Por Francisco Esquivel
Fotografía: Noelia Guevara

Además de los tours callejeros, la organización realiza talleres de stencil e inauguró una galería online.

A través de tours que se realizan por diversos barrios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Graffitimundo busca difundir y apoyar a artistas urbanos como Amor, Cabaio, Corona, Roma, Soni, entre otros. “El arte urbano está en la calle para borrar intermediarios y hablar directo a la gente. Pero no todo lo que está pintado en la calle es arte urbano”. La que habla es Cecilia Quiles, una de las organizadoras de Graffitimundo, que en su oficina cuenta los principales objetivos de este colectivo formado por amigos con antecedentes en arte, diseño, marketing, comunicación y periodismo. 

  Los cuadros en las paredes, los libros y los pines en alusión a distintos barrios porteños sitúan el ambiente al aire libre que se respira en las oficinas de Graffitimundo. Además de las recorridas callejeras, la organización realiza talleres de stencil en su galería Unión, ubicada en el barrio de Palermo. También inauguró una galería online, apoya una offline (la galería Hollywood in Cambodia, en Thames 1885, piso 1)º, actualiza un blog semanalmente y estrenó el documental Las paredes blancas no dicen nada. “Hoy se busca más una construcción de sentido muy diversa, y los artistas buscan llamar tu atención y que los mires –plantea Quiles-. Que uno solo conecte y que no haya nadie para explicarte”.

“No pintamos en Graffitimundo. Somos una organización y manejamos el espacio”, agrega. Marina Charles y Jo Sharff, dos mujeres nacidas en Inglaterra, arrancaron con el proyecto en 2008. “Ellas se contactaron con los artistas, que les contaron sus formas de intervenir el espacio público, sin un permiso ni sponsor de materiales.  Desde su visión europea decían: ‘No entiendo, sin permiso, sin un boceto entregado que pasa por ochenta mil oficinas, y dicen sí, se puede realizar‘”, sitúa Quiles, para explicar el inicio de Graffitimundo. ¿A qué se debe el nombre? “Somos re malas poniendo nombre. Nunca nos gustó y fue tarde, señala entre risas. En la actualidad, los grafiti están sumamente incorporados dentro del paisaje urbano y actúan con el rol de lo imprevisible. Quizás tampoco nos damos cuenta de si un dibujo aparece en la pared de un kiosco y si a la semana siguiente se ubica uno nuevo. Cecilia detalla sobre el comienzo de la relación entre la organización y los diferentes artistas y cómo, en la actualidad, los grafiteros tocan la puerta, mandan por debajo de ela sus dibujos y le proponen a los dueños pintar su pared. Así es como arranca el primer contacto entre artista-pared-dueño del lugar. 

«Las imágenes de los murales viajan por todo el mundo, pero lo que las enriquece es el contexto», dice Quiles.

¿Tuvieron problemas legales por pintar en algunos lugares?

No, nunca. A los artistas los conocemos y nunca los representamos sin su consentimiento y sin conocer cómo trabajan. Al ser una plataforma de promoción y difusión, cuidamos mucho que el artista se sienta representado en la forma de presentarlo. Siempre fuimos un poco el jamón del sándwich. El arte en la calle es público, pero antes hay que contactarse y contarlo.

¿Un graffitero es un artista?

En redes sociales uno tiende a observar el arte urbano y asume que se ajusta a su contexto. Lo que sucede acá es distinto: si bien las imágenes de los murales viajan, en sí mismas, por todo el mundo, a veces lo que enriquece es la historia del contexto. Un grafitero no se considera artista, el grafiti no es arte. El arte urbano, en cambio, sí está legitimado en galerías artísticas y en exposiciones.

¿Qué importancia le dan los extranjeros al arte urbano?

Lo que más les sorprende es el artista con un compromiso social. El artista que no solo debe pintar cosas hermosas y elevar la realidad, sino que tiene algo para contar. El arte urbano está en la calle para borrar intermediarios y hablar directo a la gente. No todo lo que está pintado en la calle es arte urbano. 

«A veces falta apreciar y repensar la propia cultura», opina Quiles.

¿Creés que no le damos importancia al arte de Buenos Aires?

Sí, le damos. Lo que pasa es que cuando uno se cruza en su día a día está en está en otra cosa. Lo que los artistas intentan hacer es romper eso, llamar tu atención y que los mires. Que uno solo conecte y que no haya nadie para explicarte. A veces falta el apreciar y repensar tu propia cultura. Eso intentamos hacer en los recorridos que son para argentinos, intentar generar cierta distancia y repensar cómo nos manejamos en el espacio público. 

Por lo general, los graffiteros son portadores de identidad y cada uno tiene su propio estilo. 

Y eso es necesario. Expresan lo que expresan y les sale a todos de una forma única. El graffiti de letras, el tag,  se define por ser una firma de una pandilla o el apodo de un grupo, que ocultan necesariamente su identidad. Juegan con los colores para esconder su firma pero a la vez buscan que sea legible para otros grafiteros de letras. Es un diálogo como que “ésta es mi pared y acá nos movemos nosotros”.

¿Estuvieron interesados en relacionarse con algún movimiento político a través de los grafitis?

No, no. Somos una organización que sigue a los artistas. Sí estuvimos en proyectos o licitaciones con las gestiones públicas, pero siempre producimos lo que hace un artista. Intentamos que se respeten sus formas de trabajo y contenido. Graffitimundo no es partidaria (sin apoyo del gobierno) y nunca tuvo una sola cara.

Hay dos circuitos turísticos, uno en inglés para los extranjeros, y otro en español que se realiza por Palermo.

¿Cuándo se realizan los tours y cuánto cuestan?

Tenemos diferentes circuitos aceitados. Las formas varían porque hay dos tipos de circuitos. Hay una parte en inglés, que es más extranjero y comercial, y otra parte en español. En la parte más turística hay una agenda de recorridos anuales que se pueden sumar. Después hay un tour mensual que es en castellano, con una colaboración de cien pesos y a pie. Hacemos desde Villa Crespo hasta Palermo o Colegiales hasta Palermo. Además, vamos rumbeando de acuerdo a si hay algún evento. Lo que nos sirve es una mayor concentración de historias para contar en menos cantidad de metros. No estamos en la parte comercial de Palermo, estamos en la parte más residencial de Villa Crespo. Y terminamos en Palermo Soho, en la galería que abrieron los artistas de stencil hace once años. 

¿Cuál es el lugar en el mundo por excelencia del arte urbano?

Y, a mí me gusta este. Es muy distinto al de Berlín, que estuve ahí. Si bien la escala es similar, acá está genial la efervescencia y el recambio. Que sea un espacio tan cercano, que se puedan saltear muchos pasos burocráticos. El pibe que pinta toca el timbre, manda una carta por abajo y dice “yo pinto y me encanta tu pared”. Así empieza.