.

María Eugenia Cerutti fue fotógrafa de Clarín durante 17 años, y allí tuvo la oportunidad de cubrir las actividades de Néstor Kirchner desde la campaña del 2003 hasta el momento de su muerte, en 2010. Su mirada logró retratar no sólo al candidato, al presidente y al personaje político; sino también al hombre en todas sus facetas, al personaje histórico.

En el 2015, viendo un fin de ciclo -político y personal-, Cerutti publica el libro Kirchner, conformado por una cuidadosa selección de las imágenes que tomó a lo largo de todos esos años de vínculo con la -entonces- familia presidencial. En 2019, en puertas de un nuevo ciclo, la fotógrafa reeditó el libro.

Ganadora del primer premio de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) de García Márquez por su trabajo 132.000 volts, el caso Ezpeleta, Cerutti trabaja hoy como fotógrafa independiente y docente. Su trabajo más reciente es Con toda la muerte al aire, una reconstrucción de un femicidio ocurrido en 1955, en el marco del Laboratorio de Periodismo Performático de la Revista Anfibia.

«La foto del descuelgue del cuadro de Videla es mi favorita. Inolvidable ese día, por todo lo que representó», dice Cerutti.

¿Cómo fue el proceso de reedición del libro?

Fue un trabajo colectivo de edición con Julieta Escardó y Jazmín Tesone, dos editoras, con la mirada de ellas más fría y no tan cargada de experiencia y de anécdotas. Hace falta esa mirada con más distancia para ver el material. Con ellas hicimos tanto la primera edición como la reedición, que tiene algunas modificaciones, cambiamos el formato, de apaisado pasamos a vertical, y también añadí algunas fotos, de algunas personas que hoy tienen un lugar que no lo tenían en el 2015. Por ejemplo, Máximo Kirchner y Alberto Fernánez. Quedó mejor.

El hecho de que se reedite el libro este año ¿es por alguna razón vinculada al contexto político?

Tiene que ver con el contexto político; tiene que ver con el aniversario de la muerte de Néstor Kirchner y que también había elecciones presidenciales el mismo día, fue algo muy fuerte. Además ya no tenía más libros, me pedían… ¿Viste cuando todo te dice que es el momento? Tenía que hacerlo, y sobre todo esto, pensando en que por ahí volvían… capaz era muy pronto, en ese momento todavía no se sabía, ¿volverán al poder o no?

¿Cómo comenzaste a trabajar con Néstor Kirchner?

El trabajo empezó en el 2003. Todos los años electorales presidenciales desde la vuelta de la democracia, sobre todo en Clarín y en La Nación, ponían un fotógrafo para hacer el seguimiento de la campaña. Así se hizo con Alfonsín, con Menem, con De la Rúa, con todos. Cuando llegó el turno de Néstor, casi de casualidad que fui yo a cubrir. Tuve suerte, en realidad: en ese momento él ya era gobernador de Santa Cruz y nadie había entrado a su despacho todavía, pero yo entré. Hice las fotos, unas fotos que no se habían hecho, y volví. Y ahí me dijeron “bueno, entonces hacé vos la campaña”. Y así fue, ahí empecé. Hablaba con el vocero de Néstor, Miguel Núñez, que me iba pasando las fechas y actividades, y yo iba resolviendo, eligiendo; porque entonces no era como ahora que se cubre todo: antes veía todas las actividades en agenda y pensaba cuál era visualmente la mejor e iba a cubrir esa. Y así fueron pasando los años. Cubrí la campaña de transición de 2003, la campaña de 2005 -que fue la de Cristina para senadora-, la del 2007 de Cristina y la del 2009. A veces iba a acontecimientos que no tenían que ver con la campaña, sino actividades de Presidente. En el 2015 me fui de Clarín y también cerraba un ciclo, en ese momento, y vi que tenía todo ese material, un montón de material, ¿por qué no hacer un libro? Sino iba a quedar perdido en el archivo del diario, todo desmembrado.

¿Cuál fue el vínculo que se generó con los Kirchner?

