Por Amparo Beraza
Fotografía: Muriel Schtivelband

«Nos están quitando de nuevo la posibilidad de ser parte de nuestra amada Bolivia», dice Verónica Moyar Icona.

Las whipalas flamearon junto con las polleras y sombreros de las mujeres que las sostenían. Mujeres viejas y jóvenes, hombres viejos y jóvenes, bolivianos y argentinos, organizaciones sociales y políticas acompañaron la marcha contra el golpe de Estado en Bolivia al grito de “el pueblo unido, jamás será vencido”. 

Verónica Moyar Icona estaba dentro de un círculo que se formó por grupos de las organizaciones de migrantes frente a la embajada de Bolivia. Rodeaban un dibujo en el piso, hecho con tiza, casi como protegiendo la imagen. En el dibujo estaba Evo junto con una bandera boliviana, nadie había puesto un solo pie sobre el retrato. Verónica cantaba con lágrimas en los ojos, con cada declaración que sus compañeros hacían con el megáfono ella soltaba una nueva lágrima y asentía con la cabeza. Iba vestida con una remera violeta en cuya espalda se leía “Organización Bartolina Sisa”, agrupación de mujeres indígenas, campesinas y bolivianas. “Nos ha vuelto a la sociedad, hemos vuelto a vivir cuando nuestro presidente ha asumido, y ahora nos están quitando de nuevo la posibilidad de poder ser parte de nuestra amada Bolivia.”

Verónica se mantenía firme mientras hablaba, entre sollozos y lágrimas, no se movía mientras las columnas marchaban a su alrededor, la gente la esquivaba para acercarse aún más a la embajada. “Antes nosotros no teníamos derecho a nada, no teníamos cédula de identidad, que es lo más importante para un ser humano, saber quien es y de donde viene, hemos logrado esos derechos, saber a donde pertenecemos, tener una identificación.” 

“Camacho basura, vos sos la dictadura”, gritaban los manifestantes.

La marcha se paralizaba alrededor de Eulogía, la gente que pasaba para un lado o para otro se detenía a escucharla, los que la conocían la interrumpían para darle un abrazo. Eulogia Ríos llamaba la atención, con su pollera larga y un gran sombrero de paja que cubría sus trenzas grises, su puño derecho lo mantenía en alto en señal de lucha y en su muñeca llevaba atado el pañuelo verde. Con sus manos arrugadas sostenía un cartel con información sobre el colonialismo de su país y el colonialismo en Argentina. Eulogia tiene 71 años, es mujer, indígena, coya, representante de los pueblos originarios quechuas y es madre soltera. 

 “Estamos en esa lucha, el hermano boliviano Evo dio acceso a una vivienda digna, el derecho a la educación, el derecho a la a salud, el derecho al trabajo. Acá hay capitalistas que nos quieren estigmatizar a los trabajadores, dicen que tenemos fuerza de trabajo nada más. Camacho, Mesa, toda esa gente, son capitalistas, están interesados en el litio.”

La marcha fue encabezada por el bloque de trabajadores migrantes de la Argentina, uno de los extremos de la bandera lo sostenía Carla Montero, joven boliviana y militante de Ni Una Migrante Menos. Carla no cantaba, sostenía la bandera en completo silencio y miraba a sus compañeros hacer declaraciones desde un costado. 

“Yo apoyo al pueblo boliviano, no apoyo a Evo. Creo que estos diecinueve días tienen que ver con un camino que se le ha dejado allanado a la derecha. Camacho aprovechó eso, con todo el poder que tiene la oligarquía cruceña, porque representa eso, pero además representa mucho racismo en la población boliviana, que nunca desapareció y esto hace que resurja con muchísima más violencia y más fuerza, no solamente con militantes del MAS, sino con todos los compañeros y compañeras campesinos y trabajadores que son indígenas y que tienen el color de piel más morocho que la famosa media luna.“

“Ahora viene la masacre y la persecución a nuestros pueblos indígenas», denunció Moyar Icona.

Carla tiene que alzar su voz por encima del canto de los militantes que la tapa, al unísono se les escuchaba: “Camacho basura, vos sos la dictadura.” Ella destacó los errores de Evo: “No supo escuchar las demandas de estas personas que se le fueron alejando, todos militantes de las organizaciones sociales. Hay leyes que se sancionaron que están buenas como la Ley contra la Violencia hacia la Mujer, que está muy linda pero nunca se va a ejecutar porque no hay presupuesto para que se ejecute, entonces es un problema.”

El círculo de gente frente a la embajada se volvía por momentos más y más grande, levantaban la mano para poder tomar la palabra uno a uno, un hombre de acento porteño levantó la mano, su voz estaba cascada de tanto gritar, únicamente con el megáfono podía hacerse escuchar. “Yo soy argentino, mi madre es boliviana, nos expulsaron los gobiernos neoliberales, no nos permitieron quedarnos en nuestro país, no nos dejaron estudiar, no nos dejaron acceder a centros de salud. No nos dejaban ni siquiera entrar a las plazas si usábamos pollera, mi abuela era pollera, mi bisabuela era pollera, y no vamos a permitir que vengan a maltratarnos. Ahora intentan quitarnos la whipala que es la bandera de los pueblos originarios, y no lo vamos a permitir, no vamos a claudicar, estamos más fuertes que nunca, todo el pueblo originario”. 

Verónica lloró desconsoladamente y fue abrazada por sus compañeras mientras escuchaba estas palabras dijo: “Ahora viene la masacre y la persecución a nuestros pueblos indígenas, la masacre a nuestra gente, a nuestros hermanos, eso es lo que va a pasar ahora, porque ya lo hemos vivido en carne propia.”