Por Malva Marani con Cristina Sille, Milagros Alonso, Tomás Eloy Gómez y Sofía Moure, Florencia Ferioli, Laura Pomilio, Pilar Camacho, Julieta Ortiz, Camila Alonso Suárez, Estefanía Hernández, Cristina Sille, Juana Posbeyikian, Ornella Rapallini, Juan Luis Dell’Acqua, Noelia Guevara
Gastón Quagliariello, Azul García, Virginia Vitali, Camila Godoy, Agustina Ramos.

Si los resultados de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) de ayer fueron sorpresivos, sobre todo por la contundencia del electorado al castigar al presidente Mauricio Macri en su intento de reelección y al consolidar al Frente de Todos para que tome las riendas del país, si las notorias diferencias de apoyo entre la fuerza oficialista y la coalición peronista dejaron boquiabierto a más de uno, la elección en la provincia de Buenos Aires fue un paso más allá. Con el 49.34 por ciento, la fórmula integrada por Axel Kicillof y Verónica Magario le sacó 17 puntos al tándem oficialista liderado por María Eugenia Vidal, que cosechaba 32.56 cuando iba escrutado el 98 por ciento de mesas, en la madrugada de este lunes.  La dupla del Frente de Todos no sólo amplió la distancia que obtenía la fórmula a nivel nacional, sino que fue el gran símbolo de la derrota del macrismo: transformó lo que se esperaba sería una reñida contienda entre dos de las figuras más fuertes de cada fuerza en una arrasadora ventaja que llegó a 40 en algunos municipios, como La Matanza. Lo que quedó muy a la vista fue la subestimación con que el oficialismo ha venido tratando al electorado, así como también los hilos del relato que tanto los medios como el aparato oficial construyen de sus cifras y sus candidatos.

Estas PASO saben más a primera vuelta que a primarias. Entre otras cosas, porque ayer hubo escenas de esas que definen finales y tiempos nuevos, parecidas a las del boxeador que acaba de noquear a su rival y, apenas el árbitro da por ganada la pelea, el campeón levanta los brazos feliz, mientras el derrotado apenas si puede levantar su ánimo de la lona. Algo de esas sensaciones fue lo que se percibió ayer entre la primera y la segunda fuerza que se disputaron la gobernación de la provincia de Buenos Aires: mientras Kicillof celebraba -en el búnker ubicado en Chacarita- junto a los demás candidatos de su partido para el territorio bonaerense, bastaba con ver la cara de Vidal y, sobre todo, quedarse con su expresivo silencio para ver la derrota atragantada. Ese revés sufrido por Vidal fue magnificado por el relato de “candidata de imagen intocable” tejido en torno suyo. Los dos puntos que Vidal le sacó al propio Macri en territorio bonaerense abrieron, además, las especulaciones sobre qué hubiera sucedido de haberse desdoblado la elección en la provincia.

En el espacio ubicado en Costa Salguero, donde Juntos por el Cambio esperó el escrutinio, la contienda por la provincia de Buenos Aires fue la gran ausente de la jornada. Fuera de un breve comentario de Horacio Rodríguez Larreta, quien incluyó a la provincia y su gobernadora, María Eugenia Vidal, en el proyecto de cambio de su partido, Buenos Aires sólo fue mencionada una vez más, por Macri, quien la incluyó como una de las dos grandes derrotas electorales de la noche. “Espero que, en octubre, los bonaerenses no se la pierdan”, dijo el presidente, sin demasiado entusiasmo, en medio de un abrazo que le dio a la gobernadora. A ella, además de sin palabras, se la percibió incómoda. No habló ni en el escenario ni en la sala de conferencias, cuando horas antes había celebrado el desarrollo de los comicios y resaltado el valor de la práctica democrática. Parecía más enojada que desconcertada. Tampoco lo hizo por redes sociales. Lo cierto es que, de ser un territorio fundamental en su vida política y la del país, pasó casi al olvido: en toda la noche, Vidal no interpeló a su electorado bonaerense.

