Por Victoria Coffey
Fotografía: Martina Forneri, Matías Adhemar

El uso del lenguaje no binario fue el gran eje de todos los debates.

“Nunca una letra tuvo tanto contenido como la ‘e’”, dijo una de las moderadoras de mesa, resumiendo a la perfección el primer Congreso de Lenguaje Inclusivo, organizado por la Secretaría de Género y Niñez de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires y llevado a cabo en la Universidad Nacional de la Plata (UNLP). Con fuerte presencia de la comunidad LGBT+, los debates se fueron desarrollando a lo largo de dos días de ajetreada actividad.

Para les oradores y planificadores de este evento, fue el cumplimiento de un sueño. Durante la presentación, Karina Nazabal, secretaria de Género, Niñez y Adolescencia de la Defensoría del Pueblo, optó por usar la palabra “encuentro”, para ilustrar cómo en esos dos días, 11 y 12 de abril, se cruzaron un sinfín de historias de mujeres, travestis, trans, y otras disidencias sexuales. “Somos un gran tejido, una gran red, pero, sobre todas las cosas, un gran grupo humano, una familia, que sostenemos, desde nuestro lugar, el mundo más justo e igualitario que soñamos”, explicó Nazabal a ANCCOM.

El lenguaje inclusivo tuvo una importante impulso el año pasado, cuando la letra ´e´ empezó a utilizarse con mayor asiduidad como manera de expresar la inclusión.

“Visibilizar experiencias despierta consciencias”, dijo Gabriela Mansilla.

“Visibilizar experiencias despierta consciencias”, dijo Gabriela Mansilla, madre de una niña trans y parte de la Asociación Civil Infancias Libres. Para la activista, la tarea es encontrar un tercer lugar, ya que el lenguaje inclusivo incumbe a la corporalidad. En el panel de “Niñeces”, mostrando el ejemplo de su hija, explicó cómo la comunidad travesti se ve en riesgo por la necesidad de encajar en los estándares binarios de género impuestos por el sistema de salud. “Decir ‘si sos mujer, parécete a una mujer’ tiene que ver con lo que nombramos, con lo que entendemos de los cuerpos”, explicó Mansilla.

Una de los fundamentos de esta nueva forma de hablar es que lo que no se nombra no existe. Una lengua que sólo refiere a hombres excluye de su universo a una amplia gama de identidades. “Existe un entrenamiento patriarcal internalizado, que son formas de control que el lenguaje naturaliza”, expuso Ro Ferrer, ilustradora de la editorial Chirimbote.

En ese mismo panel, Jorge Víctor Ríos, activista gay y docente de la provincia de Misiones, remarcó el carácter contestatario y rupturista de la e, pero también advirtió que paulatinamente se va llegando a un consenso con respecto a su uso. Al crearse reglas, surge una tensión, pero “luego vendría algo más”, argumentó Ríos. “Quedaría la lucha por democratizar el lenguaje y la sociedad. El lenguaje es una de las armas, pero no es una imposición”.

Sus palabras terminarían siendo un augurio. No menos de una hora después, en la mesa “Lo instituido y lo instituyente”, expusieron dos lingüistas con miradas opuestas con respecto al lenguaje inclusivo. Mientras que Angelita Martínez, del Centro de Estudios e Investigaciones Lingüísticas de la UNLP, consideró que la lengua es un instrumento comunicativo, y su uso es creativo y su sintaxis motivada, el otro panelista fue su antítesis. Daniel Molina, escritor y crítico licenciado en Letras de la Universidad de Buenos Aires, le preguntó al público oyente “¿Qué culpa tiene el castellano?”.

Su ponencia fue la voz disidente en un congreso en el que todos parecían estar de acuerdo. Para Molina, el español es neutro y no nació machista. “El lenguaje inclusivo es metido artificialmente, es un apósito, una solución falsa para un problema que no existe,” expuso el crítico. Sus palabras no dejaron a nadie indiferente: los espectadores, que durante los otros paneles de la jornada habían escuchado en silencio, lo interrumpieron repetidamente con cuestionamientos y contraargumentos. El acalorado ida y vuelta resultó inútil, porque nadie dio el brazo a torcer.

Los paneles se desarrollaron durante dos jornadas a sala llena.

El ambiente cargado se disipó poco después, cuando uno de los invitados a la mesa de cierre entró bailando al auditorio. Danna Galán, activista drag de Bolivia, llamó a usar el lenguaje inclusivo como una herramienta para pensar la historia colonizada y patriarcal y empezar a escribir una propia. “El lenguaje es más que una letra, es un debate político, cultural, y de identidades de género,” sostuvo Galán.

Nazabal fue la última oradora de un congreso que no se adecuó a las convenciones tradicionales y académicas de estos eventos. “Mi feminismo es no binario, y su categoría política para construir es el amor. Nombrarnos como todes es nombrarnos y reconocernos desde el amor”, concluyó la funcionaria.