Por Carolina Flechas
Fotografía: Gentileza Foto gentileza: Gustavo Roge/Los Andes y EAAF

Luis Fondebrider, presidente del EAAF en Malvinas. Foto gentileza EAAF.

“El 12 de marzo de este año estábamos en el hotel, preparados para viajar a Malvinas al otro día. Dos familias estaban ahí; ellos no iban a buscar a los restos de sus familiares, pues las identificaciones no se habían hecho todavía. Pero para sorpresa de todos, esa misma noche tuve la fortuna de contarles que los habíamos encontrado. Viajaron sabiendo la ubicación exacta de sus seres queridos. En el camino preparamos unos papelitos con sus nombres, porque la placa no alcanzó a estar lista, y ellos mismos los pusieron con piedras sobre las tumbas. La distancia se había acortado”, relata Virginia Urquiza, coordinadora de la Unidad de Casos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

Dedicado desde 1984 a recuperar cuerpos de desaparecidos y reestablecerles la identidad, primero en la Argentina y luego en otros 50 países, hace siete años que el EAAF comenzó con la identificación de más de un centenar de combatientes enterrados en el Cementerio de Darwin. Noventa han recuperado sus nombres y en sus sepulturas ya no se lee “Soldado argentino sólo conocido por Dios”. “El recuerdo y la memoria son necesarios”, dice Virginia en la sede del EAAF, en la ex ESMA, donde recibió a ANCCOM.

¿Cómo se inició el trabajo de exhumación en Malvinas?

Fuimos convocados por la Cruz Roja, en el marco del Proyecto Plan Humanitario Malvinas. El Equipo trabaja hace muchos años en misiones internacionales y, dentro de la Argentina, es la única organización de su estilo (trabajando con desaparecidos y casos actuales). Somos muy rigurosos y hemos ido ganando prestigio. La Cruz Roja convocó a tres especialistas de Argentina, tres de gran Bretaña y otros tres de países neutrales, por lo que enseguida pusimos a disposición a nuestros compañeros, que fueron aprobados para ser partícipes de la iniciativa.

¿Cómo se manejó la relación con Gran Bretaña?

La comunicación con el Gobierno de Gran Bretaña fue realizada desde la Cancillería, que se puso en contacto hasta llegar a un acuerdo. El tema excedía la dimensión política y de soberanía, estábamos hablando de algo más grande: el derecho internacional humanitario, es decir, cumplir con los protocolos que demandan que toda persona que muere en un conflicto armado esté enterrada como corresponde, con su nombre y bajo los rituales que su familia o cultura dispongan. Eso permitió que los dos países se pudieran sentar a charlar. Cuando comenzamos a  trabajar con las muestras en 2012, no sabíamos si en algún momento íbamos a poder ir a Malvinas para cotejarlas. Y finalmente, en 2017, el Equipo arribó a las islas, después de años de negociaciones entre los dos países. El trabajo contrarreloj comenzó el primer día, pues una de las condiciones impuestas era que ningún cuerpo o resto podía permanecer fuera de su tumba por más de un día.

¿Cómo fue el trabajo de campo en el cementerio?

Fueron tres meses muy intensos, de junio hasta agosto. Se montó un laboratorio móvil en el cementerio de Darwin: un container con toda la maquinaria que la Cruz Roja puso a disposición. El trabajo diario consistía en abrir la sepultura, llevar los restos al laboratorio, tomar las muestras para hacer el análisis antropológico, determinando la edad, altura, lesiones. Muchas veces estudiar objetos personales. Se pudo comprobar que efectivamente los soldados estaban en cajones, aunque el paso del tiempo los deterioró. Parte de nuestro trabajo también consistió en darles cajones nuevos.

Visita de familiares y miembros del EAAF a Malvinas en 2018. Foto gentileza EAAF

¿Cuál es la relación del EAAF con los familiares de los ex combatientes?

Los familiares son nuestros jefes. Trabajamos cuando ellos quieren que lo hagamos y quieren tener la posibilidad de una respuesta y un resultado, aunque no sea de identificación, porque se dieron casos en donde los restos no estaban dentro del universo de muestras, es algo increíble. Las familias tienen la certeza de si está, o no. Es un momento muy especial porque la mayoría ha estado más de 35 años esperando. Nunca tuvieron información oficial respecto al fallecimiento; se enteraron de lo sucedido por los testimonios de los que volvían. Tuvieron que reconstruir ellos mismos la historia y la posibilidad de tener una lápida con el nombre de su familiar hace la diferencia. Ya no tienen que adoptar cualquier cruz. El equipo ha identificado exitosamente a 112 de 122. Las dos últimas familias notificadas viajaron el último 13 de marzo y pudieron ponerle nombre a las tumbas de sus seres queridos.

¿Qué supone que una persona sea enterrada con su nombre?

En Malvinas se dio una situación de separación de un cuerpo y su identidad. El Estado argentino no identificó a sus muertos, el cuerpo se separó de su historia, de todo lo que esa persona era. Ahora las familias tienen un lugar donde pueden ver el nombre y apellido de los suyos, lo que no es menor. Esto les permite comenzar la etapa de despedida, el duelo. Volver al lugar donde la persona descansa es fundamental. Para el familiar, el nombre le devuelve la historia que se había perdido. Todo lo que esa persona fue antes de morir. La memoria es un derecho humano que merece ser respetado.

¿Qué queda por hacer en Malvinas?

Faltan diez identificaciones, pues hay algunas familias que han sido difíciles de encontrar. Hay una sepultura que fue mal nombrada, y nos dimos cuenta recientemente. Hay tres personas que se suman a las que deben identificarse. Esperamos que las familias se contacten con nosotros o con la Secretaría de Derechos Humanos. Además, también estamos esperando los resultados de las últimas muestras que tomamos. A medida que se va acotando, se va poniendo más difícil. Es un trabajo complejo pero esperamos que se pueda hacer pronto.

¿Cómo atraviesa Malvinas a la memoria colectiva?

Malvinas es un tema reciente en nuestra historia. Las consecuencias de la guerra se ven en el presente y cuando tuvimos que ir a entrevistar a las familias. El ejercicio de acompañarlos, de estar para ellos, supone cuestionarse muchas cosas propias. Más allá de que se intente separar la vida privada y la profesional, no se logra. Cuando viajás con las familias, cuando ves sus caras, cuando les das la noticia, hay algo que te atraviesa: como argentina, como mujer que recuerda la guerra, como humana. Se genera empatía con las personas que tenés enfrente. La dictadura operó ocultando y escondiendo. Solo hay que mirar cómo volvieron los ex combatientes; silenciados, en la mitad de la noche. No fuimos a vivarlos a ninguna plaza. Recuperar todo esto, volver a mencionarlos, darles nombre, recordarlos, y todo este trabajo, permite empezar a poner en valor ciertos hechos históricos. Esto sucedió, ¿qué nos queda? Hacer lo que podamos para repararlo. La incertidumbre no es justa para ningún ser humano.

Foto gentileza EAAF