Por Macarena Aylén Martínez y Gustavo Calvet (Universidad Nacional de Moreno)
Fotografía: Melisa Molina

El Partido de Moreno forma parte de la provincia de Buenos Aires, ubicado en la zona oeste del conurbano, con una superficie de 184,17 km cuadrados. Con la llegada del ferrocarril en el año 1.800, se inaugura la la última estación del Ferrocarril Sarmiento, y fue allí cuando nació este pueblo. Hoy, como en los años noventa, las estadísticas y testimonios indican cómo los problemas sociales impactan más en los estratos más vulnerables de la sociedad. Un caso testigo del daño social causado por el ajuste.

Salud para pocos

Moreno cuenta con seis localidades y un total de 144 barrios que albergan a los más de 500.000 habitantes. Para toda esta población existe solo un hospital Municipal y las salitas barriales no llegan a cubrir la demanda por falta de insumos y equipamiento. Gonzalo Fernández, trabajador social y voluntario en Cáritas,  cuenta cómo se convive con las problemáticas básicas de salud en la región. “Se intenta articular la llegada de más de 200 familias a las salas más cercanas para que inicien un tratamiento básico (principalmente campañas de vacunación) y tengan acceso a un médico de cabecera que siga cada caso”, asegura Gonzalo.

“Las problemáticas sociales más comunes que se aprecian están ligadas a los jóvenes con adicciones, abuso sexual infantil y violencia de género. Tres problemáticas atravesadas por una situación de pobreza casi extrema, que implica precariedad en la vivienda y pésimas condiciones de salud”, dice, y agrega: “Existen, aunque no se nos crea, situaciones críticas que no se llegan a conocer como el caso del Barrio Atalaya, un territorio muy alejado del centro de Moreno al cual no llegan los colectivo. Ahí se tuvo que crear un  consultorio pediátrico móvil, ya que las familias más carenciadas no tenían forma de acceder con rapidez al hospital y los niños no habían recibido atención por periodos muy largos”.

La educación prohibida

En el caso de la educación en el distrito, la tragedia ocurrida en la Escuela Nicolás Avellaneda N° 49 de la localidad de Trujui el pasado 2 de agosto,  que se llevó la vida del auxiliar Rubén Rodríguez y de la vicedirectora Sandra Calamano, evidenció un estado de decadencia pronunciado y de largo arrastre.

Por este hecho, más los  cientos de denuncias sobre la negligencia oficial y falta de inversión de los  Estados nacional y provincial, se suspendieron las clases durante varios meses. En paralelo, en las escuelas de la localidad de Moreno se comenzó a generar un plan de lucha intentando visibilizar los reclamos,  sin dejar de brindar un espacio de tareas y consultas a los alumnos para que no pierdan el año lectivo. Además, la contención se basó en realizar ollas populares para así solventar la demanda de las familias en los barrios más carentes.  

“Uno de los principales problemas es que nos acostumbramos durante años a trabajar sin gas ni luz, en situaciones de riesgo, y ahora que decimos ‘basta’ muchos no entienden por qué no entramos a los edificios si antes lo hacíamos igual. A los docentes nos tildan de vagos cuando estamos trabajando más y en peores condiciones que nunca”,  dijo Marisa Di Quattro, orientadora de la escuela N° 32 del barrio Villanueva de Trujui. Y sobre la deserción que el reclamo produjo agrega: “El problema de los alumnos es que sin la obligación de no quedar libre o reprobar no se acercan ni hacen las tareas”.

“En otras escuelas sólo se habilitaron algunos sectores, como el patio interno, el SUM y los comedores. Asimismo, los alumnos y alumnas estuvieron yendo en horarios rotativos y reducidos, en ambientes compartidos y en varios casos, con un solo baño para  alumnos de 3 a 24 años. Otras escuelas optaron por iniciar las clases en iglesias o clubes”, sostiene Di Quattro.

Cooperativas en los barrios

¿Cómo se trabaja a nivel territorial por parte del municipio para generar estrategias a partir de una micro economía autosustentable? El Instituto Municipal de Desarrollo Económico Local (IMDEL), que depende de la municipalidad de Moreno,  nuclea el trabajo de cooperativistas solventando sus necesidades básicas e impulsando talleres de huertas, carpintería, herrería y de construcción en los llamados polos productivos, destinados a micro emprendimientos. “En Moreno existen ocho polos productivos donde concurren 35 a 40 personas por turnos, son 500 cooperativas con un total de 7.000 cooperativistas. Además, se promueve el autoconsumo y la salida laboral mediante intercambios de producción”, cuenta Isabel Rivadeneira, coordinadora de polos productivos en el sector de cooperativas de IMDEL.

