Por Sofía Ferrero y Andrés Casari (Universidad Nacional de Moreno)
Fotografía: Daniela Yechúa/Archivo ANCCOM

El río Luján se forma al norte de la ciudad de Suipacha, por la confluencia de los arroyos Durazno y Los Leones. En sus 128 kilómetros de extensión, atraviesa trece partidos de la Provincia de Buenos Aires en los que además de haber realidades heterogéneas, se encuentran distintos usos del suelo y el agua. Pero hay dos datos contundentes: las zonas que van de Mercedes a Luján y las cercanas a Pilar son las más contaminadas de su curso.

Un informe publicado en marzo de este año por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires reconoce que en el Río Luján “hay dos zonas de alto deterioro”. Según el documento, una de corresponde al tramo que va desde Mercedes hasta Luján, afectada por “una moderada influencia de la actividad agropecuaria que produce aporte de nutrientes” y la otra recorre el polo industrial de Pilar, causado por “el vertido de residuos urbanos e industriales complejos”.

La Doctora en Ecotoxicología Leticia Peluso, integrante del Centro de Investigaciones Medioambientales (CIMA) de la Universidad Nacional de La Plata e investigadora del CONICET, realizó un bioensayo de toxicidad en sedimentos de varios cuerpos de agua de la región, entre los que incluyó al Río Luján. “Los químicos encontrados en los sedimentos del río Luján –explica- incluyen principalmente metales pesados y plaguicidas, sin embargo en algunos sitios se encontró también una elevada cantidad de materia orgánica”.  

Las 14 muestras de sedimentos que se analizaron, desde las nacientes hasta la Ruta 9, le permitieron analizar la historia del río, conocer las sustancias que se fueron vertiendo en él y evaluar su toxicidad. Peluso afirma: “La contaminación en Pilar y el parque industrial es más que nada por metales pesados asociados a la actividad industrial, principalmente en el Arroyo Larena. En el caso de Mercedes, el principal metal en concentraciones muy elevadas es cromo. La muestra del Arroyo Durazno no presentó concentraciones altas de metales, pero sí se observaron plaguicidas que pudieron haber causado algunos efectos tóxicos”.

Respecto al origen de estas sustancias aclara que “tanto el tipo de contaminante como sus fuentes son diferentes, el caso de los plaguicidas son principalmente de tipo orgánico y están asociados al uso del suelo para actividades agrícolas, mientras que los metales pesados son compuestos inorgánicos que no se degradan, se acumulan en los sedimentos y su fuente es principalmente industrial”.

A lo largo de su curso el río acumula residuos provenientes de distintas actividades, desde la agricultura hasta la industria, para desembocar finalmente en el Río de la Plata, a la altura del Partido de San Fernando. Cuando se le consulta a Leticia Peluso sobre el el riesgo por el contacto de las personas con el río, comenta: “La realidad es que si los contaminantes están llegando al cuerpo de agua ya sea por escorrentía (a través de corrientes formadas originalmente por la lluvia), descargas por efluentes industriales o aérea (por depositación atmosférica) significa que la población está expuesta. Si sumamos el contacto con el río, por actividades recreativas, inundaciones o toma de agua, la situación es peor.” Y agrega: “Deberíamos hacer monitoreos más sostenidos en el tiempo, pero en los sectores donde se encontraron contenidos elevados de materia orgánica y metales no sería recomendable el uso recreativo”.

A partir de la investigación se pudieron identificar al menos tres focos de riesgo respecto a la toxicidad de los residuos acumulados en el río Luján que fueron clasificados como lugares de alta peligrosidad y se corresponden con; el Puente 3 de Marzo en Mercedes, Arroyo Durazno en General Rodríguez y aguas abajo del Parque Industrial en Pilar. Peluso considera que los tratamientos de remediación y saneamiento que se necesitan para revertir la situación en estos lugares suelen ser muy costosos y que lo mejor hubiera sido evitar que las sustancias peligrosas llegasen al río. “La solución es evitar la llegada de contaminantes al curso, controlar las actividades industriales, sus efluentes y en cuanto a la contaminación por plaguicidas es más complejo ya que deberían dejar de utilizarse en las cantidades enormes que se emplean, respetando márgenes de cuerpos de agua para evitar la llegada por escorrentía. No considero que este nivel de toxicidad sea precisamente reversible, aunque bajen los niveles de contaminación el sistema no vuelve a ser el mismo, si bien se puede hablar de un sistema más saludable en cuanto a su calidad ambiental”. Enseguida completa: “Se deberían realizar monitoreos continuos de la cuenca para evaluar la calidad del agua y del sistema en general. Sé que existe una autoridad de cuenca, pero no sé si están realizando estudios”.

