Por Elías Fernández
Fotografía: Néstor Beremblum

Este año, Maderera Córdoba creció en socios pero no pudo sostener el volumen de trabajo.

Un hall espacioso que parece hecho de madera, con piezas exhibidas como si fuese una galería de arte. Sumado a los armarios, mesas y bibliotecas, se exhiben casitas, sillas, letras, carteleras y hasta macanas de policía. Sobre el mostrador, un cartel gigante con protagonistas gauchescos declara: “Guapo es el que labura”. Mientras espera a ser atendido, quien visita Maderera Córdoba -una empresa recuperada y autogestionada por sus trabajadores-, ubicada al 3165 de la avenida porteña que le da su nombre, tiene una gran muestra de creaciones pulidas y sin pintar con los que entretenerse. Se nota, desde el primer momento, que en la elaboración de esos objetos hay un factor fuertemente humano.

Un contexto difícil, una dinámica particular

“Este año crecimos como empresa en cantidad de socios, pero de cualquier manera estamos un cuarenta por ciento abajo”, dice Guillermo Sabatella,  quien fue el primer presidente de la cooperativa. Se apoya en la mesa de una cocina separada de la oficina administrativa por un biombo antiguo con motivos. Al otro lado se escucha una radio que anuncia un 34,5% de pobreza. “Durante los primeros cinco años de existencia la cooperativa creció a tasas chinas”, remarca Sabatella, quien señala que se trataba de un local con mucha fama, ochenta años de existencia y que está ubicado sobre una avenida importante. “En ese momento, además, la economía en general acompañaba. A medida que vieron que funcionaba, los clientes se volvieron a acercar”.

En un taller espacioso y repleto de aserrín, Felipe Ramírez marca una tabla de madera con un compás y una regla. El carpintero, nacido en Bolivia, está en la cooperativa desde que se constituyó.  “Ya no tenemos encargos de muebles grandes, como antes”, dice sobre el zumbido de las máquinas que usan dos de sus compañeros para cortar tablones. “Aunque igual tenemos lo suficiente para poner  plata  a salvo”, agrega.

Maderera Córdoba ha trabajado con clientes como el Gobierno de la Ciudad o el Museo de Bellas Artes..  Pero Felipe nos informa que, además de los encargos de armarios, bibliotecas y camas, también se redujeron mucho los pedidos de grandes empresas.  “Se hacen cosas más chiquitas”, explica. “La mayoría es público que viene de la calle y entran a comprar algo”. Los clientes, dice, empezaron a desaparecer en “cuando entró Mauricio (Macri). Fue bajando de a poco. Fue gradual”.

Carlos Saso es el actual presidente de la cooperativa. En un rincón anexo del taller, junto a un muchacho que trabaja con una amoladora mientras escucha cumbia con un buen equipo de sonido, explica: “Nosotros con el dinero tenemos un reparto de igualdad, no como las empresas privadas. Y en otros años teníamos un sueldo bastante bueno en relación a las empresas del mismo rubro. Ahora no nos podemos aumentar nada”. El impacto que la inflación tuvo en el consumo no dejó exento a nadie, y los miembros de la cooperativa tienen el depósito de materiales casi vacío, encargando a sus proveedores los que necesitan para la ocasión. “No despedimos personas para ajustar gastos”, recuerda Saso  y añade:.“El retiro de dinero queda ahí y tratamos de sobrevivir con eso.

La dinámica de la maderera, cuenta Felipe, incluye que algunos días de la semana familiares de los cooperativistas vayan a trabajar y se lleven un dinero a cambio. Sin embargo, en los últimos años comenzó a escasear el trabajo que se les pudiera asignar. La preocupación de Felipe es basal. Quiere que aumente el trabajo “así estamos más tranquilos”.

“Yo te enseño a ser cooperativista, a laburar la madera, pero tenés que cumplir como un relojito», dice Sabatella.

Una década y media

Junto a la heladera hay un bol con agua y otro con comida para gatos. La mascota llegó prácticamente al mismo tiempo que se recuperó el edificio. “Era muy chiquito. Ahora tiene catorce años”, dice Guillermo. La cooperativa se conformó en 2003, cuando la hija del antiguo dueño abandonó el terreno luego haber declarado la quiebra. Fue una de las primeras empresas recuperadas del movimiento que se originó tras los coletazos de la crisis de 2001.

“Tuvimos la suerte de que el terreno no estaba a nombre de la maderera, sino de la hija del dueño. Entonces lo remataron, hicimos quilombo y la justicia de la Ciudad decidió pagar el terreno, que volvió a nosotros en función de la ley que nos amparaba”, narra Sabatella, quien se refiere a la Ley porteña 1529 del 25 de noviembre de 2004.

