Por Carlos Díaz (Universidad Nacional de Moreno)
Fotografía: Guadalupe García
Dos mujeres jugando al futbol

El oeste del Gran Buenos Aires es la “cuna” de grandes jugadoras.

El rol de la mujer en la sociedad está en medio de una gran transformación y el fútbol femenino es un claro ejemplo de ello: está con un crecimiento histórico en Argentina y el oeste del Gran Buenos Aires es la “cuna” de grandes jugadoras. Por eso, ANCCOM recorrió la zona para dialogar con las principales protagonistas y conocer sus experiencias.

El fútbol se encuentra atravesado por una lógica comercial y mercantil. Existen grandes desigualdades de recursos económicos entre los clubes de Primera División y el Ascenso, cuyos jugadores deben tener otro trabajo. Las diferencias se profundizan si hablamos de fútbol femenino, un deporte prácticamente amateur en nuestro país. Actualmente la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) cuenta con 32 equipos de fútbol de mujeres (14 en Primera A y 18 en Primera B). Micaela jugó en Defensores del Chaco de Moreno y luego pasó a San Lorenzo y comenta que la principal diferencia entre ambos clubes fue tener “masajistas y preparadores físicos. Antes era como juntarme a jugar con mis amigas en el barrio”.

“Ya la edad me pasó para jugar en AFA, prefiero jugar en equipos de barrio”, dice Sandra de 29 años, mientras espera para entrar en el equipo ´Rivadavia´ del Torneo Municipal de Fútbol Femenino de Merlo. Es un campeonato con 24 equipos, todos fichados en la Secretaría de Deportes del Municipio. El 90% de ellos tiene inscriptas las 3 categorías del campeonato, con un mínimo de 7 jugadoras registradas para cada uno de los niveles. Mientras se pone las canilleras, Sandra cuenta que juega desde los 15 años, donde hacía “fútbol mixto” con sus 14 hermanos y entre risas sostiene que “teníamos para hacer 2 equipos de 7”. Ser madre a los 19 años no le impidió continuar con su pasión por el fútbol, cuando su hija cumplió 3 meses volvió a las canchas. “Terminaba el primer tiempo, me sentaba y ella venía a tomar la teta” dice Sandra.

El apoyo familiar y económico resulta fundamental a la hora de llevar adelante una carrera dentro del fútbol femenino. “Cuando estaba por empezar a jugar en River, tenía que ir todos los días y no podía. No tenía a nadie que me banque”, sostiene Valeria Giménez de 24 años. A ella sus padres nunca la vieron jugar, siempre fueron los abuelos quienes la apoyaron en el deporte. “El primer torneo al que me anoté, lo ganamos y teníamos que viajar a Mar del Plata, mi vieja no quería saber nada”, cuenta Giménez.

No todas las familias se niegan a aceptar que sus hijas jueguen al fútbol. Valeria Albornoz jugó en Independiente de Avellaneda y en Atlas de General Rodríguez y comenta que sus padres la apoyaban en su decisión pero “no la bancaban económicamente”. A los 17 años empezó a jugar en Atlas y al poco tiempo pasó a entrenar en Wilde para formar parte del plantel de Independiente. Eso la obligó a asistir a la escuela secundaria y trabajar en una fiambrería con su tía para poder solventar su viaje al predio de zona sur donde entrenan los “rojos”. En ese momento, ella optó por dejar el colegio y al poco tiempo abandonar el fútbol.

Piernas de una jugadora, pisando una pelota

El crecimiento del futbol femenino refleja el nuevo rol que disputa la mujer en la sociedad.

“De a poco se fueron rompiendo algunos mitos, por ejemplo, que el fútbol es solo para hombres” dice Gonzalo Díaz, ex arquero de Racing y coordinador de actividades de los complejos Goles y Gambetas, ubicados en Merlo Norte, Libertad, Ituzaingó y Villa Tesei. Díaz cuenta que comenzaron con las actividades en el 2013 y el fútbol femenino nació como una demanda de 4 chicas. Sin embargo, se enorgullece de ser “los pioneros en la zona oeste en empezar a abarcar más edades en la disciplina”. Actualmente tienen 40 chicas en fútbol infantil. “Tenemos nenas de 6 o 7 años que se compran los botines y vienen a jugar al fútbol, para nosotros es muy lindo eso”, señala el coordinador.

En una de las inmediaciones de Goles y Gambetas, se lleva adelante la Liga EFEM de Fútbol Femenino. Allí está Lucila Aguirre, de 15 años, oriunda del Parque San Martín, partido de Merlo. Desde los 12 años juega principalmente en futsal de River y en mayo de este año tuvo su primera convocatoria a la Selección Argentina de Futsal Femenino Sub-20. “La que me acompañó siempre en el fútbol fue mi mamá, falleció hace dos meses”, cuenta Lucila mientras suspira. Según ella, juega al fútbol desde que tiene “memoria” y siempre con varones. Aguirre afirma que eso le “sirvió mucho para, después, sacar ventaja con las chicas”. Según comentan las jugadoras del torneo y algunos espectadores es la promesa del fútbol femenino en el país.

En algunos casos, se toma al fútbol como una actividad recreativa. En la Liga Municipal de Merlo, “los técnicos tratan de que jueguen todas. En cambio, en AFA, solo juegan las mejores. No importa si fuiste a entrenar toda la semana”, afirma Rocío Taboada. Tiene 26 años y es arquera de Ferrocarril Oeste, luego de haber sido la única mujer entrenando con “80 jugadores libres en el Club CFR de Moreno”. Hace cinco años que decidió aprender a jugar al fútbol y como está lesionada en su muñeca juega como defensora. También atajó en Almirante Brown, en el Sindicato de la Televisión, Deportivo Merlo y otros equipos y cuenta que “es muy difícil que un club apoye al fútbol femenino, todo sale a pulmón”. En Ferro están becadas, tienen camisetas y pelotas. Lo que debería ser lo habitual en un club de fútbol, se toma como una novedad.

El machismo dentro del ambiente del fútbol fue una barrera que tuvieron que atravesar varias de las chicas que decidieron comenzar en este deporte. “Cuando yo arranqué me decían ´vos jugas a la pelota, sos un varón´ o ´¿Por qué no vas a lavar los platos?´ y eso te pone mal, creés que tenés que hacer eso”, dice Valeria Albornoz, la chica que jugó en Independiente y Atlas. El juicio social, coincidieron todas las entrevistadas, fue uno de los principales motivos por los cuales muchas jugadoras dejaron de ir a las canchas. Sin embargo, con la mujer disputando un nuevo rol en la sociedad, el fútbol femenino parece incubar cambios. Rocío Taboada sostiene que “las mujeres están jugando por todos lados ahora”. La experiencia compartida por varias jugadoras en la zona oeste es que comenzaron a jugar con zapatillas y hoy «todas se compran botines y camisetas de fútbol”, dice Gonzalo Díaz. ¿El machismo en el fútbol también se estará por caer?