Fue profesional, un vínculo cotidiano de trabajo. Sobre todo al principio, cuando todavía Clarín no se había peleado con Néstor, y aparte porque eran también otras necesidades en ese momento: Internet estaba recién empezando, entonces para la campaña de él, tener a Clarín haciendo todos los días una nota, era bueno, lo nacionalizaba. Ahora no se necesita eso, se recurre a otros medios, pero en ese momento era importante. Y después, mantuve ese vínculo incluso cuando empieza la guerra. Me hacían chistes, me decían “que te pasha, Clarín”, como que conmigo estaba todo bien, separaban.

Y luego de la pelea con Clarín, ¿cambió algo en la relación?

No, desde ningún lado. En el diario no me pidieron nada distinto. Si en algún momento no les gustaban las fotos, elegían otras, pero no es que yo lo sepa. Yo volvía, dejaba el material y listo. Y Néstor tampoco me recriminaba las fotos. Por lo general nunca tuve ningún tipo de exigencia ni reclamo ni de un lado ni del otro. Tuve suerte.

«¿Qué te pasha Clarín?», la cargaba Kirchner cuando Cerutti le hacía tomas.

¿Cuál dirías que fue el momento o los momentos más significativos que te tocó fotografiar durante el tiempo que trabajaste con Kirchner?

El descuelgue del cuadro de Videla. Inolvidable ese día, todo lo que representó eso. A parte de ahí después fui a la ESMA. Inolvidable. Después, la verdad, el material en relación con la cotidianidad. De todo, lo que me gustaba mucho era como él se movía, como se acercaba a la gente, a darle besos, a que le dieran: cómo él usaba el cuerpo para vincularse con la gente. Eso era muy diferente al resto, a lo que se hacía antes. Ahora se hace más, pero sigue siendo como una marca personal de Néstor.

¿Cuál es tu foto favorita?

Te diría que la foto del cuadro, casi por el hecho histórico en sí mismo. Me gustan también un montón de otras imágenes que hablan del personaje pero no en el momento de la foto, sino en los momentos que son antes y después de los hechos. A mí me interesan mucho esos momentos que están corridos de las situaciones que están armadas para ser fotografiadas. Ahí uno puede pescar otras cosas. Después, una de mis fotos preferidas es la de los zapatitos de Cristina y otras de Néstor de ese día: era el lanzamiento de campaña y está con unos papelitos plateados y a Cristina la están saludando todos. Él ya terminaba el mandato e iba a ser ella la candidata, le estaba delegando el poder.

¿Cómo fue el momento de la muerte de Néstor?

Fue muy shockeante, no me lo esperaba. Para todos fue muy fuerte, muy conmovedor. Lo cubrí para el diario, terminé de trabajar y me quedé en la plaza, viendo y vivenciando lo que pasaba, ya no para sacar fotos sino como cualquiera, digamos. Fue muy fuerte.

¿Sentís que a partir de ese momento cambió algo en tus fotos?

Por ahí sí… empecé a ver lo que había pasado, más allá de que un poco ya lo sabía. Ver todo los hechos históricos que habían ocurrido y todo ese material que tenía, que era un montón. Poquito tiempo después de que sucedió empecé a ver todo el material y me di cuenta que podía haber un libro, haciendo una decantación y un filtro del material para que quede más contundente. Ahí fue cuando empecé a trabajar y me tomó bastante tiempo llegar al formato visual.

¿Sabés cuál fue la última foto que le sacaste?

No, no me lo había preguntado nunca. Sí sé que las últimas fueron las de la campaña del 2009. Pero cuál fue la última de todas, no sé.

¿Pensás que si encontrás esa última foto la mirarías distinto?

Puede ser. En su momento fue una foto más pero hoy cobra otra importancia.

¿Y te gustaría volver a hacer este tipo de trabajo?

Sí, me gustaría. A mí me encantó, me sentí una privilegiada.

¿Qué fue lo que más te gustó?