La otra cara de la elección en la provincia de Buenos Aires fue la de Kicillof, en el espacio de Chacarita donde se alojaron los candidatos del Frente de Todos. Sergio Massa, primer precandidato a diputado nacional y la primera figura de la alianza en llegar al búnker, pasadas las 18, fue quien introdujo -pasadas las 23- al ex ministro de Economía kirchnerista sobre el escenario. “Les presento al próximo gobernador de la provincia”, destacó el hombre fuerte en Tigre, cuando iba escrutado un 76% de las mesas. Al mismo tiempo, los canales de televisión dividían sus pantallas: en Costa Salguero, donde una hora antes Macri había anunciado su “mala elección”, la imagen de los camarógrafos se quedaba con el Mago Sin Dientes, habitué de los búnkers macristas, solo y resignado entre un puñado de sillas. Antes de Massa, Máximo Kirchner, candidato a diputado nacional, dejó evidencia de la gran victoria en la provincia: “Uno de cada dos bonaerenses nos votó”. A las 23.33, Kicillof tomó el micrófono y, tras agradecer el acompañamiento y la importancia de un proyecto “con todos, los que nos votaron y los que no”, destacó lo desigual de la campaña que le tocó afrontar y resaltó que junto a su equipo no habían gastado “millones en publicidad” ni le habían mentido al electorado. El clima en el Frente de Todos, al igual que cuando habló Matías Lammens (que hizo una buena PASO en su debut electoral y quedó a 15 puntos de Rodríguez Larreta), era el de un festejo responsable.

La contundencia de las cifras dejó algo desapercibida la desafortunada demora de los cómputos, que recién se empezaron a publicar a las diez y media de la noche (hora y media después de lo programado), tras la noticia de que se había caído la visualización y la sistematización de datos del controvertido sistema informático de la empresa Smartmatic. Tan sólo tres horas antes, en conferencia de prensa, el jefe de gabinete Marcos Peña había criticado la lentitud del escrutinio en las PASO del 2015 y asegurado que el nuevo sistema representaría una mejora al respecto de la supuesta incompetencia del escrutinio anterior. La ciudadanía todavía no había conocido datos oficiales cuando el presidente, en un acto insólito, se presentó junto a su equipo en el escenario para reconocer la derrota.

Las que definitivamente no pasaron inadvertidas fueron las rotundas derrotas en seis de los ocho municipios bonaerenses alineados con el oficialismo, que también ponen en juego las intendencias en estas elecciones: en Quilmes, Tres de Febrero, Lanús, Pilar, San Miguel y Morón, Juntos por el Cambio fue ampliamente superado por el Frente de Todos. Los intendentes de San Isidro y Vicente López, Gustavo Posse y Jorge Macri, fueron los dos intendentes macristas que lideraron su municipio y fueron la excepción a una gran elección del PJ en el GBA. 

La polarización entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio que caracterizó la carrera electoral desde que se anunciaron sus fórmulas se reflejó, como era de esperarse, en las urnas: el resto de las fuerzas quedaron lejos del foco de disputa principal. “La polarización que se trató de imponer tiene que ver con una pelea de extremos que deja en el medio a la sociedad”, destacó Eduardo Bucca, el precandidato de Consenso Federal – encabezado por Roberto Lavagna- que obtuvo el 5,82 por ciento de los votos. Le seguían Cristian Castillo, del FIT Unidad, con el 3,25, y Gustavo Álvarez, del Frente Nos -que lidera Juan José Gómez Centurión-, con 1,66. El resto de los precandidatos a gobernador, al no superar el 1,5 por ciento de los votos, no llegan a las elecciones generales de octubre. Respecto de la renovación de las 35 bancas que se ponen en juego en este 2019, de repetirse estos resultados, en dos meses el Frente de Todos obtendría 20 bancas, mientras que Juntos por el Cambio y Consenso Federal conseguirían 13 y 2, respectivamente.Las PASO han concluido y han dejado golpeados a quienes las subestimaron y bajaron la guardia. Se han buscado y se buscarán análisis exhaustivamente para comprender lo sucedido, la contundencia de una elección que, a dos meses de las generales, deja la sensación de ya haberlo definido todo. Quizás, una de las claves se encuentre a la vista, en el detalle más simple: la ansiedad de millones de votantes que, desde muy temprano en la mañana, se agolparon el domingo en las escuelas, haciendo colas que en muchos casos los tenían esperando allá, fuera en la vereda. Las primeras cifras ayudaron a interpretar las ganas madrugadoras de esos votantes ansiosos, esperanzados, decididos a dejar atrás cuatro años de ajustes, desocupación y desilusiones; determinados a castigar desde las urnas a la gestión de Mauricio Macri y animados a hacerlo lo antes posible, por si acaso pudieran detener el tiempo y acabar por fin con el sufrimiento. Las argentinas, los argentinos y les argentines no pudieron detener el tiempo, aunque la noche del domingo le dejó la sensación -a unos y a otros- de que algo sí se logró detener.