El objetivo de este órgano es la formulación, ejecución y supervisión de políticas, planes y proyectos que favorezcan el desarrollo económico y productivo del partido, aunque desde la llegada del actual gobierno, el Ministerio de Economía dejó de solventar los cursos y capacitaciones. “Es ahí donde ocupamos ese rol más humano, donde amortiguamos las necesidades de las familias, facilitando algunos recursos que, si bien son escasos, pueden solventarlas mediante el trabajo comunitario”, dice Rivadeneira.

“La demanda constante la sentimos, por ejemplo, con las huertas orgánicas. El recorte llegó también al INTA, o sea que nos afecta también en estos proyectos. Antes entregábamos semillas a una institución por semana, hoy en día son casi diez instituciones por semana, y no es por una cuestión de hobbie, existe la necesidad neta y pura de generar su propia mercadería”, sostiene Carola Hernández, coordinadora de IMDEL.

Subdesarrollo social

¿Qué carencias se profundizaron en este sector del Conurbano bonaerense? “El accionar del gobierno es ajeno a las necesidades del pueblo, no genera políticas sociales de contención y, además, elimina las ya conquistadas años anteriores. En el marco de la peor crisis de los últimos años, son los más vulnerables los que se ven perjudicados”, dice Paula Sánchez,  trabajadora social, que desempeña en el área de Primera Escucha de Desarrollo Social de la Municipalidad local. En cuanto a las problemáticas concretas en los periféricos barrios de Moreno sostiene que “la población se duplicó y triplicó en los últimos años. La infraestructura es cada vez más deplorable, se puede observar más asentamientos y ocupaciones territoriales. Las situaciones de inundaciones y los hechos de violencia aumentaron”. Además, señala que “en esta localidad acuden cada vez más a las trabajadoras sociales por hechos de vulnerabilidad social, como la falta de trabajo, que a causa de la crisis del país, se multiplica”. Así, esta parte del oeste se agita entre la pobreza creciente y las promesas oficiales de que “lo peor ya pasó”.

Un modelo excluyente

El economista Alejandro Robba, vicedecano del Departamento de Economía en la  Universidad Nacional de Moreno, cuenta cómo impactan las políticas neoliberales en los sectores populares: “Las políticas de este gobierno vinieron a cambiar el modelo de  distribución del ingreso con la intención de restarle poder al sector popular. Se basó en vulnerar derechos, amedrentar sindicatos, bajar el empleo, todas características de un modelo que prioriza la renta empresarial como motor de crecimiento”, explica.

¿Por qué analizar Moreno y no otro lugar de la periferia? Robba expone: “Moreno, al igual que muchos distritos de la periferia, es una ciudad dormitorio. Esto quiere decir que la mayoría de los habitantes viaja hacia el Centro para trabajar. Significa además que su  capacidad de empleo es menor y no se dan las condiciones para desarrollar un modelo de consumo-inversión. Entonces cuando los modelos neoliberales empiezan a crujir, se descubre fácilmente la verdadera cara del modelo económico. El ajuste de shock tiene ganadores y perdedores, las pymes y las clases populares se ven afectadas directamente, dejando como ganador al sistema financiero”.

Bajo el argumento de culpar al gobierno anterior de crear una “fiesta del consumo” donde se gasta más de lo que se genera, se crea la atmósfera perfecta para justificar el ajuste que desde 2015 se siente cada vez más y no parece detenerse en 2019. “Ese argumento valida un ajuste, para achicar el consumo y así generar un ahorro, que generará inversiones y finalmente hacer crecer la economía. La famosa “lluvia de inversiones” que nos prometieron viene de la mano de esta lógica que tienen los gobiernos neoliberales con los que no estamos para nada de acuerdo”, expone el economista y prosigue: “Nosotros pensamos que el crecimiento económico viene de la demanda efectiva. Esto quiere decir que la única forma de crecer, de generar la economía, es cuando mejora la distribución del ingreso, traducido en aumento del empleo, mejora en  los salarios que empujan el consumo”.