La ley, sin embargo, no evita que existan intenciones espurias sobre esos terrenos, ubicados en una zona muy bien valuada. Uno de los tantos carteles que decoran el hall, puesto en el año 2011, advierte sobre el veto de la Ley 4008 realizado por Macri cuando era jefe de Gobierno porteño, que prorrogaba por 6 años la expropiación de 29 emprendimientos productivos. “Siempre existe el riesgo de un ataque legal. Siempre hay alguien que les va a dar una mano, que nos va a complicar”, cuenta Saso. El Movimiento de Empresas Recuperadas  vivió en julio de este año  un nuevo embate cuando el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta propuso, a través de una circular, hacer caer las expropiaciones de cuatro empresas recuperadas bajo el argumento de que “no se ha cumplido con el objeto de la ley, que era mantener puestos de trabajo”.

La maderera tejió muy buenos vínculos con el barrio, con los proveedores y con otras de empresas recuperadas.

El factor humano

Como la cooperativa sirve de sustento para todos sus integrantes, sus reglas son generales.  “Yo te enseño a ser cooperativista, a laburar la madera, pero tenés que cumplir como un relojito. Si no, no funciona bien. Funciona porque podemos distribuir en cierto momento cierta plata. Independientemente de la mentalidad que tengas. Acá sos uno más de todo un grupo y tenés que laburar. De acuerdo a tu experiencia y a tus posibilidades, obvio”, explica Sabatella.

Esa dinámica es más importante todavía en un período de retracción de la economía que en buenos tiempos. “En este momento tenés que ser puntilloso, verificar que esté todo en condiciones. Verificar la calidad de cualquier cosa que comprás. Además siempre cuesta asignar o asumir responsabilidades, pero eso es común a todas las cooperativas”.

Maderera Córdoba sobrevive también porque no está aislada. La relación con el barrio ha sido muy favorable, dicen sus integrantes, quienes hace quince años tenían miedo de que una madrugada llegase la policía con “dos carros de asalto”. “Por las noches sacábamos las cosas. El dinero, las computadoras. Y nos la guardaba la gente de la Iglesia de la otra cuadra, el dentista de la esquina, el kioskero. Hasta que compramos la caja fuerte”, recuerda Sabatella.

Sin embargo,  el factor más importante fue el trato con los proveedores, quienes incluso estando en quiebra siguieron enviando camiones con mercadería “de fiado”, que la cooperativa pagaba cuando lo podía vender. “Cuando nosotros recién comenzamos -cuenta Saso-, ellos nos trajeron un camión de material surtido. Y nos dijeron que lo fuéramos pagando mientras lo íbamos vendiendo. Así hasta que salimos a flote. Esos quedaron como nuestros proveedores. Empezamos sin nada”.

La cooperativa funciona como una empresa más o menos exitosa, reinvierte el excedente sin que haya un dueño que se lo quede. “El capitalismo es eso”, dice Sabatella y subraya: “No quiero ganar más que otro, pero tengo que ganar. Tengo que sostener al tipo que está acá. A veces peleo con uno de los vendedores porque dice ‘lo que pasa es que es amigo’. Pero yo no lo puedo regalar”.

La maderera, cuenta Saso, se especializa en cortes de madera, aglomerado y melamina, así como en molduras, “que no se hacen en ningún lado”.  “Tenemos una estructura muy particular”, se enorgullece,  Sabatella. “Eso nos permite tener clientes de primera línea. Tenemos buenos carpinteros, buena mercadería y relativamente buenos precios

El movimiento de empresas recuperadas como salida

Maderera Córdoba existe en la red que formaron las empresas recuperadas para mantenerse y aprender entre sí a funcionar como cooperativas. Guillermo Sabatella detalla: “Nosotros éramos unos de los que estábamos en primera línea, por circunstancias fortuitas: el equipo que teníamos, el conocimiento y muchos proveedores dispuestos a trabajar con nosotros. Muchas cooperativas no tienen esa posibilidad”.

En el piso superior de la cooperativa existe un bachillerato de formación en economía social. Los miembros de la maderera acuden dos o tres veces al año para conocer a los estudiantes y aportar su conocimiento en materia de Cooperativismo. “Ahora lo que pasa es que el contexto no te facilita nada para hacer una cooperativa”, dice  Saso, quien asiste con regularidad a los encuentros del Movimiento de Empresas Recuperadas. “Ahora el gobierno dice que son inviables. Y varios sindicatos se oponen también porque siendo cooperativa no reciben aportes”, agrega.

Sabatella se acoda en el respaldo antes de reflexionar que es difícil pasar de patrón a obrero, pero mucho más difícil pasar de obrero a patrón: “Esa experiencia la ganás con los años. El que tiene 20, 25 años se queja un poco de cómo funciona», dice y explica que para integrarse como nuevo socio es necesario pasar un período de prueba de más de un año. “Para demostrar que sos buena persona”, afirma.