OMISIÓN DE RIESGOS

Mientras investigaciones como la de Leticia Peluso señalan los riesgos ecológicos causados por las sustancias tóxicas vertidas en este cuerpo de agua y la problemática ambiental en la cuenca de este río se agudiza, ambientalistas interesados en esta problemática suelen reclamar al Estado que se realice una limpieza para revertir la situación actual del cuerpo de agua. Pero el Estado parece limitarse a organizar los datos relevados en el censo del año 2010 y proponer comisiones que rara vez alcanzan las metas establecidas.

Desde la cuenca media, especialmente a partir del municipio de Pilar, el agua del río se encuentra contaminada por metales pesados que provienen del polo industrial. Desde su sanción en la década de los 90, la Ley Nacional 24.051 de tratamiento de residuos peligrosos ha sido violada sistemáticamente por empresas que obtienen ganancias y perjudican la calidad de vida de quienes viven alrededor de ellas.

Para Guillermo Folguera, Doctor en Biología Evolutiva e investigador del CONICET en el área de Historia de la Ciencia y Filosofía de la Biología, “es interesante cómo el discurso académico produce cierto conocimiento respecto a la situación del medio ambiente y luego la toma de decisiones está alejada de ese conocimiento obtenido. En términos de decisores, los gobernantes de turno aplican medidas que a veces consideran el discurso producido por la academia pero generalmente no es así”. Respecto de la regulación legal vigente en cuestiones medioambientales, Folguera señala: “En el caso de la Argentina, adscribimos en la Ley General del Medio Ambiente al Principio de Precaución, por lo cual cuando hay evidencias de que alguna actividad puede causar daño ambiental, ésta debiera suspenderse. La formulación de Río de Janeiro de 1992 dice básicamente que si tenemos sospechas de que algo puede causar daño, debemos suspenderlo”. Sin embargo, aclara queen la práctica, en todos los casos sobre los que he trabajado hasta ahora, el principio de precaución no rige. En Argentina hay una inversión de la carga de pruebas, lo que implica que el damnificado o los damnificados tienen que mostrar que les están haciendo daño. Esto pone en un lugar muy complicado a la ciudadanía”.

En el municipio de Pilar el 78% de las viviendas ubicadas en la cuenca del río Luján tiene conexiones insuficientes a servicios básicos. Esto implica, entre otras cosas, una marcada dificultad en el acceso a agua segura, ya que la del río se encuentra fuertemente contaminada por las industrias cercanas. Otros municipios, como Luján por ejemplo, presentan alrededor del 30% de hogares establecidos en la cuenca con dificultades de acceso al agua potable. Cabe señalar que estos son los datos admitidos por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires en la Evaluación de Impacto Ambiental y Social que publicaron a comienzos de este año. Algunas organizaciones ambientalistas estiman que estos números podrían ser mayores en otros municipios y haberse recrudecido en los últimos años.

LAS ORGANIZACIONES AMBIENTALISTAS

Frente a la falta de medidas por parte del Estado y el silencio respecto a los riesgos que representa la toxicidad del Río Luján para los habitantes de la zona, las organizaciones medioambientales cumplen un rol fundamental para concientizar a los vecinos. Javier Moleres, miembro de la organización ambientalista S.O.S Hábitat e integrante del grupo social y deportivo Amigos del Río Luján considera que las organizaciones de ciudadanos autoconvocados son muy importantes porque son las que promueven el desarrollo sustentable, enseñan reciclaje y denuncian irregularidades ambientales. Siempre hubo aventureros que, partiendo desde Mercedes, se animaron a realizar travesías cortas a remo por el río Luján. Pero esa actividad se incrementó notoriamente a partir de octubre de 1992, gracias a una multitudinaria convocatoria a participar en un raíd para embarcaciones sin motor que unió las ciudades de Suipacha y Mercedes. Se lo denominó Safari Náutico y motivó a un grupo de vecinos, llamados Amigos del Río Luján, a reunirse para seguir trabajando para fomentar ese tipo de deportes y luchar contra la grave contaminación que presenta el cauce. Con los años, fueron renovándose los grupos ambientalistas”, explica Javier.

Estas organizaciones sin fines de lucro, además de promover actividades sociales y deportivas, integran la Comisión Asesora del Comité de la Cuenca del Río Luján. Respecto a las actividades deportivas que se realizan desde hace décadas en este curso, Javier comenta: “La navegación en canoas y en kayaks, por momentos se ve impedida –especialmente en temporada estival- debido al elevado grado de contaminación del agua por residuos industriales, líquidos cloacales y agroquímicos. También resultan peligrosos los desperdicios domiciliarios y electrodomésticos fuera de uso que se arrojan al lecho del río, convirtiéndose en hierros y chapas filosas, cortantes y oxidadas”. Y agrega con preocupación: “Por desgracia aún existe la creencia en gran parte de la comunidad, de que el río funciona como una gran cinta transportadora que acarrea y traga todo lo sucio e inservible. No se toma conciencia del mal que le hacemos a la naturaleza y a nosotros mismos”. Mientras tanto, la contaminación avanza  y golpea a los sectores más vulnerables.