Por Nicole Cohen
Fotografía: Julieta Ortiz

El sábado se llevó a cabo la final del concurso Neobarrosas, la más reciente propuesta artística de Ópera Periférica. Esta primera edición, que reunió a más de 200 participantes en la instancia de audición, presentó a las siete selecccionadas y llenó la sala de Santos 4040 gracias a su innovadora colaboración entre la música orquestal y la comunidad Drag Queen, el canto lírico en vivo y la simultánea dinámica play back. Pablo Foladori, Director General, lo definió como un “proyecto de investigación sobre el encuentro entre dos comunidades” e invitó a reflexionar sobre la poética de la fusión.

El evento, que abrió sus puertas a las 21, inició los preparativos tres horas antes. El montaje de las artistas drag fue un proceso que requirió de una gran elaboración previa. No bastaba con ponerse el vestuario; se debía interiorizar la esencia del personaje, adentrarse a la historia que su performer creó, pensar y actuar como tal. Cada persona drag propone un estilo singular asociado al mensaje que desea transmitir. “Hay tantos estilos de drags como personas que lo hacen”, explica la concursante Rita La Salvaje, cuyo propósito particular es “trabajar el tema de la marginalidad y representar la disidencia de los cuerpos: una drag con pelo en pecho y un cuerpo distinto”, concepto que desafía al estereotipo con el que se asocia a esta comunidad.

Mientras se maquillaba en el camarín, la conductora del evento, conocida como Vedette, afirmó que Neobarrosas representa “una gran oportunidad para difundir el movimiento, alcanzar la participación en otros escenarios poco usuales para les artistas queer y profesionalizar la práctica.” Asimismo, propuso erradicar el concepto de drag queen comúnmente conocido: “Queda muy asociado a la prostitución y a la fantasía heterosexual, porque la cultura paqui (término con el que denominan de forma peyorativa a las personas heterosexuales, sus consumos culturales, formas de hablar o comportamientos) no entiende que puede haber otra cultura aparte del binarismo”. La presentadora lleva tres años de carrera intentando suplantar dichos mitos, despegarse del anticuado concepto “Dress As a Girl” (de donde se origina el término DrAG) y, en cambio, visibilizarlo como un arte performativo que usa los cánones culturales de género como herramienta principal.

Rita, La Salvaje.

Vedette irrumpió en la sala con un vestido azul brilloso, ceñido y escotado, una cabellera de largos rizos colorados y tacones aguja. “Parece Jessica Rabbit”, susurró con asombro alguien del público mientras que otros silbaban. Pero la estética se tornó algo complementario cuando la presentadora le dio inicio al show con su satírico sentido del humor que invitaba a las concursantes, los espectadores y la orquesta a “darlo trolo”. 

El público esperaba la primera aparición de la noche. Los más afortunados habían conseguido una silla o un espacio para sentarse en el suelo, mientras que otra gran parte tuvo que mantenerse de pie en los extremos de la sala. Si bien la apertura del evento demoró una hora más de lo previsto y desafió la paciencia de los presentes, la primera concursante, Chika Mala, logró acallar las quejas con su llamativa malla de colores fluorescentes y su interpretación junto a la cantante lírica Luz Matas. 

Esta concursante inició su experiencia como Drag Queen en la década de los 90, pero dejó momentáneamente la escena artística por cuestiones laborales. Decidió aprovechar el espacio cedido por Ópera Periférica para retornar al escenario y, a su vez, iniciar un proyecto personal denominado La Mash-Up, un espacio común a todos los artistas de la comunidad LGBT+ que pone en un segundo plano los ánimos de competencia y en un primero, la cordialidad y el respeto mutuo. Para Chika Mala “hay lugares para visibilizarse, pero hay que buscar los propios” para desvincularse de la participación limitada que les ofrecen los espacios heteronormativos. 

“Se funden los cuerpos y no se sabe de dónde sale el sonido”, dice Foladori.

Las presentaciones eran tan particulares como los personajes que las desempeñaban. Malibú, acompañada del intérprete Esteban Manzano, realizó una oda a la belleza vestida de encaje negro y con un gran cono alrededor de su cabeza. Petra optó por maquillaje pálido, pelo puntiagudo y uñas postizas tan largas como garras para personificar el demonio interior de una interna de un manicomio envuelta en un chaleco de fuerza. Rita La Salvaje presentó un encuentro pasional entre dos amigas junto a la cantante Patricia Villanova. 

Hacia el final, Nube simbolizó el despertar de la furia y la venganza con el aspecto alienígena que la caracteriza, y tras una serie de batallas duales en las instancias eliminatorias, terminó llevándose el primer puesto. Como parte de su discurso de agradecimiento, expuso las dificultades que conlleva el trabajo de una drag queen y pidió mayores oportunidades profesionales para sus colegas en la industria del entretenimiento.

Neobarrosas concluyó con un público expectante de una segunda edición. El artista contemporáneo e integrante del jurado Lorenzo Anzoátegui destacó “la sensación de colectivo, de no juzgar al intérprete en vivo y de que la drag es el frente de la performance y el intérprete en vivo es lo que está atrás” que suele ser un formato reiterativo en otras competiciones de playback. Ambos protagonizaban la escena por igual, llegando a un punto, según Pablo Foladori, donde “se funden los cuerpos y no se sabe de dónde sale el sonido”.