La cercanía, poner el cuerpo y la mirada en un personaje histórico. Estar ahí, tan cerca, con todo lo que significó, es tremendo. Poder haberlo hecho, haber sido testigo de una época, de un cambio, del regreso de la política, de creer en la política como manera de cambio, y tanto del legado que dejó. En su momento, mientras estaba cubriendo, no sabía qué iba a pasar ese día. También lo pude hacer porque trabajaba para Clarín, que tenía los recursos para ponerle un fotógrafo a cada candidato en épocas de campaña. Ahora no se hace más ese tipo de trabajo, no se encara más de esa manera. Ahora dicen: “Bueno, total nos manda material cada candidato”. Y no es lo mismo. Esa imagen tiene otro objetivo, pero así funciona. Fue buenísimo haberlo hecho, disfrutado, y poder ponerlo en valor a través del libro. Porque las imágenes se resignifican mucho según dónde estén expuestas: un diario, una pared, una revista; dependiendo de cuál sea el soporte y el contexto, el sentido se modifica. Entonces, limpiar el material de eso también permite otra lectura, que el espectador, al momento de verlo, apele a su memoria y a su saber de la historia para reconstruirla. Siempre pensé mucho que ese gesto era lo que me interesaba.

En su momento era como un cierre de ciclo, y hoy parece abrirse uno nuevo. Teniendo en cuenta el contexto político, ¿cómo se podría leer el libro hoy?

No sé cómo se puede leer, pero sí van pasando los años y se va haciendo como más histórico. En el 2015 todavía era algo que estaba ahí, como del día anterior. En cambio ahora, luego de cuatro años de gobierno de Mauricio Macri, creo que se puede revalorizar una época y verla con un poco más de distancia. Eso te lo permite también el poco texto del libro: detrás de cada foto hay un pequeño texto mío contando como fue el trabajo, permitiendo que la gente conecte con esas imágenes, con sus recuerdos y sus propias historias. No viene un prólogo diciendo cómo tenés que leer estas imágenes para dejar que cada uno las lea como quiera.

¿Cómo entendés la situación del fotoperiodismo hoy?

Casi no lo ejerzo, pero es muy complejo el cambio de época en relación a los medios y a la circulación y producción de las imágenes. Por lo que sé, por mis colegas que siguen trabajando en relación de dependencia, como que no hay un interés como lo había antes, se trabaja cada vez menos. Sé que durante el gobierno de Macri no hubo acceso a un montón de actividades presidenciales, ellos mandaban las fotos, y eso es otra mirada. No está bueno que haya pasado eso, hay cosas sobre las que empieza a haber un control excesivo sobre la producción de imágenes, y eso para mí es en detrimento total de la variedad de miradas.

¿Fue por una decisión personal que te alejaste del fotoperiodismo?

Por un lado fue un fin de ciclo para mí, sentía que ya había hecho las cosas más copadas: las cosas más interesantes que me podrían haber tocado hacer trabajando como fotógrafa en un diario, ya me habían pasado. Quizás era esperar una nota buena por año y después, el resto del año era aburrirme un montón. Era un trabajo, también, pero pude arriesgarme a ver qué pasaba y me fui. Era una redacción que estaba mutando, Clarín estaba ofreciendo retiros voluntarios, un montón se habían ido antes de que yo me fuera, y después de que yo me fui se fueron muchos fotógrafos más todavía. A los medios cada vez les importan menos las imágenes, estamos en una época en que las imágenes son super importantes pero no les interesa ni pagar por ellas ni hacer la producción profesional de ellas. Entonces no me quise quedar e inmolarme, arriesgándome a que hay momentos con trabajo y momentos con menos, sobre todo en estos años tan complejos. Dentro de todo me fui acomodando, encontrando otros trabajos, otras cosas siempre ligadas a las fotos. Pero era muy de ciclo cumplido: ya no me sentía tan a gusto hacía bastantes años, y antes de llenarme de bronca, me fui. Fue lo mejor para mí.

¿Cómo fue la experiencia de hacer periodismo performático?

Me parece una experiencia hermosa, como de romper un poco los límites conocidos dentro de la profesión, del género y del cómo contar las historias. Es abrirse más al arte como espacio creador, conceptualmente, pensar con límites más abiertos. Arriesgarse en torno a eso me pareció muy interesante. También una manera de decir “bueno, quiero contar esta historia, que es un hecho real que pasó” desde otra perspectiva, con otro nivel de profundización y con criterios más estéticos. Lo volvería a hacer, porque en el espacio hiperinformado en el que vivimos, que saltamos de un tema al otro, me parece también que la posibilidad de plantear un tema como una obra performática permite tener la experiencia de escuchar, de ver, de sentir una historia en particular durante un tiempo. Me parece interesante esa posibilidad en contraposición de este momento en que todo pasa rápido; como forma de experiencia más inmersiva, que posibilita otras lecturas.