Por Laura Pomilio
Fotografía: Lucia Barrera Oro

Dice lo que piensa y escribe sobre el dolor propio y ajeno. Nunca imaginó que un día seis millones de usuarias y usuarios leerían en 72 horas el posteo que publicó a escondidas desde el escritorio de un call center de Once. “Bancátela”, lo tituló. Hasta hoy, más de seis mil mujeres le han contado sus historias en su página de Facebook No me calmo nada. Zuleika Esnal las lee a diario y responde todos los mensajes. Estoy acá, mujeres sobrevivientes se llama su primer libro que está por salir a la luz editado por Grupo Editorial Sur. Son 107 testimonios seleccionados de los miles que recogió. En el patio interno de su casa en Colegiales, en una tarde calurosa de abril, dialoga con ANCCOM.

¿Cómo vivís la publicación del libro?

Feliz. Ya está en imprenta. Si alguien hace unos años me decía “escribite algo para que 6.500 mujeres hablen de lo que les pasó, 54 dejen su casa, siete denuncien a su violador y 250 den una mano gratuitamente a otra”, me hubiera muerto de risa. Hoy es real.

¿Es verdad que viralizaste desde un call center la página No me calmo nada?

Exacto. La tengo desde 2015 pero tenía 300 seguidores entre amigos y conocidos. Un día leo en el trabajo que violan a una chica de 16 años en Brasil entre 33 hombres. Ella declara: “El alma duele más que la vejiga destrozada y es más difícil de sanar”. Indignada y a escondidas, al día siguiente escribí el relato Bancatela. Lo puse público por sugerencia de una amiga. A los tres días me contacta un periodista de El País de España y me dice que estoy en la edición digital del diario  ya que lo que escribí fue compartido 36 mil veces y leído por 3 millones de personas en Argentina. Me quedé paralizada. Al rato llego a casa y tenía  57 mensajes de mujeres de distintos países de Latinoamérica contándome todo tipo de experiencias vinculadas a la violencia de género.

¿Cómo te manejaste en esos primeros casos?

Siempre igual, cuando quise preguntar algo lo pregunté, sin vueltas, con respeto y mucha inocencia. A veces se confunde la empatía con el ponerse en el lugar del otro y eso es imposible. Yo no sé qué es que tu papá te viole, a mí jamás me levantaron la mano. No sé lo que es sentir un puño en el medio de la cara. Tampoco lo tengo que saber para ayudarte.

De estas historias nace la obra teatral Piel de cordero

La escribí en un solo día luego de meses de ir procesándola. Somos tres actrices en escena tratando de abarcar los diferentes matices. En el último monólogo habla una chica muerta en primera persona, Rocío Juárez de Zárate. A mí me escribió su amiga. Me cuenta que Rocío se fue a comer un asado un domingo al mediodía con amigos y no volvió nunca más. La violaron y mataron entre dos hermanos. Ella aparece al final de esta obra porque también tenemos que hablar por las que ya no están.

¿Qué pasa en la sala?

Termina la obra y la gente se queda. Han pasado cosas maravillosas. Por ejemplo, que se levanten mujeres una por una a decir sus nombres o que termine todo el teatro de pie gritando “¡estoy acá!”.

Zuleika Esnal sentada en la escalera del patio de su casa junto a su perro.

Zuleika Esnal, actriz, escritora y creadora de la página «No me calmo nada».

¿Sufriste amenazas?

Sí, a través de Facebook, han averiguado la dirección de mi casa, me han escrito que me van a venir a buscar. Yo elijo seguir porque si me pasa algo, ya está, yo no me muero más. Estoy en cada mujer que habló, en cada piba que no podía y ahora puede. En esa chica que no salía de la puerta de su casa porque la violaron mientras dormía y ahora me manda una foto desde Plaza de Mayo con una pancarta enorme.

¿Cuál es tu postura sobre el aborto?

Yo aborté. Tarde 23 años en poder verbalizarlo. Deseo que nadie tenga que hacerlo como yo, escondida, muerta de miedo y sola en Lanús. Con un médico que ni me miró la cara y lo único que se dignó a decirme fue que tomara el antibiótico porque no se pensaban hacer cargo de una infección. Si ahora estoy horas ensayando con las actrices para gritar en el Congreso o voy a las marchas, es porque peleo para que nadie tenga autoridad legal sobre nuestros cuerpos. Me costó años entenderlo. La culpa se me había metido en un lugar tan imperceptible que, al quedar embarazada en junio del año pasado y perderlo, cuando la médica me preguntó si era mi primer embarazo, mentí y dije que sí.

¿Por qué?

Por culpa, por vergüenza. Ahí entendí el daño que me habían hecho la sociedad, el Estado, la Iglesia. Mentí, no era mi primer embarazo. Aborté a los 18, en 5ª año del secundario. Me arrepentí a último momento en la camilla mientras la enfermera me insultaba y me decía que me quedara quieta. Quise irme y me dijeron “ahora ya está pendeja” y me taparon la boca. Me desperté en otra habitación, aturdida y asustada, con algodón entre las piernas. No quiero que nadie pase eso.

Una ausencia total de acompañamiento, ¿lo sentiste así?

Nadie me hizo una ecografía o me explicó qué recaudos tenía que tomar o cómo había quedado mi cuerpo. Nadie. Eso pasa cuando abortás en este país. Tuve suerte porque tenía los 1500 pesos que salía abortar en 1994. Hay pibas que se tienen que meter en la villa, en su casa y morir desangradas. No pueden ir a la guardia de un hospital por miedo a ir presas. Yo tendría que estar presa. Yo aborté, para la ley argentina soy una delincuente.

Con la campaña #EstoyAcá, ¿transformás palabras en acción?

La idea es generar una red solidaria para dotar de recursos a mujeres que viven situaciones de violencia. Ya sea desde el aprendizaje de un oficio, un servicio gratuito, clases de yoga… Quienes quieren colaborar publican en sus muros sus nombres, de dónde son y lo que ofrecen con el hashtag #EstoyAcá. Sos maestra, ayudalas a terminar el secundario. Sos psicólogo o abogado, asesoralas. Somos muchos en Argentina pero hay también personas de Colombia, Ecuador, Chile, España, Holanda. Si el Estado está ausente, nosotras tenemos que estar presentes para ellas.